Superman nº 21

Título: Errante (I): Una oportunidad entre un millón
Autor: Jose Luis Miranda
Portada: -
Publicado en: Agosto 2010

Nadie se sacrifició más que Superman durante Imperio. Desprovisto de sus poderes, separado de su amada Lois, Clark Kent debe hacer frente a una nueva vida. ¡Descubre al Hombre de Acero como no nunca antes lo habías visto!


Enviado a la Tierra desde el condenado planeta Krypton, Kal-El fue criado por los Kent en Smallville. Ahora como un adulto, Clark Kent lucha por la verdad y la justicia como...

Superman creado por Jerry Siegle y Joe Shuster

"Levanté la cabeza. La desembocadura estaba bloqueada por un negro cúmulo de nubes, el apacible canalizo que dirigía a los más remotos confines de la Tierra fluía sombrío bajo un cielo cubierto; realmente parecía conducir al corazón de una inmensa oscuridad."
(Joseph Conrad, El Corazón de las Tinieblas)

Prólogo

    Clark Kent terminó el libro justo cuando el autocar hacía una reglamentaria parada de descanso. Las palabras finales del Corazón de las Tinieblas parecían anunciar el principio de su viaje que le llevaría de un extremo a otro del planeta. El conductor anunció que saldría dentro de 45 minutos. Llevaban muchas horas de viaje y aún quedaban al menos un par más. Su destino era Metrópolis, donde ya tenía reservado un billete de avión para Europa. Sentía deseos de alejarse de todo y vivir anónimamente durante un tiempo. Los cuarenta pasajeros empezaron a descender. Clark se fijó en alguno de ellos. Una madre con dos hijos, de entre 10 y 11 años, que no paraban de armar escándalo y corretear, un joven de unos 20 años con una guitarra en una funda y una señora mayor que parecía caminar con dificultad. Todos recorrían el parking donde había parado el bus e iban hacia el bar-restaurante de carretera. Dentro, los camareros se afanaban por tener preparados cafés, bocadillos, refrescos, cualquier cosa que los pasajeros pudieran demandar. Antes de entrar observó a cuatro jóvenes afroamericanos de aspecto intimidatorio que fumaban y reían escandalosamente en la puerta del local. Dos llevaban los pantalones caídos y sudaderas anchas, los otros, ropa vaquera rota. Todos musculosos y con gafas oscuras. Desde el móvil de uno de ellos atronaba una canción, que Clark identificó con el rapero X-Raided. No es que fuese un experto en dicha música, pero es que el cantante, perteneciente a la banda urbana de los Crips, había sido detenido, juzgado y condenado a 30 años por asesinato en primer grado. Aunque era una noticia de más de una década Clark la recordaba porque el Planet había seguido el juicio. Cuando uno de ellos se dio cuenta que Clark les miraba, su rostro se volvió desafiante y sus ojos parecían decir, qué es lo que miras cuatro ojos, pero Clark miró hacia el suelo tratando de no caer en la provocación y entró en el bar de carretera.

    Al entrar tuvo una sensación incómoda. Para él resultaba incomprensible no poder ver el interior del local desde fuera o no escuchar las conversaciones de los clientes que ya estaban sentados en sus mesas. Además, sintió fatiga y algo de frío en el trayecto hasta la puerta del bar. Realmente era complicado poder expresarlo. El estómago le rugió por el hambre. Tuvo que abrir la billetera para ver el dinero que tenía dentro, un gesto tan normal que le resultó complejo. Pero, ahora todo lo excepcional que podía hacer era cosa del pasado.  Extrajo un billete de diez dólares. Pidió un café con leche y uno de los bollos que estaban ofertados en el mostrador. Se lo pusieron en una bandeja y tras pagar se sentó en una de las mesas del local. Miró a su alrededor. Observaba con disimulo a la gente. Pocas veces había tenido en su vida, por lo menos en los últimos quince años, la posibilidad de paladear con detenimiento comportamientos cotidianos. Y es que ver a la gente reír, bostezar, hablar, era para él un espectáculo poco frecuente. Igual que el café, cuyo olor invadía sus sentidos. La vida parecía ir a cámara lenta, pero le hacía sentirse bien. De improviso, uno de los niños, que huía del otro jugando, chocó con su brazo y provocó que el café le cayera la mano. Estaba hirviendo. Retiró la mano y se la limpió con la servilleta. El crío salió corriendo, su madre le llamó pero no se levantó a pedir disculpas a Clark, tampoco le recriminó la acción, sólo le dijo que no volviese a correr. Clark contempló su mano. Estaba roja, le dolía. Se quedó un minuto con la vista fija en ella. Después, dio un sorbo pequeño, no sin antes soplar sobre el café. Se preguntó asimismo si era la primera vez que soplaba un café caliente. La lengua se vio bañada en una sensación de calor que no recordaba haber tenido nunca. Todo parecía nuevo. Era como si necesitase un manual de instrucciones para esta nueva vida.

Capítulo 1

    En una de las mesas estaba sentado un joven apesadumbrado y cabizbajo que no era uno de los compañeros de viaje del autocar. Clark no le quitaba ojo. El chico miraba ininterrumpidamente una lata de coca cola que tenía delante. Tendría unos 23 años, llevaba gafas, pelo largo y era delgado. Llevaba una gorra azul y una camiseta de los Ángeles Lakers. Su semblante reflejaba una amarga tristeza. Dio un sorbo a la lata sin cambiar un ápice de gesto y posición. Algo le sucede, pensó Clark.

    El tiempo de descanso se terminaba. Los pasajeros con destino a Metrópolis retornaban al autocar. Clark tiró en uno de los contenedores su vaso de plástico y se dispuso a salir del local. El joven que había observado Clark también se levantó y adelantando a Clark salió del local con rapidez. Parecía como si hubiera tomado una decisión en aquel mismo momento. Una vez fuera se encaminó a su coche, aparcado en la zona de turismos. Sin embargo, se detuvo como si una mano invisible le hubiese frenado. Encima de su coche se sentaban los cuatro jóvenes, que estaban en las inmediaciones del restaurante de carretera, escuchando música de X-Raided a todo volumen. El joven de gafas pensó en volver al restaurante y esperar que aquellos cuatro se cansaran de estar allí sentados, pero el cese de su acelerado paso les llamó la atención y se percataron perfectamente que aquel era el dueño del coche. Uno de ellos subió aún más el volumen del móvil y empezó a recitar gritando algunos versos de la canción. Seguía el ritmo sobre el techo del vehículo golpeando con las palmas cada vez con más fuerza. Lo tres restantes empezaron a reír. El más alto se dirigió al joven de gafas y le dijo burlón:

- Eh, tío. ¿este es tu buga?

    No hubo contestación, lo cual enfadó al interrogador.

- Pero, pijito. No te han enseñado modales. Deben contestarse las preguntas, joder.

    Estaba claro que daba igual lo que contestara. Sin culpa alguna acababa de meterse en un lío que podría tener consecuencias fatales. Intentó salir de aquello con buenas palabras:

- Hey, troncos. No quiero problemas. Me iba ya. Me esperan. Mirad os invito ahí dentro a una cerveza.
- ¿Troncos? No somos tus troncos. Es que te crees que eres como nosotros. Somos Crips, tío. Crips. ¿Sabes lo que es eso?
- Mirad, por favor. dejadme irme.
- No, no, colega. Es que toca un poco los huevos que un pijo se crea que puede faltarnos al respeto así.
- Os pido disculpas. No era mi intención… sólo quiero…
- Bueno, bueno…. el chico no quería faltarte al respeto, Marc. Estoy convencido que no quiere follones, intervino otro.
- Sí, disculpad… El joven de gafas pensó que este nuevo interlocutor iba a poner algo de sensatez en la situación, pero su esperanza cayó rendida cuando escuchó sus siguientes palabras.
- Y por eso, para pedirnos perdón se va a poner de rodillas y va a lamer tus zapatillas… ¿Verdad, colega?
- No, joder… nada más que quiero irme…
- Ah, macho, ¿es que no vas a pedirnos perdón? Ponte de rodillas y chupa mis nike.
- Eso o nos das las llaves de este coche tan bonito., dijo el más bajo de los cuatro. 

    La situación se ponía cuesta arriba. El joven pensó en correr hacia el local, pero estaba seguro que le alcanzarían y se paralizó de miedo. No sabía que hacer, se tocó las gafas y su evidente nerviosismo empezó a provocar las risas de los cuatro oponentes.

Capítulo 2

    Desde la fila de pasajeros para subir al autocar, Clark se hizo cargo de la situación. Casi todos se percataron de lo que sucedía, pero nadie hacía nada. La gente se hacía la ignorante y se apresuraba para ascender. Clark se salió de la hilera y avanzó hacia el grupo de jóvenes. Con poderes o sin poderes no podía dejar a aquel chaval a su suerte. Al llegar cogió del brazo al chico de gafas e intentó llevarle hacia la puerta del conductor de la manera más rápida posible. Con un tono cordial y familiar habló en voz alta:

-    Venga, sobrino. ¡Vámonos! Llegamos tarde. Nos esperan en diez minutos. Perdonad, otro día seguiréis la conversación…

    El joven entendió a la perfección que debía continuar con el teatro y con un simple, Ok, tío… perdona por entretenerme… siguió la dirección del impulso de Clark y abrió con el mando las puertas. Los crips quedaron un segundo paralizados, pero cuando el chico ya estaba dentro del coche y Clark se disponía a entrar por la puerta del copiloto, uno de ellos, agarró a Clark del brazo:

- ¿Quién cojones te crees que eres para interrumpirnos?

    Aún sin poderes no tendría problemas para quitárselo de encima en un segundo y partírselo sin problemas. Sin embargo, no quería enzarzarse en una pelea de consecuencias imprevisibles.

- Mira, hijo. Eres atlético, decidido, con personalidad, seguro que en tu barrio eres alguien importante y no se atreven a faltarte el respeto. ¿Tienes que demostrar que eres más fuerte que un simple cuatro ojos que llega tarde con su sobrino a casa de su tía?
- Mira, viejo. Te dejaremos ir a cambio de unos billetes.
- Lo siento. He gastado mi último dinero en el café de ahí dentro. Déjanos ir. Se nota que eres el líder del grupo. Los demás te siguen por tu personalidad. Verás, estoy muerto de miedo. Sé que no podría vencerte aunque quisiera. ¿Nos dejas marchar ya? Por favor.
- No sé…

    El interlocutor de Clark dudaba. Las palabras de Clark le halagaban. Soltó su brazo y se dispuso a dar un paso atrás, cuando uno de sus compañeros se abalanzó hacia Clark:

- Mira hijo de puta, danos lo que lleves.

    Clark se echó a un lado y abriendo la puerta de golpe hizo que el atacante se estampara contra el marco de hierro.

- Ups, perdón. Fue sin querer, dijo Clark.

    Esto provocó que otro de ellos fuese a golpearle en la cara, pero Clark esquivó el golpe y fingiendo miedo se agachó colocando a su adversario encima de él, se levantó bruscamente y propulsó al rival por encima del coche cayendo al otro lado del vehículo.

- Lo siento, no era mi intención.

    El tercero logró golpearle aprovechando que Clark miraba al caído. Retrocedió un par de metros. Por su pensamiento pasó la idea de esquivar el siguiente golpe para fracturarle la nariz a su adversario. Sin embargo, levantó las manos y sonrió:

- Ya habéis demostrado que sois más fuertes que yo. ¿Podemos irnos?

- Ni de coña.

    Parecía que no quedaba más remedio que pelearse en serio con los cuatro jóvenes que, todos levantados de nuevo, se le acercaban amenazantes. De repente, un coche de policía hizo su aparición en el parking del restaurante. Los jóvenes lo vieron y con una mirada de odio empezaron a alejarse. El que parecía el líder señaló a Clark y le dijo:

- Me quedo con tu cara cuatro ojos. Nos volveremos a ver.

- Espero que de forma más amistosa, fue su respuesta.

    La policía se bajó del coche y alertados por alguno de los testigos se acercó a los jóvenes a pedirles documentación, mientras Clark entraba en el coche y el joven arrancaba.


Capítulo 3

- Gracias.
- No hay de qué. Tuvimos suerte. Menos mal que apareció la policía.
- Bueno, ¿a dónde va?
- Pues… ¿ves ese autocar que sale a la autopista? Se dirige a Metrópolis. En él va mi bolsa de viaje.
- Bueno, no será problema seguirlo. También voy a Metrópolis. Le llevaré a la estación. Así le pago la ayuda.
- Me parece justo. Me llamo Clark.
- Yo soy Joseph.
- Encantado.
- Igualmente.
- ¿De dónde viene?
- Smallville, es un pequeño pueblo de Kansas. Voy a Metrópolis. De allí al aeropuerto.
- ¿Con qué destino?
- Primero a Europa, luego… ya veremos. Pienso moverme mucho.
- ¿Trabajo o turismo?
- Podría decirse que turismo. Necesito alejarme un tiempo de mi entorno y desconectar mentalmente.
- ¿Una mujer?
- ¿Acaso no hay una mujer por medio, en mayor o menor medida, que condicione las acciones de un hombre?
- Sí… dígamelo a mí. ¿Cómo se llama?
- Lois. Es una historia muy larga. ¿Tú también vas a Metrópolis a causa de una?
- Sí… algo así…
- Tenemos tiempo hasta Metrópolis. Soy bueno escuchando. Si quieres hablar.
- Sí… Llevo esto dentro de mí mucho tiempo, pero jamás se lo he dicho a nadie. Quizá contárselo a un extraño sea lo mejor. Usted no va a juzgarme y si lo hace no nos volveremos a ver. Realmente no es importante, sólo lo es para mí. Nadie lo comprendería.
- Soy todo oídos.
- Pues bien. Yo estoy enamorado hasta las trancas de una persona. Se llama Vanesa.
- No se lo has confesado nunca.
- No.
- Quizá deberías…
- No, no. No me empiece a dar consejos de esos que todo lo arreglan en las películas. ¿Quiere escuchar la historia?
- Claro, perdona.
- Pues bien. La conocí hace seis años. Trabajábamos juntos en el centro comercial de mi pueblo. Al principio no me fijé en ella. Es atractiva, pero no me llamaba la atención. Todo cambió el día que coincidimos por azar en un descanso. Nos sentamos y se puso a hablar. No es que su conversación fuera nada del otro mundo es cómo lo contaba. Me interesaba lo que decía, me llegaba dentro y cuando llegó la hora de volver al turno del trabajo algo en mi interior me decía que necesitaba seguir escuchándola. Volvimos a vernos varios días y la conversación fluía entre nosotros como por arte de magia. Cada día me parecía más atractiva y cada día mis sentidos se nublaban de su presencia. Nuestros mundos eran muy distintos. Yo dejé los estudios y me puse a trabajar muy joven. Ella estudiaba en la universidad por la tarde para sacarse una titulación en matemáticas.
- ¿No te decidiste a decirle lo que sentías?
- Sí, claro… La verdad es que yo a ella la notaba cómoda, se reía con mis ocurrencias y aunque, como puede ver, no soy muy atractivo, pensé que se sentía a gusto conmigo. Estuve a punto de pedirle una cita.
- ¿No lo hiciste?
- Un día lo llevaba todo preparado. Tenía dos entradas para ver a Bruce Springsteen, a ella le encantaba. Me había inventado la excusa de que me las habían regalado y que a mi primo, que supuestamente iba a venir conmigo, le había surgido algo y me había quedado sin pareja. Las guardé en la cartera, pero ese día no nos quedamos solos. Había un montón de compañeros de trabajo y no pude ni hablar.
- Vaya.
- No pasaba nada. El concierto era dentro de dos semanas. tenía tiempo. Al día siguiente llegué un poco antes al área de descanso y allí estaba. Sola. Empezamos a hablar. Intentaba que saliera algo de música en la conversación y sacar el tema que llevaba preparado. Cuando iba a decirle lo del concierto comenzó a sonar por el hilo musical del área comercial Brilliant Disguise (Brillante Disfraz) del mismo Springteen, que era una de sus canciones favoritas. Se calló al sentir que sonaba y me dijo: ¿Sabes que Bruce toca en una localidad cercana dentro de un par de semanas? Es el mejor. Me muero de ganas de ir a verlo.
- Te lo puso en bandeja.
- No, porque su siguiente frase fue: Ya tengo compradas las entradas para ir. Voy con Jess, ni novio.
- Ups.
- Imagínese… CATACRACK hizo mi corazón. Como si me lo hubiesen metido en una picadora de carne…
- Lo imagino. Debió de ser una gran decepción.
- Sí, lo fue. Resulta que llevaba saliendo con él desde que tenían 15 años. O sea que en aquel momento ya llevarían juntos unos cinco o seis. Pero eso no fue lo peor. Porque yo me lo imaginaba como un ser abyecto, borracho y violento que la maltrataba y nada más lejos de la realidad. Era un tipo guapo, fuerte, musculoso, que iba al gimnasio un par de horas diarias, atento, cariñoso, enamorado y, además, inteligente, sacó una plaza pública en una oposición entre 2000 aspirantes. Y yo un friki con gafas, delgado y enclenque, que ganaba una miseria de sueldo en un burger de mala muerte de un centro comercial de un maldito pueblucho.
- ¿La relación entre ellos era buena?
- Magnífica. Encima ella hablaba y tenía claro que el asunto de la fidelidad era fundamental para una pareja. Le amaba y jamás le engañaría. Un par de veces se pasó por allí y era tan guapo, amable y educado como le había descrito. Sólo le podía aventajar en algo. Yo escribo y me gusta hacer poesía y relatos. Él no. A veces, le leía algún poema o relato y veía en el fondo de sus ojos un fugaz estremecimiento, pero no duraba lo suficiente como para plantearse un cambio de pareja.
- Supongo que el día del concierto…
- Nada… fui pero nunca le dije que tenía las entradas. De hecho la vi de lejos y no me acerqué a saludarla, él estaba a su lado. Cuando tocó la canción de Brilliant Disguise casi me echo a llorar. Abandoné el concierto.
- Lo siento.
- Bueno, no se crea que me metí en mi habitación sin salir o que caí en una depresión. Al revés. El mar está lleno de peces me dije. Intenté olvidarla. Hice lo posible por no coincidir, pero ella tenía buena relación conmigo y me buscaba de vez en cuando para hablar. Salí con otras chicas y conseguí un par de novietas. Con todo, nunca pude quitármela de la mente. ¿Sabe lo que es sentir que no tienes derecho a interferir, que aunque lo hagas no vas a conseguir nada, pero notar en lo más profundo del estómago un dolor seco y tenso provocado por su ausencia? Yo lo notaba noche tras noche. Aún lo siento. Pero no hice nada ni se lo dije a nadie. Me parecía injusto poder hacer algo que terminase con la relación de amistad que teníamos. Y era lo que hubiera pasado si hubiera abierto la boca.
- ¿Qué pasó?
- Pues que pasaron los años y llegó el día de su boda. Cuando recibí la invitación fue como si me metiera una puñalada, sin embargo sonreí y le dije que haría lo posible por ir. La semana anterior lo pasé fatal, casi no la saludaba. Ella se percató y me preguntó varias veces que si me pasaba algo. Yo contestaba con monosílabos e intentaba que no se me notase. Le decía que estaba cansado o algo así. No quería ahondar en conversaciones, realmente me dolía mucho. Por fin llego el día de la boda. Fui con gran pesar y aguanté la ceremonia. La saludé, estaba preciosa, incluso a él, pero no me quedé al convite. Fue superior a mis fuerzas. Teníamos algún amigo en común que estaba allí y puse como excusa que tenía que cuidar a mis sobrinos. Según salí de la iglesia me largué. Al volver de la luna de miel quiso enseñarme fotos de la boda, aunque yo me escabullía con alguna excusa. Sufría al verla allí. Lo siento, sé que estaré sonando como un absoluto egoísta. Era el dolor el que hacía actuar así.
- ¿Te dijo algo sobre tu ausencia?
- Que preguntó por mí y le dijeron que me tuve que ir… realmente tampoco me echó en falta. Lo entiendo, había más de 200 invitados. Y ella estaba a lo que tenía que estar.
- Bueno… ¿has conseguido olvidar?
- No. Por eso voy a Metrópolis. Se mudaron allí hace un mes.
- ¿Y eso?
- A él le destinaron allí y ella acabó la licenciatura de matemáticas y también ha encontrado trabajo. Estoy convencido que si no está embarazada, se quedará el año que viene. Bueno, he pensado en acercarme y decirle lo que siento.
- ¿Por qué ahora?
- Por que la amo, la siento en mi interior como jamás he sentido a nadie. Sé que no tengo la más mínima opción y que cuando se lo diga me dirá amablemente que no puede ser, que tenemos vidas diferentes, que está muy bien con su pareja, o que sé yo, pero ¿sabe una cosa?
- ¿Cuál?
- No quiero pasarme treinta años de mi vida pensando en qué hubiera pasado si lo hubiera hecho. No quiero tener cuarenta o cincuenta y pensar que la perdí sin mover un dedo. Quizá prefiera un no rotundo y seco que me impacte como un ladrillo en la cara pero que me permita descansar en paz y olvidarla.
- Aunque sólo sea una posibilidad entre mil si ella sintiera algo harías daño a un buen hombre.
- No va a suceder. Sé, lo tengo claro, que no me ama y que le ama a él. Pero también sé que no puedo vivir con este peso en el estómago y que sigo queriendo oír su risa, ver su sombra y oler su perfume…
- Ponte en el lugar de su marido. ¿Te gustaría si fueras tú que apareciera un antiguo amigo de tu mujer para declararse en la puerta de tu casa?
- No, claro que no. Pero es mi dolor el que quiero aplacar. Es difícil de explicar y sé que soy un imbécil. Pero también sé que llevo soñando años con esa mujer y que ya que no voy a tenerla quiero quitármela de la cabeza. Esta puede ser una manera definitiva de hacerlo.

Capítulo 4

    Dos horas después llegaban a la estación de Metrópolis. El coche entró en las dársenas de los autobuses y Clark pudo coger su bolsa de viaje. Después se dirigió para despedirse de Joseph:

- Bueno, Joseph. Tienes decidido ir a verla, ¿no es así?
- No crea que no me cuesta. Aunque sea la decepción más grande de mi vida, debo hacerlo.
- ¿Dónde vive ella?
- En la calle Sullivan.
- ¿En… Sullivan? Si yo vivo en esa calle.
- ¿Podría indicarme…?
- Escucha si no te has cansado de mi compañía podría acompañarte.
- ¿Cuándo sale su avión?
- Dentro de cinco horas. Tengo tiempo suficiente.
- Estupendo. ¿Sabe lo que dice mi padre? Que antes de que sucedan las cosas siempre hay una posibilidad para que el guión no se repita, para que las cosas sean de otra manera. Siempre hay una posibilidad, una oportunidad entre un millón. Ojalá usted me traiga suerte.
- Una oportunidad entre un millón.

    Clark y Joseph montaron en el coche y salieron hacia la calle Sullivan. El tráfico en Metrópolis era, como de costumbre, infernal. Tardaron casi una hora en llegar a su destino. Clark le indicó que aparcara en un parking cercano y así lo hizo. Bajaron y Joseph sacó un papel donde tenía escrita la dirección completa. Estaba a unos diez minutos andando del apartamento de Clark.

- Bueno, aquí es. ¿Vas a llamar al telefonillo?
- Señor Kent, creo que necesito estar un momento a solas. ¿Le importa?
- Por supuesto que no. Mira, ¿ves esa cafetería? Te esperaré allí sentado. A menos que quieras que me marche.
- No, está bien. Voy a meditar un momento qué voy a decirle y cuando lo haga salga como salga iré a tomarme un zumo si fuera afirmativo y un whiskie si no lo fuera.
- Joseph…
- Sé que no tengo prácticamente nada que ganar. Sin embargo, de un millón de veces que viniera quizá una…

    Clark se alejó hacia la cafetería. No le deseó suerte. Se ponía en el lugar del chico, pero también en el de la pareja. Llevaban juntos más de una década, parecían felices. No sabía si Joseph tenía derecho a interferir de alguna manera. Quizá el dolor de Joseph debiera ser interno y silencioso. Por otra parte, si era rechazado, que era lo más normal, sólo supondría un reforzamiento de la pareja y una posibilidad mayor de olvido para Joseph. Se sentó en una mesa al lado del cristal que daba a la calle y pidió un zumo de naranja. Desde allí podía ver a Joseph cavilar y recorrer inseguro el portal calle arriba, calle abajo. Pasó cerca de media hora sin que el joven se decidiera a tocar el telefonillo o a realizar acto alguno. Clark debía coger un avión en tres horas. 

Capítulo 5

    Por fin, tras casi cuarenta y cinco minutos de espera, Joseph
pareció recibir una orden divina y se acercó al telefonillo para pulsar el piso. No tuvo que hacerlo. Una pareja se iba acercando desde el fondo de la calle. Clark los vio también. Venían agarrados de la mano riendo y jugueteando. Llevaban bolsas de compra de un supermercado cercano. Joseph la reconoció en la distancia. Sintió una envidia absoluta. Hubiera dado treinta años de su vida por ser él quien la llevase agarrada de la mano. Se acercaban sin darse cuenta de su presencia. Dudaba entre alejarse y esperar que pasasen, hacerse el sorprendido con su aparición como si fuera azar o cruzar la acera y acudir a la cafetería. Las opciones se le amontonaban, pero el tiempo era escaso porque en apenas un minuto la pareja estaría a su altura.

    Se quedó paralizado y se sentó en un banco que estaba frente al portal. Situó los hombros sobre las rodillas y apoyando la barbilla en las manos miró al suelo fijamente con la cabeza baja. La feliz pareja estaba a dos pasos, bromeaba y reía. Ella le pasó sus bolsas mientras buscaba en su bolso las llaves de la puerta. Las encontró y la abrió haciendo un gesto para que pasara su marido. Este entró con las bolsas, ella le siguió. Cuando iba a cerrarla se fijó en el joven del banco y se lo quedó mirando. Su marido llamaba al ascensor. Ella le hizo un gesto para que esperara y salió de nuevo:

- ¿Joseph?, dijo.

    Joseph no se dio por aludido, seguía en la misma posición mirando fijamente al suelo.

- ¿Eres tú? ¿No me recuerdas? Soy…
- Oh,… vaya, qué casualidad… No… me lo… puedo creer…, dijo Joseph alzando la cabeza.
- ¿Qué haces en Metrópolis? ¿Has venido a verme?
- No, no… he venido con unos amigos… De hecho les estoy esperando. Es que… Bueno, ¿cómo te va?
- Genial, esto es maravilloso. Tengo trabajo en un buen instituto de la zona y Jess trabaja a dos manzanas de aquí. ¿Te acuerdas de Jess? Espera voy a decirle que te salude.
- No, déjalo está con las bolsas… Además ya me iba. Sólo había parado a descansar. ¿Ves esa cafetería’ Me esperan… Joseph alzó la mano y Clark desde dentro le devolvió el saludo. Realmente tengo prisa. 
- Si vas a estar algún día más podrías venir a cenar un día de estos. A Jess y a mí nos encantaría. Me acuerdo mucho de aquella época y de tus poemas. Lo pasamos bien, ¿verdad?
- Sí fue genial. Quizá lo haga… Bueno, me… voy…
- ¿Seguro que no quieres subir? Dile a tu amigo que también puede tomar algo.
- No, no de verdad. Me… nos tenemos que marchar.
- ¿Estás bien? ¿Sucede algo?
- No… nada… Es sólo que me alegro de haberte visto de nuevo.
- Yo también. ¿Seguro que no te pasa nada?
- Seguro, seguro…
- Bueno, pues me ha alegrado verte…
- A mí también…
- Bueno… pues…
- Adiós…

    Joseph bajó la cabeza y comenzó a alejarse lentamente. Se detuvo en seco, como si hubiera chocado con un muro y se giró:

- ¿Eres feliz?
- Mucho.
- Bien, puede que haya una época en la que no lo seas… puede que dentro de un año o diez o treinta… no lo seas… Entonces… ¿quieres prometerme una cosa? Por favor… Te lo suplico…
- Dime…
- Si dentro de… del tiempo que sea… dejas de serlo. Si tu vida no te llena en algún momento… Si dejas de ser feliz… búscame. No importa el tiempo que haya pasado. No importa que sea dentro de tres o cuatro décadas. Búscame. Ve al pueblo y encuéntrame. Y si lo dejara y me trasladara dejaría en la oficina de correos un apartado a mi nombre para poder localizarme. ¿Me lo prometes?
- Joseph…
- Por favor, me lo prometes…
- Sí.
- ¿De veras?
- Lo haré, te lo prometo. Si dejo de ser feliz, te buscaré. 
- Gracias.

    Joseph se acercó y besó la mejilla de Vanesa. Después se alejó definitivamente hacia la cafetería en la que esperaba Clark mientras que la chica volvía a entrar en el portal de su casa.

Capítulo 6

    Clark vio en el rostro de Joseph que la cosa no había ido muy bien.

- ¿Cómo estás?
- Supongo que igual que estaba. La sensación es agria. Nada que no sintiera antes.
- ¿Quieres tomar algo?
- Usted tiene que llegar al aeropuerto. Va a perder el avión.
- Me da igual. Saldrá otro mañana. Puedo esperarme un poco contigo.
- Entonces, voy a pedir el whiskie.
- Ok.
- ¿Sabe lo único que he sacado, señor Kent?
- ¿Qué?
- Mantener una posibilidad entre un millón. No es poco.
- Sin duda amigo, sin duda. Pero, por favor, que esa esperanza no te impida vivir.
- No la hará, señor Kent. Se lo prometo.

    La tarde se fue y la noche también. Los dos nuevos amigos conversaron hasta la hora del cierre de la cafetería y, luego, Clark le llevó al bar que regentaba un viejo conocido suyo, Bibbo Bibbowski, el Ace O’Club, y siguieron hablando toda la madrugada de amistad, poesía, Bruce Springsteen y amor. En un momento dado, en la música de ambiente del local sonó Brilliant Disguise y los dos amigos brindaron por la felicidad y por dos chicas llamadas Lois y Vanesa que en algún momento y en algún lugar esperarían volver a encontrar. A las cinco de la mañana llegaron al apartamento de Clark donde cayeron rendidos. Al día siguiente, se despidieron con un fuerte abrazo. Joseph volvió en su coche al pueblo y Clark se dirigió al aeropuerto para cambiar el billete y salir rumbo a España como primer destino.

Epílogo

Treinta años después.

    Se apagaba la tarde. El otoño pintaba de marrón las nubes del cielo. Y los comercios echaban el cierre esperando que el día siguiente fuese mejor que el anterior. Las calles estaban desiertas y los bares encendían las luces, recogiendo a viajeros cansados que harían un alto antes de volver a casa. El pueblo había pasado por momentos duros, pero las industrias locales parecían haber arraigado y la economía allí se mantenía en pie. El dueño del restaurante de comida rápida bajaba la reja. Tosió con fuerza, estaba resfriado y había ido a trabajar en contra de la indicación del médico. Mañana probablemente se quedaría en casa. Cerró con llave y la guardó en el bolsillo superior de su chaqueta. Oyó unos pasos detrás de él. Alguien se le acercaba. La calle estaba desierta. Pensó que podían venir a atracarle y volvió el rostro preocupado. No dio crédito. La tremenda sorpresa congeló su rostro al escuchar pronunciar su nombre:

- Joseph, ¿eres tú?
- ¿Vanesa?- respondió.   


Bruce Springsteen - Brilliant Disguise
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Te tengo entre mis brazos
mientras toca la banda.
¿Qué palabras me susurras, chica
justo cuando te vas?
Anoche te vi en las afueras de la ciudad,
quisiera leer tu mente
para saber qué es lo que tengo
en esta nueva situación.

Así, que dime que veo
cuando te miro a los ojos.
¿Eres tú, nena,
o sólo un brillante disfraz?

Oí como alguien decía tu nombre
desde debajo de nuestro sauce
Vi algo metido con vergüenza
debajo de tu almohada.
Bueno, lo he intentado mucho
pero no consigo entender
lo que una mujer como tú
está haciendo conmigo.

Así que dime a quién veo
cuando te miro a los ojos,
¿Eres tú, nena,
o sólo un brillante disfraz?

Chica, mírame ahora
esforzándome para que todo salga bien
Y, entonces, todo se derrumba
cuando se apagan las luces.
Sólo soy un peregrino solitario,
caminando por un mundo de riqueza.
Y quisiera saber si puedo confiar en ti
porque tengo claro que no confío
en mí mismo.

Ahora interpretas a la mujer amante,
y yo al hombre fiel
pero no mires con detalle
la palma de mi mano.
Estábamos en el altar,
la gitana juró que nuestro futuro era bueno
pero llegaron las altas horas de la madrugada
y, bueno, quizá, la gitana mintiera.

Así que cuando me mires,
mejor que mires bien y mires dos veces.
¿Soy yo, nena,
o sólo un brillante disfraz?

Esta noche nuestra cama está fría.
Estoy perdido en la oscuridad de nuestro amor.
Dios, ten piedad del hombre
que duda en qué confiar.
(Traducción de Brilliant Disguise de Bruce Springteen)

Continuará...

Abril 2010-julio 2010
José Luis Miranda Martínez
jlmirandamartinez@hotmail.com

    Otros trabajos en Action Tales hasta julio de 2010: Superman 6 a 21, Superman Anual 1 y 2, Wonder Woman 1 a 8, JSA 1, Leyenda de Superman 1, Especiales Imperio: Escuadrón Suicida, Patrulla Condenada, Wonder Woman, Aquaman, Batman y Robin, Capitán Marvel y Liga de la Justicia.

4 comentarios :

  1. Todavia no lo lei, pero con el tema de Bruce del final te ganaste mi corazon!!!

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  2. Y aquí tenemos el primer número del Superman de Jose Luis Miranda post-Imperio. Como ya sabréis las consecuencias de este evento han sido realmente importantes para el personaje (no en vano, Imperio salió precisamente de estas páginas), y ahora, toca explorarlas en esta saga que comienza, de título "Errante" (las similitudes con la etapa de JMS en los cómics resultan muy curiosas -aunque claramente, JML ideó esto antes que JMS-, pero me da la impresión de que el tono de "Errante" va a ser muy diferente al de "Grounded" -para mejor, por supuesto-).

    El hecho es que Clark Kent, ahora sin poderes, se dispone a marcharse a Europa de viaje, pero antes, camino del aeropuerto, compartirá unas horas con un tipo supuestamente poco importante, para ser testigo del momento más importante de su vida.

    Una historia muy sencilla (nada de supervillanos, amenazas cósmicas o momentazos épicos), que tras el subidón de adrenalina de los últimos números (metidos de lleno de Imperio), es muy bien recibida. JML parece haber decidido que la montaña rusa en la que ha vivido esta serie durante buena parte de su etapa ha estado muy bien (efectivamente, lo ha estado), pero que ahora ha llegado el momento de levantar el pie del acelerador, y detenerse un poco a profundizar en su personaje protagonista, despojado de toda la mitología más grande que la vida que le rodea. Y bueno, en este número le ha funcionado muy bien. Muy cercano a otros anteriores, como por ejemplo, el Anual #2 de Superman.

    En definitiva: una historia sencilla, con diálogos y escenas muy bien construidos, que se apoya casi por completo en el análisis de las emociones más simples... e importantes.

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  3. La reseña anterior la escribí el 17 de octubre de 2010, por cierto.

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  4. Bueno, pues me he animado a ponerme por fin con "errante", y la verdad es que me llevo una buena sensación de este 1er número del arco. Muy diferente a lo que esperas encontrar en un relato superheroico. Aun así está bien tomar estos descansos de tanta acción para encontrarnos con un relato más mundano y que intenta ahondar en los sentimientos del hombre que hay detrás de todos aquellos poderes.

    Buen inicio, a ver como sigue ^^

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