Showcase nº 01: El Atomo

Titulo: El poder del Átomo
Autor: Imanol
Portada: Javier Diaz
Publicado en: Marzo 2006

¡Comienza una nueva serie! Showcase será un auténtico "escaparate" para el Universo DC y por sus páginas verás pasar a los más diversos héroes, enfrascados siempre en trepidantes aventuras. ¡Embárcate con nosotros en éste maravilloso viaje!
Al Pratt sufría toda clase de humillaciones a causa de su diminuta estatura, con la ayuda del ex – boxeador Joe Morgan y siguiendo un estricto régimen alimenticio y un duro calendario de entrenamientos, se convertiría en un pequeño gran superhéroe en tan sólo un año… 
Creado por Ben Flinton y Bill O'Conner

Cuartel general de la SJA [1] en Manhattan. Nueva York. Diciembre de 1942
Cuando Hawkman llama al orden, todos nosotros nos sumimos en un silencio absoluto. Hay gente que lo tiene y hay gente que no, él infunde respeto y nosotros... Incluido el Espectro, simplemente obedecemos y tomamos asiento frente a la mesa circular. El motivo de la reunión es dar carpetazo final al informe de nuestra última misión, el desmantelamiento de una red nazi de espías que a través de una línea de Zeppelines turísticos para adinerados, cartografiaban al detalle las ciudades más importantes de EEUU, descubriendo y seleccionando objetivos militares para los saboteadores.
Me llamo Al Pratt, Atom... Junto a mí, los héroes más grandes que jamás hayan pisado la tierra, el resto de los miembros en activo de la legendaria Sociedad de la Justicia de América:
Dr. Fate, Sandman, Johnny Thunder, Espectro, Dr. Mid-Nite, Starman, Hawkman e Hipólita, la reina amazona conocida como Wonder Woman.
En la mesa, evito encontrarme con las miradas inquisidoras de mis compañeros y por primera vez desde que me puse este uniforme, siento vergüenza y miedo... No hace falta que diga que daría cualquier cosa por erradicar esa sensación de mi interior... Lamentablemente, aumenta más de lo que jamás hubiera imaginado cuando Hawkman inicia oficialmente la reunión.
- Con esta nueva victoria, la red de espionaje enemiga ha quedado muy mermada pero no podemos bajar la guardia, el cáncer nazi sigue estando presente en nuestro país y debemos evitar su reorganización a toda costa. Los actos de sabotaje tienen un efecto muy negativo sobre la moral de los soldados y de la población. Esa debe de ser nuestra principal preocupación.
Me levanto de la mesa antes de que mis compañeros me recriminen.
- Si... La SJA ha conseguido una nueva victoria... ¡Y yo he estado apunto de arruinarlo todo!
- No seas tan duro contigo mismo Al... – Trata de calmarme Starman.
- Ted, no necesito tu compasión, lo cierto es que mi actuación de anoche pudo costarle caro a América y a este grupo y no puedo seguir engañándome a mí mismo. No aporto nada a la SJA.
- Tu coraje y valor es...
- Sé que no soy un cobarde Wonder Woman. – No dejo que prosiga, en mi mente la decisión ya está tomada. – No se trata de eso.
- Cometiste un error, - Dice el Dr. Mid-Nite – Atacaste antes de la señal eliminando el factor sorpresa, aprende de tus errores, no te tortures.
- Siempre soy el primero en atacar y el primero en caer inconsciente...
- Te esfuerzas demasiado en probar que eres digno de la SJA, - Me dice el Dr. Fate. – Eso te hace ser impulsivo y descuidado... Pero nadie duda de tu importante contribución a este equipo.
- Y eres uno de los fundadores. – Añade Hawkman.
- Durante dos años he estado viviendo una mentira ¿Cómo pude pensar que podría estar a la altura de los más grandes?
- Eres de los nuestros Al.
- Wesley, Junto con Johnny, soy el miembro más joven… Aún estoy en la universidad. Johnny y yo fuimos aceptados casi como mascotas.
- ¡Eh! – Protesta Johnny Thunder.
- He madurado, lo sucedido anoche me hace ver las cosas con perspectiva y creo que lo mejor que le puede pasar a este grupo es que yo me aparte de su camino.
Abandono la sala de reuniones mientras que el resto de la SJA se sume en un incómodo silencio, quizás no sea lo más inteligente que he hecho en mi vida pero ahora más que nunca, necesito aceptar mis limitaciones y buscar mi lugar en el mundo como ser humano y como vigilante enmascarado.
Navidad en Nueva York, para muchos la mejor ocasión de visitar la gran manzana, la ciudad se tiñe de blanco y es inundada por lo que me gusta definir como “espíritu navideño”... Siempre ha sido mi época favorita. Desde niño, he asistido cada año a la inauguración oficial de las fiestas en el Rockefeller Center pero las cosas están cambiando, desde el inicio de la guerra ya no se celebra el espectacular desfile de acción de gracias y el mundo parece ahora un lugar más temible y menos simple. Época de cambios, supongo.
Estoy en una enorme estación de trenes de Manhattan, ha pasado ya una semana desde que abandoné la SJA. Apenas he dormido estos días asaltado por las pesadillas y las dudas. En mis sueños, vuelvo ser el Al Pratt que solía ser, un alfeñique de metro cincuenta y cinco, objeto de burlas y bromas pesadas por parte de mis compañeros de la universidad Calvin. ¿Qué hubiera sido de mí si Joe Morgan, antiguo campeón de boxeo, no me hubiera convertido en un diminuto superhombre? A pesar de no tener poderes sobrehumanos, nunca me he sentido inferior al resto de los “Mystery Men”... He luchado, sufrido, llorado y reído junto a ellos... ¿Qué me sucede ahora? ¿Por qué me siento como una pulga otra vez? No dejo de pensar que tal vez, siempre haya tenido estas dudas enterradas en mi subconsciente y que ahora, no hacen más que aflorar a la superficie a causa del incidente de la semana pasada.
Me conecto de nuevo al mundo real, la estación está repleta de gente que espera a sus familiares o seres queridos. Yo espero a mi dulce Mary, la mujer de la que estoy locamente enamorado y sin duda, con la que me casaré en el futuro. De pronto, mi corazón comienza a bombear sangre con más fuerza, mis músculos se tensan y empiezo a notar los efectos de la adrenalina recorriendo mi cuerpo. De entre la multitud, pese a su atuendo occidental, reconozco a Nakano Oyama, uno de los miembros más buscados de la Sociedad del Dragón Negro, una organización ultraderechista nipona dedicada al sabotaje y al crimen organizado [2] . Veo a Mary que acaba de apearse del tren, me saluda y comienza a acercarse... Pero ahora, aunque me duela en el alma, Nakano Oyama tiene toda mi atención, debe de haber un motivo para que se exponga de esta manera y es mi responsabilidad averiguarlo y detener sea lo que sea lo que esté tramando.
Voy abriéndome paso entre la multitud, ignorando a Mary sigo los pasos de Nakano Oyama hasta los teléfonos públicos, dónde comienza a hablar posiblemente con algún superior. Me dirijo rápidamente hacia los servicios... Sé que no es la forma más digna pero obtengo la privacidad que necesito para cambiar de mi identidad civil a la de aventurero enmascarado. Como Atom, todas las miradas se posan sobre mí, afortunadamente, Nakano Oyama sigue hablando por teléfono y no se percata del circo que mi presencia está montando en la estación. Avanzo rápidamente hacia él y la gente se aparta de mi camino como símbolo del respeto que obtienes siendo miembro de la SJA.
Espero a que cuelgue, lo último que necesito es que sus jefes crean que algo va mal. Mi puño atraviesa el cristal del compartimento del teléfono público y le golpeo en la cara. Nakano Oyama cae al suelo.
- Nakano Oyama... ¡Cuánto tiempo!
¿Qué puedo argumentar en mi defensa? Nunca he tenido demasiada labia, mi papel en la SJA ha sido siempre el de pequeño saco de músculos con mala leche que aporrea cosas...
- ¡Enano Americano! – Dice mientras se levanta y se abalanza hacia mí.
Cojo el auricular que estaba usando y le doy un potente tirón consiguiendo arrancar el aparato telefónico de la pared y golpeándole con él en la cara. El pobre desgraciado cae fulminado al suelo mientras la gente vitorea pero se mantiene alejada. Ni que decir tengo que este pequeño baño de gloria es justo lo que me había recetado el médico.
- Necesito algunas respuestas…
Me acerco al japonés cuya cara ya se ha cubierto de sangre pero sólo consigo que se enfurezca más, jamás conseguirá acertarme en ese estado de furia. Esquivo sus torpes embestidas con facilidad, esa mierda del karate no funciona si no consigues golpear a tu enemigo. Acabo con la pelea rápido, con la izquierda le propino un duro golpe en el vientre y cae de nuevo a mis pies, abrazándose el estómago y respirando a dudas penas. Él me mira y sonríe, cuando me doy cuenta de lo que sucede ya es demasiado tarde, se ha tragado una píldora y la rata muere a mis pies como tal. Varios policías y altos responsables de la estación se acercan a mí.
- Atom... Es un honor conocerle señor... ¿Quién es él? – Dice uno de los polis.
- Nakano Oyama... Era un conocido espía, creo que se ha tragado una píldora de cianuro.
Me agacho y rebusco en sus bolsillos. Lo único que encuentro es un billete de tren sin usar, al parecer, un expreso Nueva York – Washington.
- ¿Alguna prueba señor? – Me pregunta el poli de antes.
- Sólo una corazonada... – Enseño el billete a uno de los encargados. - ¿Qué puede decirme acerca de este billete?
- Mmm... Se trata de un tren militar especial señor, ha partido hace casi diez minutos, está repleto de miembros de la marina, jóvenes que regresan de permiso navideño a sus casas... No me explico como alguien como él ha podido conseguir este billete señor.
- Esta gentuza tiene sus métodos... Escúcheme, necesito un mapa con la ruta que lleva la línea y que establezcáis contacto con el tren, es posible que haya sufrido un sabotaje o un secuestro. Si Nakano Oyama tenía un billete, es posible que otros miembros de la Sociedad del Dragón Negro se encuentren a bordo.
- ¡Sí señor! – Dice y se aleja corriendo.
- Necesito una moto potente lo antes posible. – Le digo al policía.
Cruzo Manhattan a toda velocidad, el viento y el frío se me clavan en la piel como afiladas cuchillas pero mi único pensamiento está en el tren que debo alcanzar cueste lo que cueste. Cada minuto que pasa es un valioso tesoro y ya no albergo ninguna duda de que la Sociedad del Dragón Negro se ha hecho con el control del tren y de la vida de sus pasajeros. Las autoridades no conocen a esas alimañas como yo, son capaces de cualquier cosa... Matarán a todos los rehenes sólo por la publicidad y el efecto desmoralizador que se extendería por todas las tropas aliadas en el frente. Doscientos jóvenes de la marina de los Estados Unidos de América, doscientos héroes que vuelven a sus hogares de permiso navideño. No dejaré que suceda, no mientras me quede una brizna de aliento en mis pulmones.
Aceleró mi máquina al máximo, esquivo toda clase de vehículos, adelantándoles por la izquierda y la derecha, haciendo “eses” por la autopista que me lleva fuera de la ciudad. He memorizado los detalles de la ruta de la línea, conozco muy bien la zona y salgo de la autopista con la intención de atajar por caminos rurales y carreteras secundarias.
Media hora más tarde, mientras bajo por una pequeña colina, diviso mi objetivo deslizándose por las vías con aparente normalidad. Vuelvo a la carretera general y persigo al tren hasta ponerme a la par del mastodonte de acero. No sé exactamente como, pero tengo que subir al tren y descubrir que es lo que está pasando. La carretera se separa poco a poco de las vías y me lamento pensando que tal vez haya perdido mi única oportunidad. De pronto, veo que a lo lejos la carretera se eleva sobre las vías del tren. No lo pienso dos veces, después de todo, si lo hiciera, me daría cuenta de que es una locura y de que no solucionaría nada si terminase muerto. Mi instinto de supervivencia queda enterrado bajo el valor que consigo reunir, no voy a dejar que se salgan con la suya. Llego al puente en el preciso instante en el que por debajo, pasa la mole mecánica. Evidentemente, no hay tiempo para desmontar de la moto, supongo que tengo que hacer esto de la forma difícil... Me estrello contra las barreras de protección de madera y las atravieso mientras me elevo en el aire.
Por unos instantes, todo a mi alrededor parece silenciarse, me suelto de la moto y ésta, se aleja volando como si se tratara de algún tipo de pájaro metálico. Mientras caigo hacia el tren me invade una sensación extraña, es como montar en una montaña rusa sin estar sentado ni sujeto a nada, ¿Es lo que se siente al volar? ¿Es lo que sienten Starman o Green Lantern cuando se elevan por encima de la ciudad? La realidad en forma de tren expreso me golpea en ese instante, a causa de la velocidad, reboto, giro y estoy a punto de caerme por uno de los bordes del tren. Afortunadamente, mis reflejos son rápidos y consigo agarrarme a un saliente del techo del vagón, quedándome colgado. En ese instante, veo como se estrella la moto contra el suelo y cae colina abajo en forma de bola de fuego. Adiós al elemento sorpresa, supongo que mi aterrizaje ha causado una pequeña revolución en el interior del tren aunque no consigo escuchar nada. Moverse discretamente entre las sombras es cosa del bueno del Dr. Mid-Nite pero ahora, yo soy el único que puede ayudar a estos muchachos a ver el amanecer un nuevo día. Mis brazos levantan mi propio peso y en pocos segundos estoy de pie encima del último vagón del tren. Mantener el equilibrio y avanzar resulta mucho más difícil de lo que hubiera creído y el fuerte viento no ayuda precisamente.
Comienzo a andar hacia el siguiente vagón lo más deprisa que puedo, de pronto, escucho el estruendo de una ametralladora procedente del interior del vagón, me están disparando pero el techo metálico me protege como si se tratara de un gran escudo antibalas. Temo que las balas rebotadas alcancen a los pasajeros pero el sonido de la ametralladora se detiene abruptamente, parece que tampoco quieren perder a los suyos innecesariamente… No al menos hasta que finalicen con su misión.
Al fin, veo a mis enemigos cara a cara, están subiendo al techo desde el acceso del penúltimo vagón, se encuentran justo enfrente, llevan uniformes verdes, capuchas rojas y el símbolo de un gran dragón negro en sus pechos. De momento, diviso a tres… Cada uno de ellos lleva una katana al cinto y ametralladoras en las manos. El primero de ellos ya está en el techo y levanta su arma contra mí. Espero hasta el último momento para echarme al suelo y protegerme de la lluvia de plomo que se avecina pero sólo dispara una ráfaga. Su desdichado dueño no cuenta con el retroceso de su arma, pierde el equilibrio y cae del tren gritando algo en japonés. Una de las balas me ha rozado el muslo izquierdo pero no puedo evitar que una extensa sonrisa asome en mi cara, probablemente, ha sido la escena más patética y graciosa que haya visto nunca y me sorprendo pensando que algún día, cuando sea viejo, contaré esta anécdota hasta la saciedad a mis descendientes. Claro que primero tengo que preocuparme de llegar a viejo.
Me levanto rápidamente y llego hasta el principio del vagón, uno de los esbirros logra apuntarme pero estoy muy cerca y consigo agarrar el cañón de su arma y desviarlo. El arma escupe fuego pero es su compañero quien recibe las balas y cae a las vías… Sus gritos de dolor quedan acallados cuando es aplastado por el vagón. Ni siquiera alguien como él se merece ese final.
Continuo con el forcejeo con el último de los esbirros quien no deja de decirme cosas (supongo) poco agradables en japonés. Le regalo un cabezazo y cae ante mí, vuelve a apuntarme con su arma pero una buena patada consigue arrancársela de las manos y lanzarla fuera de su alcance. Furioso, me golpea con las piernas haciéndome retroceder un par de metros. Se levanta con un espectacular “salto de payaso”, desenvaina su katana y comienza a hacer rápidos movimientos con ella, demostrando su maestría y precisión en el manejo del arma. Tengo que reconocer que es un verdadero experto. Me agacho y rezo por su alma, en el último instante, el pobre diablo mira atrás y se da cuenta lo que sucede. Entramos en un túnel y el fortísimo impacto desperdiga sus restos en cien metros a la redonda.
Más esbirros tratan de subir al techo, le suelto una coz al que está más cerca y cae del tren llevándose consigo a dos compañeros, afortunadamente para ellos, lejos de las vías. Veo a más japoneses subiendo a los techos de todos los vagones, desenvainan sus katanas y vienen hacia mí. Contabilizo una docena de enemigos, tengo que aprovechar que vienen escalonadamente para acabar con ellos de forma rápida, si consiguen rodearme puedo tener problemas. Me ayudo de mi capa, del humo que expulsa la locomotora [3] y del viento como arma. No se lo esperan… Soy más rápido, fuerte y listo que ellos y uno a uno sucumben bajo mis puños.
Un buen salto y ya me encuentro dentro del tren. Entro en el vagón y bloqueo la puerta, contabilizo un par de enemigos pero mi presencia monta una pequeña revolución en el vagón, los rehenes no son viejecitas inocentes y aprovechan la distracción para atacar a sus captores. En espacio cerrado, les es casi imposible utilizar sus katanas o sus armas sin herir a sus propios compañeros. Los fascistas caen en pocos segundos.
- ¿Quién es el oficial de mayor rango? – Pregunto.
- Señor… Soy el Teniente Brown… - Me responde un hombre joven y alto.
- ¿Algún herido?
- Tenemos dos heridos por bala señor, parecen ser heridas superficiales pero van a necesitar atención médica.
- Y la tendrán, se lo prometo. ¿Sabría decirme a cuantos hombres nos enfrentamos?
- No estoy seguro señor, subieron al tren junto con nosotros, no notamos nada extraño, sus facciones no eran orientales, se cambiaron de uniforme y tomaron el tren en pocos minutos. No pudimos hacer nada.
- Cirugía plástica, maquillaje, pelucas… Esas ratas son capaces de todo. – Ahora me doy cuenta que todavía no les he visto las caras que guardan tan celosamente bajo sus capuchas. - Encárguese de las armas, bloquead la puerta de nuevo cuando salga y manteneos alerta. No salgáis del vagón.
- Si señor. – Dice el joven haciendo un saludo militar que yo imito.
En los siguientes vagones apenas tengo trabajo, los japoneses ya han sido neutralizados, su estrategia de seguirme al techo ha resultado ser un fiasco total, mermando sus fuerzas a un tercio, he conseguido que sean incapaces de mantener a raya a los rehenes. Han perdido el control de la situación y la iniciativa ahora es nuestra. Sin embargo, el tren sigue moviéndose a gran velocidad por lo que supongo que todavía hay miembros de la Sociedad del Dragón Negro atrincherados en la locomotora.
Paso de vagón en vagón encargando al oficial de mayor rango la seguridad de sus compañeros y pidiéndole que ordene el bloqueo de las puertas. De momento hay varios heridos, ninguno grave y afortunadamente ninguna victima mortal. En ese instante me doy cuenta que todas mis dudas anteriores se han desvanecido en el aire como el humo de una fogata, me siento mejor que nunca. Se que he nacido para esto.
Derribo de una patada la puerta del último vagón de pasajeros, acabo de llegar al final del trayecto. El vagón se encuentra vacío, exceptuando a dos miembros de la Sociedad del Dragón Negro y una bella mujer oriental de apenas veinte años de edad. Parece que he encontrado la “sala” de reuniones improvisada de los secuestradores. La chica lleva un traje tradicional de combate japonés y una preciosa katana en la mano. ¿Es posible que sea la responsable de esta misión? Mis dudas se disipan cuando ordena a sus esbirros que me ataquen.
Cojo impulso saltando sobre los asientos de pasajeros y derribo a los dos hombres con una doble patada.
- Se acabo el juego señorita, ordene que paren el tren inmediatamente. – Le digo.
La chica es muy hermosa, pequeñita pero algo más alta que yo, una lástima que su mente haya sido lavada y pervertida por los fascistas. Ella me mira y sonríe, salta en posición horizontal sobre mí, se eleva alrededor de un metro del suelo y gira sobre si misma como una peonza, con el brazo extendido y blandiendo su katana. Salto sobre ella esquivando el filo de su arma justo a tiempo, me ha cogido por sorpresa y caigo al suelo de forma poco ortodoxa. Ella sin embrago, ha cruzado todo el vagón con ese movimiento humanamente imposible y aterriza suavemente desafiando las leyes de la física y de la gravedad. Toma una pose de arrogancia y de frialdad.
- Muere americano, no eres rival para una guerrera Samurai criada en un templo Shaolin.
En cuanto tengo ocasión de mirarla mejor, me doy cuenta que se trata de un chica china, aliada de nuestro gobierno contra las fuerzas japonesas
- ¿Te obligan a hacer esto? Ayúdame y te liberaré del yugo japonés…
- ¡Soy japonesa! ¡Soy de Okinawa!
De repente no me parece una buena idea haberla enfurecido de esta manera, si no recuerdo mal, Okinawa es una región del sur de Japón, históricamente, con mucha influencia china. Avanza rápidamente hacia mí, abriéndose paso y cortándolo todo con su impresionante katana, cuyo filo atraviesa el acero como simple mantequilla. Cojo una de las armas de los esbirros inconscientes esperando poder igualar el combate pero mi katana se rompe por la mitad en cuanto choca con la suya. Antes de que pueda lamentarlo, ella ya me ha golpeado varias veces con sus brazos y piernas. Jamás he visto a nadie tan rápido exceptuando claro está, a Jay Garrick [4]
Caigo ensangrentado a varios metros de distancia. Ella ni siquiera suda.
- ¿Cómo te llamas? – Trato de recuperar el aliento.
- Jen Shu Lien.
- Es un nombre chino…
- Mis antepasados lo fueron. Tú puedes llamarme Dragón Negro.
Consigo evitar un mandoble de su katana pero me golpea con su pierna a la vez que ejecuta un salto mortal hacía atrás. Nunca he creído en las historias y leyendas sobre los superpoderes de los monjes Shaolin chinos y los Ninjas japoneses pero esta muchacha me está haciendo cambiar de opinión a marchas forzadas.
- ¿Qué pretendes secuestrando el tren?
- La muerte de los miembros de la marina evidentemente pero tengo ordenes de que sea de una forma especialmente dolorosa y desmoralizadora…
Juega conmigo, me supera en todos los aspectos, es tan rápida que me cuesta incluso verla. Me golpea con su katana, me corta la capa y caigo al suelo sin aliento.
- ¿Cómo piensas hacerlo? – Digo mientras me levanto con dificultad.
- Supongo que puedo decírtelo, no hay forma de que puedas impedirlo… Pronto llegaremos a un cruce en obras. Un puente a medio construir para ser más exactos. El desvío está activado, dejaremos la línea principal para seguir por la vía en obras. El tren va a precipitarse por el puente y estrellarse contra el agua. Va a ser todo un espectáculo.
- ¡No!
Me abalanzo sobre ella pero ni siquiera consigo tocarla, me golpea con fuerza, se mueve de una forma asombrosa, es como un ballet de la guerra y yo no soy más que un saco de entrenamiento.
- Tengo que reconocer que tienes una resistencia y una voluntad asombrosa americano, estos golpes habrían bastado para tumbar a un elefante.
Tengo un par de costillas rotas, la cara tan hinchada que apenas puedo abrir los ojos… Tengo que hacer un gran esfuerzo para no perder la consciencia, ¿Es el fin? Sólo hay una cosa inteligente que puedo hacer, alejarme de ella. Abro la puerta del vagón y avanzo hacia el ténder [5] .
- ¡Cobarde! – Me grita la muchacha, mientras me persigue.
Subo al techo y avanzo hacia la locomotora, colándome en la cabina del maquinista. Cojo al japonés por sorpresa y lo lanzo fuera del tren. Los verdaderos maquinistas habrán sido llevados junto con los otros rehenes. Dragón Negro se cuela en ese instante en la cabina, tal como esperaba que hiciera. En un espacio tan reducido, es incapaz de esquivar todos mis ataques y aunque recibo una verdadera tormenta de golpes, ella tampoco puede evitar que conecte mi mejor derechazo contra su cara y cae inconsciente.
Cojeo, sangro por todas partes, mis músculos se niegan a responderme y el dolor es tan insoportable que me hace vomitar. Aún así, cojo su increíble katana y vuelvo al primer vagón, cada paso es una agonía, y en cada movimiento el dolor se hace más intenso. Levanto la katana, corto las juntas de sujeción de los vagones con la locomotora-ténder pero estoy muy débil y se me cae la poderosa arma hacia el paisaje en movimiento.
Los vagones se separan y resoplo al darme cuenta que lo he conseguido, los rehenes están a salvo. Sin embargo, hay algo dentro de mí que me impide dejar a la muchacha estrellarse junto con la locomotora. No es el estilo de la SJA. Doy un brinco y de nuevo me veo avanzando hacia la cabina en busca de Jen Shu Lien. Miro hacia atrás y veo con satisfacción los vagones de pasajeros alejándose cada vez más. Pronto se detendrán y serán socorridos por la policía y el ejército. En las vías, veo las señales indicando obras a 4 millas de distancia. El tiempo se acaba, dentro de no más de tres minutos, llegaremos al desvío saboteado y nos precipitaremos por el puente a medio construir. Entro en la cabina y la chica está recobrando la consciencia. Me acerco a ella, es tan hermosa…
- Jen… Todo ha terminado, he soltado los vagones… Los rehenes están a salvo. Tenemos que saltar de la locomotora o nos estrellaremos.
- Tú… ¿Has vuelto a buscarme? – Me dice aún aturdida.
- Tenía que hacerlo.
- Déjame morir… A causa de este fracaso mi vida y la de mi familia ya no vale nada…
- ¿Es la razón por lo que haces esto? ¿Amenazan a tu familia? – La levanto del suelo como puedo.
- Americano… No puedes salvar al mundo.
- Jamás dejaré de intentarlo. ¡Vamos! ¡Estamos llegando al cruce! – Le digo agarrándola de la mano.
Tal como había planeado la Sociedad del Dragón Negro, llegamos al desvío y tomamos la vía a medio construir. A unos cien metros de distancia, veo el puente inacabado, abro la puerta de la cabina y cuando empezamos a cruzarlo, Jen me besa y me empuja al vacío quedándose ella en la mortífera trampa.
El agua me golpea con fuerza en todo el cuerpo, me hundo en las heladas aguas y por un instante, no creo que pueda reunir las fuerzas necesarias para nadar hasta la superficie. Lo consigo a dudas penas, dolido más en el corazón que en el cuerpo, vuelvo a la superficie a tiempo de ver la locomotora precipitándose desde el puente y estrellándose contra el agua, explotando en llamas acto seguido. Floto como puedo hasta la orilla, tengo claros síntomas de hipotermia y pierdo la consciencia pensando en Jen, otra victima más de esta guerra inhumana y cruel.
Cuartel General de la SJA en Manhattan. Nueva York. Una semana después.
El Dr. Mid-Nite entra en mi habitación como cada día, trae los resultados de mis últimos análisis... Estuve varios días en coma y el bueno de Doc no quiere correr riesgos.
- Te recuperas asombrosamente rápido Al… - Me dice pasando las páginas del informe.
- Ya me conoces Doc… Ya tengo ganas de patearle la cara a algún nazi.
- Bueno, eso tendrá que esperar al menos un par de semanas... – Me dice riendo. - Tu recuperación va a ser completa, no van a quedarte secuelas.
- Gracias Doc. De verdad. Sólo espero que Mary se crea la sarta de mentiras que estoy tramando.
En ese momento, los demás miembros de la SJA entran en la habitación, veo rostros preocupados pero al mismo tiempo, alegres de que todo haya salido bien.
- Al, no han encontrado el cuerpo de Jen Shu Lien. – Me dice Hawkman. – Ya han suspendido las tareas de búsqueda. Lo siento amigo, no podemos pedirles más a los buzos de la policía. Dicen que es una zona de grandes corrientes y que las posibilidades de encontrarla eran muy bajas.
- Lo sé... ¿Qué hay de la katana que se me cayó a las vías del tren? Era un arma realmente excepcional, capaz de atravesar limpiamente cualquier cosa.
- Esa es la parte más extraña... Han rastreado la zona día y noche y no han encontrado nada. Probablemente alguien la encontró antes que la policía y se la guardó de recuerdo.
- Supongo. Me hubiera gustado que la examinaras, una vez comentaste que fuiste Samurai en una vida pasada.
- Es cierto... – Hace una pausa antes de proseguir. - Al, por un momento, pensamos que te perdíamos...
- Eso no va a pasar nunca Carter. – Le digo extendiendo mi mano.
Hawkman me estrecha la mano y el resto de mi familia se acerca a mi cama mostrándome su apoyo y respeto, me llamo Al Pratt, Atom, miembro fundador de la Sociedad de la Justicia de América y juro que viviré, lucharé y moriré peleando por la libertad, la democracia y en contra de todas las injusticias. [6]
FIN
Referencias
[1] Son las siglas en español de “JSA”.
[2] La Sociedad del Dragón Negro o Kokuryukai, fue una sociedad secreta ultraderechista real. En los cómics, ya aparecieron en el clásico All-Star Comics #11 en 1942. (Esa historia fue recontada en All-Star Squadron #30).
[3] Las locomotoras de vapor se siguieron usando en los USA hasta la década de los 50.
[4] El Flash original.
[5] Vagón escolta que va acoplado a la locomotora. En él se encuentran las reservas de combustible y agua.
[6] Al Pratt mantiene su promesa hasta que en el cumplimiento del deber, muere a manos de Extant en “Hora Zero” publicado en 1994.
Nota del Editor:Bienvenidos a SHOWCASE, serie compuesta por números autoconclusivos o como mucho, arcos argumentales de dos números dedicados a diferentes personajes del Universo DC y ambientadas en cualquier época. Esta serie no pertenece a un único autor y esta abierta a todo aquel que quiera participar. ¿Alguna vez has pensado que te gustaría colaborar en Action Tales pero no tienes el tiempo suficiente para encargarte de una serie? ¿Tienes alguna historia en mente con algún personaje del Universo DC que te gustaría escribir? Este es tu sitio.
SHOWCASE te permitirá jugar con personajes “cogidos” por otros autores y que tienen serie propia en Action Tales. Tan sólo tienes que seguir unas sencillas reglas:
1. HISTORIAS QUE NO REQUIERAN CONTINUIDAD.: Historias icónicas, que el lector no tenga que leerse nada de antemano para entenderla. Tu historia debe de respetar la continuidad del universo DC y de Action Tales. Esto no es un “What if?” o un “Otros Mundos”, las historias deben de estar integradas en el Universo DC y deben de poder leerse por separado.
2. DIFERENTES PERSONAJES EN DIFERENTES EPOCAS: Pues eso, se puede escribir historias ambientadas en cualquier época del universo DC sobre cualquier personaje o grupo (héroes, secundarios o villanos). Puedes escribir historias ambientadas en la actualidad o en la época en la que Supermán no estaba casado, Barry Allen era Flash, Batman lideraba a los Outsiders, la Liga de la Justicia tenía su base en un satélite… Tú imaginación pone el límite. Sólo recuerda, las historias deben de ser icónicas, sin continuidad por lo que recomendaría encarecidamente que no estuvieran ligadas a “eventos” concretos.
3. NÚMEROS AUTOCONCLUSIVOS: Para favorecer la variedad de la serie, las historias deberán de ser autoconclusivas o como mucho, arcos arguméntales de DOS números. Si tu historia requiere más espacio, lo mejor es que le dediques una miniserie fuera de esta serie.

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