Elseworlds Man of Steel nº 01

Titulo: Man of Steel (I)
Autor: Federico Hernan Bravo
Portada: Dani Mendoza
Publicado en: Septiembre 2011
Superman es uno de los personajes más famosos y reconocibles de la cultura popular de hoy en día. Desde su nacimiento, ha despertado la imaginación de miles de personas. Hoy Federico Hernan (Stargate Sg-1, Buffy, Stargate-Superman...) nos ofrece su particular versión del origen del personaje, una llena de frescura y de personajes muy cercanos. ¡No os la perdais!


Un planeta condenado. Unos científicos desesperados. Su última esperanza. Una agradable pareja. Esta es la historia del hombre destinado a convertirse en el héroe más importante de todos los tiempos. Esta es la historia de...
Superman creado por Jerry Siegle y Joe Shuster

Cap. 01. Un Superhombre en Metrópolis
Metrópolis. En un callejón. Distrito Suicida. Noche. 
La mujer estaba acorralada. Con la espalda apoyada contra la fría pared de ladrillos del callejón se apretaba inútilmente en un vano gesto de protección. Ante ella, un nutrido grupo de punks se congregaba, amenazante.
Sonreían, siniestros. Ninguna de sus intenciones eran buenas.
-Por favor… por favor… - pedía ella, temblando como una hoja. El que parecía el líder de la banda se adelantó. Sostenía una navaja filosa en la mano.
-Preciosa, ¿no te dijeron que por las noches el Distrito Suicida es peligroso? – le dijo – Este es territorio de los Dragones Púrpuras. Tienes que pagar peaje, cariño – le guiñó un ojo – Ya sabes a qué me refiero.
-Por favor… yo no...
-¡Quitate la ropa! ¡AHORA!
El miedo helado que la mujer sentía le recorrió por toda la espalda. No parecía haber escapatoria. Aquellos sádicos enfermos sonreían como hienas, con ansias.
Iban a violarla.
-¡Déjenla! – gritó una voz, con fuerza.
Todos miraron en dirección de donde había venido, sorprendidos. ¿Quién era el que se atrevía a darle órdenes a los Dragones?
Había un hombre parado sobre el tejado de un edificio vecino. Era alto y vestía con una gabardina negra. Miraba a los punks sin temor…
-¡Déjenla en paz! – dijo. Dio un salto y con grácil acrobacia, cayó entre los delincuentes y la mujer, interponiéndose entre ellos y su victima.
-¿Qué diablos…? – el líder de la banda retrocedió un paso - ¿Quién demonios eres tú? ¿De donde saliste? – preguntó. Miró al sujeto. El misterioso individuo llevaba puesta una camisa negra con un símbolo en el pecho. Una “S” blanca relucía en él.
-¿Quién mierda eres tú? – volvió a preguntar. No obtuvo más respuesta que una fría y penetrante mirada del otro. Estaba plantado ante el grupo como una estatua de mármol – No importa… ¡Seas quien seas, estas muerto! ¡¡A él!!
Los punks sacaron sus armas. El hombre esbozó una media sonrisa. Avanzó hacia ellos sin miedo.
Abrieron fuego. Pistolas y escopetas restallaron en la noche. Todas las balas dieron en el blanco, pero ante la insólita mirada de los delincuentes rebotaron como si nada una vez hicieron contacto con el cuerpo del extraño.
-¿¿Qué es esto?? – exclamaron, aterrados.
-Mi turno – dijo el misterioso de la “S” en el pecho y entonces sus ojos brillaron con una luz roja.
De inmediato, las armas de los pandilleros se derritieron, se fundieron en sus manos. Hubo gritos de sorpresa y alarma. Nadie entendía nada.
Pero el enigmático héroe no había acabado. Moviéndose a una velocidad extraordinaria, se encargó de la banda propinándoles golpes y puñetazos contundentes.
No tardó en termina con ellos. Solo el líder quedó de pie. Con mudo asombro vio como todos sus hombres yacían inconscientes, desparramados por el piso.
-¡¡Maldito!! – gritó. Con su navaja lo atacó. Se la incrustó en el pecho, viendo con pasmo cómo la hoja de la cuchilla se partía por la mitad.
-No puede ser… no puede ser – repitió, mirando al otro con terror - ¡No eres humano!
-Francamente hablando… no.
Aferró al líder de los delincuentes con sus manos y lo revoleó en el aire como un muñeco de trapo. Lo metió en un contenedor de basura y cerró la tapa encima suyo.
-¿Se encuentra bien? – el héroe se dirigió a la mujer, muda testigo de la batalla que se había desarrollado. Ella no contestó. Estaba conmocionada, casi en shock.
Una sirena se sintió, cercana. Dos coches patrulla se asomaron a la salida del callejón.
-No tema. Ellos la ayudaran – le dijo a la mujer – Debo irme.
Se produjo un ventarrón. En un instante el hombre se esfumó a supervelocidad justo cuando dos oficiales de policía se acercaban, las armas en alto.
-¡Dios mío! – exclamó uno de los agentes de la Ley, al ver el tendal de cuerpos en el suelo - ¡Son los Dragones Púrpuras!
-¿Pero como puede ser? ¿Quién les hizo esto? – preguntó su compañero. Vio a la mujer en el fondo del callejón. Se acercó a ella - ¿Señorita? ¿Está bien?
-Yo… si, si. Estoy bien.
-¿Vio lo que pasó? ¿Quien hizo esto?
La mujer no pudo responder. Tartamudeó, pero entonces sorprendió a los policías al sonreír repentinamente.
-¿Señorita?
-Superhombre – dijo, convencida – Ha sido un superhombre.
Cap. 02 .Orígenes
Metrópolis. Interior de un departamento. Al amanecer.
Clark Kent estaba agotado. Hacía horas que no dormía y el patrullaje nocturno le había insumido trabajo.
En concreto evitó cuarenta robos, trece asesinatos y un intento de violación. No parecía mucho, pero cuando se lo media con cuatro o cinco semanas de la misma actividad, sin pausa salvo las usuales para necesidades fisiológicas, se volvía extenuante.
Podía ser un superhombre, pero en el fondo, era más hombre que súper.
Y considerando que eran sus primeros pasos en aquella ciudad, mas le valía ir con cuidado, si no quería que le descubrieran.
Estaba armando un jaleo allí; él mismo lo reconocía. Con toda esa actividad superheroica estaba seguro de que la Prensa no tardaría en hacerse eco del caso. Que rayos. De todas formas, no había manera de evitarlo…
Lo bueno era que, al menos, él estaría allí para supervisarlo.
Se aseó. Tomó una calida ducha reconfortante y se afeitó. Luego se dedicó a elegir cuidadosamente el traje que iba a usar para su primera entrevista de trabajo en esa ciudad.
Recordaba con cariño el viejo consejo de Pa Kent. “Hijo, la primera impresión es lo que cuenta… trata siempre que la tuya sea educada e impecable”.
Sonrió. Extrañaba a su padre. Siempre tenia la palabra justa para cada ocasión. Lo mismo que su madre.
Suspiró. Mientras se vestía, pensaba en cuan orgullosos hubieran estado de verle ahora. Su madre, sobre todo. Ella siempre decía que llegaría el día en que su muchacho crecería, se volvería todo un hombre y volaría, listo para encontrarse cara a cara con su destino.
Frunció levemente el ceño. No le gustaba volar. Lo hacía sentirse siempre tan raro. Menos humano.
Prefería correr. O saltar. O ambos. Sabía que la supervelocidad era preferible a andar dando tumbos por el aire y encima, estaban los rascacielos; Metrópolis los tenía a por montones.
Smallville era diferente.
Hectáreas y hectáreas de campo.
El lugar perfecto para refinar sus poderes.
Volvió a fruncir el ceño. “Poderes” era una palabra ostentosa, pero no tenia otra con que definirlos.
Terminó de colocarse la camisa y el pantalón. Se hizo el nudo de la corbata tal y como Pa Kent le enseñó.
Él sabia que por mas que lo intentara nunca lograría encajar. La Humanidad pura y real le estaba velada.
En momentos como esos, se sentía miserable. No había otros como él en el mundo. Estaba seguro, lo sabia. No existían otros miembros de su raza en la Tierra.
Era el único. Todo cuanto quedaba de un planeta y una cultura extinguida.
Sonrió con pesar. Pa y Ma Kent se lo ocultaron durante años, pero él sospechaba la verdad.
Sabía que era adoptado.
A los dieciséis tuvo su certeza. Es decir, desde que tenía memoria recordaba poseer aquellos… poderes. Pero una cosa bien distinta es saber cuales eran las causas y saber su lugar de origen verdadero.
Lo supo cuando Pa Kent le mostró la nave en que vino a la Tierra.
La tenia escondida en el granero, tapada con una lona vieja.
En la nave había un dispositivo. Se activó cuando lo tocó: una imagen holográfica lo saludó. Un augusto hombre vestido de blanco, con una sonrisa afable y cariñosa en su rostro le habló, en perfecto inglés, explicando quien era él, de donde venia y por qué estaba en la Tierra.
Kryptón. Jor-El, Lara… Kal-El. Nombres que se grabaron a fuego en su memoria. Los acompañó una vivida y bonita imagen que representaba su planeta natal, sustituida mas tarde por una gran catástrofe de la que él era el único sobreviviente. Y eso, gracias a su padre… su verdadero padre.
Jor-El.
“Sé fuerte y valiente, Kal-El”, le dijo el holograma, “Sé sabio, hijo mío. En la Tierra, bajo un sol amarillo, tendrás enormes poderes. Grandes habilidades. Tal vez llegue el momento en el que te sientas solo. Nunca lo estarás. Mi amor y el de tu madre te acompañaran vayas donde vayas. Usa tus poderes. Ayúdalos. Kal-el, son buenas personas… pero necesitan que los guíes. Sé su luz. Sé su fuerza. Hijo… mi amado hijo… Recuerda siempre que te amamos y que lo que hicimos al enviarte con ellos es demostración de ese amor. Cuídate y cuídalos… Adiós, Kal-El”.
La bella imagen holográfica culminaba con la aparición de una mujer, vestida también de blanco, que se abrazaba con Jor-El y parecía mirarlo en la distancia, a través del abismo de tiempo y espacio que los separaba.
Lo supo. Era Lara.
Su verdadera madre.
Cuando los hologramas se desvanecieron, la realidad volvió ante sus ojos. Pa y Ma Kent lo observaban, con lágrimas en los ojos…
- Ahora sabes la verdad, hijo. Si nos odias por ocultártelo todos estos años, no puedo culparte – le dijo él – Solo queremos que sepas que hicimos todo el esfuerzo por hacer de ti alguien de bien… y que te amamos. Simplemente, te amamos… como si fueras nuestro desde nacimiento.
En el presente, Clark Kent lloró en silencio, recordando lo que a continuación hubo hecho…
Cuando Pa Kent le dijo esas palabras los abrazó a ambos y con iguales lágrimas en los ojos, les dijo:
- Tú eres mi padre y tú eres mi madre. Los amo a ambos. Es lo único que me importa.
Los tres se estrecharon entonces en un calido abrazo, sintiendo que nada que dijera una imagen generada por computadora podía romper con ese vínculo.
…Y nada lo hizo en los años restantes, salvo la muerte. Primero la de Pa y luego la de Ma.
Los sepultó a ambos con el corazón sobrecogido, pero decidido a honrarlos para siempre por sobre todas las cosas.
Usar sus poderes para ayudar a la gente era una manera.
Bien, lo del traje oscuro, la gabardina y la “S” en el pecho eran invenciones suyas, pero creyó mejor usar aquello en lugar de las ridículas mallas que en un principio pensó en llevar puestas.
Quería ser un héroe, un campeón, un justiciero. No un payaso de circo con el calzoncillo encima de la ropa, por Dios santo.
Se rió. Secó las lágrimas de su rostro y luego, se colocó la parte superior de su traje. Se miró en un espejo.
-Parezco Testigo de Jehová – comentó, en voz alta. Su ocurrencia le causo gracia. ¿Y si en vez de que los Kent lo encontraran hubieran sido otros? Sin duda, cualquiera podría especular cómo hubiese sido su vida entonces.
-Ya estoy otra vez – se dijo – distrayéndome. ¡Voy a llegar tarde! – y mirando a su reflejo - ¡Reacciona, Clark! Hay que ir y probar suerte. Como mamá solía decir: “El hombre propone y Dios dispone”.
Tomó las gafas falsas. Se las colocó en la cara. Se le veían ridículas, es verdad, pero necesarias. Lo tenia bien observado.
Los tipos con anteojos pasaban bien desapercibidos.
Bueno, al menos eso esperaba. Era lo único de él que en ese momento constituía un “disfraz”. Quería ser el alter-ego, lo opuesto a lo otro.
Justiciero de noche. Periodista de día. Sonaba justo. Equiparable.
Tomó su maletín con sus papeles y salió del departamento. Era hora de ir a probar si tenía suerte…
Cap. 03. Primer trabajo
Edificio del diario “Daily Planet”. Momentos después…

Clark entró en el vestíbulo principal del edificio del mejor periódico metropolitano y se quedó sin aliento. Todo a su alrededor emanaba un aire de soberbia y gallardía. Arte antiguo y contemporáneo, mezclados.
Preguntó en Recepción por las oficinas de Redacción del diario. Varios pisos mas arriba, le dijeron. Tomó el ascensor junto a un grupo de personas que iban al mismo sitio.
Sin duda, trabajadores del periódico.
Esperaba poder ser otro más de ellos.
La Redacción lo recibió con el usual alboroto mañanero. Gente yendo y viniendo entre las mesas, tecleando en sus computadoras o pasándose fotos de algo. Lo normal en cualquier oficina de un periódico respetable.
Clark todavía no sabía bien donde quedaba el despacho del Editor del diario, así que decidió preguntárselo a la primera persona con la que se cruzó: un joven pelirrojo atareado en hacer funcionar una fotocopiadora…
-¡Oh, vamos! ¡No me hagas esto! – dijo el muchacho, viendo como la maquina se negaba a funcionar bien - ¡Mierda! El jefe va a matarme si no le entrego la fotocopia que me pidió. ¡Funciona, cacharro del demonio!
-Este… disculpa – interrumpió Clark – estoy buscando la oficina del señor George Taylor.
-Ah... – el chico lo miró, un poco sorprendido – Es por allá, pero me temo que el jefe está en reunión ahora con el vice-editor y nuestra reportera estrella. Tendrá que esperar, señor…
-Kent. Clark Kent – se presentó. Le tendió una mano. El joven se la estrechó.
-Me llamo Olsen… James Olsen. Pero todos acá me conocen como Jimmy… o Jimbo. Escoja el que mas le guste – sonrió.
Clark asintió. Le cayó simpático al toque aquel chico. Parecía ser una buena persona.
-Bueno, señor Kent… pase y espere su turno. Es por allá – Jimmy señaló al fondo de la Redacción – Y suerte… cuando el señor Taylor, su vice y nuestra reportera estrella discuten, duran largo rato.
Clark agradeció a Jimmy y lo dejó peleándose con la fotocopiadora. Al fondo de la Redacción estaba el despacho del Editor del periódico, con la puerta cerrada.
El cartel de la misma rezaba: “GEORGE TAYLOR – EDITOR EN JEFE”.
Clark suspiró y tomo asiento en una silla libre cercana. Con su maletín en las manos, espero.
-¡Por el fantasma del Cesar, Lois! ¡No puedes ser tan cabezadura! – escuchó decir dentro de la oficina.
-¡No soy cabezadura, Perry! Soy realista – respondió una voz femenina – Detrás de estos sucesos hay una noticia. ¡Lo sé! ¡Mi olfato de periodista me lo dice!
-¡Puras tonterías! ¿Piensas darle crédito a los delirios de unos locos? ¡Somos un periódico serio, Lois! ¡Reacciona! ¡No somos un tabloide sensacionalista!
Hubo una pausa en la discusión. La tal Lois se dirigió a una tercera persona en la habitación.
-¿Qué dice, jefe? Yo sé que usted también puede verlo… olerlo. Detrás de esto hay una primicia.
-Lois… No es que no confíe en tus instintos periodísticos, pero creo que Perry no se equivoca… y antes de que me repliques, te recuerdo que White tiene más experiencia de campo que tú en esto. Por algo es vice-editor de este periódico.
-¡Dios! ¡No lo puedo creer! ¡Jefe! ¡Vamos! ¡Solo le pido que me de UNA oportunidad! Lo investigaré y vera que…
-No, Lois. Está vez Perry tiene razón. Ninguna de las historias contadas por los testigos tiene base sólida. Ante todo, está la credibilidad de este periódico. La llevamos orgullosos sin manchas desde que se fundó.
-¡Maldición! ¡Muy bien, muy bien! ¡Como quieran! ¡Pero si la competencia nos roba la primicia, no quiero lamentos! Solo diré: “se los dije”.
La discusión acabó abruptamente. La puerta de la oficina se abrió y una hermosa mujer de cabello negro y el ceño fruncido salió, hecha un huracán.
Por instinto, Clark se puso de pie y se la quedó mirando, embobado. La vio alejarse entre la gente de la Redacción hasta un escritorio, delante del cual se sentó resoplando del enojo que sentía.
“Dios. Es guapísima”, pensó, sin poder evitar mirarla desde la distancia. Una voz rompió su contemplación ensoñadora…
-¿Quién es usted? – le preguntó con cierta brusquedad un hombre en la puerta del despacho. Tomado por sorpresa, Clark se volvió, acomodándose los lentes.
-Si, perdone – carraspeó – Soy Clark Kent. Tengo cita con el señor Taylor. ¿Cree que esté disponible?
-Ah… Kent. Te estábamos esperando. Adelante – el hombre lo invitó a entrar – Soy Perry White, sub-jefe de Redacción.
-Mucho gusto.
Le tendió la mano para saludarlo, pero White no respondió al gesto. El que sí lo hizo fue su jefe, George Taylor. Estaba sentado detrás de su escritorio y miraba al recién llegado con aire paternal.
-…Y aquí tenemos aire fresco, sangre nueva para nuestro periódico, Perry – dijo – Un gusto conocerte en persona, hijo. Por favor, toma asiento.
Así lo hizo. White cerró la puerta de la oficina y se quedó de pie, medio distante. Evaluaba al nuevo con la mirada.
-Vamos al grano – Taylor abrió una carpeta. La leyó un momento – Tienes un excelente currículo, hijo. Estoy maravillado. ¿De donde dices que vienes?
-Smallville, señor. Una pequeña localidad de Kansas.
-¿Granjero? – intervino White.
-Mis padres lo eran. Yo heredé la granja – Clark bajó la mirada un momento – Ellos… ellos… fallecieron hace tiempo.
Se produjo el silencio. Taylor miró a White con reprobación. Este se encogió de hombros.
-Un currículo excelente – retomo el Editor – Pocas veces he visto uno así – White carraspeó – y creo que mi sub-jefe de Redacción tampoco. Te felicito, hijo.
-Gracias.
-Perry, muéstrale su escritorio y preséntalo al personal, por favor.
Clark abrió los ojos como platos. Taylor sonrió ante tal reacción.
-Perdón, señor. ¿Eso quiere decir que…?
-Estas contratado, por supuesto. Ve con Perry. Él te presentara al resto de la tropa.
-Vamos – le dijo White, abriendo la puerta del despacho y guiándolo – Acompáñame.
-Okay. ¡Atentos todos! – pidió White. Media Redacción se paralizó.
Tener cientos de pares de ojos sobre él lo pusieron nervioso, pero Clark lo disimuló bastante bien.
-Les presento a Clark Kent. Es nuestra nueva incorporación. El jefe quiere que lo traten como se merece un compañero: ¡respeto y dignidad!
Hubo muchos “hola” tímidos, unas cuantas sonrisas de cortesía y todo mundo reanudó su trabajo. White mostró a Clark su escritorio de trabajo. Estaba casualmente delante del de la chica llamada Lois.
-Lois, tu nuevo compañero de trabajo – indicó White, sonriendo irónicamente – Espero que se lleven bien.
Lois Lane miró al recién llegado con frialdad. Clark se acomodó los lentes de nuevo y le sonrió, amistoso.
White se marchó. Antes de irse, le indicó a Olsen que llevara al nuevo periodista a recorrer las instalaciones. Jimmy aceptó, encantado. Habló con Clark una vez su jefe se fue y éste colocaba sus cosas en su escritorio.
-Lo felicito, señor Kent. Debe ser usted un excelente reportero. De otro modo, el señor Taylor no lo hubiera contratado tan rápido.
-Digamos que tuve un buen desempeño de profesión allá en Kansas…
-Más te vale conservarlo aquí también, granjerito – dijo Lois, sacando un cigarrillo y fumándoselo – Metrópolis no es Kansas, ¿sabes?
-Eh… Señorita Lane… el cartel – Jimmy señaló hacia una pared, donde había colgado un cartel de “prohibido fumar”.
-¡Uf! Está bien, está bien. Veo que hoy no es mi día… - Lois se marchó. Se dirigió hacia las escaleras.
-Va a la terraza – informó Jimmy a Clark – Es su lugar favorito para fumar cuando no puede hacerlo aquí.
-Una persona muy… singular.
-Y que lo diga. Lois es la reportera estrella de la que le hablaba. Es la mejor de este periódico. Una reputación que le gusta mantener – hizo una pausa. Miró a Clark – Está molesta con el jefe porque no la dejan cubrir las noticias sobre el justiciero.
-¿El justiciero? – enarcó una ceja. De modo que así era como aquellos periodistas lo llamaban.
-Cierto que usted es nuevo en la ciudad – se disculpo Jimmy – Vera, hace un tiempo, un misterioso hombre viene ayudando a las personas. Evita atracos, salva a la gente de accidentes y un sin fin de cosas mas. No se sabe bien quien es ni de donde vino, pero las historias cuentan muchas cosas sobre él que… bueno, cosas muy curiosas.
Clark permaneció en silencio, inexpresivo.
-Dicen que tiene poderes – continuo Olsen – Que las balas rebotan en su piel – bajó el tono de la voz – Si, sé que suena a locura, delirio, pero ese hombre tiene algo. Desbarato él solito a los Dragones Púrpuras, los peores delincuentes del Distrito Suicida, uno de los barrios mas problemáticos de Metrópolis. Lois cree que tras los rumores de esta “Leyenda Urbana” se esconde una noticia, una que vale la pena indagar, pero ni el señor Taylor ni el señor White lo ven si. Por eso ella anda últimamente de mal carácter.
-Ya. Entiendo.
-Pero no crea que siempre es así. Lois es una buena, excelente persona. Solo que es un poco… tozuda. Es todo.
-Comprendo, comprendo.
Clark quería preguntar “¿está en pareja?” pero tuvo a bien en no hacerlo. Le gustaba Lois, pero no quería hacerse grandes ilusiones con eso.
Su historial amoroso no era precisamente exitoso.
“Prudencia ante todo”. Otro consejo sabio de Pa Kent, que él llevaría a la práctica con aquella mujer. 

Cap. 04. Justicia
Tribunales de Metrópolis. Días más tarde…
Clark se encontraba sentado ante el nutrido grupo de espectadores al juicio. Observaba con seriedad al hombre ubicado al lado del Juez, en la silla de los acusados.
Había sido asignado por White para la cobertura del periódico del caso. Se trataba de algo menor en la escala de noticias, pero no menos importante: violencia domestica.
Mientras trataba de poner todos los sentidos en su tarea, el Fiscal se acercó al acusado y lo miró. Luego, hizo lo mismo con los miembros del Jurado y por último, con el Juez. Comenzó con su exposición…
-Alguien dijo una vez que en los Tribunales de Justicia, había Justicia solo fuera de los Tribunales – empezó – Pero hoy, damas y caballeros, podemos cambiar eso entre todos, porque hoy haremos Justicia aquí.
Hizo una pausa dramática. Todos esperaron a que continuara la exposición. Lo hizo yendo hasta su mesa y buscando papeles en su portafolios…
-Melannie Cotton no busca daños y perjuicios. Ella busca solamente la Verdad, la Justicia… y la oportunidad de seguir con su vida.
El Fiscal sacó un fajo de fotos. Se acercó al acusado, lo miró gélidamente y después se volvió hacia el Jurado.
-Aquí les presento cabal prueba de la culpabilidad del acusado al estrado: las fotografías de la victima en el Hospital Central de Metrópolis… y no puedo dejar de preguntarme, señor Rodríguez – dijo, volviéndose hacia el hombre acusado - ¿Acaso ella le pidió que la cortajeara y golpeara de esta manera tan salvaje?
-¡Objeción! – saltó el abogado del acusado.
Clark no escuchó la respuesta del Juez. Solo tenía ojos para el ¿criminal? Se concentró totalmente en él. De hecho, mientras lo hacia, utilizó uno de sus poderes más singulares para analizarlo: su súper-oído.
Un sonido imperceptible para todos los presentes se hizo patente para él. Era acelerado y discordante. Aun así, parecía seguir un patrón, un ritmo determinado…
Latidos de corazón.
Del corazón del señor Rodríguez, quien sonrió con falsa tranquilidad y contestó a las acusaciones del Fiscal cuando le fue permitido con fingida normalidad.
-No tengo nada que esconder, Su Señoría – dijo – Contestare al señor Fiscal, ya que se me ha permitido hacerlo, con el consenso de mi abogado. La verdad es que la señorita Cotton y yo… - hizo una pausa. Se mostró entre dubitativo y avergonzado – La señorita Cotton y yo practicamos el sadomasoquismo. Es una practica sexual no muy común, pero creame que hay un alto porcentaje de personas que lo hacen. Todo lo que pasó fue un accidente, uno muy desafortunado, pero mas que nada, lo importante es que todo fue consensuado entre ella y yo. Nadie obligo a nadie a hacer algo que no quisiera.
-Eso no le da derecho a llegar a una agresión física tan extrema como lo hizo con la señorita Cotton – tercio el Fiscal – Usted la lastimó con demasiada saña, señor Rodríguez. Por favor, no insulte a este Tribunal con una argumentación tan barata…
-¡¡Objeción!! – saltó otra vez el abogado de Rodríguez.
-A lugar – concedió el Juez – Sr. Fiscal, le recuerdo que no debe extralimitarse en su trabajo. Limitese a cumplirlo como se debe.
-Lo lamento, Su Señoría – el Fiscal guardó las fotos – Solo quiero añadir una cosa: por el bien de todos, espero que aquí, hoy, se haga justicia… 
Después de varios alegatos más y testimonios, el Jurado presentó su veredicto: Inocente.
Clark se quedó mudo de la indignación. A su lado, una vez que el juicio terminó, alguien hizo un comentario…
-¡Es una barbaridad! ¡No hay justicia en esta ciudad!
Clark estuvo de acuerdo, pero se disponía a cambiar eso muy pronto otra vez.
Interior de un bar. Por la noche…
-¡Soy un hombre libre, compañeros! – gritó Rodríguez a sus amigos una vez que se reunió con ellos en el bar - ¡Soy el mejor mentiroso del mundo!
El grupo sentado en una mesa festejó la ocurrencia levantando sus botellas en un brindis. Todos rieron.
-Ese Fiscal casi me tenia, pero mi abogado pudo mas que él. Refutó todos sus argumentos y presentó unos cuantos testimonios falsos… previamente bien pagados, claro. ¡Y acá me tienen! ¡Más inocente que Dios!
Rodríguez rió. Sus compañeros le pasaron una botella de cerveza.
-¡Por el sistema de justicia americano! – pidió. Todos levantaron las botellas.
Rodríguez iba a beber, pero entonces la botella en su mano reventó en pedazos, por culpa de un rayo de calor venido de un rincón.
Alguien había entrado en el bar. Todos se volvieron para mirarlo. Era un tipo vestido de negro, con una “S” blanca en el pecho…
Miró a Rodríguez y a sus amigos con frialdad. Se acercó a ellos con pasos decididos.
-¿Qué quieres? – preguntó el delincuente, todavía sorprendido por la explosión de su botella.
-Justicia – declaró Clark – Rodríguez, eres culpable de un crimen. Tienes que pagarlo.
Dos de los amigos del criminal se pusieron de pie. Lo rodearon con gestos hostiles.
-¡Mejor te vas por donde viniste, fenómeno! – dijo uno de ellos y sacó un revolver.
Clark sonrió y pegó un salto. Con la ayuda de sus dos piernas, les propino una patada a los dos cómplices de Rodríguez, tirandolos al piso. Luego dio otro salto y se colocó encima de la mesa ante la cual el grupo estaba reunido. Estos ya tomaban sus botellas con intención de usarlas como arma, pero no se les dio tiempo a hacerlo. Moviéndose a supervelocidad, los bajó a todos de una patada razante.
Solo le restaba encargarse del mismo Rodríguez. Aprovechando la confusión desatada, huyó del bar a la calle, en donde descendió al metro por unas escaleras y ya corría como loco por el anden… solo para encontrarse cara a cara con Clark enfrente de él, mirándolo severo.
-¡Aléjate! ¡Aléjate! – gritó el delincuente, pero Clark le propino un fuerte empujón.
Rodríguez voló varios metros por el aire y aterrizó en las vías del tren subterráneo… en el momento en que este se acercaba a la estación.
-No… no… no… - se volvió desesperado hacia el hombre de negro - ¡Ayúdame!
-¡Solo si confiesas la verdad! – sentencio Clark, impávido.
El tren estaba cada vez mas cerca. ¡Iba a pasarle por encima!
-¡¡Ayúdame!!
-¡Di la verdad!
-¡Está bien! ¡Lo haré! ¡¡Yo lo hice!! ¡Yo agredí a esa mujer a propósito! ¡¡Ayúdame!!
La luz del tren subterráneo iluminó a Rodríguez. La bocina sonó.
El criminal cerró los ojos, esperando el fatal desenlace. Pero este no llegó. Tomándolo en brazos súper velozmente, Clark lo salvó de morir aplastado y lo llevó instantáneamente ante las puertas del Departamento de policía de Metrópolis, donde lo dejó.
-¡Entra ahí y di la verdad, o te pasara algo peor que lo del tren! – aseguró.
-¡Si, si, si! – Rodríguez entró al edificio - ¡Soy culpable! ¡Soy culpable!
Clark suspiró. Su trabajo en ese lugar había terminado.
Se produjo un ventarrón. Desapareció en un pestañazo de la escena.

Continuará...

1 comentario :

  1. Bueno, pues finalmente me lanzado a la aventura de leer este elseworld, me gustan bastante más las historias dentro de continuidad, pero la verdad es que este en concreto me atraía bastante y no lo podía dejar pasar.

    Decir que si bien el primer capítulo no lo podría tachar de excelente, si que es un muy buen número que cumple perfectamente con lo que todo primer número debe tener, una presentación de personajes sólida que nos deja claras las diferencias entre esta versión y otras.
    El simple hecho de ese traje negro, así como las fotos de los actores como apoyo visual deja claro que la influencia de Smallville está ahí. Habrá que ver como se intruducen a el resto del elenco. O como se da el paso de este justiciero a Superman. Un curioso camino similar al que ha seguido la serie Arrow jejeje

    En fin, con muchas ganas de hincarle el diente al segundo que espero que mantenga el nivel.
    Por otro lado la portada genial, recuerda al actor y a la vez a la serie animada de televisión de Superman jeje.

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