Superman nº 10

Título: Si la justicia existiera...
Autor: Jose Luis Miranda
Portada: Dan Jurgens
Publicado en: Diciembre 2005


Enviado a la Tierra desde el moribundo planeta Krypton, Kal-El fue criado por los Kent en Smallville. Ahora como un adulto, Clark Kent lucha por la verdad y la justicia como...
Creado por Jerry Siegle y Joe Shuster

Prólogo.


Zod entrenaba salvajemente. Cada jornada, Brainiac le introducía mentalmente los conocimientos de varias artes de lucha. Dominaba más de 500 artes marciales. A la vez, seguía perfeccionando sus poderes. Empleaba, sin descanso, todos sus poderes: su aliento gélido, su super-soplido, su visión calorífica, su fuerza, su super-oído, su visión telescópica, su velocidad.

Ahora necesitaba rivales. Quería combatir con expertos luchadores que estuvieran a la altura de Superman para adquirir experiencia. Brainiac procesaba en su cerebro las fichas de aquello seres del universo que pudiesen competir con Zod. Pronto, consiguió una lista de un centenar de nombres:

- Ya los tengo, General. ¿Cuántos quieres?

- Me enfrentaré a cuatro de los más poderosos.

- Bien, aquí tienes al primer rival. Su nombre es ...


Centro de Metrópolis.

La lluvia era terrible. Metrópolis estaba bajo una verdadera gigantesca cascada de agua. Superman retornaba a la ciudad. La Liga de la Justicia le había requerido un par de horas. Lo primero que le alertó fue el oído. Las ondas de radio hablaban de destrucción en Metrópolis causada por Metallo.

Aceleró el vuelo. Su visión confirmó el espectáculo. Podía ver al menos, trece cadáveres e incontables heridos. Una manzana estaba en ruinas y, tanto la policía, como la Unidad Especial Antidelincuencia, disparaban, sin cesar, a un Metallo invulnerable. Enfocó su visión de rayos equis en Metallo con el objeto de analizar su nuevo cuerpo. Sin embargo, una minúscula capa de plomo le revestía y, aunque agrietada por los impactos de las balas, no le permitía ver en el interior de su enemigo. Estaba sufriendo gente, tenía que resolver la situación. Decidido a desmontarlo de un solo impacto, aumentó la velocidad en dirección al ciborg.

El oído cibernético de Metallo escuchó un zumbido una décima de segundo antes de que Superman le golpeara. "Por fin" pensó Metallo.

El impacto fue terrible, el pecho del cyborg se hundió, pero el metal resistió. Para Superman fue como chocar consigo mismo y salió repelido hacia atrás. La capa de plomo se agrietó por completo y cayó. Metallo se levantó y alargó su brazo derecho sujetando por el cuello a Superman. Lo acercó hacia sí y graduó el láser de sus ojos a plena potencia disparándolo contra el rostro del héroe. Los ojos de Superman se nublaron por un segundo. Su mano izquierda golpeó fuertemente el brazo de Metallo pero no consiguió romperlo. La garra de Metallo se le incrustaba en el cuello asfixiándole.


Distrito Suicida. Metrópolis.

Emilio Estévez estaba frente a la puerta de su ex mujer. Miró el arma que llevaba encima y la guardó en un bolsillo del abrigo. No iba a hacerle falta. Al estar bebido tardó en introducir la llave en la cerradura. Cuando lo logró no pudo abrir la puerta debido a la cadena:

- ¡¡¡Sara, ábreme!!!, empezó a gritar golpeando con fuerza.

Seis vecinos escucharon los gritos. Tres de ellos subieron el volumen de la televisión. Otros dos se preocuparon, pero no se atrevieron a hacer nada. Sólo uno llamó a la policía pero saltó un mensaje automático: Lo sentimos, no hay unidades disponibles. Vuelva a marcar en unos minutos.

La propia Sara marcó desesperada el número de la policía con el mismo resultado. Miró por la ventana y observó aterrada que el coche que debía protegerla no estaba. Pero, ¿dónde están? ¡Tenían órdenes de protegerme!- repetía fuera de sí. No podía saber que Metallo en el centro requería toda la atención policial. Los golpes en la puerta se hacían más bruscos. Ordenó a sus hijos que se encerraran en el cuarto de baño. Fue a la cocina y agarró un cuchillo. Retornó al salón y, de repente, vio el número de Jimmy Olsen en la mesa.


Centro de Metrópolis.

Metallo se veía vencedor. Mientras estrangulaba a Superman con un brazo, no cesaba de golpearle brutalmente con el otro. Además, disparaba ráfagas de láser de máxima intensidad al rostro del héroe. Era un castigo tremendo. De repente, el kryptoniano emitió un soplido gélido que congeló el brazo que le sujetaba. Con furia golpeó tres veces con ambas manos consiguiendo que Metallo le soltara. Superman cayó de rodillas le faltaba el aire. Notaba una sensación creciente de dolor y malestar. Se hacía más débil. Era kryptonita, sin duda. Observó a Metallo con su visión de rayos equis y descubrió el pequeño pedazo hundido en el abollado pecho. El brazo de Metallo retornó a su tamaño normal. Casi se lo había arrancado pero seguía siéndole útil..

- ¿A qué viene esto, Corben? ¿Qué es lo que quieres conseguir?- dijo Superman.

- ¡¡Tu muerte, maldito!! ¡¡Y no me llames Corben!! ¡¡Yo soy Metallo!!

Metallo alzó su mano dañada y activo el lanzamiento de cinco misiles alojados en los dedos. Superman irradió su visión calorífica haciendo que explotaran un instante después de salir. La explosión fue terrible. El ciborg salió catapultado hacia atrás estrellándose contra un edificio. Cuando se incorporó, contempló horrorizado como su mano derecha estaba completamente destruida. Al alejarse Superman se recuperó de los efectos de la kryptonita. Decidido a desmontar al ciborg se abalanzó sobre él.


Distrito Suicida. Metrópolis.

Jimmy Olsen era ajeno a todo esto. No había encendido la televisión, estaba acostado en su cuarto escuchando una de sus canciones preferidas: el Jump de Van Halen. Su móvil empezó a sonar. No reconocía el número que le llamaba, pero sí la voz suplicante de Sara Cruz:

- Señor Olsen, por Dios. Ayúdeme. Está aquí, quiere entrar. La policía no responde, por favor, necesito...

Las palabras quedaron interrumpidas. Un gran estruendo las acalló. Era Emilio, había roto puerta y cadena con sus embestidas. Estaba loco de ira, se le pasó por la imaginación coger el arma y acabar con todo. Pero no, tenía que razonar con ella. Sara gritó, aferró el cuchillo con más fuerza.

- ¡¿Señora Cruz?! Ahora mismo voy. ¿Me oye? ¿Qué está pasando?- decía Jimmy completamente preocupado.

Se levantó como un resorte, se puso las zapatillas y una chaqueta y salió a la calle. Antes, cogió su viejo reloj de señales, sólo Superman podía escuchar el pitido que emitía. El mismo Superman se lo había proporcionado para que en caso de emergencia pudiera contactar con él. Jimmy pulsaba el reloj insistentemente.


Ciento nueve puñetazos dados a supervelocidad no consiguieron arrancar el cráneo del cuerpo. Reconocía la aleación. El traje de Hiroshima estaba hecho del mismo metal. La kryptonita volvía a afectarle. Superman iba debilitándose a cada golpe, pero no dejaba que Metallo moviera un dedo. De repente, un zumbido familiar le distrajo un momento. Era la señal de Jimmy. Ahora no, Jimmy- pensó. Esa décima de distracción permitió a Metallo lanzar dos de los tres misiles que le quedaban en la otra mano. Esta vez consiguió su objetivo: impactar en el cuerpo de Superman. La explosión repelió al héroe, pero Metallo alargó su brazo sano y le sujetó por una pierna estrellándolo contra el suelo. Allí, sin soltarlo, continuó disparándole sus rayos láser y golpeándole sin cesar.


Emilio Estévez se acercaba lentamente a Sara:

Deja ese teléfono y ese cuchillo. Sólo he venido a hablar. Te quiero, soy tu hombre, el padre de tus hijos. Ven, vamos al dormitorio...

- Aléjate de mí o te juro que te lo clavaré... – Sara enarboló el cuchillo dejando el auricular del teléfono en el suelo.

- No seas así, Sara. Con todas las cosas que he hecho por ti. Ven conmigo. Vamos. Sabes que eres mía y que yo soy tuyo.

- Juro que te mataré...

Jimmy corría por la calle continuaba con el teléfono móvil encendido. Oía la conversación y los gritos de Emilio. Con la mirada buscaba sin éxito un taxi, un coche que parar.

-¿Dónde estás Superman?- murmuraba sin dejar de pulsar el reloj.


Superman detuvo el enésimo golpe de Metallo y propinó un puñetazo con toda la fuerza de que aún disponía contra el robot. Metallo se tambaleó y soltó su presa. El zumbido del reloj de Jimmy le molestaba enormemente. No podía irse. Por un momento los rivales se observaron. Superman sangraba por el labio, la kryptonita empezaba a debilitarle de nuevo, notaba el cuerpo lleno de morados y jadeaba. Metallo tenía un aspecto horrible, los golpes y las explosiones le habían deformado horriblemente. El metal retorcido y desfigurado le daba una apariencia demoníaca.

- ¿Notas la kryptonita, cabrón? ¿Sientes que se aproxima tu muerte, Superman?

- Nada de esto es necesario. Podemos dejarlo en tablas, ríndete ahora. Has causado mucho daño. ¿Por qué? ¿Por qué no has dedicado toda tu fuerza a ayudar a los demás? Mira a tu alrededor, ¿qué ganas con esto?

- Para ti es fácil hablar así. Tú no tienes problemas, eres perfecto. Yo no puedo sentir, no puedo oler, ni saborear. ¿Sabes el tiempo que hace que no beso a una mujer? ¿Sabes que ya ni recuerdo cómo es un orgasmo, cómo sabe la cerveza, cómo huele la lluvia...? Me han prometido un cuerpo humano si acabo contigo. Quiero recuperar mi humanidad. Lo haré cueste lo que cueste.

- Nada de eso justifica tus actos. Las vidas que has segado no tienen la culpa de tus frustraciones.

- ¡¡Cállate!! No quiero oír tus discursos. Vas a morir, voy a destruirte. Si huyes, te prometo que mataré a todos estos estúpidos que nos miran. Vamos, héroe, acabemos.

- No me dejas otra opción. ¿Quieres que acabemos? De acuerdo, pero te juro que esto terminará con tu cabeza aplastada entre mis manos.

Metallo arrancó la placa del pecho. Los golpes la habían hundido y la radiación de kryptonita escapaba muy débilmente. Al dejar el pecho descubierto la radiación inundó a Superman. Tuvo que reprimirse para no gritar y caer de rodillas. Por un momento pensó en alejarse volando, pero sabía que Metallo cumpliría su amenaza y morirían más inocentes. Debía finalizar esto o morir intentándolo. El zumbido de Jimmy le desconcentraba. Maldita sea. Jimmy, debes esperar.


Emilio estaba enfrente de Sara. Se abalanzó para sujetarla. Sara movió el cuchillo para defenderse y le cortó el rostro. Emilio gritó y dio un paso hacia atrás. El tajo le cruzaba la mejilla derecha que sangraba abundantemente. Loco de rabia agarró una silla, la elevó y la bajó con fuerza contra el cuerpo de Sara hasta cuatro veces. El cuchillo salió despedido de la mano de Sara. Emilio no paraba de gritar: ¡¡¡Puta, puta, puta!!!

Jimmy corría, estaba escuchándolo todo por el auricular. Dios mío, Dios Mío. Venga Superman, ¿dónde te encuentras?


Superman y Metallo se enzarzaron en una pelea cuerpo a cuerpo. A cada segundo Superman notaba como la kryptonita le restaba fuerza y aumentaba el dolor que padecía. No podía moverse a supervelocidad y su invulnerabilidad desaparecía por momentos. Metallo, por el contrario, parecía más fuerte a cada instante, se sentía triunfador. El cerebro de Superman buscaba una solución que no llegaba. A punto de ser derrotado la encontró. Aferró la cabeza de Metallo con las fuerzas que le restaban, intentando obviar el dolor de la kryptonita y de los golpes que recibía. Concentró su visión calorífica en los ojos de Metallo con toda la intensidad que era capaz de manifestar en esos momentos. Al no estar protegidos por aleación alguna los ojos cibernéticos estallaron. Por un segundo Metallo se tambaleó... Se había quedado ciego, aquellos sensores le permitían ver.


Emilio dejó de golpearla. Arrojó la silla con violencia al otro extremo de la habitación. Sara estaba sangrando en el suelo, los golpes le habían roto varios huesos. Se arrastraba intentando huir de Emilio. Éste la agarró de un tobillo sin permitir que se moviera. Acercó su cara ensangrentada al rostro de Sara y le habló:

- Sara, por favor. No ves lo que me obligas a hacer. Ven conmigo. Todo será como antes. Nos querremos. Bésame, por favor, necesito tu amor.

Jimmy estaba llegando, ya veía el edificio. Lo había escuchado todo. Superman no venía. ¿Qué haría él? ¿Cómo detendría a Emilio? No importaba, lo único importante era llegar.



Metallo lanzó a ciegas los misiles que le quedaban pero el soplido de Superman redirigió su trayectoria devolviéndolos al lugar de origen. De nuevo, el cuerpo de Metallo sufrió una terrible explosión. Clavó las rodillas en el suelo. Superman se levantó y propinó un último puñetazo en el cuello que arrancó la cabeza de Metallo. El cuerpo se desconectó y cayó sin vida.

La kryptonita, sin embargo, seguía irradiando. Superman también caía, notaba como iba a desmayarse. Casi sin fuerzas observaba el suelo buscando con la mirada uno de los pedazos de plomo que recubrían al principio a Metallo. La lluvia era fortísima le dificultaba la visión. Al fin encontró uno. Alargó la mano para cogerlo y cubrir el pecho de Metallo impidiendo la salida de radiación. Pero no podía más, ni siquiera tenía fuerzas para pedir ayuda. Había gastado sus últimas energías. En ese instante cinco ciudadanos saltaban el cordón policial sosteniendo aquel y otros fragmentos de plomo para situarlos sobre el pecho de Metallo. La kryptonita quedaba cubierta.

- Gracias- dijo Superman.

- Gracias a ti- dijo uno de ellos.


Emilio tenía el rostro frente al de Sara.

- Bésame cariño. Olvidémoslo todo.

Sara le miró y realizó la última acción de su vida. Escupió con firmeza a la cara de su asesino. Emilio, iracundo, la levantó y la arrojó por la ventana. Jimmy estaba justo en el portal cuando escuchó un gritó y vio como el cuerpo de Sara se precipitaba contra el suelo a escasos tres metros de él. Por un segundo su intención fue sostenerla, ponerse debajo, pero el miedo le paralizó y sólo pudo contemplar como Sara se estrellaba contra el asfalto. Se acercó a ella pero no se atrevió ni a tocarla. Sara estaba destrozada por el impacto. Su sangre bailaba con las insistentes gotas de lluvia. Jimmy dudó, miró hacia arriba y vio la silueta de aquel malnacido asomado al balcón. Los niños todavía se encontraban en el apartamento, debía protegerlos. Volvió a pulsar el reloj, aunque sin esperanza de que Superman respondiera. Decidió subir.


Superman se estaba levantando cuando volvió a oír el zumbido. "Jimmy"- pensó. Se elevó lanzando ráfagas de aire gélido que sofocaban los incendios que la batalla había producido. Aún notaba los efectos de la kryptonita y de la pelea. Si Jimmy había empleado el reloj tan reiteradamente es que algo malo había pasado. Captó la señal y se horrorizó al ver que se emitía desde el barrio de Sara Cruz.


Jimmy estaba en la puerta del apartamento de Sara. Sólo sus pasos rompían el silencio. Gracias a la luz de la escalera adivinaba las señales de la lucha, los destrozos, el desorden. La luz de la casa estaba apagada. Sentía mucho miedo. Debo ser fuerte y valiente. Debo tumbarle, como sea. Lo va a pagar. La justicia le hará pagar- se repetía para convencerse. Sus ojos miraban insistentemente a todos lados buscando al asesino. Tanteó la pared buscando el interruptor y lo encontró. Cuando lo pulsó, su sorpresa fue mayúscula: Emilio Estévez se había suicidado. Estaba en el suelo, tumbado con un revolver junto a su cuerpo con el que se acababa de disparar un tiro en la sien. La rabia inundó a Jimmy que se puso a golpear el cadáver de Emilio.

- Maldito cabrón. Maldito hijo de puta. No te será tan fácil escapar, no, no , no.

En ese momento Superman aparecía por la ventana. Sujetó a Jimmy y le abrazó:

- Tranquilo Jimmy, tranquilo.

- No hay justicia en este mundo, Superman, no hay justicia.

Aquella noche las sirenas no dejarían de oírse en toda la noche en buena parte de Metrópolis. Pero no se oyó ninguna en el Distrito Suicida. Sólo el llanto de un joven y el sonido de la lluvia en los cristales.


Cementerio Principal de Metrópolis.

Al entierro de Sara fue poca gente. Sus padres, venidos de México para la ocasión, sus tres hermanos y Jimmy, Lois y Clark. Clark se acercó a Jimmy:

- Hiciste todo lo que pudiste. No te tortures más. Poca gente...

- Lo sé. Pero, no dejo de pensar que si hubiese corrido más rápido... Si Metallo no hubiera atacado esa noche. Le prometí ayuda y no pude dársela. A veces la vida no es justa. No siempre ganan los buenos ¿verdad, señor Kent?

Clark abrazó a Jimmy:

- Por desgracia, Jimmy, por desgracia...


Epílogo.


Brainiac conectó la gran pantalla de ordenador de su nave. Zod y él la contemplaban. Brainiac comenzó a hablar:

- Este ser consiguió vencer a Superman en una ocasión. Aunque después, es cierto que el kryptoniano le ha derrotado a su vez al menos dos veces. Su fuerza y poder están a la altura de Superman, sin duda. Aquí tienes toda la información que he podido reunir sobre él. Si le derrotas, ¿Irás ya a por Superman? No entiendo que quieras retrasar tanto el momento. ¿Por qué quieres enfrentarte a un puñado de sus amigos y enemigos?

- Porque quiero probarme. Necesito saber que soy el mejor y que puedo derrotar a cualquiera en combate. ¿Cómo dijiste que se llamaba este primer contendiente?

- Lobo, es un czarniano.

Continuará...




Dedicado a mi amiga Marigé, por haber escapado del destino de las Sara Cruz de este injusto mundo.

Enero- Febrero de 2005.

José Luis Miranda Martínez.

1 comentario :

  1. Reseña del 13 de Diciembre de 2005:
    Me ha gustado este último número del Superman de Jose Luis Miranda (que por cierto, se echan de menos nuevos episodios de su Wonder Woman).
    Está bien escrito, y la narración en paralelo muy equilibrada, consiguiendo que el argumento superheróico sea tan interesante como el de temática social. Por otra parte, me parece un acierto la forma en que Jose Luis muestra que el ataque de un típico supervillano no se límita únicamente a las consecuencias directas de lo que destroza, sino que también puede llegar a efectar indirectamente a gente normal con problemas totalmente diferentes.
    Realmente me ha gustado este número, aunque el desarrollo de la subtrama de Zod está pidiendo a gritos adueñarse de la serie de una vez por todas (el enfrentamiento anunciado para el próximo número suena prometedor).

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