Superwoman nº 13

Título: Presa
Autor: Raul Peribañez
Portada: Julio Nieto
Publicado en: Febrero 2009

¡Crossover con Imperio! Después de que Lex Luthor haya dictaminado que los superhéroes están fuera de la ley, los supervillanos toman las riendas y se lanzan a la caza de sus enemigos. Superwoman es ahora una proscrita y es encarcelada en la Losa. ¿Es este el final de Linda Danvers?

Su nombre es Linda Danvers y a pesar de no tener lazos de sangre con el hombre de acero, se ha ganado el derecho de llamarse ...

Parte I

¿Que cuando comenzó aquello? Supongo que aquella mañana, cuando escuché el grito de mi madre. Era el principio del fin.
- Dios mío…
Sylvia Danvers no podía dar crédito a lo que veía en televisión.
- ¡Linda! ¡Ven!
- ¿Qué pasa, mamá? –dijo aquella al entrar en el salón- Estaba…
- Mira –señaló a la pantalla-… Es la Estatua de la Libertad… La han destruido.
- No puede ser. Tiene que ser una broma.

- ¿Quién ha podido hacer esto, Linda, quién?
- No lo sé, mamá. No lo sé.

¿Qué podía contestarle? La gente tiende a pensar que los superhéroes somos perfectos, que siempre tenemos una respuesta a todas las preguntas. Pero aún con el nombre que uso, Superwoman no es perfecta. El principio del fin, sí.


En los días siguientes las declaraciones del Presidente Lex Luthor sonaban en todos los medios de comunicación. Decía “El atentado acaba de ser reivindicado desde internet por un grupo terrorista de superhumanos. Al parecer sus tres miembros proceden de tres naciones diferentes: Irak, Qurac y Bialya”.

Miserable.

El aparente ataque terrorista era el tema de conversación en todo el mundo, incluida la pequeña localidad de Leesburg, mi hogar. En una cafetería hablé del tema con mi buen amigo Cutter Sharp.
- Se veía venir que pasaría esto.
- ¿A qué te refieres, Cutter?
- Esos países. No las tienen juradas desde hace tiempo. Tarde o temprano tenía que pasar.
- ¿Entonces… realmente crees que han sido esos tipos?
- Vamos, Linda, ya has oído a Luthor. Fueron esos terroristas de Contramérica. No me dirás que piensas que hay algo que nos ocultan…
- Cutter, tú eres el periodista. Pensaba que sabrías diferenciar mejor la verdad de las mentiras. Mira, tenemos por Presidente a un lunático que hasta hace unos pocos años manipulaba a su antojo Metrópolis… Sinceramente, no creo en nada que me diga ese hombre.
- A veces olvido que no sólo eres Linda Danvers, también…
- No lo digas. No en público.
- Te juntas demasiado con todos esos trajeados. Sólo dime una cosa: si realmente Luthor es todo lo que me dices… ¿por qué en todo este tiempo Superman no ha acabado con él?

Esta vez sí tenía qué responderle, pero… Volví a quedarme en silencio. Superman no era sólo otro tipo con mallas. Era nuestra inspiración. Sin él, sin su sentido del honor y de la responsabilidad, quien sabe en qué habríamos terminado convirtiéndonos el resto. Para bien o para mal eso también incluye respetar las decisiones del pueblo… hasta la de tener a Luthor en la Casa Blanca.
- Ja, lo sabía. No sabes qué decir. En los momentos difíciles hay que estar juntos. Luthor nos sacará de esta. Estoy convencido. Esos tipos pagarán por lo que nos han hecho.

Ojalá hubiese tenido razón.

Durante esos tumultuosos días la vida en Leesburg se enrareció un poco. La gente parecía casi deprimida, esperando con ansia alguna noticia que volviese a animarles. Como Superman para mí, la Estatua de la Libertad era la inspiración de muchos. Probablemente muchos de mis vecinos no la habían visto más que en películas y reportajes, pero para todos significaba mucho.

La Liga de la Justicia me pidió que les echase una mano en Liberty Island. Aquello estaba hecho un desastre. Fue terrible verlo en vivo. Recuerdo a Green Arrow especialmente afectado. (2)

Por mi parte todo siguió sin problemas. Salvar algún gatito, detener algún infractor de las normas de circulación, vencer algún demonio interdimensional… Todas esas cosas.
Iba por la calle mayor de Leesburg cuando me enteré de lo peor: El viejo Dan discutía con otro anciano sobre las nuevas declaraciones de Luthor. “Los tiempos en los que los vigilantes al margen de la ley tomaban la justicia por su mano han terminado. Desde ahora se prohíben las actividades superheroicas sin permiso presidencial.”

En ese momento me di cuenta de que realmente las cosas estaban cambiando. Ya no sólo era mi país o el mundo en general. Era toda mi vida. De repente, Superwoman era una fuera de la ley.

Parte II

- ¿Y qué pasó después?

En zona exterior de New York se encuentra la Losa, una de las instalaciones gubernamental para la investigación y confinamiento de metahumanos. Para muchos, uno de los lugares más seguros del planeta. Era allí donde estaba Superwoman, encarcelada.

- Enviaron a Metralla a por mí.
- ¿Metralla? No me suena.

Con quien hablaba era Cometa, amigo suyo y uno de los seres más particulares del mundo. Su aspecto era una mezcla entre un hombre y un caballo. Tiempo atrás Linda sintió algo por él, pero cualquier posibilidad de una relación seria se truncó por la homosexualidad de aquel. Ahora simplemente eran amigos.

- No importa. Hubo un incendio y acudí a echar una mano. Metralla me estaba esperando.

La Losa tenía gran capacidad, pero en los últimos días el número de presos había aumentado vertiginosamente y la gran mayoría tenían que compartir celda. El destino había querido que Superwoman y Cometa acabasen juntos.

- Metralla es un agente gubernamental. Tiene permiso para ir contra cualquiera que se salte las normas. Tengo la impresión de que fue él mismo quien le prendió fuego a aquel edificio. Sólo para hacerme salir.
- Es la historia de siempre. Nos van cazando a todos, incluso a los que prácticamente somos unos desconocidos.
- No, Cometa, en este mundo ya nadie es un desconocido. Todos esos ataques terroristas, la prohibición superheroica… Lo tenían todo bien planeado. Estoy segura.
- ¡Ey, callad! –exclamó uno de los guardas de seguridad al pasar por delante de la celda.

La conversación siguió, pero en voz baja, casi susurrando.

- Saldremos de esta, Supergirl. Te lo prometo. Sea como sea.

Había algo en sus palabras que me hacía pensar que realmente lo creía.
- No… Ahora es Superwoman. Ya sabes, “la niña se ha convertido en mujer”. Mi experiencia me dice que será difícil, pero… No nos queda más remedio que intentarlo. Es morir o morir.
La pareja se abrazó con fuerza. Él le dio un beso en la frente y se retiró a dormir. Ella no podía parar de pensar.

Parte III

Una piensa en la cárcel y se imagina la celda con los barrotes, pero cuando se habla de la Losa es todo muy distinto. Aquí no hay ladrillos en las paredes o pistolas corrientes en manos de los guardas. La tecnología punta está por todas partes. Remedios especiales para presos especiales.

Aquel lugar se habría comido mi alma de no ser por Cometa. Reencontrarme con él me ayudó a superar la situación. Era mi ancla… hasta aquel día.
- Preso nº 63849, salga de su celda.
- ¿Yo?

Cometa se hizo el sorprendido, casi queriéndose mofarse de los soldados, pero sabía perfectamente que se referían a él. Era el número que habían marcado en su brazo cuando lo arrestaron.

- ¿Adónde se lo llevan? –preguntó Superwoman.
- Eso no es de su incumbencia, preso.
- No te preocupes, Superwoman, volveré en unos cuantos minutos, tú…
- Cometa –la joven comenzó a llorar-…


Parte IV

Generalmente los guardas de la Losa no acostumbraban a relacionarse con nosotros. Eran las normas de la casa. Pocas veces escuché un “hola” que no viniera de otro presidiario. Sin Cometa, tuve que abrirme a conocer nuevas personas. Paradójicamente encontré apoyo en quienes menos lo hubiese esperarlo. Pero claro, que seas un reconocido criminal no supone que tengas que estar loco de atar. El Bromista, por ejemplo, tenía la suficiente cordura como para poder dialogar tranquilamente con él e incluso hacerme reír. En cierto modo creo que el viejo Oswald se alegró de conocerme. Se llamaba el Bromista; para él provocar una carcajada era un objetivo en la vida. Y yo, la verdad, necesitaba reírme.

Generalmente los guardas de la Losa no acostumbraban a relacionarse con nosotros. Eran las normas de la casa. Pocas veces escuché un “hola” que no viniera de otro presidiario. Sin Cometa, tuve que abrirme a conocer nuevas personas. Paradójicamente encontré apoyo en quienes menos lo hubiese esperarlo, porque claro, que uno sea un reconocido criminal no supone que tenga que estar loco de atar. El Bromista, por ejemplo, tenía la suficiente cordura como para poder dialogar tranquilamente con él e incluso hacerme reír. En cierto modo creo que Oswald se alegró de conocerme. Al fin y al cabo se llamaba el Bromista; para él provocar una carcajada era un objetivo en la vida. Y yo, la verdad, necesitaba reírme.

Parte V

Como todas las mañanas, sonó la alarma en La Losa para avisar a los reclusos de que debían dirigirse hacia el patio. Era una zona abierta donde los presos podían estirar las piernas, comenzar alguna pelea o provocar que los guardias dispararan a matar. Pero a diferencia de otras prisiones, en La Losa incluso el patio estaba cubierto por una gigantesca pantalla de polímero que evitaba que alguno pudiese salir volando. Para más seguridad, además, todos los reclusos llevaban un collarín que les privaba de sus poderes. En el caso de Superwoman, y dado que sus poderes eran de origen místico, el collarín no podía hacer más que soltar una descarga eléctrica.

- Buenos días, Oswald –dijo al ver acercarse al Bromista.
- Cariño, toma esto. Es una margarita. Sabes lo que se hace con las margaritas, ¿verdad?
- Euh…

Para sorpresa de Superwoman, el Bromista se alejó, como si no quisiese estar con ella. Era extraño. Al principio se sintió un tanto ofendida, pero después comprendió que detrás de aquel regalo había algo más.

Ya en el patio, Superwoman desojó la margarita.
“Me quiere, no me quiere” se decía a sí misma. Cuando quitó el último pétalo se puso en marcha un pequeño dispositivo y comenzó a sonar un mensaje del Bromista. Sonaba muy bajito, pero lo suficiente como para que Superwoman supiese qué hacer… o mejor dicho, qué iba a pasar.
El Bromista había pasado su estancia en La Losa acumulando todo tipo de elementos robóticos. Hasta en La Losa había un red de tráfico, pero al viejo Oswald no le interesaban las drogas o el alcohol, sólo pequeñas piezas mecánicas. El Bromista era un experto en robótica, y con esas piezas aparentemente inofensivas podía hacer una peligrosa arma con la que escapar de la prisión. Y eso era precisamente lo que había hecho.
De repente, se produjeron varias explosiones en la parte oeste de La Losa, sonó la alarma y multitud de guardias de seguridad fueron enviados a aquella zona. Superwoman sabía lo que estaba pasando, que este movimiento tenía la finalidad de desviar la atención de los guardias y así dejar el camino libre a su huída. Y es que en cuestión de minutos hubo una nueva explosión, ésta más potente, que provocó una pequeña fisura en la pantalla que cubría el patio. “Suficiente para mí” pensó Superwoman, que salió volando, dispuesta a escapar de aquel lugar. Podía sentir las potentes descargas eléctricas que el collarín emitía para obligarla a detenerse, pero pese al dolor no iba a hacerlo.

En la lejanía, el Bromista aprovechó la incertidumbre para sacar del bolsillo un extraño aparato. – Lo has hecho bien, chica. Vuela bien lejos y distrae la atención de esos tipos. Dame el tiempo suficiente como para anular las emisiones que impiden que mi creación… –Oswald pulsó un botón y se tele portó fuera de La Losa-... me saque de aquí. - El villano comenzó a reír a carcajadas y se marchó, yendo como uno más entre los cientos de ciudadanos que caminaban por las calles de New York.

Mientras, la huída de Superwoman se detuvo cuando se encontró con que cerca del agujero de la pantalla estaba...

- ¿Cometa?


“Hay… algo extraño en él”
pensó la joven. “Sus ojos, esos cables que salen de su cabeza…”- ¿Qué te han hecho, Cometa? ¿Qué te han hecho esos monstruos? –dijo sin obtener respuesta.
- ¡No te muevas! –exclamaron desde tierra los guardias- ¡Intenta algo y lanzaremos a Cometa a por ti!
- Malditos… ¡Malditos seáis!

Superwoman, aturdida por reencontrarse con Cometa, se había detenido, y por cada segundo que pasaba llegaban más soldados, siempre apuntando sus armas contra ella, preparados para disparar a matar.

Superwoman sabía que tenía que reaccionar si quería salir de La Losa. Cometa era lo único que se interponía entre ella y la salida. Cada vez había más soldados y las descargas eléctricas comenzaban a hacer mella. Cometa la agarró por la pierna y la lanzó contra tierra. Seguidamente, arremetió contra ella con decenas de puñetazos.

- No vas a escapar –dijo uno de los soldados-. Tu amigo está ahora a nuestras órdenes y hará todo lo que le digamos... incluso matarte si es necesario.

El rostro de Superwoman estaba inflado y ensangrentado por los golpes recibidos, pero lo que realmente le dolía no eran los puñetazos, sino el hecho de que fuera Cometa quien le había golpeado. Entre lágrimas, la joven se levantó y se enzarzó en un nuevo round con él. La batalla era tan salvaje que los soldados tuvieron que apartarse por temor a salir heridos en el rifirrafe.

Superwoman consiguió llegar a la fisura que había en la pantalla. Golpeó con todas sus fuerzas hasta aumentar el tamaño del agujero, lo suficiente como para poder salir. “Soy libre, soy…” pensó, pero aunque esto era cierto, en cuestión de segundos volvió a tener detrás suyo a Cometa.

La pelea siguió en las alturas, desplazándose en largos kilómetros mientras se aporreaban. Se movían a tal velocidad que, en cuestión de segundos, habían abandonado la ciudad de New York. Podía escucharse una voz a través de un dispositivo que Cometa llevaba en el oído: “Sujeto 63849, estás fuera de tu campo de maniobra. ¿A qué se debe? ¿La has capturado?”. Cometa respondió cogiendo dicho dispositivo y rompiéndolo.

- ¿Pero qué…?
- Lamento haberte hecho daño, Linda –dijo Cometa claramente afligido-. Tenía que ayudarte a salir de aquí.
- ¿De qué estás hablando? ¿Estabas actuando?
- Sí y no –Cometa rompió con sus manos el collarín de su amiga-. El Bromista estaba al tanto de lo que iban a hacer conmigo y me proporcionó un chip que anulaba parcialmente las órdenes de esos tipos. Las explosiones, mi participación… todo fue idea suya.
- ¿Él… él sabía que te iba a hacer…? Maldito Oswald, maldito… Pero… somos libres. Cometa, vayámonos bien lejos, encontraremos ayuda y…
- No, no lo entiendes. El Bromista activó el chip en el momento en que debía enfrentarme a ti para causar un poco de revuelo, pero no sé cuánto tiempo pasará hasta que vuelva a perder el control. Soy un peligro para ti, Linda, así que tienes marcharte bien lejos antes de que... Sólo hazlo. Márchate.
- ¡No, no! ¡No voy a dejarte!
- Maldición, hazlo –la expresión de Cometa se volvía cada vez más agresiva-, ¡tienes que marcharte!

Tras varios segundos en silencio, Superwoman dijo: - Volveré a por ti-. Tras esto, la joven se marchó volando.

Cometa se quedó a solas, esperando a que su amiga se hubiese marchado bien lejos. Fue entonces que, sin dudarlo, Cometa atravesó su pecho con su propia mano, dándose a sí mismo la muerte. “Eres un auténtico bromista, Oswald. Me convenciste para hacer esto, y aunque sigo convencido de que es lo mejor, su libertad conlleva mi muerte... porque me niego a ser una máquina de matar. Supongo… que ese era el chiste, ¿verdad?” pensó en sus últimos instantes de vida.

Mientras, lejos de allí, entre lágrimas Superwoman volaba sin rumbo alguno.

La visión de la libertad destruida, los comentarios de Cutter, la muerte de Cometa, el engaño de Oswald… ¿Que cuando comenzó aquello? Supongo que aquella mañana, cuando escuché el grito de mi madre. Fue el principio del fin… de mi mundo.

FIN


Referencias:
(1): La Estatua de la Libertad fue destruida en Superman nº 17.
(2): La actuación de Superwoman y otros superhéroes en Liberty Island se relata en Green Arrow nº 14

 

Nota del autor: Superwoman es una serie creada por Imanol Amado, quien se había ocupado de escribirla hasta ahora. De hecho, la idea original para este episodio fue cosa suya, pero por cuestiones personales decidió dejar la serie, y puesto que la (genial) portada de Julio Nieto ya estaba dibujada, había que seguir adelante con la intención de Amado, o sea, encarcelar a Superwoman durante Imperio. En ausencia de Imanol he sido yo quien se ha ocupado de este capítulo y dado que no prevemos su vuelta a corto plazo, seguiré contando próximamente las aventuras de Linda Danvers.

Raúl G. Peribáñez
Febrero de 2009

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