Los Titanes nº 12

Título: Starfire: un nuevo comienzo
Autor: Roger Corbera
Portada: Elton Ramalho
Publicado en: Marzo 2009

Han pasado muchos años desde que Koriand'r llegó al planeta Tierra, desde que hiciese nuevos amigos y se convirtiese en una titán. Después de todo lo ocurrido, de todos los cambios por los que han pasado, ¿que ha conseguido? ¿Que hará ahora con su vida?¡Damos la bienvenida a nuestro nuevo autor Roger Corbera con una historia que te sorprenderá!


Para convertirse en mejores héroes, estos adolescentes se han unido para aprender, entrenar y madurar. Son algo más que simples "ayudantes". Son la próxima generación de los mayores héroes del mundo. Son.... 
Creados por Bob Harney, George Kashdan y Bruno Premiani

Había tenido que detenerse a tomar la última cena.

Ahora, mientras corría desesperado, lo entendía con terrible claridad. Era la última vez que comería algo. Que volvería a sentir los dulces sabores de la Tierra, su mundo adoptivo. Iba a morir.

Tras tres días de huida, escondiéndose en vertederos, apeaderos de tren y áreas de servicio, viajando clandestinamente en vagones de carga y cajas de camión, había sentido su miedo cerval retroceder un ápice. Lo justo para atreverse a mirar una cafetería. A entrar y a sentarse en una mesa. A pedir algo de esos sabores que eran su cielo y su perdición.

El disparo le atravesó limpiamente el pecho sin un ruido. Cayó al suelo. Rodó sobre sí mismo y contempló aquel cielo estrellado, con constelaciones tan diferentes de la de su mundo natal. Dedicó unos últimos pensamientos a sus amigos, a su familia, a la incomparable dulzura de la Tierra, y murió.


Koriand’r abrió el álbum de fotografías en su regazo y contempló las imágenes congeladas sumida en sus pensamientos. Eran fotos de los Titanes en los primeros tiempos del grupo. ¿Quién tomaría aquella primera foto en la que salían todos? se preguntó. Robin, Kid Flash, Changeling, Raven, Wonder Girl y Cyborg. Eran muy jóvenes. Casi niños. Ahora eran todos adultos y héroes, pero seguían siendo familia.

Todos habían cambiado, pensó. Robin era ahora Nightwing, y se había apartado de ella, tal vez para siempre, pensó con una punzada en el corazón. Kid Flash había asumido el manto de su mentor y era un hombre casado. Raven había superado su lado demoníaco. Wonder Girl lo perdió todo para renacer de nuevo. Cyborg era ahora el líder, un hombre sensato que dejó atrás su angustia. ¿Y ella misma? ¿Había cambiado tanto como los demás?

- Xhal!- exclamó- Si sigo aquí recordando me volveré loca!

Abrió la ventana de su piso de la torre y salió volando por la bahía en dirección a la ciudad. New York era hermosa sin duda, y volar entre sus edificios era un placer, pero aún no era su hogar… Claro que en realidad, se dijo, su hogar verdadero eran los Titanes. En la Tierra fue siempre una forastera.

No solía estar tan pensativa, pero lo sucedido últimamente (el regreso e Donna y Raven) la habían dado en qué pensar. Se daba cuenta, por primera vez en mucho tiempo, que no estaba contenta con su vida.

De repente, un ruido de disparos llamó su atención. Unos atracadores salían de una tienda disparando sus armas hacia todos lados para dispersar su multitud mientras corrían hacia su coche. Sintió como su vivo genio se inflamaba con aquella brutalidad. Sus manos se envolvieron con su energía estelar y sus ojos destellearon de rabia mientras se lanzaba contra ellos.

El conductor apenas tuvo tiempo de saltar antes que el rayo de Starfire reventara el coche en mil pedazos. Entre el fuego y la explosión, la princesa guerrera surgió como un cometa vengativo. Los tres aturdidos maleantes apenas fueron un aperitivo para ella.

La gente como Donna Troy, criadas en una utopía, podían sorprenderse y disgustarse ante el crimen y la violencia. Pero para ella ya eran habituales antes de llegar a la Tierra. En su mundo, Tamaran, eran habituales los duelos sangrientos y las guerras entre ciudades estado, si bien eran conflictos ritualizados en los que campesinos y terceros no salían afectados. La brutalidad despreocupada de aquellos ladrones la había enfurecido, y ahora sus heridas y gemidos de dolor no le inspiraban la menor compasión.

La policía llegó en segundos y se hizo cargo. Koriand’r prestó una declaración mínima, ansiosa por irse, cuando una voz la llamó:

- ¿Señorita Starfire? – quien la llamaba era claramente un agente federal. Traje formal, gafas de sol, buenos modales y placa en mano.

- ¿Sí?

- Me llamo Hart y trabajo para el Gobierno. Me preguntaba si podía ayudarme en un asunto.

- ¿Es por ese robo?

- Oh, no. Se trata de un caso que requiere sus peculiares conocimientos.


El cadáver del reptilesco alienígena, recién sacado del río, se descomponía con gran rapidez. Pese a ello, no apestaba en absoluto, no se hinchaba, y parecía no ser del gusto de los peces, que ni siquiera lo habían tocado.

- Lo han hallado esta mañana unos basureros- explicó el agente Hart- Naturalmente no lleva identificación, y no pertenece a ninguna raza identificada por nuestros archivos, así que esperábamos que usted…

- Es un kamadan- dijo Starfire- Su raza era esclava de los thanagarianos. No se les permitía salir de aquel imperio.

- ¿Sabe si hay más en la Tierra?

- No lo sé.

- ¿Qué cree que estaba haciendo en New York?

- No lo sé. ¿Por qué me pregunta a mí? No sé casi nada de esta raza.

- Usted es una de las alienígenas más conocidas residentes en la Tierra. Nuestros forenses son inútiles con un… kamadan. Esperábamos que pudiera ayudarnos a saber que le mató.

Starfire se inclinó para ver de cerca el cadáver. Tenía un agujero limpio en el pecho.

- Es una arma okaarana.

- ¿Está segura?

- Fui esclava en su mundo diez años. Conozco sus armas a la perfección porque las he usado… y porque las he sufrido.- entrecerró los ojos al recordar la crueldad de sus carceleros.

- ¿Los okaaranos son hostiles a otras razas?

- Son esclavistas brutales, pero ha dicho “otras”…

- Ha habido otros casos de muertes de alienígenas últimamente. Dos en Los Ángeles, una en Pasadena y otra en Sacramento. – de una carpeta sacó una serie de fotos de escenas del crimen. Starfire las identificó:

La princesa alienígena fue pasando las imágenes, identificando a los muertos:

- Un khund… un anunnake… un graxionano… ¡X’hal! Son razas sin nada en común. No veo la relación. – dijo Starfire. Tal vez Nightwing hubiera sabido hallar una conexión, pensó con desaliento. Pero ella no era ninguna detective- Lo siento, no puedo ayudarle mucho.

- Bueno, ha hecho bastante. Gracias por su colaboración- el agente federal le estrechó la mano con gran formalidad.- Por lo menos ahora podremos poner algo en el informe.

Con eso se dio la vuelta para hablar con los agentes. Starfire se disponía a elevarse cuando vio a un sanitario llevarse el cuerpo del alienígena asesinado. No lo llevaba como si fuera una persona, pensó, sino el cadáver de un animal. El hombre llevaba guantes de plástico y mascarilla y arrastraba el cuerpo por el suelo. Recordó de repente como llegó a la Tierra ella, cayendo al mismo río Hudson del que salió aquel cadáver. Si hubiera muerto, ¿también la habrían arrastrado de aquella forma en una bolsa?

- ¡Oiga!- gritó al hombre- ¡Trate a los muertos con más respeto!

- Yo…

- Era un ser inteligente, no un perro!- de repente se quedó quieta- un perro… eso es. ¡Agente… Hart! Espere!

El federal sonrió para sí.

- ¿Tiene alguna idea, señorita?

- ¿Se podría saber si ha habido algún perro rabioso en la ciudad últimamente?


En una ciudad como Manhattan, en la que la gente se peleaba, se gritaba, se atropellaba y se disparaba casi continuamente, una pelea de perros no solía despertar ningún revuelo. Pero que un chihuahua rajara la garganta de un gran danés después de lamer un extraño charco verde en el suelo era lo bastante raro para que un poli de a pie hiciera un informe.

Una hora después, Starfire y el agente Hart se inclinaron ante la mancha en el pavimento.

- Así que la sangre de esos… kamadans enloquece a los mamíferos.

- Así es. En Okaara la usban para provocar un frenesí sanguinario en los guerreros destinados a morir en combate. Y también la destilaban para usar en sus orgías.

Ese comentario consiguió que Hart incluso levantara una ceja. Prefirió cambiar de tema:

- Así que le mataron aquí y luego le arrastraron hasta el río. Debieron creer que la lluvia de esta mañana borraría las huellas. Tenían mucha prisa, por que le mataron en una calle. Las manchas indican- empezó a ojear los alrededores.- que rodó más de la cuenta con el impacto. Estaba corriendo. Sabía que lo perseguían…

Starfire lo escuchaba con atención.

-… Así que tal vez tuvo tiempo de deshacerse de algo que llevara encima, como…

- ¿Esto?- metiendo una mano en una alcantarilla, Starfire sacó una libreta casi deshecha por el agua.

- ¿Vio esa libreta y aún así me ha dejado presumir?

- Quiero aprender el trabajo de detective. Mi antiguo novio sabia mucho de eso, pero nunca me enseñaba nada.

- Así que está aquí para hacer un cursillo práctico.

- Tal vez.- hojeó la libreta unos instantes.- ¡O tal vez sólo quiero vengarme un poco más de los okaarans!

Con una sonrisa salvaje, la princesa tamaraniana salió volando, dejando a su paso una estela que prendió fuego a la mancha de sangre verdosa.


Los okaarans, expertos en el arte de la guerra, habían dispuesto la defensa de su almacén en el Bronx meticulosamente: un guardia en el tejado. Una bomba trampa en la rampa de entrada. Alarmas en las ventanas. Claro que cuando la atacante es una titán capaz de volar y de destrozar el muro con un rayo de energía estelar, nada de eso sirve de mucho.

Starfire atacó con la furia de un huracán: antes incluso que se asentara el polvo de la pared reventada, estaba dentro del almacén derribando a sus aturdidos enemigos con potentes ráfagas. Incluso entre el resplandor de sus disparos, se percibía el rojo brillo de sus ojos.

- ¡Asesinos! Habéis venido a la tierra sólo para probar mi odio!

En sólo unos segundos, la mitad de los alienígenas quedó incapacitada. Finalmente, reaccionaron con disparos y gritos. Ambos fueron inútiles. Unos segundos más tardes, sólo quedaban heridos e inconscientes en el arruinado edificio.

Starfire miró a su alrededor, había vencido, pero no sentía ninguna sensación de victoria. Algo estaba… mal.

El último superviviente, apenas un muchacho escondido tras unas cajas, luchó por controlar su respiración mientras preparaba su arma con dedos temblorosos. Lentamente, se levantó de su parapeto para disparar cuando notó como un cañón se apoyaba en su nuca.

- No se si entiendes mi idioma- dijo una voz pausada-. Pero te aconsejo que no lo hagas: ya está bastante cabreada.

El chico entendió.

- ¡Agente Hart!- se sorprendió Starfire al ver al recién llegado- ¿Cómo me ha encontrado?

- La he seguido con una moto requisada. Esta es una investigación federal, Starfire, y no la traje para que lo echara todo a perder.

- ¡Estoy defendiendo a su mundo, agente!

- ¿Invasores? Fíjese bien.- se agachó para recoger un fusil del suelo- No se tanto de razas marcianas como usted, pero hasta yo distingo las armas avanzadas de los Kalashnikovs baratos.

Koriand’r miró a los caídos. Se dio cuenta con un escalofrío que no eran guerreros. Había allí algunos de los okaarans más ancianos que había visto, y otros eran casi criaturas. Todas las armas eran terrícolas, y no había ningun instrumento para comunicarse con naves espaciales.

- No estaban planeando atacar- dijo por fin.

- No. Estaban preparándose para defenderse.

- Pero, ¿de qué?

- De mí.

Una voz a sus espaldas. Se giraron con sus armas y poderes a puntos, pero una descarga los dejó inconscientes antes de un segundo.


Lo primero que vio Starfire al despertarse fueron las cadenas en sus brazos. Cadenas como las que había llevado cuando era esclava. Se había enfrentado a cadenas toda su vida. Podían ser cadenas de gris metal, podían tener forma de matrimonio forzado, podían tener forma de exilio. Nunca se rendiría a ellas.

Descargó sus energías contra ellas, pero sólo consiguió que un latigazo de dolor le cruzara la columna vertebral como si la recorriera fuego líquido. Soltó un grito.

- ¡Starfire!- el agente Hart ya no tenía un aspecto tan pulcro, con su ropa hecha harapos y la cara llena de mugre- Las cadenas deben estar diseñadas para neutralizar su poder. Cálmese.

- X’hal… duele…¿Dónde estamos?

- En una nave alienígena. En el espacio, creo.

La borrosa visión de Starfire se fue aclarando a medida que sus ojos se acostumbraban a la penumbra reinante en la sala. Parecía una bodega de carga típica. Alineados a cada lado de las paredes había lo que en principio creyó bultos, hasta que se dio cuenta que eran prisioneros tumbados e el suelo. Al parecer, apáticos y indiferentes en su desgracia.

- ¿Quiénes son?- preguntó Starfire con la boca pastosa.

- Otros alienígenas. Todo lo que dicen suena a gruñidos para mí.

Starfire se volcó en la tarea: tras horas de intentar que alguien le hablara en interlac, consiguió que uno se abriera tras darle la mayor parte de la exigua ración de papilla que les dieron para comer. Esto hizo que los demás dejaran de mirarla con recelo.

Seres de diferentes razas fueron contando sus historias: habían ido a la Tierra huyendo de persecuciones religiosas, políticas, raciales. De derrotas y fracasos de todo tipo. El planet azul les había aparecido como un refugio seguro, pues era bien sabido que sus campeones habían derrotado incluso a los mayores tiranos galácticos.

Todos habían intentado adaptarse al medio local con disfraces o simuladores de imágenes o simplemente viviendo apartados. Poco a poco, las diferentes razas fueron contactando entre sí, formando pequeñas comunidades mixtas.

- ¿Y los khunds?

- ¡Ellos no, naturalmente! Esos fascistas no se tratan con nadie, y tampoco los queremos para nada- el naldoriano escupió en el suelo en dirección al grupo de khunds, que se mantenía hoscamente aparte. Eran los que había apalizado en el almacén.

Hart les preguntó por el alienígena muerto en Manhattan.

- El pobre Sklagg. Fue el primero en darse cuenta que estaba desapareciendo gente. Siempre estaba viajando, preguntando cosas… Hablaba con todos. Comerciaba con todos. Incluso quería publicar una revista para nosotros. ¿Te lo imaginas?

Dos días más tarde, vieron por fin a uno de sus carceleros. Un alienígena humanoide que se llevó a Starfire al puente de mando.

Allí le esperaba el capitán de la nave, que no pudo reprimir una chirriante risa de triunfo al verla.

- ¡La princesa Koriandar, nada menos! Sin duda ésta ha sido una gran cacería.

- Kanjar Ro.- replicó con desprecio Starfire- Me dijeron que eras un pirata y un tiranuelo, pero no me dieron que eras una escoria esclavista.

- ¡Zorra!- el villano la abofeteó con un revés- No soy un esclavista. Soy un cazarrecompensas legal. Los huéspedes de mi bodega son todos criminales buscados en sus mundos. Dan buenas recompensas por ellos… Así que esta vez yo soy el policía, y tú la que quería robarme la recompensa.

- Sus crímenes son querer ser libres o huir de la guerra y la pobreza, por X’hal!

- Yo no hago las leyes, sólo saco el dinero que puedo de ellas…- sonrió mostrando dos hileras de dientes de tiburón. Acercó su rostro a la prisionera hasta que su nariz puntiaguda se hundió en su mejilla- Y tú estás buscada por la Ciudadela, oh sí. O tal vez te guarde para mi uso personal. Así me vengaré de los héroes de la Tierra, sí…

Starfire hundió la cabeza entre los hombros. Kanjar rió de nuevo.

- ¿Eso te gustaría? ¡Mírame cuando te hablo!

La princesa de Tamaran levantó su rostro, pero en sus ojos no había lágrimas: eran dos brillantes focos de energía cósmica.

El pirata apenas tuvo tiempo de ladear la cabeza antes que dos rayos oculares salieran disparados. Una oreja desapareció en un borrón de sangre y fuego.

- Aaargh!- Kanjar cayó al suelo. Starfire siguió disparando. Las consolas e control volaron por los aires. La tripulación gritaba y se escondía de su furia.

Tras varios segundos de caos, la majestuosa guerrera destruyó sus cadenas.

- ¿Cómo?...-gimoteó un pirata.

- Vuestros grilletes sólo absorbían la energía que canalizaba por mis manos. Pero no son el único conducto de mi poder.- sonrió. Le había costado mucho esperar a aquel momento, pero ahora el plan que ella y Hart habían maquinado tantas horas daba fruto.

Tocó un botón del ordenador de a bordo. En la bodega, los prisioneros a los que ella había liberado, parpadearon con las luces del pasillo. Los primeros pasos fuera de su cautiverio fueron tímidos, temerosos, pero con cada metro ganado les inflamaba más la furia. Pronto estaban corriendo entre gritos casi animales. Cayeron sobre los miembros de la tripulación sin que les asustaran las pocas armas que llevaran y prácticamente les despedazaron.

Con su energía ya a plena potencia, Starfire se unió a ellos liberando su propia y temible salvajismo. Pronto, todos los piratas estaban prisioneros o muertos, sin que atinaran a organizar una resistencia eficaz.

- ¡Starfire!- gritó Hart entre el escándalo de los prisioneros gritando, destruyendo, saqueando- ¿Dónde está el capitán?

- Ha escapado en la confusión. ¡X’hal! He sido descuidada.

- Bueno, después de todo lo que ha pasado, no puedo culparla por querer desahogarse un poco- se encogió de hombros- Igualmente, está fuera de mi jurisdicción.

Ambos se echaron a reír, ante la sorpresa de algunos prisioneros, que se detuvieron a mirarles.

Habían pasado juntos momentos difíciles en la bodega, encadenados, con poca agua y comida y en la oscuridad, tratando de conseguir que dos grupos rivales (los khunds y los otros exiliados) se unieran para luchar por la libertad.

- ¡Esos khunds nos traicionaran cuando puedan!

- ¡Y vosotros blandos nos queréis para pelear por vosotros!

- ¡Basta!- gritó Starfire-. No conseguimos nada así.

- Como esperas que confiemos en ellos? ¿O en ti, tamareana? Nos odian por lo que hizo nuestro imperio! Aunque nosotros seamos rechazados por él!

- Los khunds son siempre asquerosos khunds!

- Y los ilorianos como tú sólo sirven para criar hongos, no? ¿Y los psiones comen niños crudos? Olvidad el pasado! Hemos de confiar unos en otros. Y para demostrarlo, juro por X’hal que pongo mi vida en manos de todos vosotros. No me importa la raza! Juro que os daré la libertad a todos o daré la vida.

Lo dijo con tal sincera pasión que hasta los más cínicos la miraron esperanzados. Starfire continuó.

- Todos tenéis algo en común. Y no sólo son esas cadenas. Todos conocíais a Sklagg. Era amigo de todos. ¿Pues sabéis qué? Él creía que juntos podíais uniros y vencer a Kanjar.

- Ése pequeño… creía eso?- preguntó un khund.

- Así es- se apresuró a mentir Hart- Estaba tratando de localizar todos vuestros grupos para una alianza. Sabía que juntos no podrían venceros.

- Y tenía razón!- siguió Starfire- porque juntos esa nave será nuestra. Os diré lo que haremos… juntos…

Starfire rememoraba aquella escena mientras la nave pirata se acercaba a la Tierra. “Mi hogar” pensó. No era la primera vez que tenía aquel sentimiento de calidez por la brillante esfera azul, pero sí era la primera ocasión que usaba aquella palabra para referirse a ella. Había pasado allí toda su vida adulta. Luchando. Sufriendo. Amando. Aunque siempre llevaría Tamaran en su corazón, sabía también que más que nada su lejano planeta era su pasado. La Tierra, los Titanes, eran su presente y futuro.

Miró a los alienígenas que pululaban por la nave, en un sucedáneo de tripulación. Hablando con ellos había descubierto historias de su estancia en la Tierra. Algunos prácticamente desapercibos por ser de aspecto humano, tenían amigos y hasta pareja. Otros no podían ser vistos sin despertar miedo u odio. Hablaban diferentes lenguas, venían de diferentes mundos, algunos enemigos entre sí. Pero eso era el pasado también… ¿Qué eran ahora?

La nave aterrizó en un prado rodeado de focos de luz, policías y soldados. Hart dio explicaciones. Los piratas fueron puestos a buen recaudo mientras la justicia pensaba qué hacer con ellos.

Cuando Kanjar Roo entró en el furgón, uno de los policias señaló al grupo de ex esclavos.

- Ésos también, al furgón con ellos.- varios soldados se aproximaron al patético grupo. Algunos no podían andar por las heridas o el cautiverio. Todos se encogieron contra la nave.

- ¡Espere! No son criminales.- se interpuso Starfire.

- Son invasores ocultos, señora. Mis órdenes son llevármelos.

- Pero… nos han ayudado a liberarnos- intentó la titán. Los primeros refugiados empezaban a ser enmanillados. Otra vez encadenados, eran arrancados del grupo y dirigidos a los furgones. Miraron patéticamente a Starfire, algunos la llamaron en interlac mientras los policías les empujaban sin dejar de apuntarlos como si fueran animales peligrosos.- ¡Soltadles ahora mismo!

- Tengo órdenes, señora.

Por un momento, Starfire sintió el deseo de agredirle con sus rayos. Pero no cambiaría nada. Miró a Hart desesperada:

- Haz algo!

- Sólo soy un agente de paisano, Starfire- hizo un gesto de impotencia.- Y ellos está en la Tierra ilegalmente, nos guste o no.

- ¡Si ellos son ilegales, yo también!

- Usted es de un mundo con relaciones con mi gobierno. Por desgracia ellos no tienen esa ventaja.

Había una insinuación tras la mirada de Hart. Poco acostumbrada a las sutilezas políticas, a Starfire le tomó unos momentos recordar un día que Nightwing le llevó a un juzgado para declarar en un caso criminal. En una sala contigua, había descubierto un grupo de personas de raro acento haciendo un juramento de lealtad. Era la promesa, le explicó Dick, que los hacía ciudadanos americanos. Sus propios abuelos rumanos, le contó, la habían hecho en su día.

Supo lo que tenía que hacer. Cogiendo al capitán de la policía, lo zarandeó:

- ¡Esos son mis vasallos! Soltadles inmediatamente.

- ¿Cómo?

- Ya me habéis oído- lanzando al hombre al suelo, andó hacia los okaarans, a los que liberó rompiendo sus grilletes.- Son todos ciudadanos de Tamaran.

- ¡La única tamareana es usted, Starfire!

- Si me juran lealtad, se convierten en tamareanos. Y Tamaran- añadió mirando a Hart- tiene relaciones diplomáticas con mi planeta.

El oficial la miró confundido. Luego giró la cabeza hacia el sonriente Hart, esperando una respuesta a ese insólito conflicto.

- No sé usted, capitán- dijo Hart calmadamente- Pero la princesa habla muy en serio, y no creo que al Departamento de Estado le interese ahora un conflicto con una potencia alienígena… Si insiste en arrestar a esa gente, es posible que el Gobierno ofrezca su dimisión como disculpa a los tamareanos.

- Yo… yo… ¡Está bien, soltadles!

La orden fue obedecida con algunas reticencias. Pronto todos los nuevos subditos de Tamaran la rodeaban para agradecérselo entre vivas.

- No me deis las gracias, amigos. Todos os habéis ganado vuestra libertad…

- ¿qué haremos ahora?- preguntó un ser de apariencia insectoide.- Mis vecinos vieron mi disfraz cuando me atrapó Kanjar Roo, no puedo volver!

- Sí lo harás- dijo Starfire resuelta- Todos vosotros tenéis un lugar en este planeta, tanto como yo. Los tiempos en que teníais que ocultaros pasaron!

Aun pese a su carácter apasionado, Koriandar estaba sorprendida por la vehemencia que demostraba. Recordó como a su llegada a la Tierra todos la habían acogido sin problemas por resultar de aspecto humano y además atractiva. La habrían tratado igual de ser como algunos de esos infelices? Reptiliana, okaaran? Sin duda que no.

Pero aquella gente había demostrado estar tan perdida como ella en aquel entonces, perseguida y asustada, huyendo de su pasado de esclavitud y dolor tanto como de sus enemigos. Ella, se dio cuenta, tenía más en común con aquella variopinta colección de exiliados que con ninguna otra gente de la Tierra.

Starfire siguió hablando. Hablando de organizarse, de hacer ver que no eran invasores ni monstruos. Su sinceridad despertó ecos entre la multitud. Ya habían salido e una prisión terrible siguiéndola. ¿porqué no de la marginación?

Mientras sentía como la esperanza iba surgiendo a su alrededor, se dio cuenta de repente de que el agente Hart había desaparecido.


Industrias Kong, Virginia

El coche robado se encontraría mañana en un descampado. La ropa y los documentos que identificaban al agente Hart ardieron una pequeña hoguera. Como tantas identidades que usó antes, como las que usaría después. Seres efímeros que nacían para una misión y morían para la siguiente.

El hombre que había tras la fachada entró en el edificio hasta llegar a un despacho anodino, donde un hombre barrigón con aspecto de contable dejó de hojear unos papeles y le ofreció asiento.

- Tienes mal aspecto- dijo como todo saludo.

- He pasado días en una galera de esclavos.- el recién llegado se dejó caer pesadamente, mientras sacaba una cerveza de una nevera portátil.

- Ya lo hemos oído por las frecuencias militares. ¿Qué te han parecido los Titanes?

- Sólo he tratado con Starfire, claro está.- abrió la cerveza y le dio un trago largo, echando la cabeza atrás- Ardiente. Lanzada. Ferozmente ingenua, pero menos de lo que recordaba. Sigue guiándose por sus tripas, más que por su cabeza.

El hombre gordo asintió mientras se iba a buscar una bebida. Dudó entre una cerveza y un refresco light, pero finalmente se decantó por la segunda, con una mueca de pesar.

- Eso confirma nuestros informes. Supongo que no te ha reconocido.

- Me ha olvidado completamente. Al igual que los demás.- dio otro trago- A decir verdad, yo era bastante olvidable.

- Has cambiado mucho. Así pues, nadie del grupo será un obstáculo para nuestros planes.

- Sólo queda Cyborg. Y el señor Stone pronto estará hasta el cuello de problemas.

- Brindo pues, por el nuevo futuro de los Titanes.

- Por su regreso al redil.- El “agente” brindó con su cerveza. Pensó en el grupo cuando le conoció: Raven, Starfire, Robin, Kid Flash… Los que creyó sus amigos. Los que le traicionaron- Jaque mate, chicos.

Continuará...


2 comentarios :

  1. Muy buen número autoconclusivo que deja una perlita al final que hace que solo tengas ganas de leer más.
    Muy intensa la historia de Kory, y muy bueno el personajes de "Hart"

    ResponderEliminar
  2. Primer número, ya de verdad, de la etapa de Roger Corbera, aunque el hecho de que sea básicamente autoconclusivo y esté protagonizado por sólo un miembro de Los Titanes (Starfire), me hace pensar que quizá Roger aún no sabía que iba a convertirse en el autor principal de la serie cuando lo escribió (quiero decir, que quizá se trataba originalemente de un fill-in mientras Raúl Peribáñez continuaba con sus historias, cosa que después no ocurrió).

    Por lo demás, un número excelente que saca muy buen partido de una premisa realmente interesante, como es la presencia de alienígenas de diferentes mundo en la Tierra, una cuestión que no suele tratarse pero que tiene todo el sentido del mundo. Y el villano recuperado para la ocasión, pues también encaja perfectamente en la historia.

    Gran historia y una estupenda caracterización de Starfire.

    ResponderEliminar