Flash nº 05

Título: Utopía perdida (III)
Autor: Imanol Amado y Jerónimo Thompson
Portada: Edgar Rocha
Publicado en: Mayo 2006

Tras los descubrimientos realizados en el número anterior, Flash debe buscar ayuda para resolver el misterio. Eso significa una visita a la ciudad de St. Roch y a su defensor alado: Hawkman. Además, un nuevo enemigo hace acto de presencia. ¿Estará Wally preparado?
Atrapado en un extraño accidente, al adolescente Wally West le alcanzó un rayo que lo bañó en una curiosa mezcla de productos químicos. Como a su mentor, su tío Barry Allen, se le concedió el don de la súper velocidad. Tras la muerte de su antecesor, y tras años de entrenamiento como Kid Flash, Wally ha heredado la identidad del velocista escarlata. ¡Hoy porta el legado del hombre más rápido del mundo! Hoy Wally West es...
Flash creado por Gardner Fox y Harry Lambert
Wally West creado por John Broome y Carmine Infantino

En el episodio anterior… Después de que el Señor Huesos informara a Wally de que Luthor podría ser el responsable del atentado en Keystone City, Flash convoca una reunión urgente de la Liga de la Justicia, donde se acuerda que el grupo no intervendrá hasta que Wally obtenga pruebas suficientes contra el presidente de los EEUU. Mientras tanto, Luthor vuela hasta el sur de Francia para solicitar la ayuda de una antigua colaboradora: Laverne De Renal, que accede a acompañarle y resolver la situación comprometida en que se encuentra. Cuando Flash visita las instalaciones de Star Labs en Keystone City, en busca de las pruebas que necesita, el doctor Miller le comunica el nombre del planeta al que pertenecen los cadáveres alienígenas: Thanagar.

La expectación era máxima. Ésta iba a ser la primera aparición pública del Presidente Luthor desde la masacre de Keystone City y todos los enviados de la prensa mundial se agolpaban en los extensos jardines del exterior de la Casa Blanca.

La violencia era algo con lo que el pueblo americano había aprendido a vivir: alienígenas que pretendían conquistar la tierra, supervillanos psicópatas con sed de poder... En la última década, las bajas civiles se habían contado por millones en los diferentes conflictos entre seres superpoderosos, estando especialmente presentes en los corazones de América la destrucción de Coast City [1] y más recientemente, el conflicto que había borrado del mapa medio estado de Kansas [2] .

Sin embargo, la aparente falta de móvil hacía que el ataque contra la central de policía de Keystone resultara mucho más siniestro para la mayoría de la gente del país: ningún peligro a escala planetaria amenazaba a la Tierra; ninguna organización terrorista o supervillano se proclamaba responsable del mismo. Era un acto de pura maldad.

Mientras Lex Luthor se acercaba al micrófono para iniciar su discurso, tuvo que reconocer que Laverne había tenido en cuenta todos los detalles: suya había sido la idea de preparar la conferencia de prensa en el exterior. La temperatura era agradable y una brisa refrescante pero no molesta, recorría la zona provocando el suave movimiento de las banderas estadounidenses colocadas estratégicamente detrás del estrado. Laverne sabía que aquella escena ensalzaba de manera subconsciente el sentimiento patriota de los americanos y en aquellos tiempos de dudas y confusión, iba a ayudar en gran medida a vender el discurso de Luthor al pueblo.

- Buenos días. – Luthor hizo una pausa antes de continuar. - Amigos ciudadanos... Como todos vosotros sabéis, hace tres días, nuestro modo de vida y nuestra propia libertad fueron atacados por un acto cobarde y terrorista contra la central de policía de Keystone City. Las víctimas: agentes de la ley, hombres y mujeres encargados de velar por la seguridad de nuestras familias, de nuestros vecinos, de nuestros amigos... Héroes americanos que con su esfuerzo, su sacrificio y su dedicación hacen que este país sea cada día más seguro; más grande; más libre.

El Sr Angle, uno de los agentes encargados de tratar con los asuntos turbios de Luthor, se encontraba en la terraza de una popular cafetería del centro de St. Roch, disfrutando de un café bien cargado y de la visión de jovencitas ligeras de ropa que patinaban por la acera. El breve pitido de un móvil interrumpió sus pensamientos.

- Informe Sr. Angle. - Dijo la voz de Laverne desde el otro lado de la línea.
- Los hombres están tomando sus respectivas posiciones madame DeRenal.
- ¿Algún imprevisto?
- Todo está saliendo según lo planeado: han subido a la azotea del edificio por separado y ya están preparándose allí, fuera del alcance de ojos indiscretos.

-No debemos olvidar sin embargo, a las demás víctimas que han perecido en este terrible acto de asesinato masivo: abogados, profesionales de la limpieza, técnicos de mantenimiento, detenidos, familiares... Os aseguro que ninguno de ellos va a ser olvidado. Os aseguro que la justicia va a triunfar sobre aquellos que pretenden imponer con sangre y fuego sus retorcidas ideas autoritarias.

-Muy bien Sr. Angle. ¿Les ha equipado usted con mi pequeño invento anti-Flash?
-Tal como usted ordenó madame… Aunque no creo que Flash se encuentre siquiera en St. Roch.
- Se equivoca. El Sr. West está en la ciudad y la probabilidad de que Hawkman y él descubran a los thanagarianos en menos de veinticuatro horas se acerca al noventa por ciento.

-Todos hemos visto las imágenes de la destrucción, la maldad, la muerte, el caos absoluto... Hemos sido testigos de lo peor que puede ofrecer la raza humana... Y al mismo tiempo, hemos presenciado lo mejor de la misma: bomberos, policías, médicos... Ciudadanos de este gran país que se han unido y luchan en las calles para enviar un mensaje claro y alto a los criminales: América no os desea. América va a derrotaros.

-Si aparece, nos encargaremos de él, madame.
-Si sus hombres realizan el asalto según lo planeado, Wally West no sabrá nunca que hemos estado en St. Roch. Recuerde que la operación debe ser rápida y letal. No deben quedar supervivientes.
-Mis hombres y yo comprendemos a la perfección sus órdenes madame… - Dijo el Sr. Angle algo molesto por las insinuaciones de Laverne.
-Eso espero Sr. Angle… Por su propio bien. Ya sabe usted lo perjudicial que puede ser para la salud fallar al Sr. Luthor.
-Soy consciente de ello madame. – Dijo el Sr. Angle, sabedor del final que había tenido su compañero Ethan Andrew [3] .
-Muy bien. Llámeme cuando todo haya acabado.
-De acuerdo madame.

-Este terrible atentado pretende debilitar nuestra nación, infundar miedo en nuestros corazones, hacer que nuestros niños se sientan menos seguros, destruir nuestra democracia y mermar la libertad y los derechos humanos en nuestro planeta. Pero yo os aseguro que América va a responder a este cruel acto de guerra. América se ha enfrentado antes a sus enemigos y los ha vencido. Esta vez no va a ser diferente.

El Sr. Angle colgó el teléfono; “vieja arpía” pensó para sí mismo. Aunque no entendía la razón, Luthor había sido muy claro al respecto: la anciana era ahora su superior.
Marcó un número de la memoria del teléfono y pronto, le contestó alguien con una voz inusitadamente grave.
-Todo preparado señor.
-¿Están todos los aliens en el apartamento?
-Afirmativo.
-Bien…Ha llegado el momento – Dijo bebiendo el último sorbo de su café. - Aniquiladlos.
-Entendido. Cambio y corto.

-Muchos os preguntaréis por la tardanza de esta conferencia de prensa, y os puedo asegurar que desde el gobierno y desde las instituciones públicas, se ha hecho lo imposible para encontrar a los culpables de esta barbarie. Ha llevado un poco de tiempo pero lo hemos logrado: tenemos pruebas suficientes para señalar sin ningún género de duda al grupo de terroristas metahumanos conocido como “Outsiders”, como autores de esta masacre. Estos despiadados asesinos ya han actuado con anterioridad: todos vosotros recordaréis que se trata del mismo grupo que recientemente provocó la caída de un avión de pasajeros sobre las calles de Los Angeles [4] . – Luthor hizo una pausa; la audiencia parecía estar hipnotizada con sus palabras. - Que Dios se apiade de sus almas porque nosotros no lo haremos.

Centro de St. Roch. Louisiana.

-Ahora es nuestro turno. – Dijo el que parecía líder de aquel pequeño ejército de mercenarios. – Conectad los visores de infrarrojos. – Ordenó a través del intercomunicador integrado en su casco. - Recordad: rápidos como el rayo pero esquivos como el viento… ¡Que comience la fiesta!

Una docena de hombres tomaron la octava planta del céntrico edificio de apartamentos. Vestían un uniforme de kevlar completamente negro y una armadura ligera, también de color oscuro, diseñada para proteger especialmente el pecho, la cabeza, los codos y las rodillas. La siniestra imagen que mostraban se completaba con armas futuristas de enormes proporciones que parecían más adecuadas para cazar dinosaurios que para atacar a humanoides del planeta Thanagar.

Toda la operación se estaba desarrollando con sumo sigilo y discreción: inutilizaron los ascensores, bloquearon el acceso por las escaleras, e incluso taparon con goma de mascar las mirillas de las puertas de los vecinos más cercanos al apartamento 807: la madriguera de los thanagarianos.

Dos de los mercenarios se adelantaron al resto del grupo, recorriendo el largo pasillo que llegaba hasta el apartamento ocupado por los objetivos. Tras colocar un pequeño explosivo lapa en la cerradura, se situaron a cada lado de la puerta, esperando el inminente estallido. En apenas un segundo, se escuchó un ruido seco, seguido por la detonación de la carga explosiva que arrancó la cerradura y parte de la puerta.

Un tercer mercenario pateó con fuerza la puerta semidestruida y entró al apartamento disparando su arma a discreción. El resto de sus compañeros le siguieron con sorprendente precisión y rapidez, teniendo en cuenta que el humo de la explosión había provocado la activación de los aspersores anti-incendio del techo y que el agua que escupían dificultaba notablemente la visión. Paralelamente, descendieron desde la azotea otros dos mercenarios mediante unos cables sujetos a sendos arneses, atravesando los ventanales del salón.

Los thanagarianos, cogidos por sorpresa, fueron incapaces de contraatacar de manera efectiva; sin embargo, eran guerreros curtidos en la batalla y lograron oponer más resistencia de la estimada por los hombres del Sr. Angle.

En el salón, uno de los atacantes tardó más tiempo del debido en quitarse el arnés, permitiendo así que un thanagariano de asombrosos reflejos le golpeara duramente en el pecho con una pequeña mesa de madera; la fuerza del impacto le arrojó por la ventana, haciéndole caer sobre un todoterreno aparcado abajo, frente al edificio. El alien no pudo celebrar su hazaña, pues nada más golpear a su rival, recibió un certero disparo explosivo en la cabeza, que esparció sus sesos por las paredes.

El Sr. Angle frunció el ceño mientras escuchaba todos los pormenores de la batalla a través de unos diminutos auriculares conectados a su sofisticado teléfono móvil. No le gustó en absoluto el alboroto que se había formado alrededor del cadáver de uno de sus hombres, hecho trizas en mitad de la calle, a escasos metros de donde se encontraba. Los gritos histéricos de una señora obesa de mediana edad le estaban poniendo de los nervios.

Una decena de metros más arriba, en la cocina del apartamento 807, Karva Tar, el capitán de los thanagarianos atravesaba el cuello de un asaltante con un cuchillo de cortar pescado, poco antes de que su cabeza y caja torácica estallaran en mil pedazos a causa de los disparos efectuados por un compañero de éste.

Los extraterrestres estaban siendo masacrados. Otro de ellos, recibió un disparo en la espalda que le hizo volar varios metros hasta impactar contra el armario del dormitorio principal. Kowan Dan, primer oficial del grupo, esquivó un disparo con un rápido movimiento que le hizo colocarse a escasa distancia de su agresor: el desdichado no era rival en combate cuerpo a cuerpo, y fue reducido por el thanagariano con suma facilidad.

Kowan, consciente de que había ganado un tiempo precioso, se colocó rápidamente el característico arnés alado de su mundo y se dispuso a abrirse camino a puñetazos y a patadas para salir de aquel infierno. Ante sus ojos, caían fulminados sus compañeros sin que apenas alcanzaran a ofrecer resistencia. Cada vez escuchaba menos gritos, menos disparos... Un silencioso olor a muerte se estaba apoderando del lugar.

Kowan cruzó el pasillo del apartamento en mitad de la confusión; la puerta del baño estaba abierta y no pudo evitar ver el cadáver de su hermano cubierto de sangre en la bañera. Mientras el thanagariano juraba venganza, el último de sus compañeros que aún permanecía con vida recibió un disparo que le destrozó la rodilla, haciéndole caer frente a él. Varios mercenarios se disponían a rematar la faena pero una vez más, Kowan fue más rápido y utilizó un extintor para golpear a los tres enemigos que les cercaban y dejarlos fuera de combate.

El thanagariano sabía que no podría resistir mucho más tiempo allí, así que recogió del suelo a su compañero herido, y cruzando en vuelo el salón, lograron escapar por la ventana, alzándose velozmente hacía el cielo. Los mercenarios ni siquiera tuvieron la oportunidad de maldecir su suerte: Kowan Dan había dejado tras él un detonador termal que arrasó todo el apartamento.

El Sr. Angle ahogó un pequeño grito de rabia: había perdido todo contacto con sus hombres, y resultaba evidente que habían perecido en la explosión. “Al menos hemos borrado las pruebas incriminatorias del apartamento” pensó mientras buscaba argumentos que le hicieran ganar puntos ante Luthor y Laverne.

Descolgó de nuevo su teléfono móvil mientras se alejaba de la zona: lo último que deseaba era que la policía quisiera tomarle declaración como testigo presencial de la explosión. Ya no había lugar para la discreción; que los thanagarianos sobrevivieran no era una opción, así que no le quedó más remedio que ordenar a su segunda línea de ataque que comenzara la caza y los mataran a cualquier precio.

Museo Stonechat de Arte e Historia. St. Roch. Louisiana.

-No recuerdo esta... – Dijo Flash mientras observaba una foto colgada en la pared.
-El velocista escarlata y el guerrero alado... Es una de las pocas fotos que conservo de tu tío. – Le contestó Hawkman.

El despacho de Carter Hall, alias Hawkman, estaba situado en la planta superior del museo Stonechat en St. Roch. Las paredes estaban cubiertas por objetos y armas antiguas de civilizaciones desaparecidas hacía milenios: auténticas joyas de incalculable valor histórico.

-Vaya colección tienes aquí… - Dijo Flash observando un jarrón decorado con motivos orientales.
-La mayoría son recuerdos personales.
-Si hubiera sabido eso cuando era crío y Barry me llevaba al Satélite de la Liga…
-Déjame adivinar: hubiera pasado mis horas de turno frente al monitor dándote clases de historia.
-Básicamente. No se me daba muy bien la asignatura.
-En aquella vida fui arqueólogo y hubiese podido responder a tus preguntas… pero no he recordado todas mis vidas pasadas hasta mi última reencarnación.
-En Thanagar.
-Así es… - Dijo Hawkman. – No quisiera ser brusco Wally, pero… ¿A qué has venido exactamente?

Flash se giró hacia Carter mostrando su rostro preocupado:

-¿Recuerdas nuestra lucha contra Hermano Grimm [5] ? En uno de los edificios destruidos durante ese enfrentamiento aparecieron los cuerpos de dos thanagarianos, y me preguntaba si sabrías de algún motivo para que estuvieran allí. He supuesto que debido a tu relación con ese planeta, eras mi mejor baza para obtener alguna respuesta.
-Mi implicación con Thanagar se remonta a mi primera vida, cuando era conocido como el príncipe Khufu, durante el próspero reinado de Ramsés II. En aquellos tiempos, una nave thanagariana se estrelló en Egipto y descubrimos el metal Nth, el cual aprendimos a utilizar en nuestro propio provecho. – Hawkman hizo una pausa. – El metal Nth incrementa la fuerza del que lo posee, tiene propiedades curativas y usándolo debidamente le da a su portador la capacidad de desafiar la gravedad. Posteriormente, mi consorte Chay-Ara y yo fuimos asesinados por el sacerdote Hath-Set, que usó para su crimen una daga cuyo filo estaba hecho con metal Nth. De alguna manera, este metal cambió nuestras almas, convirtiéndolas en inmortales… y haciendo que nos reencarnáramos una y otra vez, estando destinados a encontrarnos y a enamorarnos en cada vida… y a morir de nuevo a manos de Hath-Set.
-Ya veo... ¿Y es posible que esos thanagarianos estuvieran siguiéndote? Es demasiada casualidad que apareciesen en Keystone al mismo tiempo que tú…
-No se me ocurre ningún motivo para ello.
-¿Algo que tenga que ver con el segundo Hawkman [6] quizás?
-¿Katar Hol? Lo veo improbable. Cuando renací en Thanagar obtuve también los recuerdos de Katar, pero los he ido perdiendo poco a poco.

En ese instante, una potente explosión interrumpió la conversación entre los dos héroes; parecía que hubiera estallado algún tipo de bomba muy cerca de allí.

Desde los ventanales del despacho de Hawkman, podía divisarse una gran humareda negra elevándose hacia el cielo.


Ayuntamiento de Keystone City. Kansas.

Morillo repasaba una y otra vez los informes relacionados con el derrumbamiento de la central de policía. De lo único que estaba seguro en aquel momento era que no creía en la versión oficial vertida por la Casa Blanca: las pruebas que tenían demostraban que no había ningún indicio de la implicación de los Outsiders en el atentado.

Alguien estaba tratando de mantener en secreto la presencia de thanagarianos en la Tierra. Las preguntas eran ¿Quién? y ¿Por qué? Desgraciadamente, la única respuesta que se le ocurría era que los propios thanagarianos estuvieran detrás de todo aquello. ¿Acaso estaban planeando una invasión a gran escala? Sintió un intenso escalofrío en su nuca con sólo pensar en aquella posibilidad. Aquella mañana había tenido ocasión de dormir unas pocas horas pero la jaqueca y el cansancio parecían estar venciéndole. “Espero que Flash saque algo en claro en St. Roch porque yo estoy completamente atascado”, se dijo mientras apoyaba su espalda sobre el respaldo de la silla. En aquel instante, una veintena de hombres y mujeres elegantemente vestidos entraron en las oficinas provisionales de la policía. Uno de ellos comenzó a dar órdenes a todo el mundo.

-¡Eh! ¡Un segundo! – Dijo Morillo mientras se levantaba, acercándose al que parecía el jefe. - ¿Quién diablos es usted?
-Agente especial Richardson. – Contestó el hombre enseñando una placa. - Tenemos orden de requisar toda la información que puedan tener sobre el atentado en la central de policía. Desde este momento, el caso pasa a nuestras manos.
-¡Y una mierda! ¡Estirado hijo de…! – Dijo Chyre corriendo desde el otro extremo.
-Tranquilo grandullón. – Dijo el hombre sin inmutarse. – Ahora que vamos a hacernos cargo de la investigación, la ciudad podrá dormir más tranquila.
-¡Que le follen! – Grito Chyre mientras era sujetado por tres de sus compañeros; nadie quería que fuera arrestado por agresión.
-Agente Richardson. – Dijo Morillo tratando de razonar. – El alcalde nos ha prometido jurisdicción total en este caso… Incluso tenemos la ayuda de Flash…
-Ya que lo menciona... Informe al señor West que abandone la investigación. Como ya le he dicho, ahora es un caso federal y no deseamos la intromisión de ningún meta.
-Oiga… - Trató de replicar Morillo.
-No. Oiga usted. Son órdenes de arriba. ¿Lo entiende? Ahora, si me disculpa… Tengo mucho que hacer. – Dijo Richardson arrebatando a Morillo unos documentos que llevaba en las manos.

Los agentes del F.B.I comenzaron a llevarse los ordenadores y todas las carpetas de documentación, registrando meticulosamente cada mesa, armario y persona de aquella sala. Tardaron poco más de una hora en dejar desnuda la sede provisional de la policía. Hunter Zolomon, en Keystone desde hacía sólo unas pocas horas, se acercó a la mesa de Morillo, quien estaba tratando de calmar a Chyre.

-No puedo creerlo ¡Maldita sea! ¿Cómo nos pueden dejar fuera? - Preguntó Chyre al aire.
-Política… Supongo. – Respondió Morillo. – De todas formas, no creo que sea legal esta intervención de los archivos de la policía. Existen procedimientos y protocolos de colaboración.
-Es legal si se considera un asunto de seguridad nacional. – Dijo Zolomon. – Es curioso, pero estaba pensando que nuestra prueba más importante era la declaración del Doctor Miller.
-Sí… - Dijo Chyre cogiendo su chaqueta.
-Estoy contigo compañero. – Dijo Morillo siguiendo a Chyre.
-Pero… ¡Os arrestarán por obstrucción!
-Es mejor que estar aquí sin hacer nada. – Dijo Chyre. – Además, llevo treinta años en el cuerpo: créeme, si he sobrevivido hasta hoy es porque he aprendido a seguir mis instintos.

Centro de St. Roch. Louisiana.

Mientras las centralitas de la policía y de los servicios de urgencias se saturaban con las llamadas de los ciudadanos, Flash ya había evacuado a todas las personas cercanas al epicentro de la explosión. Afortunadamente, no hubo tiempo material para que las llamas se extendieran más allá del apartamento 807 y ahora que Flash estaba allí la situación estaba bajo control: agitando sus brazos a supervelocidad, creó un auténtico torbellino que fulminó el incendio en un instante.

En aquel momento, entró Hawkman por la ventana. La vivienda estaba completamente destruida. El hollín cubría todas las paredes y techos; de los muebles sólo quedaban restos que apenas se podían distinguir, y los azulejos y baldosas se habían convertido en escombros. La tétrica escena se completaba con diversos cadáveres dispersos por todo el lugar.

-He contado diecisiete cuerpos… Armas y evidentes signos de lucha. – Dijo Flash que había inspeccionado el apartamento en menos de un parpadeo.
-Parece un asalto. – Dijo secamente Hawkman.
-Sí… En la calle encontré otro cadáver. Vestía un uniforme negro y tenía toda la pinta de formar parte de algún grupo de matones a sueldo.
-Las víctimas son thanagarianos; hay restos de su tecnología por todas partes. – Dijo Hawkman. – Creo que esto confirma tu teoría de que me han estado siguiendo: este edificio se encuentra sólo a dos manzanas del museo Stonechat.
-Confirma también que alguien no quiere que descubramos la presencia de thanagarianos en la Tierra… ¿Y si Lex Luthor tuviera algún tipo de conexión con ellos?
-¿Luthor está detrás de todo esto? – Preguntó Hawkman visiblemente agitado. - ¿Hasta cuándo va a permitir la Liga que siga siendo el presidente del país?
-¡Eh! No veo que la Sociedad de la Justicia esté haciendo demasiado al respecto.

A continuación, se escuchó el eco del sonido de unas ametralladoras en la calle. Hawkman y Flash cruzaron sus miradas durante un breve instante, sin que fuese necesario que pronunciaran palabra alguna: tenían trabajo que hacer.

Apartamento de Ronald Miller. Keystone City. Kansas.

Ronald Miller no podía quitarse de la cabeza los últimos acontecimientos: la excitación que había sentido al identificar los cuerpos alienígenas era ya parte del pasado, y ahora se sentía frustrado y algo deprimido. En Star Labs habían sido todos muy amables, pero de forma cortés, eso sí, le habían invitado a marcharse a su casa, argumentando que necesitaba recuperarse de las emociones vividas durante las últimas horas. Sin embargo no era eso lo que él necesitaba; aunque entendía que una vez identificados los thanagarianos [7] ya no les servía para nada, le molestaba haber sido apartado del caso.

Giró la llave, abriendo la puerta de su apartamento. Ronald vivía solo en aquel pequeño piso alquilado; lo cierto era que jamás le había parecido tan solitario y triste como aquel día. Para él, su trabajo era su vida y le resultaba muy duro encontrarse en aquella situación: había pasado del momento más emocionante de su carrera a la inactividad total. Durante el día, había realizado varias llamadas al ayuntamiento para informarse de cuándo podría reincorporarse al trabajo, pero con la comisaría destruida y el cuerpo de policía decapitado, sólo le habían dado largas; nadie sabía muy bien cómo afrontar la situación y mucho menos en qué momento volvería todo a la normalidad.

Entró en la cocina y metió una pizza congelada en el microondas. Encendió la televisión y puso el canal de noticias mientras se dirigía al cuarto de baño para darse una ducha rápida. En ese instante escuchó un ruido… como el producido por una repentina ventisca. Con la camisa a medio desabrochar, salió hacia el salón pensando que se habría dejado alguna ventana abierta y fue entonces cuando oyó una voz que le susurraba por detrás:

-Luthor nunca debió permitir que vivieras.

Ronald se giró sobresaltado, con el corazón martilleando con fuerza, pero no vio a nadie tras él.

-¡¿Quién anda ahí?! – Gritó asustado, mientras rastreaba con mirada frenética todo su apartamento.

Sin que llegase a captar la presencia de nadie, una mano enguantada de color amarillo vibró a través de su pecho destrozándolo. Ronald Miller cayó muerto a los pies de un hombre que vestía un familiar traje amarillo y rojo.

-Soy yo… Zoom. El Flash Reverso.

Continuará…




[1] La ciudad de Green Lantern (Hal Jordan) fue destruida por el villano conocido como Cyborg Superman y Mongul. La población de Coast City era de unos siete millones de habitantes.
[2] En Las Aventuras de Superman: Mundos en guerra nº 1-4 (Norma Editorial)
[3] Asesinado por Luthor en Flash nº 4.
[4] En Outsiders nº 3 de Action Tales.
[5] En Flash (Vol 2) nº 191 USA.
[6] El segundo Hawkman fue Katar Hol, nativo de Thanagar.
[7] Como se vio en el último número.

2 comentarios :

  1. Bueno, he tardado en comentar esta saga, porque leí los dos capítulos anteriores en el móvil, pero no podía esperar todos los capítulos que aun me quedan para felicitar a los autores. Y es que estos tres números de Flash se encuentran ya entre mis favoritos de la página.
    No solo retratan perfectamente al personaje, sino al elenco de secundarios que lo rodean en estos números. Mención especial a Morillo y Chyre, personajes que serían fácil dejar de lado y que juegan un más que interesante rol en la historia.

    Y quiero destacar en particular a un personaje inventado como es Laverne, personaje del que ya me he enamorado, aunque su aparición principal se diera en el número anterior.
    Por supuesto grande Lex Luthor, bien es cierto que se echaba un poco en falta a la galería de villanos de Flash, pero ya tenemos por aquí a Zoom.

    En fin, seguiré leyendo, ya que estoy totalmente enganchado!!!

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  2. Me alegro de que hayamos conseguido engancharte. La verdad es que tanto Imanol como yo disfrutamos mucho con esta historia, y yo aún guardo muy buen recuerdo de ella :)

    La sombra de Geoff Johns (del buen Geoff Johns) aún marcaba nuestra visión del protagonista y su entorno cuando escribimos estos números, y creo que se nota, por ejemplo (y como tú señalas) en nuestro tratamiento de los personajes secundarios que contribuyeron al éxito de su primera etapa en los cómics (qué buenos fueron aquellos cómics...).

    Respecto a Laverne y el tratamiento que hicimos de Luthor en "Utopia Perdida"... aplausos para Imanol, que fue el principal responsable de esa parte de la historia. Yo también pienso que hizo un grandísimo trabajo con ellos.

    Bueno, pues a ver si seguimos convenciéndote con los siguientes números... ;)

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