Green Lantern nº 23

Titulo: El Juicio de Hal Jordan (I): ¿De quíen es la culpa?
Autor: Gabriel Romero
Portada: Ruben Davila
Publicado en: Diciembre 2010

La gran historia que marcará el pasado y el futuro de los Green Lantern Corps. El antiguo defensor de Coast City es sometido a una vista en Oa para decidir sobre sus actos contra los antiguos Guardianes. Muchas vidas se perdieron por culpa de la rabia incontrolada. ¿Qué pasará ahora con él, cuando ha vuelto a la vida por acción del Espectro? ¿Qué pena le será impuesta por Ganthet, que fue su gran amigo? No te pierdas el arranque de esta impresionante saga cósmica.
Nacido sin miedo y honrado a carta cabal. Dos requisitos indispensables para convertirse en el mayor defensor
de la verdad y la justicia por todo el Universo. Para vestir los colores y el anillo de poder de…

Hal Jordan creado por John Broome y Gil Kane

Resumen de lo publicado: Hal Jordan ha vuelto a Coast City, y la halla transformada en un paraíso futurista por la mano de su amigo, el mecánico de aviones Tom Kalmaku, ahora Alcalde de la ciudad. Pero sus auténticos problemas empiezan cuando decide quedar con su antigua novia, la empresaria Carol Ferris, y justo entonces es requerido en Oa para ser juzgado por sus crímenes. Y el Guardián Ganthet promete ser implacable.
Por otro lado, Kilowog se encuentra en el Universo Marvel, y se presenta en la recepción del mismísimo Edificio Baxter para advertir de un peligro. ¡Uno que amenaza con destruir la existencia entera!

La sala es inmensa y terrible, de una grandiosa solemnidad más propia de un templo: sus altísimas paredes de un gris metalizado, coronadas por una hermosa cúpula con vidrieras… sus anchos tapices de colores vivos, cubriendo los muros con honrosas historias de héroes y proezas… su faraónico ventanal al espacio, mostrando el más amplio y bello panorama de todo el Universo: el planeta Oa. El nacimiento del Cosmos, y el hogar del ser más poderoso que habita en la Creación. Y mi antiguo amigo de aventuras.
Hubo un tiempo en que Ganthet y yo recorrimos el espacio buscando a los hijos perdidos de Maltus, y luego defendiendo la historia más antigua de los Guardianes del Universo (1). Ahora él es el único de su raza… porque yo maté a los demás.
Imagino que no debe de estar muy contento.
Camino hasta el ventanal, y pierdo mi mirada entre los pliegues de la borrasca que fluye sobre el ecuador de Oa, como un animal salvaje que obedece a su dueño, convertido en mascota por un poder infinito que ni siquiera él puede explicarme. Ganthet y otros miles de individuos maltusianos se asentaron hace eones en las arenas rojas de un mundo deshabitado, y por algún extraño proceso que nunca revelaron, se llegaron a convertir en baterías vivientes del Poder del Universo. Se transformaron, ganando la inmortalidad y la omnisciencia. Y ahora en su mayoría están muertos. Unos cuantos por la mano cruel del Anti–Monitor, y el resto por la mía.
Y ahora he sido requerido en la grandiosa Ciudadela Orbital de Ganthet para responder por aquello. Como si supiera qué decirles, o por qué ha pasado todo. Como si yo también fuera omnisciente.
Al fondo, un tapiz de estrellas marca los sueños de todos nosotros, de la generación que crecimos tras los pasos de la carrera espacial, y la hicimos posible. De los que realmente pensábamos aquello que dijo Kennedy, de “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti: pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”, y lo llevábamos a cabo. Ahora todo parece fácil, basta con llevar un anillo verde en la mano y podrás recorrer los tres mil seiscientos Sectores Espaciales, pero ése no es el secreto.
El secreto de los Green Lanterns no es de qué son capaces, sino por qué.

"For I stand tonight facing west on what was once the last frontier.
From the lands that stretch three thousand miles behind me, the
pioneers of old gave up their safety, their comfort and sometimes their
own lives to build a new world here in the West. They were not the
captives of their own doubts, the prisoners of their own price tags.
Their motto was not “every man for himself” but “all for the common
cause.” They were determined to make that new world strong and
free, to overcome its hazards and its hardships, to conquer the
enemies that threatened from without and within.

Today some would say that those struggles are all over – that all the
horizons have been explored – that all the battles have been won –
that there is no longer an American frontier.

But I trust that no one in this vast assemblage will agree with those
sentiments. For the problems are not all solved and the battles are not
all won – and we stand today on the edge of a New Frontier – the
frontier of the 1960's – a frontier of unknown opportunities and perils,
a frontier of unfulfilled hopes and threats."

No tenía más de cinco años la primera vez que salí del planeta. Era un niño asustado, escondido tras las piernas de mi padre e incapaz de asomarme a mi propio destino. Sonrió, y me montó en uno de aquellos cazas subespaciales que estaba probando la USAF, y la cabina se cerró para siempre. Mi vida monótona y aburrida quedó al otro lado. Jamás volvería a ser el mismo.
Tranquilo, Hal”, me dijo al sentarse a los mandos. “Tú eres un héroe. Todos somos héroes. No voy a permitir que te ocurra nada malo”.
Aquella expresión amable, aquella sonrisa confiada era lo único que podía transmitirme paz… pero no duró mucho. Los motores prendieron con un zumbido salvaje, y la minúscula nave salió proyectada hacia el cielo. Ya había volado antes en aviones del Ejército, siempre de copiloto con mi padre a escondidas de los Altos Mandos que lo habrían expedientado por ello, pero nada como esto. La fuerza de aceleración me aplastó el cuerpo contra el respaldo de cuero, la cabeza me dio vueltas, el estómago se me salió por la boca y estuve a punto de perder la consciencia, pero aguanté. Apreté los dientes con fuerza y traté de pensar otra cosa, cualquier esfuerzo con tal de no fallarle a mi padre. Deber. Mi primera lección del deber.
Cuando la nave adquirió velocidad de escape, el universo entero se abrió ante mis ojos.
Las nubes se separaron como aguas del Mar Rojo, el cielo dejó de verse azul para volverse totalmente negro, y un mar de bellísimas estrellas salió a recibirme. Era un vacío oscuro y lejano, profundo y eterno, pero que al mismo tiempo destilaba pura vida. En cada extraño fulgor del Universo, en cada mundo y cada luna del Cosmos bullía una rabia enorme por sobrevivir a pesar de todo. Un ansia infinita de poder y domar, de invadir todo cuanto hubiera y someterlo a su titánica voluntad. Eso era la Vida.
Aquél fue el día en que me prometí a mí mismo que sería astronauta.
Y hoy puede ser el último día en que visite el espacio.

"Woodrow Wilson’s New Freedom promised our nation a new political
and economic framework. Franklin Roosevelt’s New Deal promised
security and succor to those in need. But the New Frontier of which I
speak is not a set of promises, it is a set of challenges. It sums up not
what I intend to offer the American people, but what I intend to ask of
them. It appeals to their pride, not to their pocketbook – it holds out
the promise of more sacrifice instead of more security.
But I tell you the New Frontier is here, whether we seek it or not.
Beyond that frontier are the uncharted areas of science and space,
unsolved problems of peace and war, unconquered pockets of
ignorance and prejudice, unanswered questions of poverty and
surplus. It would be easier to shrink back from that frontier, to look to
the safe mediocrity of the past, to be lulled by good intentions and
high rhetoric – and those who prefer that course should not cast their
votes for me regardless of party."

¡Hal Jordan de la Tierra! – grita una voz a mi espalda –. ¡Comparece ante Oa!
Y muy a mi pesar abandono la vieja ensoñación de cuando niño, y me giro hacia el destino.
La imagen es espeluznante. La Ciudadela de Oa, la máxima autoridad en toda la Creación. El reducto de los valores heroicos y nobles de los seres vivos, personificados en un único individuo dotado del poder de los dioses. Regalos magníficos, para librar una gesta que nunca podría descansar. Frente a mí, un inmenso tribunal adornado con los símbolos de anillos de poder y baterías, con los rostros de grandes leyendas como Abin Sur, Faghral Tellem, Kilowog o el renegado Jon Kane, que se hizo llamar Siniestro. E incluso, en una esquina en la que no sé cuánto tiempo durará, aparece mi imagen. O al menos, de cuando era joven y no había destruido el Universo.
De pronto, como una bocanada de aire fresco que llene la sala, un diminuto cuerpo de piel azul y ropas flotantes escarlata surge desde el fondo del pasillo. Su rostro es un mapa de arrugas de millones de años, sus ojos han visto tantos horrores que es duro seguir creyendo en la bondad… y sin embargo cree. Lo que transmite en realidad esa mirada añeja y potente es una esperanza infinita en la bondad de los hombres, a pesar de todo, una confianza real en que podemos superarnos día a día y construir un futuro sólo con la fuerza de nuestra voluntad. No por un anillo de poder que fabrica objetos verdes, sino porque somos hombres, y eso es lo que cuenta al final.
Sin embargo, cuando me mira, hay en sus ojos de pronto una luz de pena y cansancio, como si lo único que viera en mí es la decepción que le he causado. Y tal vez esté en lo cierto.
– ¡Hal Jordan, acércate a la mesa!
Camino despacio hasta la marca en el suelo que una vez vestí sobre el pecho, y observo a mi juez y jurado. He compartido con él demasiadas guerras y aventuras, en otros tantos planetas que están bajo su cargo. He luchado en las profundidades del océano, y volado a lomos de dragones genéticos sobre la dulce silueta de Oa.
Y hoy me pregunto de qué lado estará mi viejo amigo.
Hal Jordan – comienza su discurso, con la voz más inexpresiva que ha logrado –, ¿sabes por qué has sido llamado hoy a comparecer ante Oa?
– Supongo, señor, que por los hechos ocurridos a partir de mi último llamamiento… después del ataque de Mongul a Coast City.
Supones bien, Jordan. Se han vertido graves acusaciones acerca de tus actos, y debes aclarar cuánto hay de verdad en ellas. Y recuerda en todo momento que te hallas ante Oa. Se confía en que todo cuanto salga de tu boca ha ocurrido tal y como lo cuentes. Los hechos concretos son ya sobradamente conocidos, por desgracia. De modo que ahora te corresponde a ti dar cuenta de lo que Oa ya sabe, y que tu voz sea la que aclare todo cuanto hay de oscuro en esta desagradable situación.
– Muy bien. Yo me encontraba en el espacio cuando murió Coast City. Un humano llamado Henry Henshaw había sido transmutado por radiaciones cósmicas en un engendro cyborg con capacidad para controlar la vida de silicio, pero estaba envenenado. Culpaba de su situación a Superman, el último kryptoniano vivo, y se hizo pasar por él con el fin de hundirle. Se alió con Mongul, el antiguo Señor de la Guerra, e hicieron volar por los aires mi ciudad, como una primera conquista para convertir la Tierra en su nuevo Mundoguerra. Pero Superman volvió de entre los muertos justo entonces, y con la ayuda de otros aliados pudo poner freno a la invasión, y derrotarlos.
Y tú no pudiste intervenir.
–No. Eso me destrozó. Siempre he sido un hombre muy… intervencionista. No pude soportar la sensación de que todos habían muerto en mi ausencia, y que ni siquiera había podido intervenir en la batalla. No es que por pegarle a Mongul fuera a arreglar nada en mi ciudad… pero al menos habría podido librarme de la furia.
La furia es un mal consejero para los Green Lanterns.
–Lo sé. Nos enseñabais a juzgar fríamente, a ser vuestra mano en cada planeta y en cada sector… pero, ¿cómo se puede ser frío ante la muerte injusta de toda una ciudad?
¿Hay alguna muerte justa? Tomar–Re del Sector 2815 fue incapaz de evitar la destrucción de todo un planeta, y únicamente un niño fue enviado en un cohete espacial para salvarse. Si ese niño no hubiera llegado a la Tierra, Coast City aún seguiría viva. ¿Dónde está la justicia en eso?
–Si nunca hubiera llegado a la Tierra, yo no me habría convertido en Green Lantern, y no habría salvado a todos los que salvé.
Tú te convertiste en Green Lantern por el fallecimiento de Abin Sur, quien fue el que pasó el anillo a tus manos.
–No. Al menos no como yo lo veo. Sin la aparición de Superman habría sido un policía, o un soldado galáctico, pero nunca un superhéroe. Eso es lo que él nos aportó. Eso es lo que he sido, aunque fuera con vuestros colores.
Y cuando no pudiste serlo en Coast City, te invadió la furia.
–Sí. Furia contra todos, contra el mundo, contra esa dinámica de buenos y malos en que habíamos vivido, porque nunca creímos que fuera a pasar nada como aquello. Los tiempos habían cambiado, ya no era esa época inocente de villanos con trajes de colores y poderes estrambóticos, cuando las amenazas más terribles eran convertir la ciudad en música o liberar a las fieras del zoológico. No. Ahora nos enfrentábamos a auténticos genocidas, y creo... que no supimos responder como debíamos.
Menospreciaste el peligro real de aquella amenaza.
–Es posible. Todos estábamos desactualizados. Kyle Rayner empezó a ser héroe en esta época oscura, y sufrió en sí mismo y en su novia lo que eso significaba (2). Pero nosotros no teníamos ni idea de cómo enfrentar a esas cosas, y nos hundieron. Mi amigo Barry Allen se sacrificó para destruir el cañón de anti–materia de Qward, Dinah Lance sufrió la violencia de Seattle y luego mataron a su hombre, Superman murió…
Y Coast City. Muchos millones de personas.
–Personas que estaban bajo mi cargo. Millones que vivían seguros porque yo había jurado que nunca les pasaría nada. Y en cambio me marché al espacio y ni supe que habían muerto. Sólo vi un cráter y el suelo arrasado.
¿Y después?
–Después ya todo dejó de tener sentido. Yo era casi un dios, con mi anillo de poder y la imaginación de un hombre desesperado, pero no había podido hacer nada para salvar a los que más quería… así que los recreé. Les di nueva vida, hecha de energía esmeralda y mi propia voluntad, y vosotros me la arrebatasteis. Apagasteis mi anillo, y me obligasteis a volar aquí para reportar mi falta. Mi falta. No era yo el que había contemplado todo desde el espacio y no había movido un dedo para ayudar a la gente normal. Me acusabais de deshonrar a los Corps, pero yo era el único que aún intentaba cambiar las cosas.
¿Crees que los Guardianes también nos equivocamos?
–Todos nos equivocamos alguna vez en la vida. Y vuestra vida ha sido mucho más larga.
Y no especialmente acertada.
–El problema de esta clase de trabajo es que nuestros errores siempre se pagan con sangre. Los Psiones, los Manhunters, los Marcianos Verdes y Blancos… Coast City. Supongo que aún me lleváis cierta ventaja.
Tú acabaste con los Guardianes del Universo y todos los Green Lantern Corps. Desbalanceaste el equilibrio del Universo y lo arrojaste aún más a la oscuridad. En tu loco intento por hallar la Justicia en los actos de los Dioses, le entregaste todo lo que habíamos conseguido al Mal. La obra de miles de millones de años, destrozada. Por ti, Hal Jordan. ¿De verdad crees que puede compararse?
–Creo que no estamos aquí para juzgar la magnitud de mis actos. Sabemos que me rebelé contra Oa y los Green Lantern Corps, que destrocé el Cuerpo y a todos sus miembros, y que sólo pudiste salvarte tú de milagro, justo a tiempo para darle el anillo a una nueva generación de soldado. Sabemos que atesoré el poder de un Dios, y que lo empleé para intentar reconstruir el Universo como yo imaginaba que tenía que haber sido, y sólo la acción combinada de los que habían luchado conmigo en la Liga de la Justicia pudo detenerme. Sabemos que luego me enfrenté al Devorador de Soles para defender a la gente normal a la que nunca había dado la espalda, y que morí venciéndolo. E incluso sabemos porque lo hemos visto que mi alma fue capturada por el Espectro de la Venganza y empleada para sus propios fines macabros… hasta que ese mismo concepto de la Justicia que tú criticas le dio tanto asco que terminó por liberarme. Y aquí estoy de nuevo. Después de tantas vueltas y demasiados genocidios, he empezado de nuevo. Sabes entonces cuál es la pregunta que vinimos a contestar.
¿Qué vamos a hacer contigo?
–Justamente.
¿Y qué podemos hacer contigo entonces?
–No lo sé. Tú eres el juez, Ganthet. El juez de todo el Universo, aunque te pese.
–Yo creo que la pregunta no es ésa. Todos sabemos lo que ocurrió, por desgracia. Yo creo que lo más importante es: ¿Cuánto de lo que ocurrió fue culpa tuya?
–Bueno… Supongo que sí es importante. No puedo decir que aquellos pensamientos me fueran ajenos. Recuerdo bien la frustración, la impotencia de tener un poder ilimitado y haberles fallado a los míos, la rabia contra la autoridad a la que no le importamos… La Rabia. Todo fue rabia a partir de entonces. Una rabia inmensa y roja. Un fuego que me consumía entero. Y no paró hasta que di la vida por salvar a la Tierra. Sólo entonces pude tener paz.
¿Y de dónde crees que nació esa rabia? ¿De ti mismo?
–¿Por qué no? En el fondo soy humano, como todos.
Pero un humano especial, como todos los Green Lanterns. Os seleccionamos de entre los mortales por dos características propias de vuestra naturaleza: sois individuos nacidos sin miedo y honrados a carta cabal. Es imposible que os retiréis ante ninguna clase de amenaza… e igualmente es imposible que os corrompáis. Por eso sois útiles como los más perfectos defensores del Bien por todo el Universo. Y por eso resultáis inconquistables para el Mal.
–Pero el caso es que nos conquistaron. Igual a mí que al Lantern Jon Kane.
Para eso es para lo que realmente has sido citado aquí, Hal Jordan. No para contarnos lo que sentiste por la muerte de tu ciudad, ni los hechos que vinieron a continuación y de los que ninguno queremos acordarnos. No. La razón de este juicio es descubrir finalmente cómo es posible que los dos hombres más justos que ha vivido esta legendaria institución pudieran haberse convertido en asesinos de masas. ¿Comprendes que eso es imposible?
–Bueno… yo…
Así que ya va siendo hora de que te muestres, entidad, y nos expliques a qué has estado jugando. Porque ya estoy harto de perder a los mejores de mis hombres en tu condenada espiral de muerte y universos.
Y es entonces cuando todos comprendemos que esto nunca ha tratado de mí. Que todo lo que sucedió eran movimientos crueles de seres a los que nada importa. Ni los hombres, ni sus pasiones, ni sus muertes.
Y es entonces cuando una luz esmeralda surge detrás de mí, y sus contornos se van transformando hasta adquirir el aspecto de una figura bajo una capa.
¿Sabes quién soy, Guardián? –pregunta con una voz que viene de lo más profundo de los secretos del Cosmos.
Sí. Sé quién eres desde hace tiempo, pero no me está permitido hablar de ti, ni reclamarte aunque quiera, porque tú eres anterior a mi existencia y estás por encima de mí. Tú puedes ir donde te plazca y hacer siempre tu voluntad, pero creo que ya es hora que comparezcas ante nosotros, aunque seamos individuos inferiores, y nos expliques lo que ha estado sucediendo.
Y de la figura cubierta por una capucha brota una siniestra y larguísima carcajada. Una risa de burla cruel hacia el que es el Último Guardián del Universo. Y yo me estremezco. ¿Quién es éste que puede menospreciar de tal manera al más terrible poder de la Creación?
¿Explicar? ¿Comparecer yo ante vosotros? ¿Cómo piensas que tienes poder para hablar de esa manera? Yo soy Parallax, el Infinito, al que los tiempos han llamado el Hijo de la Fuente. Yo existía en la Creación antes de la Creación misma, antes de que este Universo naciera, cuando la Fuente era todo lo que podía haber y no haber.
En el Primer Mundo.
Así es, aunque vuestras denominaciones me asquean. En un tiempo sin tiempo ni espacio, cuando nosotros éramos los Reyes y los Dioses, y no había que soportar estas faltas de respeto.
Sí, todos hemos oído leyendas sobre la guerra que librasteis contra los seres de MundoDios. Porque al final la guerra es un invento incluso más antiguo que la Humanidad, aunque crean que es suyo.
¿Y te extraña que la hubiera? La Fuente lleva eones jugando a crear dioses en miniatura, en vez de admitir que todo es nuestro.
Y como venganza habéis provocado todos los desastres de la Historia del Cosmos: el fin del MundoDios, la Guerra entre Apokolips y Nuevo Génesis, el Pecado de Krona, la impensable rebelión de los Manhunters… la caída en desgracia de los Green Lanterns Jon Kane y Hal Jordan. En todos esos horrores habéis intervenido.
Pero también en actos nobles, como el ascenso de los Maltusianos al Poder Cósmico, o la reconstrucción del Universo Único a partir de las cenizas del Multiverso. ¿Es que eso también te parece horroroso, Ganthet?
¿En cuántos de esos actos nobles interviniste tú en persona? ¿O fue más bien alguno de tus hermanos, con mejor conciencia?
–¿Qué importan los detalles, Oano? Piensa más bien en el futuro, porque no te queda mucho. Contempla ahora al nuevo ser al que he tomado como huésped, y descubre el horror que ha venido a tu casa.
Y así es como termina todo, con la luz esmeralda volviéndose amarilla, y la figura encapuchada mostrando el rostro que fue de Jon Kane, y que ahora viste la armadura que fue mía.
¿Estás preparado, Jordan, para la batalla más crucial de todas? Una vez tuviste el poder de Parallax, y no hiciste con él más que el ridículo. Veremos si ahora puede servir a mejores fines en las manos más capaces de… ¡Siniestro!

But I believe the times demand new invention, innovation,
imagination, decision. I am asking each of you to be pioneers on that
New Frontier. My call is to the young in heart, regardless of age – to
all who respond to the Scriptural call: “Be strong and of good
courage; be not afraid, neither be thou dismayed.”
(John F. Kenndy, de su discurso de toma de posesión como Presidente de los Estados Unidos, 1961)

Mientras, a muchísima distancia de allí:
Los invasores alcanzaron el brillante Edificio Baxter sólo unos pocos segundos después de llegar Kilowog, de modo que la pobre recepcionista robot no pudo más que sonreírle y mirar a la puerta.
Y entonces llegaron.
Una docena de monstruosos demonios–sombra irrumpieron en el hall plagado de turistas, asesinando de modo indiscriminado con su toque ácido. Eran intangibles, invencibles, pero al mismo tiempo podían hacer lo que quisieran. Kilowog los observó apenas un segundo, y el miedo no pasó ni un instante por su cuerpo. Se giró hacia la androide y empezó a gritar órdenes, como hacía cuando era un Green Lantern.
–¡Será mejor que avises a tus jefes, máquina, porque mi anillo no tiene poder en este Universo!
Pero no hizo falta, porque enseguida bajaron a recepción aquéllos a quienes realmente buscaban: Reed Richards, Susan Richards, Ben Grimm y Johnny Storm, más conocidos como Los Cuatro Fantásticos.
Y la reacción del líder del equipo fue inmediata:
–¡Sue, protege a los turistas y sácalos de aquí! ¡Johnny, intenta frenar esas cosas con un muro de fuego! ¡Ben, contraataque! ¡Tenemos que invertir el sentido de la batalla, y pasar a la ofensiva!
Pero los ojos de Mister Fantástico no tardaron mucho en darse cuenta del alienígena que los observaba desde el mostrador, ni en que no pertenecía a ninguna raza conocida del Universo, igual que los recién llegados. Así que alargó su cuello hasta acercarse a la visita, mientras el resto de su cuerpo seguía organizando la guerra.
–¿Sabes algo de esto que debamos conocer, amigo?
–Todo. Mi nombre es Kilowog, antiguo Green Lantern del Sector Espacial 674 del Universo Positivo 1 de Kismet. Sé que ya os habéis encontrado con algunos de los héroes de aquel lugar, así que me creerás cuando te diga que este enemigo no se parece a nada que hayas conocido antes. Fui lanzado a la Tierra 616 del Universo Eternidad por un accidente que temo que estuviera provocado, y aquí mi anillo de poder no funciona. Por eso no he podido llegar antes.
–¿De qué se trata, Kilowog? Dime lo que pueda servirnos.
–Es el dueño de estos demonios–sombra, un terrible devorador de universos que por poco acaba con el nuestro. Allí de donde vengo le conocen como el Anti–Monitor, aunque su verdadero nombre es… ¡Qward!

Continuará...

REFERENCIAS
1. En la historia “Green Lantern: Ganthet´s tale”, de Larry Niven y John Byrne.
2. Alexandra DeWitt: La novia de Kyle Rayner antes de que éste recibiera su anillo de poder, asesinada por el Mayor Force y encerrada en una nevera para que el héroe la encontrase. Tanto Parallax como el diablo Nerón le ofrecieron en sendas ocasiones resucitarla a cambio de su alma, pero en todos los casos Rayner dijo que no a estas propuestas, y aceptó la muerte de su amada no sin esfuerzo.


REFLEXIONES CÓSMICAS Por Gabriel Romero
Hola a todos.
Quería iniciar con este número de “Green Lantern” una forma distinta de comunicarme con aquellos pobres incautos que se decidan a leer este fan–fic, y no se me ocurrió otra forma que escribir una columna de opinión. Algo similar a esos viejos escritos que hacían John Byrne o Peter David, y que servían para expresar algunas ideas no siempre ceñidas al cómic.
No es que diciendo eso me quiera yo comparar con estos autores (aunque a ego no me gana nadie, tranquilos), pero sí realmente me gustaría emplear ese mismo truco para debatir sobre algunos asuntos de esta historia.
La saga que estoy escribiendo ahora mismo en “Green Lantern” es una de las más decisivas para el futuro de la serie, por cuanto implica al retorno grandioso de un personaje como Hal Jordan que, por cuestiones de dónde dio comienzo la continuidad de Action Tales, nunca había regresado a la vida como en los comics.
La primera vez que Jerónimo Thompson me tentó con la idea de escribir “Green Lantern” no pensé en lo complicado que iba a resultar, por cuanto él ya planteaba en su última historia cómo iba a volver Jordan al mundo de los vivos. A mí me tocaba explicar qué significaba todo esto y cómo enlazarlo con el resto del Universo DC–AT. Y por supuesto hacerlo de algún modo que fuera sustancialmente distinto a lo que ya se le había ocurrido a Geoff Johns, actual guionista de la colección USA y revitalizador del personaje. Vamos, una locura.
Lo primero que pensé es que toda esa continuidad en torno a Hal Jordan resultaba un caos tremendo y de lo menos apetecible. Nadie corriente iba a pensar en él como un valor en alza, y menos teniendo una continuidad tan sencilla como la de Kyle Rayner (“El último Guardián del Universo le entregó un anillo de poder que hace maravillas verdes. Fin”). Así que era el momento de empezar de cero y volver a contar todo lo que rodeaba a Jordan, pero desde una perspectiva diferente: una perspectiva fácil de entender. Por eso vimos ya la saga “La bendición de un hombre sin miedo” (parafraseando el título del Green Lantern #11 AT, donde yo mismo escribía un nuevo origen para el villano Siniestro), en la que hemos redescubierto la vida pre–anillo de Hal Jordan (en el primer número), su legado heroico (en el segundo) y todo ese bagaje cósmico y multiversal que siempre le ha acompañado (en el último). Para tal esfuerzo intenté ceñirme sobre todo al origen inicial que escribieron John Broome y Gil Kane, y también a la reinterpretación que hizo Darwyn Cooke en “The New Frontier”, una auténtica lección de lo que significa Green Lantern. Vamos, intentar volver a las raíces del personaje ignorando lo que hizo Geoff Johns.
(La verdad es que, cuanto más trabajo con Jordan, más lo veo un personaje puramente de la Era Kennedy, sin que eso signifique que esté desactualizado, sino que es el momento en que se forjaron sueños como los que él representa).
En cuanto a “Escalas de poder”, esa historia sobre los muchos orígenes del Universo DC y su orden concreto, creo que puedo estar contento de cómo ha resultado al final, porque justamente lo que pretendía era enlazar en una sola historia coherente lo que siempre han sido dos versiones sin relación alguna: el origen del Cuarto Mundo y el de los Guardianes del Universo. Se supone que ambas historias coexisten, pero lo cierto es que nadie ha hecho nunca nada para que sean una sola… Y como podéis ver ya en este número, esos elementos van a ser cruciales para el desarrollo de esta saga.
Terminado el repaso a lo que significa Hal Jordan, tocaba enfrentarse a él de verdad. No podía simplemente devolverlo al Cosmos, ponerle de nuevo el traje de Green Lantern y que apareciera gritando: “He vuelto”. No. Tenía que enfrentarse a lo que hizo, saber hasta qué punto fue responsable de aquella matanza, y plantear su nuevo futuro. De ahí la segunda historia por capítulos que va a llenar esta serie: “El juicio de Hal Jordan”.
Aquí sí que la decisión no fue fácil.
Una de las tácticas más antiguas en el cómic para explicar comportamientos extraños de los personajes (léase, cagadas de los guionistas) es la de “Ése no era realmente él”, bien del tipo de posesión externa, suplantación, etc. Pasó con los viejos robots suplantadores del Doctor Muerte (creados por Byrne para explicar por qué Muerte “no siempre se comportaba como debía en sus apariciones en otras colecciones”), Jean–Grey/Fénix, Chaqueta Amarilla, el clon de Spiderman… Y una vez más, tendremos que hacer uso de esa táctica. Realmente no había otra opción, y por ello es la misma que ha empleado Johns en América, porque esos actos (asesinar a los Guardianes y prácticamente a todos los GLCorps) difícilmente podían explicarse según la naturaleza moral de Jordan, era algo impensable para alguien “honrado a carta cabal”. Pero entonces, pensé, ¿por qué sí los aceptamos en Siniestro?
El villano Siniestro (o Jon Kane, como decidí nombrarlo originalmente antes de que cayera en desgracia) también había sido Green Lantern, de modo que podemos aceptar que era un hombre nacido sin miedo y honrado a carta cabal. ¿Cómo pudo entonces convertirse en un genocida y pretender la aniquilación total del Universo y de su antiguo pupilo (Siniestro había sido el maestro de Hal Jordan cuando éste era un novato en los Corps)? Ni siquiera la explicación posterior (que no quería destruir el Universo, sino controlarlo, porque estaba obsesionado con el Orden más allá de la Vida) parecía muy satisfactoria. ¡A ver, era honrado a carta cabal!
Así que empecé a pensar que tal vez esa misma entidad que controló a Jordan pudo haberlo hecho antes con él. ¿Y ya puestos, por qué no relacionarla también con otros actos “igualmente inexplicables” del Universo DC, como la rebelión de los Manhunters (¿desde cuándo sienten ambición y envidia unas máquinas, por muy modernas que sean, y en cambio con los seres vivos todo sale bien?), la traición de Krona (¿no se supone que los Oanos son los seres más justos de la Creación? ¡Pues menuda la armó este Oano!), o el fin de Mundodios (en realidad todo el concepto del Primer y el Segundo Mundo nunca tuvieron demasiado sentido, por mucho que los creara mi admiradísimo Rey Kirby, si la gracia empieza a partir del Cuarto). Y eso entonces nos deja con todo un legado de muerte y horror a través de miles de millones de años, provocado por seres que tienen que ser mucho más que dioses, y que desde luego están muy por encima de Ganthet en la Escala de Poder del Universo.
Entonces, ¿cómo podrán detenerlos, si ni siquiera disponen de unos Green Lantern Corps organizados para repeler el ataque? ¿Cómo harán para enfrentarse por “última” vez a Siniestro, ahora que ha aceptado el poder de Parallax? ¿Y qué significa la aparición de Kilowog y los Demonios–Sombra en la Tierra–616 del Universo Marvel?
Bueno… para eso aún tendremos que esperar algunos meses. Pero os juro que al final de “El juicio de Hal Jordan” todas las respuestas serán reveladas.
Que esto no es “Perdidos”, tranquilos…

1 comentario :

  1. Excelente historia, muy bien narrada a través de los diálogos como suele gustarme. De Verdad no tengo nada mas que decir que: me he enganchado.

    ResponderEliminar