Wonder Woman nº 09

Título: La Maldición de Pandora IX: Enfermedad, Odio, Envidia y Guerra.
Autor: Jose Luis Miranda
Portada: Esteban Decker
Publicado en: Noviembre 2010

Mientras los Dioses luchan en Asgard por detener a las Lacras, Wonder Woman continúa haciendolo en solitario en Pennsylvania. Enferma y sin poderes ¿podrá Diana salir victoriosa??



Nací como Diana, princesa de Themyscira, heredera mortal de los Dioses griegos y su embajadora en el mundo patriarcal, donde ellos me llaman...
Wonder Woman creada por William Moult

Prólogo
"Hay un hombre con un libro que camina por su jardín. El hombre es ciego. El Jardín es un laberinto de caminos que se dividen y ramifican y se vuelven a unir. Hay estatuas en el jardín. Enormes estatuas. Si se mueven, como algunos afirman, lo hacen demasiado lentamente como para percibirlo con facilidad. El Libro es pesado. No seríais capaces de levantarlo. (…) Él está encadenado al Libro, o el Libro está encadenado a él. Es un libro de muchas páginas. No puede ser robado, no puede entregarlo a nadie. Contiene tu vida. Cada detalle de tu vida. Todo lo que te ha ocurrido. Todo lo que te ocurrirá algún día. Las cosas que has olvidado. Las cosas en las que no crees. Contiene todo cuanto les ha ocurrido u ocurrirá a todos aquellos que has conocido. Todos aquellos de quienes has oído hablar. Todos aquellos de quienes nunca has oído hablar. Las historias y los sueños y los triunfos de los que han muerto están ahí. El significado de los dibujos que forman las motas de cada leopardo está escrito ahí, junto con la verdad de las formas de las nubes y las extrañas y divertidas canciones de las bacterias y los secretos que el viento susurra cuando no hay nadie que escuche. Todo está ahí desde el principio de los tiempos hasta el fin. Él no creó el camino que recorres, pero los movimientos de los átomos y de las galaxias están en su libro y él ve poca diferencia entre ellos. Todo está en su libro. Un día lo dejará, cuando el libro haya terminado y lo que venga después todavía no esté escrito. Pasa una página. Destino continúa caminando. Sostiene un libro. Dentro del libro está el universo. "(1)
Destino se detuvo en el centro de su jardín. Tras él le enmarcaban edificios en ruinas de diferentes estilos: corintio, románico, gótico... Los cipreses que flanqueaban el camino que recorría, se estremecían por el viento. A pesar de su ceguera, nunca equivocaba su andar por el laberíntico camino de piedra que serpenteaba entre la hierba. Por eso se sorprendió cuando sus pies tocaron la alfombra verde. Abrió su libro y contempló el horror que iba a sucederle. Sin embargo, su tranquilidad no se vio alterada. De hecho, se preocupó más por haber pisado la hierba, que por el terrible suceso que iba a padecer. Suceso que comenzaba con un saludo cortés. Una voz atronó a su espalda:
- Eterno Destino. Es un honor estar en tu jardín.
Asmodel acababa de aparecer. Destino no podía verle, pero sentía su terrible aspecto. Tres metros de altura. El inmenso casco dejaba al descubierto dos ardientes ojos rojos y una nariz atravesada por una argolla. Una armadura azul y negra decorada con huesos de dioses asesinados y dibujos de decenas de ojos. El pelo largo que escapaba del casco estaba hecho de plumas oscuras. Los guantes metálicos de tres dedos y las botas que dejaban ver la forma de sus pezuñas completaban su atuendo. El poder que exudaba era inmenso. Cada pisada suponía una huella en una hierba que no volvería a crecer jamás. Destino ya sabía lo que iba a pasar. Lo acababa de leer en su libro. Aún así, seguía manteniéndose sosegado. Asmodel volvió a hablar:
- Destino. Anciano entre los Eternos. Sabes quién soy y a qué he venido. Déjame leer tu libro y me iré de aquí sin quebrantar tu paz.
- No puedo. Mi deber es guardar y leer el libro…. No puedo entregarlo a nadie. Está encadenado a mi muñeca y yo estoy encadenado a él. Poderoso Asmodel, abandona mi reino sin perturbar su calma.
- Sólo quiero leerlo. Si no me dejas hacerlo, tendré que cogerlo por la fuerza.
- No lo hagas. Eres poderoso, pero hay cosas que están más allá de tu alcance.
- Nada está ya fuera de mi alcance… Dame el libro.
Diciendo esto el poderoso opositor adelantó dos pasos hacia Destino. Éste se echó para atrás y, por vez primera, sintió miedo. Asmodel le agarró de un brazo con la mano izquierda, mientras que con la derecha concentró una energía intensísima vaporizando parte de la cadena que sujetaba el libro y parte de las muñecas del Eterno. De un fortísimo tirón las manos de Destino fueron arrancadas y el libro salió despedido cayendo al suelo. Destino se hincó de rodillas y contempló horrorizado como su agresor levantaba el libro, con las cadenas y sus manos colgando de él, y lo abría dispuesto a contemplar su futuro.
- Podías haber hecho que fuera más sencillo.- dijo el antiguo Ángel rey.
Abrió el volumen. Su peso era mayor que el de todos los planetas del universo juntos. El nivel de poder de Asmodel superaba a cualquier ser de la creación. Miró las páginas y ante sus ojos aparecieron sucesos pasados, presentes y futuros de su propia vida. Se detuvo en la batalla que mantuvo contra la Liga de la Justicia y aquel insignificante insecto llamado Superman (2), hoy no le durarían ni un segundo. Por fin, llegó al momento más importante de su futuro: el inminente ataque al trono de Dios. En aquella página estaba su porvenir… Quedó paralizado de terror al contemplarla:
- ¡¡Imposible!!
Giró su mirada hacia Destino como pidiéndole explicaciones. Volvió la vista al libro sin dejar de sentir temor.
- La página, está… está…
- Yo no escribo. Sólo soy guardián de los hechos. La verdad, a veces, puede ser el más terrible castigo.
- ¡Calla! No lo entiendo… Esto no puede ser verdad. ¿Por qué…?
Asmodel cerró el libro con rabia y lo arrojó al suelo cerca de donde yacía Destino.
- Me niego. Mi palabra será ley. Adiós Eterno.
Tras estas palabras desapareció fundiéndose con el aire. Destino se levantó y aproximó sus muñecas seccionadas a las manos arrancadas que seguían anexas a las cadenas del libro. Al acercarlas y hacer contacto manos y muñecas se fusionaron como si no hubiesen sufrido daño alguno. El libro volvía a estar en su poder. Pasó las páginas hasta llegar a la que tanto había aterrorizado a Asmodel y la leyó:
La página estaba en blanco
Asmodel entendió al leerla que su futuro no estaba confirmado, que cabía la terrible posibilidad del fracaso. Destino cerró el libro y miró hacia el cielo gris que cubría su jardín. Empezó a caer una finísima lluvia y, al poco, las gotas empezaron a convertirse en pétalos de rosas negras y moradas. Cerró los ojos y, aunque la sensación duró un instante, por primera vez en su existencia, no entendió el sentido de portar eternamente el libro de lo que fue, es y será.

Capítulo 1.
Asgard estaba en ruinas. Los muros de la fachada este del gran palacio de Odín yacían derruidos, el interior se mostraba arrasado, la parte de los torreones ardía en una hoguera gigante que lanzaba llamas al cielo. Todo provocado por la enorme batalla originada en su seno, que ahora se extendía por el horizonte. Miles de guerreros de las diferentes razas que poblaban Asgard, se enfrentaban sin orden ni concierto. Se odiaban y envidiaban y buscaban en la muerte de los demás el fin de esos sufrimientos.
En medio del gran salón del trono aparecieron los cuatro dioses olímpicos que buscaban detener a las siguientes Lacras. Hermes, con sus ojos arrancados se apoyaba en Afrodita que, entristecida, miraba a un envejecido Ares. Heracles, un paso por delante de ellos, llevaba colgada en una funda de piel a su espalda la Espada del Tiempo.
Hermes había transportado a los dioses hasta Asgard. Cansado por el esfuerzo y sumido en una profunda oscuridad, se sentó en el suelo soltando a Afrodita y susurrando un necesito descansar. Afrodita aprovechó para situarse al lado de Ares e intentar consolarle por haber perdido su juventud (3), pero, como en tantos otros intentos, Ares rechazó su abrazo y se apoyó en una de las enormes mesas del salón. Heracles acarició el pomo de la Espada, pensando en que, quizá, encontraría alguna forma para ensartar a la Lacra que habitaba Asgard sin que su mano fuese la que portase la Espada, para evitar así la maldición del envejecimiento.
Un quejido agonizante se escuchó al otro lado del salón. Los cuatro dioses se acercaron a él y contemplaron como el padre de los dioses nórdicos pendía crucificado del muro. Seguía vivo. Heracles agarró con sus manos las lanzas que atravesaban muñecas y piernas y las extrajo de la pared sosteniendo con un brazo al dios que agotado se precitaba al suelo. Lo sentó apoyado en la pared y Odín abrió su único ojo y aunque no tuvo fuerzas para hablar agradeció asintiendo con la cabeza la acción de Heracles. Afrodita rasgó unas cortinas de seda y le vendó las heridas de muñecas y pies. Acto seguido sostuvo un pequeño cuenco y haciendo un gesto mágico sobre él lo llenó de agua. Lo acercó a los labios de Odín que bebió con ansia. Hermes y Ares incapaces de ayudar se mantenían al margen. Heracles preguntó:
- ¿Qué ser ha sido el causante de todo esto?
- Susanowo, héroe de los dioses japoneses poseído por tres Lacras ODIO, ENVIDIA y GUERRA. Estoy viejo y falto de reflejos. No pude adivinar que en su interior se animaban las tres pérfidas que contaminaron mi reino con un incendio de llanto. Pero, Susanowo es un peón como lo son las tres Lacras. Ante mí se presentó el verdadero organizador de este macabro acto teatral: Asmodel, el ángel rey que pretende ocupar el trono del cielo.
- Necesitamos tu fuerza y ayuda, padre de dioses. Reposa, duerme el sueño reparador y recupera el poder que Asmodel te haya robado. La batalla está a punto de comenzar.- dijo Heracles.
- En mi cámara de silencio puedo dormir y recuperar fuerzas, pero tardaré días en restablecer mi poder. Para entonces sería tarde. Necesitamos cobrar alguna ventaja. Ayudadme a levantar.
Heracles puso su mano bajo la axila de Odín y le alzó sin que el dios nórdico tuviera que hacer esfuerzo alguno. Sin embargo, al intentar permanecer en pie no conseguía que sus piernas le sostuvieran, por lo que siguió apoyándose en Heracles para avanzar. El brazo de Odín señalaba una estancia contigua. El grupo llegó hasta ella, en el centro una especie de pozo. El círculo tenía un diámetro de cinco metros, pero sus paredes apenas setenta centímetros de altura. La impresión primera era que se trataba de un banco circular, pero al acercarse y sentarse en su ancho borde apreciaron que estaba repleto de agua.
- No toquéis el agua.- dijo Odín.- Esta es la Laguna de las Almas. Es un portal que lleva al otro extremo de Asgard. Cuando el descontrol se apoderó de los dioses ordené a mi esposa Frigg que reuniese a todas las mujeres y niños a los que la plaga no había afectado aún. Consiguieron escapar. Pero ahora deben retornar. La magia de Frigg os será de utilidad.
- ¿Cómo las buscaremos?
- Uno de vosotros se sumergirá en la laguna y aparecerá en el gran refugio de la montaña. Allí soplará el cuerno que encuentre tres veces. Ni una más, ni una menos. Esa será la señal para que salgan del refugio. Deberéis pedirle a Frigg que retorne con las mejores hechiceras necesitamos magia para oponernos al influjo de la Lacra.
Odín cayó al suelo rendido por el esfuerzo. Heracles le sostuvo.
- Dinos, padre nórdico, ¿dónde está tu cámara de descanso?
Sin pronunciar palabra alguna Odín señaló otra estancia. Heracles le levantó en brazos y le llevó hasta el lugar. Allí, le depositó sobre una mesa de mármol y Odín durmió profundamente mientras una neblina azul le envolvía. Heracles abandonó la sala y volvió con sus tres compañeros dispuesto a sumergirse en la laguna, pero Afrodita le detuvo.
- Iré yo. Si somos atacados eres el único que está en condiciones de poder luchar contra el enemigo.
Aquellas palabras llenaron de indignación a Ares. Precisamente por ser ciertas. La edad se le amontonaba y andaba con dificultad. No serviría en el combate que se avecinaba. Se retiró hacia el salón principal. Heracles asintió y Hermes alzó el brazo y dijo:
- Toma mi mano. Te acompañaré. De nada sirvo ciego y si, por la razón que fuera, te perdieras en la montaña yo podría volver a transportarte a este lugar.
- Bien apresuraos, dijo Heracles. El tiempo se acaba.
Afrodita sostuvo la mano de Hermes y subiéndose al borde de la laguna saltaron a su interior. El agua no salpicó, simplemente los envolvió a ambos como si se introdujesen en un mar de humo. Heracles buscó a Ares y lo encontró en el gran mirador del palacio. Desde allí se podía observar la inmensa llanura donde los ejércitos de dioses, gigantes y trolls se enzarzaban en un combate sin sentido. Cuando Heracles se situó a su altura, Ares señaló el horizonte y habló:
- Toda mi existencia he combatido. Los poetas han glosado mis gestas y los supervivientes, las viudas y los huérfanos de mis enemigos han temblado de miedo y han ardido clamando venganza al oír mi nombre. ¿Y ahora? Ya no soy más que un anciano sin fuerza que no podría levantar una espada. Un ser débil que no merece vivir.
- Ares, tu sacrificio será motivo de inspiración a bardos y juglares.
- ¿Si no puedo escucharlos de qué me sirve? Además, ahora que sabes lo que pasará si empuñas esa espada al matar a la Lacra, ¿te has preguntado si serás capaz de ensartarla a costa de tu juventud y vitalidad? Tú que has recorrido de confín a confín el mundo, tú que has realizado las más grandes proezas, tú que has amado a las más bellas mujeres, tú que creíste alcanzar la inmortalidad en los salones del Olimpo… ¿Serás capaz de renunciar a todo y convertirte en un decrépito viejo como yo?

Capítulo 2: Moulton Town (Pensilvania, EE. UU.)

Wonder Woman descendió del coche ante la puerta del hospital. Llevaba una chaqueta vaquera sobre su uniforme para proteger mejor las vendas de sus heridas. Portaba dos cuchillos en el cinto y en el brazo derecho llevaba envuelto el lazo de Hestia. Al carecer de poderes este lazo se convertía en la única esperanza contra la Lacra de la ENFERMEDAD que se encontraba en algún lugar del hospital.
Al entrar en el hospital, observó los sillones del hall manchados de sangre seca. Intentó obviar la desagradable sensación que le produjo y prosiguió adentrándose en los pasillos. Todo estaba oscuro y sucio. El suelo, las paredes se encontraban cubiertos de restos de vómitos, sangre, vísceras, papeles… Observó el primer cadáver al minuto de entrar y no dejó de toparse con ellos en todo el recorrido. Descompuestos la mayoría dejaban un nauseabundo olor que la obligó a respirar a través de la manga de la chaqueta. El lazo de Hestia brillaba con más intensidad según avanzaba. Algo le decía que tenía que dirigirse arriba. Llamó al ascensor pero no funcionaba. Encontró la puerta de las escaleras y comenzó a subir. Decenas de personas fallecidas se agolpaban en los escalones. No podía ascender sin pisarlos. De hecho, durante un buen tramo solamente pisaba cadáveres en su ascenso. Igualmente el olor a podredumbre persistía.
Un ruido llamó su atención desde arriba. Apareció una figura cortándole el paso. Envuelta en sombras Diana no lograba ver las características físicas del sujeto. Alzó el brazo para que el brillante lazo de Hestia pudiera iluminar parte de la escena. Lo hizo. La visión que se le apareció ante los ojos era la de una persona con media cara arrancada, que se convulsionaba levemente con espasmos. Al hablar salían de su boca salivazos de espuma:
- Nuestro señor ordena tu muerte… Tu presencia es molesta. Abandona este lugar o perece en él.
- Vengo a terminar con su reinado y con tus padecimientos. Déjame pasar o serás tú quien no vuelva a ver la luz del sol, fue la contundente respuesta de la amazona.
El semi zombie gritó como loco y descendió la escalera buscando aferrar el cuello de la amazona. Ésta blandió uno de los cuchillos y lo movió de izquierda a derecha con celeridad para que no diera un paso más. Sin embargo, el desconocido no parecía apreciar el peligro de la hoja y continuaba su brutal descenso. Diana le cortó en la mano, sin que produjera algún efecto disuasorio. Se agachó y le hirió en la pierna con ambos cuchillos haciéndole tropezar. La heroína le empujó y le precipitó escalera abajo. Diana subió con rapidez sin esperar a ver el estado de su enemigo. Pero al acceder al pasillo quedó de nuevo paralizada. Un grupo de veinte personas como la anterior la esperaban en su desembocadura. Todos empezaron a correr hacia ella.
Wonder Woman comenzó uno de los más sangrientos combates en los que se había visto jamás envuelta. Sin poderes y armada con los cuchillos debía ser rápida y mortal para salir de allí con vida. Atravesó la garganta del primero y cortó el rostro al segundo. Sus manos se movían a una inmensa velocidad. Los enemigos se estorbaban unos contra otros, no tenían preparación alguna para el combate y eran lentos y pesados. Atravesó la palma de la mano de uno de ellos, a la par que seccionó la oreja de otro. Sin embargo, debido al poco espacio y al número de rivales era cuestión de tiempo que alguno la hiriera. Así, fue alcanzada en el rostro por un par de golpes y arañazos. El segundo de desorientación provocó que recibiera en avalancha a los quince que quedaban en pie. Venciendo su resistencia consiguieron tirarla de espaldas. Desde el suelo no quedó indefensa, el primer cuchillo voló de su mano para entrar por la boca del enemigo más cercano, sus dos piernas apartaron al siguiente y clavó en el ojo de otro rival el cuchillo que le quedaba en la mano. Los dos últimos al caer entorpecieron el avance de los demás. Diana tuvo un momento de respiro para levantarse y apoyar su espalda contra un cristal que significaba el final del pasillo.
Tras la cristalera una caída de dos pisos. Los enemigos ciegos de rabia volvieron a abalanzarse sobre ella, el más próximo sintió de nuevo el corte del cuchillo en sus labios. Pero el peso del grupo aplastó contra el cristal a Diana que esta vez se vio impotente para poder defenderse. Arañaban su cara, intentaban morderla, alguno lo conseguía en las piernas. El cristal en el que se apoyaba su espalda empezó a resquebrajarse. Golpeó a otro rival con el brazo derecho, donde llevaba envuelto el lazo de Hestia, pero el lazo se desenganchó y cayó sobre la cabeza de dos enemigos que agarraban las piernas de la heroína, quedando ambos paralizados. Aún restaban ocho enloquecidos que seguían golpeando, mordiendo y arañándola. Las heridas producidas el día anterior se abrían y le pasaban factura. Su resistencia estaba llegando al límite. Con un último esfuerzo intentó quitárselos de encima, pero sólo consiguió que el cristal a su espalda aumentase su resquebrajamiento. Notaba como de un momento a otro iba a producirse su completa ruptura.
En ese instante un trueno resonó en el pasillo y la cabeza de uno de los locos estalló en mil pedazos. Los demás miraron asombrados al lugar de donde había provenido el ruido. Allí, en la cabecera de la escalera acababa de aparecer Raquel Corben, la mujer que había acompañado a Diana en su peregrinar por aquel pueblo maldito (4). Sostenía una escopeta de cañones recortados, a la que le quedaba un disparo más antes de recargar. La visión devolvió fuerzas a la amazona que volvió a empujar a sus rivales para quitárselos de encima. No pudo. Además, la presión de los enemigos fue en aumento y la parte de cristal donde se apoyaban cedió. Se fragmentó la mitad superior y sólo quedó un metro de cristal sujeto a la base de la ventana. Cuatro enemigos se precipitaron al vacío cayendo sobre los bancos de roca que estaban abajo. Diana pudo agarrar el lazo de Hestia que se enlazó alrededor del cuello de uno de los rivales. Éste paralizado por el poder del arma se aplastó con la parte inferior del cristal que sobrevivía tembloroso. Wonder Woman quedó colgada del lazo. Arriba permanecían otros cuatro atacantes que se dirigieron hacia Raquel. Su escopeta atronó de nuevo atravesando el estómago del más cercano. Raquel tosía con fuerza y le costaba intentar recargar el arma. Los tres restantes se acercaban. Sólo tenía ya tres cartuchos. Asió un par de ellos para colocarlos. Sin embargo, con los nervios y la tos, se le escurrieron cayendo entre sus pies.
Wonder Woman realizaba un esfuerzo sobrehumano para conseguir ascender. El cristal gemía y amenazaba con acabar de romperse. Pero la heroína consiguió llegar y aunque nuevos cortes se abrían en sus castigadas manos alcanzó la base de la ventana y accedió de nuevo al hospital. Justo a tiempo para elevar un pedazo enrome de cristal y descargarlo en el cuello de uno de los atacantes de Raquel. Los demás se volvieron dando tiempo a la aliada de la amazona para insertar los cartuchos en la escopeta y disparar dos veces volando la cabeza de otros dos enemigos. Sólo quedaba uno en pie. Una patada de Diana en la base del cráneo le dejó sin sentido. Acto seguido, retornó los dos cuchillos al cinto y enlazó su lazo de Hestia a la cintura. Raquel se puso de rodillas y empezó a toser con frenesí. Diana se arrodilló a su lado intentando recuperar el resuello. Tras unos segundos de descanso le habló:
- Gracias, si no llegas a aparecer. ¿Has dejado a los niños solos?
- Sí, cof…cof…cof…Les dije que, cof, cof, cof… volvería al amanecer… cof, cof…sabía que, cof, cof… necesitarías… ayuda, cof… Recordé que teníamos, cof… cof, cof…cof… esta vieja escopeta y…
- Pero, ¿y si no vuelves que será de los niños?
- Si no triunfamos, cof, cof… dará lo mismo que vuelva…cof, cof…
- ¿Quedan cartuchos?
- Un cartucho, cof, cof… un disparo… cof…cof…
Raquel no paraba de toser y empezó a escupir sangre y a convulsionarse. Diana la agarró de los hombros y la levantó para que no se golpease la cabeza. La crisis duró cerca de un minuto. La intranquilidad se apoderó de Diana. No podían permanecer más tiempo allí paradas. Raquel pareció restablecerse un poco y se levantó con esfuerzo siguiendo a Diana hacia las siguientes escaleras.

capítulo 3

En Asgard, Susanowo, héroe mayor de los dioses japoneses tenía en su interior tres Lacras ODIO, ENVIDIA y GUERRA. Era tan fuerte que su cuerpo soportaría sin descomponerse varios días más la presencia de las Lacras. En un solo día el poder de las Lacras había enloquecido a todo el reino y logrado que el sentimiento de matar a los demás fuera el único que animaba los actos de sus habitantes. Se encontraba en una colina desde donde veía la batalla. A sus pies los cadáveres crecían en número. Sonreía y las tres Lacras en su interior no cesaban de regocijarse ante tal demostración de poder. Entonces, fueron conscientes de la llegada a Asgard de los cuatro dioses del Olimpo. Hicieron que Susanowo dirigiese su mirada hacia el ardiente palacio de Odin. No percibió peligro para su existencia, porque el poder conjunto de las tres Lacras le hacía sentirse invencible. Entonces su mirada bajó a la batalla y a una orden mental todos los guerreros detuvieron el combate. Como si una invisible mano hubiera esculpido en segundos miles de estatuas de carne y hueso el terreno bajo sus pies se convirtió en una galería de cuerpos petrificados esperando una orden divina. ENVIDIA insufló en cada corazón el deseo de entrar en el Palacío y sustituir a Odín en su trono. ODIO instauró en todos ellos repulsa hacia el Olimpo y sus dioses y GUERRA un ansia brutal de terminar con olímpicos y con Odín desmembrándolos y quemando sus restos. Como por arte de magia, miles de guerreros de diferentes razas encabezados por Thor, hijo de Odín, rompieron su quietud gritando como posesos y salieron corriendo hacia el gran palacio. Ares y Heracles asomados al balcón contemplaron la escena:
- Nos queda poco tiempo, dijo Heracles.
Afrodita y Hermes aparecían mágicamente en la cima de una montaña. Nevaba con furia y un fuerte viento hacía casi imposible permanecer de pie. Era complicado incluso respirar. Hermes quedó absolutamente desorientado y Afrodita a pesar de su resistencia sintió como se congelaba en segundos. Pudo aguantar lo suficiente para alzar la vista y apreciar una plataforma cubierta de hielo que soportaba una estructura de madera de la que pendía un cuerno de viento enganchado:
- Ya veo el cuerno, Hermes dame la mano. Debemos llegar.
El fragor de la tormenta impedía que Afrodita avanzase con facilidad.
- Indícame la dirección, aún puedo ser de utilidad, habló Hermes.
- A unos diez metros delante de tu pecho, dijo la diosa tocándole a la altura del corazón.
Hermes se concentró y sus pies volaron con Afrodita agarrada de la mano que se elevó liviana con él. En un segundo estaban delante del cuerno. Afrodita lo asió y sopló las tres veces que Odín le había indicado, ni una más ni una menos. Dudó si el sonido habría llegado a su destino, pues el rugido del viento hacía casi imposible que se escuchase, pero debido a la advertencia de Odín, de que no soplase más de tres veces, no quiso hacerlo de nuevo. Los tres siguientes minutos se les hicieron interminables. Abrazados el uno con el otro, el frío les atería y poco a poco sentían que perdían la capacidad de moverse y de hablar. Hermes murmuró:
- No... resistiremos… agárrate a mí con fuerza… vamos a irnos…
- No, debemos esperar un poco más…
- Si no nos vamos ahora…, dudo que después esté en condiciones… de poder sacarnos de aquí…
Afrodita miraba alrededor intentando percibir algún ser humano entre aquella desolación nevada. La tormenta aumentaba su furia. Sin embargo, en el momento en que se acercaba a Hermes para pedirle que se fueran, una figura envuelta en una gruesa capa con el rostro tapado por una especie de gorro invernal hizo su aparición. Se acercó lentamente a ellos. Afrodita advirtió su presencia y se levantó suplicante:
- Nos envía Odín, solicita la ayuda de Frigg.
En Asgard, Thor el Poderoso, blandió su martillo Mjolinir y gritó desaforado llamando a sus machos cabríos, Tanngrisnir y Tanngnjóstr, que acudieron al instante con el carro enganchado a sus cuerpos. De un prodigioso salto Thor se subió al vehículo y se adelantó a todo el enloquecido ejército. Ares y Heracles, desde el balcón, se dieron cuenta a la perfección que, a la velocidad que llevaba, estaría sobre ellos en breves segundos. Heracles agarró a Ares y le hizo entrar.
- Thor es inmensamente poderoso, costará derrotarle. Ve a la sala del pozo y espera la vuelta de Afrodita y Hermes. Toma, llévate la espada. Si resultara dañada en el combate no podríamos emplearla contra Susanowo y es la única esperanza de victoria que tenemos.
Ares se colgó la espada en la espalda, con esfuerzo porque su envejecido cuerpo casi no conseguía transportarla. Heracles agarró con rabia dos de las lanzas que habían servido para crucificar a Odín. En cuanto apareció Thor desde el balcón con su carro y los machos cabríos tirando de él, Heracles, proyectó con su portentosa fuerza ambas armas hacia la cabeza de los animales. Las lanzas penetraron por cada ojo izquierdo de cada animal hasta atravesar de parte a parte las cabezas. Muertos los animales, el carro perdió el control y se precipitó contra una de las paredes haciendo que Thor cayese y se estampase contra el suelo. Sin dejarle tiempo para respirar Heracles cogió una enorme hacha que estaba en el salón y de un tajo seccionó la mano derecha de Thor que portaba Mjolnir. El dios del Trueno dio un grito terrible, pero se acalló cuando Heracles clavó la misma hacha en el pecho del héroe. Realmente buscaba la garganta y seccionarle el cuello, pero Thor pudo echarse hacia atrás y evitar un golpe que podría haber supuesto su muerte. El daño no resultó pequeño, una enorme herida dejaba manar la sangre del dios. Thor había quedado en clara desventaja y Heracles siguió aprovechando la sorpresa para seccionar la pierna izquierda del nórdico. Thor cayó sin sentido mientras su sangre empapaba el salón de Odín. Heracles sabía que Mjolnir podría revivirlo, debido a sus capacidades curativas. De hecho, suponía que no sólo le curaría el cuerpo sino también su mente del influjo de la Lacra. Heracles agarró el martillo con ambas manos, pero no pudo levantarlo. Sin duda los hechizos que le protegían permitían que solamente Thor lo alzara. No había tiempo que perder, sentía aproximarse al ejército enemigo y la muerte de Thor era inminente. Alzó al agonizante dios nórdico y le situó encima del martillo.
Acto seguido, salió al balcón de nuevo observando como todas las fuerzas rivales estaban a escasos metros del palacio. No podía dejar que lo invadieran. Saltó al vacío y sus pies horadaron la tierra situada a veinte metros del más avanzado de los futuros contendientes. Ante él gigantes, seres de hielo, trolls, dioses, enanos… Era evidente que él solo no podría con tamaña escuadra, pero Heracles no temía a la muerte en combate. Así que saltó hacia el gigante más cercano y le impactó con su puño en pleno ojo. Su globo ocular explotó y el puño se introdujo con tanta fuerza que le atravesó hasta que el hombro chocó con su rostro. Para cuando lo extrajo el gigante estaba muerto. Sin un segundo de tardanza le recogió antes de que cayese y lo levantó utilizándolo como una maza contra el resto de enemigos.
Su resistencia era imposible de mantener. Aunque probablemente, con la excepción de Thor, era el más poderosos de todos ellos no podría con el excesivo número de rivales. Así, fue alcanzado en plena espalda por un gigante de hielo y en menos de un suspiro se abalanzaron cerca de seis dioses de Asgard entre los que se encontraba Heimdall y le golpearon hasta que le aplastaron contra el muro. Heracles intentaba defenderse y aunque con cada golpe que propinaba derrotaba a un rival, cada caído era sustituido por otros dos. Su situación era desesperada. Sus fuerzas llegaban al límite y poco a poco se sentía flaquear sus piernas. Caer al suelo sería su fin.
En el segundo de mayor desesperación un tremendo viento empujó a los rivales que estaban sobre él. Todas las miradas se dirigieron a la balaustrada, en donde, majestuoso el Dios del trueno había hecho su aparición. Las propiedades mágicas de su martillo le habían curado a él y a sus animales (5). Mjolnir voló apartando a los rivales que quedaban sobre Heracles. Thor se situó con un salto al lado del olímpico y le preguntó:
- ¿Cómo estás?
- ¿No debería preguntar yo eso mismo?
- Tuviste suerte que la posesión de esa Lacra me nublara el juicio. No estaba en plenitud de facultades. El martillo me ha restablecido por completo.
- Bien, demostrémosles que no ha nacido quien pueda poner de rodillas a Thor y a Heracles unidos.
- Mis hermanos están poseídos. No son responsables de su locura. Debemos acabar con la causa de esta situación. El dios Susanowo.
- La única forma de matarle es con un arma que custodia Ares en el Palacio. Las palabras de Heracles ocultaron la información de que el portador de la Espada envejecería también.
En el palacio, Afrodita, Hermes y Frigg emergían mágicamente del pozo místico. La mujer de Odín había accedido a acompañar a los dioses helenos en el retorno a Asgard. Sin embargo, se había negado a que las hechiceras lo hicieran también. Muchas familias con niños y ancianos estaban en los refugios de la montaña protegidos por la magia. Si era una trampa no arriesgaría el bienestar de su pueblo. Cuando la contagiosa influencia de Susanowo empezó a extenderse por la Corte, pocos pudieron reaccionar antes de caer bajo su influjo. Frigg, lo consiguió. Reunió a los niños y las mujeres y consiguió planificar la huída. Odín, que era el único que parecía no someterse al control de las Lacras, protegió su marcha e intentó matar a Susanowo, pero la aparición de Asmodel dejó al patriarca nórdico crucificado en la pared. Ahora Frigg volvía dispuesta a colaborar para expulsar el mal del seno de su tierra. Se sentó y habló a los olímpicos:
- Voy a entonar un varolokkur (canto mágico) para solicitar ayuda que está más allá de la vida y la muerte. Necesitamos un ejército que no pueda ser corrompido. Id a la balaustrada y ganadme tiempo.
Afrodita, Hermes retornaron hacia el salón encontrándose con Ares. Mientras Frigg, arrodillada alzaba los brazos y entonaba una suave canción que decía así:
- Hijas, hermanas, dueñas del cielo, dejad el Valhalla y acudid a la llamada de la diosa suprema para combatir. Debéis salvar el reino de los dioses, debéis salvar al padre de todos, acudid a la llamada de Frigg. Venid.
Cuando los tres dioses griegos se asomaron a la balaustrada de nuevo contemplaron como con esfuerzos inhumanos Thor y Heracles contenían a un ejército inmenso. La resistencia no podía prolongarse por mucho. De repente, un sonido de cascos de caballos invadió el espacio. Todo ser viviente miró al oscurecido cielo cubierto de nubes. Relámpagos y truenos empezaron a brotar de allí, a la par que el sonido de los cascos se hacía más intenso y abrumador. Miles de caballos alados cabalgados por mujeres guerreras que portaban hachas, espadas, lanzas y escudos inundaban el cielo. Eran las Valquirias, que habían acudido al llamado de Frigg. Las Valquirias descendieron a tierra irrumpiendo entre el ejército enemigo y consiguiendo que Heracles y Thor pudieran zafarse de los contendientes que les rodeaban sin que nuevos rivales les atacasen. El choque de ambos ejércitos fue brutal. Thor y Heracles pudieron alejarse del combate. El nórdico dijo:
- Mis hermanos mueren. Las valquirias no tendrán pìedad. Debemos acabar con el influjo de Susanowo.
Heracles y Thor ascendieron a la balaustrada en la que estaba el resto de olímpicos. Heracles cargó en su espalda la Espada del Tiempo que llevaba Ares y se acercó a Hermes y le dijo:
- Transpórtanos a Thor y a mí a las colinas de enfrente.
- No puedo verlas, debéis guiarme, coged mi mano y golpead mi pecho para indicarme la dirección., Cuando las sobrevolemos golpeadlo otra vez para descender.
- Yo no me quedaré atrás, dijo Afrodita.
- Yo tampoco, dijo Ares. Acabaremos con ella todos juntos. Además, prefiero la muerte a este estado.
Así, Heracles agarró la mano derecha de Hermes, Thor la izquierda, Afrodita la de Heracles y Ares la de Thor. Hermes se concentró y sus sandalias aladas vibraron para iniciar un vuelo mágico en la dirección que Heracles le indicaba. Dirección que desembocaba ante la presencia de Susanowo, en cuyo interior anidaban las lacras del ODIO, la ENVIDIA y la GUERRA.

Capítulo 4: Moulton Town (Pensilvania, EE. UU.) 
Diana y Raquel llegaron hasta el último piso sin más contratiempos. Raquel empeoraba por momentos. Tosía sin parar y casi no podía respirar. Diana la hizo sentarse en el último peldaño.
- Reposa y quédate con el arma. Intentaré que los cuchillos y el lazo sean bastante esta vez.
- Cof…, cof…cof, puedes necesitarme… cof, cof…
- No podrás ayudarme si no recuperas el resuello. Descansa. Percibo que la Lacra se encuentra al final de este pasillo.
Raquel asintió. Aferró la escopeta con fuerza y apoyó la espalda en la pared siguiendo con la mirada los pasos de la amazona hasta que se perdió al doblar la esquina del corredor. Wonder Woman recorrió despacio puerta tras puerta hasta ver la que ocupaba el final del camino. La última habitación del último piso. Allí estaba la Lacra de la ENFERMEDAD. La amazona tenía dos ventajas. La primera la única enfermedad que le había inoculado era la pérdida de los poderes. Quizá no pudiese afectarla de otra manera. La segunda, el lazo de Hestia, que probablemente al enlazarla consiguiese dominarla y terminar con su maligno influjo. John Constantine y el Fantasma Desconocido, esperaban en las afueras del pueblo sin poder entrar en él, si el poder de la Lacra menguaba podrían llegar hasta su posición y ayudarla. Al pasar por una ventana notó como la luz del exterior se iba enturbiando con pequeñas y vibrantes sombras. S e trataba de los insectos que volvían a hacer su aparición sin aviso. En breve se extendieron por todas las ventanas con frenesí salvaje intentando entrar en el hospital.
Apenas diez pasos la separaban de la puerta del fondo. El lazo brillaba como indicando la segura posición del enemigo. Sin previo aviso, las cuatro puertas que rodeaban a la amazona se abrieron y cuatro enfermeras desdentadas se precipitaron hacia ella armadas con un bisturí cada una. La amazona reaccionó como el relámpago y esquivó el ataque y contraatacó derribando a dos de ellas. A la tercera la inmovilizó de un puñetazo en pleno tabique nasal y a la cuarta con un corte de cuchillo en el pecho. Después atacó a las que había tirado dejándolas sin sentido. Diana hincó la rodilla en el suelo. Estaba realmente muy cansada y herida. Sentía un constante dolor que amenazaba con hacerle perder el sentido. La duda sobre si podría continuar le duró medio segundo. Se levantó, apretó el mango del cuchillo y desenrolló el lazo para tenerlo preparado. Se situó ante la puerta y cuando iba a tocarla una voz exclamó:
- Entra.
Al hacerlo se encontró con la Lacra. Estaba en el interior de un hombre de mediana edad, orondo, de etnia negra, calvo y con barba canosa. Llevaba una bata blanca y un bolígrafo colgado del bolsillo de la misma. Realmente era el doctor que uno espera encontrar y al que le supone amable y sensato. La habitación estaba vacía salvo por una silla pegada a la pared, aunque la sangre seca y varios restos de vísceras y dedos humanos decoraban el suelo. En una pared colgaba, algo torcido, una reproducción del cuadro de Picasso, Ciencia y Caridad. Una ventana en la que revoloteaban los insectos en el exterior y alguna sábana manchada de excrementos completaban el panorama. La impresión era repulsiva. ¿Desde allí gobernaba la Lacra este imperio esquizofrénico?
- Tu resistencia es impresionante, -dijo la Lacra.- No imaginé jamás que pudieras llegar hasta aquí. Me resulta extraño comprobar como no has enfermado. Salvo la pérdida de tus poderes. Eres un ser especial aunque de carne y hueso tu nacimiento se produjo entre la tierra y a causa de la tierra.
- No he venido a hablar. Si tu poder no puede dañarme más de lo que estoy prepárate a ser derrotada.
- No puedo inocularte enfermedades, pero tienes heridas abiertas sujetas a infección.
La Lacra chasqueó los dedos y la amazona sintió un lacerante dolor en todas sus heridas que la clavó en el suelo de rodillas. Intentó reaccionar, su brazo izquierdo lanzó un cuchillo buscando herir a su temible rival, pero la agonía que sufría hizo que fallase su objetivo. ENFERMEDAD se le acercó y la agarró del pelo.
- Esta vez, amazona, no triunfarás. Mis hermanas y yo solo obedecemos nuestra naturaleza. Utilizar nuestro poder es como para ti respirar o caminar por el campo sin advertir que pisas hormigas. Somos fuerzas de la naturaleza. ¿Debe lamentarse el vendaval por las vidas o propiedades que siega?
Diana sobreponiéndose a la tortura, sacó el segundo cuchillo del cinto y lo clavó en el brazo de su torturador. La sorpresa para la Lacra fue grande y dio un paso atrás. Wonder Woman extendió su lazo para colgárselo al cuello, pero ENFERMEDAD aumentó su influjo y un horrendo pus empezó a brotar de todas las heridas de la heroína. El dolor le nubló la razón y Wonder Woman perdió toda resistencia.
- Malnacida. Ahora sufrirás sin que el descanso de la muerte te llegue.
La puerta del despacho se abrió de improviso y Raquel con el arma en la mano hizo su aparición.
- Llega la caballería, hijo de puta.
El estruendo del último disparo fue brutal. Diana observó con nitidez como la cabeza del doctor que contenía la Lacra explotaba en cien pedazos. El cuerpo del médico se precipitó contra el cristal fragmentándolo al chocar contra él. Los insectos que pululaban en el exterior entraron en tropel. Una especie de enorme gusano de un metro de largo, energético y brillante se elevó por encima del cuerpo del doctor y se dirigió hacia Wonder Woman, sin duda, para poseerla. Sin embargo, como tenía el lazo aferrado a las manos no pudo introducirse en su cuerpo. Giró en el aire cambiando de objetivo y acercándose a Raquel. Ésta gritó horrorizada cuando la Lacra de la ENFERMEDAD se introdujo en su interior. Los insectos cubrieron a Diana que agitaba el lazo de Hestia consiguiendo dejar, al menos, a salvo su rostro. A Raquel poseída no se la acercaban. ENFERMEDAD hablaba:
- Este cuerpo… cof, cof… está a un paso de terminar sus días, cof…
Wonder Woman en un esfuerzo supremo se puso en pie y rodeó con el lazo de Hestia el cuerpo poseído de Raquel. La Lacra concentró su poder en la amazona y ésta volvió a sentir fuego en sus heridas. Pero no soltó el lazo. ENFERMEDAD no podía imponerse a su magia y quedó paralizada. Los insectos, aunque Diana sujetaba un extremo, se le pegaban en rostro, brazos y piernas. La Lacra hablaba:
- Hija de ramera… cof, cof… Suelta el lazo, cof, cof… y prometo que tu muerte será rápida. Cof, cof… Estás a punto de desfallecer. El dolor de tus heridas… cof, cof… y los insectos, cof, cof… acabarán contigo en cuestión de segundos.
No le faltaba razón. Las manos de Diana se aflojaban. Pero también el poder de ENFERMEDAD, que dominada por el lazo de Hestia sentía como su poder disminuía. En las afueras del pueblo el Fantasma Desconocido lo percibió con nitidez. Dio un paso al frente y comprobó que podían entrar en el pueblo. Aferró la mano a Constantine y ambos se transportaron mágicamente al corazón del hospital donde se encontraba Diana. Irrumpiendo en la habitación el Fantasma proyectó un fuerte haz de luz que limpió la habitación de insectos. Sin perder un segundo situó sus manos en el lazo de Hestia aumentando su poder. Constantine sostuvo de los hombros a la amazona y le susurró al oído un hechizo curativo para fortalecer su vigor. ENFERMEDAD estaba perdida. Pero el cuerpo de Raquel, ya muy dañado por el cáncer y las heridas de los últimos días, se consumía con rapidez debido a la posesión de la entidad maligna. Diana veía sufrir a su amiga. Se levantó sin soltar el lazo y le dijo al Fantasma:
- Debemos sacarla de ahí antes de que fallezca Raquel. Sálvala Fantasma. por favor, sálvala.
- Lo siento, no hay esperanza alguna. No puedo permitir que salga. Debo aprovechar la debilidad de ENFERMEDAD para enlazar su alma a la de la mujer.
- ¿Qué?
- Es la única solución cuando Raquel se consuma por el cáncer, la Lacra también morirá por la misma causa. No sueltes el lazo o será imposible que lo realice.
- ¡¡No, tiene que haber otra solución!! ¡¡No podemos permitir que Raquel muera!!
- Wonder… Diana… dijo Constantine. No hay otra manera. Si la Lacra se libera escapará a nuestro control. Deja que el Fantasma haga su trabajo.
El Fantasma utilizó todo su poder para enlazar el alma de la Lacra al de la mujer. Wonder Woman no soltaba el lazo, impidiendo que la Lacra pudiese escapar. Constantine unió su magia a la del Fantasma para el mismo fin. Éste musitó a la amazona:
- Sólo puedo concederte una despedida…
- Raquel…- murmuró Diana.
- Esta bien… Diana… los niños… ve a por los niños… al refugio…
- Raquel… oh, no…, no…
- Escucha… salva a los niños… por favor… sálvalos…
- Lo haré… Lo hemos conseguido… Hemos ganado…
La amazona se conmovió y las lágrimas afloraron de sus ojos. Constantine sostuvo los brazos de Diana, porque le pareció que estaba aflojando la presa. El Fantasma Desconocido intensificó el haz de luz que proyectaba al rostro de Raquel y fusionó el alma de ambos seres. El cáncer y la tensión fueron en ese momento imposibles de aguantar para el cuerpo de la mujer y ésta falleció desplomándose como un boxeador noqueado. En ese instante, la Lacra con forma de gusano blanquecino emergió del cuerpo, pero ésta vez sin brillo y con el cuerpo plagado de manchas negras. Apenas pudo realizar acto alguno, la oscuridad le iba invadiendo y cayó al suelo empezando a reptar por él. Constantine agarró al repulsivo ente con la mano derecha para introducir la izquierda en su cabeza. En un segundo, la Lacra quedó sin vida. Eran los primeros seres, sin la Espada del Tiempo que habían conseguido matar a una de las míticas lacras. ENFERMEDAD yacía junto a Raquel, ambas sin vida. Wonder Woman recogió su lazo y se arrodilló junto a su amiga:
- No, no, no, no… Por dios, Fantasma haz algo. Devuélvele la vida… Constantine, maldito hijo de puta. Pronuncia algún hechizo…
- Diana, es tarde… su vida ha servido para que la humanidad pueda sobrevivir- dijo el Fantasma.
- Calla, debemos devolverla entre nosotros…
Diana empezó a hacerle un masaje cardiaco y la respiración boca a boca sin resultado alguno. Durante más de quince minutos no cesó en su empeño hasta que rendida tuvo que dejarlo. El Fantasma le tocó la espalda:
- Ya está Diana, no se puede hacer nada. Lo siento.
- No digas eso… Tú puedes hacer lo que desees…
- Ojalá… Ya está fuera de mi alcance…
Diana se abrazó al Fantasma y lloró. Sus lágrimas mojaron la capa del misterioso héroe y cayeron sobre el rostro de Raquel. Tras dos minutos, se recompuso sintiendo a la vez que sus heridas empezaban a curarse en cuanto sus poderes retornaban a ella. Su resistencia, su capacidad curativa, su fuerza, su velocidad. De nuevo, estaba completa:
- Bien, Fantasma, Constantine. Tenemos que llamar a las autoridades y ver el estado de la gente del pueblo. Hay dos niños en un refugio oculto que debemos sacar. Después, mataremos a la siguiente de estas pesadillas y encontraremos al responsable de su liberación: Asmodel.

Epílogo
Asmodel estaba sentado en un banco del Parque del Centenario en Metrópolis. Un hechizo de ocultación le otorgaba el aspecto de un simple anciano. Estaba junto a la estatua que la ciudad había erigido en honor a Superman. Era una soleada tarde de domingo. El presidente Luthor acababa de anunciar una guerra por televisión.(6) Un juego de niños, pensó, comparada con la que voy a iniciar yo. Observó como dos niños jugaban correteando y lanzándose por el tobogán. Asmodel se sentía preocupado. Acababa de ver que su éxito no estaba escrito. Ante la posibilidad del fracaso la duda le invadía. ¿Qué sucedería si no obtenía el trono del cielo? El poder que había adquirido era superior al de cualquier ser del universo. ¿También al de Dios? De cualquier manera no había marcha atrás:
- La suerte está echada, pensó. Victoria o muerte. Es hora de comenzar la ascensión al cielo.

Continuara...


José Luis Miranda Martínez
De mayo a septiembre de 2010
jlmirandamartinez@hotmail.com
Otros trabajos en Action Tales hasta mayo de 2010: Superman 6 a 20, Superman Anual 1 y 2, Action Comics 1, Wonder Woman 1 a 9, JSA 1, Leyenda de Superman 1, Especiales Imperio: Escuadrón Suicida, Patrulla Condenada, Wonder Woman, Aquaman, Batman/Robin, Capitán Marvel y Liga de la Justicia.

Referencias:


(1).  Palabras de Neil Gaiman, pertenecientes a su obra Noches Eternas
(2). En el 6-7 JLA. Publicado por Planeta en el Omnibus JLA de Grant Morrison
(3). Ver episodio anterior
(4). Ver episodios anteriores.
(5). En la mitología nórdica hay multitud de relatos en los que Thor se come a sus animales y los recompone mágicamente con el martillo.
(6). Este episodio es coincidente con el inicio de la saga Imperio en Superman 17

1 comentario :

  1. "Antes de que se me olvide, paso a reseñar los siguientes números que leí antes de votar para la Línea DC:

    WONDER WOMAN #7-9

    Un saga clásica de Action Tales como es "La Maldición de Pandora" (iniciada allá por comienzos del 2005) parece acercarse por fin a su conclusión, de la mano de su autor original: Jose Luis Miranda (escritor que antes o después, termina continuando siempre sus historias a pesar de las obligaciones personales que puedan retirarle temporalmente de sus labores narrativas).

    De esta forma, durante 2010 tuvimos la suerte de contar con 3 nuevos episodios de su serie dedicada a Wonder Woman, en los que la acción sigue tres caminos paralelos: el primero protagonizado por Wonder Woman (asistida por personajes tan carismáticos como el Fantasma Desconocido o John Constantine), en su visita a un pueblecito tipo Silent Hill; el segundo por unos secundarios de lujo que incluyen a las versiones DC de Hércules (menos conocida que la Marvel, aunque también contó con serie propia a mediados de los 70 con dibujos de Jose Luis García López y Walter Simonson), Ares, Hermes y Afrodita, y que también se implican en la lucha contra las Lacras que amenazan al mundo y a los diferentes panteones de dioses; y el tercero, protagonizado por el mismísimo villano de la historia, Asmodel, y los pasos que va dando en su ascensión al poder absoluto.

    Y bueno, en lo que a mi valoración de estos tres números se refiere, decir que JLM sigue adelante con paso más que firme en el desarrollo de una historia cargada de épica, que eleva la intensidad de la acción con cada nuevo número publicado, y que promete lo que sin duda será una conclusión poderosa basada en el enfrentamiento con un enemigo casi imbatible como es Asmodel. Las partes protagonizadas por Wonder Woman en un ambiente de película de terror están muy bien conseguidas (en algunos momentos dan realmente grima), y la aventura más clásica dirigida por los dioses griegos funciona a la perfección, gracias al buen trabajo de caracterización de personajes que realiza el autor.

    En definitiva, una gran serie de la Línea DC de Action Tales, que esperemos que ofrezca pronto el final de esta grandísima (y prolongada) saga"

    Extraido de "Action Tales a Gritos"

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