Titulo: La bendición de un hombre sin miedo (IV): Renacimiento Autor: Gabriel Romero Portada: Ivan Reis y Roberto Cruz Publicado en: Abril 2011 Ha llegado la hora de verdad. Ahora que Hal ha renunciado a su poder como el Espectro... ¿cómo podrá detener las terribles fuerzas que se conjuran para destruir el Universo?? ¡¡No te pierdas la continuación de esta increible saga!!! |
Nacido sin miedo y honrado a carta cabal. Dos requisitos indispensables para convertirse en el mayor defensor
de la verdad y la justicia por todo el Universo. Para vestir los colores y el anillo de poder de…
en la noche más oscura,
ningún mal escapará de mi mirada.
Que aquéllos que adoran el poder del mal
tiemblen ante mi poder:
¡la luz de Green Lantern!
El planeta Zamaron es como un gigantesco ópalo de un hermosísimo tono añil y lejano, como una enorme piedra preciosa que orbita sobre un sol antiguo y rojo, consumido. Es como un reflejo de Oa en el otro extremo del Universo, igualmente cansado y feo, pero mucho más carente de vida. No hay antiguas ciudadelas levantadas en su superficie, ni leyendas de dioses que caminaron por su suelo, ni siquiera hay un suelo que pudieran pisar. Zamaron es una inmensa bola de gas sin un solo átomo de materia sólida, un poco al estilo de Júpiter pero mucho más grande. Su atmósfera es un conglomerado de hidrogeno y helio constantemente azotado por salvajes tormentas eléctricas, y su inconsistente superficie se revuelve plagada de tsunamis y maremotos de una intensidad brutal. ¿Cómo demonios viven estas mujeres, y dónde? No hay ciudades, ni tronos adornados con joyas, ni brillantes baterías de Luz Violeta, ni arpas que manipulen los recuerdos de la gente. Me giro hacia Carol, pero ni ella ni yo recordábamos esto tan vacío. La última vez que estuvimos en Zamaron había un planeta en el que posarse, y unos templos enormes de piedra y metal, y legiones de guerreras del espacio con una agenda misteriosa que les hacía raptar mujeres y convertirla en villanas. Carol es ahora una persona libre y ha elegido por sí misma volver a convertirse en Zafiro Estelar, pero la primera vez que la trajeron fue obligada, y la transformaron en su esclava para enfrentarse a mí y saldar sus viejas deudas con los Guardianes. No eran tan buenas como querían aparentar, y ese Amor tan presumiblemente generoso tenía mucho de rencor y de venganza contra ellos, aunque luego recapacitasen después de la Crisis y se fueran todos juntos a procrear. Hasta que descubrieron que con la inmortalidad se habían vuelto estériles, y terminasen otra vez enfadados y cada uno en su lado del Universo.
de la verdad y la justicia por todo el Universo. Para vestir los colores y el anillo de poder de…
Hal Jordan creado por John Broome y Gil Kane
Resumen de lo publicado: Hulka se enfrenta al representante del Anti–Monitor en el Universo Marvel, el poderoso Thanos, mientras que los Cuatro Fantásticos recorren el tiempo y el espacio en busca de los fragmentos de un objeto místico que podría darles la ventaja que precisan.
Mientras, Parallax y el Espectro se enfrentan a muerte, y Hal Jordan aprovecha su nuevo poder para saldar deudas con Mongul y el Cyborg, pero finalmente comprende que su lugar no está bajo el manto del Fantasma Verde, y lo abandona, justo cuando más falta hace para el Universo.
Mientras, Parallax y el Espectro se enfrentan a muerte, y Hal Jordan aprovecha su nuevo poder para saldar deudas con Mongul y el Cyborg, pero finalmente comprende que su lugar no está bajo el manto del Fantasma Verde, y lo abandona, justo cuando más falta hace para el Universo.
"Fue hace muchos miles de millones de años, cuando el Universo era joven y las estrellas latían con fuerza recién nacidas en el seno de tiernas nebulosas. La explosión que dio la vida al Todo aún se recordaba entre los mundos más veteranos, y la representación del Cosmos creciente, la que habría de ser llamada Kismet por los mortales, era todavía una niña pletórica de potencialidades. Faltaban muchos milenios para que fuera asesinada por su hermano y sustituto en la Creación, el ser hecho de Entropía que se haría denominar Señor del Tiempo. Por ahora Kismet sería la única Reina del Todo, y su existencia era la existencia del Cosmos entero.
Pero incluso en estos tiempos primigenios había gestas dignas de leyenda, como la que llevó a un grupo de osados científicos del planeta Maltus a aventurarse en las profundidades del espacio rastreando las emanaciones del Big Bang. Seres hambrientos de saber que no se contentarían jamás con explicaciones fáciles, que tendrían en sus manos el equilibrio de las galaxias sólo por un puñado de conocimientos. Y por esta hambre insaciable hallarían que el origen del Cosmos había dado vida a un planeta, un rojizo cuerpo celeste lleno de energías precursoras, y que incluso ellos que no eran sino mortales podían sentir en sus huesos.
Aterrizaron, y el mismo Dios se apareció para premiarlos.
–Bienvenidos, mortales, al siguiente paso en vuestra evolución. Habéis descubierto el Centro del Universo, el lugar donde está concentrado todo el Poder de la Vida, y por esa razón os premiaré con sus secretos. Yo soy Oa, Dios del Bien, y desde hoy llevaréis mi nombre a gala como una enseña de honor infinito.
Y de este modo fue como los primeros mortales de la Historia dejaron de serlo, y adoptaron orgullosos el gentilicio de Oanos. Aprendieron a transformar la Energía Cósmica en luz que podían manipular, y por fervor a su deidad recorrieron las eternas galaxias luchando por el Bien y la Justicia en todas partes.
Los momentos oscuros, por supuesto, también habrían de llegar. Los tiempos en que las mujeres de Oa empezaron a adorar a Zamaron, Diosa del Amor y el Cariño, y abandonaron a sus compañeros por una vida de aislamiento. Los tiempos en que un grupo particularmente violento de Oanos eligió imponer el Bien a través de la Fuerza, y siguieron las enseñanzas de Control, el Dios de la Rabia Incontrolada… que no era otro que Parallax disfrazado, usándolos como peones en un juego que habría de durar milenios, para extender la influencia del Mal en un antiquísimo Universo que era virgen.
Hasta hoy.
Hasta el día en que la oscuridad se ha hecho tan grande que las últimas fuerzas del Bien están contra las cuerdas, y no queda más Oano que el diminuto Ganthet, cuyo poder y valentía superan con mucho su minúsculo tamaño. Pero incluso así no es fácil que sobreviva a esto. Sus enemigos son extremadamente poderosos, y ya no hay ni un solo Green Lantern que le ayude. El Cuerpo ha sido aniquilado de una forma absoluta, más incluso de lo que hizo Parallax cuando estaba unido al humano Hal Jordan, porque ahora también Kyle Rayner y John Stewart están muertos, y en cambio sus rivales no dejan de multiplicarse. Así que presta atención, pequeño Sayid, al desenlace de una guerra mítica que decidirá el destino del Cosmos. Bien contra Mal. Qward frente a Oa. El Último Guardián del Universo desafía a la encarnación de la crueldad absoluta, y por ahora no tiene a nadie que esté de su lado.
Por ahora."
- Sí, Maestro Metrón, estaré atento. Veo que aún me queda mucho por descubrir.
Voló eufórico sobre los restos del Capitolio, y su capa ondeaba como una nefasta bandera. Sus manos asían con fuerza el aire que desde hoy le pertenecía, y suyos eran los cielos y la tierra por derecho de conquista. El Doctor Muerte había dominado por sí solo la indefensa Tierra–712, y sus mayores enemigos eran incapaces de combatirlo.
De pie sobre las moribundas ruinas de la Democracia, escoltado por un millón de robots de distintos tamaños, su risa era un negro presagio de lo que estaba a punto de suceder.
–¡Vamos, Reed, déjame pegarle! –chillaba La Cosa lleno de furia–. ¡Este tipo ha hecho pedazos un planeta entero, y hay que obligarle a que lo pague!
–¡No, Ben, quédate quieto! Mucho me temo que Víctor aún tiene unos cuantos ases en la manga, ¿no es así?
–¡Ja, ja, ja! ¡Qué bien me conoces, Richards! En efecto, he estado trabajando mucho desde la última vez que nos encontramos, y creo que ahora no soy yo el que está en desventaja. Mi ejército de Muertebots se ha multiplicado por mil, y sus formas y diseños han cambiado tanto que ya no es posible que me derrotéis nunca más. Deja que tu gorila me ataque, Mister Fantástico, y veremos quién es realmente el hombre más inteligente del mundo.
Y Ben Grimm no pudo dominarse por más tiempo. Saltó como una tromba sobre la figura acorazada, proyectando sus manos de roca como verdaderas tenazas súper–poderosas, y de su garganta exhaló un grito horrible, un odio largamente contenido.
Pero se detuvo en seco.
Tembló, se estremeció en el aire con el rostro contraído de dolor, moviendo los dedos en la nada como si pretendiera estrujar al verdadero causante de su mal, pero no pudiera. Y finalmente cayó al suelo, inconsciente. Respirando, pero incapaz de seguir presentando batalla.
–¿Qué le has hecho, maldito demonio? –gritó la Antorcha Humana, hirviendo de odio hacia Muerte.
–Lo mismo que os puedo hacer a cualquiera, si pretendéis dañarme. Hace varios minutos que estáis infectados por mis nanobots asesinos, desde el mismo momento en que pusisteis un pie en esta Tierra. No debisteis respirar, ¡je, je, je! ¿No sabéis que incluso el aire me pertenece ahora?
–¿Qué le hiciste, Víctor? –dijo Richards, con el semblante aparentemente tranquilo, pero imaginando un plan en su cabeza–. ¿Algún tipo de ataque cerebral transitorio? ¿Tan específicos son tus androides en sus ataques?
–Mucho más incluso. El señor Grimm puede tener una apariencia de roca, pero en su interior es tan humano como cualquiera, y no es difícil para mis creaciones alcanzar el torrente circulatorio y taponar una pequeña arteria del cerebro. Despertará en unos pocos minutos y sin daños, pero con un terrible dolor de cabeza que le durará varios días. ¿Alguno más de vosotros o vuestros aliados quiere uno igual?
–Monstruo… –susurró Hiperión, calculando hasta qué punto podría estar preparado el Doctor Muerte para un ataque de hiper–fuerza o de la velocidad de Zumbador. Al fin y al cabo ya había derrotado sin esfuerzos al Doctor Spectrum, que era el miembro más poderoso del Escuadrón Supremo. Eso le convertía en uno de los villanos más temibles a los que se hubieran enfrentado nunca… tal vez el más temible de todos.
–¿Nadie? ¿No hay más bravatas, ni amenazas estúpidas? ¿Al fin habéis comprendido que Muerte es vuestro amo natural? ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Qué irónico, que tantos héroes dotados de increíbles poderes metahumanos caigan ante el genio de un simple mortal! ¡Pero no de un mortal corriente, sino del más peligroso y fantástico de los hombres! ¡Del incomparable Doctor Muerte!
Y justo conforme pronunciaba estas palabras, el cielo se iluminó con el poder sin fin de una grieta cósmica, y un ruido atronador llenó sus oídos, al tiempo que el mismo espacio entre los átomos se abría por la mano de dioses lejanos. Muerte levantó la vista intrigado, desconocedor de la formidable energía que se estaba liberando ante sus ojos, y se maravilló ante la musculosa figura que emergió de aquel túnel. Era un ser enorme, acorazado por completo, y que montaba una especie de trineo espacial diseñado para surcar las galaxias y estrellas más lejanas. Su cabeza estaba encerrada dentro de un casco hecho del mismo material que las nebulosas, y sus ojos eran del fuego del propio Big Bang. Y cuando habló, toda la Tierra–712 se estremeció por el ardor que inundaba su pecho.
–¡Ya es suficiente, villano! ¡Tus actos hoy son tan innobles que hasta los propios universos paralelos se avergüenzan de ti! ¡Hay una guerra cerniéndose sobre vosotros, y tú aprovechas para conquistar las migajas de Qward! ¡Pues ya basta! ¡Ahora tendrás que rendir cuentas a Orión, Señor de la Guerra de Nuevo Génesis, y no te será tan fácil escapar de su Astro–Fuerza!
Los Muertebots levantaron el vuelo al instante, alertados por la orden mental de su creador y por las impresionantes lecturas de energía del enemigo, pero no pudieron hacer nada. Un solo disparo de los temidos rayos de Orión desintegraron por completo a los androides más poderosos del Cosmos, dejando sólo cenizas a su paso. Los enormes tanques eran reducidos a escombros, las naves asesinas caían a tierra como piedras soltadas desde altura, y los nanobots se veían incapaces de penetrar el aura de energía del dios cósmico.
–¡No me mandes más esclavos artificiales, villano, y da la cara! ¡Enfréntate a mí, y cae vencido!
Muerte se elevó por encima del mundo al que había derrotado, y sus manos metálicas brillaron con el fuego que sólo pertenecía a otro ser, el que llaman el Devorador de Mundos.
–Veo que no eres de este universo, guerrero, sino del mismo del que proviene el llamado Kilowog, y que tu poder es realmente impresionante. Pero, ¿lo será tanto como aquél que copié de Galactus, el mismo poder que le robé a Estela Plateada en una de sus primeras aventuras en la Tierra (1)? ¡Veámoslo!
Se encontraron, y el cielo se resquebrajó por la ferocidad de su ata que. Las dos formas blindadas exudaban ríos de fuego por cada uno de sus poros, y las galaxias se estremecían de miedo al verlos. No había un solo mortal que no sintiera en sus huesos lo determinante de esta batalla, y lo mucho que iban a perder todos fuera cual fuese el resultado final. Los dos eran titanes de una estirpe superior, y cualquiera que resultase vencedor se proclamaría dueño absoluto del universo.
Los Cuatro Fantásticos y el Escuadrón Supremo apartaron los ojos del brillante sol en que se había convertido esta guerra, y cuando volvieron a mirar ya sólo quedaba uno de los combatientes. Una figura corpulenta cuya armadura había sido plenamente destrozada, y bajo sus restos se observaba una piel con signos de muchos años de dolor.
–¡El fin ha llegado! ¡No hay duda de que yo soy el vencedor, aunque sea por poco, y mi rival ha desaparecido! ¡No queda nada de él que recuperar, salvo recuerdos amargos! ¡Porque en este día la Justicia ha alcanzado a Víctor von Muerte, de la mano del todopoderoso Orión de Nuevo Génesis!
Los héroes corrieron a abrazarle, el primero de ellos Hiperión, justo a tiempo para el instante en que el Nuevo Dios se desplomó a tierra casi inconsciente.
–Tranquilo, amigo mío, no intentes moverte –dijo Mister Fantástico con una sonrisa que buscaba dar tranquilidad–. Sabemos que esta batalla ha sido una de las más terribles que hayas enfrentado. Muerte tenía de su lado un poder que sólo podía haber sido combatido por Galactus, y tú has vencido. Por desgracia las heridas que recibiste son casi fatales. Algo que sólo puede ser restablecido con el objeto que habíamos ido a buscar. Spectrum, es tu hora.
De entre el nutrido grupo de héroes avanzó la figura enmascarada de Joseph Ledger, el hombre que empuñaba el Prisma de Poder, y a sus pies fueron reuniendo los fragmentos de algo que habían encontrado a lo largo del tiempo y el espacio. Tres piezas distintas que brillaban con un fulgor inhumano, y que al juntarse asumieron una forma que ninguno de los habitantes del Universo Eternidad había contemplado nunca: una Linterna Verde.
Y al empuñarla, Ledger comprendió al instante las verdades inmutables del Universo.
–No luches, Orión de Nuevo Génesis, porque ha llegado la paz. Al fin he hallado la fuente de mi enorme poder, la luz que enviaron los Guardianes hace eones, y que me ha estado buscando desde entonces. Forjaron con sus manos inmortales una batería y un prisma que canalizaran la Energía Esmeralda de sus cuerpos, y los enviaron a este universo en busca de un defensor del Bien. Durante años he empleado el Prisma de Poder para convertirme en el Doctor Spectrum, ajeno a su auténtico origen y a los fragmentos de la Batería que estaban dispersados por el Tiempo, a salvo de los Agentes del Mal que la buscaban. Ahora por fin estoy completo, y tú serás el primero en notar quién he llegado a ser.
Extendió las manos, y al instante las brutales heridas del Señor de la Guerra desaparecieron, y éste se puso en pie, dolorido, pero a salvo.
–Te lo agradezco, hermano. Ahora veo que eres más que un mortal, que eres incluso análogo a los míos de Nuevo Génesis.
–Pero… –susurró angustiado Hiperión–. ¿Qué será de nuestro mundo? Muerte lo ha destruido hasta límites que nunca creímos posibles. Esta batalla ha supuesto la extinción de millones de ciudadanos inocentes.
–No tiene por qué ser así –dijo el ser cósmico en que se había convertido Spectrum–. Muerte creó un bolsillo del tiempo para iniciar su invasión, una deformidad artificial que no supimos prever, y con la que se hizo dueño del mundo. Pero ahora que poseo conciencia universal puedo cortar ese bolsillo y devolver la linealidad al tiempo, hacer que nada de esto haya sucedido jamás. Nosotros podremos recordarlo, porque sí que habrá sucedido para nosotros, y Muerte seguirá desintegrado como está ahora, pero el resto de la Tierra–712 no sabrá nunca lo que ha ocurrido… o lo que podría haber ocurrido de no estar nosotros.
Remontó el vuelo, y todos supieron que el horror podría desaparecer de un momento para el otro. Que ellos sabrían siempre de lo que había sido capaz su enemigo, pero al menos privarían al Universo de estos pesares. Sólo los guerreros más capaces podían afrontar tales hechos cada día, porque esto era a lo que estaban destinados.
–Ha llegado la hora –dijo Orión, poniendo una mano en el hombro de Kilowog–. Tu Faro del Tiempo cumplió con su deber. Ganthet sintió tu llamada a través de los universos paralelos, y me encomendó la tarea de llevarte a casa. Una guerra innombrable se ha desatado sobre Oa, y sólo podremos vencerla haciendo uso del valor más primario.
–Nosotros vamos contigo –intervino La Cosa–. ¿Crees de verdad que después de esto vamos a perdernos toda la diversión?
–Sois buenos amigos –respondió Kilowog–. A pesar de que acabamos de conocernos, ya deseáis acompañarme al peor de los infiernos imaginables. Os lo agradezco de corazón, y acepto vuestra oferta. Adelante, Orión, llévanos hasta Oa. Veamos si ese maldito Anti–Monitor está preparado para enfrentarse al más veterano de los Green Lanterns… ¡y a sus nuevos amigos, Los Cuatro Fantásticos!
Sobre mi cabeza, dos brillantes ojos color sangre me observan como a un juguete sin valor, como a una presa que ya ha capturado. No soy nada más que una mota de polvo, para un ser que representa el Mal Hecho Carne. Qward me mira desde las alturas, y parece que no he conseguido impresionarle mucho.
Frente a él, convertidos en sus manos y su voluntad en este Universo, los Controladores refuerzan sus auras de energías sobre los últimos restos de Oa. Les miro a la cara, y veo que se han rendido a la tentación del Mal que ofrece nuestro enemigo. Tuvieron, igual que los Guardianes, el poder más increíble de toda la Creación, y lo único que han hecho con él ha sido ofrecérselo a un demonio de intenciones corruptas, cuyo interés es acabar para siempre con la imagen del Bien que representa Oa, para hundirnos por completo en la Edad Oscura que ya empezó con mi caída. Y ellos de paso obtener beneficios a cambio de sus almas.
Bajo la cabeza, y miro al anillo sin poder que luzco en la mano derecha. Tras la muerte de Kyle y la desaparición de su anillo, el mío tiene tanto valor como una piedra. Bueno, aún podré tirárselo a la cabeza a uno de esos monstruos antes de que me maten. Sigo firme en el templo en ruinas, y sé que moriré con honor. Dolorosamente, pero sin miedo. No nací para temblar ante el enemigo. Adelante, viejos, venid a buscarme.
Los Controladores revisan lo poco que queda en pie de la orgullosa Ciudad de los Guardianes del Universo, desde donde una vez coordinaron a tres mil seiscientos Green Lanterns en otros tantos Sectores Espaciales, y ahora sólo quedo yo, el inútil Hal Jordan, con un anillo de poder sin poder y demasiadas ganas de pegarme con alguien. Ondean sus capas sobre mi cabeza, y liberan al penúltimo horror de este día inolvidable. A un solo gesto de sus manos se materializan en el aire no menos de cien o doscientos Agentes del Mal, los temibles Darkstars que antes fueron aliados míos y de Kyle, y que ahora igual que sus amos trabajan para Qward. Fueron grandes héroes con historias dignas de contar, y ahora sus armaduras tecnológicas sólo transforman Energía Cósmica para las más horribles atrocidades. Ya en mis tiempos había escuchado historias muy oscuras sobre la actuación de estos asesinos en los lugares más remotos del Multiverso, donde en su absurda defensa del Bien a cualquier precio habían esclavizado a miles de planetas y erradicado especies enteras. Cualquier cosa con tal de servir a una ética errónea que se ha demostrado que sólo era un engaño de Parallax y Qward.
Y ahora están libres sobre Oa, aniquilando los últimos templos y las estatuas con sus ráfagas de energía oscura que pretende ser benigna, pero que todos sabemos que hace mucho que ya no lo es.
Son crueles, terribles, como ángeles negros desatando su furia sobre piedras que no les van a contestar, sabiendo que no queda ninguna fuerza del Bien que pueda combatirlos. Los últimos Green Lanterns que aún peleaban por Oa han muerto justo delante de mis ojos. Y al frente de este batallón de muerte y caos diviso a la persona que menos imaginaba que podría haber caído en las garras de Qward, alguien de cuya nobleza nunca habría dudado: Donna Troy, la primera Wonder Girl, más tarde Troia, y que durante un breve período de tiempo ejerció como superheroína con el nombre de Darkstar. Era un tiempo duro, en el que los Lanterns ya habían desaparecido por mi culpa, y los únicos que se interpusieron en el camino del Mal fueron estos pobres incautos armados con trajes de poder fabricados por los Controladores, inconscientes de que realmente sus esfuerzos serían empleados por el mismo asesino al que pretendían combatir, y que un día como hoy sus almas serían corrompidas. Donna es ahora la capitana de este ejército maligno, y sus ojos están vacíos, vidriosos, perdidos en una fantasía en la que debe creer que lucha contra algún poderoso tirano galáctico, en vez de contra los que una vez fueron sus amigos. Yo la conocí al principio de la carrera de ambos, hace muchos, muchos años, cuando ella era una niña y yo un estúpido piloto de pruebas con demasiado poder... Ahora yo no tengo ningún poder en absoluto, y ella... bueno, desde luego ella ha dejado de ser una niña, de eso estoy seguro.
Sé que Kyle tuvo una relación con Donna hace no mucho, y tal vez podría serme útil para llegar a su conciencia y detenerla. Pero Kyle está muerto... y yo lo único que puedo hacer es contemplar cómo se hunde cada vez más en los oscuros recovecos que infiltra el Anti-Monitor en ella. Si no hago algo pronto, va a ser imposible redimir a esta gente. Por ahora sólo están destruyendo rocas viejas, pero no parece que tuvieran mucho problema en hacérselo a personas.
Y justo en este instante las cosas cambian.
Mientras aún observo la llegada de los mortales que vendieron su pureza a cambio de nada, una gran mano verde me abraza con el cariño de un padre. Su materia que es sólo energía transformada palpita en contacto con mi cuerpo, y dulcemente me arrastra lejos de allí. Casi no recordaba lo que se siente. Normalmente era yo el que le hacía esto a los demás, y por una vez resulta agradable. Enmedio de la batalla más horrible de todas, la que decidirá qué clase de Universo nos queda, si es que queda algo, vuelo sobre las ruinas de Oa atraído por el escaso Poder Esmeralda que aún queda, transportado hacia la antigua Batería de Poder Central, la misma en la que una vez atraparon a Siniestro, y la que yo volé en pedazos para dar comienzo a la Edad Oscura.
A sus pies, el diminuto Ganthet contempla los fragmentos, y ya no se le ve anciano ni consumido. A pesar de su pequeño tamaño, luce grandioso con los ropajes de honor de los Guardianes, y de algún modo su voz parece temible.
–Sabía que podía confiar en ti, Hal Jordan. Mis hermanos y yo siempre lo hicimos, y nunca nos sentimos defraudados.
–¿Estás de broma? Os he fallado de nuevo. Querías que fuera el Espectro para ayudarte contra esta amenaza, y no he podido. Pero tienes que entender que Espectro es un ser monstruoso, y estar unido a él es... es... no, no puedo serlo nunca más.
–Tranquilo, Jordan, tranquilo. Cumpliste bien con tu papel, o al menos con lo que esperaba que hicieras. No pretendía que estuvieras unido a ese fantasma mucho tiempo, sólo tenías que responder al ataque de Siniestro y conseguir que se mostraran nuestros verdaderos enemigos. Y eso lo hiciste. Esta Guerra de la Luz y la Oscuridad es mucho más complicada de lo que puedas imaginarte, y cada uno tenemos un momento distinto en el que participar.
–Supongo que el mío aún está por descubrirse. Es por eso por lo que me has traído hasta aquí, ¿verdad?
–¿Sabes por qué creamos esta Batería de Poder hace tantos eones, Hal Jordan?
–No... No lo sé exactamente. ¿Para concentrar vuestro poder?
–No, eso no era necesario. Oa nos enseñó a transformar la Energía Cósmica en Luz Esmeralda con nuestras propias mentes, de modo que cada Guardián era una batería de poder en sí mismo. No, si quisimos levantar una gigantesca batería verde en el centro del planeta, y dotar a cada uno de nuestros agentes de una igual, era para crear símbolos del Bien. Queríamos que el Universo supiera que había seres empeñados en que el Mal no triunfase, que no íbamos a rendirnos nunca mientras uno de nosotros siguiera con vida. Por eso Parallax puso tanto empeño en destruirla.
–Sí... Y en matar a tus hermanos.
–Se ha empleado a fondo. Pero eso acaba aquí. Pienso empezar otra vez de cero, Hal Jordan, reconstruir toda la grandeza que una vez fue nuestra por derecho... Y el primer paso son los Green Lantern Corps. Necesitamos que regresen, el Universo precisa de una fuerza del Bien que no pueda ser corrompida, mortales nacidos sin miedo y honrados a carta cabal. Y tú serás el primero de todos, el más leal y querido de mis hijos, la Voz del Guardián en el Espacio. ¿Estás dispuesto a aceptar ese honor, Hal Jordan de la Tierra? ¿Serás de nuevo un Green Lantern?
–¿Yo? ¿Estás... Estás hablando en serio? No... No puedes decirlo de verdad. Yo fui el que destruyó los Corps, el que mató a los antiguos Guardianes y empezó todo esto.
–¡Je, je, je! ¡Oh, vamos, Jordan! ¿De verdad piensas que es la primera Época Oscura que afronta el Universo, o el primer Green Lantern al que corrompe Parallax? En tantos eones te puedo jurar que nos han ocurrido muchas cosas. Tuviste tus fallos, de acuerdo, pero los afrontas y consigues superarlos, como realmente hacen los héroes. Cometiste errores y te dejaste tentar por el Mal, pero ya sabíamos que esto pasaría cuando elegimos hombres mortales para llevar nuestro poder. Los hombres son falibles, y eso es parte de su inherente grandeza. Si hasta los que somos casi dioses podemos ser corrompidos, ¿qué no podemos esperar de los hombres? Y sin embargo... continúas aquí, sigues firme ante el peligro mortal y buscas la forma de ayudar al Universo. Eso es un Green Lantern. Eso es justo lo que esperábamos de ti, cuando te fue entregado el anillo de Abin Sur.
–El anillo... lo pisé cuando era Parallax. Lo destruí.
–Aquello fue hace mucho. Tengo un anillo nuevo esperándote, uno que ya no flaquea ante la Energía Amarilla, ahora que los Controladores se han pasado definitivamente al Mal, y su Luz es Negra. Uno que aguarda que lo guíes por la senda del honor y la valentía, como hiciste siempre. ¿Lo tomarás, Hal Jordan? ¿Liderarás al Bien en esta guerra definitiva?
Camina hasta mí, y en su pequeña mano azul hay un anillo esmeralda. Aparentemente muerto y sin valor, pero que sé que es el comienzo de toda una vida. Si fuera listo diría que no y aprovecharía esta segunda oportunidad para vivir tranquilo en una casita en la playa de California... pero ése nunca fue mi estilo. Tengo una nueva vida, y hay cosas que tienes que devolverle al Universo. Un poco de entrega, y de trabajo honrado por los demás. Un poco de sacrificio por todos. Y ya de paso, que traiga algo de acción y de mujeres hermosas.
–Sí. Sí, lo haré, Ganthet. Soy todo tuyo.
Sonríe, porque sabía hace tiempo lo que yo iba a elegir, y el anillo vuela de sus manos. La pequeña copia que hizo Kyle del suyo sale de mi dedo por sí solo, y el nuevo le sustituye. Al momento noto cómo habla directamente en mi cerebro, cómo me transmite paz y exuda poder bruto. Es como si te dieran un cheque en blanco y el manual de instrucciones para usarlo.
–Sabes lo que debes hacer –me dice mientras extiende las manos–. Recarga tu anillo en mí, y vuelve al trabajo.
Extiendo el puño hacia mi amigo y maestro, y noto cómo la diminuta joya vibra al sentirle cerca. Y pronuncio el sagrado juramento que cambió mi vida hace tantos años, y que sigue siendo un compromiso de vida fiel y sacrificada. Una verdad que ni todos los dioses malignos del Cosmos podrán empañar.
En el día más brillante,
en la noche más oscura,
ningún mal escapará de mi mirada.
Que aquéllos que adoran el poder del mal
tiemblen ante mi poder:
¡la luz de Green Lantern!
Y de algún modo me siento hermanado con todas las criaturas que existen, con la ameba de Durla que se convirtió en multiforme y el poderoso daxamita que sueña con dominar otros planetas, con el millonario de Coast City al que sólo le preocupan los deportivos caros y el niño de Somalia que muere comido por las moscas. El anillo es un nexo hacia el sentimiento común de todos los seres conscientes, y al llevarlo veo con claridad que todos somos uno y el mismo, que nacimos a la vez en nebulosas lejanas y moriremos juntos a manos del Señor del Tiempo. No hay diferencias ni clases, no hay razas, ni especies, ni nadie es más importante que el otro. Todos somos igual de valiosos, la cucaracha igual que los dioses, el negro igual que el blanco, los que están hechos de carbono y los que respiran metano. La Energía Esmeralda me rodea otra vez, girando a mi alrededor como espirales fantasmagóricas de lo que puedo hacer. Las nebulosas donde nacimos son espirales que marcan el camino hacia el futuro. En su interior hay jacuzzis esféricos del espacio, con osados nadadores movidos por corrientes cíclicas, y discotecas orbitales con forma de hebras de ADN, donde los hombres y mujeres se eligen sin ver a los que les rodean. Cada uno sólo ve lo que quiere en esta vida. Ballenas espaciales y delfines que trabajan como correos del zar, pulpos que organizan flotas de naves en los puertos comerciales más enormes, plancton que recorre galaxias con la facilidad con que los hombres respiran. Soy uno con el Universo que me dio la vida, y mis ojos son los ojos de infinitos seres evolucionados que piensan lo mismo que yo. Mis neuronas son las suyas, mi lengua expresa lo que sienten más que lo que siento yo. Espirales y elipsis, como metáforas del pasado y el futuro entremezclados. Las ciudades son un compendio de las épocas que vinieron, y de las que están por venir, pero los hombres no lo saben. Los hombres no entienden nada, porque si pudieran ver todo lo que veo yo... todo lo que yo entiendo... entonces dejaría de haber guerras y finalmente vivirían como hermanos, porque serían conscientes del nexo que une a todo lo vivo. La Energía me pertenece otra vez, y puedo crear con ella lo que me apetezca. La Voluntad y la Imaginación son mis únicos límites, las barreras que debo vencer cada día que sea un superhéroe. El Mal está ahí fuera, y yo soy el hombre destinado a detenerlo. Mis ropas se convierten de nuevo en luz, y me ajusto al cuerpo el sagrado uniforme que vestí durante muchos años. La batería verde en mi pecho, y el antifaz cubriendo mi cara. Soy un perro viejo, en un tiempo que es completamente nuevo.
Soy Green Lantern, y eso no va a cambiar nunca más.
Mi primer vuelo sobre el cielo de Oa es temeroso al principio, pero enseguida logro pillar de nuevo el mecanismo. No es el viejo anillo que me legó Abin Sur en el desierto, pero realmente lo noto como si fuera el mismo recreado. Sé que ya no tengo el límite del amarillo, pero por lo demás las condiciones son idénticas: “Defiende el Bien por encima de todo, y puede que regreses vivo cada noche”. Hace falta estar muy loco para enfrentarse una sola persona al ejército completo de los Darkstars, los Controladores que les dieron poder y al mismo Anti-Monitor que casi le cuesta la vida a mi Universo. Pero bueno... para eso me contrataron, ¿no? Para jugarme el cuello cada día y llevar los trofeos de vuelta a casa.
Tan pronto como aparezco de la nada empiezo a llevar la ofensiva en esta guerra. Genero miles de esferas de energía explosiva que detonan al contacto con los Darkstars, ráfagas de viento que confunden sus acelerómetros, y unos cuantos matamoscas para acabar con ellos. Levanto muros en el aire para separar unos de otros, y luego se los derrumbo encima. Creo fuego y luces intensas para inutilizar sus visores, provoco tormentas de arena que se metan en sus cerebros artificiales y los anulen, y unos pocos zumbidos más allá de la audición humana, para cabrearlos un rato de forma subliminal. Esta batalla no va a ganarse con delicadeza, y yo aún tengo muchos puntos en mi contra. Ya sé que los Darkstars no pueden crear objetos sólidos con sus armaduras, sólo emitir energía y manipularla, pero eso no los convierte en enemigos accesibles... y menos cuando hay tantos.
Retrocedo, y pongo un pie en la arena de Oa. Lo que se me ha ocurrido es peligroso, y aunque podría darme una ventaja enorme sobre ellos, también en cierta forma me pondrá en peligro a mí mismo. Venid... venid... La primera en ocupar la vanguardia del ataque es Donna. Los Controladores saben de la antigua amistad que me une a ella, y pretenden usarla como escudo humano situándola en primera línea de fuego, porque saben que no le dispararé. Mierda. Con ese truco no había contado.
–De modo que Ganthet te ha dado un anillo otra vez, ¿eh, Hal Jordan? ¿Qué se siente al ser el títere de un anciano con aires de grandeza?
–¿Y eso me lo dices tú? Yo aún pienso por mí mismo.
Se enfada, grita, y enfila hacia mí sin pensar. Hablo con mi anillo sin necesidad de palabras, y espero el momento justo para dispararlo. Todavía no... Todavía no... Una legión de Darkstars sedientos de sangre vuela hacia mi posición como misiles descontrolados, soñando con desgajar la carne de mis huesos y comerse los restos. Si supieran de verdad lo que hacen... Cuando despierten y recuperen sus conciencias de héroes, se van a arrepentir tanto de esto...
Espero, ansioso, y pongo la expresión de mayor chulería que soy capaz. Esto siempre me funcionó con los villanos, al menos con los de mi época, que eran tan tontos como para arremeter como rinocerontes a la primera burla que les soltaba. Y veo que estas cosas no han cambiado mucho.
Espero... Espero...
Ahora.
Disparo hacia las nubes un potentísimo rayo de energía esmeralda, que asciende a la velocidad de la luz llevando mi victoria. Lo ignoran, cegados por su furia homicida que les priva de valorar las cosas con objetividad, o un mínimo de estrategia, y nadie hace nada por detenerlo, hasta que explota en las nubes una bomba atómica de un megatón. La detonación es monstruosa, llevando oleadas de fuego nuclear sobre mis incautos enemigos, arrastrados por el suelo como muñecos. Sus cuerpos parecen hervir con las altísimas temperaturas que se alcanzan, y sus auras corporales a duras penas pueden salvarles la vida. Pero ahora viene lo realmente bueno. Después de la explosión surge el pulso electromagnético, una onda imparable que aniquila a su paso cualquier tipo de tecnología que no esté protegida justamente contra eso. Mi anillo genera al instante una cúpula anti–radiación porque ya estaba preparado para ello, y bajo su paraguas respiro con tranquilidad rodeado de muerte y caos. Las armaduras de los Controladores son aparatos mucho menos complejos, diseñados tan solo para manipular energía y matar gente, pero no para el tipo de trabajo fino que hace un Green Lantern. También porque los Controladores no se fían de sus propios soldados, y no querían darles armas demasiado poderosas para que no se les desmandaran. Así que el pulso EM hace estragos en su red de nano-chips inteligentes, y caen a tierra indefensos y desarmados. Proyecto mi cúpula hacia ellos para salvarlos de la explosión atómica, y disminuyo los niveles de oxígeno para mantenerlos inconscientes, mientras yo respiro aire de una bombona. Casi había olvidado lo divertido que es esto, diseñar y crear objetos verdes a la incomparable velocidad del pensamiento. Es como si todo un ejército de armas primarias se hubiera enfrentado al poder de mi imaginación. ¿Realmente creían que tenían alguna posibilidad de vencerme?
Y en las alturas, la infinita energía desatada se muestra como una bellísima aurora boreal. Por eso los técnicos del Proyecto Manhattan habían llamado a esto la bomba del arco iris. Maldita ironía de muerte.
Noto que una pequeña mano azul se apoya en mi hombro, y me giro. Ganthet está satisfecho.
–Sabía que te mostrarías a la altura, Hal Jordan, como siempre.
–Bueno, fue una medida de urgencia, y no estaba seguro de si iba a funcionar. Imaginaba que el anillo tendría defensas contra la radiación electromagnética, pero igual ellos también. De un modo u otro, fue un tiro a ciegas.
–Pero funcionó, al menos de momento. Enviarán a más, y estarán preparados para cualquier cosa. Por eso te necesito lejos de aquí. Tienes que volver a la Tierra.
–¿A mi Tierra? ¿Alguna parte de esta batalla se va a librar allí?
–Espero que no. A estos seres sólo les interesa Oa, y matarme a mí, por eso necesito refuerzos. De una clase que sólo podrás encontrar en la Tierra. Hal Jordan... quiero que acudas a tu cita con Carol Ferris.
El Salón Denny O´Neill es uno de los más lujosos y exclusivos de todo Coast City. Cuando lo inauguraron en 1939, mi padre contaba que fue todo un espectáculo. Montado sobre la Costa de California, sus vistas frente al ocaso en el océano eran lo nunca visto en aquel tiempo, una colosal pista de baile circular con brillantes suelos de madera y lámparas de araña, cuyas luces de mil colores se reflejaban en las paredes de espejo y en los bellísimos ojos de las damas. Hay fotos de Bogart y Bacall de fiesta con Kim Novak y Grace Kelly, de los más famosos banqueros y empresarios del mundo bebiendo champán y celebrando sus éxitos, al tiempo que Louis Armstrong amenizaba las noches haciendo duetos con otros tantos músicos que ya no están. Era el centro de la vida social y de la noche, de las tendencias de moda y del progreso. Era el lugar más divertido, y a donde había que ir para salir en la prensa.
Ahora las cosas han cambiado mucho, pero el espíritu sigue siendo el mismo. El O´Neill está hoy ubicado entre las nubes, a diez mil metros sobre el nivel del mar, y hay que llegar hasta él en una nave o un ascensor espacial. En la gran pista de baile, un motor antigravedad permite moverse en 360 grados al ritmo de la música de David Guetta o Inna, e incluso algunos se besan o hacen el amor volando sobre el sol de California. Las estrellas están más cerca que nunca mirándolas a través de la cúpula sin ventanas, protegida tan solo por un impenetrable campo de fuerza que hace que parezca que las puedes tocar. Y en la cafetería, las mesas flotantes se agolpan unas sobre otras, en largas columnas de ricos y ociosos que se balancean en torno a una fuente de cristal de varios kilómetros de altura. Los camareros van de un lugar a otro como atareadas abejas que revolotean en un panal, y las bebidas son esferas que se tragan en el aire como si tuvieras que atraparlas en pleno vuelo. El mundo es ahora como el final de 2001, un juego atroz de luces y sentimientos extraños.
Me presento ante el maître con la mejor de mis sonrisas, y el tipo no tarda ni un segundo en conocerme.
–Hola, buenas noches, tengo una reserva para dos... a nombre de Carol Ferris.
–Oh... Oh... Buenas noches, señor Jordan, la señori... señora Johns ya le está esperando. Le aseguro que es un gran honor para el Salón O´Neill que haya decidido cenar con nosotros, y puedo hablar en nombre del director al decir que todo lo que deseen pedir corre por cuenta de la casa. Ya habíamos oído en televisión acerca de su regreso, y quiero que sepa que tiene todo nuestro apoyo.
–Ah... Ah, gracias. De verdad que se lo agradezco.
Creo que tardaré muchos años en superar esto. ¿Qué demonios has hecho con mi identidad secreta mientras no estaba, Kyle? Se suponía que yo era sólo un sencillo piloto de pruebas de Coast City, y te juro que lo prefería así. No quiero que me inviten a nada, ni que sepan de mi regreso por televisión, ni que nadie me apoye o me deje de apoyar. Sólo quiero cenar con ella y hablar de las cosas que me importan, y no...
Entonces me doy cuenta de las consecuencias que pueden tener mis actos. Pienso que ahora soy una persona pública, y que de algún modo estoy comprometiendo a Carol con esta cena. Mañana todo el mundo sabrá quién ha sido ella a lo largo de mi vida, y si ha corrido como la pólvora el hecho de que yo vuelva a la vida, imagínate cómo les gustará este chisme: mi antigua novia y yo juntos a la luz de las velas.
Van a destrozarla los paparazzis.
El maître me conduce flotando a través de nubes de mesas con centros de flores, de bandadas de parejas que revolotean enamorados, en pequeños cubículos privados que separan cortinas de agua y cristal antigravitatorios. El ambiente es dulce y primorosamente húmedo, como si estuviéramos en mitad de un jardín del Edén pseudo-futurista. Y ella me espera al fondo. Sola, contemplando los últimos rayos del sol desde una mesa de diseño vanguardista a doscientos metros por encima del suelo. Su pelo negro es una cascada de luz que refulge en mis recuerdos como el primer día. Sus ojos son de un azul tan profundo, tan hermoso, tan extrañamente bello que casi parece más una diosa que una mujer normal y corriente. Su nombre es Carol Ferris, pero en mi conciencia sigue siendo “la Princesa”.
Y cuando me mira, las rodillas me tiemblan como si fuera otra vez adolescente.
–Me gusta demasiado esta vida como para perdérmela. Ser el Espectro no es algo... muy agradable. ¿Cómo estás, Carol?
–Bien. Me casé, y ahora trabajo en Nueva York. Sólo vuelvo a Coast City de vez en cuando. No soporto esta ciudad, Hal. Me trae demasiados recuerdos amargos.
–¿De Mongul? Eso ya está solucionado. He bajado al Infierno, Carol, y no volverá a amenazarnos, tampoco el Cyborg. Ya no tienes que sentir miedo de ellos nunca más.
–No es sólo por ellos. Es... por todo lo que vivimos. Por estar contigo, por llevar Ferris Aircraft, por compartir la vida de Green Lantern.
–¿Tan malos son esos recuerdos?
–Yo nunca fui una heroína, sólo una mujer corriente que creía que estaba enamorada. Me convirtieron en Zafiro Estelar porque estaba desesperada por conseguirte, y al final no fui más que un títere de los juegos de los dioses. Ahora por fin vivo tranquila, tengo una vida feliz y un matrimonio como había soñado.
–Sabes que eso no es cierto. A mí no puedes engañarme. Hay una parte de ti que necesita la aventura, la emoción y el riesgo de ser Zafiro, necesitas viajar por el espacio igual que yo, manejar tu propia compañía, y ser la mujer independiente y capaz que siempre has sido, por mucho que tu padre se empeñara en negarlo.
–¿Crees que me conoces mejor que yo misma?
–Creo que te conozco mejor de lo que quieres aparentar. Tú también eres una hija del New Frontier de Kennedy, de la América del Bienestar en la que crecimos, pero no valdrías nunca para ama de casa, aunque quieras que parezca que sí, y lo sabes. ¿A quién pretendes engañar, Carol, a mí... o a ti misma?
–Tú eres muy listo, Hal. Siempre le dabas lecciones a todo el mundo.
–Carol, tengo que ser sincero contigo. Cuando volví a la vida enseguida pensé en llamarte y quedar... pero desde entonces han pasado muchas cosas, y muy pocas buenas. Ganthet me ha nombrado Green Lantern otra vez.
–Estás de broma.
–No, te juro que no. Y ahora hay un enemigo cerniéndose sobre Oa, el Anti-Monitor, has tenido que oír hablar de él. El de la Crisis en Tierras Infinitas. Por eso ahora he venido a buscarte. El Universo necesita a las Zamaron, y yo, Carol, necesito a Zafiro Estelar.
–Estás loco. ¿Sabes lo que me estás pidiendo?
–Sí, que abandones esta vida que es mentira, y te vengas conmigo a cruzar el Universo. Viajaremos juntos hasta Zamaron, y llevaremos refuerzos a la batalla para acabar para siempre con los enemigos del Bien.
–Mi vida no es mentira, Hal. Mi vida es importante, tengo un marido, y un trabajo en Nueva York. ¿Te crees que voy a estar a tu disposición como antes, esperando a que regreses de alguna aventura espacial para que me la cuentes mientras yo te abrazo? Estoy muy por encima del papel de novia del héroe, soy una persona, y tengo sentimientos, ¿lo sabías?
–Sí, lo sé mejor que nadie, Carol, porque viví contigo muchos años, y sé que nunca has sido la típica novia del héroe ni la damisela en apuros. Iris West y tú erais las mujeres más independientes de nuestra generación, y por eso os adorábamos Barry y yo. Si supieras cuántas veces os nombrábamos en las reuniones de la JLA, y Superman siempre terminaba diciendo que Lois Lane tenía mucho más coraje que Iris, que era mejor periodista... pero a ti no podía ganarte.
–Pues fuiste el único de los tres que no se casó jamás.
–Porque yo no valgo para el matrimonio, ni tú tampoco. ¿Te crees realmente esa imagen de la mujer de familia perfecta, con tres hijos y un perro, y la cena siempre lista para cuando llegue su hombre? Tú ya tenías tres carreras y mandabas una compañía aeronáutica antes de que yo te conociese, Carol, yo lo más que hice fue sacarte al espacio. Tú siempre has sido Zafiro Estelar... Sólo necesitabas una máscara y un traje ajustado para dar el paso.
–Eso... Eso es mentira.
–¿De verdad? Contéstame una cosa: en mis tiempos llevabas a todas partes contigo el Cristal de Comunicación de las Zamaron, ése que te daban para que pudieras llamarlas cuando quisieras volver a ser Zafiro. ¿Todavía lo llevas en el bolso?
–No... Nunca lo llevo. Hace años que me deshice de él.
–Muy bien. Como quieras. Mira, Carol, yo me tengo que marchar. Si quieres venir conmigo hasta Zamaron, puedo esperarte diez minutos en el tejado... luego me marcharé, y no volveré a molestarte nunca. Espero que seas muy feliz, en la vida que elijas.
Y salgo de allí, aunque veo que me quedaré sin cenar, porque la guerra está transcurriendo sin mí en el espacio, y aún tengo una misión que cumplir antes de resolverla. Y la dejo sentada en su mesa, inmóvil contemplando unas vistas que no percibe, y sé que no derramará una sola lágrima en este día. Es demasiado fuerte para eso.
Por mucho que quiera, no puedo evitar observarla desde el tejado del edificio, a través de seis plantas de mesas antigravitatorias. Mira por la ventana, y sé que ya no está viendo los rayos del sol, ni el delicioso atardecer entre las nubes, porque ella ha volado por encima y a través de esas nubes, y ha estado al lado del sol y las estrellas, y eso no se olvida fácilmente. Una vez que has probado el Poder Cósmico, ya no hay nada en tu vida que sea igual. Los Corps dicen: “Una vez Green Lantern, siempre Green Lantern”, y no es una verdad gratuita. La sensación de viajar por el espacio sólo con el poder de tu voluntad, de hacer realidad todos tus deseos en forma de luz sólida, y de llevar un poco de esperanza y confort a los lugares más inhóspitos del Universo... eso es irrepetible, y literalmente te engancha. Creo que si Ganthet no me hubiera dado el anillo, habría terminado suplicándoselo.
Coge el bolso, y decide sacar un objeto pequeño. Teclea un número aprendido mil veces, y espera ansiosa a que le contesten. Pero sin éxito.
–Éste es el teléfono de Gil Johns, ahora mismo no puedo atenderle. Deje su mensaje al oír la señal. Muchas gracias.
–Gil... Soy Carol. Sé que lo vas a oír es chocante, y quiero que sepas que no es culpa tuya, sino mía. Nuestro matrimonio es una mentira que me he estado repitiendo a mí misma todo este tiempo, pero que no ha llegado a convencerme. Yo soy de otra manera, soy un espíritu libre que necesita aire puro y adrenalina en la sangre, y contigo me estoy muriendo de pena. Antes pensaba que tú eras lo que yo quería, pero no es así. Tenía que habértelo dicho de otro modo, y te juro que volveré para que tengamos una charla, pero ahora por lo pronto tengo que irme muy lejos. Mañana escucharás un montón de historias feas sobre mí, pero no te creas ninguna. No debí casarme contigo, porque yo no valgo para el matrimonio. Lo bueno ha sido que al final me he dado cuenta. Un beso, Gil, y que sepas que en cierto modo... te quiero muchísimo.
Llega hasta mí como un cohete que rompe la velocidad del sonido, y me golpea con su estallido sónico como un ariete. Viste una nueva versión de su uniforme clásico, una especie de armadura espacial que refulge con cada uno de sus movimientos, y está envuelta en un aura poderosamente sólida. Sus ojos brillan con el viejo poder que vuelve a correr por sus venas, y nota una profunda satisfacción, como hice yo mismo. Ha reencontrado su verdadero yo y sabe por fin quién es, y lo que quiere hacer con su vida.
–Debería matarte por esto –grita en mi cabeza, estableciendo de forma natural un lazo telepático–. Has destruido todo lo que yo había hecho, los años que viví antes de que volvieras.
–¿Y no te merece la pena? Sabes lo que has recuperado. Deberías darme las gracias.
–Sí, claro. Yo estaba pensando en arrancarte el corazón.
–Podrías. Soy tan vulnerable a tu Luz Violeta como lo era a la Luz Amarilla de los Controladores, porque también proviene de Oa. Así que mucho me temo que estoy a tu merced, Carol.
–Calla y bésame de una vez, maldito estúpido.
Me agarra como si le fuera la vida en ello, y seguramente le vaya, y sus labios vuelven a encontrarse con los míos después de mil años. La abrazo, y aprieto su cuerpo con la rabia de un náufrago que encuentra su hogar. Respiro, y se me escapa una risa nerviosa como si fuera un chiquillo.
Hasta este preciso momento no sentía que de verdad había vuelto a casa.
–Y ahora vamos a Zamaron. Tengo que encontrarme con mis antiguas proxenetas.
Volamos, y sé que nunca en la vida podré ser más feliz que ahora. Ha hecho falta una batalla cósmica que amenace con destruir toda la vida del Universo... pero he vuelto a encontrar mi camino, y el de mi mujer. Para siempre.
El planeta Zamaron es como un gigantesco ópalo de un hermosísimo tono añil y lejano, como una enorme piedra preciosa que orbita sobre un sol antiguo y rojo, consumido. Es como un reflejo de Oa en el otro extremo del Universo, igualmente cansado y feo, pero mucho más carente de vida. No hay antiguas ciudadelas levantadas en su superficie, ni leyendas de dioses que caminaron por su suelo, ni siquiera hay un suelo que pudieran pisar. Zamaron es una inmensa bola de gas sin un solo átomo de materia sólida, un poco al estilo de Júpiter pero mucho más grande. Su atmósfera es un conglomerado de hidrogeno y helio constantemente azotado por salvajes tormentas eléctricas, y su inconsistente superficie se revuelve plagada de tsunamis y maremotos de una intensidad brutal. ¿Cómo demonios viven estas mujeres, y dónde? No hay ciudades, ni tronos adornados con joyas, ni brillantes baterías de Luz Violeta, ni arpas que manipulen los recuerdos de la gente. Me giro hacia Carol, pero ni ella ni yo recordábamos esto tan vacío. La última vez que estuvimos en Zamaron había un planeta en el que posarse, y unos templos enormes de piedra y metal, y legiones de guerreras del espacio con una agenda misteriosa que les hacía raptar mujeres y convertirla en villanas. Carol es ahora una persona libre y ha elegido por sí misma volver a convertirse en Zafiro Estelar, pero la primera vez que la trajeron fue obligada, y la transformaron en su esclava para enfrentarse a mí y saldar sus viejas deudas con los Guardianes. No eran tan buenas como querían aparentar, y ese Amor tan presumiblemente generoso tenía mucho de rencor y de venganza contra ellos, aunque luego recapacitasen después de la Crisis y se fueran todos juntos a procrear. Hasta que descubrieron que con la inmortalidad se habían vuelto estériles, y terminasen otra vez enfadados y cada uno en su lado del Universo.
Las mujeres despechadas siempre son el mayor peligro que ha habido en toda la Historia.
Pero entonces, ¿qué ha pasado ahora con este planeta? No queda absolutamente nada, su estrella parece moribunda y su suelo etéreo, y no percibo ninguna energía primordial como la que hay en mi anillo. Pero la joya de Carol no flaquea lo más mínimo, así que tiene que llegarle poder desde algún sitio... desde las Zamaron, estén donde estén.
–¿Tú qué crees? –me dice telepáticamente a través del lazo que nos une.
–Tendrás que saberlo tú mejor que yo. No puedo encontrar nada en esta esfera de gases, pero de alguna manera están alimentando tu zafiro.
–Pueden haberse marchado. Desde luego, aquí no queda nada de su grandeza. Vine muchas veces en tu primera etapa como Green Lantern, y desde luego no tiene nada que ver con... esto. Es un sitio vacío, en todos los sentidos.
–Pues depende de ti, Carol. Mi anillo está bloqueado en este sitio, y no sirve más que para las funciones básicas. ¿Puedes contactar tú con ellas? Es posible que a través de la gema...
Se concentra, y de su cuerpo brota un aura progresivamente más intensa y cálida, una prueba del amor infinito que profesa Carol hacia todos. Su alma es tan pura que sorprende, y tiene una bondad inmensa que le hace amar de forma sincera. Si no fuera así, nunca me habría perdonado.
Cierra los ojos, y al instante aquella masa de hidrógeno se vuelve toda violeta, y su centro brilla como si realmente fuera un corazón humano. El corazón de una mujer.
–Prepárate, Hal... Aquí viene.
Y Zamaron explota, sacudido por un fuego cósmico que nace de su propio núcleo y se extiende como un maremoto en todas direcciones, llegando hasta su estrella y consumiéndola. La luz del sol se apaga, y únicamente queda para alumbrarnos ese faro perdido que refulge a través del planeta, o de lo que queda de él. Intento protegernos con una burbuja esmeralda, pero aun así la onda expansiva nos golpea durante una eternidad, y su fuerza es tan terrible como la de una supernova. Necesito toda mi concentración para no perder el campo de fuerza y morir en este sitio apartado del Cosmos, y Carol sigue medio en trance, así que no puede servirme de ayuda. Hasta que una ráfaga añil deshace mi burbuja como si nunca existiera, y quedamos a la deriva en el espacio, bañados en fuego.
Y lo último que pienso es cómo me recuerda esto a mi antigua debilidad al amarillo.
Despierta, Hal Jordan –susurra en mi cabeza una voz tan anciana como el mismo tiempo–. No has sufrido daños tan profundos como para continuar inconsciente.
Abro los ojos, y la voz parece sonreír a mis espaldas.
–Desde aquí siento tus latidos cardíacos, los flujos de la energía vital a través de tu cuerpo. Es imposible que puedas mentirme.
La observo, y en sus ojos hay más galaxias de las que jamás conoceré con mi anillo. Su cuerpo es flaco y longilíneo, su piel azul y seca como los de un cadáver, bajo unos larguísimos cabellos blancos que caen desmadejados sobre una túnica amplia de un añil impoluto. Hace una mueca extraña, como si pudiera ver lo más profundo de mí en cada uno de mis movimientos, y cuando habla sé que esto es el Credo.
–Mi nombre es Alia, y soy la última de las Zamaron. ¿Te alegras de verme, asesino?
–¿Por qué me llamas así? No sabes quién soy.
–Oh, por supuesto que lo sé. Eres el primero de la nueva generación de Green Lanterns, al que llaman la Voz del Guardián. Pero antes de eso fuiste el Espectro, y un poco antes incluso serviste de receptáculo al demonio Parallax. ¿Estoy en lo cierto o me equivoco?
–Estás... Estás en lo cierto.
–Y durante tu época como Parallax viniste aquí muchas veces, puede que ya no te acuerdes, y acabaste con la vida de muchas grandes mujeres Zamaron. Sólo yo escapé, y gracias a que destruí el que era nuestro mundo adoptivo y centro de nuestro inmenso poder, y me trasladé a este lugar entre dimensiones donde nada existe. Contémplalo. ¿Te gusta? ¿Estás satisfecho de tus actos?
A mi alrededor flota una sustancia informe donde no hay materia, una realidad inexistente de energía viva fluctuando a su antojo, y que temo que es su mente la que la controla. Hay tremendas nebulosas naciendo y muriendo entre sus dedos, gigantes prometeicos atados al Muro de la Fuente, y agujeros negros tragándose mis sueños de ganar esta batalla.
Temo que no podré convencerla.
–¿Dónde está Carol? ¿Qué has hecho con ella, Zamaron?
–Eso no te importa. Zafiro Estelar es una leal defensora del Amor, y no está aquí. Es con el sirviente de Oa con quien dirimiré este asunto.
–Así que ya sabes que Ganthet es mi jefe. Hay una amenaza cósmica de primer orden, y si no vienes con nosotros y nos ayudas, me temo que le queda muy poco tiempo a este Universo.
–¿Y qué más da? Yo vivo escondida, moviéndome a través de los planos para no ser detectada, escapando de ese maldito perro fiel de Qward, el odiado Parallax que nos diezmó como si fuésemos basura.
–Yo no tuve nada que ver con eso. Yo era tan esclavo de él como ahora lo es Siniestro.
–Lo sé. Pero eso no significa que me agrade verte aquí. Era tu rostro el que venía a destruirnos y el que terminó con la vida de mis hermanas. Eran tus manos las que se hundían en sus vientres y arrancaban sus órganos con auténtico placer. ¿Qué esperas que piense al ver que ahora me has encontrado?
–Pero no quiero hacerte ningún mal. Ganthet me envía para que le ayudes. Necesita refuerzos.
–También lo sé. Puedo notar en mis huesos la amenaza de Qward, y lo cerca que estamos de que destruyan Oa para siempre. Pero aun así no voy a tomar parte en eso. La Edad Oscura debe terminar de la única forma razonable: con la derrota absoluta del Bien y la reconstrucción del Universo desde su mismo principio. Tal y como está predicho, Qward destruirá el poder de Ganthet y de todos los seres vivos del Cosmos y luego asesinará con sus propias manos a Kismet, la representación del Multiverso que habita más allá del alcance de cualquiera, sustituyéndola por su hermano y rival al que tú conoces como el Señor del Tiempo. Es entonces cuando un nuevo futuro será escrito, y una nueva Edad cobrará vida.
–Hablas del Kali Yuga, esa profecía que augura cuatro fases en la Historia, y según dicen ya estaríamos en la última.
–Empezó con la más reciente batalla entre Oa y Qward, aquélla en la que el Multiverso se hizo Universo Único y muchos héroes fueron aniquilados.
–La Crisis en Tierras Infinitas.
–Desde entonces existimos en esta Era de Oscuridad en la que nuestros enemigos se han multiplicado, y ni los Green Lanterns tardaréis demasiado en caer. Pronto serán tan poderosos que extinguirán todo cuanto hay para que renazca con un nuevo esplendor, y nuestras batallas pasarán al olvido. Así es el Universo, Hal Jordan, ciclos que van a vienen por mucho que los mortales sueñen con impedirlo.
–No, no tiene por qué ser así. El Mal puede ser derrotado, yo llevo años haciéndolo, y el Anti-Monitor ya recibió su merecido entonces. ¡Podemos conseguirlo otra vez, Alia, pero tiene que ser con tu ayuda! El Bien debe crear una ofensiva común igual que han hecho ellos, y eso significa que Ganthet y tú debéis volver a estar juntos.
–¡Ja, ja, ja! ¡Entonces sí que estáis perdidos! Ese Oano egocéntrico y cruel no es capaz de mirar más allá de su propia batería esmeralda, y menos aún capaz de reconciliarse con nadie. ¿Tienes una mínima idea de las monstruosidades que ha hecho?
–Algunas. Pero lo que ahora importa no es el pasado, Alia, sino el futuro. Ganthet está dispuesto a dar un primer paso, y quiere que tú le enseñes a entender la Vida a través del Amor... ¿Dejarás que él te muestre la importancia de la Compasión?
Mi anillo exhala una bocanada de energía verde, y en su mente la Zamaron comprende al fin el valor intrínseco de la voluntad, del sacrificio, de la lucha por unos ideales que están por encima de los hombres. Me cuesta, y en los brazos noto un dolor intensísimo y quemante, porque es como intentar explicarle trigonometría a Dios, pero al fin parece que resulta. Las turbias figuras esmeralda se fusionan con el humo y las constelaciones de color violeta, dando lugar a una extraña mezcla que puede ser el futuro. Ballenas parlantes nadan en sus galaxias ficticias, en los dibujos de Muros de la Fuente que imagina con su cerebro inmortal. Mi viejo amigo Tomar Re intenta de nuevo sin éxito salvar de la destrucción a Krypton, Abin Sur muere porque cayó en la tentación de sentir miedo, y varios más perecen en la Batalla de la Luna de Qward. El Kali Yuga se transforma en Big Bang, y cuando parecía que el Señor del Tiempo ya reinaba supremo en la Creación, ahora de pronto Kismet vuelve a ser una niña, y la Luz brilla otra vez con fuerza sin necesidad de que nadie tenga que morir por ello.
El mensaje de los Green Lantern Corps se muestra claro como un luminoso amanecer.
–Esperanza... Vosotros sois la Esperanza.
–Justamente. Los Guardianes sentían compasión hacia todos los mortales del Universo, y jamás se rindieron al Poder del Mal. Creían que debían combatirlo a través de los propios mortales, y esa fe innata en el futuro es lo que representan mis colores. Esperanza. Entrega. Nacido sin miedo y honrado a carta cabal. ¿Lo entiendes ahora?
–Mejor que nunca. ¿Sabes, Hal Jordan? A veces hasta los dioses más terribles tienen algo que aprender de los mortales.
–Esa lección ya estaba en ti. Si no nunca me habrías traído a este lugar, y no habrías tenido esta conversación conmigo.
Sonríe, porque nunca tuvo que dar explicaciones a nadie, y ahora he sido yo quien la ha puesto contra las cuerdas.
–Vámonos ya, Green Lantern. La guerra nos espera en el otro lado del Universo.
Agita una mano, y el espacio sin materia es sustituido por los restos de Zamaron, por una bola de gases donde ya no late ningún fuego, y que nunca más volverá a interesarle en absoluto.
Y a mi lado vuela la que otra vez es mi chica, mi amiga, mi compañera, y lo que más me llena en todo el Cosmos. Mi mujer.
Ahora estoy completo de nuevo, y me da igual lo que pueda querer enfrentarme.
Lo que sucedió en Oa tras mi marcha no lo supe hasta pasado cierto tiempo, y contado a trozos porque la circunstancia nunca fue la mejor. Según parece, tras abandonar yo el planeta en dirección a la Tierra para reclutar a Carol y a la última de las Zamaron, Ganthet sobrevoló los restos de la antigua Ciudadela donde yacían inconscientes los Darkstars que lucharon conmigo, y entonces encontró al que realmente estaba buscando: Jon Kane, más conocido como Siniestro, y ahora vestido como Parallax.
Según parece, los Controladores no habían sido capaces de matarlo, ya que el poder del Dios Cósmico lo protegía, y Ganthet lo encontró caído en el suelo, delirando. Su armadura estaba rota por mil sitios, destrozada por los rayos de los crueles sirvientes de Qward, y no faltaba mucho para que el mismo demonio que me había poseído a mí lo abandonase. El Guardián lo despertó con su propia energía, y consiguió que volviera a tener una conversación coherente.
–Levántate, Jon Kane de Korugar. Tu Universo te necesita de nuevo.
–¿Sí? ¿Eso crees, enano? Entonces es que no sabes ni por qué estamos luchando.
–Luchamos por el Bien, como hemos luchado siempre. ¿No es el Bien lo que tú mismo has defendido todos estos años?
–Parece ser que no. Yo pensé que sí, pero he sido engañado. Todo lo que defendían los Controladores eran mentiras para conducirme al Mal. Mi caída en desgracia, mi conversión en Siniestro, el anillo dorado… Todo mentiras, todo un plan.
–No exactamente. Los Controladores fueron a buscarte al Universo de Antimateria para conducirte a su grupo de conspiradores… pero los actos que cometiste en Korugar son únicamente obra tuya. Parallax no pudo acercarse a ti hasta que ya habías sido expulsado de los Corps. Ésa es la razón de que no le sirvieras para asesinar a los Guardianes, como sí le fue útil Hal Jordan.
–Qué bien. Incluso en el deshonor estoy por detrás del terráqueo. ¿Y aun sabiendo eso quieres que vuelva a pelear por ti?
–Ya te castigamos por aquello, y cumpliste tu pena. Ahora tienes el poder de Parallax. Depende de ti cómo quieras emplearlo.
–No te mereces nada, Ganthet. Me echasteis a los lobos, aun conscientes de que Qward podría reclutarme para su grupo, como hizo. Debería marcharme y disfrutar de este poder yo solo… Pero aún tengo algunas cuentas pendientes con esos malditos Controladores. Me encargaré de ellos, y luego Qward será cosa tuya.
–No sólo mía.
El Guardián se giró para mostrar el corazón ahora desnudo de la Ciudadela, donde latía una llama infinitas veces más potente que cualquier energía que hubiera contemplado Siniestro. Era un punto vivamente luminoso, como si realmente la Esencia del Cosmos yaciera en él, y pudiera adivinarse de un solo vistazo. Ganthet sonrió, y Kane supo al instante que por fin estaba viendo a un auténtico Dios.
–Contempla a mi amo, al que sirvo desde hace eones. Éste es Oa, el Bien Puro. A mis ojos su luz es de color esmeralda, pero cada individuo lo percibe de un modo distinto. ¿Qué sientes tú al comparecer ante él?
Siniestro se puso en pie con un frío intenso recorriéndole el cuerpo, y al mismo tiempo curando sus heridas. La sangre parecía habérsele congelado en las venas, los brazos y las piernas eran de pronto ligeros como plumas, y en su pecho el corazón latía al mismo ritmo que marcaba aquel ser, el ritmo que significaba el Compás del Universo. Se acercó muy despacio, y en su luz contempló galaxias enteras naciendo y muriendo a la vez, contempló la Vida luchando por subsistir en todas partes, y supo que incluso en el vacío más absoluto del espacio había entes más poderosos que la imaginación.
Como un ser vivo, entendió que aquel lugar era su casa, donde todo había comenzado. Como parte de una entidad cósmica superior, comprendió que estaba ante el Patriarca de la Existencia Entera.
–Para mí… es amarillo. Es el Amarillo… Lo que representa el Amarillo.
–Porque tú has dejado de ser un Green Lantern, y temo que nunca podrás volver a mí. Ahora eres tú el que representas el Control, la Fuerza para imponer el Bien por cualquier medio.
–¿Por qué… Por qué nunca nos dejasteis verlo? Habríamos creído en vosotros por encima de todo, en vez de dictarnos esas absurdas leyes sobre Sectores Espaciales y la debilidad por el amarillo. Con sólo ver esta imagen habría estado de vuestra parte los años que hicieran falta.
–Lo viste miles de veces, Jon Kane. En la Batería Central de Oa, en tu propia batería personal, en el anillo esmeralda, en tu corazón… La Luz del Bien late con fuerza en el interior de cada uno de los seres vivos de este Universo. ¿Realmente necesitabas contemplar una fogata para replantearte tu traición?
–Pero… Pero esto…
–Es lo mismo que siempre has notado. Creías en Oa, creíste en el Bien desde el principio, pero en tu propio entendimiento del Bien. No sientes la Compasión igual que hacíamos nosotros, sino que tú defiendes el Control. Es admisible, pero debes llevar cuidado. Tu camino es una senda estrecha, que con facilidad puede torcerse hacia el Mal. A los Controladores ya les ha sucedido, y tú sabes mejor que nadie que Qward es una luz que brilla igual de poderosa que ésta.
–Sí. Sí, yo la vi en el Universo de Antimateria, y me abrasó la carne y el alma. Ellos me hicieron creer que estábamos combatiéndola, pero en realidad cada paso me acercaba más a ser su esclavo.
–Ahora ya lo sabes. Ésta es la guerra que llevamos librando desde el Alba de los Tiempos. Me preguntaste por qué luchaba. Pues bien, Jon Kane de Korugar: Oa es por lo que lucho. ¿Y tú? ¿Qué camino seguirás tú ahora que no tienes más remedio que elegir?
Y por toda respuesta, el cuerpo renovado de Siniestro se encendió bañado en la Luz Dorada de la Fuerza. Su armadura se recompuso, sus manos despedían un fulgor de muerte, y en sus dientes había una cólera primitiva que exigía venganza. Había escogido mal durante toda su vida, y ahora había descubierto que otros se aprovechaban de eso para sus propios fines. Le habían usado como a un muñeco, y Siniestro no sería más muñeco de nadie.
Contempló una última vez el Sagrado Corazón de Oa, y se elevó en el cielo oscuro plagado de enemigos. Gritó, y explotó en una furibunda nube de energía dorada, mientras a su espalda brotaba una única frase de la Luz del Bien:
“Por este acto, quedas perdonado”.
Y los Controladores supieron que habían provocado a quien no debían.
Nunca me agradaron los agujeros de gusano.
Es como entrar en un maldito túnel del miedo, donde la realidad entera parece dar vueltas sobre ti y reírse de tus intentos por salir medianamente cuerdo. Por desgracia, las inmensas distancias que tiene que recorrer cada día un Green Lantern le obligan a usarlos de continuo si quiere llegar a tiempo a alguna amenaza. La velocidad sub–lumínica nunca fue muy buena para recorrer el Universo.
Cuando Carol, Alia y yo volvemos al espacio normal después de nuestro viaje desde Zamaron, no tengo ni la más remota idea de cuánto tiempo ha pasado para ellos. El tiempo es relativo según la velocidad a la que viajes, ya lo comprendieron Albert Einstein y Charlton Heston, y los dos se hicieron célebres por ello. Me bastaría con preguntarle al anillo, pero tal y como soy yo prefiero seguir volando y descubrirlo al llegar a Oa. La imagen no es muy diferente de la que dejé al marcharme. La superficie del planeta sigue en ruinas, y a su alrededor hay una gigantesca nube negra con dos ojos de un profundo color sangre que nos miran, y entre ambos revolotean una docena de cuerpos blanquecinos envueltos en auras tan oscuras como la de su maligno señor.
Qward ha decidido plantar cara directamente al Bien, a través de la mano asesina de los salvajes Controladores, los que una vez fueron llamados también Oanos, pero que hace tiempo eligieron cambiarse de bando. Los Darkstars ya no son una amenaza, así que imagino que las cosas van a ponerse aún más duras en adelante. El Último Guardián del Universo es una pieza demasiado jugosa de matar como para quedarse tranquilos ahora que lo tienen tan cerca.
Sólo nosotros podemos decir algo en contra.
De repente, una rapidísima fuente de luz amarilla emerge de la superficie de Oa, y vuela como un cohete hacia los Controladores. Es Siniestro. Ataviado con la armadura de Parallax, se dirige hacia los que antes eran sus maestros, hace apenas unos minutos para mí, y en ese instante me alegro de que esté vivo, pero no estoy seguro de lo que planea. Hace mucho tiempo era mi amigo, y no puedo evitar que me agrade saber que no murió en la última batalla, pero tampoco sé a qué bando planea apuntarse ahora. Él es Parallax, aunque me duela, y si intenta algo contra el Guardián no creo que podamos detenerle, incluso con el poder de Alia a nuestro favor.
Cuando yo tuve esa armadura acabé con tres mil seiscientos Green Lanterns, veinte Guardianes y la Batería Central, y aún me quedó rabia para intentar reconstruir el Universo. En mi interior, rezo para no tener que luchar con él de nuevo, porque esta vez ya no podría convertirme en El Espectro.
Me ve, y por un nanosegundo se detiene, y nos da tiempo a aclarar las cosas por fin.
–Ha sido un honor para mí conocerte, Jordan.
–¿Qué vas a hacer?
–Lo que se supone que tenía que haber hecho desde el principio: tomar mis propias decisiones.
–No hagas ninguna tontería, Kane. Aún podemos ganarles sin heroicidades.
–Eres idiota: mi nombre siempre ha sido Siniestro.
Y sigue su camino como una bomba de relojería, como un torvo misil amarillo dispuesto a arrasar toda la Creación con su furia. Grita, y cada uno de sus poros arde en llamas de pura fuerza de voluntad. Intento pararle con mi anillo, pero vuelve a ser inútil contra su poder. Siniestro se ha reencontrado consigo mismo, ya no sirve a ningún engaño maligno de Qward, y no puedo hacerle más que el aire o el agua.
No puedo más que mirar cómo se suicida.
Enfila obsesivo hacia la oscura nube de Controladores, y grita por última vez en su vida, mientras la terrible energía de Parallax se libera a borbotones. Ellos lo observan, y por primera vez en eones sienten pavor, porque saben que no podrán detenerlo. Levantan muros negros y disparan rayos que lo frenen, pero nada tiene efecto en él, porque su energía proviene de un dios distinto del que ellos defienden, y que está a la misma altura en la Escala del Universo. Sus manos brillan, y todo alcanza un dramático final.
Explota, y los cuerpos blanquecinos de los Controladores son arrasados como el trigo en un tornado, como poderosos aviones del Ejército que no son nada al competir con un ciclón. La nube que es la manifestación de Qward se encoge, empujada por el luminoso estallido dorado de un hombre que no teme sacrificarse, y que a la postre es lo que significa realmente el Bien.
Yo usé el poder de Parallax para asesinar Guardianes, él para hacérselo a sus enemigos. De algún modo, el Cosmos vuelve a estar equilibrado.
Sin embargo, las consecuencias no se quedan sólo ahí. El fuego dorado cae como lluvia sobre la indefensa superficie de Oa, y la despedaza salvajemente. Enormes fragmentos de roca son levantados de su lecho consumiendo a su paso la atmósfera, abrasada por la explosión atómica. El núcleo pronto queda al aire, y sé que no le restan más que unos brevísimos instantes, y que yo no podré salvarlo con mi anillo.
Me giro hacia Alia, el único ser que está a la misma altura que Ganthet, y en cuyas manos está ahora la salvación del Universo.
–¡Tienes que hacer algo! ¡Búscalo! ¡Juntos aún podéis conseguirlo!
Pero ella se encoge de hombros, y no se digna ni a darme una respuesta.
La energía descontrolada de Parallax se hunde en las entrañas de Oa y juega a hacerlas pedazos, arrasando en minutos eones de digno compromiso por el Bien. El ser que es a la vez un dios y un planeta se resquebraja como una fruta madura, y la Creación entera parece resquebrajarse con él. Levanto un escudo alrededor nuestro, ayudado por la Luz Violeta de Carol, y a punto estoy de no llegar a tiempo.
Un mundo explota en el Centro del Universo, y su quejido es la certificación de mi derrota.
El Bien acaba de ser asesinado.
Parece que al final el Dios del Albedrío ha hecho como siempre lo que más le viene en gana, y ha terminado trabajando para el Mal.
Qward ha vencido.
Gemía, lloraba, con todos los huesos destrozados y la boca llena de sangre. Ni siquiera su piel invulnerable había sido rival para la rabia homicida de Thanos, el imbatible Dios Loco de Titán. Su ataque sin fundamento había durado apenas segundos, y ahora esta impresionante belleza esmeralda languidecía rota sobre las sangrientas arenas de la guerra.
–¿Por qué haces esto, demonio? –susurraba entre dientes–. Si Qward triunfa en este Universo, tú también caerás con nosotros.
–En efecto, Hulka, y me presentaré ante mi señora, la Muerte, habiéndole entregado infinitas almas como nunca vio, una carrera sin fin que me hará digno de sus favores. ¿Entiendes por qué soy tan feliz? La pregunta, más bien, es por qué tú haces esto. Resulta obvio que no podrás derrotarme, y sólo estoy buscando cumplir con mi destino. ¿Es tan difícil permitir que destruya tu ridículo universo?
–No... No te dejaremos.
–¿Ah, no? ¡Ja, ja, ja, ja! Te deseo suerte, humana, porque por ahora no has tenido mucha.
Pero el terrible Adorador de la Muerte no se dio cuenta hasta muy tarde de la luz que se estaba abriendo a su espalda, y no fue hasta que se produjo el estallido de un trueno que acertó a girarse para descubrir a su atacante... Pero ya no le dio tiempo a nada. Del poderoso Boom Tubo surgió una figura intensamente luminosa, envuelta en fuego cósmico y rezumando energía por sus poros, como un gigantesco dios espacial venido de otro universo. Chillaba, y su voz de furia roja era un arma de un poder indescriptible. Volaba, y a cada movimiento desplazaba frentes de llamas con la potencia de una supernova.
Se irguió solitario sobre la arena azul llena de sangre, y sus ojos enmascarados eran tan fríos y temibles como los de un coloso, e igual de insensibles hacia la suerte de su rival.
Y Hulka sonrió milagrosamente confiada:
–Parece que mi suerte... está cambiando, ¿eh, monstruo?
–¿Quién eres tú? –gritó el villano, con sus dedos jugueteando con poderes oscuros.
–Mi nombre era Doctor Spectrum –susurró el Caballero de cuerpo refulgente, con cada uno de sus átomos despidiendo una claridad impensable, y un tupido cartograma del universo dibujado en su pecho–, pero ahora soy parte fundacional del Todo, del mismo Origen. Mis amigos arriesgaron sus vidas para recomponer la mítica Linterna del Espectro Lumínico, de donde proviene todo mi poder, y ahora es a mí a quien le corresponde hacer su parte. Y sólo tú estás enmedio, asesino.
–No te aconsejo combatirme. La heroína que enviaron a cazarme está ya en el suelo, a punto de morir.
–¿Pretendes comparar mi poder al de Hulka? ¡Ja, ja, ja! ¡Qué poco sabes, Thanos! Su misión en esta historia fue sólo ganar tiempo para el Bien. ¡La mía es destrozarte!
Y con sólo el movimiento de una mano tumbó al Dios Loco sobre su trono de cráneos humanos. Le rodeó de un fuego primigenio extraído de las más lejanas constelaciones, le aprisionó con muros hechos de agujeros negros y neutrinos, de la ciencia cruel de los inmortales de Oa, que ahora latía en sus venas como un don otorgado por los dioses. Un regalo para hacer el Bien a un nivel que nunca habría imaginado.
Pero Thanos no estaba precisamente indefenso. Se levantó de la arena consciente de que aquélla sería la lucha más importante de toda su existencia, y la que vendría a decidir en calidad de qué podría presentarse ante los ojos de su amada, si de esclavo o conquistador, dueño o sirviente. Alzó las manos imbuidas de poder absoluto, y de cada uno de sus dedos brotó un universo.
La verdadera batalla no había hecho más que empezar.
Continuará...
REFERENCIAS
1. En la mítica etapa de Stan Lee y Jack Kirby a los mandos de Los 4 Fantásticos.
REFLEXIONES CÓSMICAS
Por Gabriel Romero
Y las cosas se están terminando. Disfrutad bien esta saga, chicos, que le queda muy, muy poco.
Los Darkstars y los Controladores han muerto, Hal Jordan vuelve a ser Green Lantern, Carol Ferris es otra vez Zafiro Estelar, y la batalla se está poniendo a cien por hora. Por otro lado, el Doctor Muerte ha sido ya vencido, y Thanos y Spectrum se juegan el destino del Universo Marvel en un combate como nunca podrá repetirse.
Yo que vosotros no me perdería lo que queda…
Algunos detalles importantes, curiosos o que simplemente me gusta resaltar:
• ¿Alguien echaba de menos a los Nuevos Dioses? En una Guerra de la Luz y la Oscuridad de tal calibre, su participación estaba asegurada. Y por supuesto, el combate entre Orión y el Doctor Muerte (imbuido del poder de Galactus) es un claro homenaje a la labor de Jack Kirby, y a su influencia en ambos universos superheroicos. Sólo un autor como El Rey podía haber creado personajes de este tipo.
• Era sólo cuestión de tiempo que hicieran su aparición los Darkstars, con Donna Troy al frente. En los años 90, este grupo de policías galácticos guiados por los Controladores intentaron sustituir a unos desaparecidos Green Lantern Corps (aunque con métodos mucho más expeditivos), que habían sido aniquilados por Hal Jordan. Y una de sus principales heroínas fue una perdida Donna Troy, con la que realmente no tenían los guionistas ni la más remota idea de qué hacer. La idea se perdió, pero a mí me parecía lo bastante interesante para emplearla aquí. Quiero decir… ¡la luz de los Darkstars era negra! ¿Cómo a nadie se le ha ocurrido nunca que eso pudo ser un signo del cambio de bando de los Controladores? Igual que Siniestro defendía al principio lo mismo que ellos y su luz era amarilla (por lo que tomé el Amarillo como representación del Control), ahora los Controladores y sus legiones habían vuelto negro su poder. ¿Es muy difícil sumar dos y dos para tener una historia decente? Por supuesto, el papel de Donna en esta saga aún no se ha terminado. ¿O creéis que un personaje tan importante se va a quedar sólo en lo que hemos visto aquí?
• La relación entre Carol y Hal también se aborda en este número. Era obvio que tenían que volver a estar juntos, y en su mejor encarnación posible, que es en la que ambos son superhéroes cósmicos y luchan por el Bien a través de todo el Universo. Eso significaba romper un matrimonio anterior y un empleo en Manhattan que le fueron creados a Carol Ferris en el desastre que supusieron los años 90, y retomar esa imagen de dama fuerte y combativa con que se presentó al inicio de la serie, allá por 1959 (curioso que en aquellos tiempos fuera mucho más desenvuelta y autosuficiente que ahora, ¿no?). Y también implica retomar a Zafiro Estelar, una de las heroínas/villanas más curiosas del cómic, y que ahora por fin encuentra un bando al que adscribirse definitivamente.
• Las Zamaron son el siguiente paso. Esas misteriosas mujeres del espacio nunca se mostraron muy amigables en las historias previas, ni demostraron todo ese amor que supuestamente defendían. Vemos aquí que en el tiempo que no hemos sabido de ellas fueron sistemáticamente eliminadas por Parallax (usando el cuerpo de Hal Jordan), y la última de ellas guarda demasiado rencor hacia los Dioses del Cosmos. Por suerte, gracias al alma de Jordan consigue poner a un lado sus sentimientos egoístas y entender realmente la Compasión que defiende Ganthet, y que Compasión y Amor son dos caras de la misma moneda.
• Y por último llega la redención de Siniestro. Después de contemplar la Llama de la Vida (la misma con la que está en contacto Alan Scott, por supuesto), decide que ya es hora de hacer algo bueno en su vida, aunque sea a través del asesinato y la traición a los suyos. Y justo por ese acto único recibe el perdón de Oa, y empieza una nueva etapa en su vida.
Por supuesto, todos ellos aún tienen mucho que opinar en esta historia.
Ni Ganthet, ni Alia, ni Siniestro o Hal Jordan han dicho su última palabra. La Guerra de la Luz y la Oscuridad se decidirá en el próximo número, y habrá más sorpresas de las que podéis imaginaros.
Nos vemos allí.
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