Ciudadanos de Gotham nº 04

Título: Abierto hasta el amanecer
Autor: Israel Huertas
Portada: Israel Huertas
Publicado en: Agosto 2009

Luke quiere romper su ciclo esta noche. Ocurra lo que ocurra, espero que, al menos, un aparte de su vida prevalezca de algún modo.
Cuando la cae la noche comienza la pesadilla. Los monstruos campan por sus calles y es entonces que sólo el murciélago puede protegerlos. Pero aún con todo se muestran valientes ante lo que muchos otros huirían. Ellos son Ciudadanos de Gotham.

A las siete de la tarde en Gotham, la polución y oscuridad propias de las calles de esta siniestra ciudad ya casi han ocultado el sol. Las gentes de bien de los barrios pobres ya corre a ocultarse tras los muros de sus hogares, rezando de nuevo porque sean suficiente durante otra larga noche. Los niños ya han abandonado los parques, excepto aquellos que han tenido que crecer demasiado rápido y ya rondan los negocios turbios que, tan a mano, tienen.
Luke Fern fue uno de estos niños. Nació en esta ciudad y el ritmo le marcó desde pequeño. Por supuesto, que el negocio familiar fuera la extorsión de comerciantes para las principales familias mafiosas de la ciudad ayudó a que, ya desde el principio, estuviera condenado.
Nunca fue muy listo, pero era grande y sabía pelear, así que era el que se manchaba las manos para amenazar por una paga o para condenar si esta no llegaba.
Luke quiere romper su ciclo esta noche. Acaba de dejar a la única mujer a la que ha amado en un autobús rumbo a Metrópolis.
Ella está embarazada.
Ocurra lo que ocurra esta noche, Luke Fern espera que esa parte de su vida, al menos, prevalezca de algún modo.

Los billares del viejo Morty llevan abiertos en los muelles de Gotham desde hace casi tanto como la ciudad tiene nombre, y siempre con el mismo horario nocturno. El viejo Morty, por supuesto, ya no vive. El negocio lo lleva ahora su tataranieto Neddie, que conserva los atributos naturales correspondientes a cada varón de su familia desde generaciones: es grande, gordo, con una papada gelatinosa y unas patillas pelirrojas que es lo único que queda ya de su melena.
Neddie es un buen hombre en un mal sitio, pero hasta ahora ha conseguido que los negocios turbios de la mayoría de sus clientes se queden en la puerta, aunque para su esposa e hijos eso siempre será demasiado cerca.
Esta noche no se respetará esa línea.
Poco después de las once, un gigantón rubio de mentón prominente y espalda ancha como un armario, entra por la puerta con cierto sigilo. Primero observa la clientela: apenas una docena de bribones a los que sólo conoce de borracheras. No aparentan peligro. Al menos no el que él espera.
Despacio, se acerca a la barra y se sienta en un taburete, de espaldas a las dos mesas de billar que consecutivas, cubren el hueco desde la barra hasta el ventanal al lado de la puerta. Vuelve a mirar a la concurrencia y luego, agacha la cabeza hasta apoyarla en la barra.
- Ey, Luke, pareces cansado, tronco - dice Neddie, acercándose hacia él con un puro en la mano -. ¿Te pongo un café o algo?
Luke Fern levanta la cabeza. Sus ojos están enrojecidos, como si no hubiera dormido en una semana. No ocultan tampoco la muesca del miedo en ellos.
- Cerveza, Neddie - dice por fin -. Una cerveza de las grandes.
- ¡Marchando! - exclama Neddie, poniendo en sus labios el raído puro -. No te esperaba esta noche. Creía que los jueves salías con tu hermano y tu primo.
- Bueno, no te preocupes demasiado - dice Luke, con amargura -. No creo que tarden en pasarse por aquí.
Neddie pone la espumosa jarra de cerveza frente a Luke, que la coge y apura un largo trago antes de volver a dejarla sobre la mesa. Luego, incapaz de contener un asomo de llanto, se tapa la cara con ambas manos.
Neddie apoya su gorda mano derecha en uno de los brazos de Luke y se dispone a preguntar cuando, de pronto, la puerta del bar se abre con gran estruendo. Los dos miran hacia allá, Luke casi saltando sobre la silla y echando mano a su costado izquierdo.
Un borracho enfundado en ropas bien raídas entra dando trompicones. Lleva un abrigo de pana que debía haber sido marrón en algún momento, y un jersey de lana gris que era nuevo al principio de los 30. Su barba, enredada y mojada por alguna mezcla de alcoholes, se desparrama sobre su fofo pecho, acomodado en una oronda barriga. Los pantalones apenas sí pueden recibir ese nombre, de tan rotos como los lleva.
- Sholo quieruo shentarme un ruatito, sheñoresh - dice el mendigo. Luego, hipa una vez y se desploma en la esquina detrás de las mesas de billar.
Neddie menea la cabeza y vuelve su atención a Luke.
- Creía que estaba claro que las pipas no entran en mi casa - dice mientras aprieta el brazo del otro -. Aquí no quiero problemas, chico. Te conozco desde crío pero te partiré la boca de todas formas si me obligas.
- Yo tampoco quiero problemas. No voy a quedarme mucho pero necesitaba sentarme un rato. Te prometo que trataré de dejarte al margen. Yo sólo . . . necesitaba alguien con quién hablar.
Neddie se relaja un poco. Es cierto que conoce al pequeño de los Fern desde que era un niño y, siempre, sintió predilección por él. Le entristeció que acabara metido en los líos de su familia, pero con él siempre fue correcto y agradable y pensó que era suficiente. Verle así, tan acabado, cuando es tan joven y vigoroso, le llena el pecho de lástima amarga.
Así que Neddie se sienta en un taburete tras la barra y le presta atención al muchacho. El agradecimiento que ve en él, basta para que empiece a hablarle con inusitada ternura en él:
- ¿Qué es, chico?
Luke saca un arrugado paquete de cigarrillos de su abrigo, coge uno y lo enciende con una cerilla. Tras dar una larga calada, empieza a hablar:
- Estoy casado, ¿sabes?
- ¿Cómo? - interviene Neddie, incrédulo.
- Así es - prosigue Luke, con la única expresión cercana a una sonrisa que es capaz de esbozar -. Me casé hace un año con una mujer estupenda. Nunca se lo dije a nadie, ni siquiera a mi familia, porque no quería que se mezclara con . . . bueno, ya sabes - otra calada -. Es profesora en un instituto de los malos. Ya sabes, como al que nunca íbamos mi hermano y yo salvo para colocarle algo a los pardillos. Conseguirla me hizo ver tan claro el pozo de mierda en el que estaba, que empecé a ver las cosas como si me hubieran cambiado los ojos.
El mendigo suelta un sonoro erupto y empieza a roncar, interrumpiendo a Luke.
- ¿Y ella sabe a qué te dedicas?- pregunta Neddie.
- ¡No, qué va! La dije que trabajo descargando en el puerto, así no se extraña de que trabaje por las noches. Siempre me anda diciendo que le presente a mi familia, que deberían haber venido a la boda y esas cosas, pero hasta ahora me he conseguido librar - Luke hace una pausa y da otro trago a su cerveza -. Hace tres meses se quedó embarazada. Cuando me lo dijo, sentí que nacía de nuevo. Y sentí otra cosa: vergüenza. ¿Cómo podía tener una familia siendo lo que soy? No puedo hacerle a mi hijo lo mismo que me hicieron a mí. No puedo criarlo en esta mierda de sitio ni rodearlo con mi familia. No es justo y no se lo merecen ninguno de los dos.
- ¿Y por qué no os vais los dos? Empieza de cero en otro sitio.
- Eso pensaba. Pero, entonces, hace una semana, mi hermano se enteró de todo. No sé como ni cuando, pero me lo soltó en la cara mientras tomábamos unas cervezas. Dijo que se lo diría a nuestro padre y que había roto el círculo de la familia. Qué ya no podrían fiarse de mí. Yo le dije que me avergonzaba de todo: la familia, el negocio, . . . todo. Él se marchó muy cabreado y no lo he vuelto a ver. Sabía que volvería y que me castigarían por ello, así que empecé a planear nuestra fuga. Pero mi hermano hizo que dos de sus chicos empezaran a seguirme. Han hecho correr el rumor de que no soy de fiar. Incluso escuché a un par de tipos en el mercado decir que estaba haciendo chanchullos con la policía.
- ¡Joder, Luke, eso es cubrirse de mierda! - interrumpe Neddie, consternado hasta que el rostro se le enrojece.
- ¡No es verdad! - exclama Luke -. ¡Jamás iría a la poli! Mi vergüenza cae sobre mí, sobre lo que yo he hecho de mí mismo, no sobre mi familia. Yo podría haber salido si . . . si fuera más fuerte.
- Entonces lárgate, Luke. ¡Que se jodan!
- No puedo. No así. Tengo que aclarar las cosas pero no quería que Anna estuviera aquí si las cosas se ponen . . .si todo se tuerce. Esta tarde la he mandado a Metrópolis. Allí tiene una prima que podía acogerla. ¡Neddie, la prometí que se lo aclararía todo en cuanto me reuniese con ella, pero no es verdad! ¡He roto la confianza de mi padre y mi hermano no me dejará irme sin castigo!
Luke apura su cerveza y mira como el cigarrillo acaba de consumirse él sólo en el cenicero, como si fuera su propia vida la que, como el humo, fuera a acabarse en unos segundos.
- Al menos así - prosigue -, ella tendrá una oportunidad y mi hijo vivirá sin el lastre de su padre.
- Eso es muy duro, Luke. Puedes ser un buen padre pero has de estar vivo para ello. No deberías haberte quedado. No importa lo que crea tu padre, tu . . .
- ¡Sí que importa, Neddie! ¡Importa si una mañana de mi nueva vida mi hermano me agarra cuando vaya a trabajar! ¡O se presenta en mi casa y le hace algo a mi esposa! - Luke rompe a llorar de nuevo pero, haciendo acopio de fuerzas, se frota los ojos con las palmas de las manos y mira hacia el techo intentando que se vayan las lágrimas -. No, amigo, me temo que lo único que podía hacer era quedarme e intentar arreglarlo aunque . . . aunque me cueste lo único bueno que he tenido nunca.
El mendigo vuelve a dar un respingo y se levanta de golpe. Empieza a hacer muecas como si fuera a vomitar y Neddie sale de la barra para llevárselo fuera.
- ¡Vale, amigo, ya te has echado un sueño en mi suelo! - dice Neddie mientras le empuja hacia la puerta y la abre -. ¡Ahora date un paseo para que se te asiente el estómago!
Cierra la puerta después de arrojar al mendigo por ella. Luego, se sacude las manos y vuelve a la barra. Llena dos vasos de chupito con el contenido de una botella de whiskey que tenía escondida tras las demás y le ofrece una a Luke.
- Dale, chico - dice -. ¡Que al menos el Diablo no te encuentre sobrio!

Media hora más tarde, un coche para cerca de la entrada del bar, con las luces apagadas. Del interior, salen tres tipos con cara de malas pulgas. Todos llevan una automática en la mano. Otro coche se acerca en la lejanía y los tres se paran a pocos metros de la puerta a esperarle.
Julius Fern sale del coche en compañía de su hijo mayor, Marc.
- ¿Estás seguro de que está aquí? - pregunta Julius.
- Sí, padre - contesta Marc -. Frankie y Leo le han seguido toda la tarde.
Julius suspira ahogadamente y se acomoda el caro abrigo que lleva sobre los hombros.
- Muy bien, Marc. Yo entraré primero. En cinco minutos saca la carga del coche y entra también.
Y entra en el bar.
Dentro, Luke se gira hacia la puerta en cuanto esta suena. Neddie mira fijamente al hombre que entra por ella y desliza un brazo bajo la barra, asiendo una recortada que guarda ahí para las emergencias.
- Relájate, Neddie - dice Julius, con voz tranquila -. Pase lo que pase, no será en tu local. ¿No es así, hijo?
Luke se baja del taburete y se pone lo más derecho que puede, pese al miedo.
- Así es, padre.
- Ven, Luke - dice Julius-, sentémonos en esta mesa. Tenemos de qué hablar y es mejor que estemos cómodos. Neddie, trae una botella de whiskey . . . de ese que escondes para los amigos.
Padre e hijo se sientan uno frente a otro. Neddie pone dos vasos enfrentados y sirve el licor.
- Deja la botella, por favor - dice Julius. Su mirada le indica a Neddie que sus servicios no van a ser requeridos -. Bueno, Luke, parece que has estado siendo . . . digamos que un poco malo estas últimas semanas.
- ¡No he hablado con la policía, padre! - exclama Luke, sus hombros lo más agachados que su envergadura le permite -. ¡Jamás lo haría!
- Ah, pero casarte a espaldas de la familia y engañarnos durante todo un año . . . eso sí lo harías, ¿no, hijo?
Luke agacha la cabeza. Cuando la levanta de nuevo, sus ojos son una súplica sincera hacia alguien a quién cree completamente desalmado:
- Padre, te juro que no tenía intención de traicionarte. Yo sólo . . . no quería mancharla a ella. Si la conocieras . . . no es como nosotros y no quiero que tenga que ver lo que somos a cada momento.
- Somos trabajadores, hijo. Puedo que no seamos respetables para el turismo de esta puta ciudad, pero progresamos y vivimos según las reglas que nos imponen. Yo no hice esta ciudad, pero no pienso dejarme comer y cagar por ella. Tenía fe en tí, Luke. Siempre he trabajado con la familia porque es para siempre. Si no confías en ella, no tienes nada. Y tú has manchado mi familia.

Fuera, el mendigo se acerca, tambaleándose, al coche de Julius Fern. Se baja la cremallera del pantalón y se dispone a mear en una de las ruedas traseras.
Marc Fern sale del coche como una exhalación y apunta al viejo con su pistola.
- Si mojas esa rueda lo más mínimo, escoria, te desparramo los sesos contra esa pared.
- Vuaya, sheñor, esh que hay nuecesidá, ¿shabe ushté?
- ¡Frankie! ¡Leo! ¡Coged a este capullo y llevadle a mear sangre al callejón!
Los dos matones cogen al viejo por ambos brazos.
Entonces, se oye un crujido y Marc Fern descarga su arma.

Dentro, Julius y Luke se levantan rápidamente al escuchar los disparos. El resto de los clientes de Neddie, y él mismo, se tensan al mismo tiempo. Neddie agarra su escopeta y apunta hacia la puerta.
Entonces, todo es silencio. Un silencio tenso y masticable que inunda el bar como un estruendo.
La puerta se abre y Marc Fern la cruza de bruces contra el suelo. Frankie y Leo le acompañan en su inconsciencia.
Julius Fern saca su pistola y apunta también a la puerta.
Entonces, como una aparición, Batman entra en el bar.
- Bajad las armas ahora - dice en un tono que hace que a todos los presentes les bailen las piernas.
Las armas son guardadas en silencio y Batman da unos pasos más dentro del local.
-Luke Fern - dice -, tu esposa te espera en el coche de la entrada. Tu hermano interceptó el autobús antes de que saliera de la ciudad. Llévatela a Metrópolis y empieza tu vida.
Luke mira a su padre y los cuerpos inconscientes de su hermano y amigos de infancia. Luego se gira hacia Neddie, que le sonríe.
- ¡Ahí tienes tu segunda oportunidad, chico! - le dice-. ¡Ve a por ella y demuestra que te la mereces!
Luke asiente agradecido y va hacia la puerta. Al llegar a la altura de Batman, dice:
- Gracias, de veras. Pero, ¿no nos . . . ?
- No - dice Batman secamente -. Nadie os va a seguir. Vete.
- Espero que ella me acepte ahora. Espero . . .
Batman se gira y le coge de un hombro. Luego, con un tono menos seco, dice:
- Si te quiere de veras, te perdonará. Ahora, vete.
Cuando Luke ha salido, Batman comienza a salir también pero, antes de desaparecer en la noche, dedica una siniestra sonrisa a Julius y dice:
- Tengo un amigo en Metrópolis que siempre tendrá un oído puesto en Luke.
Y se va.
Neddie desalojará el bar en un tiempo record y se marchará a casa más pronto de lo habitual.
Se acostará en su cama y abrazará a su mujer. Cuando esta le pregunte por qué, sonreirá como un bobo y la dirá que la quiere.
Julius Fern jamás volverá a molestar a su hijo.

FIN

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