Título: Bocados de Realidad (I) Autor: Imanol Amado Portada: Juan Luis Rincon Publicado en: Julio 2006
Supergirl se encuentra acorralada en un viejo almacen de Metropolis apunto de caer bajo la terrible amenaza del Juguetero. ¿O no es así? Tendras que continúar leyenda para resolver este misterio.¡No te lo pierdas!
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Su nombre es Linda Danvers y a pesar de no tener lazos de sangre con el Hombre de Acero, se ha ganado el derecho de llamarse
- ¡Winslow Schott!, Sabemos que está usted ahí… Ríndase: no tiene escapatoria. Suelte al niño y salga con las manos en alto. - Dijo a través del megáfono el capitán de la policía de Metrópolis, Lawrence Morgan. – Déjese de juegos Schott, es su última oportunidad…
Se hizo el silencio. Todo un ejército rodeaba el enorme pabellón industrial que servía de escondite para Winslow Schott, más conocido como “El Juguetero [1] ” pero éste se había hecho fuerte en el lugar y no parecía dispuesto a rendirse por las buenas. Además, el criminal disponía de un as importante en la manga: tenía como rehén al hijo menor del alcalde de Metrópolis.
El fuerte dispositivo policial consistía en cien agentes de la unidad de crímenes especiales, fuertemente equipados con armas y vehículos pesados de última generación, y diversas patrullas del cuerpo de policía de Metrópolis, encargados básicamente de acordonar la zona.
En aquel instante, comenzó un desagradable chirriar y una de las enormes puertas del pabellón comenzó a deslizarse hacia arriba como si se tratara de una gigantesca persiana de láminas de acero. El capitán Morgan cedió el megáfono a uno de sus subordinados y cogió un rifle de asalto. Había vencido aquella batalla psicológica, todo indicaba que El Juguetero estaba a punto de rendirse.
Esa idea no tardó en abandonar su mente, la puerta se detuvo y no había señales ni de Schott ni de su joven rehén.
- Esto no me gusta nada. – Dijo casi para sí mismo.
Como respondiendo a su corazonada, una docena de aviones de juguete salieron del interior de la nave a gran velocidad, despegando en pocos segundos y elevándose por encima de la barrera policial mientras que los agentes presentes se limitaban a observarlos llenos de asombro. Los juguetes eran réplicas exactas de aviones de la segunda guerra mundial y los detalles estaban cuidados hasta límites obsesivos: incluso el sonido de las hélices imitaban a la perfección a los modelos auténticos.
Los aviones se dispersaron en el aire pero sin alejarse de la zona. Fue entonces cuando Lawrence Morgan comprendió que Winslow Schott estaba muy lejos de arrojar la toalla.
- ¡Todo el mundo a cubierto! – Gritó el capitán. – ¡Vamos, vamos! ¡Esos juguetes son peligrosos!
Los policías dudaron un instante pero al ver a los aviones girar y acercarse cada vez más, entendieron que aquella situación era de alerta máxima y reaccionaron con prontitud, obedeciendo las órdenes de su capitán.
Las balas empezaron a llover por doquier, los aviones descendían y arrasaban todo a su paso, la zona se había convertido en un auténtico campo de batalla. Los agentes de policía disparaban al aire intentando derribar aquellos juguetes infernales pero éstos, debido a su tamaño reducido y a que disponían de una inteligencia artificial muy avanzada, no parecían tener demasiados problemas esquivándolos. Los coches patrulla se llevaron la peor parte en los primeros ataques: las lunas estallaron dispersando cristales por todas partes, las ruedas quedaron inservibles y las carrocerías se llenaron de agujeros imitando a los quesos gruyer.
De pronto, los aviones parecieron quedarse sin munición y se alejaron dando un respiro a Morgan y a sus hombres. Afortunadamente, los chalecos antibalas y el entrenamiento de los agentes habían impedido que hubiera bajas; aunque no parecían estar en condiciones de soportar otro ataque más.
Los aviones dieron la vuelta y empezaron a acercarse a toda velocidad, perdiendo altitud y volando directamente hasta los agentes de la ley.
- ¡Kamikazes! – Gritó Morgan. - ¡Salid de aquí de inmediato!, ¡Retirada!
Los primeros aparatos empezaron a estrellarse contra el pavimento produciendo explosiones comparables a las de una granada. La onda expansiva hizo que dos policías salieran volando varios metros, produciéndoles diversos traumatismos y lesiones. Los vehículos comenzaron a estallar y a elevarse por los aires envueltos en llamas.
De repente, una ventisca fría fulminó el fuego producido por las explosiones y la figura joven y hermosa de Supergirl apareció justo en frente del capitán Morgan. Había usado su superaliento para extinguir las llamas.
- ¡Supergirl! – Dijo el capitán. – No sabe cuánto me alegro de verla… ¡Ya lo veía todo perdido!
- No se preocupe capitán, yo me hago cargo a partir de ahora. – Contestó la muchacha utilizando su visión calorífica para destruir los aviones restantes.
La batalla había finalizado en tan sólo un par de segundos. Poco a poco, los policías se reincorporaban: magullados pero vivos para contarlo.
- Schott sigue dentro… Y ha secuestrado al hijo del alcalde. – Dijo Morgan.
- Ocúpese de los heridos capitán, El Juguetero es mío. – Dijo Supergirl con una confianza pasmosa.
Todos los policías comenzaron a aplaudir y a silbar a la doncella de acero mientras que ésta se dirigía con paso firme hacia la entrada del pabellón.
- Creo que estoy enamorado capitán… ¡Menudo cuerpazo! – Dijo el oficial Adams acercándose a su superior.
- ¡Más respeto Adams! – Dijo Morgan realmente ofendido. – Supergirl es mucho más que una chica hermosa: es el símbolo de la esperanza de esta ciudad, una gran mujer que nos inspira con su valentía y sus convicciones morales… es el oxígeno que mantiene viva Metrópolis.
Era la cuarta vez que Linda trataba de comunicarse con Mary aquella mañana, había visto en las noticias la enorme paliza que había sufrido el Capitán Marvel a manos de un psicópata desconocido y quería asegurarse de que todo iba bien en la familia Marvel [2] . Desde que el destino las había juntado en la búsqueda de la parte angelical de Linda [3] , un estrecho lazo de amistad unía ambas chicas; de hecho, Mary era una de las primeras personas a las que había llamado al regresar a Leesburg.
Después de un tiempo que parecieron largas horas, el móvil daba la característica señal de llamada. Esperó impaciente hasta que desde el otro lado de la línea, contestó una voz llorosa.
- Mary... Soy Linda.
- Linda, oh dios mío... ¿Sabes lo que ha pasado?
- Lo he visto en las noticias, ¿Está Billy bien [4] ? – Preguntó conteniendo la respiración.
- Sí... Todavía no sé cómo pero logró transformarse justo a tiempo.
- Gracias al cielo. – Dijo Linda aliviada.
- Lo está pasando realmente mal, no sabemos qué va a pasar si pronuncia la palabra mágica... Esto puede ser el final del Capitán Marvel.
- Al menos Billy está a salvo.
- Es lo principal. Escucha, debo colgar: tengo mucha prisa. Tenemos que quedar para ponernos al día...
- Eso está fuera de discusión. – Replicó Linda. – Seguimos hablando ¿Ok?
- De acuerdo... Gracias por llamar.
- Faltaría más. Hasta luego.
- Hasta luego.
Linda colgó el teléfono y miró su reloj: no quería llegar tarde a su cita.
Linda y Mattie habían quedado en el “Graffiti”, una cafetería situada en el centro de la ciudad, popular por sus espectaculares desayunos y por los sublimes capuchinos que preparaban. Antaño, había sido un punto de encuentro muy frecuente entre las dos amigas; el lugar preferido para hablar de chicos, de lo poco que sus padres las entendían o de cosas de la escuela. La idea había sido de Mattie y Linda estaba muy emocionada al respecto: desde que había regresado a Leesburg, Mattie se mostraba bastante distante y Linda deseaba más que nada normalizar su relación con ella.
- Este lugar no ha cambiado nada. – Dijo Linda repasando con la mirada el local. – Y de la carta sólo han cambiado los precios…
- ¿Qué va a ser chicas? – Preguntó una camarera bastante estresada.
- Tarta de chocolate y un té. – Dijo Mattie.
- Un zumo de Naranja. – Dijo Linda.
- ¿Zumo? – Se extrañó Mattie.
- Me estoy cuidando. – Dijo Linda encogiéndose de hombros.
- Ok, tarta de chocolate, zumo de naranja y un té. – Repitió la camarera antes de salir zumbando a la barra.
- Es que a este paso voy a reventar mi uniforme de Superwoman. – Dijo Linda.
- Exagerada… Yo si que me estoy poniendo redonda.
- Tú estás embarazada, el engordar es algo completamente normal en ti… Yo tengo que guardar cierta imagen y sobre todo, tengo que estar en forma para cualquier eventualidad. Satsuke estuvo a punto de matarme [5] , no porque fuera más fuerte que yo; que lo era… Sino porque no estaba físicamente preparada para enfrentarme a él.
- De todas formas, yo te veo estupenda.
- Mentirosa. – Río Linda. – El caso es que estoy a dieta, tengo tanta hambre que me comería una vaca. Necesito quitarme de encima cuatro kilos, ejercitar un poco los músculos, ganar en resistencia… Ya sabes, todas esas cosas.
- Necesitas ir a un gimnasio…
En aquel instante vino la camarera, dejó la tarta y las bebidas encima de la mesa y acto seguido, se marchó a toda velocidad.
- Sí, un gimnasio que tengan pesas de cinco toneladas. – Rió Linda.
- Una vez leí en “People” que en la Atalaya de la Liga de la Justicia tienen un gimnasio especial para superhéroes, jacuzzi con vistas panorámicas a las estrellas y robots de tecnología extraterrestre diseñados y programados para dar masajes.
- ¿En serio?
- Hazme caso, quizás deberías hablar con Supermán… Aunque ya sé que te resulta duro.
- Sí… - Dijo Linda melancólica. - Pero no puedo pasarme la vida huyendo de él. Además, ¿Te has dado cuenta? Su foto está por todas partes, no sabes lo que sufro yendo al Toys ´R Us.
- Pídeselo entonces…
- ¿Sabes?, creo que lo haré… Supongo que mataré dos pájaros de un tiro si aprovecho para estudiar los archivos de la Liga, estoy muy pez en temas superheroicos. Te aseguro que es todo un mundo, ¿Sabes cuantos “Hawkmans” han habido?
- Probablemente tantos como “Supergirls”. – Respondió Mattie.
- Touché.
- Linda… - Dijo Mattie con un tono más serio. – Hay algo de lo que quería hablar contigo.
- Claro…
- Se trata de Cutter. – Mattie respiró hondo antes de continuar. - Desde que has vuelto… No sé cómo decir esto.
- Tan sólo dilo, Mattie. Somos amigas. – Dijo Linda agarrando la mano de Mattie.
- Bueno, os estáis viendo mucho últimamente y él no deja de hablar de ti…
- ¿Estás celosa? – Preguntó Linda.
- Claro que no… Lo que pasa es que tengo miedo que se acerque mucho a ti… De que salga herido o algo peor por su relación contigo.
- No entiendo.
- Admítelo… El desastre y la destrucción siempre te acompañan… Mira lo que pasó con mi antiguo apartamento, o con el festival benéfico de Rock que montasteis o con… [6]
- Vale, Vale… Ya capto la idea.
- No te ofendas pero ahora tengo una familia que cuidar. Los dos últimos años han sido simplemente perfectos. Sí, han habido amenazas metahumanas pero siempre nos hemos mantenido al margen. Contigo es diferente, Cutter besa el suelo por donde pasas y no se da cuenta de que pone su vida en peligro. Necesito a mi marido en casa sano y salvo.
- No sé qué decir.
- Sólo dime que no le involucrarás en ninguna aventura loca de Superwoman.
- Mattie, esa nunca ha sido mi intención…
- Lo sé, pero ha ocurrido y volverá a pasar si no hacemos algo al respecto.
Linda se quedó sin habla. Básicamente, su mejor amiga desde que tenía uso de razón le estaba pidiendo que se alejara de ella y de su marido. Corrección: Mattie ya estaba haciendo un buen trabajo evitándola, la orden de alejamiento era para Cutter.
- Pronto empieza mi turno en el hospital. – Dijo Mattie rompiendo el tenso silencio. – Tengo que marcharme.
- Claro… No hay problema.
- Invito yo. – Dijo Mattie dejando encima de la mesa un billete de diez dólares. – Te llamaré ¿Ok?
- Vale, claro. – Dijo Linda.
Mattie cogió su bolso y salió del local con la cara triste pero convencida de que estaba haciendo lo correcto. Lo peor del asunto es que Linda sabía que Mattie tenía parte de razón: Antes de su regreso, durante el tiempo que fue Supergirl, sus seres queridos habían sufrido de una manera u otra.
Unos gritos le devolvieron al mundo real, la camarera que les había servido tenía una gran discusión con el dueño del local: Cosmo Capiotti, un hombre de mediana edad, calvo, orondo y maleducado. Tenía un fuerte acento italiano y gesticulaba como un epiléptico.
- ¡Ya estoy harta Cosmo! ¡¿Me oyes?! – Dijo la camarera.
- Si te oigo… ¡Y media ciudad también! ¡Ya sabes lo que tienes que hacer si no te gusta el trabajo! ¡Agradecida deberías estar por todo lo que he hecho por ti!
- ¡¿Qué?! ¡Lo que me faltaba por escuchar! – Dijo la camarera quitándose el delantal y tirándoselo a la cara.
- ¡Anda vete! ¡Seguro que vuelves cuando se te pase la regla!
- ¡Maldito Cabrón! – Dijo la chica llorando mientras salía a la calle.
Cosmo hizo un gesto obsceno, comenzó a hablar para sí mismo y desapareció en la cocina. Los clientes parecían divertirse con el espectáculo ofrecido y en pocos segundos, todo había vuelto a la normalidad. “Pero cómo me voy arrepentir de esto…” se dijo Linda mientras se levantaba de su mesa y se dirigía hacia la cocina.
- Señor Capiotti… - Dijo entrando a la cocina.
- ¿Quién diablos eres y qué haces en mi cocina? – Dijo éste.
- Mi nombre es Linda Danvers, me preguntaba si tendría un puesto vacante de camarera…
En los años cincuenta, el hoy abandonado pabellón era un gran plató de cine, el más grande de Metrópolis. Se habían rodado infinidad de clásicos entre aquellas paredes, una especie de oasis de la producción cinematográfica en la costa este estadounidense. Mientras avanzaba, Roberta todavía podía sentir el “glamour” que desprendía aquel edificio: Grúas, focos, decorados sin desmontar... Caminar por allí era todo un paseo por la historia del cine. Un escondrijo ideal para el villano llamado Winslow Schott: El Juguetero.
Supergirl rastreó el lugar con su visión telescópica y de rayos X pero fue incapaz de localizar al villano o a su rehén. Tal como ella había supuesto, El Juguetero no era estúpido y conocía muy bien la imposibilidad de Supergirl de ver a través del plomo.
Roberta caminó hasta llegar a un lugar más espacioso. De repente, se encendieron varios focos alumbrando con fuerza el perímetro donde se encontraba. “¿Una trampa? Qué original...”, se dijo Roberta mientras cruzaba sus brazos en espera de que su enemigo diera el primer paso.
No tuvo que esperar demasiado. Rodeándola, salieron de la oscuridad miles de agresivos soldados de juguete, de unos quince centímetros de alto y vestidos con un clásico uniforme inglés del siglo XVII. Los soldados portaban un mosquete con una bayoneta acoplada y un sable. Roberta sentía pequeñas picaduras en su cuerpo, “¿De qué estarán hechas esas armas?” Pensaba mientras se defendía de la embestida con uñas y dientes. Estaba haciendo un verdadero genocidio de soldaditos de juguete: atacaba a ciegas, lanzaba patadas y puñetazos al aire pero era tal la cantidad de enemigos, que golpeara donde golpeara, sus puños y piernas siempre alcanzaban algún blanco.
Los soldados pudieron superarla por fin, le tiraban de la capa y del cabello, consiguiendo desequilibrarla... eran un enemigo más serio de lo que en principio pudiera parecer. Roberta cayó al suelo y en pocos segundos una horda de soldados se le habían echado encima, inmovilizándola y atacándola sin parar. Apenas podía respirar, los juguetes le clavaban sus bayonetas en la garganta y en los ojos; trataban de taparle las fosas nasales y obstruirle la boca metiéndose dentro. El corazón latía con fuerza en el pecho de Roberta, se puso nerviosa y no era capaz de pensar con claridad.
¿Acaso era el fin? No podía permitirlo… abrió los ojos y concentró sus fuerzas en ellos, a causa de la adrenalina ya no sentía dolor: era entonces o nunca.
Su visión calorífica arrasó todo a su paso transformando a sus enemigos en simples bolas de metal fundido. Roberta había ganado suficiente tiempo para poder zafarse del resto de los soldados y recuperar fuerzas. Una segunda avalancha de tropas se acercaba a toda velocidad, no podía enfrentarse cuerpo a cuerpo con ellos, eran demasiados: volver a cometer el mismo error no entraba dentro de sus planes.
Empezó a girar su cuerpo a toda velocidad con los brazos extendidos, los juguetes estaban dotados de cierta inteligencia pero continuaron con el ataque: su programa principal era el de destruir a Supergirl a toda costa. La fuerza del movimiento creado por Supergirl repelió todos los juguetes que trataban de acercarse a ella, desmontándolos y esparciendo sus restos por todo el lugar. En un par de minutos todo había acabado y Roberta dejó de girar, cayéndose al suelo medio mareada.
- ¡Schott! – Dijo reincorporándose. - ¡Sal de tu escondite y pelea como un hombre!
No tuvo que repetirlo dos veces, acompañado por una melodía infantil, llegó al lugar un tren conducido por Schott; estaba pintado de diferentes colores e imitaba a la perfección los típicos juguetes clásicos de madera destinados sobretodo a los niños pequeños. El Juguetero vestía un traje a rayas de diferentes colores, llevaba una pajarita y unas enormes gafas negras. El tren estaba compuesto por tres vagones de carga; los dos primeros estaban ocupados por un par de osos de peluche de casi dos metros de alto; en el tercer vagón viajaba el hijo del alcalde, un niño de unos seis años que se encontraba en pijama, maniatado y amordazado.
Supergirl no dudó un instante, a supervelocidad sacó fuera al niño, donde estaría a salvo con la policía y volvió al edificio dispuesta a todo para detener y entregar al Juguetero a las autoridades.
- Vaya, vaya, vaya... – Dijo El Juguetero saliendo del tren. - ¿Haciendo trampitas verdad? No tiene nada de divertido jugar de esa manera...
- ¡Basta! Esta vez has llegado demasiado lejos... Nunca pensé que serías capaz de poner en peligro la vida de un niño.
- ¡Jamás haría tal cosa! – Gritó furioso El Juguetero – Nada adoro más en esta vida que la sonrisa inocente de un niño, su mirada curiosa, su honestidad, su delicadeza... El chico nunca ha corrido peligro en mis manos, simplemente ha sido un instrumento para traerte aquí querida... Tú representas lo que más odio en la vida.
- Ok, está bien. Hoy me siento caritativa y dejaré que me cuentes tus patrañas antes de patearte el culo y encerrarte en una celda.
- Tú... – Dijo El Juguetero cada vez más furioso. – No eres más que una corruptora de menores, un cáncer para el desarrollo emocional de los niños y niñas del planeta... Ellos te admiran ¿Y qué haces tú? ¡Pavonearte! ¡Predicas sexo y violencia! ¡Impones un modelo de belleza imposible de conseguir! ¡Eres como las vulgares prostitutas del equipo de animadoras de mi instituto!
- Bueno, bueno... Ya basta de sandeces, es hora de que digas buenas noches. – Dijo Supergirl acercándose a su enemigo con paso seguro.
- Toda mi vida he sido pisoteado por las mujeres como tú, pero eso va a acabar hoy mismo.
Supergirl se acercó al Juguetero y trató de levantarle con una mano... Pero no pudo. Winslow Schott sonrió maliciosamente y señaló con su dedo índice un broche con forma de flor que llevaba colocado en su chaqueta.
- ¡Kryptonita dorada! – Dijo Supergirl horrorizada.
- Así es, estúpida ¡La kryptonita capaz de robarte tus poderes!
Supergirl dio un paso atrás asustada, sus ojos se estaban humedeciendo por las lágrimas y miraba a todas partes, paranoica y desesperada.
- Un recuerdo de tu mundo natal Supergirl... no sabes cuánto me ha costado encontrarlo. – El Juguetero respiraba cada vez con más intensidad. - Ahora... por fin obtendré mi venganza contra todas las chicas que me rechazaron en el instituto, por fin podré callar sus risas, sus insultos...
Roberta ya no le escuchaba, comenzó a correr lo más rápido que podía, llorando histérica.
- ¡Eric! ¡Eric ayúdame! – Gritaba en medio de las lágrimas. - ¡No me abandones! ¡Sácame de aquí!
Las luces se habían apagado pero todavía podía distinguir la entrada principal, tan sólo necesitaba unos minutos más y estaría bajo la protección de la policía. De repente, se estrelló contra un obstáculo y cayó al suelo. Dolida, levantó la mirada y se encontró con los osos de peluche del Juguetero que le impedían el paso.
- No tienes escapatoria Supergirl. – Dijo El Juguetero aproximándose.
- ¡Eric! – Gritaba Roberta, casi ignorando al Juguetero y a sus temibles osos. - ¡Por favor!
En ese instante, una voz retumbó en el lugar. Parecía que venía de todas partes y de ninguna. Se escuchaba como un eco o como una voz divina.
- Roberta, cálmate. Ya sabes cuáles son las reglas del juego – Dijo la voz. – Yo no puedo hacer nada, eres tú la que debe buscar una salida.
- ¡No puedo! – Lloraba Roberta. - ¡Sácame de aquí, no tengo poderes! ¡Sólo por esta vez!
- Utiliza tu cerebro. – Le contestó la voz. – Sabías cuáles eran los riesgos, no es culpa mía si has subestimado al Juguetero.
Schott estaba inmóvil, no parecía escuchar lo que decía la voz.
- ¡Eric!
- ¡Basta Roberta! ¡Afronta esto como lo hubiera hecho Supergirl!
- ¡No puedo! – Gritó de nuevo Roberta, totalmente hundida.
Schott se acercó a ella, no podía dejar de mirar los pechos de la chica, su piel joven y hermosa... no podía dejar de oler el perfume de sus cabellos, de imaginarse el sabor de sus labios. Hacía tantos años que no sentía aquello... desde el instituto. Pero aquella vez era diferente, ahora no tendría que reprimir sus deseos, no tendría que aguantar las mofas... iba a obtener lo que deseaba desde hacía tanto tiempo allí mismo y en aquel momento, saciándose y dando rienda suelta a todas sus necesidades.
A Linda le sorprendió la amabilidad con la que fue recibida en la Atalaya de la Liga de la Justicia de América; aquellas personas eran los héroes más grandes, ocupados y estresados del planeta y sin embargo, una llamada a Superman había bastado para que el Detective Marciano le diera la bienvenida y actuase como un guía profesional.
- ¡Uau! Es Fantástico. – Dijo Linda maravillándose después de acabar el “tour” guiado. – Espero no estar molestando demasiado J’onn…
- Tranquila. Ahora mismo está todo en calma y siempre es agradable disfrutar de buena compañía durante las aburridas horas de turno de monitor.
- Gracias.
- He introducido la secuencia de tu ADN y las características de tus pautas cerebrales en el ordenador central, podrás subir aquí siempre que quieras, ya sea a consultar datos o a ejercitarte en el gimnasio. Eso sí, vas a tener que estudiar los protocolos de seguridad y emergencia de la Liga.
- No hay problema, te lo agradezco de verás, J’onn. ¿Puedo?
- Ah, sí claro. Cómo no… te dejo a solas. Si necesitas cualquier cosa o tienes dudas sobre el funcionamiento del programa de búsqueda ya sabes dónde encontrarme.
- Sí, no te preocupes… gracias de nuevo.
El Detective Marciano dejó a Linda a solas, “Un gran tipo este J’onn” pensaba mientras se acomodaba frente a uno de los puestos de consulta del archivo; “Me pregunto por qué tendrán tan mala fama los marcianos en la cultura popular… ¿Le gustará H. G. Wells?”.
- Ok, umm – Dijo Linda mirando a la pantalla que tenía en frente. – Ordenador… ¿Puedes filtrarme un listado con los metahumanos conocidos con la capacidad de viajar en el tiempo y el espacio?
- Registro de voz correcto. – Dijo la computadora. – Bienvenida Superwoman… tu solicitud se está procesando.
- Gracias.
Mientras la pantalla del ordenador se llenaba de nombres, Linda decidió prepararse un café, tenía mucha información que asimilar si quería llevar a buen puerto su pequeño “proyecto”…
Continuará...
Referencias:
[1] Winslow Schott es el “Juguetero” original, en la continuidad post-crisis no ha aparecido mucho pero tuvo cierta relevancia cuando asesinó al hijo de Cat Grant hace algunos años.
[2] En Supermán #13 de Action Tales.
[3] En Supergirl (Vol 3) #68 - #74 USA.
[4] Billy Batson, alias el Capitán Marvel.
[5] Supergirl #5 y #6 de Action Tales.
[6] Todo eso ha ocurrido durante el Vol 3 de Supergirl (USA) de Peter David.
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