Green Lantern nº 21

Titulo: La bendición de un hombre sin miedo (III): Escalas de Poder
Autor: Gabriel Romero
Portada: Roberto Cruz
Publicado en: Septiembre 2010

¿Quién es realmente Darkseid? ¿Quiénes son los Guardianes? ¿Y cuál es su papel en la grandiosa Historia del Universo DC? Si alguna vez te has hecho preguntas sobre la verdadera Cosmología que rodea a los Corps, no te pierdas este número, donde todo se aclara: “Green Lantern: Escalas de poder”.
Nacido sin miedo y honrado a carta cabal. Dos requisitos indispensables para convertirse en el mayor defensor
de la verdad y la justicia por todo el Universo. Para vestir los colores y el anillo de poder de…

Hal Jordan creado por John Broome y Gil Kane
Monitor y Antimonitor creados por Marv Wolfman y George Perez
El Cuarto Mundo creado por Jack Kirby

Despegó sin hacer ruido alguno, y los ojos del muchacho se abrieron con la infinita ilusión de los jóvenes. A su lado, el anciano dios lo contemplaba como si nunca hubiera visto a un niño. De algún modo, la compañía de un ser puro que jamás había vivido el horror le hacía sentirse más limpio. Incluso un poco más digno.
Hasta un ser del poder inconmensurable de Metrón podía sentirse viejo a veces. Muchos milenios albergaba ya en sus huesos, muchas desgracias habitaban en sus ojos insensibles, muchos secretos había guardado en la misteriosa Silla Mobius que inventara al comienzo de los Tiempos. Y ahora, de pronto, toda esa sabiduría iba a pasar a manos de otro. La destrucción de la Galaxia Ubios, el dolor en las súplicas de los escasos supervivientes, y su extrema necesidad de abandonarlos. La creación y caos que anidan en el corazón de cada supernova, el viento estelar que flota con la misma libertad que era su propia bandera, la maldad y la bondad de cada acto impremeditado. Todo eso abandonaría las capaces riendas de Metrón, y sería el patrimonio de un nuevo vigilante(1).
¿Porque acaso no era éste su verdadero papel? El observador, el intrigante, el nómada sin patria que vigila a unos y a otros con fines tan oscuros que nadie más conoce. Porque ni siquiera Darkseid ni los dioses de Nuevo Génesis eran tan ambiguos ni tan absolutamente impredecibles como él. Ni al Bien ni al Mal servía por entero, sino más bien a una mezcla extraña de ambos, en un perfecto equilibrio de amoralidad al que llevaba eones jugando. Metrón fue quien inventó las Madres Caja con la ayuda del científico Himón, y quien dio la libertad a Scott Free para que pudiera oponerse a las maquinaciones de Darkseid. Pero también fue quien reveló al Señor Oscuro la existencia de la Ecuación de la Anti–Vida, cuyo uso ilícito a punto estuvo de quebrar la misma esencia del Cosmos, y acabar con la vida de hombres y dioses por igual. Y él lo sabía cuando se lo dijo. Sabía que aquello iba a ocurrir, y que sólo él sería responsable.
Arrugó brevemente el entrecejo, y supo que ésa iba a ser la lección más dura de enseñar a un pupilo. La frialdad absoluta. La carencia total de emociones en todos sus trabajos, y la persecución de un fin sin importar los pasos previos. Él no compartía esa visión tan simplista de sus otros compañeros, el Bien y el Mal como valores a tener en cuenta, como medios para entender la complejísima realidad del Universo. Darkseid era el mal encarnado, Desaad la tortura, Kanto la muerte, y así hasta el infinito. Orión significaba la fuerza de voluntad irrefrenable, Lightray la esperanza sin límites, y el Alto Padre el bien más puro.
¿Pero qué significaba Metrón?
El niño se giró hacia su nuevo maestro, y en un segundo quiso capturar el Cosmos entero.
–¿Maestro? ¿Puedes… puedes explicarme?
–Por supuesto, Sayid. ¿Qué quieres que te explique?
–Todo. Deseo saber todo lo que vos sabéis, ya que me habéis elegido como vuestro sucesor. Decidme: ¿qué debo conocer para ser Metrón?
–Oh, muchas cosas, niño… Debes conocer muchas, muchas cosas. Pero supongo que lo más importante es el principio…

 
Al principio sólo había La Fuente. El Universo aún no había sido creado, y La Fuente era única y suprema en la existencia. Unos lo llaman Dios, o Alá, o el Motor Inmóvil… Nosotros lo hemos llamado el Primer Mundo.
Las energías primordiales de La Fuente se movían de un extremo al otro del Cosmos con entera libertad, sin que hubiera las limitaciones del tiempo o del espacio. Eran muchas las manifestaciones de su poder, seres infinitos que poseían la realidad como su herencia. Estos Hijos de La Fuente más tarde interactuarían de forma habitual con los mortales, creando dioses y campeones de muy distinta naturaleza… Pero ni ellos ni nadie detuvo la evolución, y el Primer Mundo por suerte no fue el último.
La Fuente creó un planeta, un lugar de experimentación que llamamos el Mundo Dios, donde cada uno de sus seres eran de naturaleza divina, pues provenían directamente del más alto origen. No estaban vivos, ni muertos, ya que existían por encima de tales características. Eran ideas, valores en sí mismos. Eran el Mundo de las Ideas que dijo Platón, orbitando alrededor de la idea absoluta de Bien, que era La Fuente. Eran el Segundo Mundo, el que siempre estuvo condenado por su propia pureza.
Porque la desgracia trajo el fin a este experimento de no vivos ni muertos, de seres mucho más grandes que los dioses, que de tan inmensos que eran no pudieron seguir sobre el Cosmos. Los nativos del Mundo Dios han sido durante muchos siglos adorados por nosotros, y su naturaleza envidiada por los que sólo somos dioses. Ellos existían como dueños supremos del Todo, ellos eran La Fuente y a la vez sus esclavos más fieles. Y tan grandiosos y omnipotentes se habían vuelto que al final murieron, consumidos por su propio inmovilismo.
Ésta es la verdad que muchas razas convirtieron en mito: el Ragnarok de los pueblos nórdicos, la Titanomaquia de los griegos. Toda una generación de dioses que acabaron en el olvido, sustituidos por dioses jóvenes llenos de voluntad.
Ésta es la gran fuerza que mueve la escala de poderes: la evolución. La voluntad de poder. Aprende bien esta lección, Sayid, porque nadie más que yo va a explicártela nunca. Los grandes seres de la Creación tienden a su propio inmovilismo, pues ya han alcanzado el sumun de sus posibilidades, y por eso están condenados a morir, mientras que los seres de un nivel inferior emplean su capacidad evolutiva para auparse a escalones que no les pertenecen. Y esto es lo que provoca la guerra.
El inmovilismo lleva a la condenación.
La evolución es el motor de los cambios.
Debes siempre conocer la escala de poderes de la Creación, Sayid, y cuál es tu lugar exacto en ella, pero siempre teniendo en cuenta que esa escala es variable en el tiempo, y que los seres menos poderosos que tú están deseando día tras día cobrarse tu piel. Si les dejas.



Los Viejos Dioses murieron de tan infinitos que eran, y eso provocó un inmenso estallido que sacudió la Creación. El Big Bang. El Universo fue creado. La cadena de la propia evolución había dado comienzo. El Todo se dividió en dos perfectamente separados: la Realidad Material, que ardió con el nacimiento del tiempo y el espacio, y un sinfín de globos de fuego empezaron a rotar sobre nubes de hidrógeno y helio incipientes, hasta conformar sistemas planetarios completos; y los restos de la Dimensión Dios que albergó el experimento fallido, también plagada de horror y energías descontroladas, y donde lo que una vez fue un solo cuerpo celeste ahora se estaba convirtiendo en dos.
Al Cosmos Material se le llamó el Tercer Mundo, y al otro el Cuarto, donde nosotros vivimos.
Ese Universo Físico se expandió muy deprisa, conforme las masas se enfriaban y se convertían en planetas. Viajaban y se desplazaban por el Cosmos, orbitando alrededor de soles recién nacidos que a su vez se movían en gigantescas constelaciones, que a su vez orbitaban en torno al único punto de la Creación donde aún permanecía el nexo con la Dimensión Dios, el lugar donde había nacido el Universo. Y en este punto concreto se formó un planeta, que nunca jamás podría albergar vida propia, pero que enseguida llegó a ser el Centro del Cosmos.
Aunque por ahora, aún no tenía nombre.
Porque la vida no surgió por primera vez allí, como tenía que haber sido, sino en un planeta modesto que no sería famoso más que por crear a los primeros humanoides de la Historia. Maltus. El dorado Maltus.
¿Ves la grandeza en lo que te estoy contando, Sayid?
La Creación ya no era patrimonio de los dioses, sino de los irrespetuosos mortales, cuya ilimitada capacidad de evolución los convertía en dioses por su propia voluntad. Por su falta de respeto hacia nosotros.
Maltus floreció como un campo de rosas, y tan pronto como dominaron los viajes espaciales, lograron poner un pie en el Centro del Cosmos. La primera colonia galáctica, por parte de la primera raza de seres evolucionados.
Si ésta fuera una historia de la escala de poderes, Sayid, la vida habría sido un regalo de los dioses, y el honor habría bajado a los mortales desde lo más alto. Pero la historia nunca será así. Cuando hay humanos de por medio nunca esperes un desarrollo lógico de los hechos, ni que guarden el más mínimo respeto por los dioses. Ellos gritan y corren y dominan el Cosmos por la fuerza, y su ira es tan terrible que lo que no pueden tener lo destruyen. Pero nunca les interesará lo más mínimo la escala de poderes, porque no la respetan.
Cuando los maltusianos llegaron al Centro del Universo, pudieron contemplar por sí mismos la grandeza que había heredado de la Fuente, los restos del Big Bang y el Mundo Dios, y dieron un paso de gigante en su propia evolución personal. Se convirtieron en dioses porque ellos lo deseaban. Aprendieron a manipular las propias energías nacientes, y sus cuerpos fueron baterías vivientes del infinito poder que albergaban. Su piel se tornó de un color azul brillante, y llamaron Oa a su dios y su planeta.
Había cambiado la Historia, sin retorno.



Al mismo tiempo, el Mundo Dios se había hecho fragmentos de fuego, y pronto esos fragmentos se unieron en dos planetas gigantes, en dos conceptos distintos. Apokolips y Nuevo Génesis. La luz y oscuridad.
¿Has oído hablar de la Interacción Hombre–Dios? Los dioses se muestran ante los mortales y condicionan su vida, al tiempo que las creencias y actos de los mortales transforman la misma esencia de un dios.
Los Viejos Dioses eran puros e infinitos, y precisamente por eso se esfumaron. Pero con el surgimiento de la Vida y el ascenso de los maltusianos al poder de Oa, nació algo tan grande que hasta nosotros percibimos su influencia: los Valores Morales. Los mortales eran libres, y sus decisiones crearon una gama de condicionantes y consecuencias que asumir. El Bien, el Mal, el Amor, la Piedad o la Lujuria tomaron cuerpo como entidades en sí mismas, y de este modo transformaron a los propios dioses que adoraban. Los restos del Mundo Dios se enfriaron, y dieron vida a dos planetas mellizos pero no gemelos. La grandeza de sus progenitores se repartió de modo asimétrico, tamizado por el nuevo concepto de los valores morales. Apokolips fue el Mal, el Fuego, la Oscuridad y la Rabia, la Crueldad y el Incesto, el Egoísmo, el Asesinato sin motivo y la Tortura. Nuevo Génesis se llevó todos los valores positivos, cuando todavía ni se sabía lo que era aquello: el Amor y la Piedad, la Paz, la Generosidad con todos, el Heroísmo… el Bien Absoluto.
¿Comprendes?
Los humanos perciben la divinidad de acuerdo con su propio nivel en la Escala de Poder, y al mismo tiempo la manipulan según su forma de verla. Los Valores Morales transformaron el Universo, y todos nosotros fuimos sus esclavos.
El resto es Historia. El ascenso de poder de Uxas en la Corte de Apokolips, su caída a los Pozos de Fuego y su dominio de la Fuerza Omega del Cosmos que lo convirtieron en Darkseid, la revuelta con la que depuso a la maligna Reina Heggra… El papel de Izaya como pastor de los suyos, la muerte de su esposa Avia a manos de Steppenwolf, la guerra con el planeta mellizo.
Como es lógico, mundos tan opuestos, valores tan enfrentados, no tenían más remedio que luchar.
La guerra entre Apokolips y Nuevo Génesis se prolongó por lo que sería toda una eternidad, haciendo uso de un poder tan terrible que sacudió los pilares de su propio Universo. Darkseid y su torturador privado Deesad, el temido Steppenwolf y sus legiones, los estúpidos y salvajes parademonios… frente a Highfather y sus escuadras de Hombres Santos, los inventos portentosos de Himón, el Muro de la Fuente…
Y yo en el medio, ni de unos ni otros, un espíritu distinto a ellos y dedicado por entero a la ciencia. Porque mientras todos los Nuevos Dioses estaban implicados en la Guerra de Valores Morales, yo soy el único a quien no le afectan. Metrón es un concepto autónomo que no sirve a nadie. Metrón es la Ausencia Completa de Valores.
Por eso nunca me impliqué en la guerra, porque jamás me importó su final.
La única manera que hubo de terminarla fue por medio del sacrificio supremo de ambos bandos, entregando a su hijo primogénito al cuidado de otro. Izaya crió al hijo de Darkseid en un clima de paz y amor fraterno, pero no pudo evitar que se convirtiera en señor de la batalla. Darkseid crió al primer hijo de Izaya en los orfanatos militarizados de la Abuela Bondad, pero no pudo evitar que se enamorara de una Furia y escapasen juntos a la Tierra. Quién sabe si estos niños tenían ya grabada su naturaleza a fuego, y ningún condicionante pudo alterarla, ni siquiera los valores morales más opuestos a los suyos. ¿Hay fuerzas más poderosas que ellos? ¿El Destino? ¿La Vida, la Muerte? Ni yo pudo saberlo con certeza.
Y así fue como todo quedó estático durante siglos, con ambas fuerzas creciendo ocultas, temiendo el futuro, hasta que Darkseid utilizó la fuga de Scott Free como excusa para indagar en los humanos de la Tierra, en busca de la infernal Ecuación de la Anti–Vida. En busca del dominio total del Cosmos.
Y al fin lo logró.


Mientras, en el Universo Material, los Oanos se habían convertido en los seres más poderosos de la Creación. Su poder físico y mental reconvertía la Energía Cósmica en objetos sólidos salidos de la nada, al tiempo que su telepatía y telequinesis les convertían en mucho más que hombres divinizados, casi en ideales de grandeza.
Pero el Universo era muy joven, y los valores morales se retorcían de forma convulsa. Los planetas habitados ya eran muchos, y cada uno de los seres evolucionados alimentaba su furia con las decisiones. Cada opción, cada camino que se bifurca y obliga a elegir, daba pie al progresivo enfrentamiento de los valores contrarios, pero no un enfrentamiento físico (como la guerra entre Apokolips y Nuevo Génesis), sino del alma. Un conflicto interior que se libra dentro de cada ser inteligente, y que sólo él puede ganar o perder. Si actúa bien o mal, si se comporta con ira o clemencia, cada nuevo paso del camino acrecentaba la guerra de contrarios, hasta el punto que la vida misma se convirtió en sinónimo de elegir.
Los Oanos eran especialmente sensibles a los Valores Morales. Ellos habían sido los primeros seres vivos de la Historia, y por ello se encontraban a medio camino entre los dioses y los hombres, con las virtudes y los defectos de ambos grupos. Uno de los más capaces de ellos, de nombre Krona, perdió el conflicto contra su propia ambición, y sólo por ese motivo destruyó el Universo Único. Buscaba el conocimiento absoluto, buscaba los secretos ocultos en el estallido del Big Bang, y en el nacimiento del propio planeta Oa. La Comunidad le prohibió seguir adelante, pero los estudios de Krona no cesaron, pues su ambición de saber era infinita, e irrefrenable. Construyó una cámara de observación temporal a partir de sus propias energías físicas, y rompió el tejido del Big Bang sólo para cumplir su sueño. Eso desequilibró la balanza. Él, que era un ente supremo en la escala del Universo, se rindió a la enorme tentación del Mal sólo para saber más que los otros, y eso polarizó por completo la guerra. El Bien contra el Mal, la decisión suprema.
El Universo Único se fragmentó en dos, de igual modo que había hecho el mundo de los Viejos Dioses, cada uno marcado por la tendencia a determinados valores morales. El Universo Positivo era el hogar del Bien y la Luz, de la Piedad y todas las grandes virtudes humanas, mientras que en el Universo Negativo habitaron el Mal y la Noche, la Crueldad y el Asesinato que habían tenido en Apokolips su modelo. Y de igual modo que los mundos de los Nuevos Dioses eran mellizos aunque no gemelos, estos Universos recién nacidos seguían siendo hermanos en la distancia, y por eso podían existir actos buenos en la Antimateria, o maldades en los individuos positivos, aunque no fuera su tendencia.
Pero las consecuencias del acto de Krona no se quedaron allí. Él fue el paradigma del acto libre, de la decisión tomada voluntariamente, y eso activó una sucesión de universos paralelos con cada nueva decisión de cada ser humano, con cada sendero que nacía del camino principal. Si un individuo superior elegía el comportamiento A, instantáneamente creaba infinitos universos en los que sus contrapartidas tomaban decisiones distintas, y cada uno de éstos a su vez generó infinitos universos de sus actos sucesivos. El Positivo y el Negativo se bifurcaron como ríos de muchos cauces, que recibieron nombres de acuerdo a su cercanía a la corriente principal: Universo 1, 2, 3, 4… –1, –2, –3, –4…
Y en el centro de todo, núcleo absoluto del Bien y el Mal definitivos, las únicas piezas que aún perduraban del Poder de la Fuente: Oa, en el centro del Universo Positivo, como referente ya, no de la vida que pugna por mejorar y hacerse dueña de todo, sino de la Luz y el Bien completos sobre los que orbitaba; y en el extremo opuesto de la Creación, Qward, su reverso maligno, la representación material del Universo Negativo y de todo lo horrendo personificado.
Oa y Qward, dos caras de la misma moneda, dos ejemplos radicalmente opuestos ocupando el mismo espacio físico, separados únicamente por frecuencias vibracionales. Bien y Mal. Nuevo Génesis y Apokolips. Hermanos mellizos, pero nunca gemelos.
Los Oanos estaban aterrados. Ellos, que habían sido patriarcas y protagonistas de un Todo unificado, ahora quedaban como una raza sola y abandonada, habitantes de un Universo 0 en el que sólo estaba su mundo. Una isla perdida, desahuciada por el infinito poder vivo que creaba universos a cada instante, como un juego de fichas de dominó cuya caída ya no puede detenerse. La Comunidad de Oa juzgó a aquél de los suyos que los había traicionado, y le condenaron por crímenes más allá de la imaginación. A Krona se le arrebataron sus poderes, y fue transformado en energía para surcar eternamente el mismo Universo al que él sentenció. Un castigo interminable a la misma altura de su crimen, una maldición para quien maldijo a todos los seres vivos.
El Pecado de Krona.
Un antes y un después en la Historia del Cosmos. La leyenda que los terráqueos llaman el Pecado Original.
El miedo atenazó a la Comunidad de Oa, y a la vez una intensísima noción de responsabilidad. Uno de los suyos había roto la Creación, y ahora estaban ante un Multiverso cada vez más maligno. La Antimateria era como un terrible cáncer que se iba extendiendo por el Universo Positivo, corrompiéndolo, transmitiendo su maldad uno por uno a todos los cauces de ese río infinito.
Si no hacían algo pronto, el bien y las virtudes serían consumidos por siempre.
Sin embargo, y por primera vez en su larga existencia, los Oanos no se pusieron de acuerdo. Sabían que estaban obligados a combatir ese Mal que se esparcía, pero no llegaron a la conclusión de cómo.
Había un grupo partidario de la acción directa, de usar el poder que habían ganado en Oa para castigar a los malvados y defender el Bien, aunque para ello tuvieran que sojuzgar el libre albedrío. Al fin y al cabo, el Bien era el valor supremo, y la libertad no era más que la causa que había originado este problema. ¿No sería mejor privarles de ella y asegurar la victoria, ellos que a causa de su poder estaban en capacidad de juzgar a los otros?
El segundo grupo era totalmente contrario a éste. Formado por las bellas y poderosas damas de Oa, su plan era extender el Bien por medio del ejemplo, demostrando con su actitud que ellas no eran como Krona, y que la única vía para vencer al Mal no es la Violencia, sino el Amor.
Y al fin quedaron unos cuantos Oanos, que lo que más sentían era vergüenza. Miraban la obra del traidor y no se atrevían siquiera a abandonar el planeta, pues sólo el hecho de ver esos infinitos planos de realidad contrapuestos ya les hacía sentirse indignos. A ellos les habían concedido un inmenso poder, y fueron ellos los que consintieron que esto pasase. Creían firmemente que el Universo ya no les pertenecía, que ya no tenían derecho a hablar sobre nada, y que su deber era traspasar el Poder Cósmico a otros para que ellos lo usasen. Que el Universo ahora les pertenecía a los mortales.
La discusión se prolongó durante mucho tiempo, y no llegaron a ningún acuerdo específico. Al final ellos también eran hermanos, pero no gemelos, y sus pensamientos no había forma de igualarlos.
Ése fue el motivo del Cisma de Oa.
El primer grupo se hizo llamar los Controladores, que creían a pies juntillas en el Bien a través de la Fuerza. Eran los más cercanos tal vez al mismo Mal que buscaban enfrentarse, y por ello su luz, dorada al principio, se volvió negra como los pecados. Se perdieron para siempre en los remolinos del Multiverso, y más tarde se supo que habían empleado su poder con mano de hierro, tanto en persona como a través de los fieles ejércitos que habían reunido, los temidos Darkstars.
El segundo grupo, el de las mujeres, abandonó Oa y se marchó al planeta Zamaron, donde se reencontraron con sus propias emociones y edificaron una cultura del Amor. Con los siglos, muchas humanas de diversas razas fueron elegidas sucesivamente para aprender de la sabiduría de las Zamaron, y extender a su vez esta cultura por todas las galaxias del Cosmos. A estas mortales de poder divino, que esgrimían orgullosas la luz violeta del Amor, se las ha conocido desde siempre como Zafiro Estelar.
Y sólo quedaron unos pocos inmortales en Oa. Seres pequeños de piel azul, consumidos por su propia sensación de culpa, de cuerpos cada vez más atróficos. Su mente seguía siendo una, su poder terrible, pero no se atrevían siquiera a abandonar la Ciudadela, como adultos que creen seguir siendo niños y les paralizan sus miedos. Pero más todavía que eso, lo que sentían por los Hombres era Compasión. Había sido culpa de ellos el Pecado de Krona, y serían ellos quienes lo solucionaran. Se autoproclamaron Guardianes del Universo, y su luz verde brilló como un potente faro de esperanza en el centro del mismo Multiverso. Entregaron su energía a mortales seleccionados, a hombres y mujeres especiales nacidos sin miedo y honrados a carta cabal, y el Universo de Antimateria tuvo que retroceder ante el avance imparable de los Green Lantern Corps.
Una nueva leyenda, para una época distinta y salvaje.



Los Lanterns fueron monjes de una religión común a todos, sacerdotes de una creencia que estaba más allá de las razas y opiniones. Ellos sentían la Compasión como su propio deber, la ayuda a los otros y en especial a los más necesitados, la generosidad como su misma naturaleza. En verdad te digo, muchacho, que durante demasiado tiempo se ha visto a los Green Lanterns como simples soldados o policías galácticos, cuya única misión es combatir el Mal en todas sus formas. Pero tú que vas a heredar mi lugar en el Cuarto Mundo debes conocer la verdad tras los hechos. Los Guerreros Esmeralda son mucho más que policías. Son ejemplos de virtud, son modelos que guían a los Sectores Espaciales asignados, son la luz en la oscuridad. Su misión más importante no es pegarle al malvado, sino darle agua al que no la tiene, comida al que muere de hambre, y justicia al que el Universo se la niega. Hay Lanterns que enseñan heroísmo en las aulas de una pomposa Universidad, y otros sobre el barro del cauce del río. Algunos son líderes en sus propios planetas, y otros tienen que esconder su rostro para proteger a su familia del Mal.
Todos son héroes, Sayid, y quizá algún día se conviertan en dioses por sus propios méritos. Mientras tanto, los humanos pueden dormir tranquilos. Saben que incluso en las Crisis más terribles que asolan el Multiverso, siempre habrá un Green Lantern dispuesto a defenderles, por encima de todo, incluso a costa de su propia vida.
Y puedes creer que harán falta. Negros días les esperan a todos los Universos, cuando Males de tiempos remotos sean liberados de nuevo. Y tal vez ninguno de los Green Lanterns sobreviva para contarlo.
Tal vez ni siquiera el todopoderoso Parallax, que reconstruyó el Multiverso tras la unificación creada por Oa. Tal vez ni siquiera Dios.
Pero siempre habrá un Green Lantern con voluntad de encararlos. Igual en el día más brillante que en la noche más oscura, ningún mal se escapará de su mirada.
E incluso los que no tenemos como propio ningún tipo de valor moral, podremos por una vez sentir esperanza.




FIN


REFERENCIAS

1. Porque ya sabemos que al anterior pupilo de Metrón no le fueron las cosas demasiado bien, como pudo verse en la novela gráfica “Nuevos Dioses: Perros hambrientos”, de Jack Kirby.

No hay comentarios :

Publicar un comentario