Green Arrow nº 14

Título: Imperio verde
Autor: Gabriel Romero
Portada: Raul Peribañez
Publicado en: Febrero 2009

El horror llega por fin al mundo de Oliver Queen: la Estatua de la Libertad ha sido volada en pedazos, y ahora corresponde a todos los héroes del mundo ayudar a los pocos supervivientes. Pero esto es sólo el principio de la historia. La JLA se deshace, Queen abandona su faceta superheroica, Luthor envía al terrible Escuadrón Suicida para cazar a los arqueros... ¡y la Familia Arrow devuelve la visita! No te pierdas el increíble crossover de la saga Imperio en Green Arrow
Tras naufragar en una isla desierta, el industrial Oliver Queen tuvo que aprender a cazar y a sobrevivir en la jungla. Hoy utiliza esas habilidades para continuar la caza en una jungla muy diferente. Armado sólo con su arco, sus flechas y sus agallas, lucha con todas sus fuerzas para hacer un mundo más justo. El es...
Creado por Mort Weisinger y George Papp


Resumen de lo publicado: Antes de leer esta historia, échale un vistazo a “Imperio: Prólogo” y “Superman nº 17”. Si ya los has leído, sabes que Lex Luthor, Presidente de los Estados Unidos, ha urdido una trama para justificar su invasión de otras naciones soberanas, y proclamarse legalmente Emperador del Mundo. Para ello cuenta con dos ayudas valiosísimas: Brainiac (el alienígena del planeta Colu que una vez vivió dentro del cerebro del mentalista Milton Fine) y el General Zod (el kryptoniano del Universo de Bolsillo al que Superman asesinó una vez, y que ahora ha resucitado y busca venganza). Y para justificar la agresión, no se les ha ocurrido otra cosa más que volar en pedazos la Estatua de la Libertad.
Es hora de que la Liga de la Justicia responda…


Prólogo

Kamikazes de simulador

El viento me golpea en la cara con el frío abrazo que viene del puerto, y noto mis huesos quejándose. Estoy demasiado viejo para esto. Pero alguien tiene que hacerlo.

No creo que Batman ni ningún otro héroe de la Liga quisiera estar de madrugada en el puerto de Star City, oculto entre contenedores de basura y oliendo a pescado, mientras tu joven compañero te cubre desde la azotea (Bueno, tal vez pudiera convencer a alguno de los nuevos, quizá esos Titanes o la segunda Batgirl, que aún se dejarían engañar con todo el rollo de la verdad y la justicia… Pero desde luego, ninguno de los veteranos caería en la trampa, ni siquiera Plastic Man…).
El primer coche se acerca.
Una modesta ranchera de los años noventa con placas falsas, que deben haber encontrado en un desguace, y a la que nadie prestaría la más mínima atención. Genial. ¿Dónde quedaron los tiempos en que los mafiosos hacían sus intercambios en lujosas limusinas, siempre trajeados y con acentos extraños? Al menos sabías quiénes eran, algún inmigrante italiano que vivía en ricas mansiones y se escondía detrás de un negocio legal de venta de aceite. Pero ya nunca más ha sido así. Ahora son los hijos de aquéllos, honrados estadounidenses que luchan por su país, y que tienen más derechos que nadie…
Respiro hondo, y trato de que la furia no estropee la misión.
Llegan los otros, en una furgoneta azul todavía más vieja y mohosa. Podrían ser sólo mendigos reuniéndose para beber unos tragos junto al fuego y dormir en el puerto… pero entonces me doy cuenta de que ambos vehículos llevan arreglos especiales para silenciar el motor. De noche no puedes oírles llegar hasta que tienes su asqueroso aliento en la nuca…
Es mi momento.
Me muevo, observando la escena con prismáticos, y conecto el micrófono direccional. La conversación no deja lugar a dudas:
– Hola, Jack. Cuánto tiempo sin verte…
– Mucho, Ted. No sabía que el señor Corelli te iba a mandar a ti. ¿Qué es de tu vida? ¿Ya no trabajas en la ciudad?
– Oh, no, estuve un tiempo en Los Ángeles, y luego en Las Vegas, pero he vuelto a Star City hace un mes. Corelli ha hecho un pacto con los Manzoni del Este, y por eso quiere esas placas que vende tu jefe.
– ¿Así que los Corelli se van a meter en las falsificaciones? Es un buen negocio. El señor Truman ganó mucho dinero con estas placas el año pasado. Me alegro de que haga negocios con vosotros, y me alegro de volver a verte. Tenemos que quedar un día a tomar algo…
Hago esfuerzos por no vomitar, pero me cuesta.
Jack Tuerto O´Brien, la mano derecha de Alexander Truman (una de las mayores ratas de Las Vegas, al que casi atrapo con el asunto del dinero falso, pero logró escapar gracias a los Corelli)… Y Ted Mula Troy, el matón a sueldo de la Familia Corelli, una de las más antiguas y poderosas de mi ciudad…
Ahora todo está claro.
Truman pidió a los Corelli que le salvaran de las pruebas que yo había entregado al FBI, y que le habrían llevado a la cárcel durante cuanto o cinco reencarnaciones, y ellos accedieron… a cambio del negocio del dinero falso. Así de paso se diluye el rastro de las placas, y nadie será capaz de encontrarlas.
Salvo yo.
Pulso el botón del comunicador, y sé que Speedy está preparada.
Nuestra primera misión juntos. De nuevo un compañero adolescente con el que luchar, y al que poner en peligro sin sentido. Espero haber hecho una buena elección, porque no podría soportar lo que le ocurrió a Bruce con Barbara y con Jason… (1)
Sé que está bien entrenada, y que no fallará…
Disparo de lejos, y la flecha anestésica impacta de lleno en la vieja furgoneta, liberando el gas de su cabeza. Los dos matones empiezan a toser, y no tardarán ni un minuto en derrumbarse. Corro hacia ellos, dejando tras de mí el equipo de escucha con la grabación. Las pruebas que harán que toda la red caiga en mis manos.
Pero Tuerto O´Brien es rápido, y sabe cubrirse la cara con un pañuelo y rodar sobre el asfalto húmedo del puerto hasta salir de la nube de gas. Y empuña un arma. No necesita mucho tiempo para verme, con su repulsivo ojo único, y apuntar hacia mí.
Por suerte, yo soy más rápido.
En un solo movimiento, saco una flecha de punta de acero del carcaj y la llevo al arco, tensando la cuerda al máximo, en dirección a la mano que sostiene la pistola…
Pero no me da tiempo.
Antes de que pueda disparar, una flecha caída del cielo le desarma, y O´Brien grita como un cerdo en el matadero. Speedy…
En ese instante, oigo otro ruido… una explosión… no, un disparo de rifle… y entonces sé lo que ha pasado.
Ya me estoy girando hacia el tejado cuando llega hasta mí un quejido leve a través del comunicador.
O… Ollie…
Y estoy plenamente convencido de que Speedy está muerta.



– ¡Corten! – grita la voz del marciano desde la Sala de Control –. Resultado del encuentro: Los malos huyen con las pruebas y Speedy muere tiroteada en la azotea.
Tiro el arco al suelo, dominado por la rabia, y subo hasta el tejado a saltos. Y allí la veo: Mia Dearden, la nueva Speedy, caída en el suelo.
– ¿Con qué demonios me ha golpeado? – protesta, con su voz de ángel llena de frustración.
– Se llama disruptor neural – le explico, tan frío como el hielo –. Es la forma de imitar las balas en los entrenamientos de la Liga. Electrocuta tu sistema nervioso en un microsegundo. Te sientes morir, pero es inocuo.
– Pues duele como un maldito infierno…
– Más debería dolerte. Si esto fuera una misión real, ahora estarías muerta, y todo por tus condenadas ganas de lucirte en público.
– ¡Ey! ¡Se supone que ese tipo iba a dispararte!
– ¿O´Brien? Es lento como una tortuga. Podría haberle desarmado cien veces antes de que llegara a sacar la pistola. Nunca estuve en peligro real, pero tú tenías que mostrar tu emplazamiento sólo por diversión… Eras un as en la manga, Mia, y ahora en cambio no me sirves ni como abono.
– ¿Cómo iba a saber que habría un tipo con un rifle en las ventanas?
– ¿Cómo? ¡Ése es tu trabajo! Se suponía que yo revisaba las calles y tú los tejados. Así que ésta tu lección de hoy: si dejas un solo hueco sin revisar, puede que justo allí esté un francotirador esperándote, y no tengas tiempo para arrepentirte.
Baja la cabeza, y cuando habla, su voz es apenas un susurro.
– Lo siento.
– No, no lo sientes, porque estás muerta. ¿Lo has entendido? Acabo de perder un compañero en una misión rutinaria. Esto supondrá un castigo añadido, Mia. Dos semanas más de entrenamiento con Wildcat antes de que te dé otra oportunidad en el simulador.
– ¿Qué? ¿Otras dos semanas? ¡No podré soportarlo! ¿Qué pretendes, que me jubile antes de hacer mi debut como Speedy?
– Pretendo que no mueras de verdad la primera vez que salgas a la calle con ese arco, y que no hagas que me maten a mí…
Me sostiene la mirada, y por mucho que le joda, sabe que tengo razón.
– Muy bien… Dos semanas…
De pronto, las luces se encienden, el paisaje holográfico desaparece, y se ponen en marcha todas las alarmas:


“¡Atención todos los ocupantes de la Atalaya! ¡Atención todos los ocupantes de la Atalaya! ¡Alerta de nivel Omega! ¡Todos los miembros de la Liga de la Justicia acudan a la Sala de Reuniones!”

El corazón me da un vuelco, y un frío atroz corre por mi espalda.
– ¿Qué es una alerta omega, Ollie?
– Oh, nada de lo que preocuparse… ¡Sólo el fin del mundo!



Capítulo 1

Unos cuantos egoístas sentados en la Tabla Redonda


Corro como un demente por los pasillos súper–tecnológicos de la Atalaya, y aún me parece oler la brisa del puerto en mi cara. Malditos hologramas marcianos… No me extraña que J´Onn tenga a todos tan a raya, con ese entrenamiento intensivo al que los somete. Ni siquiera Kyle pudo estar a su altura… (2)
Mia consigue mantener mi paso, y no abre la boca, aunque sé que está tan preocupada como yo. En teoría no tendríamos que estar haciendo esto. Ni Flecha Verde ni Speedy son miembros activos de la JLA, y por tanto el llamamiento no iba destinado a nosotros. Se supone que los “ocupantes de la Atalaya que no formen parte de la Liga de la Justicia” debemos abandonar lo que estemos haciendo y desplazarnos a las Áreas de Supervivencia, donde podremos ser devueltos a la Tierra en el menor plazo posible.
Pero tengo que saberlo.
Una Alerta Omega…
Hacía mucho que no veía una así (no porque no las haya, sino porque generalmente no suelen llamarme cuando se producen). Estamos hablando de un villano con el poder de aniquilar toda la vida en la Tierra… No se trata del Capitán Bumerang o Punch & Jewelee, sino de un auténtico peso pesado. Tipo Darkseid, o el Anti–Monitor…
Tengo que saber de qué se trata.
Cuando llego a la Sala de Reuniones, los Grandes ya están allí. J´Onn J´Onzz maneja la Computadora Central, y todos los demás observan la pantalla. Wonder Woman y Aquaman a un lado, Green Lantern y Flash al otro, Acero y Atom desde el fondo.
¿Qué demonios pinto yo en este desfile de colores y licras?
Pero cuando veo la imagen que muestra el monitor, todas mis dudas se acaban: la Estatua de la Libertad se ha derrumbado.

Incluso en algo tan frío como una pantalla de cristal líquido, puedo sentir el dolor de las víctimas. Hay cientos de cuerpos atrapados, algunos aún moviéndose, y un sinfín de camiones de bomberos recorriendo la escena. No podrán hacer nada. Nadie está nunca preparado para algo así.
La Alerta Omega…
La vieja Dama de la Libertad se ha hundido. Hay mares de fuego saltando por las ruinas. Caóticos fragmentos de bronce ruedan por Liberty Island, cayendo descontrolados al río Hudson, entre gritos de víctimas que aún no pueden creérselo. Y la única reacción de los héroes… es bajar el volumen del vídeo.
– Esto es lo que ha sucedido – toma la palabra el Marciano –: Una bomba, colocada justamente bajo la estructura interna de la estatua. Quien fuera que lo hiciera, sabía exactamente dónde debía ponerla para causar el mayor número de bajas, y la hora a la que se producían las visitas.
– Es un ataque claro – dice Aquaman, con su habitual rictus de mala leche –, y debemos contestar de inmediato. Esos tipos sabrán lo que les espera…
– Debemos organizarnos – añade Diana, siempre la voz de la conciencia –: Atom y Acero podrían buscar pruebas entre las ruinas, mientras tú, J´Onn, hablarás con el DOE (3), para saber lo que ellos conocen de este asunto. Y en función de eso…
Éste es el momento en que ya no puedo aguantar más, y exploto.
– ¿De qué demonios estáis hablando? – les grito a la cara –. ¡Hay gente muerta ahí abajo! ¡Gente sufriendo por nuestra culpa! ¡Dejad de hablar chorradas y bajad ahora mismo a ayudarles!
Un silencio mortal invade la Atalaya. Speedy hace como si no existiera (es la más joven de la sala, y aún no se atreve a discutir con los iconos; pero da la casualidad de que, salvo el Marciano, yo soy el mayor…). Noto que Flash hace lo mismo que ella, y asume el recurso del adolescente: que hablen los adultos.
Y es Wonder Woman la que reconoce las culpas.
– Tienes… Tienes razón, Oliver. Estábamos… tan impresionados por ese horror… que no hemos sido capaces de reaccionar a tiempo. Pero nos corresponde a nosotros…
– Al menos hay alguien que me da la razón… pero sigues con tu precioso culo de estrellas pegado a la silla, ¿verdad, princesa? No te veo corriendo hacia el teleportador.
Mantengo la cara de póker, y ella me lanza cuchillos con los ojos. En plan de “No me toques el lazo, arquero…”. Sé que podría aplastarme la cabeza con sus manos desnudas… pero también sé que su única respuesta será apresurarse a ayudar. Justo lo que quiero que haga. Si después de eso me odian, no es que me importe mucho.
Y es Aquaman quien hace que bajemos las espadas:
– J´Onn, ¿de cuánto héroes podemos disponer? Avisa a todos los que estén localizables. Y me refiero absolutamente a todos.
Sus ojos azules son pura voluntad. Puro sacrificio. De ésos que podrían sacar la Tierra de su eje sólo por salvar una vida… aunque fuera la del mismo Luthor.
– No te preocupes – responde el Detective –. Organizaré las brigadas de salvamento. Vendrán todos, incluyendo la Liga, la Sociedad y los Titanes, y algunos otros que no son miembros oficiales de ningún grupo, como el Capitán Atom o Superwoman. Id hacia el teleportador. Os mandaré refuerzos (4).



Capítulo 2

Sueños rotos



La libertad esclarece el mundo”, la llamaron los franceses, cuando nos la regalaron en el XIX. El símbolo del Nuevo Mundo, del país de la libertad, decían los inmigrantes cuando llegaban a América en barco. Patrimonio de la Humanidad, una de las Nuevas Maravillas del Mundo, el moderno Coloso de Rodas…
Ahora sólo es ruinas y cadáveres.
Algún malnacido puso una bomba debajo, y todo se derrumbó como un castillo de naipes, llevándose por delante a los incautos turistas que venían de visita. Gente de muchas nacionalidades, que disfrutaban de las mejores vistas de Nueva York. Algunos nunca volverían en su vida a la Gran Manzana, y estas fotos se convertirían con los años en preciosos recuerdos de una juventud viajera. Otros eran ancianos, conmemorando quizá sus bodas de oro, o disfrutando de unas últimas vacaciones con la pensión que se habían ganado de sobra después de toda una vida de trabajo. Había niños curiosos, a los que sus padres explicaban por enésima vez la historia de la Señorita Libertad. Y parejas adolescentes tal vez dándose su primer beso, y profesores guiando visitas escolares, e inmigrantes soñando también con ese mismo espíritu americano.
El espíritu que acaban de matar.
Esto es lo que significa América, y lo que ellos han destrozado. La unidad, la hermandad en torno a un mismo símbolo, el compromiso. El futuro.
El futuro que ya no tendrá esta pobre gente. Ni las parejas (que podían haber llegado a formar familias numerosas, o romper mañana), ni los niños (herederos del mañana: políticos, reporteros, superhéroes y mafiosos; ahora ya no serán nada, más que escombros), ni los maestros, ni los viejos, ni los jóvenes. Todos serán olvido, y dolor.
Meto las manos en las ruinas, y me afano en ayudar a los bomberos.
Llegamos los héroes, como un ejército de voluntarios con poderes, y pretendemos que eso cambia las cosas. Veo a Wonder Woman mover gigantescos bloques de yeso, inmensas piezas de cobre, y restos mezclados de cuerpos amorfos. Los otros tipos con súper–fuerza la imitan: la Familia Marvel, Booster Gold, Superboy o Atom Smasher. Detrás vienen los metahumanos con poderes diversos, comandados por J´Onn J´Onzz: el Capitán Atom, Firestorm, Jay Garrick, Kyle Rayner o Starfire. Y a los lados, los estúpidos valientes como yo, pobres bastardos sin poderes, que aún creemos que sólo por el hecho de vestir con mallas podemos hacer algo mejor que los equipos de rescate. Gente como Wildcat, Aztek o Katana… o como yo mismo.
¿De qué demonios sirven las flechas trucadas en un caos semejante? ¿O un uniforme con máscara de gato? ¿O una espada que atrapa las almas de aquéllos a los que asesina?
¿De qué servimos los superhéroes?
Aparto un bloque, y el sudor me resbala por la espalda. No tengo dónde apoyarme, pero sigo empujando. Y debajo aparecen tres piernas y una espalda. Intento no vomitar, y sigo hacia delante.
Metamorpho convierte sus manos en hierro, y las usa como palancas bajo unas caras irreconocibles que nos miran. Ojos vacíos que observan incrédulos a Tornado Rojo, cuando los cielos se vuelven negros, y un viento huracanado se lleva las arenas. Miembros arrancados y mezclados sin orden, que Vixen se ocupa de reunir en bolsas negras. Miro hacia arriba, y veo una montaña altísima de bolsas que nadie podrá nunca organizar. Yo soy sólo uno más en la larga cadena de manos decididas pero inútiles, de supuestos héroes que venimos aquí a lavar nuestros pecados. No supimos prever esta atrocidad, no pudimos salvar a tantos inocentes… y por eso intentamos compensarlo llenando bolsas negras.
Como si eso ahora sirviera para algo…
A mi espalda, la Sociedad de la Justicia monta una red de ayuda para los pocos supervivientes. Hourman y Mister Terrific conducen a los heridos hasta los barracones del Doctor Medianoche, pero ¿qué puede hacer en realidad? La sangre y los huesos rotos son atroces de ver, pero lo que realmente hace que me estremezca son los gritos. Quejidos agudos, llantos inconsolables, pena sin fin… Los que vivan nunca olvidarán el horror de este día, ni tanto como han perdido. Nos despertaremos llorando hasta que seamos viejos, y el fuego y la carne abrasada nos envolverán para siempre.
Por muchos muertos que haya en esta isla, víctimas seremos muchos más.
No sólo han muerto personas.
Más que nada, ha muerto un sueño.



Capítulo 3

Hay que dejar de llorar y empezar a moverse



Cae la noche, y los ánimos empiezan a enfriarse.
Lo que antes era decisión y arrojo, ahora empieza a convertirse en fatiga. Miramos al cielo, y empezamos a sentirnos agotados. Las llamas aún alumbran nuestros miedos, el horizonte sigue lleno de humo negro y reflejos sangrientos, y falta mucho para que podamos respirar aire limpio de nuevo.
Ya no somos capaces de dar más.
J´Onn dice que descansemos, que otros héroes vienen para relevarnos. Que faltan muchos días para que el fuego se apague y podamos trabajar en paz. Que no compensa que muramos de cansancio en una lucha sin sentido.
Sin sentido…
Nada tiene sentido para el último marciano del cosmos. No es su país, ni siquiera su planeta. Y entonces veo llegar a Lightray y los Jóvenes Eternos, a Mister Miracle y Big Barda, al terrible Orión. La extraña raza de Nuevo Génesis. Y esta lucha realmente deja de tener sentido.



Cuando conectan los focos para seguir trabajando, me paro a beber un poco de agua. Y es entonces cuando los músculos dejan de funcionar. El sudor y la fatiga me asaltan sin remedio, y apenas consigo tomar aire. Me mareo. La cabeza me da vueltas.
Una voz familiar me sostiene cuando mis piernas flaquean.
– ¡Ollie! ¡Vamos, Ollie, estoy a tu lado! Soy yo, Mia… Speedy, ¿te acuerdas?... Vamos, sujétate… Estoy aquí, jefe…
Torpemente me vuelvo, y la observo junto a mí. Está sucia de polvo y sangre, su uniforme está roto en cien sitios, y sus manos lucen llenas de heridas. Pero lo más terrible de todo son sus ojos. En un solo día ha envejecido mil años. Es como si ya no fuera más una adolescente, sino una anciana carcomida por el mundo, encerrada en el cuerpo de una niña.
Mia Dearden tuvo una infancia terrible de drogas y prostitución, pero logró que nada de eso le afectara. Levantó un muro alrededor de su alma, y consiguió mantenerla pura. Dejó que su cuerpo fuera barro en manos de hombres crueles, sabiendo que nada podría afectar a su corazón.
Hasta hoy.
Nunca más será pura. No volverá a mirar con inocencia, ni a maravillarse jamás. Desde hoy, sólo habrá cenizas y muerte en su mirada, y pesadumbre en su alma. El dolor de las víctimas que no salvamos. La insatisfacción de una vida que no puede salir bien. Nunca. Bajo ningún concepto.
Ésta es su primera misión como Speedy… y jamás volverá a ser la misma.



Dejo que me lleve hasta los barracones, y me tumba en un camastro improvisado, que debían ocupar los heridos, no quienes vinimos a salvarlos. Sabe que no me pasa nada, que sólo necesito respirar unos segundos… pero lo cierto es que tengo más de cuarenta, y nunca vi una cosa parecida. Jay Garrick me habla de Pearl Harbor, y de que tuvo el mismo efecto moral sobre ellos. Pero de entonces salió la más valiente generación de americanos que ha habido nunca, y ganaron una guerra sólo a base de cojones. Dudo que podamos hacer lo mismo hoy en día. No estamos hechos de la misma fibra. Ahora no tendrá solución…
– Tranquilo, jefe – susurra Mia, poco convencida –. No te vengas abajo ahora. Tienes que volver ahí fuera, ¿vale? Te necesitan. No somos nada sin ti.
Respiro hondo. Yo sé lo que necesitamos de verdad. Llevo una mano al oído, y conecto mi transmisor de la Liga de la Justicia.
– Código X65–U. Soy Flecha Verde. Conexión con la red telefónica de las Islas Caimán.
– ¿Qué haces, Ollie?
– Calla. Hace tiempo que debí tomar esta decisión. Tengo… algunos ahorros, y es el mejor momento para usarlos – Cuando oigo el click al otro lado de la línea, ignoro al instante a mi compañera, y me centro en lo más importante que voy a hacer en mi vida –. ¿René? Soy Oliver Queen. Escúchame bien, porque no quiero fallos. Vacía mi cuenta, vende las acciones y las participaciones en empresas. Todo. Absolutamente todo. Quiero dinero líquido, y no me vengas con que no es el momento, o que el mercado no es propicio. Me da igual lo que pierda, con tal de que esté disponible. Y con ese capital vas a fundar un proyecto de ayuda a las víctimas del atentado en Liberty Island. Traerás a los mayores expertos en búsqueda de supervivientes, las máquinas más caras, los perros mejor entrenados. Casas de acogida, hospitales, camiones, helicópteros… No me importa el precio, pero lo quiero todo aquí al amanecer. ¿Me has oído? ¡Vamos a cambiar esta historia de una vez por todas!
Cuando vuelvo a mirarla, Speedy tiene el horror pintado en la cara.
– ¿Qué… Se puede saber que ha sido eso?
– Bueno… Digamos que llevo… un tiempo jugando a los números en las Caimán… invirtiendo en algunas cosas, quitando el dinero cuando pintaba feo… Y he conseguido ahorrar una pequeña suma para cuando hiciera falta…
– ¿De… cuánto dinero estamos hablando?
– No lo sé. Hay muchos conceptos. El valor de las acciones depende de cómo esté la Bolsa, los fondos de inversión no se pueden rescatar fácilmente…
– Ollie…
– No estoy seguro, Mia… Tal vez uno, o dos millones…
Y se vuelve fría y azul, incluso debajo de la ceniza.
– ¿Un… un millón… de dólares? ¿Dólares americanos?
– Oh, claro que americanos. En las Caimán tienen un dólar propio que vale un poco menos que el nuestro, pero te lo he calculado ya al cambio.
– Pero… ¿cómo es posible?
– ¡Ey, estás hablando con Oliver Queen! Yo manejaba una de las empresas más ricas de Norteamérica antes de que tú nacieras. ¿O crees que todo fue cosa de mi herencia? Vale que nací rico, pero algo hice para mantenerlo.
– Bueno… lo perdiste todo.
– Porque fui demasiado crédulo, y un tipejo me engañó como a los tontos. Pero recuerda que tengo varias carreras de Dirección de Empresas. En mis ratos libres puedo ganar un millón de dólares con tanta facilidad como tú quedas con tus amigas.
– Y has esperado hasta ahora para decírmelo.
– No exactamente. ¿Cómo crees que se mantiene el Centro de la Juventud? ¿Con la aportación del Ayuntamiento? ¿O las casas para mujeres maltratadas? ¿O las salas de venopunción? ¿De qué crees que vive realmente Star City?
– Eres un maldito desgraciado.
– Y tú una pésima detective. He tenido que decírtelo a la cara para que logres deducirlo. Está claro que no eres Robin.
– Ni tú Batman. Viejo tonto idealista…
Me abraza, y al fin consigo ponerme en pie.
Por la mañana, las cosas empiezan a cambiar. Ahora tendremos una oportunidad de salir de este desastre dignamente.



Capítulo 4

De la Tierra a la Luna, y otra vez de vuelta



Los días pasan, y el trabajo empieza a dar sus frutos. Al fin, somos convocados a reunirnos otra vez en la Atalaya.
Los fuegos se extinguieron, los restos han sido eliminados, y empezamos a ser conscientes del desastre. Se habla de más de cien fallecidos, y otros tantos heridos de gravedad. No es sólo la pérdida… el golpe anímico va a ser terrible.
Cuando regreso a la Luna, parece que esté viendo otro mundo que cuando salí. Todos somos muertos vivientes, rondando en silencio por pasillos galácticos, que ya no nos son tan familiares. Tratamos de seguir adelante gracias a la rutina, y Diana me enseña el mensaje televisivo de Luthor, y me habla de la reunión con J´Onn y Mister Terrific. Y de las sospechas que tienen todos… (5)
No sé si es cierto que él pueda ser el causante de este horror… pero estoy deseando poner mis manos alrededor de la garganta de quien sea. Luthor es el Presidente de los Estados Unidos. Sé que hay millones de votantes que le han respaldado, y es nuestro deber respetar eso, o de lo contrario los superhéroes nos convertiríamos en dictadores… Pero alguien tendría que hacer algo al respecto de Liberty Island. Y como dijo Diana la última vez que estuve aquí, tal vez sea nuestra obligación…
Yo no estaba al tanto de todos los detalles. El derrumbamiento del Planet, la violación de Lois, la muerte de Jonathan Kent… la paliza a Kyle Rayner… la muerte del Capitán Marvel… la desaparición de Superman (5). Estuve en el funeral de Marvel, aun cuando no llegamos ninguno a conocerlo bien… (6) Y entonces me explicaron algunas cosas, que no eran más que rumores mal fundados, sospechas de que algo gordo se avecinaba. ¿Y era esto lo que temíamos?
¿Ha empezado ya la hora más negra de los héroes del mundo?
Y sin embargo, han pasado muchas más cosas desde que bajé a Nueva York. Nuevos desastres, nuevos horrores. El World Trade Center ha sido volado en pedazos. Luthor culpa a una organización terrorista internacional, amparada por los Gobiernos de Qurac, Irak y Bialya, y poco menos que les ha declarado la guerra (7). Ninguno de mis compañeros se cree las alusiones de la Casa Blanca… pero todos creen que estamos avocados al desastre.
Por fin veo todos los aspectos del asunto, las muchas perspectivas de la amenaza que se aproxima. Y tiemblo. No sé si podremos sobrevivir a esto…
Antes de la reunión, paso una hora en el cuarto de baño… y lloro como un niño. Tengo mucho, mucho miedo, y no me da vergüenza admitirlo.



Llega el momento de la verdad.
Sentados en torno a su mesa redonda, los héroes más grandes de la Tierra debaten. Lejos del mundo real, encerrados en su preciosa torre de oro en la Luna. Debaten sobre lo que deben hacer, pero sin implicarse.

Batman, Flash, el Detective Marciano, Canario Negro, Green Lantern, Wonder Woman, Aquaman, Hawkman, Átomo, el Hombre Elástico, Acero y Plastic Man. Y yo. Por alguna extraña razón, han considerado oportuno incluirme en la lista, aunque ya no sea miembro activo (al fin y al cabo, yo fui el primer no fundador en ser admitido en el grupo, hace ya toda una vida…).
Y todos miramos hacia el otro lado de la mesa. La silla en la que solía sentarse Superman está vacía.
Batman es el primero en abrir la boca, cuando los demás aún no nos atrevemos:
– Esta escalada militar es preocupante. Cuatro naciones han sido invadidas y ocupadas por tropas americanas. Tenemos que tomar parte intentando que Luthor cese en sus invasiones.
Y como siempre, el idiota de Carter Hall le interrumpe:
– Todos sabemos de lo que es capaz Luthor, pero no nos hemos preguntado si, a la larga, estas guerras podrían ser algo positivo para la humanidad. Es decir, no estoy a favor de la invasión de países ni nada parecido, pero está atacando a dictadores que han esclavizado y masacrado a su pueblo, no a monjitas que cuidan ancianos venerables. ¿Y si consigue eliminar la dictadura de la faz de la Tierra?
– He leído la historia de vuestro mundo – dice J´Onn, intentando poner paz – ¿No está haciendo lo mismo que Adolf Hitler en 1939? Ataca, invade y controla. ¿No pretenderá después anexionarse dichos territorios?
Y Flash aporta el comentario chorra de toda reunión de superhéroes:
– Sé de la maldad de Luthor. Pero, ¿cómo va a pretender anexionarse…? Somos una república basada en la democracia… Por el amor de Dios…Hitler era un dictador que no permitía los partidos políticos. Luthor es un presidente elegido por sus ciudadanos. No ha suprimido al resto de partidos. Es un hijo de puta, pero un hijo de puta elegido por los americanos. Con los deberes de cualquier otro presidente.
En su extremo de la mesa, Aquaman pide la palabra:
– Deberes que incumple cuando le viene en gana. En mi opinión, Luthor no es quien para intervenir en la forma de gobierno de otros países. Lo digo como antiguo soberano de Atlantis. Luthor puede promover unas relaciones humanas que se cumplan, pero no imponer su ley.
Justo entonces, Kyle dice algo que va en contra de su imagen de niñato ignorante:
– Pero Luthor no está invadiendo países porque sí. Está buscando a los terroristas que han matado cerca de tres mil norteamericanos en dos tragedias terribles. Quizá deberíamos entrar en esos países y capturarlos nosotros. Así tranquilizaríamos la situación.
Por una vez (sólo una), parece que alguien va a empezar una conversación razonable. Algo sobre que la Liga actuara realmente como defensores de la paz y la justicia en todo el mundo, y no sólo como un grupo de vigilantes autoimpuestos que combatan a dictadores galácticos… pero miren hacia otro lado cuando hay que combatir a los de casa.
Pero claro, iba a ser demasiado fácil, y el Murciélago tiene que cagarla.
– Pienso que todo esto es una cortina de humo, que esos terroristas no existen. No hemos encontrado el menor rastro de ellos ni de sus actos. Todo esto es obra de Zod. Pero, aunque estuvieran allí, ¿alguno cree que Luthor se va a contentar con capturarlos y largarse?
Me deprimen. Siguen siendo sólo unos gendarmes. Todos están deseando emplear sus tremendos poderes para destruir algo, o a los terroristas o al propio Luthor, pero nadie habla de ayudar a las víctimas, ni de curar sus traumas, ni de limpiar la mancha en el sueño y la bandera. Estoy demasiado horrorizado para contemplar esto.
Y la Princesa Amazona es quien colma el vaso de mi paciencia:
– Creo que a veces la fuerza es la única garantía del derecho. No creo en los métodos de Luthor, pero las dictaduras no se acaban nunca con poemas y flores. Quizá si en el pasado se hubieran empleado acciones más contundentes no existiría otra forma de gobierno que la democrática.
– Habló la embajadora de la paz – sale instintivamente de mi boca –. Creo que hablas de democracia con conocimiento. Porque como en Themyscira habéis tenido una democracia duradera estos últimos tres mil años…
Me mira con asco. No creo que vaya a soportarme mucho más…
– La situación es diferente – responde –. Allí teníamos paz, y mi madre fue una reina justa y sabia.
– Las amazonas de Artemisa no opinaban igual… – sigo molestándola, como si ni su furia ni su espada me influyeran lo más mínimo, e intento reconducir las cosas –. De cualquier forma, tenemos que detener a Luthor. Esto es fascismo puro y duro. ¿Qué sucederá cuando los haya conquistado? ¿Instaurará la felicidad por decreto en esos territorios? ¿Acaso no recordamos que hemos detenido a otros tipos que hacían cosas parecidas en otros mundos?
– No creo que todo se explique con tanta facilidad… – interviene Hawkman, como siempre tan listo como su maza.
– ¿Cómo que no?
– No. Dime otra manera de acabar con las dictaduras. Te recuerdo que a Hitler no se le detuvo con bonitas palabras, tuvimos que matar más que él. Luthor sólo ha atacado a dictaduras.
Le miro fijamente, y me pregunto por qué habla así. ¿Sólo para actuar como abogado del diablo, porque se quedó anclado en los años cuarenta, o porque no hay nada en esa enorme cabeza más que alas? ¿Nadie le ha dicho nunca que los halcones no tienen alas en la cabeza, sino en la tripa…? ¿Qué demonios hago discutiendo estas cosas, en vez de estar ahí abajo coordinando las tareas de rescate…?
Cuando logro contestarle, mis palabras son frías, insensibles:
– Tal vez, en este caso, Luthor sea Hitler. ¿No te planteas que, tal vez, ahora seamos nosotros los malos?
Hawkman me observa con sus ojos de vengador alado, y creo por un segundo que va a aplastarme la cabeza de un solo golpe. Y viene Batman a sacarme del apuro (o mejor aún, a tomar mi lugar en la pelea):
– No podemos tener divisiones. Debemos actuar unidos. Es un momento muy difícil de la Historia. Votemos y decidamos cuál va a ser nuestra postura a seguir.
Pero a Carter no le parece tan bien la salida democrática (como siempre):
– Me hace gracia que digas tú eso. Si la votación te complace, evidentemente estarás satisfecho y colaborarás con la Liga. Si la votación no lo hace, nos abandonarás y harás lo que te salga de las narices. Siempre actúas en función de tus intereses.
Y ya tenemos el show montado: el Murciélago le contesta, y todo queda reducido a una competición, a ver quién tiene más testosterona.
– No eres tú quién para juzgarme. Llevas mucho tiempo fuera de la Liga para dar lecciones. Además, perteneces a la JSA. Estás aquí como miembro de reserva. Ni siquiera es lo más apropiado que votes en la reunión.
– Siempre es lo mismo. Nunca te preocupas por nadie más que por ti y por tu eterna cruzada. Sólo nos ves como simples ayudantes o recaderos a los que contactas cuando algo es demasiado grande para ti.
– No hay nada demasiado grande para mí.
– ¿Quieres que te demuestre que hay cosas que no puedes masticar? – y como un estúpido matón de barrio, se pone en pie y empuña su maza.
– Guarda eso, si no quieres quedarte sin ella.
– Estoy deseando que intentes quitármela…
– ¿Os habéis vuelto locos? – grita de repente el Marciano, como si despertara de un sueño –. Lo último que debemos hacer es pelearnos entre nosotros.

– Recuperemos el sentido común – añade Wonder Woman, en su eterno rol de pacificadora (lo cual, viniendo de una raza de mujeres guerreras, es una de las mayores paradojas de esta mesa) –. Hablemos con Luthor para que detenga esta escalada de violencia.
Batman y Hakwman quedan en silencio. Se miran a los ojos con una muda promesa. Como cuando éramos niños y te pillaba la profesora: “Lo arreglaremos más tarde, a las once en el patio, sin profes”.
El desafío queda en pie. Y yo que estaba a punto de traer las palomitas…
En este momento justo es cuando me doy cuenta de que estoy perdiendo el tiempo. No hay nada que me retenga aquí. No me siento parte de esto, ni tampoco representado por esta gente extraña.
Me pongo en pie, y camino hacia el teleportador.
– ¿Dónde vas? – pregunta Wally, tal vez el único a quien le interese de verdad.
– Me voy. Simplemente me voy. No me llaméis, ni contéis conmigo en adelante. Yo no estoy para farsas…
– No puedes marcharte ahora – dice Batman, pretendiendo intimidarme con la misma voz de hielo que le surte efecto en Gotham (pero que aquí no es más que un artificio, igual que el lazo de Gea o mis flechas trucadas) –. Estamos decidiendo un asunto de la máxima importancia. Y tú eres parte de él, Flecha Verde.
Le observo, y sonrío. Me burlo en su cara de todo cuanto cree representar, pero que yo sé que es una mentira. Un medio para sentirse complacido consigo mismo. Yo también estuve una vez en ese lado de la mesa. Yo también era un play–boy ocioso sin nada que hacer en la vida, y que pretendía devolver al mundo una parte de lo mucho que me había concedido. Pero es sólo una forma mezquina de satisfacer tu conciencia, de acallar tu culpabilidad.
Ahora ya lo he superado. Ya no estoy de ese lado, sino del mío. Ya no soy un play–boy, ni un superhéroe colorido con un joven ayudante. He sido rico, pobre y rico otra vez. Y ahora sé que mi lugar está ahí abajo, con mi gente, no de visita en la Luna.
Camino despacio hasta la mesa, sin decir palabra, agarro el viejo arco de madera reforzada, y lo levanto por encima de mi cabeza. Todos me miran. Expectantes. Silenciosos. Y en el fondo saben lo que voy a hacer.
Golpeo con saña en el centro mismo de la mesa. Sobre el condenado símbolo de la JLA. El primer impacto provoca un ruido ensordecedor. Al segundo, el arco se rompe en mil pedazos.
Luego arrojo a su lado el carcaj lleno de flechas, y el comunicador de la Liga de la Justicia.
Y en ningún momento aparto la mirada de los ojos pretendidamente siniestros del Murciélago. Vuelvo a sonreír, y le digo lo que pienso:
– No me llames Flecha Verde. Mi nombre es Oliver Queen.
Programo en silencio las coordenadas de Liberty Island en el teleportador, y desaparezco de su vista, para siempre. Lo último que veo es una fugaz mirada de aprobación en los ojos de Dinah. Y lo último que oigo, son unas palabras estúpidamente conciliadoras de Kyle Rayner:
– Está bien, de acuerdo… Todos estamos tensos y nerviosos. Hay otro asunto del que aún no hemos hablado: Superman…



Capítulo 5

Final nunca más feliz



Vuelvo a casa, a los míos, a la penuria y el dolor que embarga al mundo. Ahora la aséptica e indiferente lejanía de la Atalaya me parece sólo un mal recuerdo, y de algún modo, me siento casi aliviado de estar aquí otra vez.
Realmente odio este lugar, y lo que representa, pero no podría estar en otra parte. No ahora. No con tanta gente sufriendo, no con tantos muertos y heridos por nuestra culpa. Aunque no esté en mi mano cambiar la Historia, aunque no pueda más que desenterrar un cadáver destrozado, o dar agua a un voluntario antes de que desfallezca… habrá valido la pena. Y desde el Mar de la Tranquilidad no puede hacerse nada de eso.
Mia me ve regresar, y cómo le pido a un bombero que me deje un pantalón y una camisa a cambio de mi uniforme nuevo. Y entiende lo que pasó en la Luna.
– ¿To… Todo bien, jefe? – me pregunta, en un tono plagado de miedo.
– Me llamo Ollie. Oliver Queen, ¿de acuerdo? Y tú eres Mia Dearden. Guarda esas flechas y el antifaz. Es hora de olvidar los juegos de niños, y empezar a trabajar en serio. Hay mucho todavía por hacer…
Asiente, y me acompaña una vez más. Eso es lo que de verdad significa tener un compañero.



Transcurre el tiempo, y el Fondo Queen para Ayuda a las Víctimas empieza a surtir efecto. Liberty Island está limpia, los cadáveres han sido retirados, y sólo queda un basurero lleno de escombros y una fosa común de restos imposibles de identificar. Nunca sabremos con exactitud quién murió en la Estatua. Mucha gente ha venido desde lejos con fotos de sus familiares desaparecidos, intentando hallarlos entre los muchos cadáveres más o menos enteros. Pero no hay nada seguro…
Por otro lado, ya no quedan apenas superhéroes ayudándome. Los más importantes se largaron hace tiempo, con el rollo de que tenían que salvar el mundo, y se olvidaron de que la razón fundamental de todo esto es el desastre de Liberty Island. Aún están aquí Vixen y Katana, también Rayo Negro y Metamorpho, y algunos de la Sociedad que vienen de vez en cuando. Pero los más famosos tienen otras cosas que hacer. Hay que tener mucho valor para estar aquí tantos días, beber agua sucia y dormir en una tienda de campaña. Y pretender salir indemne de la tragedia…
Al menos sé que mi trabajo ha sido eficaz, y que los Números Uno se ocupen de lo demás. De encontrar a los culpables y llevarlos ante la Justicia, o la última chorrada que se les pase por la cabeza. A estas alturas me da lo mismo.



Capítulo 6

Flechas negras



Por desgracia, parece que al resto del mundo no le doy tanto lo mismo, y hay listas en las que aún aparezco. Muy a mi pesar.
Una noche, cuando ya no puedo seguir en pie y me duelen todos los malditos huesos del cuerpo, camino despacio hasta mi pequeña tienda en un rincón, y digo adiós a Mia de la forma más escueta y ocurrente.
Y entonces siento un escalofrío: dentro de la tienda me espera una visita.
Merlyn, el Arquero Asesino.
Y sé que ha venido a por mí…

Quieto, sonriente, sentado en una pequeña silla que sepa Dios de dónde ha robado… me mira con el odio en los ojos.
– ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
– Hola, Queen. Ha sido sorprendentemente fácil encontrarte. Los archivos de la Liga muestran dónde te ocultas… y no son nada sus medidas de seguridad… sobre todo cuando tienes en tus manos un permiso de la misma Casa Blanca.
– He dicho que qué haces aquí.
– ¿No lo adivinas? El Presidente Luthor ha prohibido toda actividad metahumana no registrada, y los superhéroes han sido declarados ilegales. Así que vengo a detenerte.
– Venga, no me fastidies…
– Nada más lejos de mi intención, amigo Queen. Todos tus amigos están siendo internados bajo custodia, en una prisión especial para metahumanos (8). Y yo soy el encargado de eliminar tu amenaza.
Le miro fijamente, y me invade una horrible tristeza.
– Así que a eso se reduce esta historia, ¿no? Llevo todo el tiempo trabajando en un océano de escombros y cadáveres… y ahora de pronto me convierto en un peligro. ¿Vas a llevarme esposado?
– Bueno… verás, ésa es la idea de Luthor… pero yo he pensado en algo un poco más divertido. Tú ya me conoces, Queen, llevamos muchos años jugando a este juego de quién es el mejor arquero del mundo. Así que esta vez ha llegado la hora de encontrar… alguna solución.
– ¿Qué estúpida idea se te ha ocurrido, Merlyn?
– Un combate. El combate definitivo. A muerte. El vencedor se queda con el título y los honores. El perdedor sólo tendrá una flecha clavada en el corazón.
– Olvídalo. No pienso jugar a tus tonterías.
– Oh, sabía que ibas a decir eso. Eres un tipo demasiado íntegro como para valorar mi conspiración. Así que tengo un as guardado en la manga.
Rebusca en su bolsillo, y saca un diminuto mando a distancia.
– ¿Qué vas a hacer? ¿Si no accedo a pelear contigo… sacarás el coche del garaje?
– ¡Ja, ja! Eres todo un cómico. No, será un poco más… explosivo. Resulta que hay un piso alquilado en Star City, un piso donde coloqué una potente bomba de C–4.
– Pues vas a quedarte sin la fianza. ¿Y a mí qué?
– A ti no creo que te influya tanto… pero a tu familia un poco más.
Es entonces cuando me tiemblan las piernas.
– ¿A qué te refieres?
– Tu familia… ¿Te acuerdas de ellos? Roy Harper… Connor Hawke… Dinah Lance… ¿Te suenan sus nombres? ¿O ahora ya sólo te importan los cadáveres?
Le miro con ojos de hielo. Este asunto ha dejado de gustarme. Merlyn es un desquiciado asesino sin escrúpulos, y por las malditas casualidades de la vida, tiene una absurda fijación conmigo. Si yo hubiera aprendido a usar bumerangs en vez en de flechas, ahora este psicópata no vendría a buscarme, y nunca le hubiera conocido. Pero no, claro, es mucho más gracioso que el tipo se obsesione con que es el mejor arquero del mundo, y hasta que no me mate no se detendrá.
Estoy harto.
– Así que has secuestrado a mi familia para obligarme a aceptar tu reto.
– Veo que al fin lo has entendido. Si te niegas, todos morirán. Ni siquiera tus amigos de la Liga de la Justicia podrían hallarlos a tiempo (sin contar con que ellos también tendrán ahora mismo sus propios problemas, con alguno de mis compañeros).
– Y si acepto, ¿los liberarás?
– Me basta con tu palabra de que lucharás conmigo, y te daré el mando a distancia de la bomba. Un superhéroe nunca falla a su palabra, ¿verdad?
Bajo la cabeza. Estoy muy cansado ya. Cansado de jugar a héroes y villanos con víctimas de por medio. Cansado de ver quién es más hombre de los dos, quién aprieta más los dientes y entorna más los ojos. Es demasiado mezquino.
– ¿Y bien? ¿Cuál es tu respuesta?
Cuando vuelvo a mirarlo, hay fuego en mis ojos, y aprieto los dientes con fuerza.
– ¡Maldito asesino imbécil del demonio!
Salto sobre él, le derribo de la pequeña silla, e inundo su cara de golpes. Mis puños son martillos volando hacia su boca, sus ojos, su estómago. Intenta alejarme de él con un rodillazo salvaje, y me retuerzo de dolor en el suelo. Pero no por mucho tiempo. Cuando logra ponerse en pie, castigo su pecho y sus costillas, impidiendo que respire. Lanza una mano, dura y mortal como el acero, y está a punto de arrancarme la cabeza de cuajo. Así que hago pedazos su estúpida nariz.
Merlyn venía preparado para una pelea… no para la auténtica crueldad.
Me lanza una horrible patada thai, e ignoro el inmenso dolor para forzar su cadera.
Estoy harto, realmente harto de estas historias.
Veo tres dientes volando, y sangre escupida por unos labios rotos e hinchados. Y sólo después me doy cuenta de que son míos. Estoy frenético, y no me detendré hasta acabar con él de una vez por todas.
No soporto más las clásicas batallas entre superhéroes, los combates de buenos y malos, las amenazas inútiles. Merlyn tiene secuestrada a mi familia, Dios sabe cómo lo ha conseguido, y está perfectamente dispuesto a matarlos a todos, sólo para conseguir una pelea.
Oigo un crack al estirar su codo izquierdo más allá del límite que deja su olécranon, y sé que es fácil que no vuelva a lanzar una flecha nunca más. Tendrán que operarle bien, o sujetará el arco con los huevos.
Y lo único que veo en todo momento es la cara de los míos. Roy… Connor… Dinah… No sé cómo haya podido capturarlos, son grandes luchadores y héroes brillantes… y él no teme poner en peligro sus vidas… sólo por un pique infantil entre arqueros. Mata por dinero, por contrato, pero también sólo por placer.
Pues ahora soy yo el que tendrá el placer…



De un largo puñetazo lo arrojo al suelo indefenso, y queda como un niño sin madre, tirado en el suelo. Está vencido. No es nada, sólo ruina y polvo, carne roja ensangrentada, y desastre. Pero yo también.
Apenas logro sostenerme en pie…
– ¿Y bien… arquero? ¿Te ha gustado… mi respuesta?
Se levanta a duras penas, y de pronto el mundo entero se vuelve contra mí. Algo se mueve a mi espalda, silencioso y letal, y me golpea con saña. Intento rodar por el suelo otra vez, aprovechando el mismo impulso para ganar ventaja… pero de pronto hay muchos enemigos en mi tienda. Las sombras cobran vida y me rodean… luces brillantes me ciegan sin remedio… un tic–tac agudo y mortal. Los veo, y sé que estoy perdido.
Ladrón Sombra. El Jinete del Arco Iris. Rey Reloj.
Antiguos villanos de segunda, reunidos para cobrarse mi vida. Y detrás de ellos, los realmente peligrosos: Killer Frost, Cannon y Saber, Chesire. Y su líder: Lady Shiva.
De nuevo.
Shiva, mi condena.
Me observa, y ríe. Como siempre, esta mujer atroz está del lado del que gana…



Capítulo 7

Escuadrones Suicidas



Siete villanos confesos me rodean, satisfechos, sonrientes, amparados por el temible poder del número.
Shiva camina hasta Merlyn, y le ayuda a levantarse. Tiene un codo roto, el labio sangrando y la cara hecha un mapa. No puede ni aguantarse en pie… más o menos igual que yo. La observo, y ella me lanza una cruel mirada de desprecio. Como si yo no fuera más que una presa que cazar, un cervatillo al que abatir sin miramientos.
Su única preocupación es Merlyn.
– ¿Estás bien? – le susurra –. Vamos, querido, tienes que esforzarte…
Querido.
Seguro que ha aplicado con él sus famosas artes de seducción, y mi antiguo rival no es ahora más que un juguete en sus manos. ¿Es así, maldita? Shiva no juega más que para ganar, y siempre está en el bando victorioso. Luthor ha urdido una trama en la que de pronto nosotros somos los malos, y este hatajo de babosos y despreciables asesinos se colgarán la Medalla al Valor. A nuestra costa.
Mis ojos recorren los ojos del macabro ejército de villanos, y hay confianza en todos ellos. Saben que ahora es difícil que podamos derrotarlos, y menos si cuentan con la ayuda del Gobierno. Como unos idiotas confiados, la Liga permitió que Luthor obtuviera el inmenso poder de una nación, y ahora debemos pagar por ello.
Muertos y heridos entre la población inocente, héroes desprestigiados y perseguidos como ladrones, asesinos premiados por la Casa Blanca…
Todo es culpa nuestra.
Y yo, como un viejo decrépito en sus últimas horas, apenas puedo respirar…



– El… maldito… me cogió por sorpresa… – balbucea el arquero.
– Lo sé… lo sé… – le susurra Shiva al oído, como la madre que acuna a su hijo. Y por un segundo, incluso parece que sea capaz de sentir cariño por alguien.
Pero un segundo después se vuelve fría e insensible, sus ojos se entornan, su mandíbula se aprieta en un rictus cruel, y ya nada le importa en la sucia tienda en la que habito: sólo quiere sangre.
– Sé que te ha cogido por sorpresa, querido… pero aún sigues siendo el líder de este equipo. Slade te ha nombrado nuestro jefe… y tienes que demostrarnos por qué.
– ¿Có… Cómo dices…?
– Que el Escuadrón Suicida no es lugar para niñas llorosas, Merlyn. Te han encargado un cometido, una víctima… y hemos venido para asegurarnos que sea así.
Es en ese instante cuando él se da cuenta de la realidad: que no es jefe de nada, sino su esclavo. Estos tipos han debido ser quienes realmente vencieron a los míos, y luego los entregaron a Merlyn. Pero su cometido no acaba ahí: ahora son guardianes de mi asesino.
– ¿Lo comprendes, querido? – reafirma la auténtica líder del grupo, con el deje más cruel que he escuchado en mi vida –. Estamos aquí para llevarle a Deathstroke la cabeza de un arquero: la de Queen… o la tuya. ¿Qué prefieres?
Y una rabia asesina llena los ojos de mi rival. Furia. Muerte. Caos. Ahora luchará por su vida, no sólo por su honor. Ahora peleará como nunca ha peleado antes, y me va a partir la cara…



Tengo que pararlo cuanto antes…
– ¡No! – grito decidido –. ¡No caigas tan deprisa…! ¡Escúchame!
Todos me miran, como si de pronto mi voz hubiera surgido de la nada. Como si en una cacería, un día de repente el zorro decide protestar.
Merlyn me observa, entre la sangre que llena su rostro y un ojo hinchado que casi no puede abrir. Respira con dificultad. Debe tener alguna costilla rota, y la cadera le falla a cada paso. No contesta, pero aguarda el instante necesario para que yo hable:
– Óyeme bien, arquero… Estos tipos no te respetan lo más mínimo. Sólo eres una pieza más en su maldita conspiración por el poder. Luthor está repartiendo sus favores, y hay muchos bolsillos dispuestos a llenarse. Pero tú no eres como estos idiotas, Merlyn…
– ¿A quién llamas idiota? – grita el Jinete del Arco Iris. Los verdaderos pesos pesados guardan silencio. Saben que aún guardo un as en la manga, y les divierte escuchar mis vanos intentos por salvarme.
– Tú has conocido a gente más poderosa que Luthor. Tú eras la mano derecha de Ra´s al Ghul… y ahora te dedicas a trabajos modestos. Te expulsaron de la Liga de Asesinos, te marcaron como indeseable, y nadie de los grandes te contrata ya. ¿Y sabes por qué, Merlyn?
Aguanta. No responde, ni se mueve. Se concentra en respirar, y clava sus ojos en los míos. Más vale que mi discurso valga la pena… porque mi enemigo se está recuperando… y si no le quito las ganas, me va a destrozar…
– ¿Sabes por qué? Porque te obsesionaste conmigo. Podrías haber sido el más grande, el más temido, y en cambio eres sólo un payaso mezclado con otros payasos.
– Te la estás jugando, héroe… – masculla Killer Frost. Empiezan a cabrearse. Tengo que darme prisa…
– Mira a tu alrededor, Merlyn. Ya no soy Flecha Verde. He dejado el arco y las flechas, y me dedico a labores mucho más importantes. He creado una Fundación para Ayuda de las Víctimas, he sacado cuerpos de entre las ruinas, y estoy colaborando en limpiar los restos de Liberty Island. Sé que para ti no significaba nada esa estatua, pero para mí era importante. Mucho más que la Liga y sus ideales políticamente correctos. Mucho más que un traje verde y un antifaz.
» Dime entonces, Merlyn: ¿No hay nada que sea más importante para ti que este maldito enfrentamiento? ¿Estás dispuesto a ridiculizarte más todavía con tal de saber quién es mejor de los dos?
» A mí por lo menos me da exactamente lo mismo…
Me mira… todos me miran… la tensión flota sobre mi cabeza, los dientes rechinan con fuerza, los nudillos se clavan en sus manos. Están deseando matarme, y no pueden esperar a que lo haga Merlyn. Todos quieren una parte de mí, y les da lo mismo lo que tengan que hacer para obtenerlo. Son villanos poderosos, metahumanos capaces de maldades increíbles, y yo no represento un gran peligro. Soy una presa fácil…
Merlyn se gira, camina con dificultad. Parece estar pensando cuál será su decisión. Los demás protestan, y sus corazones se aceleran. Se preparan para saltar.
– ¿Qué demonios haces? – grita el Jinete del Arco Iris (posiblemente el más idiota de todos) –. ¡Mátalo de una vez, u os mataremos a ambos!
– ¡Yo me ocuparé de Queen! – dice Killer Frost (tan rabiosa que parece hecha de fuego, en vez de hielo) –. Ese tipo ya es historia…
– ¡No, es mío! – añade Ladrón Sombra (tampoco ningún genio, tened en cuenta que eligió a Hawkman como su némesis…).
– Dejádnoslo – ladran Cannon y Saber, los asesinos gays y macabros.
Sólo Chesire da un paso atrás, y únicamente Shiva es consciente de lo que va a ocurrir…
De pronto, la tienda se rasga como si en un segundo dejara de existir, y lo que aparece alrededor me deja helado: mi familia. Mi gente.
Dinah, Roy, Mia, Connor. Mis chicos. La Familia Arrow.
Y no están contentos…
– Levantad las manos y no hagáis movimientos bruscos – dice Canario Negro, con la voz más gélida y temible que le he oído nunca –. No vamos a permitir ninguna tontería.
Y un sonoro escalofrío recorre a los villanos. Los más débiles son cobardes y ridículos, huyendo del lugar como pequeños ratones de un naufragio. Y con su estampida casi hacen caer a los demás. El grupo se desmorona, tiembla, y su antiguo valor se disipa como el humo.
Al mismo tiempo que una mano enguantada en negro aparece en medio de los asesinos, y me lanza un billete de ida a la salvación: es Merlyn, y lo que me lanza son mi arco y mi carcaj.



Ruedo por el suelo, y cuando me levanto ya hay una flecha preparada.
Me giro en el vacío, y suelto. La cabeza explosiva impacta contra la boca de Killer Frost, y al momento se expande una espuma pegajosa de color rosado. Flecha–anticongelante.
Buen provecho, zorra. Tú sí que eres historia…
Lo siguiente es sólo un comentario a pie de página…
Connor apunta en menos de un segundo, y dispara sus flechas a Saber y Cannon. Las puntas de acero se clavan en sus gemelos, y caen por el suelo gimiendo como cerdos.
Ya hemos eliminado a los más peligrosos.
Dinah salta en un rincón, y esquiva los disparos de luz del Jinete. Si mal no recuerdo, ese tipo puede hacer realidad cualquiera de sus deseos con unas malditas gafas proyectoras de luz. Puede crear objetos de arco iris, como puentes sobre los que cabalga, muros que echarte encima o trampas mortales. Es un idiota, pero un idiota peligroso.
Por suerte, Canario Negro tiene un as en la manga.
El villano sonríe, y enfoca sus gafas en dirección a ella, preparando su golpe de gracia. Pero la chica de oro busca algo en los bolsillos secretos de su cinturón, y sabe que el golpe será suyo. El Jinete dispara, y no la ve ni llegar. Dinah se mueve rápida como una centella y lanza las granadas, que explotan delante suyo. Bombas de oscuridad del Doctor Medianoche. Se tragan toda la luz que haya alrededor, no importa de qué clase o de dónde venga, y sólo dejan un humo negro y espeso. Los puentes salidos de la nada, los muros, las trampas, desparecen como llevados por el viento, y sólo queda un idiota con unas gafas ridículas. Un idiota que al instante deja de ser peligroso.
Mi pajarito se divertirá un rato partiéndole la cara.



Detrás de todos, Speedy recorre la tienda con la mirada, en busca del villano que le corresponde abatir. Y se le ocurre enseguida la idea: una flecha lumínica descubre la ubicación exacta de Ladrón Sombra, y no le cuesta más que un segundo reducirle. La he entrenado bien…
Por su parte, Roy persigue a Chesire, la única que en verdad le interesa. Hay una historia muy antigua entre los dos, que dio como resultado a mi pequeña nieta, Lian. No creo que él todavía la quiera, pero tampoco la ha olvidado por completo. Es un poco… como su propia Lady Shiva.
La maldita Chesire es una asesina célebre, una de los mejores del planeta, y se mueve como un espectro huyendo al instante. Ella no tiene el más mínimo interés en quedarse a hablar con Roy, y prefiere poner tierra de por medio. Él la observa, y dispara de modo automático. Por desgracia, sólo acierta a su sombra. Maldice para sus adentros, pero la villana está ahora demasiado lejos para poder arrestarla.
Y nunca dejaré de preguntarme si no falló a propósito…



Me giro, y veo el rápido desenlace de una batalla que no podíamos más que ganar. ¿Cuántos años me he pasado combatiendo a estos idiotas y sus armas supuestamente imbatibles…? Ahora, por lo menos, tengo buena gente cubriéndome las espaldas.
De pronto, a mi espalda, un tic–tac implacable me sorprende. Allí está él. Mi viejo enemigo, Rey Reloj, un demente obsesionado con el maldito tiempo y capaz de cualquier cosa. De la época de El Dardo y el Conde Vértigo, cuando todos éramos optimistas y un poco ridículos. Cuando todo era un juego de buenos y malos.
Rey Reloj.
Pequeño y gracioso, vestido con traje y bombín, observándome con su cara de póker. En la mano, un antiguo reloj del bolsillo, quizás isabelino. Y me espero cualquier sorpresa. ¿Qué puede estar tramando? ¿Un reloj–bomba? ¿Rayos láser en las manecillas? Quién puede saberlo con estos zumbados…
Me mira, de una forma terriblemente inexpresiva, y sonríe. Y a mí me baja un escalofrío por la espalda.
Puedo luchar contra asesinos sin escrúpulos, contra mafiosos y terroristas… pero tiemblo como un niño si me enfrento a psicópatas. No puedo entender a los locos, ni saber qué demonios están pensando. No podría ser Batman, ni ir nunca de visita a Arkham Asylum. Malditos locos desquiciados, siempre jugando con vidas inocentes…
Me mira, y su risa es tan escalofriante como el aullido de un lobo.
– ¿Qué… Qué vas a hacer, Reloj…?
Cierra la tapa de su viejo reloj, y deja de sonreír.
– Creo, señor Queen, que ha llegado la hora de terminar la fiesta. Soy todo suyo.
Extiende las manos, y me entrega el reloj. Se rinde. En ese momento sé que no va a hacer nada más. Sin la antigualla es tan peligroso como un bebé.
Malditos, malditos locos…



Speedy y yo apuntamos a la vez a Shiva.
Dos arqueros, dos flechas, dos puntas de acero, y una sola guerrera aguantando la amenaza. Posiblemente esquivaría los disparos y acabaría con la vida de los dos antes de darnos cuenta. Ni siquiera ella y yo somos rivales para la mejor asesina del mundo. Y lo sabe.
Ríe, y nos desprecia…
– ¿Os creéis importantes? ¿Satisfechos de la proeza? Sólo habéis prolongado lo inevitable. Luthor quiere la cabeza de todos los superhéroes, y vendrán muchos más a cazaros. Ven ahora conmigo, Oliver, y te conseguiré un lugar privilegiado entre los tuyos. Es una buena oferta, ¿no crees?
– Ya no soy Flecha Verde. No tienes nada contra mí.
– Sí, ya lo veo…
– Incumplisteis el encargo de Luthor. Fuisteis vosotros los primeros en atacar, y yo sólo me he defendido. ¿Quieres que lo explique todo ante un tribunal? ¿A quién crees que harán caso?
– ¡Ja, ja, ja! ¡Estúpido! ¡No va a quedar un solo tribunal en pie en el mundo, ni nadie que juzgue más que nosotros! El mundo ya no es lo que conoces, Queen. Despídete pronto, porque os quedan sólo días…
Y camina orgullosa hasta la puerta, como un ángel que ha venido a anunciar el fin de todo. Pero antes de salir se gira una última vez hacia nosotros, y lanza una mirada pavorosa a mi aliado.
– Y tú, Merlyn… has elegido un mal bando. El Escuadrón va a hacer que pagues por traicionarnos. En vez de millones, no recibirás más que dolor. Voy a ocuparme personalmente de que sufras de manera horrible, que recibas el más inimaginable tormento, y que al fin me supliques que te mate. Y sólo entonces lo haré.
Sonríe, y ambos sabemos que es capaz. Y desaparece de la tienda, y de mi vida, espero que para siempre.



La Familia Arrow se junta en torno al villano traidor. Un hombre al que siempre consideré mi enemigo, y que hoy ha cambiado el signo de la batalla.
Merlyn y yo nos miramos, sin tener la más remota idea de qué decirnos. Y al final es Canario Negro la que rompe el hielo.
– Deathstroke le contrató para matarnos a todos… pero Amanda Waller le pagó mucho más dinero por traicionar al Escuadrón Suicida. Desde entonces ha estado trabajando para la Liga de la Justicia, e informándonos desde dentro…
Él baja la cabeza, y por un segundo no sé si odiarle o sentir admiración. Ha actuado bien, pero sólo por dinero. Todo lo que hacemos, por lo que luchamos, no le importa lo más mínimo. Al final, resulta que no hace esto por una fijación hacia mí: yo no le supongo la más mínima preocupación.
– Podemos ayudarte – le suelto después de meditarlo –. La JLA puede cubrir tu rastro, para que nunca te localicen.
– No… No serviría de nada – susurra, con los dientes rotos por mi culpa –. Hay gente muy buena en ese grupo. No. Tengo que buscarme la vida solo.
– No seas idiota. Ven conmigo y te llevaré a lugar seguro.
– ¿Un lugar seguro? ¿Cuál? ¿La Atalaya? ¿O la Flecha–cueva? Slade podría entrar en cualquiera de ellas como en su propia casa. Sois unos bobos inocentes, y justamente por eso os van a destrozar.
– Lucharemos, Merlyn. No van a poder con la Liga de la Justicia.
– No lo entiendes: ya habéis perdido. Si fuera yo quien tuviera que decidir, Luthor no habría llegado a la Casa Blanca. Pero no, los grandes héroes le dejasteis hacer a sus anchas, esperando que no se comportara como es, sino como os gustaría que fuera. Luthor es un lobo, un cazador, y no va a descansar hasta aniquilaros por completo. Y ahora tiene todas las cartas a su favor. Déjame marcharme, Queen, porque no quiero estar aquí cuando os maten a todos.
Respiro hondo, y me tiemblan los huesos.
Sí, tal vez estemos afrontando la hora más oscura…
– Siempre serás bien recibido, Merlyn. Cuando me necesites, sólo llámame, ¿de acuerdo?
– No, nunca volverás a verme, Queen. Desde hoy no habrá más lazos entre nosotros. He logrado superar mi obsesión por ti. Ya me da lo mismo lo que te traiga el futuro, si ganáis o perdéis la guerra, o si te matan por en medio. Desde ahora soy sólo un mercenario, y voy a demostrarles que soy bueno. Recuperaré mi puesto de privilegio, y tal vez incluso vuelva a servir a la Cabeza del Demonio.
– Como quieras. No me inmiscuiré en tus cosas. Pero sabes que si te cruzas en mi camino, volveremos a enfrentarnos.
– Lo sé. Es nuestro destino, Queen.
Nos miramos, como valientes caballeros unidos por el honor. Y sabemos que tal vez sea la última vez para ambos. Un mundo negro y turbio nos espera ahí afuera, y está deseando cobrarse nuestra piel.
Merlyn abandona la tienda, y de pronto me siento abrumado por lo que nos espera. ¿Qué queda ahora? ¿Cómo afrontaremos esta amenaza?
– ¿Y bien? – pregunta Speedy –. ¿Ahora qué hacemos…?
– Tu ayudante tiene razón, Ollie – aprovecha Dinah para meterme caña –. ¿Cuál va a ser tu decisión? ¿Seguirás aquí… o volverás a ser el arquero que el mundo necesita?
Levanto la cabeza, y sonrío. Y mi respuesta enardece sus corazones.
– Hay mucho que hacer, chicos. Tenemos que llamar a la Liga para que hagan limpieza aquí. Después les contaremos lo que nos han dicho los villanos… ¡y finalmente iremos a Washington y le devolveremos a ese mezquino cabrón de Lex Luthor todo lo que nos ha hecho! ¿Estáis conmigo?
Y mis chicos gritan eufóricos. Es hora de ajustar cuentas.
Dinah sonríe también, camina hacia mí, y se lanza a mis brazos con la fuerza de un tornado. La beso con toda la pasión que lleva demasiado tiempo esperando… y sé que ahora por fin podré ser feliz.
Tengo a mi mujer, a mis hijos y a mi pequeña y cariñosa nieta. Tengo una estupenda familia de superhéroes arqueros, y sé que nada de lo que nos traiga el futuro podrá cambiar eso.
¡Prepárate, Luthor!
¡La Familia Arrow va a por ti!


FIN


Referencias

1.- Bruce Wayne (Batman) tuvo que ver cómo dos de sus compañeros más queridos fueron destrozados por el Joker: Barbara Gordon (la Batgirl original) quedó parapléjica por culpa de un balazo disparado por el villano, y Jason Todd (el segundo Robin) fue asesinado por él con una barra de hierro.
2.- Kyle Rayner (Green Lantern) fue expulsado temporalmente de la Liga en GL#9 de Action Tales (aunque él insiste en que sólo le dieron unas cortas vacaciones…).
3.- DOE: Departamento de Operaciones Extranormales, la oficina del Gobierno Estadounidense cuya labor es controlar a todos los individuos metahumanos (de uno y otro bando), para prevenir cualquier amenaza por su parte. Está dirigida por el tenebroso Mister Huesos, y sólo responde ante el mismo Presidente.
4.- En este relato, J´Onn J´Onzz asume la labor de coordinador de la Liga, manejando el ordenador central y los reclutamientos de héroes, tal y como aparece en los comics de JLA de Grant Morrison y en los dibujos animados de Justice League Unlimited.
5.- Ver números anteriores de Superman y Green Lantern, en Action Tales.
6.- Ver número anterior de Green Arrow.
7.- Para más datos, ver Superman nº 17.
8.- Para más información a este respecto, ver Superwoman nº 13 (Especial Imperio).

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