La Cosa del Pantano nº03

Título: El Rey del Delta Blues
Autor: Alex Ogalla
Portada: Ernesto Treviño
Publicado en: Julio 2014

Cuando  la Madre Naturaleza detecta un grave peligro, conjuga su fuerza creando un Campeón para que libre su lucha. Pero, tal y como pasa con cada creación, con cada hijo que tenemos, no siempre termina yendo en la dirección que pretendemos. Todos esos campeones terminaron sus días convirtiéndose en árboles del Consejo... todos menos uno.
Una vez creyó ser un hombre. Pensó que era Alec Holland quien, trágicamente, había terminado convertido en un monstruo. Pero ahora conoce la verdad. Él es un ser Elemental, conectado con toda la vida vegetal de este planeta Él es…
Creado por Len Wein y Berni Wrightson

“Esta mañana temprano llamaste a mi puerta.
Y yo dije: Hola Satán.
Creo ha llegado la hora de partir.”
Me and the Devil Blues
Robert Johnson.

Una noche cualquiera de la primavera de 1931, en el cruce de caminos que en un futuro se convertirían en las autopistas 61 con la 49 en Clarksdale (Mississippi), un delgado hombre de color caminaba hacia la encrucijada portando una vieja guitarra Gibson.

Sus ojos habían perdido el brillo que quizás tuvo en antaño y ahora se comportaban como dos agujeros negros que tragaban toda la luz de alrededor, abocando a la tarde a convertirse en noche. En su interior una pesada carga era transportada. Tan oscura que incluso las personas con la que se cruzaba, comenzaron a entristecerse y se hundieron en una profunda melancolía.

Su alma era poderosamente empática y alguien iba a aprovecharse de ello esa misma noche.

La Madre Naturaleza es un ente sintiente aunque la mayoría de la gente no crea en ello. Sus raíces a lo largo de todo el mundo forman su sistema nervioso. Ellos registran la actividad que les hacen llegar todos los seres vivos, desde la larva del mosquito flotando en las charcas de los pantanos hasta el elefante de la sabana africana. Y cuando la naturaleza detecta un grave peligro, conjuga su fuerza creando un campeón para que libre su lucha. Crea a su elemental.

Pero tal y como pasa con cada creación, con cada hijo que tenemos, no siempre termina yendo en la dirección que pretendemos. Antes de Alec Holland estuvo Álex Olsen y antes que éste otro y así una gran cantidad de Cosas del Pantano que se fueron creando desde que el mundo es mundo, desde que la naturaleza aprendió a protegerse. Y todos ellos terminaron sus días de lucha convirtiéndose en los árboles del consejo…todos menos uno.


Irlanda 1846.

Axel O´Brien era uno más de los campesinos que cultivaban patata en toda la región. Su mujer y su hijo pequeño habían trabajado duramente las tierras durante el tiempo de siembra. Ya habían perdido la cosecha del año anterior y ahora también se había malogrado la de este año. Y no solo la de ellos, si no la de todos los cultivos.

La hambruna, que ya reinaba en el lugar desde hacía tiempo, se acrecentaba días tras día. Muchos habían empeñado todo lo que tenían por un pasaje en los barcos que viajaban rumbo a New York, pero Axel tenía fe en que el año que viene el cultivo no se perdería. Sin embargo, al duro clima que azotó Irlanda durante el invierno y paralizó el trabajo a la intemperie, se le sumó otra cosecha muerta.

Axel y su mujer tuvieron que ver como su hijo moría lentamente de tifus. Su situación se tornó imposible. Ya no tenía nada que vender para poder comprar un pasaje para él y su esposa. Había invertido todo en darle una tercera oportunidad a la tierra y ésta le había pagado con muerte.

Las noticias que llegaban desde New York tampoco eran muy alentadoras. Una cantidad muy alta de viajeros moría durante el trayecto en aquellas naves que apodadas barcos ataúd.

A principios de 1848 la esposa de Axel moría de disentería. El corazón quebrado de Axel terminaba de romperse. No tenía dinero para enterrala y las ayudas del gobierno hacía tiempo que no llegaban. Con el alma desgarrada, envolvió el cuerpo de su mujer en la sábana del lecho, un lecho que sabía no volvería a usar. Amarró una pala a su espalda, cogió en brazos a su esposa y se dirigió bosque adentro con lágrimas de rabia y desesperación corriendo por sus pálidas mejillas. Una cosa tenía muy clara, no clavaría ninguna cruz en honor a un Dios que dejó morir a un niño y que ahora le arrebataba a su esposa. A un Dios que lo había despojado, como a Job, de todo lo que amaba. Pero, a diferencia de Job, Axel no estaba dispuesto a aceptar el dicho “él nos lo quita y él nos lo da”. No, él no perdonaría a Dios por aquello.


1931 Clarksdale (Mississippi), media noche.

El delgado hombre que caminaba sin rumbo con una guitarra amarrada a su espalda se sienta, durante un rato, en una piedra situada en la confluencia de caminos. Reflexiona sobre cual tomar, pues lo mismo le da uno que otro. La vida carece de sentido. Desde hace justo un año, carece de sentido. Durante ese rato comienza a tocar una melodía en la que pone de manifiesto ese amor, creado durante el embarazo, que va dirigido a una criatura que no ha hecho nada, aun, por ganárselo y que sin embargo es más fuerte que cualquier otro tipo de amor. El amor incondicional hacia un hijo que nunca llegó y en cuyo parto también murió su madre. De cómo ese castillo de naipes de ilusión construido durante nueve meses se venía abajo. De cómo cada resto de escombro estaba anclado a su persona y tendría que arrastrarlos para siempre.

¿Acaso no debe estar atormentada el alma de un bluesman?

Una entidad que viajaba por “el verde” percibe esa tristeza inconmensurable. Una melancolía tan grande como la que él mismo portaba y que, bien conducido, podría convertirlo en parte de su legión.

La entidad paró su andanza y comenzó a regenerarse en las raíces de un árbol cercano. Tomó forma humana, dentro de lo posible, y se acercó al músico. Se paró justo delante de él pero a una distancia suficiente para que su rostro quedara escondido en la penumbra dejando que la luna brillase tras él.

-¿Qué pieza tocas? – Le preguntó el ser.

-Una que nadie escuchará jamás. Un blues roto y amargo. – Contestó el músico sin mirarlo.

-¿Tiene título?

-Sí, My little Virginia. Aunque me gustaría tener el talento suficiente como para interpretarla como es debido. Para hacer llegar a la guitarra lo que siente mi alma y que ésta libere conmigo lágrimas secas vibrantes al aire.

-Yo puedo concederte ese deseo, Robert. –Dijo aquella Cosa saliendo de la penumbra y mostrando su rostro.

-¡¿Qué demonios?! – Gritó Robert cayendo hacía atrás y arrastrándose en dirección opuesta.

La Cosa asió la guitarra del suelo y la acerco a su pecho. Montones de finas hebras como enredaderas sujetaron la guitarra contra sus verdes pectorales. Acercó las manos a las posiciones correctas y de sus muñecas brotaron pequeños tallos verdes y flexibles que se movían, al parecer, con vida propia. Los tallos y los dedos de aquella cosa hicieron sonar la guitarra tocando aquella melodía, My little Virginia, con una ejecución perfecta. El intérprete la hacía sonar de manera que parecía que hubiese dos guitarras tocando a la vez, una para la melodía y otra que interpretaba con música la parte que correspondía a la vocal.

Fue enriqueciéndola con rápidos arpegios, con oportunos pizzicatos, lanzando arrastres, glissandos y vibratos que hacían llorar a la vieja Gibson.

Robert dejó de intentar huir cuando aquella Cosa, a la que había catalogado de demonio, comenzó a tocar su melodía. Aquella ejecución sonaba igual a la que tenía en su cabeza y no era capaz de reproducir. Se levantó y se fue acercando como si un canto de sirena lo atrapase, el miedo quedaba totalmente eclipsado por la curiosidad. Una vez terminada la pieza, el demonio prosiguió con su juego.

-Te propongo un pacto. Te otorgaré toda esta capacidad de tocar, serás famoso y recordado en los tiempos venideros como uno de los grandes del Blues. A cambio solo quiero tu alma cuando mueras. Y ten por seguro que vendré a reclamarla.

-Mi alma no vale nada, es un lastre. Acepto. Pero antes de sellar este pacto estrechando tu mano, me gustaría saber tu nombre, demonio. – Sentenció Robert.

-Jajaja. – Rió con voz gutural aquella Cosa. – Piensas que soy un demonio… Está bien, responderé a tu pregunta. Una vez fui conocido como Axel O´Brien.

El supuesto demonio le pasó la Gibson a Robert y comenzó a darle instrucciones.

-Siéntate y apoya bien la guitarra en tu regazo. Acaríciala y siente su esencia. Está construida con madera de arce. Material orgánico. Siente cómo su madera no está muerta a pesar de haber sido tratada. Siente su vida, la vida del árbol del que proviene, su edad y todo lo que ha contemplado durante esos años. Siente la conexión que tiene con la tierra…

Mientras La Cosa le hablaba, se colocó tras él y posó el pulgar en la base de la nuca del músico y apretó con fuerza hasta que introdujo su uña afilada dentro. Un grito agónico escapó de la boca de Robert. Segundos después comenzó a sentir cómo una savia ambarina se introducía en él. La savia envolvió su cerebro, las vértebras de su cuello y de ahí lo envolvió todo hasta las falanges de los dedos. Lo que antes eran huesos comenzaba a deshacerse inflingiendo un fuerte dolor en el músico que quedó inconsciente. Esos huesos que ahora parecían maleables como el barro se tornaron en fuertes ramas y sus falanges en raíces. Ahora todo lo que su cerebro era capaz de imaginar, sus manos eran capaces de reproducirlo en aquella vieja Gibson.

Cuando el guitarrista despertó de madrugada, no había rastro del demonio. Se llevó la mano a la nuca y no notó herida alguna. Quizás fue todo un sueño, pensó. Tomó su guitarra y su corazón dio un vuelco cuando notó la vida de la madera de la que estaba hecha. Todas las instrucciones que el demonio le había dado anoche, tenían ahora sentido. Comenzó a tocar tímidamente My little Virginia y sus manos respondían a la velocidad del pensamiento. Ya no tenía articulaciones en los dedos y estos se movían por el mástil como serpientes ansiosas. Y sus ojos…sus ojos tomaban un color ámbar cuando tocaba.


1848 Irlanda.

El nudo en la garganta de Axel O´Brien se tornaba más fuerte con cada palada de tierra que echaba sobre el cadáver de su mujer. La ira y el odio lo consumían. Odiaba a su Dios por permitir esta tragedia y odiaba el sistema que había permitido que la pérdida de las cosechas llevara a la ruina a toda la región mientras los terratenientes ingleses, con intereses en varios capitales, no habían notado en exceso esta debacle.

Axel comprendió que ese nudo jamás cedería, que jamás se aflojaría para que pudiese volver a respirar algo de felicidad. Que su vida ya había acabado y nada podía hacerle cambiar de opinión. ¿Y para que esperar?, se preguntó.

Se dirigió con paso firme y decidido hacia las lagunas y una vez llegado al lugar tomó una piedra de gran tamaño y ató la cuerda, que había usado previamente para portar la pala, alrededor de la ésta y el otro extremo a su cuello.

Podría haber esperado a morir de disentería, del tifus o de escorbuto, enfermedades regentes en la región en esos momentos, pero el acto del suicidio, prohibido por ese Dios omnipotente de palabra pero de impotentes actos, le parecía el colofón final para mostrar su total rechazo.

Cada paso se hundía más dentro del cenagal, cada paso iba acompañado de un recuerdo. Recuerdos que en condiciones normales llenarían de dicha un corazón, pero que en su estado solo lo apremiaba a seguir hundiéndose. Y cuando el agua estancada, llena de mosquitos y pequeños invertebrados, le llegaba al cuello soltó la piedra y se dejó hundir hasta que su cabeza tocó contra el suelo limoso. Echó de una sola vez su última exhalación, pues no quería prolongar la agonía más de lo necesario.

Allí murió Axel O´Brien y mientras su cuerpo se descomponía, la naturaleza se preparaba para crear su siguiente campeón. Las raíces succionaban con avidez los nutrientes del cuerpo de Axel. Los pequeños animales fueron comiendo de su carne hasta que dejaron los huesos limpios. Toda la esencia de O´Brien era absorbida y transmitida a un caparazón que se estaba creando, como una perla en el interior de una ostra, muy cerca de la superficie. Al cabo de unos días, algo emergió de la ciénaga y fue arrastrándose sobre la tierra mientras hacía grandes esfuerzos por erguirse y poder sacar algún sonido de su garganta repleta de minúsculas raíces y limo.

Axel tuvo múltiples conflictos en los días siguientes. Los primeros aceptando su nueva apariencia que atribuía a un castigo divino tal y como Atenea castigó inmerecidamente a Medusa.

Y otros conflictos con los campesinos del lugar que terminaron con la muerte de éstos. Lo cual llevó al renacido a no intentar volver a su anterior vida.

Siguiendo el ejemplo de Medusa, Axel se retiró a la oscuridad y soledad que le brindaban los pantanos y allí dentro, su odio hacia el mundo se fortalecía.

Cuando la madre naturaleza crea un elemental sabe que hay un tiempo de adaptación, otro tiempo para conocer cual es verdaderamente su identidad y otro tiempo para realizar las obras para las que fue creado.

El error que cometió con Axel, fue elegir a un hombre que no renunciaría a su lado humano, a su ira, a su rencor más profundo.


16 de agosto de 1938 Greenwood, (Mississippi)

Tal y como le prometió aquel demonio, Robert se convirtió en un gran cantautor. Hizo giras por todo el sur de Estados Unidos y grabó dos discos. Aquello ya era más que suficiente como para que el demonio diera por zanjado su parte del pacto. Ahora quedaba cobrar la deuda y necesitaba hacerlo cuanto antes, pues sabía que pronto tendría que enfrentarse a un gran adversario que venía reparar el error cometido por la naturaleza al darle vida, y no sabía cual sería el resultado.

Esa misma noche el músico tocaría, como era su costumbre, con su rostro en penumbra. Horas antes el dueño del local andaba en la parte trasera apilando cajas y botellas vacías. Una voz le habló desde el follaje.

-Hola George. – Susurró La Cosa.

-¡¿Quién anda ahí?! – Respondió alarmado el dueño del local.

-Un amigo. Alguien que viene a prevenirte sobre Robert.

-¿Qué pasa con Robert? –Preguntó sin saber bien a donde mirar pues las voces parecían provenir de diferentes lugares cada vez.

-La leyenda de su pacto con el Diablo es cierta. Y no solo le otorga el don de la música si no que también le permite seducir a las mujeres, aunque estén casadas, con gran facilidad. Él ha puesto los ojos en tu mujer y a menos que lo evites, la poseerá esta misma noche para luego dejarla sumida en su vergüenza cuando el hechizo desaparezca. Lo he visto antes y sé que ocurrirá.

-¿Cómo sé si lo que dices es cierto?

-Estate atento esta noche y verás como ella ya ha empezado a mirarlo con deseo. Toma este veneno y échalo en el whisky que estoy seguro que pedirá. – Terminó diciendo aquella voz mientras un pequeño frasco de cristal volaba hasta los pies del propietario.

Aquella noche, minutos después de la función, Robert Leroy Johnson fallecía envenenado con estricnina.

Dos días después una figura inhumana pero antropoide proyectaba su sombra, con ayuda de la luna, sobre la lápida del músico. En un alarde de poder provocó que la tierra se abriera y montones de raíces se movieran serpenteantes para escupir el ataúd al exterior. Una cantidad grande de ramas pusieron en pie la caja y la abrieron.

Dentro yacía el cadáver de Johnson aun sin descomponer pero con el rigor mortis avanzado. Cayó desplomado al suelo boca abajo.

La Cosa, que una vez fue Axel O´Brien, agarró el cuello del guitarrista y clavó la uña en la nuca. La consecuencia de aquel acto desencadenó la vuelta a la vida, o más bien a la no muerte, del músico. Desde ese día se convertiría en su lacayo y tras el destierro al infierno de La Cosa, Robert sería su mano ejecutora en el plano de los vivos.

La mano que, en la actualidad, continúa operando para su amo en nuestra dimensión y haciendo que Alec Holland, la actual Cosa del pantano, no descanse de luchar contra un feroz enemigo del cual desconoce su existencia.

Continuará...

2 comentarios :

  1. Álex Ogalla abre un paréntesis en la historia que comenzó en el #1 para contarnos el origen de ese personaje que tanto peso va cobrando en la misma; un número sin la Cosa del Pantano protagonista de esta serie, aunque no por ello sin Cosa del Pantano, que puedo afirmar que me ha gustado mucho.

    Esta entrega es algo más breve que las anteriores, pero sin duda, deja al lector igualmente satisfecho, manteniendo los toques de terror habituales, con esa atmósfera "malsana" podría decirse que consustancial a esta serie. El autor mantiene el excelente nivel mostrado hasta ahora, tanto en lo que al estilo de escritura se refiere como en el desarrollo argumental, consiguiendo elevar un peldaño más el interés de la historia al mostrar parte de sus cartas. La verdad es que me ha convencido la amenaza a la que enfrenta a la Cosa del Pantano, que además crece en importancia al entroncar directamente con la propia naturaleza del protagonista.

    Aunque de momento, el autor no mantiene un ritmo frenético de publicación, pero sí constante, confío en que el #4 no se haga esperar demasiado.

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  2. Un relato de verdad interesante, perturbador que me ha dejado lleno de preguntas y el deseo de saber más. La mitología alrededor de la Cosa se amplia y con ella esta historia que esta planteada en varios platos. Bueno toca esperar el siguiente numero.

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