Título: El fin del tiempo Autor: Jose Luis Miranda Portada: Roberto Cruz Publicado en: Agosto 2006 |
Nací como Diana, princesa de Themyscira, heredera mortal de los Dioses griegos y su embajadora en el mundo patriarcal, donde ellos me llaman...
Wonder Woman creada por William Moult
Prólogo.Asmodel acababa de crucificar a Zeus. También, le había absorbido su poder. Estaba satisfecho. Todo salía como lo había planeado. Miró al cielo. Fijó sus ojos en una estrella y sonrió. ¿Me estás observando, verdad? Estoy seguro de que sí. Eres un necio.
Recuerdo cuando vi la luz. Del olvido al todo. Me creaste. Allí, estábamos los ángeles ayudándote a poner en marcha los mecanismos de la creación. Dispusiste el universo y lo dejaste andar. No lo entendí. Ninguno lo hicimos. No lo dirigías, sólo lo contemplabas. ¿Qué sentido tiene ser omnipotente si no se utiliza ese poder? Ese fue tu principal error, conceder el libre albedrío. Dijiste, ¿qué valor tiene la vida si yo la controlo desde su principio a su final? Deben vivirla como quieran. E, ironías, Lucifer te defendía. Repetía una y otra vez que tus motivos tendrías. Que no podíamos llegar a entenderte, que nuestra mente no estaba preparada.
En realidad, éramos simples, te seguíamos, te adorábamos, aunque nunca nos pediste nada, ni tan siquiera obediencia. Obrábamos con libertad. Pero, yo entendí cuál era tu secreto. El tiempo. Lo entendí a la perfección cuando creaste el tiempo. Todo tiene su periodo, pensé, todo llega a su fin. Habrá seres que duren un parpadeo y otros que cumplan millones de milenios. Pero, todo, terminará. Y, entonces, será cuando cada ser rinda cuentas ante ti. Libertad, pero con un premio o castigo. Ese era tu gran plan.
Pero, ahí cometiste el segundo gran error de la creación: la compasión. La única norma que no debían incumplir era dañar a los demás. Nada más. Si uno te insultaba o renegaba de ti, no lo tenías en cuenta siempre que no perjudicara a los que le rodeaban. Increíble. Incluso si cometían el pecado de matar y abusar de sus semejantes podían ser perdonados. Bastaba con que se arrepintieran con sinceridad. Daba igual lo que hubieran hecho. Eran perdonados. Forjaste una creación débil y carente de lógica. Podían morir niños recien nacidos. No hacías nada por impedirlo. Podían matarse en guerras, fabricar instrumentos de tortura, asesinar en tu nombre, escupirte… No intervenías.
Recuerdo cuando me nombraste Ángel Rey. Máximo rango para un ángel. Sólo igualado por otros por tres: Lucifer, Rafael y Abbadón. Tú, que eras dueño del pasado, presente y futuro, elegiste a cuatro que se volvieron contra ti. Estoy seguro que lo sabías. Primero fue Lucifer. La primera rebelión. Rafael se unió a él. Abbadón y yo fuímos fieles y les detuvimos. Rafael se arrepintió y le perdonaste. Lucifer fue condenado al infierno. Luego, se alzó Abbadón, pero también fracasó. Ahora yo. Pero yo triunfaré donde ellos no pudieron. Te sustituiré como único director de la creación. Para elo, absorberé el poder estos seres que se llaman dioses, miró hacia la cruz donde colgaba Zeus, y cuando una sus energías a las mías y rebose de poder entablaré la disputa final.
El único pequeño problema era entablar la primera guerra contra un panteón entero de dioses. Aunque soy más fuerte que cualquiera de ellos, quizá no lo hubiera sido si todos se hubiesen unido en mi contra. Necesitaba una ayuda extra para derrotar a los primeros dioses. Luego, una vez absorbida la esencia del primero, como acabo de hacer, no tendré problemas para derrotar sin ayuda al resto de panteones.
Y la oportunidad se me presentó con Hefesto. Al principio quería engañarle para que me construyera algún artefacto de gran poder. Me dirigí a él diciendo que era el cielo quien me enviaba. Sin embargo, en cuanto le conocí empezó a hablar más de la cuenta. Estaba resentido por las humillaciones de Zeus y me contó el gran secreto de éste: un ánfora oculta en el reino de Morfeo que contenía ocho lacras deseosas de vengarse del Olimpo. Recuerdo que le pregunté si las lacras, de ser liberadas, atacarían a Zeus. El imbécil me contestó afirmativamente. Al menos, dijo, una de ellas, la llamada DOLOR, odiaba con todas sus fuerzas a dioses y titanes.
También le pregunte quienes conocían estos hechos. Su respuesta fue clara. Solo Zeus, Hipnos y Hefesto sabían la verdad. Los pasos a seguir eran evidentes. Primero maté a Hipnos y luego a Hefesto. No quería que nadie más que yo estuviese al tanto de la existencia de la vasija. Luego, viajé al reino de los sueños. Tuve suerte, Morfeo había fallecido y un nuevo Señor de los Sueños ocupaba su lugar. Aunque en esencia son el mismo aún necesitaba experiencia para adaptarse a su nueva situación. Robé la vasija sin que nadie lo advirtiera. Intenté abrirla pero no pude. Ningún inmortal podía hacerlo. Por tanto, se la di a un mortal. Un loco que creía ser el mismo Zeus. Fue cuestión de tiempo que liberara a las lacras. De esta manera, DOLOR se encuentra matando a dioses y titanes en el Olimpo. Y, con tal distracción, he podido sin problemas tomar el poder de Zeus, que unido al mío será suficiente para ir destruyendo a los otros panteones de dioses. Cuando esto suceda sólo quedarás tú. Pronto seré el único Dios.
Asmodel se elevó hacia las nubes, pensando que la creación entera sería suya. Estúpido Dios, eres omnipotente, sabes lo que estoy haciendo y me dejas hacerlo. Te arrepentirás de conceder libertad a las criaturas. Mereces tu caída. Y llegará.
Capítulo 1.
El Olimpo
Zeus agonizaba en la cruz. Le restaban minutos de vida. Su vida se le aparecía ante los ojos. Y una imagen se congeló en su cerebro: el Pacto. Cuando se reunieron los líderes de todos los panteones de dioses… Le parecía ver de nuevo a Marduk, dios principal de Mesopotamia, Ra, dios principal de Egipto, Lug, dios de la luz para los celtas, Odín rey de los dioses nórdicos, venía acompañado por su hijo Thor, dios de la Tormenta, Trimurti, la trinidad hindú, compuesta por Brahma, Visnú y Siva, Izanagi, padre de los dioses japoneses, acmpañado de su hija Amaterasu, gran diosa del Sol, Ometeotl, dios masculino y femenino padre de los dioses aztecas, acompañado por la serpiente Quetzalcoatl, Itzamna dios primordial de los mayas, Gran Espíritu, dios de los cheyennes, Dualidad, dios masculino y femenino de Benin, Aegiamunniaego, deidad gallega, Aironi, deidad hispana, y a muchos otros que no podía recordar…
También recordó que había asistido Destino, el Eterno ciego. Allí estaba, con una túnica de monje cubriéndole el cuerpo, con la capucha puesta, descalzo. Con el libro encadenado a su muñeca. El libro contiene todo lo que ha ocurrido y ocurrirá a todos los seres que existan en cualquier lugar. Todo, desde el principio de los tiempos hasta el último día… con una excepción. El libro contiene tres páginas en blanco. Tres hechos que acaban en la página anterior y que no continúan en la siguiente. Tres hechos que están fuera del tiempo por diferentes motivos. Este era uno de ellos. En la página anterior, Zeus convocaba a los dioses a la reunión. La siguiente dejaba de estar escrita. Por tanto, Destino había acudido a aquel lugar para reseñarlo en su libro.
Debido a la especial naturaleza de los asistentes el tiempo se había paralizado mientras durase la reunión. Zeus comenzó la reunión. Saludó uno a uno a los presentes. Luego, cada uno de los dioses asistentes se dirigió al auditorio. Al terminar el último, todos guardaron un momento de silencio por los ausentes fallecidos. Un silencio sepulcral se adueñó de la reunión. Así, permanecieron largas horas pero, al no haber tiempo, nadie sintió la espera. Por fin, Zeus dio por acabado el memorial y entró directamente en lo que quería comunicar. Todos eran seres de gran poder. Ninguno pensaba que pudiesen morir. Sus energías místicas eran capaces de hazañas asombrosas. Llevaban milenios poblando diferentes lugares, pero ahora había aparecido una nueva raza: los humanos. Apenas eran diferentes de los animales, salvo por una pequeña sutileza: poseían el don de la inteligencia y la capacidad para desarrollarlo. En esos momentos no eran ninguna amenaza. En el futuro podrían oponerse a ellos.
- Podemos exterminarlos, ahora no son rivales para nosotros.- dijo Ometeotl.
- O podemos hacer que nos adoren. Presentarnos antes ellos como dioses. Acompañarles durante su desarrollo y convencerles de que no podrán progresar sin nosotros.- dijo Zeus.
La idea fue aceptada. Acordaron repartirse las áreas de influencia en el planeta para no estorbarse. Cada región del mundo sería ocupada por un panteón diferente. Se hicieron reverenciar por los humanos. Y así sucedió en principio, pero no a la larga. Zeus agonizaba y pensaba que cuanto más desarrollo lograron los seres humanos más se olvidaban de los viejos dioses. Algunos de los panteones en el siglo XXI sólo existían en los libros. Quizá el fracaso del pacto fuera el principio de esta agonía que sufría y que iban a sufrir los restantes dioses. Quizá fueran demasiado prepotentes y altivos.
Zeus, en la cruz, casi no lograba llenar sus pulmones de aire. La muerte estaba cerca. Aquel día, cuando acabó el pacto se sintió invencible y ahora estaba a un paso de morir.
En la estancia principal agonizaban tirados por el suelo de mármol todos los dioses y titanes. DOLOR, en el cuerpo de Tique, diosa de la fortuna, tenía al Olimpo entero bajo su merced. Sólo uno quedaba en pie. Era Cronos. Se situó enfrente de DOLOR y le gritó:
- ¡¡Soy hijo de Urano, padre de Zeus, señor de los Titanes y dueño del tiempo. Prepárate para morir maldita lacra!!
- Aunque me mataras, cosa que dudo. Saltaría a otro cuerpo de los que se retuercen bajo mi mando. ¿Serías capaz de matarlos a todos?
- Hoy morirás aunque tenga que matar a todas las criaturas vivas del universo.
DOLOR concentró su poder en Cronos y éste sintió un latigazo terrible en el corazón. Sin embargo, como venía haciendo gracias a su dominio del tiempo, se hacía envejecer para dejar atrás el dolor que le causaba la lacra. Cada segundo que pasaba ganaba una década. Se había añadido unos 30.000 años desde que comenzó el combate. Cronos se sabía inmortal, ¿qué le importaban unos miles de años más?
Capítulo 2
Ruanda
La situación de Wonder Woman era, desde luego, angustiante. La lacra llamada HAMBRE, en el cuerpo de un hombre joven y delgado, estrangulaba a la amazona arrodillada. Diana era incapaz de defenderse. Su cuerpo adelgazaba a cada segundo como si no hubiera comido en semanas.
Sus aliados no lo pasaban mejor. Fuera de la iglesia, ruandeses mentalmente controlados por HAMBRE habían prendido fuego al cuerpo de la Cosa del Pantano. La Cosa, absorta en dar alimento al poblado entero a través de sus raíces, no advirtió la presencia de las antorchas que le prendieron. El Fantasma Desconocido tumbado en el suelo sentía como decenas de serpientes recorrían el interior de su cuerpo chupándole la vida. Y John Constantine era atacado por otros esclavos de la lacra.
El Fantasma fue el primero en reaccionar. Clavó las manos en la madera del suelo. Rompió las tablas y tocó la tierra. Tenía que emplearse a fondo. Con el contacto de la arena pronunció un hechizo… dame tu poder África, esclavizada, libre, paciente, angosta, misteriosa, dame el poder de tu tierra… Sus manos empezaron, primero, a sangrar y, luego, a echar humo. Parecieron ponerse al rojo vivo. Se dio la vuelta, en un giro inesperado y, literalmente, se las clavó en el corazón. La escena era impresionante. Incluso HAMBRE se quedó observando sin dar crédito. El Fantasma empezó a extraer tiras marrones de su corazón. Sacaba las sierpes que le recorrían. Una a una, grandes y pequeñas cayeron a sus pies agonizantes. Cuando hubo extrajo la última, frotó su pecho recomponiendo todas las heridas. Mientras se levantaba, se colocó su sombrero y se ciñó correctamente la capa.
HAMBRE había puesto toda su atención en la escena. Eso le bastó a Diana. Cerró su puño derecho y con las fuerzas que le restaban golpeó a HAMBRE en los ojos. Sorprendida la lacra soltó su presa. Diana se dejó caer hacia atrás alejándose un metro de su enemigo.
Constantine pegó la espalda a la pared. Los hombres con la boca ensangrentada se acercaban lentamente. ¿Qué jodido hechizo puede servirme? Joder, a tomar por culo…ni hechizo ni pollas… Constantine levantó una de las sillas de madera y empezó a partirla en las cabezas de los que le atacaban. Débiles como estaban, por los padecimientos que les había provocado HAMBRE, cayeron enseguida. Joder, lo siento, os juro que lo siento. Cuando acabó los hombres yacían en el suelo. Uno estaba muerto. John se arrodilló y le tocó el pulso. En efecto, lo había matado. Maldita sea. Otro más a añadir en mi cuenta…
HAMBRE asombrado no podía creerlo. Sus enemigos a los que hace segundos creía haber destruido se alzaban rodeándole de nuevo.
Capítulo 3
El Olimpo.
Cronos enarboló su guadaña y lanzó tres golpes hacia DOLOR. Éste la esquivó como pudo y cerró de nuevo sus manos. Cada gesto de DOLOR era un infierno para Cronos, el titán aceleró entonces su ritmo vital y alejó los espasmos de agonía al pasado. Cronos simuló atacar, otra vez, con la guadaña, pero lo hizo con una formidable patada que alcanzó a DOLOR en pleno estómago tirándole al suelo. El titán alzó su guadaña y al bajarla seccionó una mano del cuerpo de la diosa Tique que controlaba DOLOR.
DOLOR no gritó. Fue estremecedor verle sangrar sin mano, pero riéndose:
- Ja, ja, ja, ja, ja, ja. ¿Esto es todo lo que puedes hacer? Vas a morir, Cronos. Tú y todos los tuyos. Míralos como se retuercen en el suelo. Sabes que su dolor crecerá mientras yo viva. Acabarás como ellos.
La mano que le quedaba fue alzada y DOLOR proyectó su peste al máximo. Cronos cayó de rodillas, soltó su arma y se llevó las manos al estómago. Estaba sufriendo más que nunca. No podía concentrarse. Tenía que vencer ese combate. Quizá había nacido para esto… para vencer aquí… para ser el salvador de dioses y titanes… Se concentró y aumentó el ritmo de aceleración del tiempo… El dolor quedó nuevamente atrás pero… ahora había sucedido algo extraño. El cuerpo de Cronos envejecía. Comenzó la pelea con el aspecto de un humano de cincuenta años y ahora parecía tener más de setenta. Los miles de años transcurridos empezaban a pasarle factura.
Capítulo 4
Ruanda
El cuerpo de la Cosa del Pantano se había convertido en cenizas. Su esencia astral surcaba el verdor. Allí donde reside toda conciencia vegetal. Surcó el verdor hasta llegar a unas matas resecas adheridas a una de las paredes de madera de la Iglesia en donde se libraba el combate contra HAMBRE. Las plantas empezaron a crecer conformando en segundos un nuevo cuerpo para la Cosa. Cuando acabó, lo primero que vio fueron las cenizas humeantes de su anterior carcasa. También apreció, con satisfacción, que había conseguido alargar la vida de todas las personas del poblado. Había introducido en los humanos suficientes nutrientes y agua para que sobrevivieran unos minutos más,. Sin duda, sin su intervención ya estarían muertos.
Fantasma y HAMBRE estaban frente a frente. Ambos volvieron a proyectar sus energías manteniendo un apretado empate. Constantine puso boca arriba al hombre que acababa de matar. Realmente lo sentía. Aquel hombre no era culpable de nada más que ser dominado por aquella peste. Y aunque lo que iba a hacer le parecía una absoluta profanación no encontraba otra solución. Los caminos de la magia son una puta mierda- se dijo. Sacó una navaja afilada de un bolsilo de la chaqueta y arrancó los dos ojos del fallecido. Después, empezó a hurgar en el pecho partiendo las costillas y el esternón. Extrajo el corazón. Puso en el suelo ojos y corazón y pronunció un nuevo conjuro: vista perdida únete a la fuente de la vida y guíalo, dador de pulso únete a la visión humana y cubre de infierno a mi enemigo… Los órganos extraídos se fundieron y comenzaron arder. Constantine cogió aquello como si fuese una piedra y lo arrojó contra la espalda de HAMBRE. La lacra sintió el impacto y pronto empezó a cubrirse de llamas. El Fantasma redobló su ataque. El cuerpo de HAMBRE empezaba a descomponerse. Era el momento de Wonder Woman. Con el lazo de Hestia enlazó el cuello de la lacra que quedó inmóvil.
Wonder Woman comenzaba a recuperar su aspecto normal. El lazo había paralizado a la lacra. Sin embargo, aunque el cuerpo en el que residía estaba a punto de derrumbarse, HAMBRE sonreía. Al morir su receptor, HAMBRE podría salir y ocupar otro ser. Pero, antes tenía que hacer una última cosa. Cerró violentamente las manos y se concentró en nuestra heroína. Wonder Woman sintió de nuevo el mordisco del sufrimiento y, débil como estaba, perdió el equilibrio soltando, sin querer, el lazo. Fue el último esfuerzo del portador de la lacra. El cuerpo receptor agotó sus fuerzas y murió. Al instante, HAMBRE salió flotando. Los héroes vieron como una energía brillante se alzaba sobre sus cabezas y se dirigía hacia la amazona. Sin el lazo de Hestia Diana podía ser poseída. Constantine gritó:
- ¡Fantasma haz algo. Va a poseerla!
El Fantasma creó un muro mágico protector, pero la lacra lo atravesó sin problema. Wonder Woman instintivamente se echó hacia atrás. La lacra estaba a un metro de introducirse en su cuerpo.
Capítulo 5
El Olimpo
Ya hemos visto que la argucia de Cronos empezaba a pasarle factura. Cronos estaba envejeciendo. Había cumplido, desde que comenzó la pelea, más de un millón de años… y seguían aumentando. Si cedía un ápice su envejecimiento el dolor le devoraría el interior. Pero otro efecto conllevó esta aceleración del tiempo. Cronos despertó. Los bloqueos mentales de Zeus e Hipnos desaparecieron. Recordó todo su pasado. Recordó haberse enfrentado a las lacras y cómo las venció con la espada del tiempo. Un arma que con solo atravesar a un enemigo hacía que este envejeciera hasta el fin de sus días. La espada estaba oculta en un lugar que sólo él conocía. Ahora lo había recordado.
Pero la pelea continuaba. Cronos volvió a blandir su guadaña. De nuevo, la empleó para causar daño a su rival. La mano que le quedaba a DOLOR salió despedida. DOLOR sintió como ese cuerpo estaba desgastándose, pero cuando las lacras entraban en un portador no podían dejarlo hasta que falleciese. Sin embargo, DOLOR ya tenía pensada su línea de actuación. Dejaría que Cronos matase ese cuerpo y al salir le poseería a él. Con eso acabaría su resistencia. Cronos seccionó con su arma la pierna izquierda de DOLOR y la lacra cayó al suelo. Cronos levantó la guadaña… sólo tenía que dar el golpe final. Eso era lo que esperaba la lacra para salir de ese cuerpo y poseerle.
Capítulo 6
Ruanda
A un metro de Wonder Woman HAMBRE se relamía. Sabía que la amazona era mucho más poderosa que su anterior anfitrión. Controlándola vencería con facilidad a los otros magos. Diana alzó sus brazaletes en un desesperado intento de protegerse. Su voz tronó en la estancia:
- ¡¡Ahora, hazlo ahora. Es el momento!!.
Se inició un terrible estruendo. En segundos, un impresionante árbol irrumpió desde el suelo en la estancia, interponiéndose entre Wonder Woman y HAMBRE. Diana se vio repelida hacia atrás. Lanzada como iba, la lacra no pudo frenar y se introdujo en el árbol gigante. Quedó atrapado en su interior. El árbol continuó creciendo. Era una sequoia roja de más de cien metros de altura y cuatro de diámetro. Aunque era imposible que en aquel entorno creciese aquella especie. Llegó a quebrar el techo de la iglesia y prosiguió su ascenso.
La lacra quiso salir del árbol, pero no pudo. Cuando entraban en un cuerpo vivo no podían salir hasta que este muriera. Y aquel árbol podía vivir más de mil años. HAMBRE intentó tomar la conciencia del vegetal pero al carecer de pensamientos le era imposible. Tampoco tenía sentidos para poder interactuar con el exterior. Y carecía de movimiento. No podía usar su poder. Al final, su conciencia empezó a fundirse con la del vegetal y pronto estuvo más preocupado de elevar las ramas al sol y de profundizar las raíces en la tierra que de otra cosa. Estaba atrapado. Sólo saldría de allí, cuando aquel vegetal muriese.
La Cosa del Pantano emergió al lado del árbol. Era, sin duda, el causante de aquel prodigio.
- Tu plan funcionó, amazona. Creo que no podrá salir. Permanecerá dentro mientras el árbol tenga vida.
Wonder Woman sentía recobrar las fuerzas.
- Funcionó… Casi no puedo creerlo.
- ¿Tenías todo esto planeado?- dijo Constantine señalando al árbol.
- HAMBRE no sospechó nada. Éramos una distracción. Nosotros debíamos desgastarle para que emergiese del cuerpo y entonces la Cosa debía actuar como lo ha hecho. –respondió Diana.
- A punto estuve de no poder hacerlo. Consumieron mi primer cuerpo. Siento la tensión de la sequoia. Siento haberla condenado a este mal. Pero era la única solución. -dijo la Cosa.
- ¿Y la gente del poblado?- habló Diana.
- Sobrevivirá. Les di el sustento necesario. Sin HAMBRE pronto estarán bien.- contestó la Cosa.
- Debemos partir.- dijo el Fantasma.
- Yo no puedo irme. Aunque esté atrapada sigue siendo muy peligroso. Debo quedarme y sustentar al árbol.- habló la Cosa del Pantano.
- Hay que trasplantarlo a un lugar seguro, en el que pueda estar controlado. No sé… quizá la Atalaya de la Liga, la Fortaleza de Superman, la Bat-Cueva o Isla Paraíso.- dijo Wonder Woman.
- Bueno, hemos salvado el mundo. ¿No podríamos celebrarlo? Tú y yo amazona en algún pub de Londres. Mano a mano. Te contaré mis aventuras, me contarás las tuyas… Pasaremos un buen rato…no solo en el pub… después… -ironizó Constantine.
- Es una oferta tentadora… si la hiciera otro- replicó Diana.
- Debemos irnos. Volveremos a por el árbol. La Cosa le cuidará mientras tanto. – habló con sequedad el Fantasma.
- ¿Has localizado a otra lacra?- dijo la amazona.
- Ahora mismo hay una… en el Olimpo… librando una batalla definitiva. Pero, no podemos intervenir… En la Tierra hay otra… que debemos detener.- concluyó el Fantasma.
Capítulo 7
El Olimpo.
Cronos tenía el aspecto de un anciano frágil y delgado. Sentía que la vida se le escapaba. Con un gran esfuerzo partió en dos a la diosa Tique. Era lo que quería DOLOR. Nada más morir el portador, la lacra fue libre. Ascendió al cielo unos segundos y se lanzó como un rayo para introducirse en el cuerpo de Cronos. Por suerte, Cronos lo había adivinado y estaba preparado. Su sabiduría había vuelto. Conocía la forma de emplear al máximo su poder. Abrió sus ojos todo lo que pudo y proyectó una energía rojiza que bañó a la lacra. De igual modo, su boca empezó a emitir la misma fuerza. DOLOR, aunque inmaterial, quedó congelado… Algo le estaba sucediendo. Cronos estaba proyectando de nuevo su edad, pero ahora al exterior. En vez de hacerlo en un objeto, como hizo con la espada, le estaba trasmitiendo a la lacra, simple y llanamente, años. DOLOR estaba siendo bañado por milenios y milenios. Era el propio tiempo quien le detenía. Y envejecía. ¿Cuántos millones de años podía vivir DOLOR? Pasaron todos en los casi quince minutos que Cronos mantuvo su ataque. El ciclo vital de la lacra se agotaba. Se sentía lenta y pesada, casi no podía mantenerse en el aire. Al término del décimo quinto minuto se estrelló contra el suelo. DOLOR se sintió cansado… anciano… poco a poco su percepción de lo que le rodeaba se perdía. Incluso el odio que sentía contra Zeus y Cronos desapareció. Una oscuridad le envolvía. Su último pensamiento fue: Así que esto es la muerte…. Entonces falleció.
- Juré que te mataría. Nunca incumplo un juramento… - dijo Cronos.
Cronos tenía un aspecto decrépito. Acababa de envejecer millones de años. Al soltar aquel aliento rojo había soltado sus últimos años de vida. Cayó de rodillas, la guadaña tocó el suelo, tuvo que poner toda su fuerza para no soltarla. Se levantó como pudo y arrastrando los pasos empezó a caminar hacia la cruz que sostenía a Zeus. Avanzaba muy lentamente, la guadaña sostenida en la derecha iba tocando el suelo. Iba encorvado y titubeante.
Todos los dioses y titanes, al morir DOLOR, comenzaron a levantarse. El fuego que les corroía desapareció. Pronto, fueron conscientes de la situación. La lacra estaba como congelada, blanquecina y polvorienta. Era como un enorme gusano. Muerta sin duda. Todos se percataron del caminar de Cronos hacia la cruz de la que colgaba Zeus. El horror por la situación de Zeus invadió el rostro de Titanes y dioses. Cronos giró el rostro, todos le vieron envejecido: Un terrible gesto de rabia le inundaba. Hermes recordó las palabras que Cronos le había dicho hace días ¡Y, escúchame Hermes, mensajero de los dioses, dios de mercaderes y ladrones, escúchame! ¡Si no somos destruidos por esta némesis, si conseguimos derrotar a nuestro oculto enemigo, mi hijo, Zeus, morirá entre mis manos! Lo juro por mi vida.
- Voy a terminar con esto… hijo.- dijo Cronos a los pies de la cruz.
Capítulo 8
Jardín de Destino.
Destino, el Eterno, abrió el libro encadenado que porta encadenado al brazo. Dijimos, que allí, entre todo lo que ha sucedido y sucederá existían todavía dos páginas en blanco. El libro relataba el combate entre DOLOR y Cronos. Llegaba un punto en el que Cronos alzaba su guadaña ante Zeus crucificado. La página siguiente no estaba escrita. Destino la miró con atención… empezó a componerse…
Capítulo 9
El Olimpo
Cronos llegó ante la cruz. Dioses y Titanes estaban paralizados por la escena. Cronos se situó a la espalda de la cruz que sostenía a Zeus. Levantó, con sus últimas fuerzas, la guadaña y descargó el último golpe que propinara en su vida. La cruz se partió, ante la sorpresa de los presentes que esperaban que se clavase en la cabeza de Zeus.
Zeus en un estruendo enorme impactó contra los salones del Olimpo. A pesar de que DOLOR había muerto, el poder que Asmodel le había robado le impedía ponerse en pie. Alzó la mirada no tenía fuerzas.
- Pa…dre.- murmuró.
Cronos se arrodilló y besó a su hijo en los labios. Fue un beso corto y seco, pero a través de él, le concedió la última de sus energías. Zeus recobró algo de vitalidad. Cronos pronució sus últimas palabras:
- Hijo … olvida el pasado… sólo recuerda que hoy vives gracias a mí. Muero como he vivido… con la frente alta y el honor intacto… No descanses hasta que las demás lacras sean detenidas y Asmodel pierda la vida. Acércate… no tengo fuerzas… te diré dónde está escondida la espada del tiempo… única esperanza para derrotar a las lacras que quedan…
Zeus acercó su oido a los moribundos labios y recibió la información. Cronos, entonces, exhaló su último aliento. Su cabeza quedó inerte en las manos de Zeus mientras éste lloraba de rabia. Depositó a Cronos en el suelo. Miró sus manos atravesadas por los clavos y observó a todo el panteón de los dioses y titanes frente a él.
- Asmodel pagará por todo lo que nos ha hecho
Capítulo 11
Ciudad de las Nubes
Sobre la actual Irak.
En el suelo yacía Marduk, dios supremo mesopotámico. Agonizantes a su alrededor estaban Adad, dios de la tormenta y la lluvia, con sus manos humeantes por haber proyectado rayos destructores sin éxito, Enki, dios de la inteligencia, rodeado de sus máquinas infernales, todas ellas destruidas, Isthar diosa de la guerra con su arco partido y muchos otros dioses. Asmodel, con su poder más el de Zeus, había librado con éxito una cruenta batalla contra el panteón de dioses Mesopotámicos.
Marduk pensaba en el pasado, cuando armado con una red, cuatro vientos y su espada, subió a un carro tirado por cuatro incansables caballos y se enfrentó al poderoso dragón Tiamat para salvar a los demás dioses de la muerte. Recordó como al final consiguió apresarlo en la red y clavar su espada en su vientre. Ese día se convirtió en el rey de los dioses. Recordó cuando le adoraban en la gran Babilonia y como su culto se extendió a las demás ciudades estado que lindaban con los ríos Tigris y Eufrates.
Y ahora le alzaban crucificándole en una cruz.
- No te quejes, dijo Asmodel. Después de todo, Él permitió que crucificaran a su hijo. Supongo que debe ser un gran honor morir así.
En aquellos momentos, Asmodel absorbió el poder de Marduk y abandonó aquel desolado escenario. Escenas parecidas se sucedieron en siguientes momentos. En muchos lugares de la Tierra eran crucificados, y absobido su poder, diferentes dioses como Ometeotl y Quetzalcoatl, aztecas, Itzamna, maya, Gran Espíritu, cheyennes, Dualidad, de Benin, Aegiamunniaego, celta gallego, Aironi, hispano… Caían como soldados de papel ante un Asmodel cada vez más poderoso.
Epílogo.
Jardín de Destino
Destino buscó la tercera página en blanco de su libro. La miró con atención y una frase se escribió en ella: y Asmodel llegó ante Dios… El resto permaneció vacío. Entonces, el Eterno, por primera vez en su existencia, sintió un extraño escalofrío de preocupación.
José Luis Miranda Martínez
jlmirandamartinez@hotmail.com
Junio- agosto 2006.
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