Elseworlds Supregirl nº 09

Titulo: Freaks (Capitulo final)
Autor: David Guirado
Portada: Roberto Cruz
Publicado en: Febrero 2012

La vida de Linda esta rodeada de secretos y misterios, tanto para ella como para sus seres queridos. Cuando tantos secretos amenazan con destruir todo lo que ha conseguido ¿tendrá el valor suficiente para dar el siguiente paso? ¡No te pierdas el impactante final de la saga "Freaks"!

Ella es la última superviviente de una grandiosa civilización. Enviada a la Tierra para escapar de un holocausto que destruiría su hogar, la joven Kara Zor-El fue encontrada por los Kent y acogida como su propia hija. Enfrentada al secreto de su origen, su vida está ahora en una encrucijada que decidirá su destino. ¡Es el incicio de la leyenda!

Linda se encontraba en su casa, a la vez que feliz, preocupada. Una sensación de euforia recorría su cuerpo después de haber iniciado una relación con Lana Lang. (1)
La seguía sonando extraño pero, al mismo tiempo, maravilloso el hecho de que una amistad de toda la vida evolucionase de forma natural al siguiente escalón. Tras sus dudas, ahora todos los poros de su cuerpo la decían que sentía algo por Lana y que iba a ser todo un placer poder estar con una chica tan especial como ella.
Por su cabeza había pasado la posibilidad de ocultarles, su recién descubierta tendencia sexual, a sus padres pero Linda enseguida había desechado esa teoría. Bastantes cosas les había ocultado recientemente como sus escapadas para enfrentarse a “freaks” pero todo eso iba a cambiar rápidamente cuando regresasen a casa, cerraría la caja de los secretos, una vez soltase todos..
En el instante en que oyó cómo se abría la puerta de su casa, la dio un vuelco el corazón; apenas pudo esperar hasta que sus padres entraran para acercarse a toda velocidad a ellos y hablarles:
- ¡Papá, Mamá! ¡Tengo cosas que contaros!- exclamó muy feliz Linda.
- ¡Ya lo creo! Viniendo hacia casa hemos oído la radio y lo sabemos todo acerca de la animadora con poderes-le riñó su padre.(2)
- Os lo puedo explicar. Había un chico que podía hacer temblar cosas y yo…- intentó justificarse Linda.
- Tú hiciste lo que creías oportuno; como con ese obrero el otro día, en el río. Tu madre y yo lo sabíamos todo. Nos llegaron las noticias locales y no es que en Smallville abunden las chicas con poderes- dijo Jonathan con retintín.
- Ahora que lo decís, conocí a una chica que es capaz de generar fuego. Nos hemos hecho amigas y vamos juntas a clase- mencionó con la voz temblorosa porque nunca había visto a su padre en tal estado de alteración y a punto de llorar.
- ¿Cómo la conociste? ¿Sabe quién eres?-preguntó Jonathan.
- Sí- dijo Linda con un hilo de voz.
- ¡Fabuloso! No sólo sales a escondidas sino que, encima, vas diciéndole a la gente lo que eres- le reclamó su padre.
- ¡Jonathan Kent! Estoy segura que la niña tenía alguna buena razón. Ella no es así y lo sabes- intervino Martha.
- Mamá, no me defiendas. Hice lo que creí oportuno en cada caso. No me iba a quedar de brazos cruzados mientras había gente que podía morir. No os lo dije antes por no preocuparos. Y sobre lo de esa chica, creí que la mejor solución era que confiara en mí antes de empezar una pelea innecesaria- respondió- Y como quiero evitar una discusión con papá, lo mejor es que me marche a dar una vuelta.
- ¡Jovencita, tú te vas a quedar en tu cuarto!-gritó Jonathan pero fue en vano porque su hija, haciendo uso de uno de sus poderes, salió de la habitación antes de que acabara de gritar.
Jonathan apoyó ambos brazos en la mesa. Se sentía fatal por lo que podría ocurrir.
- Cariño, ¿estás bien?- preguntó su esposa- Tú no eres así. Jamás te habías comportado así con Linda. Te he visto muy alterado y me preocupas.
- Martha, yo… lo siento. La quiero mucho y lo peor que nos podría pasar es que la perdiésemos. Y quizás por mi comportamiento egoísta, he dado el primer paso para hacerlo. Estoy de acuerdo con las razones que ha dado Linda para justificar sus actos pero me duele que tenga que arriesgarse- dijo Jonathan.
- Lo sé, a mí también me preocupa pero hemos de dejar que ella tome sus propias decisiones- respondió.
- Tengo miedo, Martha, mucho miedo-se sinceró Jonathan, tras casi un minuto de silencio.

Linda Kent salió de su cara llorando. No podía creer que su padre la hubiese hablado en ese tono; él que siempre había sido tan comprensivo, ahora se mostraba enfadado e irritado. Realmente, sabía que había obrado mal ocultando cosas a sus padres, pensado que era por su bien pero, ahora, se sentía peor por haberlo hecho, con un gran vacio en el corazón por la discusión con su padre.
De pronto, le sonó el móvil. Era un mensaje de texto. Limpiándose las lágrimas con una mano, agarró el teléfono con la otra. Cuando lo leyó no pudo evitar esbozar una sonrisa: “Km sta mi xica? m hces muy fliz. Flipo tdavia d k stms junts.TK muxo.”
La remitente, cómo no, era Lana Lang y la parecía increíble lo que podía conseguir esa chica: incluso un mal momento, como el que acababa de vivir, podía ser reparado por la mera existencia de alguien que era capaz de hacerla sentir cosas como las que Lana provocaba en ella. Por lo menos, un rayo de felicidad sacudía su vida.
Ahora que lo pensaba, se había marchado de casa sin contarles a sus padres lo de Lana y ella; sin duda, aún guardaría algunos secretos no aireados pero no cabía duda de que el momento en el que pretendía hacerlo, no había sido el idóneo.
Esa noche, Sam Robertson: un hombre de pelo castaño, con barba y de aspecto bastante descuidado había vuelto a Smallville, tras abandonarlo hacía unos años; en el fondo de su corazón, Sam sabía que era lo más parecido que tenía a un hogar, aunque no le gustase reconocerlo porque, después de todo, allí era donde había vivido con Anna.
Quizás se casaron demasiado jóvenes. Él aspiraba a ser algo más en la vida que un simple camarero; se merecía más o eso creía y como el destino no le daba muchas oportunidades, empezó a buscar culpables y la persona a la que tenía más a mano era a Anna, para mala suerte de la mujer puesto que Sam solía desfogarse de sus frustraciones como lo hacían los cobardes: pegando a su esposa.
Un día, cuando volvía del trabajo, se encontró una llamativa piedra de color verde en el suelo que parecía decirle que la recogiera, gesto que no dudó Sam en hacer, aunque eso significó el fin de su vida tal y como la conocía.
Linda no tardó mucho en llegar hasta la casa de Lana y, como tantas otras veces había hecho desde pequeñas, trepó por el árbol que llegaba a la ventana de Lana y tocó con suavidad el cristal.
- Cielo, sí que debes de tener ganas de verme. Acabo de enviarte un sms - dijo Lana mientras abría lentamente la ventana, para que pudiese entrar su novia.
Linda entró fácilmente en el cuarto de Lana.
- Me ha gustado mucho lo que has puesto en el sms, sobre todo, que me digas que me quieres. Me has hecho sentir especial. Quiero que sepas que también te quiero y creo que lo sabes- confesó Linda, mientras le daba un pequeño beso a Lana- Tengo que contarte algo: he discutido con mi padre.
- Lo siento mucho, corazón. ¿Tengo algo que ver?- preguntó Lana, preocupada por si su relación hubiera ocasionado esa pelea.
- No, no, para nada- dijo-. No te preocupes, ni siquiera he tenido la ocasión de poder hablar con ellos sobre… bueno… lo nuestro. Es por otras cosas- respondió.
- Ya sabes que puedes confiar en mí para lo que sea- expresó Lana.
- Eso también lo sé- respondió Linda, acercándose a Lana y, abrazándola con fuerza, perdió la noción del tiempo. Necesitaba el confort que sólo ella sabía darla.
- ¿Sabes una cosa Linda? Desearía que no me soltases nunca-confesó Lana.
Sam Robertson seguía paseando por Smallville mientras que su mente evocaba el pasado: el único recuerdo que le venía a la mente era el día en que encontró aquella pierdra verde y que cambió su vida por completo. No notó nada especial al metérsela en el bolsillo, era como coger un pequeño trofeo y apropiárselo con toda la facilidad del mundo.
Al volver a casa, sí que sintió una reacción: furia. Y todo porque su mujer tenía las maletas en la puerta, dispuesta a abandonarle. Naturalmente, no estaba dispuesto a consentir eso ya que en su retorcida mente, su mujer era un objeto más que le pertenecía.
Así que, dispuesto a hacerla entrar en razón, lo hizo de la única forma que sabía: pegándola tal puñetazo que la dejó un ojo morado. Como Anna estaba harta de sufrir humillaciones, intentó defenderse arañándolo en la cara.
Eso fue lo último que hizo ya que, lleno de furia, el cuerpo de Sam empezó a realizar un acto realmente extraordinario…
Lana Lang se encontraba recostada en su cama, medio adormilada. Realmente había sido un día duro y se encontraba exhausta. No era su intención desatender a Linda pero no pudo evitar quedarse un rato traspuesta.
Cuando abrió los ojos, vio cómo Linda estaba trasteando con su portátil.
- Preciosa, ¿qué estás haciendo? ¿Mirando páginas guarras?- preguntó medio dormida.
- Nada de eso, cariño. Te quedaste dormida y me apetecía buscar cosas sobre superhéroes; de hecho, he estado viendo cosas sobre Green Lantern- mintió Linda.
Sí dijo la verdad acerca de la búsqueda de información sobre Green Lantern pero con la finalidad de obtener algún nexo entre Abin Sur y el Green Lantern de la JSA. (3)
Poca cosa encontró: solamente una web de fans en la que pudo ver multitud de fotos, gente ataviada con el uniforme rojo y morado y, como información adicional, pudo averiguar que el anillo parecía tener una extraña debilidad con la madera.
A Linda se le ocurrió la posibilidad de que ese antiguo Green Lantern fuera uno de los 3600 agentes del cuerpo de Green Lanterns que mencionó Abin (4) y aunque el anillo del “Extraño” tenía debilidad por el color amarillo, en lugar de la madera, Linda decidió seguir indagando en otro momento.
- Por cierto, he visto por accidente una carpeta llena de fotos de un tal Scott- dijo Linda para restar importancia a las webs que había visto.
- Jajajaja-rió Lana- ¿Ya tenemos los primeros celos? Se trata de mi primo, Scott Lang. No pienses mal, es mayor que yo y tiene una hija: Cassie.
- Debí darme cuenta del parentesco al ver que ambos sois pelirrojos- comentó Linda. Realmente no había sentido celos de Lana pero lo que había hecho era desviar la conversación y la atención de Lana sobre su repentino interés en los Green Lantern.
- Princesa, hablando de familia, creo que, por mucho que me guste que estés aquí conmigo, deberías ir a hablar con tu padre. ¿Te ha llamado al móvil o algo?- preguntó Lana.
- Lo apagué después de recibir tu sms. No me apetecía hablar con nadie que no fueras tú- confesó Linda.
- Mira, no sé qué es lo que ha pasado entre vosotros pero Jonathan Kent es un buen hombre y tú eres la chica más autentica del mundo mundial. Estoy segura que tu padre y tú podéis solucionar vuestros líos. Por más que me joda eso no lo puedes hacer desde aquí, así que vete a tu casa y haz las paces con él- ordenó Lana.
- Supongo que tienes razón. Cuanto antes hable con él, antes podremos solucionar los problemas- admitió Linda- Gracias Lana, no sé qué haría sin tí. Eres mi más preciado tesoro, mi cielo.
Las dos chicas se dieron un sentido beso de despedida
Sam Robertson forzó la puerta y entró en la casa que hace años compartía con su esposa. Al ver la entrada sintió que el corazón se le salía del pecho, puesto que fue allí donde, por primera vez, se manifestaron sus poderes.
Cuando su mujer, defendiéndose de él, le arañó la cara, Sam hirvió de rabia y su cuerpo empezó a liberar una misteriosa energía eléctrica que recorrió todo su cuerpo y al no ser capaz de contener esa sensación y verse necesitado de la gran carga eléctrica que emanaba en su interior, sus manos empezaron a emitir rayos. Desafortunadamente para Anna, fue la primera en recibir todo el impacto de la energía emitida por su esposo que la achicharró, extinguiendo su vida.
Tras eso, Sam decidió marcharse de Smallville y así evitar la cárcel. Como un perro en la noche, se fue con la intención de no volver jamás. Durante los siguientes años Robertson había estado usando una identidad falsa tras otra: Max Dillon o Joseph Castle.
Acercándose el quinto aniversario de la muerte de Anna, Sam sintió la necesidad de volver a Smallville, aunque sólo fuera por un momento pero no sabía si esa era la única razón.
Rememorando su pasado, Sam notaba cómo la rabia se apoderaba poco a poco de él y, si algo había aprendido con el paso del tiempo y a raíz de haber encontrado aquella piedra verde, era que cada vez que sentía ira, su cuerpo emanaba descargas eléctricas. Sin poder evitarlo, Sam soltó un fuerte rayo que atravesó el techo de la casa, haciendo un notorio destrozo del tejado.
Mientras Linda regresaba a casa, pensaba en la posible conversación que tendría con su padre cuando se percató de algo insólito: vio cómo un rayo atravesaba el tejado de una casa pero lo más desconcertante era que el rayo no entraba en la casa sino que salía de ella.
Sin dudarlo un momento, sacó un pañuelo de su bolsillo y tapándose toda la cara a excepción de los ojos para evitar que la reconocieran, se dirigió rápidamente hacia la casa del rayo. Cuando hubo llegado, se encontró la puerta abierta y dentro a un hombre que emanaba humo de sus manos. A Linda no le costó demasiado unir cabos y deducir que el rayo había salido de aquel hombre.
- ¿Qué es lo que está pasando aquí?- preguntó Linda, intentado que sonase con tono autoritario.
- Lárgate de aquí ahora mismo- ordenó Sam.
Al no sentirse debilitada por estar cerca de la kryptopnita, Linda imaginó que, o bien no debía sus facultades a esa piedra o era uno de esos casos en los que los afectados seguían conservando los poderes a pesar de no estar en contacto con ella.
- Usted ha emitido ese rayo, ¿verdad? Sé por lo que está pasando y quiero decirle que no debe preocuparse porque es más habitual de lo que pueda imaginarse - dijo Linda acercándose y poniéndole la mano en el hombro.
- ¡No me toques, zorra!-gritó con el rostro llenó de ira- Anna era igual que tú; siempre haciendo lo que quería, no lo que yo la mandase y eso acabó pagándolo muy pero que muy caro. Contigo haré lo mismo.
Al decir el nombre de Anna, a Linda se la vino una oleada de recuerdos a la memoria. No se había percatado, por la prisa con la que se había dirigido hacia la casa que se encontraba en la antigua propiedad de los Robertson o, por lo menos, lo había sido hasta que se encontró el cuerpo calcinado de Anna y su marido se hubiera dado a la fuga. Fue en ese preciso momento cuando identificó a hombre con el que estaba hablando: era Sam Robertson, el esposo de Anna.
- ¿Eres Sam Robertson, verdad?-preguntó Linda ingenuamente.
- Tú te lo has buscado, zorra metomeentodo- dijo Sam lanzándola uno de sus rayos pero el único efecto que tuvieron en Linda, fue el de un leve cosquilleo aunque su camisa quedó chamuscada casi al completo, para sorpresa de Sam.
Ahora que había presenciado de lo que era capaz Sam, muchas cosas tenían sentido: tenía poderes y había matado a su mujer.
Linda recordaba a Anna Robertson de cuando ella era pequeña: era una mujer que tenía siempre una sonrisa en la boca pero no era más que pura fachada. De alguna forma, Linda desde bien pequeña se había dado cuenta que esa mujer no era feliz, como atestiguaban la infinidad de moratones que siempre lucía. Linda recordó que usaba siempre excusas baratas como: caerse por las escaleras o darse con una puerta en el ojo en cuestión pero todos en el pueblo, sospechaban la verdad.
Con todo y eso, Anna siempre fue cariñosa con ella, dándola caramelos de fresa siempre que la veía fuera el sitio que fuera. En uno de los cumpleaños de Linda, incuso la regaló un libro de cuentos que no se cansaba de leer una y otra vez.
Cuando Linda se enteró de la muerte de Anna, se puso muy triste y corrió a refugiarse, entre lágrimas, en los brazos de sus padres no entendiendo cómo una mujer tan dulce podía haber muerto pero ahora que tenía delante al bastardo que la asesinó pudo verificar que aquel mal nacido no sólo la había matado sino que en vida, la había dado una mala vida basada en golpes e humilaciones. Era el momento en que Sam Robertson pagase por todo.
- Mataste a Anna y creíste que podías salirte con la tuya, ¿no?-preguntó Linda.
- ¡No sabes nada! Ella iba a abandonarme `pero nadie, absolutamente nadie, me deja a mí, puta engreída- contestó Robertson mientras se disponía a lanzar otro rayo pero, esta vez, Linda lo esquivó con facilidad, para asombro de su enemigo y fue en ese momento cuando Linda lanzó un golpe contra él pero se llevó tal descarga eléctrica que hizo sacudir su cuerpo y caer al suelo.
- Ni me ha rozado tu puñetazo. Llevo años teniendo estos poderes y he aprendido a rodearme de campos de fuerza eléctricos- comentó Sam- No me puedes herir, pero yo sí puedo ir aumentando la intensidad de mis descargas hasta que acabe contigo.
- Encontraré un modo de vencerte, asesino-prometió Linda.
- Lo dudo, bonita-se rió Sam mientras la lanzaba otro rayo que esta vez Linda sintió de pleno.
El pañuelo que Linda llevaba en la cara empezaba a desprenderse por efecto de los rayos que había recibido, por lo que Sam pudo echar un buen vistazo al rostro de la joven.
- Me resultas muy familiar pero ahora mismo no sé situar tu cara. Hace mucho que no estoy en Smallville- dijo mientras miraba lascivamente a Linda- Como también hace mucho que no hago otras cosas.
Sam se acercó a ella, desabrochándose el pantalón pero antes de poder siquiera tocarla, Linda le pegó tal patada en el estómago que le dejó sin aliento.
- ¡Ni lo pienses cerdo!- gritó Linda en el instante que le dio el golpe- Parece que tu campo de fuerza eléctrico únicamente funciona cuando te concentras.
- ¡Muere!- exclamó lanzándole un rayo tras otro- ¿Por qué no te quedas quieta para que puedas sentir mi poder?
En un acto desesperado, lanzó nuevos rayos contra Linda, logrando alcanzarla: Robertson había aumentado la potencia de sus poderes, logrando aturdir a Linda.
- No vas a salir viva de aquí- amenazó Robertson.
Linda, haciendo uso de su supervelocidad, empezó a evitar uno tras otro los rayos emitidos por Sam y fue en ese momento, cuando se acordó que la madera no era buen conductor de la electricidad. Así que agarró una mesa hecha polvo que había donde se encontraban y la lanzó, con todas sus fuerzas, contra la cabeza de Robertson.
El hombre intentó usar sus poderes eléctricos para chamuscar la mesa lanzada por Linda pero mientras lo hacía, recibió un fuerte golpe en la cabeza que le derribó.
- Ésto ha sido por los caramelos de menta y por el libro de cuentos- pensó para sí- Vas a ir a la cárcel.
Sam se encontraba conmocionado por el golpe y no escuchaba lo que Linda le decía sobre detenerlo; sin embargo, sí sabía que no se dejaría vencer tan fácilmente. Fue, en ese preciso momento, cuando Sam concentró el resto de su energía en un único rayo.
Si Linda hubiese sido alcanzada por aquel rayo, la hubiera dañado gravemente pero, no obstante, Linda emprendió el vuelo justo a tiempo, pasándo la descarga eléctrica justo por debajo de ella, destrozando una pared.
- Jodida puta. No me habías dicho que podías volar- fueron las últimas palabras de Sam antes de desplomarse.
El concentrar tanta energía eléctrica y desplegarla en un único rayo había sobrecargado el sistema nervioso de Sam Robertson, quedando éste en coma.
La policía no tardó en llegar después de eso, probablemente alertados por algún vecino que se había percatado que algo raro pasaba en una casa abandonada.
Desde la distancia y a escondidas, Linda se había cerciorado que se llevaran a Robertson. Por lo que había podido escuchar, entró en coma tras el despliegue excesivo de sus poderes eléctricos.
Por mucho que Linda odiase que una vida se desperdiciase de esa forma, eso solucionaba el problema que Sam le hubiese visto la cara, ya que tarde o temprano hubiera podido identificarla. En cualquier caso, hoy el espíritu de Anna descansaba un poco mejor al haber sido abatido el hombre que la asesinó.
Ahora, a Linda la esperaba la esperaba otro reto aún más difícil: aclarar las cosas con su padre. La joven llegó casi a hurtadillas a su casa. Sus padres estaban esperándola, cosa que no la sorprendió en absoluto.
- Linda, cielo, ¿qué te ha pasado?- le preguntó su madre, al verla venir con la ropa totalmente destrozada.
Linda les contó todo lo sucedido con Sam Robertson.
- Dios, Linda… Me alegra mucho que te encuentres bien- dijo su madre cogiéndola de la cara.
Su padre, por el contrario, no dijo ni una sola palabra, levantándose de su silla y saliendo al porche. Linda puso ojos de tristeza pero Martha la dijo que saliera fuera a hablar con él, cosa que la joven hizo tras ponerse una bata.
- ¿En qué piensas, papá?- le preguntó a su padre.
- En tí, de hecho. Para ser concreto en cuando eras un bebé. Parecías tan indefensa, cuando te mecíamos en tu cunita…Ahora, desde luego, no lo eres pero una parte de mí no puede seguir evitando verte de esa forma- confesó Jonathan.
- A mí me gusta que sea así, que me cuides y me protejas- contestó Linda- Aún cuando mis contestaciones den a entender lo contrario. Lo siento, papá. Tú tenías razón, debí haberos mantenidos informados de los peligros a los que he estado enfrentándome.
- Como te decía antes, para mí aún eres aquel bebé pero es evidente que has crecido mucho; eres perfectamente capaz de valerte por tí sola y tomar tus propias decisiones. Quien lo siente soy yo, eras tú la que estabas en lo cierto- dijo Jonathan.
- Pienso que los dos sois igual de cabezotas y de tercos. En el término medio está la solución-intervino Martha- Linda, eres libre de seguir tu propio criterio, confiamos en ti pero somos tus padres y nos preocupamos por tí, es algo que llevamos en la sangre. Así que te agradeceríamos que te sinceraras con nosotros porque no pensamos dejar que lleves sola todo este peso.
- Muchas gracias papis. Os quiero mucho a ambos. Sí que me gustaría contaros un par de cosas que me he estado guardando- se sinceró Linda.
Antes de que Linda pudiese continuar hablando, sus padres vislumbraron cómo volaba por el cielo una figura envuelta en una luz verde, muy familiar para Linda.
- ¿Qué es eso?- preguntó Martha, muy extrañada de contemplar aquello.
- Creo que es una de las cosas que guardaba en secreto-dijo Linda, presintiendo de quién se trataba.
En efecto, era Abin Sur que había vuelto a Smallville y descendió de los cielos acercándose a los incrédulos Kent quienes, con la boca abierta, oyeron lo que el Green Lantern les dijo:
- Buenas noches, familia Kent. Permítanme que me presente. Soy Abin Sur, Green Lantern del sector espacial 2814. He venido para hablarles, tanto del pasado como del futuro, de Linda Kent, también conocida como Kara Zor-El-dijo Abin Sur, provocando que Jonathan y Martha no supiesen que contestar.

FIN (Por ahora...)

Referencias:
(2) También en el apoteósico número anterior.
(3) En el número anterior, Linda se dio cuenta de que en la JSA había existido un Green Lantern y decidió ponerse a investigar su posible relación con Abin Sur.
(4) En la segunda parte de Freaks, Abin Sur explicó a Linda qué era el Cuerpo de Green Lanterns.

¡¡NO OS PERDAÍS “CAMPO DE ENTRENAMIENTO: LA TIERRA”, EL SIGUIENTE ARCO ARGUMENTAL DE SUPERGIRL!!

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