Autor: Federico Hernan Bravo
Portada: Edgar Rocha
Publicado en: Noviembre 2011
Después del ataque contra Lois Clark está más dispuesto que nunca a detener al causante. ¡Es el enfrentamiento definitivo entre él y John Corben! Y además, tomará una decisión que cambiará su vida para siempre...
Un planeta condenado. Unos científicos desesperados. Su última esperanza. Una agradable pareja. Esta es la historia del hombre destinado a convertirse en el héroe más importante de todos los tiempos. Esta es la historia de...
Cap. 8: Némesis
Edificio de LexCorp. Al otro día…
Luthor se servia un vaso de Brandy de su mini-bar. Sentado delante de su escritorio, Corben apoyaba indolentemente las piernas sobre la mesa, estirándose en su silla.
-Aclaremos algo – dijo Lex, arrojando dos cubitos de hielo en su vaso – Tenias que matar al Alcalde, si, pero también a ese justiciero súper poderoso. Te contraté para eso, Corben. ¿Qué paso?
-Que tu chico de leyenda urbana superó mis expectativas… Tuve que medir su fuerza y habilidad, ante todo.
-¿Y bien? – Luthor esperó con el vaso en la mano, mientras el criminal hacia una larga pausa antes de continuar hablando.
-Formidable. Como yo, es más que lo que la vista puede mostrar. Si es humano, no me imagino cómo adquirió esos poderes.
Luthor se quedó pensativo. Tomó un trago de Brandy.
-Entonces es un verdadero problema – dijo – Quiero que dejes de perder el tiempo y lo elimines. Totalmente. ¿Entendido?
-Dalo por hecho – Corben sonrió – Estoy esperando por la revancha.
Cementerio de Metrópolis. Al caer la tarde.
El cielo sobre la ciudad se había encapotado. Gruesos nubarrones de lluvia se derramaban sobre la multitud de personas que asistían al cortejo fúnebre.
A la cita se habían hecho presentes no solo amigos y familiares del difunto, sino toda la Prensa local: radio, TV, medios gráficos, etc.
Clark se encontraba allí. Cubriéndose con su gabardina negra, se mojaba bajo la lluvia algo apartado del resto. Contemplaba todo con angustia en su interior. El féretro fue depositado en la tumba. Un sacerdote bajo un paraguas leyó algo de la Biblia y dijo algunas palabras…
Tristeza, angustia y perplejidad eran las caras que mas se veían en el funeral del Alcalde.
Una chica rubia se separó del grupo reunido, en un momento dado, y depositó un ramo de rosas sobre el cajón. Lloraba sin consuelo.
-…Chloe Sullivan, la hija del Alcalde – dijo un periodista de TV a las cámaras – acaba de dejar un tributo a la amada memoria de su padre, el hombre que mas ha hecho por esta ciudad en estos últimos años. La gente se pregunta: ahora que él no está, ¿Quién nos cuidara?
Clark se apartó aun más del funeral. Caminó por el cementerio mojandose. Se sentía en parte responsable de esa muerte… Si hubiera sido mas rápido, si no se hubiera distraído… quizás el Alcalde estaría con vida… no habría muerto.
¿Quién era ese hombre, ese cyborg? ¿Quién lo mandó? ¿Qué buscaba?
No tenía respuestas, pero sospechaba que se volverían a ver las caras.
Lo alejó de su mente un momento. Pensó en Lois. Estaba internada en un hospital cercano. Fuera de peligro, pero seguramente shockeada por lo que había visto.
Se resolvió a ir a visitarla. Pese a todo y a que se arriesgaba mucho si ella lo había reconocido, quería verla a toda costa.
Lois se encontraba internada en una habitación, sola. Estaba acostada en una cama donde descansaba. Tenía algunas vendas en sus brazos y piernas…
Cuando Clark entró, abrió los ojos y lo miró largamente en silencio. Él hizo lo mismo.
Por espacio de un largo minuto, permanecieron así… hasta que ella se decidió a hablarle.
-Superman – dijo.
Clark tragó saliva. Aguardó, con una pelota de hielo en su estomago.
-Superman – repitió ella. Él asintió.
-Si.
-Lo vi.
Clark alzó una ceja.
-¿Qué?
-Lo vi, Smallville – Lois sonrió levemente – Anoche. Cuando ese psicópata nos atacó y mató al Alcalde. Superman apareció. Lo vi. Fue impresionante.
Él se relajó visiblemente. No lo recordaba. No lo había reconocido… y si lo hizo, su mente en confusión borró el episodio.
Vaya suerte que tenia.
Demasiada, para ser cierta.
-¿Te encuentras bien? – le preguntó.
-Sobreviviré – Lois miró a sus ropas – Estas empapado. ¿Llueve afuera?
-Si. Vengo del funeral del Alcalde.
-Dios… De solo pensar que estuvimos hablando minutos antes de que ese loco nos atacara… - cerró sus ojos - ¿Alguna idea de quien es ese tipo?
-Ninguna. La policía lo busca… y creo que tu Superman también lo está haciendo.
-¿Tú crees?
-Estoy seguro. Es decir… Está claro que es una especie de justiciero, de superhéroe de alguna clase. Seguramente ira tras él.
-Más le vale… Clark, esto no puede quedar así.
Hombre y mujer se miraron por un segundo otra vez. Ella sonrió.
-¿Qué tal siguió la fiesta después de que me fui? – preguntó.
-Pues… me aburrí y me fui – se excusó él – Sucede que no era lo mismo… sin ti.
Otra sonrisa en los labios de Lois. Clark se acercó tímidamente a la cama. Le depositó un beso en la frente.
-Descansa – le pidió – Tengo que ir a trabajar.
-Perry va a matarme… y Taylor también.
-Ninguno de los dos hará eso. Se preocuparon mucho por tu salud.
-Seguramente. Si no estoy yo, ese periódico se va a pique. Puedes creerlo.
-Cuídate – dijo Clark y la dejó.
Ella lo vio irse y suspiró. Con cuidado, se dio vuelta en la cama y trató de seguir descansando.
Su mente volvía una y otra vez a la figura vestida de negro, con aquella gabardina ondeando a su espalda, como una capa.
-Superman – murmuró y al rato, se quedó dormida.
Clark, con su oscuro traje de superhéroe, patrullaba la noche desde la cima de un edificio. Sus pesquisas para encontrar al ser mitad hombre, mitad maquina lo habían llevado una vez mas al Distrito Suicida, el barrio mas peligroso de Metrópolis.
Con la ayuda de sus poderes escudriñaba los alrededores. Una combinación de visión de rayos X, súper-oído y visión telescópica le servían para su propósito. Ninguna casa estaba cerrada para él. Ningún acceso le era infranqueable.
Encontraría a ese cyborg, así tuviese que peinar la ciudad entera.
No hizo falta llegar a tanto. Corben acudió a la cita no concertada.
-¿Me buscabas? – dijo una voz a sus espaldas. Clark se volvió solo para recibir el impacto de un poderoso puño en su cara. Cayó hacia atrás, pero se recuperó rápidamente.
-Creo que no me presenté correctamente en nuestro anterior encuentro. Mi nombre es John Corben. ¡Mucho gusto! – el cyborg le tiró una patada.
Clark la recibió, pero con agilidad y moviéndose súper velozmente, se colocó detrás del gran hombre. Le hizo una llave de lucha en el cuello.
-Peleas como una niña – se burló Corben, sacándoselo de encima de un empujón. Se volvió hacia él y lo aferró de las solapas de su traje, revoleándolo por el aire…
Clark cayó en dirección al edificio vecino: una iglesia abandonada. Atravesó un vitral y aterrizó en el piso dándose un golpazo. Por la fuerza del impacto, el suelo de ladrillo se hundió un poco.
Corben no tardó en estar con él. De un salto, traspasó una pared lateral y cayó ante el altar. Se enderezó, miró al Cristo en la cruz, se persignó y sonrió, burlonamente.
-Que conveniente – dijo – Morir en la casa de Dios. Una deliciosa ironía, ¿no te parece?
-No – Clark se incorporó tomando envión. Pegó un salto hacia él. El cyborg lo recibió con los brazos abiertos. Los dos cayeron contra una pared del fondo de la iglesia, la que se vino abajo por el impacto producido.
Los dos surgieron de una montaña de cascotes y ladrillos, un momento después, como enfurecidos titanes. Corben empujó a Clark, trenzándose con él.
Se debatieron sin lograr moverse por un rato. Después, el criminal consiguió empujarlo contra una columna…
El asesino sonrió maniáticamente. Lo tenía atrapado. O eso creía.
Clark decidió dejar de refrenarse. Dio rienda suelta a otro poder suyo para vencerlo: la visión calorífica.
Dos rayos rojos potentes salieron disparados de sus ojos hacia la cara de Corben. El cyborg gritó, sorprendido, mientras la mitad de su rostro se derretía dejando al descubierto un ojo biónico y parte del cráneo de metal.
-¡Hijo de puta! – insultó.
Aquella si que era una revelación inesperada. Podía sentir dolor, pese a ser en parte maquina. Solo quería decir una cosa…
Que podía derrotarlo.
Corben largó un puñetazo hacia delante. Clark le atajó la mano y la aferró como una tenaza.
-¿Quién te manda? – preguntó.
-¡Vete a la mierda!
Respuesta incorrecta. Clark apretó la mano y se la aplastó, la machucó. Los dedos se rompieron, liberando chispas. Corben volvió a exclamar de dolor.
-¿Quién es tu jefe?
-¡Hijo de puta! ¡Vete a la mierda! ¡No te lo diré!
-Muy bien. Como gustes.
Clark hundió su mano derecha en el pecho del cyborg. Apretó con fuerza y extrajo su corazón: una batería central rodeada de cables, unida a él.
-Ultima oportunidad. ¿Quién te envió?
Corben cayó de rodillas en el piso, jadeando.
-No… te… lo diré.
-Lo harás.
Los dedos de Clark comenzaron a cerrarse, triturando la batería. El indicador interno de Corben le avisó de que si la fuente de poder central era destruida, su cuerpo no tendría sustento. Por ende, su cerebro moriría y él estaría aniquilado…
-¡Habla ya o la destruiré! – dijo Clark - ¿¿Quién es tu jefe??
-¡Lex Luthor!
Luthor. De modo que era él.
-¿Qué vas a hacer… conmigo? – jadeó el cyborg.
-Debería matarte – declaró Clark – Pero creo que la justicia estará interesada en tu declaración. Hay muchos que desearan oír tu historia.
Soltó la batería maltrecha. Se la entregó a Corben, quien la sostuvo con la única mano que le quedaba intacta.
Lo dejó varado en mitad de la iglesia abandonada, seguro de que no iría a ningún lado. Se ocuparía de que la policía se hiciera cargo de él, mas tarde.
Lex Luthor permanecía solo en su oficina, con los dedos cruzados y sentado en un sillón, esperando. Cuando Clark entró al edificio de LexCorp como un vendaval a supervelocidad, ni se inmutó.
-Creo que te debo las gracias, “Superman” – dijo – Con lo inútil que es ese idiota de Corben… sobre todo, porque deja trabajos sin terminar. Oh, bien, que remedios… me parece que me ahorrare dos millones de dólares en esta ocasión.
-Luthor… ya mismo te entregaras a la policía.
-Y si no lo hago, ¿Qué? – el empresario enarcó una ceja - ¿Iras y les contaras en persona que yo mandé a matar al Alcalde? ¿Qué quise matarte a ti, un fenómeno de la naturaleza? ¿Qué si no lo hago? ¿Me obligaras?
Clark endureció la mirada. Dio un paso al frente. Luthor levantó una mano. Llevaba una pistola.
Disparó.
La bala rebotó en el pecho del héroe, sin causar daño.
-¡Estupendo! – exclamó Lex - ¡Totalmente invulnerable a las armas comunes! Me pregunto qué podría realmente matarte, Hombre de Acero…
Los ojos de Clark brillaron, rojos. La pistola en la mano de Luthor se calentó tanto que el empresario tuvo que soltarla. En ese momento, como una atronadora bala de cañón, el superhéroe se lanzó contra el hombre calvo y lo aferró de su traje, levantándolo del suelo varios centímetros.
-¡Estas acabado, Luthor! ¡La justicia dará cuenta de ti!
-¡No, no lo hará! ¡No tienes pruebas contra mí! ¡Nada que me ligue al asesinato del Alcalde!
-Tengo a tu asesino metálico… Corben.
-¿Estas seguro? – Lex sonrió.
Clark no comprendió la sonrisa en su rostro. Bajó a Luthor. Despreocupado, Lex tomó un celular, marcó un número y habló…
-¿Tess? – preguntó. Conectó el altavoz, de modo que su acompañante pudiera oír la charla.
-Aquí estoy.
-¿Hiciste lo que te pedí?
Tess se encontraba sentada en un banco de la iglesia abandonada. La batería que alimentaba a Corben estaba a su lado, desconectada.
Mientras hablaba por celular con su jefe, miró como un equipo de limpieza de LexCorp encerraba en una bolsa negra al cuerpo del cyborg muerto.
Luthor colgó. Se acomodó el traje y la corbata que llevaba puestas.
-Así que, como iba diciendo, no tienes ninguna prueba con la que inculparme, de modo que lo mas seguro es que te marches, antes de que sea yo quien llame a la policía y te haga arrestar por violación de domicilio, amenaza a un ciudadano inocente y demás cargos que con gusto, podría inventar para ti.
Clark apretó los puños con fuerza, pero se contuvo. Sabia cuando era momento de abandonar la pista.
-Te estaré vigilando – dijo – Volveremos a vernos.
-Cuento con ello. Eres un desafío formidable.
Un viento huracanado. Una puerta que se abrió y cerró de golpe. Un segundo después, el empresario se quedó solo de nuevo en su oficina.
Cap. 9: Cuando Lois conoció a Superman
Interior de un hospital. Metrópolis. Tiempo mas tarde…
Lois abrió los ojos. Había una figura parada a los pies de su cama. Un hombre, vestido con una gabardina negra… la miraba con cariño.
-¿Clark? – preguntó ella.
-¿Está usted bien?
Estudió el rostro del misterioso sujeto con detenimiento. ¡Era increíble el parecido que aquel tipo tenia con Clark! Pero no llevaba gafas y el acento en su voz, la forma de hablarle, era distinta.
-Superman – Lois se incorporó un poco en la cama. La sonrisa del rostro del hombre no se desvaneció.
-Dios… ¿Es esto real o estoy soñando?
-Es real. Me he enterado de que me estabas buscando… que querías saber sobre mí.
Lois asintió, asombrada de estar teniendo aquella charla.
Él le tendió una mano.
-Entonces, cambiate de ropa, ven conmigo y no tengas miedo. Te lo contaré todo.
Por supuesto, Clark no le contó todo. Solo algunas cosas, las que creyó convenientes. Lo hizo mientras la cargaba en brazos y volaba con ella despacio por el nocturno cielo de Metrópolis y si bien volar era un poder que le incomodaba usar, mientras llevaba a Lois consigo no se le hizo tan agobiante…
En todo lo que duró el trayecto del hospital hasta la terraza del periódico “El Planeta”, le habló de él: que venia de un lejano mundo extinto en el espacio, que llegó en una nave siendo un bebé…
Que creció y se crió en la Tierra, donde surgieron sus poderes.
Que desde hacía un tiempo había decidido usarlos para ayudar a las personas.
Lois escuchó todo con atención, atraída, fascinada ante aquel relato de ese hombre venido de más allá de las estrellas. Era conciente de que luego tendría que reproducir la entrevista apelando a su memoria, pero no le importaba. Ahora tenía la certeza. Ahora estaba convencida.
Tenía entre manos la historia del Siglo.
El viaje acabó en la terraza del Planeta. La depositó con cuidado allí y descendió junto a ella. Suspiró y caminó hacia la cornisa, mientras la brisa nocturna jugaba con su gabardina, haciéndola ondear como una capa.
-Es una ciudad maravillosa – comentó – Cientos y cientos viviendo en ella. Yo puedo escucharlos a todos.
Había una nota triste en su voz. Lois se le acercó. Le apoyó una mano en el hombro.
-Está noche me he enfrentado al Mal – le informó él – Alguien con una impunidad terrible, acostumbrado a manipular las cosas a su antojo.
Le contó sobre Corben y sobre Luthor. Lois escuchó con indignación como las sospechas que tenia (que Lex estaba implicado, de alguna forma u otra, con la muerte del Alcalde) se cumplían. Sintió que su sangre hervía. ¡La atrocidad de ese hombre no tenia limites! Iba a matarla también a ella, durante el atentado al político…
-¡Vamos a denunciar a ese hijo de puta! – exclamó, sin miedo.
-No tengo pruebas – tercio él – Se encargó de borrarlas. Pero puedes estar segura de que lo vigilare de cerca. Cometerá un error… y cuando lo haga…
-…Lo atraparemos – Lois asintió – Puedes contar conmigo para ello.
Clark la miró. Le dedicó una sonrisa dulce.
El cuerpo de Lois se estremeció.
-Debo irme – dijo él – y tú tienes una historia que escribir.
-Si.
-Suerte con eso – le guiñó un ojo y comenzó a flotar en el aire.
-¡Espera! – pidió ella. Clark se detuvo en el aire - ¿Nos volveremos a ver?
-Por supuesto – fue su respuesta – Siempre.
Se marchó volando, perdiéndose entre los rascacielos. Lois se lo quedó mirando, con el corazón latiéndole fuertemente en el pecho.
Nunca antes había estado un hombre así en su vida.
Nunca.
Sentía que su vínculo con este era especial.
Cap 10: Un desencanto en el trabajo
Edificio del Daily Planet.Al otro día.
El señor Taylor terminó de leer el artículo redactado por Lois. A su lado, Perry White aguardaba.
La reportera esperaba, sentada delante de ambos, el veredicto final del Editor…
-Bien… esto es… singular – dijo Taylor, dejando los papeles sobre su escritorio y mirándola – Hablando con franqueza, la conclusión de tus investigaciones es…
Enmudeció. Buscó la palabra. White lo ayudó.
-Fantasiosa.
-No es exactamente lo que iba a decir, pero si, es muy… extravagante.
-Un justiciero superheroico alienígena. ¡Vamos, Lois! ¡Parece argumento de una mala película de Ciencia Ficción! – puntualizó White - ¡Somos un diario serio! ¡No podemos publicar eso!
Lois se puso de pie.
-Entonces, consideren mi renuncia.
-¡Lois, por favor!
-No pienso cambiar ni una coma de ese articulo que escribí. Todo es la verdad. De principio a fin.
White se agarró la cabeza. Taylor llamó a la cordura y a la razón. Analizó la situación fríamente.
-Cuentas muchas cosas que no tienen base sólida – dijo – o cosas que no se pueden probar.
-¿Por ejemplo?
-El origen de este “Superman”; la naturaleza de sus poderes y… ah, por supuesto, la denuncia que el misterioso personaje hace contra Luthor…
-Jefe, lo coteje bien antes de terminar la redacción. John Corben existe. Resultó ser un asesino a sueldo buscado intensamente por el FBI.
-…Que tú dices que es un cyborg – Taylor se cruzó de brazos – Pero no me cambies de tema. Creo que con respecto a Luthor ya habíamos arreglado las cosas.
Lois resopló. Intentó guardar la calma, pese al infierno que latía en su corazón.
-Consideren mi renuncia – volvió a decir – No voy a cambiar nada del articulo.
-Haremos esto – Taylor hizo una pausa. Continuo – Dejaremos todo este asunto en suspenso… y NO vamos a despedirte – al ver que Lois iba a replicar, la atajó deprisa – Entiende que es demasiado fuera de lo normal lo que cuentas. Lois… a lo mejor estas cansada. Recuerda que sales de un hecho muy terrible como un atentado criminal. ¿Por qué no te tomas unos días de vacaciones en el exterior? Por ahí te venga bien.
-Los gastos corren por cuenta de la empresa – agregó White.
-Ve, viaja, descansa… y luego vuelves y retomas tus actividades, como siempre. ¿Qué te parece?
Lois bajó la vista, vencida.
Al volver a su escritorio, se encontró con Clark. Al verla, le sonrió.
-¡Lois! ¿Cómo estas?
-¿Qué hay, Smallville? – dijo ella, mientras comenzaba a guardar sus cosas. Su semblante expresaba tristeza.
-¿Sucede algo?
-El jefe me manda de vacaciones. Mi historia sobre Superman no los convenció.
-Oh… - Clark pestañeó – Lo siento mucho. De veras, Lois.
-¿Sabes? No me importa lo que ellos digan – Lois frunció el ceño, desafiante – Superman existe y lo voy a probar. En algún momento lo haré y será para la primera plana.
-Lois, si alguien puede lograrlo, esa eres tú – aseguró Clark, sonriendo – Estoy cien por cien seguro.
-Gracias, Smallville. Sé que puedo confiar en ti – la tristeza de su rostro dio paso a una sonrisa pequeña.
-Piensalo de esta forma: a lo mejor Superman decide hacer en algún momento un acto heroico de forma más pública. Algo grande. Y ahí tendrás tu primera plana.
-Dios te oiga, Clark.
Epilogo
El avión de pasajeros atravesaba el cielo, entrando en territorio norteamericano. Lois se reclinaba en su asiento; sus vacaciones en el exterior habían llegado a su fin. Era hora de volver a su vida y su trabajo.
De repente, se produce un tumulto. Dos sujetos armados irrumpen en la sección del avión donde estaba. Hablan primero en árabe y luego, en inglés…
-¡Todos al suelo! ¡YA! – gritó uno de ellos - ¡Nadie intente nada o lo lamentara!
La sangre de Lois se enfrió. Estaban en mitad de un ataque terrorista. ¡Estaban tomando al avión y sus pasajeros de rehenes!
Con sigilo, se agachó en el piso. Rebuscó su teléfono móvil y lo extrajo. Marcó a prisa el primer número de su lista de contactos.
-¿Clark? – susurró – Soy yo.
-¡Lois! ¡Hola! ¡Que bueno oírte de nuevo! ¿Dónde estas?
-Escucha, no tengo mucho tiempo… Estoy en el avión de regreso a Metrópolis. Nos acaban de tomar de rehenes.
-¿Qué?
-¡Terroristas! – Lois miró entre los asientos hacia donde los dos sujetos armados estaban – Veo dos… supongo que son mas. Están tomando el control del avión…
-Por Dios…
-¡Van a estrellarlo! ¡Como hicieron el 11 de septiembre! Escucha, avisa a…
Un gritó a sus espaldas la asustó. Un tercer terrorista la descubrió con el teléfono en la mano. Se lo sacó de golpe y lo destruyó de un pisotón. Le apuntó con una metralleta…
-¡Este avión pertenece desde este momento a la Sagrada Causa Islámica! – anunció una voz por los altavoces. Venia directamente desde la cabina del piloto - ¡En el nombre de Alá, somos guerreros de Dios en una cruzada contra los infieles! ¡Moriremos en esta causa sagrada para asestar a los impuros un golpe directo a otro de sus símbolos de pecado! ¡Alabado sea Dios!
Lois no lo podía creer. Estaba en mitad de la primera plana de los periódicos del día de mañana… y, estaba segura, ella no la podría leer.
El avión fue desviado de su curso a Metrópolis. Enfiló directo sobre la ciudad de Nueva York, en dirección al edificio del Empire State. ¡Allí, esos locos fundamentalistas planeaban estrellarlo!
…Pero eso no sucedió…
Una figura surgió de las nubes. Volaba a velocidades supersónicas hacia el avión. Cuando llegó a su lado, se colocó delante de su trompa y lo atajó.
En el interior de la aeronave, todo se sacudió. Los terroristas cayeron al suelo, sin entender qué estaba pasando. Lois se sostuvo en su asiento.
Algo pasaba afuera.
El avión se detuvo.
Suspendido en el aire, lo jalaron despacio hacia un estadio de fútbol cercano. En aquellos momentos de la mañana, no había casi nadie en las inmediaciones, por lo que fue depositado en pleno campo de entrenamiento con suavidad. Los pocos testigos que por el lugar pasaban se llevaron la sorpresa de sus vidas…
Lois se acercó a la ventanilla más próxima. Echó un vistazo al exterior.
Una figura azul y roja flotaba hacia la puerta del avión. Un sonoro “¡CRAC!” se produjo. Los pasajeros, ubicados en sus lugares, se miraron con extrañeza. Los terroristas se gritaron órdenes en árabe; hubo disparos y ruidos de golpes.
Todo duró unos segundos. Cuando acabó, un hombre vestido con un traje azul y una capa roja, con una “S” en el pecho se asomó a ver. Pese al cambio de traje, Lois lo reconoció. Salió a su encuentro…
Él asintió. Miró a los demás pasajeros. Todos los ojos estaban contemplándolo, atónitos.
-¿Todos están bien? – preguntó.
-¡¡Muere, perro infiel!! – gritó un terrorista árabe, apareciendo con una metralleta en las manos. Disparó una salva de mortíferas balas.
La gente gritó. Las balas rebotaron como si nada en el pecho del superhéroe. Cuando el arma del terrorista se quedó sin munición, su cara fue un canto a la desolación.
Superman le propinó un golpe. No fue tan demoledor como para matarlo, pero si con el suficiente impacto para dejarlo inconsciente. Una algarabía general estalló en el avión. ¡Los terroristas estaban vencidos!
Alguien sacó una foto con cámara digital. Cientos de teléfonos celulares se alzaron en el aire. La gente comenzó a filmar lo que estaban viendo… otro los usaban para comunicarse con sus familias y conocidos, para contarles lo que había pasado.
Ignorando todo el movimiento a su alrededor, Lois se acercó a Superman.
-Gracias – le dijo – Esto es nuevo. ¿A que se debe el cambio?
-Reflexioné un poco. El negro estaba bien, pero era muy deprimente. Decidí que el azul y el rojo no estaban tan mal, después de todo… ¿Estás bien, verdad? – le preguntó.
-Hoy, gracias a ti, fantástica. Pero, ¿Cómo supiste lo que pasaba?
Como toda respuesta, Superman se llevó un dedo a la boca, haciendo el gesto de “silencio”.
-Secreto de profesión – dijo y se volvió para irse.
-¡Espera! – Lois lo detuvo. Sin darle tiempo a nada, le estampó un beso en los labios.
Cuando se separaron, él la miró. Ella le sonrió, feliz.
-Cuento con volverte a ver otra vez – dijo – No desaparezcas mucho tiempo.
Con una sonrisa de oreja a oreja, la dejó. Salió flotando por la puerta del avión. La observó por un momento. Después despegó, elevándose a alta velocidad, hacia el cielo.
El titular del Daily Planet rezaba: “SUPERMAN SALVA N.Y DE ATENTADO TERRORISTA”
El titular del Daily Planet rezaba: “SUPERMAN SALVA N.Y DE ATENTADO TERRORISTA”
De modo que ya era oficial. Su nuevo nombre estaba en la primera plana de los diarios de todo el mundo.
Su vida había cambiado. Nada volvería a ser igual.
Suspiró y sonrió. Era la segunda vez en que disfrutaba del poder de volar. La primera fue cuando llevó a Lois a la cima del edificio del Planeta.
Atravesó el cielo. Planeó por la orbita de la Tierra, hacia el sol naciente. Una sonrisa de satisfacción se dibujaba en sus labios…
¡Fin!
"Elseworlds: Man of Steel: Este es la historia con la que Federico Hernan Bravo debuta en Tierra-53. No nos encontramos con un autor novato (ha demostrado con creces su buen hacer en la línea Encrucijada) pero si descubrimos un gran fan del personaje. Partiendo de una estética y un planteamiento muy cercanos a la serie “Smallville” pronto comienzan a aparecer pequeños detalles y guiños a otras versiones anteriores. Poco a poco se construye un universo particular, especialmente a través de las relaciones interpersonales que mantienen los personajes. Especialmente deliciosos son los momentos de intimidad entre Lois y Clark, donde Federico construye a dos personajes totalmente tridimensionales con los que rápidamente conectas. Y ese es uno de los puntos fuertes del relato. Porque, como en la serie, esta no es la historia de Superman: es la historia de Clark . Y es él el verdadero centro de todo el relato. Esta claro que me ha gustado y que la recomiendo ¿no? "
ResponderEliminarExtraido del Libro de visitas de AT (www.gritos.com/at)
Gracias por tus hermosas palabras, Roberto.
ResponderEliminarPara mí haber escrito este Fanfiction fue un placer. Las partes que mas disfruté y que creo que se nota, es la historia de fondo de Lois y de Clark. Son una pareja tan hermosa y tienen mucho para dar de sí mismos.
Quiero dar las gracias tambien a todos los que leyeron este Fanfiction (aparte del buen amigo Roberto). El placer del escritor es que el lector difrute un buen rato leyendo lo que escribe. De mi parte y para todos ustedes, un GRACIAS enorme! ^^
Un abrazo a todos y feliz 2012!!
FEDERICO H. BRAVO