Batman nº 11

Título: Mysto, el mago detective
Autor: Igor Rodtem
Portada: Igor Rodtem
Publicado en: Marzo 2006

El pasado puede envolver con su magia nuestro presente en los momentos menos insospechados, no importa lo dolorosos que sean los recuerdos que evoca.
Hice una promesa ante la tumba de mis padres: librar a esta ciudad de la maldad que les quitó la vida. Soy Bruce Wayne, filántropo multimillonario. De noche, los criminales, esos cobardes y supersticiosos, me llaman...
Batman creado por Bob Kane

Es una noche fría en Gotham City. Buena parte de la ciudad parece querer estar iluminada con la luz blanca y eléctrica de las farolas y los coloristas anuncios de neón, pero la oscuridad es algo fuertemente arraigado a esta ciudad, donde campa a sus anchas, creando un peligroso juego de sombras y penumbras. Entre ellas, una figura se mueve, apenas perceptible, haciendo caso omiso al viento que comienza a soplar con energía, anunciando un más que posible regreso de la lluvia, e invitando a no salir del hogar. Dicha sombra se oculta entre los recovecos de la ciudad, buscando su objetivo, desplazándose por las calles de Gotham sigilosamente y en casi absoluto silencio.

De forma furtiva, se introduce en la Galería Reed, en cuyo interior duerme gran cantidad de obras de arte. A pesar de su sofisticado sistema de alarmas, y de su algo menos eficiente servicio de vigilancia, sea quien sea esa sombra, ha conseguido colarse en el interior de la galería sin ser descubierta. Ya en el interior, la sombra avanza discretamente, sin abandonar su secretismo, protegiéndose en las zonas menos iluminadas, cosa no muy difícil, pues el interior del local tiene las luces apagadas, salvo los indicadores de emergencia, y apenas entra una leve iluminación por las ventanas. Deja el amplio hall de la galería y se interna por uno de los múltiples pasillos que llevan a diferentes estancias, hasta que un leve ruido inesperado le hace detenerse. Observa cuidadosamente a su alrededor, pero sólo puede ver los cuadros expuestos en la sala que tiene delante, y negrura en el pasillo de atrás, por lo que continúa su camino, entrando de lleno en la estancia. Unos metros por delante, perfectamente oculto y escondido, Batman vigila a la sigilosa sombra que, sin saberlo, se dirige hacia donde el Murciélago espera. Ahora, Batman puede observar mejor la figura de quien se le acerca: se trata, definitivamente, de una mujer, de torneadas curvas, y experta como nadie en el arte del sigilo."Catwoman" susurra Batman. Y la figura se detiene, sobresaltada.

—Veo que te has adelantado –exclama Catwoman, acercándose lentamente hacia Batman, que permanece inmóvil, medio oculto entre la penumbra.

—¿Qué haces aquí, Selina?

—No pensarás que he venido a robar, ¿verdad, Batman? –Selina mira intensamente a Batman, quitándose la máscara y poniendo ojitos de cordero degollado, aunque él permanece impasible.

—No creo que vengas de visita. Y tu forma de entrar...

—Mi forma de entrar –le interrumpe Catwoman, mostrando su indignación–, es la única que sé.

—Por la noche y saltándote las alarmas –insiste Batman, con seriedad.

—¿Acaso tú has pagado la entrada, machote? –pregunta Catwoman, medio indignada, medio burlona.

—Yo no tengo un curriculum como ladrón.

—Está bien, puedes detenerme. No ofreceré resistencia.

Catwoman extiende sus brazos, juntos, hacia Batman, invitándole a esposarla, pero con burla en el rostro. Sus manos se sitúan a la altura del pecho de él, y Selina comienza a acariciarle juguetonamente con sus dedos, perfilando la oscura figura del murciélago que Batman luce en el pecho.

—Basta, Selina –termina por decir él, apartando los brazos de ella con suavidad pero con firmeza–. Deja de jugar.

Miau.

Ambos se miran sin hablar, durante largos e intensos segundos, hasta que un ruido, al otro lado del pasillo que lleva a esa galería, les saca del trance.

—Creo que aquí llegan –comenta Catwoman, y ante la inquisitiva mirada de Batman, añade–: Fui yo quien avisó a Oráculo, Batman. Por eso estoy aquí.

Unos minutos antes, Batman había recibido un mensaje urgente de Oráculo que le informaba del inminente robo en la famosa Galería Reed. "Fuentes fiables", le había indicado Oráculo, pero en ningún momento había pronunciado el nombre de Catwoman.

—Quiero una... –comienza a decir Batman, mientras echan a andar por el pasillo, hacia el origen del ruido anterior, pero Catwoman vuelve a interrumpirle.

—Explicación. Sí, ya lo sé –Catwoman suspira y continúa hablando–. Estos ladrones vienen a robar una exposición concreta. Una exposición que, curiosamente, ayuda a financiar ciertas obras benéficas en el East End, en las que está muy implicada Selina Kyle. Por eso está aquí Catwoman. Para evitarlo.

—¿Cómo te enteraste del robo? –pregunta Batman, mientras se detienen.

—Tengo mis propios medios, mis confidentes... Qué te voy a contar a ti, Batman –responde ella, algo incómoda. Ambos se ocultan entre las sombras, esperando la ya inminente llegada de los ladrones, mucho menos silenciosos que ellos dos.

—¿Y por qué quieres que esté yo aquí contigo? –pregunta Batman en susurros. Entonces Catwoman extiende un brazo señalando a los ladrones, que comienzan a asomar por un pasillo. Van encapuchados y visten completamente de negro. Parecen saber perfectamente lo que hacen y adónde se dirigen.

—Pensé que tal vez serían demasiados para mí –y mientras dice esto, Catwoman se abalanza sobre los encapuchados.

Batman se lanza tras ella, pero para cuando la alcanza, ésta ya ha se ha encargado de uno de los ladrones, y está dando buena cuenta de otro.

—¿Demasiados? –pregunta Batman, mientras hace chocar entre sí dos cabezas encapuchadas. Catwoman se gira, tras endosar un fuerte puñetazo a su rival, y observa a Batman de nuevo con ojos inocentes. Es perfectamente consciente del efecto que provoca sobre Batman.

—Hay otra razón más, claro –dice finalmente, aunque se ve interrumpida por el ataque de uno de los ladrones.

Mientras tanto, Batman desarma al resto de encapuchados, que habían comenzado a sacar sus pistolas. Lanza unos precisos batarangs, que alcanzan sus objetivos, y sin perder tiempo se abalanza hacia ellos. Aunque está concentrado en la pelea, escucha atentamente las palabras de Catwoman que, tras deshacerse de su último atacante, le dice lo siguiente, mientras espera paciente a que Batman termine:

—En realidad, me apetecía hablar contigo. Y sé que evitar un delito siempre es una cita que no te quieres perder.

Batman suelta un gancho de izquierda sobre su último oponente, noqueándolo sin remisión, y se mueve hacia Catwoman, observándola con detenimiento e interés. Los dos permanecen de pie, rodeados por más de media docena de tipos encapuchados que reposan sin sentido en el suelo. El silencio sería completo si no fuera por el leve ronquido de uno de los ladrones que reposa inconsciente.

—Muy bien, Selina –Batman interrumpe el silencio, mientras Catwoman echa a andar en su dirección, contorneándose al caminar, resaltando adrede su curvilínea figura–. Habla.

—No cambiarás nunca, ¿verdad, Bruce?

—Bruce, no. Batman.

Éste la mira con cierto furor, como siempre que le llaman así cuando viste con el traje de murciélago.

—El caso –Catwoman asiente, aunque no parece dispuesta a rectificar– es que quería pedirte una cita. No a Batman, sino a Bruce Wayne. Bueno, en realidad, a los dos.

—Explícate.

—Mejor vamos afuera. Además, seguro que ya has avisado a la policía, y estarán de camino.

Las dos figuras salen al exterior y se encaraman a lo alto de un edificio, a dos manzanas de la galería, donde consideran que pueden tener la suficiente intimidad como para hablar tranquilamente.


Al anochecer siguiente. Un lujoso coche se detiene ante las puertas de un local de moda en la ciudad. De él se baja un siempre elegante Bruce Wayne, que da la vuelta al coche para abrir la puerta del otro lado, por la que sale una despampanante Selina Kyle, luciendo un hermoso vestido negro, que se ajusta perfectamente a su bonita figura.

—Pues bien, Bruce –dice ella, agarrándose al brazo de su acompañante–, éste es el sitio.

—Cuánto bullicio...

—Sí, es uno de los locales favoritos de la gente “bien”.

—Amo Bruce –interrumpe Alfred, que ha salido del coche, aunque permanece junto a la puerta del piloto–. ¿Quiere que venga a recogerles cuando termine la actuación del mago?

—A mí no, Alfred. Tengo... trabajo, como todas las noches. Pero Selina quizás...

—Esta gata tiene también sus propios asuntos –interrumpe ella, orgullosa–. Gracias de todos modos, Alfred.

—Que pasen una buena velada.

La pareja se despide del mayordomo, y ponen rumbo a la entrada del local, donde destaca un enorme cartel, que reza lo siguiente:

“ Hoy, en La Rue d’Auseil,
procedente de las misteriosas tierras del Tibet,
gran actuación del mago Mysto,
que nos deslumbrará con sus habilidades mágicas.
Y la semana que viene nos visitará,
una vez más,
uno de nuestros músicos favoritos:
el virtuoso violinista Erich Zann.
Pide ya en la entrada el programa mensual,
o,para más información,
visita www.laruedauseil.com”

Cuando la pareja se dispone a entrar en el local, un grupo de hermosas jóvenes se acercan escandalosamente hacia ellos. En realidad, se acercan solamente hacia Bruce Wayne –guapo, rico y famoso, para qué más–, hasta que logran rodearlo. Mientras se siente sobado por ellas, Bruce puede escuchar cosas como "Oh, Bruce, no sabía que te gustaba este sitio...", "No me llamaste...” “¿Cuándo volverás a invitarme a tu mansión...?”... y de repente nota una presión en el cuello, con firmeza, aunque inofensiva. Al menos de momento. Es Selina Kyle, que ha conseguido hacerse un hueco entre el grupito de chicas (pelanduscas, piensa Selina).

—Ni se te ocurra hacer hoy tu estúpido papel de playboy, Bruce –le susurra Selina al oído–. Despáchalas y acompáñame dentro.

Selina intenta fingir su enfado pero, en realidad, se maravilla de ver cómo Bruce se deshace de su grupo de admiradoras, llenándolas de halagos, piropos y promesas de futuras citas. Desde luego, sabe imitar muy bien el papel de playboy. Demasiado bien, llega a pensar Selina, pero cuando por fin Bruce se acerca de nuevo hasta ella, y aunque está sonriendo plácidamente, ella le mira a los ojos y ve que realmente su vida no es esa. Son los ojos de Batman los que la miran.

—Muy bien –dice él–. Entremos y veamos el espectáculo.

—La verdad es que no sé muy bien qué nos encontraremos –comenta ella, una vez dentro.

Es un local amplio, y bastante lleno de gente, aunque sin llegar a ser tan agobiante como cabía esperar por la gente de fuera. En realidad, esa noche hay función, y sólo se puede entrar con invitación. Selina había invitado a Bruce a la velada, pues ella conocía al mago Mysto, quien a su vez la había invitado a ver su espectáculo.

—Hmmm... Creo que una vez estuve en este sitio –comenta Selina, de forma casual–, viendo a Mister Miracle y su espectáculo de escapismo. Pero fue hace ya bast...

—Bruce... ¿qué haces aquí? –una voz, dulce aunque con enrgía, interrumpe a la pareja.

Bruce Wayne se gira hacia la voz, y lo que ve le deja sin aliento, algo poco habitual en él, por otro lado. Frente a él se encuentra una bella mujer, de su misma edad, más o menos. Su pelo es muy claro, plateado, pero de una belleza inusual. Su rostro es suave, y Bruce queda como hipnotizado ante su mirada azul. Apenas acierta a susurrar su nombre: Silver St. Cloud.. (1)

—No esperaba verte aquí... –dice ella, que parece mostrarse tan desconcertada como él.

—Silver, hace mucho... –tras unos segundos de impacto, Bruce comienza a reaccionar lentamente–. No sabía que estabas en Gotham...

—Acabo de llegar, realmente –contesta ella, algo azorada–. Ni siquiera he terminado de instalarme. Tenía pensado llamarte en unos días...

—Pensé que no querías volver a Gotham ni... –ni volver a verme, piensa Bruce, pero no llega a decirlo.

—La verdad es que estoy aquí por temas laborales –se excusa Silver, aunque parece que poco a poco se va tranquilizando también–. Me quedaré una temporada en Gotham, tal vez medio año, pero luego volveré a irme...

Se quedan en silencio durante unos segundos, en los que la tensión parece que lo va a hacer explotar todo. Selina Kyle, que ha asistido algo incómoda a la conversación, decide meter baza:

—Bueno, parece que tenemos un reencuentro de viejos amores... Soy Selina Kyle, por cierto. Mucho gusto.

—Encantada de conocerte, Selina. Yo soy Silver St. Cloud. Bruce y yo somos... viejos amigos. Hacía tiempo que no nos veíamos...

—Y pensaba que no nos volveríamos a ver... –interrumpe, aún medio turbado, Bruce Wayne, mientras las dos mujeres se saludan educadamente–. De todos modos, me alegro de verte.

—Y yo de conocerte –añade Selina con un leve toque de ironía en su voz, aunque con una amplia sonrisa. Es consciente de la tensión que se ha formado en un momento y, en parte, está molesta, pero por otro lado le divierte ver a Bruce tan apurado. Selina no sabe si sentirse celosa o permanecer indiferente. Su relación con Bruce (de hecho, su relación Bruce Wayne/Selina Kyle y Batman/Catwoman) ha pasado por múltiples fases, y tampoco sabría apuntar claramente cuál es si situación actual exacta, aunque probablemente lo más acertado sería afirmar que están en una situación de admiración y respeto mutuos, dentro de una buena amistad. Y nada más. Lo cual no quita para que a Selina no le caiga del todo bien aquella mujer de cabellos plateados y mirada tan intensa.

—Ha sido un placer –dice Silver–, pero me temo que debo marcharme. Como te he comentado, Bruce, estoy aquí por trabajo...

—Efectivamente, cuarck –una desagradable voz interrumpe a Silver. La voz proviene de un tipo bajito y algo regordete, aunque impecablemente vestido de frac. Tanto Bruce Wayne como Selina Kyle fruncen el ceño al reconocer al Pingüino–. La bella señorita St. Cloud es mi nueva relaciones públicas...

—Asesora de eventos y... –intenta puntualizar ella.

—Da igual –grazna el Pingüino–, te pago una pasta por conseguirme una reputación y punto, cuarck...

—¿Una reputación? –pregunta Selina.

—Sí –contesta él, con una amplia aunque desagradable sonrisa. Da una larga calada de su cigarrillo con boquilla y continúa hablando:– Soy el nuevo mecenas de Gotham. Y poco a poco me convertiré en el hijo predilecto de la ciudad. Vamos, Silver, la función va a empezar. Encantado de verle, señor Wayne, sobre todo por la compañía, cuarck... Supongo que nos veremos a menudo los próximos meses... –el Pingüino se acerca entonces a Bruce, estirándose levemente, aunque la diferencia de altura es notoria, y en un susurro, añade–: Pienso hundirte, Wayne.

El Pingüino se aleja, acompañado de Silver St. Cloud que, sin embargo, no puede evitar echar una última mirada hacia Bruce. Éste permanece de piedra, con el rostro bañado en ira. A su lado, Selina Kyle le aprieta un brazo, para que la acompañe hasta una mesa.

—El Pingüino mecenas... –comenta ella, mientras toman asiento–. No se lo cree ni él.

Un camarero les atiende, cuando ven subir al propio Pingüino al escenario. El local se silencia al instante, pero enseguida se llena de murmullos. Suena un pitido estridente cuando el Pingüino se pone a manipular el micrófono, aunque no tarda mucho en colocarlo bien.

—Cuarck... –un desagradable graznido marca el comienzo de su discurso–. Damas y caballeros, bienvenidos a La Rue d’Auseil, magnífico local de eventos y fiestas, en el que tengo el placer de presentarles la actuación de esta noche. El sorprendente mago Mysto, procedente de las lejanas tierras del Tibet, les deleitará con sus trucos y su magia, cuarck... Espero que les guste.

El Pingüino hace una pausa, tal vez esperando un aplauso que no llega.

—Quiero que sepan –continúa finalmente, con cara de asco– que esta estupenda actuación, así como otros interesantes eventos que tendrán lugar en la ciudad en próximas fechas, están patrocinadas por mí, Oswald Chesterfield Cobblepot, cuarck... el nuevo benefactor de la ciudad. Su nuevo hijo predilecto, por decirlo de alguna manera...

El local se llena de rumores y cuchicheos, que molestan a Cobblepot.

—Silencio –ordena de forma tajante, y el público calla–. Como les decía, ustedes tienen una imagen distorsionada de mí. La policía, y ese maldito vigilante enmascarado, cuarck... cuyo nombre no pienso decir, no han hecho más que difamar mi buena imagen, cuando yo sólo he sido un pobre hombre de negocios que ha intentado medrar en esta ciudad como cualquier otro gothamita –Bruce Wayne se revuelve en su asiento y aprieta los puños con fuerza, indignado ante lo que está oyendo–. Ahora quiero que sepan cómo soy realmente, cuarck... Quiero que vean cuánto puedo hacer por esta ciudad...

—¡Cállate ya, Pingüino! –una voz surge del local dando gritos–. ¡Queremos ver al mago!

Parte del público comienza a reír, y el Pingüino suelta otro graznido. Su mirada refleja odio.

—Gotham va a crecer gracias a mí. Gracias a Oswald Chesterfield Cobblepot –reanuda su discurso, sin síntomas de debilidad. A pesar de su horrible y en ocasiones cómico aspecto, Cobblepot, el Pingüino, es un tipo duro y peligroso–. Ya está bien de playboys millonarios que sólo saben divertirse. Ya está bien de gente como Bruce Wayne –el Pingüino mira a este último y suelta otro graznido–, que incluso abandonó Gotham en sus peores momentos (2). Por cierto, que el señor Wayne está presente hoy aquí. Ande, salude, señor Wayne...

El Pingüino señala a Bruce Wayne, pero éste permanece inmóvil, con cara de pocos amigos. A su lado, Selina Kyle se inclina hacia él y le susurra al oído:

—Vamos, sonríe un poco. No es tan doloroso...

Pero Bruce no le hace caso. El público murmura, y el Pingüino permanece en silencio, sonriendo y regodeándose de la situación. Bruce Wayne se mantiene en su asiento, furioso.

—En cambio –continúa Cobblepot tras unos segundos–, yo hice prosperar a esta ciudad durante el terrible terremoto (3). Y pienso seguir haciéndolo. A partir de ahora relacionarán el nombre de Cobblepot con el del principal benefactor de Gotham.

El Pingüino vuelve a detenerse, esperando de nuevo un aplauso que se resiste a llegar. Y es que la imagen de Cobblepot no es buena entre los ciudadanos de Gotham. Su nombre siempre ha estado relacionado con el crimen, de alguna u otra manera, y la gente es reticente a confiar en alguien que, además, presenta tan horrible aspecto físico.

—Como les digo –continúa finalmente–, seré el nuevo hijo predilecto de Gotham. Y quiero que hoy todo el mundo se lo pase bien gracias a mí. Para demostrarlo... ¡Camarero! Una copa gratis para todo el mundo, por favor. Todo a mi cuenta –con estas últimas palabras de Cobblepot la gente comienza a aplaudir, primero tímidamente, pero cada vez con más fuerza. Al final, el Pingüino se lleva el aplauso que buscaba–. Y que empiece ya el mago, cuarck... Pero antes, yo también tengo un pequeño truco de magia...

Cobblepot abre el paraguas que llevaba. Éste adquiere una dimensión enorme, tapándole por completo. De repente, el paraguas pega un fogonazo, consumiéndose en llamas de manera casi instantánea, y provocando una espesa humareda en el escenario, que no tarda en disiparse, para mostrar que Cobblepot ha desaparecido. Al público parece gustarle el truco y comienza a aplaudir con entusiasmo. Sin embargo, Bruce Wayne, que se había puesto de pie alertado por el fuego, busca con la mirada al Pingüino, al que localiza finalmente en una esquina del local, junto a una salida lateral. Éste sonríe con prepotencia mientras fuma de su cigarro con boquilla y da órdenes a uno de sus matones. No hace más que indicar hacia el público, concretamente hacia un tipo pelirrojo de barba descuidada. Se trata del mismo tipo que le había gritado durante su discurso. Después, Cobblepot se marcha por la salida lateral, y el matón se queda esperando en la barra, con los brazos cruzados, mirando no al escenario, sino al tipo pelirrojo.

Selina toca el brazo de Bruce y le indica que se siente. El mago ya ha salido al escenario y va a comenzar su actuación. Pero Bruce Wayne tiene otras cosas en la cabeza. En tan sólo unos minutos se ha reencontrado con un viejo amor al que pensaba que jamás volvería a ver, y el Pingüino, uno de los principales villanos de Batman, le ha amenazado. Los minutos van pasando, y Bruce sigue en sus propios pensamientos, prácticamente ajeno a la actuación de Mysto.

—Estás ausente, Bruce –dice Selina, apurando su copa–. Llevamos ya veinte minutos de actuación, y no has prestado la más mínima atención a Mysto.

—Tengo la cabeza en otro sitio.

—Sin duda. Entre el Pingüino y esa ex-novia tuya...

Bruce pretende replicar, pero sabe que es inútil. La presencia de Silver St. Cloud le ha afectado. Le ha pillado totalmente desprevenido, y no sabe muy bien cómo reaccionar.

—Lo del Pingüino es pura fachada –dice Bruce, intentando despejar la mente–. No es la primera vez que intenta colarnos sus supuestos negocios legales. Es incapaz de abandonar totalmente el mundo criminal.

—Tarde o temprano le pillarás –afirma Selina–. Siempre lo haces.

—No sé lo que pretenderá contra Bruce Wayne...

—Contra ti –replica Selina, pero Bruce no contesta. En realidad, es Batman quien está hablando.

Mientras tanto, el mago Mysto está realizando una brillante actuación, dejando pasmado al público una y otra vez con sus trucos e ilusiones. Selina intenta disfrutar del espectáculo, sobre todo porque su acompañante no parece que vaya a entretenerla demasiado. Bruce Wayne, sin embargo, apenas hace caso a Mysto y, las pocas veces que le observa, descubre o reconoce los trucos que está usando, y no le divierte. Su mente está en otro lado. Está en el Pingüino, y está sobre todo en Silver St. Cloud.

—Esa chica, Silver St. Cloud, fue muy importante para ti, ¿verdad, Bruce? –dice Selina en un momento dado, mientras Mysto estaba explicando su siguiente número.

—Mucho –contesta Bruce, algo incómodo–. Llegó incluso a descubrir que soy... Descubrió quién soy realmente.

—Eso es que tú también eras importante para ella –dice sabiamente Selina.

—Eso hizo que se marchara de Gotham y me abandonara.

De repente, un foco les apunta, y a su lado aparece rápidamente el mago Mysto.

—Muy bien, aquí tenemos una estupenda pareja. ¿Quién de los dos me va a ayudar en el siguiente número? –dice un sonriente Mysto, mientras que Selina y Bruce se señalan mutuamente, intentando escurrir el bulto–. Tranquilos, no les molestaré más porque el elegido es... ¡este otro señor de aquí!

Al final, Mysto elige a un hombre sentado a un par de mesas de Selina y Bruce, que respiran aliviados. El público ríe, se lo está pasando bien.

—Cuéntame cómo conociste a Mysto –le dice Bruce a Selina.

—En realidad –comienza ella–, cuando le conocí no era el mago Mysto, sino el piloto de avión Rick Carter. Le conocí hace bastante, cuando estuve viviendo en New York. Él se dedicaba al transporte privado, e hicimos buenas migas, pero habíamos perdido el contacto hasta hace un par de días, cuando me llamó y me invitó a esta función.

—¿Te llamó? –pregunta Bruce, extrañado. El teléfono de Selina Kyle no es precisamente público.

—Parece que no sólo se ha hecho aficionado a la magia, sino también a hacer de detective.

—¿Y por qué me has traído? –vuelve a preguntar Bruce.

—Dos razones –contesta ella, de forma divertida–. Lo primero, que no pretenderás que salga de fiesta yo sola. Necesito a alguien que me invite a las copas –y agita su copa vacía al pronunciar esas palabras.

—Touché –dice Bruce, llamando al camarero y sonriendo quizás por primera vez desde que entró en el local.

—Y lo segundo –continúa Selina, ahora con más seriedad–, que me dio a entender que iba a cometer un asesinato.

—¿Te confesó...?

—No. Habló de que estaba persiguiendo a un asesino. Y por su voz, noté que pretendía matarlo.

—Y me avisaste para ayudarte a detenerlo.

—Eso creo –Selina observa con atención a Mysto–. Rick es un buen tipo, o lo era cuando yo le conocí. Su voz sonaba triste cuando me llamó. Quiero ayudarle.

En el escenario, Mysto hace aparecer un muro de humo que le oculta momentáneamente a él y al ayudante extraído del público unos minutos antes. Es parte del truco, claro, pero él aprovecha para agarrar por el cuello, de forma violenta, a aquel tipo.

—¿No me recuerdas, escoria? –le susurra de forma brusca.

—¿Qué pasa? –pregunta el hombre, desconcertado–. ¿Qué haces? ¿Quién coño eres?

—No me recuerdas, ¿eh? –Mysto le sujeta con dureza la cara, obligándole a mirarle–. ¿No te acuerdas del Tibet? ¿No te acuerdas de aquel pobre anciano y su familia?

El hombre consigue zafarse, asustado no tanto por la situación sino por la sorpresa de reconocerle. Le tiembla todo el cuerpo y apenas es consciente de que el humo se está disipando. El público comienza a aplaudir, y el mago, como si no hubiera pasado nada, le insta a bajar, pero se cruzan una última mirada que indica que aquello no ha acabado.

—Y hasta aquí ha llegado la actuación de hoy –dice un exultante Mysto un rato después–. Espero que hayan disfrutado tanto como yo, y espero volver pronto por aquí. ¡Muchas gracias!

Aplausos. Muchos y muy fuertes. La gente incluso se pone de pie y vitorea a Mysto, pues la actuación ha sido brillante. El público se lo ha pasado fenomenal y se lo agradece efusivamente. Bruce Wayne y Selina Kyle aplauden brevemente y se levantan de sus asientos. Bruce Wayne tiene la mirada fija en el matón del Pingüino y éste, a su vez, no deja de observar al tipo pelirrojo.

—¿Me acompañas al camerino, Bruce? –pregunta Selina.

—Me temo que no.

Selina observa a Bruce, y sabe que Batman va a actuar en breve, por lo que no insiste, y se dirige ella sola hacia el camerino de Mysto. Mientras tanto, el tipo pelirrojo apura su copa y se dirige hacia la salida. Está algo borracho, y tiene ganas de diversión. Una vez fuera de La Rue d’Auseil, se dirige hacia su coche, pero a los pocos pasos, una mano le detiene.

—¿A dónde vas, pelirrojo? –dice el dueño de dicha mano, que no es otro que el matón del Pingüino.

—¿Qué pasa? –pregunta el pelirrojo, e intenta revolverse, pero sólo consigue que el matón le golpee con fuerza. Es un tipo enorme y corpulento. Sonríe con malicia, y no se da cuenta que una sombra ha aparecido tras él.

—Te voy a machacar, pelirrojo –dice el matón–. Nadie se mete con Cobblepot y sale indemne...

—Alto –una voz resuena tras el matón. Una voz dura y potente, que el matón reconoce al instante.

—Tú... –acierta a decir, temblando ligeramente. Es un tipo duro, pero Gotham tiene su propio dueño–. Batman...

Sabe que no tiene nada que hacer en una pelea frente a Batman, e intenta sacar su arma, pero para cuando la tiene en su mano, la sombra ya se le ha acercado demasiado. Batman suelta una patada que impacta en el brazo del matón, desarmándole al instante. Luego le agarra por el cuello con violencia, sin dejarle respirar.

—Dile al Pingüino –le susurra con voz tenebrosa– que haga lo que haga le estaré vigilando –Batman le suelta tras unos segundos angustiosos para el matón. Éste, una vez liberado, resuella sonoramente, intentando recuperar la respiración–. Ahora, lárgate.

El matón le obedece, y se marcha corriendo a trompicones. El tipo pelirrojo está pegado a la pared, asustado. Batman le mira fijamente, por lo que decide salir de allí también. Se le ha pasado la borrachera de golpe y se le han acabado las ganas de diversión. Batman se queda sólo en el callejón.

En el camerino, Mysto –Rick Carter– está recogiendo sus cosas. Selina Kyle está sentada en una silla, observando los diferentes objetos y utensilios de mago.

—Me sorprendió bastante tu llamada –dice ella, jugueteando con unos dados–. Hacía tiempo que no hablábamos.

—He estado viviendo fuera –contesta él, intentando cerrar un maletín demasiado lleno.

—Déjame adivinar. En el Tibet.

—Sí, claro.

—¿Y esta nueva faceta tuya de mago? –pregunta Selina–. ¿Tiene algo que ver con tu estancia en el Tibet?

—Lo tiene todo que ver –contesta Rick, con la mirada triste–. ¿Quieres que te cuente mi historia?

—Adelante.

- Cuando trabajaba de piloto, uno de los sitios donde más solía viajar era al Lejano Oriente. En cierta ocasión, volando sobre el Tibet, hice huir a unos bandidos que pretendían atacar a un pobre anciano. Trabamos una buena amistad, que iría creciendo con el tiempo. Siempre que podía, acudía al Tibet a visitarlo. El anciano fue, en sus tiempos, un mago e ilusionista reconocido, y fue él quien me enseñó los secretos del ilusionismo. Poco a poco, fui conociendo a su familia, y llegué a enamorarme de una de sus nietas, por lo que decidí quedarme a vivir yo también en el Tibet. De hecho, perdí todo contacto con el mundo occidental. Pero no me importaba, había encontrado la felicidad en mi vida.

Mysto hace una pausa.

- Pero la vida es cruel. Un día, hace pocas semanas, llegaron unos ladrones a nuestro hogar. Buscaban unas joyas de cierto valor histórico y artístico que pertenecían al anciano. Opusimos resistencia y, al final, todo acabó en desastre. Una matanza. El anciano murió, y con él su familia, mi mujer incluida. Tan sólo yo, y Sikhi, el criado del anciano, sobrevivimos, y de los asesinos, igualmente, tan sólo uno escapó, llevándose además las malditas joyas. Entonces tomé la decisión de buscarle y encontrarle. Y matarle. He estado viajando por diversas ciudades con este espectáculo de magia, investigando a fondo, y por fin he encontrado al asesino en Gotham. Incluso le mandé una invitación para la función, sin que supiera quién era yo realmente.

Pero ahora estoy asustado, Selina. Si te llamé, es porque no estoy seguro de estar haciendo lo correcto..."

—Qué conmovedor –dice una voz desde la puerta del camerino. Se trata del hombre que Mysto subió al escenario durante la función, el asesino que anda buscando, que les apunta ahora con un arma–. Arriba las manos los dos. Y nada de trucos extraños, maldito mago...

—Tú... –dice Mysto.

—¡Cállate! –grita el asesino, furioso–. Voy a acabar lo que empecé en el Tibet. No pensaba que llegaras a encontrarme...

Mysto hace un rápido movimiento de muñeca, tirando una pequeña cápsula que revienta contra el suelo, a los pies del asesino, llenando la estancia de un denso humo que impide la visibilidad. Rápidamente, Mysto se hace con un puñal de su galería de objetos, para lanzárselo al asesino, pero Selina, que está a su lado, intenta evitarlo. El puñal sale lanzado finalmente, pero lo suficientemente desviado para que tan sólo roce al asesino, que decide huir de allí entre toses y lágrimas provocadas por el humo. Selina le echa una buena bronca a Rick Carter, que parece aturdido y asustado, aunque finalmente decide salir corriendo tras el asesino. Selina entonces suspira, murmura algo que suena como vaya nochecita, y sale corriendo también tras el asesino y su amigo.


Rick Carter –Mysto– se encuentra en un callejón, tras salir por la puerta trasera de La Rue d’Auseil. Unos metros por delante de él, el asesino le espera agazapado tras unos contenedores de basura, sin que Rick lo sepa. Cuando éste pretende seguir adelante, una sombra lo detiene.

—No –dice la sombra, que no es otro sino Batman.

Mysto se sorprende al principio, y ambos permanecen inmóviles unos segundos. Luego, sin previo aviso, el mago echa mano de otra cápsula de humo y la lanza a los pies de Batman. Éste es previsor, y se hace a un lado, sin que le vea su oponente, que ya ha echado a correr en busca del asesino. Batman aprovecha para abalanzarse sobre él desde atrás, derribándole.

—Quieto –ordena Batman, pero Mysto se revuelve con velocidad y le lanza algo a la cara. Se trata de varios pañuelos de textura sedosa. Son totalmente inofensivos, pero le proporcionan a Mysto la oportunidad de poder zafarse mientras Batman se los quita de la cara.

Apenas da un par de pasos Mysto, cuando vuelve a tener a Batman a su espalda. Entonces Rick se detiene y se gira, ondeando su capa al aire, en un movimiento circular ascendente. La capa permanece como en suspenso en el aire, y a los pocos segundos acaba cayendo, sin que aparezca nada ni nadie detrás. Batman mira unos metros más allá, y ve a Mysto alejándose. Decide que ya es hora de terminar con aquello, y saca un batarang para derribarle, pero a su vera se sitúa Selina Kyle, que le sujeta suavemente el brazo.

—Espera –dice ella–. Creo que podemos confiar en él.

—¿Y el tipo de la pistola? –pregunta Batman.

—Ya me he encargado yo de él, mientras Mysto y tú jugabais –contesta una sonriente Selina.

Ambos echan a correr, hasta que se sitúan a unos metros de Mysto. Éste está en frente del asesino, quien unos minutos antes ha sido atado a una farola por Selina Kyle. Mysto está de pie y sujeta entre sus manos la pistola del asesino, a quien está apuntando. Batman quiere ir a detenerlo, pero Selina se lo impide.

—Confío en él –repite ella, e inmediatamente después, Mysto arroja el arma al suelo y se echa a llorar. Al final, se ve incapaz de matarlo.

Batman y Selina se acercan a Mysto.

—Rick, has hecho lo correcto –le dice Selina abrazándole con fuerza.

—No puedo matarle –solloza Mysto–. Se lo merece... pero yo no soy un asesino.

—Tranquilo –le consuela Selina–. La justicia se encargará de él.

—¡Jamás! –grita el asesino, aún sujeto a la farola–. No hay pruebas, y no pienso confesar. No me pueden acusar de nada.

—Tiene razón –admite Mysto–. No existen pruebas que le inculpen. Y no parece dispuesto a confesar...

—Selina, llévate a tu amigo –dice Batman seriamente.

—¿Y el asesino? –pregunta ella.

—Iros los dos y dejadme a solas con él–contesta Batman–. Yo me encargo de todo.

Mansión Wayne

Selina Kyle espera en el vestíbulo mientras por las escaleras baja un Bruce Wayne ataviado con bata y pijama.

—Siento venir tan temprano –se disculpa ella, al verle de esa guisa.

—No importa, Selina –responde él–. Anoche llegué tarde.

—Más bien –interviene Alfred, que también está presente–, vino usted muy temprano esta mañana.

—Si no supiera lo que sé –añade Selina, de forma divertida–, diría que tuviste una buena juerga anoche.

—¿Qué quieres, Selina? –pregunta Bruce, ahora con seriedad.

—Hablar.

—¿Hablar? ¿Hablar de qué?

—De ti y de mí –responde Selina, momento que Alfred aprovecha para dejarles solos–. Y sin máscaras de por medio.

—No creo que tengamos nada de qué hablar...

—Eso es lo que quiero confirmar –dice ella, mientras ambos se miran fijamente a los ojos–. Tú y yo sólo somos amigos, ¿verdad?

—Sólo amigos –responde Bruce, con reservas. Los dos se siguen mirando intensamente, hasta que se funden en un apasionado beso, que dura varios segundos. Selina se agarra con fuerza al cuello de Bruce, y éste la sujeta por la cintura.

—Por lo menos –añade Selina al final, separándose de él–, muy buenos amigos.

Bruce no contesta, y Selina se dirige a la salida. Abre la puerta y, antes de salir, dice:

—Adiós, Bruce. Que tengas suerte con Silver.

La puerta se cierra tras Selina, y Bruce se queda inmóvil en el amplio vestíbulo de la Mansión Wayne. A su espalda, suena el teléfono, y Alfred acude raudo a descolgarlo.

—Es para usted, Señor Bruce –dice el mayordomo, tras contestar la llamada–. La señorita Silver St. Cloud.


Por la mañana. Un hombre se despierta. Se levanta de la cama y se dirige al cuarto de baño, donde hay un enorme espejo. Se mira en él, pero no se reconoce. La imagen que percibe está distorsionada.

—Yo no soy tú –dice.

—No –le contesta la imagen en el espejo–. Tú no eres yo.

FIN

Igor Rodtem
(29-03-2006)
igor_rodtem@hotmail.com

Referencias:
(1) Silver St. Cloud mantuvo una relación sentimental con Bruce Wayne hace ya tiempo. Acabó descubriendo su identidad como Batman, y decidió apartarse de él y de Gotham, incapaz de aguantar el sufrimiento de saber que la persona a la que amaba se jugaba la vida todas las noches. Todo esto ocurrió en los míticos números de la etapa de Steve Englehart y Marshall Rogers al frente de Detective Comics, a finales de los 70. Aunque realmente es una historia pre-crisis, la consideraremos dentro de la continuidad AT. Recientemente, esos mismos autores han hecho una nueva miniserie donde aparece este personaje, pero no entra dentro de la continuidad AT. La edición en castellano de la comentada etapa de Englehart/Rogers se encuentra en Clásicos DC # 1 a 8, de Ediciones Zinco (hoy en día supongo que no es fácil encontrarlo).
(2) En la saga Batman: Tierra de Nadie, Bruce Wayne intentó conseguir ayuda para Gotham.
(3) En la saga Batman: Tierra de Nadie, el Pingüino aprovechó la catástrofe para hacer negocio con el mercado negro.

Nota del autor:

Hablemos sobre Mysto. Mysto no es creación mía, ni mucho menos. Es un personaje de DC Comics que tuvo su breve andadura allá por los años 50 (y alguna otra historia posterior). Su historia es básicamente como la he narrado en el fic, salvo que originalmente no conoce a la familia del anciano, ni se queda a vivir en el Tibet. Y, por supuesto, tampoco conoce a Catwoman. He añadido esos ingredientes para actualizar al personaje y para que encajara mejor con mis pretensiones. Espero que no haya por ahí ningún fan irredento de Mysto que considere una herejía lo que he hecho con él. Por cierto, que al personaje lo conocí rebuscando en la “Enciclopedia DC Comics” y navegando por internet.

Por cierto, que aunque los dos números anteriores de la serie (el 9 y el 10) también corrían a mi cargo, eran, en principio, dos fill-ins para que la serie no se quedara estancada. Pero al final he tenido la suerte de encargarme yo de la serie, así que espero estar a la altura del personaje. Digamos que “oficialmente” empieza aquí mi etapa. Cualquier comentario, duda, crítica o lo que sea, lo podéis dejar en el libro de visitas de Action Tales, o bien en mi correo electrónico: igor_rodtem@hotmail.com

Y análogamente a como dice Mysto tras su actuación, espero que disfrutéis leyendo la serie tanto como yo escribiéndola.

1 comentario :

  1. Reseña del 3 de Abril de 2006:
    Tras los dos números anteriores, escritos por Igor como fill-ins, comienza aquí su etapa como autor oficial de la serie de Batman, y pienso que ha entrado con muy buen pié. Además, no puede negarse el incremento de calidad que ha sufrido su estilo en tan sólo tres números.
    Aunque reconozco que no me ha convencido mucho la trama centrada en Mysto (quizá un poco tópica), todo lo demás funciona a la perfección: la caracterización de Batman y Catwoman, su relación, el regreso de un personaje clásico, la aparición de un viejo villano y sus futuras consecuencias...
    En fin, que me ha parecido un comienzo realmente bueno para esta nueva etapa del murciélago, augurando un futuro prometedor para la serie (muy necesitada de estabilidad, por cierto, con 5 autores diferentes en sus 10 primeros números).

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