JLA nº 09

Titulo: Silent Bay
Autor: Raul Peribañez y Jeronimo Thompson
Portada: Edgar Rocha
Publicado en: Julio 2007

Acudiendo a una llamada de ayuda Wonder Woman, J'onn J'onnz y Aquaman llegan al pequeño y tranquilo pueblo de Silent Bay. ¿Que opinarían si supiesen que jamás regresarán de allí?
En un tiempo de crisis, los héroes más grandes del mundo se unieron para luchar contra el mal. Sus miembros pueden cambiar pero la lucha por la justicia continua. Ellos son …
JLA creado por Gardner Fox

Nota del Editor: Comienza una nueva aventura para la Liga de la Justicia que nos acompañará durante dos episodios más. En esta ocasión la temática de la historia será de corte terrorífico y centrado en personajes un poquito más secundarios como Aquaman, Detective Marciano o Zatanna.

Bajo un sol radiante, en la radio de un viejo Ford sonaba una canción de los años cuarenta:
“Some people say a man is made outta mud
A poor man's made outta muscle and blood
Muscle and blood and skin and bones
A mind that's a-weak and a back that's strong”
El conductor no apartaba su mirada de la carretera. Su compañera sacaba la mano por la ventanilla, moviendo los dedos al ritmo de la canción mientras tarareaba en silencio la letra.
Se adentraban poco a poco en una zona rural, cada vez más pobre en vegetación. Atrás quedaban las principales carreteras. Ahora el viaje se volvía más incómodo, plagado de continuos baches en un camino más que desgastado.
Incluso el tiempo parecía empeñado en estorbar. La mujer se quitó sus gafas de sol cuando el cielo se encapotó. Una suave pero helada brisa precedió a la llovizna que pronto comenzó a caer.
El camino, más sinuoso conforme se adentraban en una pequeña elevación montañosa, terminó perdiendo todo rastro del alquitranado, hasta convertirse en un simple sendero de tierra cenicienta encajado entre las rocas.
Tras superar el punto más alto de aquella elevación, los ocupantes del viejo Ford pudieron ver por fin el destino de su viaje: un pequeño pueblo costero, de casas de madera cubierta por la humedad, situado entre las piedras escarpadas y el mar de color gris.
A lo lejos, podía verse un enorme cartel que avisaba de lo cerca que estaba Silent Bay. Y efectivamente, la pareja entró en el pueblo escasos minutos después, llamando la atención de los pocos habitantes que se encontraban en ese momento en la calle, desperdigados, que se paraban en la acera para observar su avance con ojos lánguidos.
Estacionaron frente a un edificio muy estrecho, con fachada de madera, que presentaba sobre su descuidada puerta de entrada un cartel medio borrado por el paso del tiempo en el que se podía leer “Hostal”.
Salieron de su automóvil, y después de sacar un par de maletas, se dirigieron al hostal. El aspecto del conductor era enfermizo; de hecho, parecía incluso incapaz de levantar aquella pequeña maleta.
En la sala de recepción se encontraba un hombre de aspecto descuidado y casi ensimismado.
- Tomen sus llaves –dijo aquel hombre sin hacerles ninguna otra pregunta, ni sobre los motivos de su visita, ni cuánto tiempo pensaban quedarse allí. Sólo les entregó las llaves de una habitación-. Es en la tercera planta.
La pareja firmó en el libro de recepción.
- John Johns y Diana Prince –murmuró leyendo los nombres que habían apuntado-… Muy bien, pueden ir a su habitación…
- Gracias –respondieron a la vez.
- … pero después tendrán que reunirse con el señor Alcalde.
- ¿El Alcalde? –Preguntó Diana sorprendida- ¿Cómo sabe él que estamos aquí?
- El Alcalde gusta de saludar a todos los recién llegados a Silent Bay, señores.
Por supuesto, John Johns no era otro que el último marciano vivo, J’onn J’onnz, el Detective Marciano; y ella, Diana Prince, era la mismísima Wonder Woman.
Con cierto recelo, los dos superhéroes subieron hasta su habitación en la tercera y última planta de aquel viejo y siniestro edificio, impregnado en todos sus rincones por un ligero olor a podrido.
Una de las habilidades naturales de los marcianos era la de cambiar su aspecto extraterrestre por el de un humano corriente, por ejemplo. Pero también la de la telepatía. Cosa muy útil para comunicarse con su compañera en el más absoluto silencio.
**¿Has podido localizar el lugar exacto en el que se encuentra Zatanna?** pensó ella.
**Mi mente parece perturbada...** pensó J’onn titubeante, casi tambaleándose. **Desde que llegamos a Silent Bay no consigo expandir mi mente… hay algo que me lo impide…**
**Estoy preocupada por Zatanna. No hemos vuelto a saber de ella desde su primer grito psíquico pidiendo auxilio.**
- Coff, coff –tosió J’onn.
- ¿Te encuentras bien?
- Tranquila, Diana, es sólo que…
- Tienes mal aspecto, J’onn. Me tienes preocupada.
- No es nada, he pasado por cosas peores. Coff, coff.
- Hay algo en este lugar que me inquieta. Silent Bay es… extraña. Parece salida de una vieja película de terror. Y la insistencia en que debemos encontrarnos con su Alcalde es muy peculiar. ¿Crees que puede ser una trampa?
- Probablemente. Pero somos… coff, coff… de los que no tenemos miedo de meternos en la boca del lobo. Seguiremos con nuestro plan de todas formas. Desgraciadamente tampoco puedo contactar con Aquaman…
- Arthur debe estar inspeccionado el pueblo desde la costa para advertirnos de cualquier problema. Espero que no le haya pasado nada.
Lejos de allí una figura humana se movía a gran velocidad por el mar. Por cada brazada recorría decenas de metros y a su alrededor toda clase de vida marina, desde peces de los colores más diversos hasta medusas de varios centímetros de longitud, se apartaba a su paso. Era Aquaman.
Se aproximaba a la zona pesquera de Silent Bay poco a poco, y a medida que lo hacía la belleza del fondo del mar se convertía en un lugar inhóspito en el que apenas podía encontrarse algún pez. Obviamente, la luz no llegaba a las profundidades del mar y Aquaman no se guiaba por su vista, sino por todos sus sentidos en general. Por naturaleza, su cuerpo atlante era extremadamente sensible dentro del agua, y notó enseguida que algo extraño ocurría a medida que llegaba a su destino. El agua se volvía turbulenta y casi parecía convertirse en pura putrefacción, impidiéndole moverse tan rápidamente.
“Por el gran Neptuno, ¿qué puede estar ocurriendo?” pensó.
Aquaman casi se dio de bruces con tres delfines. Al principio no vio bien lo que estaba ocurriendo: parecía como si estuviera jugando, hasta que se dio cuenta de que dos de ellos estaban mordisqueando el vientre del tercero, que coleaba frenético. Se lo estaban comiendo vivo.
**¡Deteneos!** ordenó mentalmente a los delfines, pero éstos se negaron.
Finalmente recurrió a la fuerza para apartarlos de su víctima, arrojándolos con fuerza hacia la bruma turbia que los rodeaba. Esos dos delfines no volvieron, pero cuando se acercó a ver cómo estaba el tercero, éste se arrojó sobre él tratando de desgarrarle la garganta.
Aquaman arrojó también a este delfín bien lejos, asqueado y un poco alterado por la experiencia. A continuación, siguió su camino hacia la costa de Silent Bay, errático y con más dificultades para respirar cada vez. Finalmente, y viéndose sin más remedio que renunciar a su misión de incógnito, decidió subir hacia la superficie antes que perderse y ahogarse allí abajo.
Comenzó a ascender, pero estaba terriblemente mareado por la ausencia de oxígeno, incapaz de distinguir arriba y abajo. Todo se volvió oscuro y perdió el sentido.
J’onn y Diana bajaron las escaleras mientras el recepcionista les observaba sin quitar el ojo. Salieron a la calle principal y se dirigieron directos al puerto pesquero. Por cada segundo que pasaba, el marciano sentía más y más ganas de rascarse la espalda. Se mostraba inquieto, especialmente nervioso, y no paraba de mirar a todos lados.
- J’onn, ¿qué te ocurre?
- Diana… Tal vez nos equivocamos viniendo solos…
- ¿Qué es lo que quieres decir? ¿Qué está pasando?
- No puedo parar… Siento sudores fríos… En otras ocasiones he sentido dolores habituales de los humanos al tomar esta morfología… Sin embargo, esta vez es distinto… Tenemos que avisar a nuestros amigos…
Pero Diana vio entonces en la acera de enfrente a un hombre que iba corriendo a trompicones, tropezando y cayendo continuamente. Estaba siendo perseguido por cuatro ancianas vestidas con batas de estar por casa, que avanzaban sorprendentemente rápidas a pesar de no ir corriendo. Antes de llegar a su altura, el hombre y las ancianas se metieron por un estrecho y oscuro callejón del otro lado de la calle.
- ¿Qué… qué era eso? –preguntó J’onn.
- No lo sé amigo, pero pienso averiguarlo. No te muevas de aquí.
Mientras la amazona entraba también en el callejón, el Detective Marciano comenzó a sentirse todavía más débil. Era incapaz de mantener su aspecto humano. Se miró rápidamente en el reflejo del cristal de un coche y se dio cuenta de que las facciones de su rostro estaban tomando su aspecto marciano.
- No puede ser… pierdo control sobre mí mismo –dijo en voz alta-.
Entre picores y sudores J’onn se fijó en la puerta de un bar situado a sólo unos pocos pasos de él, en su misma acera. Decidió entrar allí para sentarse un poco y descansar mientras volvía su compañera. Pero después de entrar la puerta se cerró rápidamente tras él.
Diana se introdujo en el callejón, muy estrecho entre dos edificios muy altos que no permitían que llegara la difusa luz que de normal iluminaba Silent Bay hasta su suelo mojado.
Se movía en la penumbra, sin miedo pero un tanto inquieta.
**Qué extraño. No parece haber rastro de ese hombre y las ancianas. Espera, ¿qué…?** pensó.
A pocos metros de ella se encontraba otro hombre de aspecto peculiar: muy bajo de estatura, calvo en buena parte de la cabeza, y grasa en el poco cabello revuelto que tenía. En sus manos jugueteaba con unas tenazas oxidadas.
- Disculpe –dijo titubeante-… ¿Vio pasar por aquí a unas ancianas?
El hombrecillo la ignoró mientras murmuraba ininteligibles palabras. Entonces, ante la atónita mirada de Wonder Woman, se acercó las tenazas a la dentadura abriendo bien la boca, y arrancó con fuerza uno de sus dientes.
- ¡No! ¿Pero qué es lo que hace?
- Jajaja –comenzó a reír el otro a carcajadas mientras sangraba a borbotones.
- Por Gea, esto es una locura.
“Esto es… Tengo que salir de aquí.” pensó. “J’onn tenía razón; teníamos que haber traído ayuda.”
- Usted no debería estar aquí.
La voz venía ahora de una jovencita vestida con el típico uniforme de la Universidad de Yale. Estaba apoyada en un estrecho balcón de metal, a tan sólo unos pocos metros de altura, y sin mostrar miedo alguno a caerse.
- No pertenece a Silent Bay –dijo a continuación.
- He venido buscando a una amiga…
- Pues su amiga ha elegido un mal lugar donde perderse.
- Ella… Se llama Zatanna. Un amigo y yo vinimos a buscarla.
 J’onn entró en el bar. No había nada que lo diferenciara de cualquier local de copas, pero estaba especialmente oscuro. J’onn vio tras la barra al barman, que limpiaba cuidadosamente varias jarras. Al fondo, junto a una mesa de madera raída, un hombre con un claro problema de obesidad bebía tranquilamente.
Se acercó a la barra y pidió como mejor pudo un vaso de agua. El barman lo miró con curiosidad. Su aspecto iba a peor por momentos. Había conseguido recuperar las facciones humanas de su rostro, pero era evidente que algo malo le ocurría. El barman le dio la espalda y se agachó para acercarse a un pequeño armario. Cuando se dio la vuelta llevaba un vaso de agua en la mano, que dejó sobre la barra.
El leaguer comenzó a beber como si en ello le fuera la vida. Se percató de que se estaba comportando de una manera impropia de cualquier persona, e intentó calmarse.
“Diana todavía no ha llegado…” pensó. “No deberíamos de habernos separado.”
- Póngame otro vaso de agua… coff coff… por favor.
El barman repitió la operación de antes, pero esta vez mostrándole cómo lo llenaba: en primer lugar, sacó del armario una pequeña medusa marina de color transparente, y a continuación, la estrujó sobre el vaso hasta llenarlo con el líquido que tenía en su interior.
- ¿P-pero qué es esto?
Horrorizado, J’onn se apartó de la barra, en estado febril y con arcadas. Se arrodilló sobre el suelo y comenzó a vomitar un líquido transparente y espeso; uno que incluso le salía por los ojos.
Perdió entonces el control sobre su forma. Ante la mirada impasible del barman, comenzaron a aparecer placas óseas en su frente, espalda y antebrazos. El Detective Marciano se estaba convirtiendo poco a poco en una especie de engendro infernal.
- Dios, desde luego hay gente que no sabe beber –dijo en voz alta el hombre del fondo del bar-.
 Aquaman se despertó en una pequeña playa de arena gris negruzca, que se encontraba junto al muelle de Silent Bay. Le dolía mucho la cabeza. Su boca estaba pastosa y sentía que olía muy mal. El cielo había oscurecido mucho, y en cuestión de media hora sería ya noche cerrada.
El atlante no parecía tener fuerzas para levantar siquiera la cabeza, y separarla de la arena, pero entonces escuchó una extraña voz sobre él: “Levántate”.
Aquaman hizo un esfuerzo sobrehumano para alzar la cabeza. Vio así a un hombre impecablemente vestido, con traje negro, camisa negra, corbata negra y zapatos negros, que le observaba con una sonrisa distraída.
- ¿Quién… quién eres? –preguntó el héroe.
- Bienvenido a Silent Bay, Aquaman. Soy el Alcalde.

Continuará…

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