La vida de Linda Kent ha cambiado sustancialmente estos últimos días. Consciente ahora de sus verdaderos origines, afronta su futuro con renovadas energías. ¿Serán suficientes para poder enfrentarse al secreto que se oculta en el tranquilo pueblo de Smallville?
Ella es la última superviviente de una grandiosa civilización. Enviada a la Tierra para escapar de un holocausto que destruiría su hogar, la joven Kara Zor-El fue encontrada por los Kent y acogida como su propia hija. Enfrentada al secreto de su origen, su vida está ahora en una encrucijada que decidirá su destino. ¡Es el incicio de la leyenda!
George Heck era un hombre que estaba cansado de la vida. Toda su vida había sido explotado por unos jefes que apenas le habían visto como algo más que una mera mula de carga. Tenía cerca de 50 años y se encontraba cansado. Su vida como obrero de construcción le había pasado factura. Tenía el pelo excesivamente blanco para su edad, una incipiente barriga fruto de demasiadas cervezas y unas manos cansadas y agrietadas por el cansancio.
Desde que empezó a trabajar en el mundo de la construcción había sido de naturaleza nómada, siempre errante. Trabajaba unos meses en una ciudad para luego partir hacia la siguiente. Y siempre se repetía el mismo esquema: llegaba a un sitio nuevo, trabajaba de sol a sol para un jefe que le grita y humilla una y otra vez.
Su estancia en Smallville no estaba siendo diferente. La letanía se repetía día tras día. Se levantaba temprano para cargar y descargar materiales, picar piedras, poner ladrillos… todo ello ordenado por un capataz que le trataba como a un perro.
Esa mañana George se encontraba sudando la gota gorda, picando unas piedras en una zona en construcción en las afueras del pueblo.
Sin embargo, George se llevó una sorpresa. Entre los escombros de las piedras que se encontraba pulverizando, vio cómo una piedra destacaba por encima de las demás. Era una de color verde. Alargó el brazo y la agarró para luego mirarla de cerca. Mientras la sostenía en la mano notó cómo una sensación extraña recorría su cuerpo…
Una figura de color verde se aproximaba a la Tierra, volando a gran velocidad, acercándose a la atmósfera terrestre.
No era la primera vez que iba camino de este planeta del sector al que estaba destinado a patrullar. Sin embargo, la situación era ahora distinta. Por raro que sonase, su anillo le había advertido que una señal Kryptoniana había sido activada. Y eso sólo podía significar una cosa: la chica había sido contactada de alguna forma por algún vestigio de su planeta.
Era el momento que tras tantos años, este “Extraño” había temido que pasase.
Linda se encontraba en el Instituto de Smallville. Tras los últimos acontecimientos vividos, agradecía un poco de rutina diaria. (1)
En esos momentos acababa de salir de una especialmente aburrida clase de Historia y se encontraba en el pasillo junto a Lana Lang y a Pete Ross.
- Pufffff Tía, creía que me iba a quedar dormida en clase- dijo Lana a Linda.
- No me extraña, la clase de hoy se ha hecho interminable- le contestó Linda.
- Yo me la he pasado dibujando- añadió Pete mientras enseñaba a las chicas una libreta en la que se veía un dibujo de Linda.
- ¿Esa soy yo?-preguntó a Pete- Eres un cielo.
- Eooo, Pete. ¿Y a mí no me dibujas?- Le preguntó Lana.
- Tranquila, Lanilla, aún quedan clases a lo largo de la mañana para poder dibujarte- dijo Pete con una sonrisa de oreja a oreja-
- Lana, ¿acaso te has puesto celosa?- le preguntó Linda con una cara totalmente de pícara.
- No seas boba, perri- le contestó en broma Lana a Linda, pegándole suavemente en el brazo.
- No padezcas, Lana. Ahora en clase del profesor Frank, en el supuesto de que no me duerma, te dibujo a ti. Y todos felices y contentos- sentenció Pete Ross.
Kenny Braverman y su panda pasaron en esos momentos al lado de Pete. Sin mucho disimulo, Kenny dio un codazo a Pete, provocando que éste dejara caer su libreta al suelo.
- Ross, tienes que tener más cuidado de que tu brazo no se tope con mi codo- le dijo Kenny Braverman en plan chulesco.
- Y tú deberías de tener cuidado al caminar a dos patas en lugar de a cuatro. La gente podría pensar que eres un ser humano- le plantó cara Lana.
- Ooooooooohhhhhhh. La gran damisela Lana Lang tiene que defender a su príncipe- se burló Braverman
Pete recogió su libreta del suelo, mirando con rabia a Kenny.
- El otro día abrí un diccionario. Busqué la palabra “Capullo” y aparecía la siguiente descripción: “Dícese de Kenny Braverman”- le dijo Pete a Kenny.
- Eres muy valiente delante de tus dos golfas. ¿Por qué no me dices eso a solas?- le amenazó Kenny.
- Por que no nos interesas, Braverman- replicó Linda.
- Pasamos de ti como de la mierda, en definitiva- añadió Lana.
- Contestando tus nenas, como siempre. Bah. No mereces la pena.- suspiró Braverman con desprecio.
Tras ésto, Kenny hizo una mueca y se largó del lugar en el que se encontraban Linda y sus amigos.
- Tú ni flowers, Pete- comentó Lana.
- Claro, ese bruto sólo tiene celos de que vayas con nosotras mientras él va con esos indeseables que tiene como amigos. Vamos: que te tiene celos.- exclamó Linda.
- Perri, estás hoy que no cagas con lo de los celos- se rió Lana en plan cariñoso de Linda Kent.
- Tenéis razón chicas, ese tío es escoria. Y no merece la pena perder el tiempo con él- se relajó Pete- Por cierto, ¿sabéis el chiste de Lex Luthor, un pato y un mechero?
- No cambiarás nunca, Pete- le sonrió Linda.
Así era la vida de Linda Kent en el Instituto. Podía ser la última superviviente de un planeta llamado Krypton, pero ante todas las cosas, ella pensaba y sentía como una chica normal cuando estaba con sus amigos.
Tras coger antes esa misteriosa piedra verde, Greg Deck se la había metido en el bolsillo.
George se había pasado toda la mañana trabajando. Sorprendentemente, se encontraba fresco como una rosa. No obstante, era la hora de comer y si había algo sagrado para él, era comerse un bocadillo bien acompañado de una cerveza.
El obrero se sentó sobre un montón de ladrillos y empezó a dar varios bocados a su pitanza y a sorber varios tragos de su bebida.
- ¿Qué te crees que estás haciendo, Heck?- preguntó Ned Powers, capataz y el jefe de Greg.
- ¿Es qué no lo ves? Estoy almorzando- contestó Greg de mala manera.
- Suelta inmediatamente ese bocadillo y vuelve al trabajo. Hay mucho por hacer- ordenó Powers.
- Es mi hora del almuerzo- se limitó a decir Greg.
- Creo que no me has entendido. Hay mucho trabajo por hacer- insistió su jefe.
- No me has oído tú a mí. He dicho que estoy almorzando- contestó Greg.
- Mira, estúpido trozo de carne, si yo digo que tienes que trabajar, te pones a trabajar y no hay más que hablar- dijo Ned Powers mientras tiraba al suelo el bocadillo de Greg de un puñetazo.
Greg, aparentemente conservó la calma. Cogió el bocadillo del suelo y le sacudió el polvo. Acto seguido su fachada se desmoronó y agarró a su jefe del cuello.
- ¡Estoy harto de tí y de tus órdenes! ¡A mí nadie me hincha las narices!- decía Greg mientras levantaba a su jefe, agarrándolo del cuello.
Para su sorpresa lo había elevado a un palmo del suelo, empleando una sola mano para ello. Se sentía pletórico, lleno de fuerza y energía.
Lanzó a su jefe por los aires, como si sólo fuese para él una hoja de papel. Sin esfuerzo aparente, casi sin darse cuenta, levantó por encima de su cabeza un camión hormigonera que había junto a él, con toda la intención de arrojársela encima al aterrorizado capataz.
Ned Powers no daba crédito a lo que veía, era algo que parecía sacado de una película. Pensó que su vida había tocado a su fin al ver delante suyo a Greg levantando nada más y nada menos que una hormigonera, con la intención de aplastarle con ella…
Sin embargo, cuando Greg cobró conciencia de lo que estaba haciendo y dejó el camión hormigonera en su sitio. Al mismo tiempo, sus compañeros no daban crédito a lo que habían visto y Ned Powers no dejaba de temblar de miedo.
Mientras Linda Kent había salido del Instituto y entraba en su casa.
- ¡Papá! ¡Mamá! Ya estoy en casa.- dijo Linda, anunciando su llegada.
- ¿Qué tal el día, cariño?- le preguntó su madre.
- Bien, como siempre-respondió Linda con una sonrisa.
- Perdóname la pregunta pero, ¿has usado alguna de tus habilidades?- preguntó un preocupado Jonathan Kent.
- No, papá. Todo bajo control, no te preocupes- le tranquilizó Linda.
Entonces Linda captó algo con su superoído. Por increíble que pareciese estaba escuchando como unas personas estaban gritando que alguien había levantado una hormigonera. Pero eso imposible. ¿O no? Después de todo ella era una Kryptoniana provista de muchas habilidades fuera de lo común.
De repente el corazón le pegó un vuelco. ¿Y si se trataba de uno de su especie? Era una posibilidad entre un millón, al fin y al cabo habían existido superhumanos antes, pero tanto si se trataba como si no de un kryptoniano, la mera existencia de alguien capaz de levantar una máquina como aquella era algo que tenía que investigar.
Su idea era no decir nada a sus padres y llevar este asunto con la máxima discreción para no preocuparles.
- Mamá, hoy como fuera con Lana y Pete. Tenemos que hacer un trabajo de Historia- puso Linda como excusa.
- De acuerdo, querida- le contestó su madre.
Una cosa que la preocupaba era que descubriesen su identidad, por lo que subió a su habitación y se metió un pasamontañas de color negro en el bolsillo.
Simuló meter varias cosas en la mochila a toda velocidad y tras despedirse de sus padres, Linda se dirigía hacia donde su superoído le indicaba que se encontraba el hombre que levantaba hormigoneras.
Linda se acercaba a toda velocidad, volando hacia el lugar de donde provenían esos gritos que anunciaban que un hombre estaba haciendo estragos. Su vuelo aún no estaba del todo perfeccionado, pero era el método más rápido para llegar, más que yendo por el suelo a supervelocidad.
Linda se encontró con una situación un tanto peculiar: desde los cielos vio a un hombre atemorizando a otro con regocijo, asustándolo hasta la extenuación.
Vio cómo un hombre que tenía apariencia de obrero agarraba continuamente a otra persona; levantándola y lanzándola con la evidente intención de hacerle daño. Es más, daba la impresión de estar recreándose con el sufrimiento, puesto que alguien con esa fuerza y capaz de arrojar por el aire así a otro ser humano podría acabar con la vida de esa persona fácilmente. Y sin embargo estaba tomándose su tiempo.
Linda voló a toda velocidad hacia aquel hombre al que llamaban “George” con la intención de llevarlo lejos de aquella zona pero, al intentar cogerlo, sus fuerzas la fallaron y no tuvo más remedio que soltarlo.
George Heck reaccionó con sorpresa al ver que una chica con un pasamontañas, que para más inri había bajado del cielo, había intentado agarrarle.
- ¿Pero qué coño haces y quién eres?- preguntó George.
- ¡¡¡Márchense todos de aquí!!!- gritó Linda, y lo cierto es que la gente huyó en masa, despavorida.
- Chica, no sé quién mierda eres y no sé cómo has podido hacer eso, pero vas a pagarlo caro. Toda la vida la gente me ha tratado como a un perro pero es hora de empezar a devolver los golpes. Y empezaré contigo- amenazó George.
Heck se acercó hacia Linda y la pegó un puñetazo que, si bien no fue letal, si que pudo sentirlo lo suficiente como para ser derribada al suelo.
Linda vio unos pequeños trozos de meteorito verde en el suelo. La chica fue lo suficientemente lista como para intuir que ese malestar era fruto de la exposición a “la roca verde” a la que se refería Zor- El en su holograma, de lo que se deducía que la fuerza de esa persona provenía de dicha roca (2).
George Heck se aproximó a Linda y la pego otro puñetazo. Esta vez fue en la barriga y la dejó retorciéndose de dolor. En circunstancias normales Linda podría haber hecho cualquier otra cosa como moverse a supervelocidad pero la proximidad de la “roca verde” le impedía actuar con normalidad por que la debilitaba demasiado.
- Ahora veamos cómo la joven aprendiz de miembro de la JSA es capaz de volar como los pájaros- se burló George mientras alargaba la mano para quitarle el pasamontañas a Linda.
Y mientras lo hacía, Linda pudo ver como sobresalía un trozo de piedra verde del bolsillo del pantalón del obrero.
Haciendo un acopio de fuerzas, Linda le pego una patada a George que lo alejó de ella, frustrando su intento de quitarle el pasamontañas.
A continuación miró su alrededor. La jovencita se sintió tentada de lanzarle alguna viga de la obra pero pronto desechó la idea, por que el que ese obrero fuese capaz de levantar objetos muy pesados como hormigoneras no implicaba que también fuese invulnerable.
En lugar de eso intentó usar su superaliento, pero estaba demasiado débil como para poder emplear mucha potencia y lo máximo que consiguió fue alejarlo un poco más de ella.
George Heck no tuvo tantos miramientos con Linda puesto que él si que la lanzó una viga con la intención de aplastarla. No obstante, la chica se la devolvió de un puñetazo, provocando involuntariamente que el obrero fuese golpeado con esa viga.
Afortunadamente para Linda, quién no quería cargar con una muerte en su conciencia, el golpe de la viga no le provocó a su enemigo más que una caída al suelo. Al parecer, la piedra verde le había proporcionado también un cierto grado de invulnerabilidad.
Al caer al suelo, el bolsillo de George se escapó la “roca verde” y fue el momento que Linda aprovechó para alejarla de su presencia con un bufido espectacular. Inmediatamente comenzó a sentir como regresaban sus fuerzas.
- ¡Acabaré contigo, Puta!- maldijo George- ¡Nadie se mete con George Heck!
El obrero se acerco a Linda, con la intención de golpearla de nuevo. En esta ocasión, pese a que la chica no estaba ya bajo los efectos del mineral verde, se quedó quieta puesto que quería comprobar una teoría.
George Heck la golpeó de nuevo, empleando todas sus fuerzas. Pero lo único que obtuvo como resultado fue una mano rota debido a la invulnerabilidad de la chica.
- ¡Hostia puta!- se quejó George-
- Es mejor que te calmes – dijo Linda Kent.
- ¡Y una leche!- replicó George Heck- ¡Ya no aguantaré tonterías de nadie!
El obrero realizó otro intentó de hacer daño a Linda, intentando asestarla otro puñetazo, en esta ocasión con la mano que tenía sana.
Linda Kent no pretendía herir más de lo necesario a su alterado contrincante, por lo que se limitó a moverse a supervelocidad para esquivar su golpe.
-¡La leche!- gritó Heck- ¿Cuántos ases guardas bajo la manga?
A continuación el obrero intento levantar otra viga usando únicamente la mano que no tenía dañada, pero fue en vano. Al estar alejado de la piedra verde, George volvía a ser una persona corriente sin poderes.
- Para, por favor- le dijo Linda.
- ¡Cállate zorra!- le insultó George.
Nuevamente, George Heck intentó pegar a Linda Kent. Los resultados fueron los mismos del último intento, siendo fácilmente esquivado.
- No quería hacerlo, pero tú me has obligado- se excusó Linda mientras propinaba a George un puñetazo, conteniendo sus fuerzas y aplicando sólo las necesarias para dejarle inconsciente.
Mientras su enemigo estaba inconsciente, Linda Kent dudó unos instantes.
Sabía que no tardaría en llegar la policía local, puesto que con su superoido Linda había escuchado como uno de los trabajadores de la obra estaba llamando a la Policía.
Bajaba desde el cielo, desprendiendo esa luz tan característica. Desde donde ella se encontraba, Linda Kent pudo ver como lanzó un rayo de color verde y puso dentro de una esfera del mismo color la piedra de color verde que había dado poderes al obrero con el que había estado peleando.
Linda no daba crédito a lo que estaba pasando. Después de tantos años, el “Extraño” se encontraba cerca de ella.
El ser que brillaba con luz verde se acerco a ella. Linda pudo ver que tenía la cara de un color morado claro y que carecía de pelo.
- Linda Kent, mi nombre es Abin Sur. Soy el Green Lantern del sector espacial 2814. Es hora de que hablemos.
Continuará...
- (1) Ver los primeros números de esta serie.
- (2) En el episodio anterior.
- (3) Ver el final del primer número de “Supergirl” y el principio del segundo.
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