Wonder Woman nº 08

Título: Enfermedad y Olvido
Autor: Jose Luis Miranda
Portada: Edgar Rocha
Publicado en: Septiembre 2010

Continúa la Maldición de Pandora. Acompaña a Asmodel en su encuentro con Odín y Lucifer. Padece con Wonder Woman y los dioses olímpicos las terribles pérdidas que sufrirán en su enfrentamiento con las lacras del Olvido y de la Enfermedad.


Nací como Diana, princesa de Themyscira, heredera mortal de los Dioses griegos y su embajadora en el mundo patriarcal, donde ellos me llaman...
Wonder Woman creada por William Moult

Prólogo: Asgard
Asmodel arrancaba las enormes cortinas, tejidas de seda y oro, que estaban situadas tras el sillón del trono de Odín, patriarca de los dioses nórdicos. Las utilizó para limpiarse la sangre ajena que le goteaba por la armadura. Miró como recobraban su color blanquecino los huesos de dioses asesinados que, macabramente, decoraban su armadura. Alzó la vista y contempló el enorme palacio. Las dimensiones eran parecidas a las de la Basílica de San Pedro del Vaticano, pero su ornamentación era mucho más pobre. Exceptuando, la utilización de oro y plata para medallones o acabados del techo y algunas cabezas de animales salvajes disecadas, sorprendía la escasez de esculturas, cuadros u otros elementos decorativos. Dioses guerreros, mucho oro, poco arte, se dijo. Se quitó su casco en forma de toro y lo depositó en la gran mesa de las celebraciones del Salón del Trono. Anduvo dejando huellas en la sangre que teñía el suelo y subiendo, por una escalinata, llegó hasta el inmenso balcón por el que se podía otear gran parte del reino de Asgard. Su mirada se detuvo en la inmensa batalla que se extendía a lo largo de kilómetros a la redonda. Luchaban millares de soldados de diferentes razas: dioses, gigantes, trolls, enanos, elfos…. Peleaban sin cesar generando una terrible mortandad. En la zona del combate más encarnizado, Thor, hijo de Odin, blandía Mjolnir, gritando desaforado. Asmodel sonrió y descendió hacia el salón. Al llegar, sin abandonar la sonrisa, se dirigió hacia Odín que, crucificado, pendía del muro:

- Deberías ver con ese ojo que te queda a tu hijo. Te sentirías orgulloso. Es imparable.
- Fracasarás…- murmuró agonizante el patriarca nórdico.
- El Altísimo sabe lo que estoy haciendo. Sabe el poder que estoy acumulando y no mueve un dedo para detenerme. ¿Por qué? Por el estúpido empeño de mantener el libre albedrío. ¿Cómo puedo fracasar? ¿Quién me lo va a impedir? Ya soy el ser más poderoso de toda la creación.
Asmodel volvió a colocarse su casco. Alzó sus dos brazos. Unió el dorso de ambas manos sobre su cabeza. Y como si separase las puertas de un ascensor empezó a alejarlas generando un portal místico entre ellas. Alejó los brazos todo lo que pudo. La tensión era tremenda. Una gota de sudor se evaporaba de su frente. La sangre circulaba en sus venas a más de 1.500 grados celsius. Ante él apareció una empinada escalera conformada por lo que parecían estrellas y planetas minúsculos, que horadó con sus enormes pezuñas sin contemplaciones:
- Una escalera a otro cielo, se dijo y comenzó a ascender.
El portal se cerró y el salón del trono de Odín quedó en silencio con la principal deidad nórdica crucificada en la pared, sin fuerzas y cerca de la muerte. Asmodel, acababa de acceder a un nuevo universo creado, forjado y establecido por Lucifer. El antiguo ángel, mano derecha de Dios, había generado una nueva creación de la que él era el Dios absoluto. No tuvo que esperar mucho tiempo para que Lucifer apareciese:
- Bienvenido Asmodel.
- Bienhallado, Lucifer.
- Tu poder ha crecido, puedo percibirlo. ¿Qué puedo hacer por ti?
- Conversar conmigo.

Capítulo 1:  Moulton Town (Pensilvania, EE. UU.) 
Raquel Corben guió a Diana con mucho sigilo hasta su escondite. Estaba deseando presentarla al grupo, porque, aunque no tuviera poderes, representaría una verdadera esperanza para todos. Sin embargo, la alegría pronto se tornó en desasosiego. Al llegar, Raquel advirtió que algo iba mal. Nadie estaba vigilando la puerta. Siempre se turnaban de tal manera que alguna persona velaba la entrada. Se precipitó veloz al interior de la guarida y su horror no tuvo medida. Ocho de sus compañeros yacían degollados y mutilados horriblemente. Los armarios abiertos y saqueados. Las reservas de comida no estaban tampoco. Diana se agarró al marco de la puerta sin querer entrar. Raquel gritó de rabia, pero recuperó pronto la compostura y examinando desesperadamente la habitación apreció huellas diminutas que recorrían la estancia:
- Los enanos- dijo.
- ¿Quiénes?
- Han sido los enanos… cof, cof… No solían salir de su territorio. Cof, cof… Supongo que el hambre les ha debido empujar a esto… cof…cof… pero, tenían su sede en unos grandes almacenes. No entiendo por qué… cof, cof… Espera faltan…
- ¿Qué sucede?
- Faltan Bob y Janis… Son dos niños, los hijos de Pam… cof, cof… señaló uno de los cadáveres.
- ¿Se habrán escondido…?
- No, se los han llevado, cof…cof… estoy segura… No es la primera vez que se llevan seres humanos… para jugar con ellos y violarlos… cof, cof…
Raquel Corben, se arrodilló. Llevó sus manos al rostro e intentó contener el llanto sin conseguirlo. Su tos aumentaba. Tras un par de minutos, se levantó con una mirada de determinación. Agarró el arma, comprobó que sólo conservaba dos balas. Diana pensó por un momento que iba a suicidarse. Se sintió aliviada cuando vio que la introducía de nuevo en el cinturón de herramientas. Raquel sacó del cinto un par de pastillas y se las tomó. La tos pareció remitir. Miró a Diana y habló con fuerza:
- Perdona mi desesperación. Han sido los enanos. Esta maldita Lacra les ha introducido una malformación genética, la acondroplasia. Cuando todo esto comenzó muchos adultos, en apenas una semana, rebajaron su talla hasta el metro veinte. Como casi todos, perdieron el juicio y se encerraron en unos grandes almacenes conformándose como una tribu sanguinaria que mataba a quienes se acercaban a sus dominios. Habrán agotado la comida y decidido salir… para mala fortuna de… mis amigos… Esto es una pesadilla atroz. Se han llevado a los niños… Debemos rescatarlos…
- Iremos juntas. Después, me acompañarás hasta el hospital para enfrentarme con la Lacra. Una vez la derrote las enfermedades desaparecerán. La tuya incluida.
- Lo dudo.
- Por…
- Yo tenía cáncer antes de que las enfermedades se multiplicaran en el pueblo. Quizá por eso no me ha afectado en demasía. Vamos.
Diana agarró la espada corta que llevaba y la siguió.
Capítulo 2: Jerusalén (Israel). 
Los cuatro dioses que Zeus había enviado a por la Espada del Tiempo aparecían en un callejón de la ciudad israelita. Heracles la llevaba colgada de la espalda en una funda de piel. Ares y él habían pactado turnarse en portarla. Además, de que no confiaban el uno en el otro, ambos temían las energías que pudieran desprenderse del arma. Afrodita agarraba de la mano a Hermes que, ciego, cubría las cuencas de sus ojos con una venda. El mensajero de los dioses había pagado un terrible precio en la captura del arma. Sin embargo, seguía resultando imprescindible en la misión. Era él quien había hecho llegar a sus compañeros a esta región de la Tierra desde la Roca de la Eternidad.
- ¿Y ahora?- dijo Heracles.
- Encontrar a la Lacra y ensartarla con la espada. –respondió Ares.
Afrodita envolvió con una niebla mágica a los cuatro y los ropajes helenos de los dioses se tornaron occidentales para pasar desapercibidos. Salieron del callejón y entraron en una concurrida calle. Se encontraban en el casco histórico. Ares observó las imponentes murallas de la ciudad, construidas en el siglo XVI. Anduvieron hacia la Explanada de las Mezquitas o del Templo (según denominación musulmana o judía). Para los musulmanes es sagrado por que lo consideran el lugar en el que Mahoma ascendió a los cielos y para los judíos, porque fue donde Dios ordenó a Abraham que sacrificara a su hijo. La vista de Heracles recorría la espectacular Mezquita de la Cúpula de la Roca. Siguieron hacia la Iglesia del Santo Sepulcro, templo cristiano construido en el lugar donde se crucificó a Jesucristo. Accedieron a él a través de la Vía Dolorosa, el camino que realizó Cristo portando la cruz. Aunque había mucha gente nadie les prestaba atención. De hecho, parecían autómatas sin emociones que se ignoraban unos a otros. La tranquilidad era la nota predominante. Ares habló:
- ¿Seguro que hemos llegado al lugar correcto? Creía que las Lacras generaban un escenario infernal y aquí nadie parece preocupado.
- ¿Qué Lacra está aposentada aquí según Zeus?- preguntó Heracles.
- La del OLVIDO.- replicó Afrodita.
Afrodita recogió un periódico que estaba en el suelo. No había referencia alguna a ningún conflicto. Después, se concentró y se introdujo en los pensamientos de varios mortales que iban y venían.
- Es increíble. Ya sé el motivo de tanta calma. La lacra del OLVIDO les ha borrado su pasado. Nadie recuerda el enfrentamiento que existía en esta zona de oriente. La paz se ha asentado definitivamente entre judíos y musulmanes. Se han acabado los ataques terroristas y las brutales respuestas israelíes. Nadie recuerda a los fallecidos, aunque fueran de su propia familia. Tampoco sus religiones. Sólo les ha dejado en la mente cosas imprescindibles para mantenerles con vida: comer, respirar…
- Entonces aquí la lacra del OLVIDO ha traído paz.- habló Heracles.
- Realmente les ha convertido en unos seres sin alma. Observad.- replicó Ares.
Ares golpeó a uno de ellos y le tiró al suelo. El hombre se vio afectado y sufrió dolor, pero en apenas un segundo se levantó y pasó al lado de Ares sin realizar la más mínima respuesta. Se le había olvidado el golpe.
- Busquémosla y acabemos con ella.
Capítulo 3: Moulton Town (Pensilvania, EE. UU.) 
Raquel y Diana llegaron ante el centro comercial en donde se refugiaban los enanos. Estaban a las afueras del pueblo, pero en el extremo contrario por donde había entrado la amazona. Su parking externo mostraba un aspecto desolador con multitud de vehículos destrozados y aplastados. Se adentraban con sigilo entre ellos en dirección a la puerta de entrada. Raquel miró el reloj: los insectos volverían a invadir el cielo en una hora y cuarto. Debían estar a cubierto en algún edificio para entonces. También, sacó el arma de la funda, Diana observaba el interior de los coches que le parecían estar en mejor estado. Con alegría descubrió que uno parecía estar intacto y con las llaves puestas. A dos metros se percató de la presencia de un cadáver sin piernas que, sin duda, era su antiguo dueño. Probablemente llegaría hasta él y los enanos o los insectos le impidieran ponerlo en marcha. Encendió el contacto y el coche rugió mostrando su depósito a la mitad. Raquel giró la cabeza y recriminó a Diana:
- Silencio, ¿estás loca? ¿Quieres que nos oigan? Hay más de un centenar. Si nos atacan a la vez no podremos hacer nada.
- Lo siento, estaba preparando una vía de escape.
- Los enanos están en el fondo de la tienda, en la sección de bebidas. Entraremos por un lateral y nos arrastraremos hasta llegar allí. No respires. Cof, cof…
- Escucha, Raquel, tu tos no es la mejor compañía para el sigilo. Déjame ir sola. Quédate en este coche y tenlo preparado para salir zumbando.
Su compañera dudó, pero se rindió a la lógica de la amazona. Le tendió su pistola, Diana la rechazó:
- Gracias, pero me las apañaré sin ella.
- Toma al menos este walkie y esta linterna. Si necesitas ayuda dímelo y entraré como la caballería. Recuerda, queda una hora para que esto se llene de infinitos insectos. Para entonces debemos estar a cubierto.
- Ok.
Pertrechada con la linterna, el walkie talkie, su espada y su lazo de Hestia, que aferraba con intranquilidad, Wonder Woman se adentró en la oscuridad de los grandes almacenes dispuesta a rescatar a los dos niños.
Capítulo 4: Jerusalén (Israel). 
Afrodita sentía la presencia del ser según se iban aproximando al Muro de las Lamentaciones. Los cuatro dioses se plantaron delante del lugar más sagrado para los judíos. Es el último trozo del muro que rodeaba el Templo por el sur y por el este, y es el lugar más cercano al sancta sactorum o lugar santísimo. De las tres secciones del muro la del oeste es el lugar tradicional de oración. Pero, ahora estaba desierto. La gente parecía haber desaparecido. No había un alma alrededor. Algo alejaba a la población de allí. Las rendijas del muro aún contenían multitud de papeles con deseos y peticiones de los creyentes. Heracles extrajo uno de ellos y pudo leer: Dios, hazme recordar. Afrodita soltó la mano de Hermes y se pegó a Ares.
- ¿Crees que volveremos con vida?
- Vosotros no sé, yo sí.
- Ahora que mi marido, Hefesto, está muerto, podemos dar rienda suelta a nuestros deseos sin preocuparnos de…
- ¿Así guardas luto a tu esposo?
- ¿Ahora te preocupas por él? Cuando te acostabas conmigo no le tenías tanto respeto.
- Eres la mujer más hermosa que existe en la tierra. No sería varón si no me hubiese sentido excitado por ti. Pero tu naturaleza es ser infiel. Sé que, como hiciste con tu marido, me engañarás con otros. Me harás sufrir.
- Como si tú fueras casto y puro. Y, aunque fuera cierto, ¿eso impide tu deseo?
- No, lo enciende aún más… Lo primero que haré cuando termine esto será fornicarte durante treinta días y treinta noches sin cesar. Luego, entablaré alguna guerra en algún lugar de la Tierra. Al acabar, mataré a los amantes que hayas tenido y volveré a tomarte.
Afrodita sonrió. Se alejó de él y volvió a sujetar y conducir a Hermes. De repente, los cuatro se detuvieron cuando escucharon pisadas en lo alto del muro. OLVIDO estaba allí. Se encontraba dentro del cuerpo de una mujer delgada, morena y sonriente. Llevaba un traje blanco de ejecutivo y una corbata negra. De un salto se precipitó al suelo y se situó a unos pocos metros del grupo de olímpicos:
- ¿Quiénes sois? ¿No se borran vuestros recuerdos aún? Sois seres especiales, no cabe duda.
- Somos tu perdición, dijo Heracles mientras extraía la espada de la funda y daba un paso hacia la mujer.
OLVIDO concentró en poder en Heracles. El dios se detuvo y miró la espada como si fuera la primera vez que la veía. Después se volvió hacia sus compañeros y preguntó:
- ¿Qué sucede? ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí?
Ares se hizo cargo del poder de OLVIDO. Se giró para no mirar a la Lacra. Extrajo un cuchillo del cinto y asiéndolo con la mano derecha grabó, haciendo caso omiso al dolor, en su otro brazo unas palabras. Mientras Afrodita gritaba a Heracles:
- ¡Acaba con ella!
Pero Heracles seguía paralizado sin saber qué tenía que hacer. OLVIDO volvió a hablar:
- ¿Por qué queréis asesinarme? ¿Es que acaso soy como mis hermanas? Yo no he traído dolor o guerra, sólo paz. Entre las personas que habitaban este lugar había muchos odios, les he entregado olvido. Ahora descansan y viven sin lucha alguna. No recuerdan motivos de disputa. Sólo elementos básicos, para mantener una existencia feliz.
- Les has quitado la voluntad…- dijo Afrodita.
- Y los asesinatos terroristas, y las represalias a través de misiles, y el rencor… ¿No es más justo este mundo que el que había?
Capítulo 5: Moulton Town (Pensilvania, EE. UU.) 
Diana entró en la superficie comercial. La oscuridad la envolvió. Fue hasta un lateral y, desde allí, se adentró con el mayor sigilo posible. Al ir avanzando percibió un resplandor ocre que iluminaba el techo. Se trataba de hogueras. Apagó su linterna. Al fondo, los enanos habían movido y amontonado las estanterías metálicas, que antaño conformaban los pasillos de los diferentes productos, creando una especie de barrera circular sobre la que se apostaban centinelas. Diana se situó detrás de antiguos mostradores cárnicos para no ser descubierta. En el interior de aquel enorme círculo reían y gritaban enanos deformes como si fueran miembros de una tribu prehistórica. Desnudos y suspendidos del techo en dos garfios para colgar carne, estaban Bob y Janios, los dos niños a los que había venido a rescatar. Su primera impresión fue que los habían ensartado pero, cuando vio que temblaban horrorizados, respiró aliviada al descubrir que seguían vivos. Ambos se encontraban suspendidos de una cuerda atada a las muñecas que, enlazada a los garfios, sostenían dos de los raptores desde el suelo. De tal manera que, si los enanos, soltaban la cuerda los niños caerían y si tiraban de ella ascendían al techo. Diana aferró su lazo y avanzó reptando. A tres metros suyo tenía al centinela más próximo. Bebía cerveza y estaba absolutamente absorto en el grotesco espectáculo. Cinco enanos desnudos, con sus penes en erección, esperaban que los dos que sostenían las cuerdas las fueran soltando para que los niños descendiesen hacia ellos. Wonder Woman contó cerca de cincuenta enanos y probablemente en la parte que su vista no alcanzaba hubiese otros tantos. Los chicos eran azotados desde el suelo. El grupo empezó a gritar: ¡¡Violación, violación!!
Aprovechando que el centinela volvía su mirada riéndose de la situación de los niños, la amazona lanzó el lazo de Hestia y, como si fuese una res, lo colgó de su cuello. Dio un tirón y el enano salió despedido hacia la posición de Diana siendo recibido por un puñetazo en pleno rostro que le dejó sin sentido. El estruendo del macabro espectáculo impidió que nadie oyera nada. Diana se arrastró hasta la muralla y se encaramó con cuidado de no ser vista. Observó detenidamente la situación. Encima de los garfios que sostenían a Bob y a Janis cruzaban dos vigas metálicas. Desde ahí tendría acceso a ellos. Descendió y avanzó pegada a la muralla. Llegó al extremo apoyando su espalda en la pared. Otro centinela situado allí hacía lo mismo que el primero, bebía, esta vez una botella de Martíni, mientras jaleaba a los participantes desnudos. Repitiendo la operación con su lazo, le dejó sin sentido y se encaramó de nuevo trepando por las estanterías del muro. Se situó en la parte más oscura de las vigas, intentando no ser percibida. Las miradas de todos estaban pendientes de los jóvenes que pataleaban y lloraban sin cesar o de la fiesta que danzaba en torno a las hogueras.
Diana calculó que restaban cuarenta minutos para que los insectos sobrevolaran la ciudad. ¿Cuál iba a ser su siguiente paso? El destino le dejó pocas opciones. Los enanos que sostenían las cuerdas empezaron a soltarlas y a hacer que los niños descendieran. El show llegaba a su culminación. Los del suelo abrían los brazos y saltaban para conseguir tocarles cuanto antes. Diana recorrió la viga situándose encima de los garfios. Un enano advirtió su presencia y comenzó a gritar señalándola y descubriendo su posición. No había tiempo que perder. La amazona agarró con ambas manos la cuerda y aupó, primero a Janis y, luego, a Bob, hasta la viga en la que se encontraba. Una vez allí, cortó la cuerda de un tajo. Les liberó las muñecas y les abrazó diciéndoles: Aferraos fuerte a mí. No os soltéis. Saltó con ellos aterrizando en la parte alta del improvisado muro de pasillos metálicos amontonados. Los enanos reaccionaban con lentitud. Los guardias que estaban subidos acudían hacia Diana, mientras los demás observaban la escena desde el suelo. Diana depositó un segundo a los niños en lo alto del muro y estampó la linterna en el primero de los atacantes. Al segundo, le clavó la espada en pleno estómago para que los demás se lo pensaran dos veces. Sacó el walkie de su cinto y conectó con Raquel: Te necesito. Los enanos se amontonaban y lanzaban cuchillos y otros objetos. Golpeó con el walkie a otro enemigo y, haciendo que sus protegidos la abrazaran, saltó hacia otro pasillo metálico con tanta fuerza que lo hizo caer aplastando a varios enemigos. Los tres rodaron por el suelo alejándose de la turba unos metros. Todos los enanos se precipitaron hacia ellos. Wonder Woman indicó a los jóvenes que huyeran. Propinó una patada al más adelantado que chocó contra el primer grupo de perseguidores. Se dio la vuelta e intentó huir. No lo consiguió. Uno de los enanos lanzó un cuchillo que, aunque sólo golpeó superficialmente en la pierna a la heroína, la hizo caer. Diana alzó la mirada y aferró la espada dispuesta a vender cara su vida. Unos cincuenta o sesenta enanos se le abalanzaban encima. Mordió los labios y murmuró: Venga, Raquel dónde demonios te has metido…
Capítulo 6: Jerusalén (Israel). 
Heracles balbuceaba como un niño pequeño. No recordaba nada de su vida. OLVIDO seguía hablando a Ares, Afrodita y Hermes:
- No tenéis poder para detenerme. Extenderé mis bendiciones por la Tierra y este planeta obtendrá una paz silenciosa y eterna. Si me matáis acabaréis con el bienestar de la humanidad.
Ares saltó hacia la Espada del Tiempo que Heracles había soltado y la asió mientras gritaba:
- Somos dioses ¿crees que nos importa el bienestar humano?
OLVIDO concentró su poder en el Dios de la Guerra y éste sufrió el mismo efecto que Heracles. Titubeante y desorientado empezó a preguntarse qué es lo que estaba haciendo. Afrodita susurró al oído de Hermes. Muévete tan rápido que nadie pueda verte, pero Hermes había olvidado como correr. Sin vista y sin recuerdos, OLVIDO había convertido al Mensajero de los Dioses en casi un vegetal. Afrodita, le proyectó un hechizo de deseo. El cuerpo que habitaba la Lacra se estremeció de pasión por Afrodita. La Lacra, por un segundo, perdió el control de su cuerpo. El centro de sus pensamientos pasó a ocuparlos la Diosa de la Belleza. Afrodita se acercó lentamente y, con voz sensual, le iba hablando:
- Usas un cuerpo humano. Estás sometido a sus debilidades. ¿No me consideras atractiva? ¿No deseas descansar un poco? ¿No te apetece tocarme…? Venga, tienes mi permiso. Acércate.
La Lacra sentía un creciente deseo. Ardía de ganas de tocar y besar a Afrodita. Dudó varios segundos. Su poder seguía siendo enorme y concentrándose consiguió sobreponerse a las sensaciones que la diosa le generaba. Cuando llegó a la altura de Afrodita la abofeteó. Afrodita quiso responder devolviéndole el golpe, pero no recordó como mover los brazos. Al segundo siguiente, olvidó como andar, sus piernas no la sostuvieron y se hincó de rodillas. La lacra rió y la miró con desprecio:
- Nadie puede resistir mi fuerza. Escucha estas palabras porque serán las últimas que comprendas. Abandona toda esperanza.
- Zeús, Padre de los Dioses, apiádate de mí…
- Nadie te recordará…
Afrodita cerró los ojos esperando que su cerebro se borrara. Nada sucedió. Al abrirlos, vio a OLVIDO quieta. La Lacra se miraba el pecho. El dolor le resultó extraño y muy intenso. La Espada del Tiempo acababa de atravesarle desde la espalda y veía la punta asomar desde el esternón. La mujer que habitaba se consumió en segundos y la Lacra, con aspecto de gigantesco gusano blanquecino, colgaba agotado de la espada transformándose en polvo. Los años de vida se le amontonaban y sólo pudo preguntarse qué es lo que vendría a continuación. Ares la había ensartado. Había logrado leer la frase que grabó en su brazo izquierdo con el cuchillo: Mata a la mujer de blanco. Sin embargo, algo sucedía. El cuerpo de Ares temblaba. El portador que usara la Espada del Tiempo, como les fue indicado por Cronos, debería estar desesperado porque se pagaba un precio por hacerlo. Ares envejecía hasta casi el final de sus días. Su inmortalidad fue puesta en entredicho. Miles y miles de años le atravesaban y su aspecto fornido y poderoso dejaba paso a un anciano delgado que casi no soportaba el peso de su armadura. Afrodita quedó aterrada. Fue a abrazarle, pero Ares la apartó:
- Déjame… No me mires así…
- Ares, no me rechaces, déjame consolarte…
- ¿Consuelo? Soy el Dios de la Guerra, joven o anciano… Prefiero muerte antes que lástima…
- Ares… qué desgracia…
- Ahora no me querrás como amante…
- Ares… siempre te…
- No lo digas. Calla. Ni quiero tus lágrimas, ni tu piedad.
Tuvo que soltar la espada al no aguantar su peso. Heracles la recogió y la enfundó. Acto seguido, puso la mano en la axila de Ares y le ayudó a levantarse. Después habló:
- Tu sacrificio no será en vano. La vista de Hermes, la juventud de Ares… Todos acabaremos este viaje radicalmente diferentes a como lo empezamos. Debemos continuar. ¿Dónde hay que ir Afrodita?
Afrodita secó sus lágrimas, se concentró y conectó con Zeus. Una palabra apareció en su mente.
- Asgard.
- Hermes debes guiarnos a la morada de Odín. Una vez lleguemos, Ares y tú volveréis al Olimpo, habló Heracles.
- No, dijo Ares. Yo acabaré esto o moriré en el intento.
- Lo mismo digo, dijo el ciego Hermes.
- Partamos, pues- sentenció Heracles.
Cuando los dioses abandonaron Israel, la población pareció despertar como de un sueño. Padres volvían a reconocer a sus hijos, los sentimientos religiosos, los de patria y nación, los recuerdos de los fallecidos, la intransigencia en algunos, el odio en otros, todo volvía en tropel a los miles de habitantes de la región. Al día siguiente, se reanudaron lanzamientos de misiles desde la franja de Gaza y hubo una brutal respuesta israelita conduciendo un nuevo ataque militar.
Capítulo 7: Moulton Town (Pensilvania, EE. UU.) 
De un mandoble, Wonder Woman, hirió a tres enemigos. Quiso ponerse en pie, pero otros tantos enanos se lanzaron a sus piernas impidiéndoselo. Pronto cerca de otros veinte se le echaban encima aplastándola contra el suelo. La situación parecía llegar a su final cuando Diana, tras un esfuerzo supremo, fracasó al intentar levantarse. De repente, un claxon atronó a los presentes y el rugido de un motor se hacía cada vez más sonoro y potente. Con las dos luces encendidas un Ford Mustang rojo del 2002 irrumpió a toda velocidad haciendo que el grupo de enemigos se echara hacia atrás. Diana quedó tan sorprendida como ellos, pero enseguida reconoció que era el coche que ella había probado antes de entrar. Lo conducía Raquel y en su interior Bob y Janis se acurrucaban en el asiento de atrás. El vehículo frenaba mientras giraba para situar el morro en el sentido contrario al que venía. Una de las puertas se abrió y Raquel gritó con furia:
- Arriba, ¿estás dormida…o qué?
La amazona no se hizo esperar. En una exhalación ya estaba dentro y partían hacia el exterior. La travesía se hizo eterna, chocaron con multitud de obstáculos hasta que emergieron del centro comercial. Raquel tosía con fuerza, miró su reloj, faltaban veinte minutos para que los insectos retornasen a las calles. Salieron del parking con velocidad estrellándose con otros dos vehículos abandonados. Raquel metió marcha atrás, se alejó de ellos y aceleró intentando buscar el acceso a la carretera. Diana miró a los niños atemorizados en el asiento de atrás. Por vez primera advirtió que tenían el cuerpo lleno de llagas. Raquel consiguió llevar el vehículo a la salida del parking, pero la carretera estaba cortada por tres autobuses volcados. Pisó el pedal del freno e intentó esquivarlos, pero un ataque de tos le impidió hacer la maniobra con éxito. El coche derrapó y se estrelló contra los buses, dio una vuelta de campana y quedó tumbado boca abajo. Desde la boca del centro comercial acababa de aparecer la multitud de enanos. Fueron testigos del accidente. Uno de ellos arengó a sus compañeros y todos empezaron a dirigirse rápidamente hacia el lugar.
Raquel sangraba por la cabeza, pero no había perdido el conocimiento. Salió a duras penas por la ventanilla e intentó abrir la puerta de atrás para sacar a los niños sin conseguirlo. La puerta estaba deforme por el golpe y no se movía. Los enanos se acercaban gritando y en quince minutos los insectos inundarían el cielo. Su tos aumentaba en intensidad. No veía salida. Miró en su cinturón la pistola con dos balas y pensó, sinceramente, en suicidarse. En ese instante, la voz de Diana le devolvió la esperanza.
- Todavía no estamos muertas.
Wonder Woman sangrante por nariz y labios, emergía del vehículo por una ventanilla rota. Raquel la admiró en ese momento. Su rostro, la determinación que emitía le hacía creer que pasara lo que pasara iban a salir vivas de allí. La amazona, aunque muy aturdida y con dolores extremos, ya estaba planeando cómo salir de la apurada situación. Se dirigió a la puerta contraria a la que había intentado abrir Raquel y consiguió abrirla. Los niños no se movían. Arrastró fuera a Janis como pudo. A Bob no conseguía sacarlo pues tenía la pierna derecha atorada. Raquel abrazó a la niña comprobando que respiraba. El grupo de perseguidores ya estaba a unos trescientos metros. Se acababa el tiempo. Diana tiraba con fuerza del chico Pensó que era una suerte que el chiquillo estuviese inconsciente, el dolor debía ser inmenso. Paró un segundo. Miró a su alrededor buscando soluciones. Sus pies pisaron charcos y apreció que se trataba del combustible del coche. La gasolina se extendía por el suelo. Raquel, sin dejar de toser, se puso a su lado para ayudar a sacar al niño. Ambas, le asían con rabia, pero no le extraían del vehículo. El metal se retorcía envolviendo su tobillo. Los enanos estaban a unos doscientos metros. Diana se metió dentro palpando con las manos la opresión de la pierna. Consiguió desplazar unos centímetros uno de los hierros que la apretaban, a costa de cortarse la mano, y volvió a salir para ayudar a Raquel a tirar. Por fin, en un trance que pareció eterno consiguieron liberarle. El tobillo del chico mostraba una fea herida. Wonder Woman le levantó como pudo y Raquel hizo lo mismo con la niña. Empezaron a alejarse. Los enanos estaban a cien metros y las dos mujeres sólo habían conseguido despegarse seis del vehículo. La amazona depositó a Bob en el asfalto y le dijo a Raquel que arrastrase a ambos lo que pudiera. Así lo hizo, asiendo con una mano a cada chico, pero contempló con verdadera preocupación como Diana se dirigía de nuevo al Ford volcado y hacia los enanos que ya estaban a cincuenta metros. No tenía posibilidad de vencer a los noventa enemigos que se le avecinaban. Pero las intenciones de la amazona eran otras. Entró por el asiento del conductor. Fijó su vista en el encendedor de cigarrillos que tenía incorporado el coche. Lo pulsó y en tres segundos éste se puso al rojo vivo. Salió rápidamente y volvió a alejarse. La turba se encontraba a apenas diez metros de ella. Diana llegó hasta Raquel y lanzó el encendedor hacia el charco de gasolina que rodeaba el vehículo, justo cuando sus rivales llegaban a él. Se produjo una tremenda explosión en medio del grupo de perseguidores. Cerca de diez enanos murieron al instante, otros tantos se vieron envueltos en llamas, unos veinte quedaron heridos de gravedad y el resto, hasta unos cincuenta, quedaron desorientados, aunque con una rabia mucho mayor. Raquel y Diana se habían arrojado al suelo sobre los niños. Esta vez la suerte sí les sonrió, aunque la metralla les hirió piernas y espalda, fue de manera superficial. Uno de los asientos delanteros envuelto en fuego salió despedido hacia ellas. Diana gritó:
- ¡¡Cuidado!!
Raquel pudo rodar unos centímetros y el objeto ardiente rebotó a su lado cayendo un par de metros delante de ella. Ambas se levantaron y retornaron a intentar alejarse. No lo consiguieron. Los cincuenta menos dañados ya se les echaban encima. Raquel empuñó su arma y disparó al más adelantado. Le insertó la bala en la frente. Siguió blandiendo el arma, lo que paralizó al resto.
- El próximo que se mueva acabará igual.- gritó, sabiendo que el arma sólo tenía una bala más.
No hubo más pausas, el más alocado enano se abalanzó sobre ella recibiendo el impacto en pleno estómago. Eso animó a otros tres o cuatro a hacer lo mismo y al ver que Raquel no disparaba más, todos hicieron lo mismo. Diana tumbó de un puñetazo al primero, pero otros quince se le echaron encima aplastándola con su peso. Raquel miró al cielo, como esperando ayuda divina y se preparó para lo peor. De repente, todos se detuvieron. Un zumbido horripilante iba adueñándose del espacio.
- Los insectos, llegan los insectos,- gritó un enano.
En efecto, una nube infernal con miriadas de pequeños bichos voladores descendía hacia los presentes. El horror se apoderó de todos ellos. Muchos enanos cubrieron sus cabezas y empezaron a correr hacia el centro comercial, sin percatarse que estaba demasiado lejano y eran demasiados insectos. Los heridos se revolvían en el asfalto totalmente envueltos de millones de bichejos que se les metían por todos los orificios del cuerpo y picaban incesantemente sus cuerpos. Eran literalmente devorados. Raquel, cubrió a los niños con su cuerpo sin conseguir detener a los insectos. Este es el fin- murmuró. Veremos, escuchó de Diana. No alcanzaba a verla y ya sentía las picaduras y la invasión de los malditos bichos. De nuevo, el espíritu indómito de la amazona traería una pequeña victoria. Wonder Woman levantaba el asiento ardiente que segundos antes había estado a punto de golpearlas. Envuelto en llamas generaba un humo denso y oscuro. Lo agitó encima de las cabezas de Raquel y los niños consiguiendo que los insectos se alejaran.
- ¡¡Vamos, Raquel!! Arrástralos como puedas. Hacia el bus.
El bus con el que habían chocado estaba a veinte metros. Raquel estaba al límite de sus fuerzas, pensó que jamás podría llegar con los dos niños. Pero, la fortuna les sonrió de nuevo. Manis despertaba y, aunque presa de temor, pudo ponerse en pie y aferrando a Raquel del cinto la siguió hacia la improvisada guarida. Raquel llevaba en sus brazos a Bob. Diana se puso a su lado, sintió el calor de las llamas y el horrible humo que casi la impedía respirar. Sin embargo, lo agradeció porque los insectos se mantenían a distancia. Por un segundo, vio las manos con quemaduras de la amazona que soportaba estoicamente el dolor. El autobús estaba tumbado de costado dejando como techo el lado del conductor. Tenía las ruedas pinchadas, pero la mayoría de los cristales estaban intactos. Podían usarlo como refugio. Treparon y se dejaron caer por la ventanilla del volante. Diana situó el asiento ardiente en la improvisada entrada. La niña gritó al ver que al fondo del bus uno de los cristales estaba fragmentado. Los insectos se colaban por él. Diana agarró su lazo de Hestia y lo colgó del cristal roto. Mágicamente la plaga dejó de invadir el autobús por aquel lugar. La amazona llevó el lazo desde ese punto al extremo de la ventanilla por donde habían entrado. Dio una patada al sillón ardiente que ya les llenaba de humo el escaso espacio y se tumbaron sobre los cristales rotos del lateral que hacía de suelo. Observaron como los insectos repiqueteaban frenéticos en los cristales intactos y en las partes de metal. Sin embargo, en las dos únicas aberturas de las que colgaba el lazo de Hestia no se atrevían a entrar. Alguno lo intentó y quedó desintegrado al contactar con el lazo.
Raquel extrajo de su cinturón unas vendas con las que curó como pudo el tobillo del niño, que despertó en ese momento, y las quemaduras y cortes de Diana. La niña lloraba y Diana la abrazó. Todos estaban malheridos, pero habían sobrevivido. Así, permanecieron una hora todos abrazados, hasta que la diminuta jauría, tal y como había llegado, desapareció sin previo aviso. Diana recogió su lazo e instó a los demás que se apresuraran a salir. Los enanos supervivientes podrían retornar. Emergieron del bus y se tumbaron en el suelo. Raquel y los niños no podían ni moverse. Las fuerzas habían llegado al límite. Diana se puso en pie y les pidió que aguardaran ahí. Raquel pensó, no podría moverme ni por un millón de dólares. Wonder Woman se encaminó al parking, con la intención de encontrar otro vehículo en condiciones de poder desplazarse. Lo encontró pronto. Era un jeep cherokee de color azul. Llegaron hasta otro refugio de Raquel. Allí acostaron a los niños que ardían de fiebre. Diana se curó las heridas de nuevo. Se colocó una chaqueta vaquera azul sobre su uniforme y con dos cuchillos en el cinto y su lazo de Hestia envuelto en el brazo se dispuso a volver al vehículo para llegar al hospital, lugar donde residía ENFERMEDAD. Raquel no podía creerlo:
- Quédate a descansar. Es una locura que en tu estado vayas a enfrentarte con esa lacra. Mañana…
- Debo atrapar con mi lazo a esa lacra y terminar con este horror. Volveré.
Se despidió con un abrazo. Después, entró en el coche y condujo hasta el hospital. Lo aparcó en la puerta. La enorme escalera de entrada se alzaba ante ella. Estaba desierta. Sabedora que la lacra de la ENFERMEDAD se encontraba en su interior y que encontraría nuevos horrores en todos sus rincones tragó saliva y agarrando con fuerza el lazo de Hestia se encaminó a sus adentros.


Epílogo
Asmodel y Lucifer estaban frente a frente. Se miraban detenidamente. Llevaban tiempo sin verse. A lo largo de los milenios, estos dos seres habían sido hermanos, amantes, amigos, rivales y enemigos mortales. Asmodel abrió sus brazos y mirando hacia el sol dijo:
- Conseguiste lo que querías. Ya dominas una nueva creación.
- Sí, con mis propias reglas.
- No seas iluso. Tu creación está supeditada a la anterior. No es más que un accesorio.
- Asmodel, no has evolucionado nada en tantos milenios. ¿A qué has venido? ¿A burlarte de mi obra?
- Lo siento. No era mi intención.
- ¿Qué pretendes?
- Voy a sustituirle.
- ¿Buscas mi colaboración para oponerte a Él?
- No. Sé que no lo harás.
- Estás cargado de poder. ¿Crees estar a su altura?
- Falta poco.
- Si no has venido a pedirme que esté a tu lado… ¿Cuál es el motivo real de tu visita?
- Simplemente, Lucifer, recordar viejos tiempos. ¿Recuerdas nuestro nacimiento?
- Sí, silencio, luz… y luego Él.
- Majestuoso encendiendo la Llama Primigenia que pondría en marcha todo.
- Sí…
- ¿Y la primera vez que nos vimos?
- Claro Asmodel, exudabas poder, como ahora. Las formas del cuerpo nos maravillaban… Nos contemplábamos sin descanso.
- ¿Y a Él? Tras la sorprendente primera visión de su persona…
- Nos desorientó. No esperábamos que…
- Dejara todo lo creado en las manos del azar.
- Sí… como tirar una bola cuesta abajo y dejarla a su suerte.
- Sólo contemplaba lo creado.
- Libre albedrío, dijo.
- Salieron planetas, humanos, animales como podían haber salido barros informes, lagartijas o desiertos.
- Hubo pensamiento.
- Pudo no haberlo.
- Quizá su plan estaba más hilado de lo que supusimos.
- No. Fue pura suerte. Aunque no hubiese surgido nada, quizá en otros mil millones de años si hubiera aparecido inteligencia. Su paciencia es infinita.
- También instauró el tiempo.
- Para juzgar.
- Y condenar.
- Paciencia eterna.
- Tiempo caduco que pondría a todos los seres a sus pies tardasen lo que tardasen.
- Y, luego, la compasión, Lucifer.
- El perdón que alcanzaba a todos.
- Todos no, Lucifer, tú no.
- Pude irme del Infierno Realmente también pude elegir.
- Pero le obedecíamos.
- Con fe ciega.
- Es una creación débil y carente de lógica.
- Estás convencido de que al sustituirle lo harás mejor.
- Absolutamente. Bueno, sólo he venido a despedirme. Adiós Lucifer, amigo, amor, amante, enemigo, rival, odiado… Un beso de despedida.
Los labios de Asmodel se acercaron a los de Lucifer y éste sintió el engaño. Ya fue tarde. No pudo resistirse. Asmodel era mucho más fuerte. En segundos, había absorbido toda la fuerza vital de Lucifer. Esquelético y débil el antiguo Señor del Infierno se desplomó. Asmodel le miró con desprecio y arrastrándole hasta las escaleras, conformadas por escalones de minúsculos planetas y estrellas, por donde había ascendido, le crucificó sin contemplaciones. Toda la fuerza vital de Lucifer pasó a Asmodel, y aún más todo el universo que se extendía en torno a ellos de igual manera empezó a plegarse y a introducirse en su cuerpo. Tras una hora un vacío eterno era lo que quedaba. Lucifer seco y vencido estaba clavado en la escalinata de estrellas. Asmodel la descendió y se dirigió a la última etapa de su viaje antes de enfrentarse al Altísimo: el Jardín del eterno Destino.
Continuará...
José Luis Miranda Martínez
Abril 2010-mayo 2010
jlmirandamartinez@hotmail.com
Otros trabajos en Action Tales hasta abril de 2010: Superman 6 a 20, Superman Anual 1 y 2, Wonder Woman 1 a 8, JSA 1, Leyenda de Superman 1, Especiales Imperio: Escuadrón Suicida, Patrulla Condenada, Wonder Woman, Aquaman, Batman/Robin, Capitán Marvel y Liga de la Justicia.

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