Título: Que el tiempo no te alcance Autor: Raul Peribañez Portada: Raul Peribañez Publicado en: Diciembre 2004 |
Enviado a la Tierra desde el moribundo planeta Krypton, Kal-El fue criado por los Kent en Smallville. Ahora como un adulto, Clark Kent lucha por la verdad y la justicia como...
Superman creado por Jerry Siegel y Joe Shuster
Situada al este del país, recibió el nombre de Metropolis. También es llamada La Ciudad del Mañana, un nombre tan superlativo que ha provocado con el tiempo una cierta fricción con los habitantes de las modestas ciudades cercanas, que consideran que no reciben el mismo trato y las mismas ayudas desde el Estado que Metropolis. Y que el actual presidente del gobierno de los Estados Unidos sea un hombre que durante casi dos décadas controló todos los aspectos de esta ciudad y dejó claro su aprecio por ella, dio que pensar si La Ciudad del Mañana podría contar con un cierto favoritismo. Sea o no así, la realidad es que Metropolis ha contado históricamente con los más importantes avances en aspectos como la urbanización o la modernización de sus medios de transporte, superando siempre a otras ciudades del continente. Y esa historia, la historia de esta ciudad, es la que hoy narra en el Museo del Tiempo la guía Ann Nelson a treinta jóvenes estudiantes del colegio privado Curt Swam que han venido de excursión en esta soleada mañana. Y aquí, como podréis imaginar, comienza nuestra historia…
-Bueno, sigamos adelante. Recordad que si tenéis alguna duda podéis preguntármela.
Mientras el grupo de estudiantes y sus dos profesores avanzan siguiendo a Ann y a sus explicaciones, dos de ellos se quedan quietos y se esconden tras unas enormes estatuas que representan a algunas de las personas más importantes del panorama político de Metropolis. Escondidos entre las sombras, Kevin y Joe hablan en voz baja para no ser descubiertos.
-Uff, ¡menudo tostón!
-Mira, Joe, hagamos esto. El rollo este aún tiene cuerda para rato. Salimos por la puerta principal y decimos que nos hemos puesto enfermos y que vamos a tomar el aire.
-¿Los dos enfermos? ¡Eso no cuela!
-Vale. Tu estás enfermo. Yo te acompaño.
-¿Por qué yo el enfermo y no tu?
-¡Pues porque tú ya tienes cara de enf…!
Y, de repente, al girar la vista ven de pie a uno de sus profesores.
-¡Vosotros dos! ¿Qué se supone que hacéis ahí detrás?
-Uhh… profesor Benas…es que nos habíamos perdido y…
-¡Menos cuentos! ¡Siempre estáis igual los dos!
Joe y Keith salen de entre las sombras de las figuras con una gran cara de sorpresa. No por ver a uno de sus profesores riñéndoles y gritando lo muy decepcionado que está de ambos, sino de quien está justo detrás del él y destaca por… Bueno, por todo.
-¿Superman?
- ¿Tu… eres Superman?- farfulla ahora Keith
-Chicos, yo de vosotros atendería a lo que dice vuestro profesor.
-Superman –dice el profesor Benas-, muchas gracias por ayudarme a encontrar a estos dos pequeños diablos. En cuanto me he dado cuenta de que faltaban dos de mis chicos he imaginado que se trataría de ellos. ¡Siempre estamos igual!
-De nada, mr. Benas. Chicos, imagino que venir al Museo del Tiempo no debe ser lo más divertido que tengáis en mente, pero estoy aquí porque el director del museo solicitó mi presencia para responder a las preguntas de los visitantes.. Así que si os apetece escuchar mi conferencia, sólo tenéis que esperar unos treinta minutos. ¿Qué os parece?
-¡Qué bien!
-¡Sí, genial!
-Bien, chiquillos –dice el profesor- espero que con Superman aquí os portéis mejor que hasta ahora.
-Eso espero yo también. Debo irme un momento, pero os veo dentro de un rato, ¿vale?
-Superman, antes de que se marche. Yo mismo organicé este viaje turístico, pero nadie me dijo que fuéramos a contar con su presencia…
-Mr. Benas, recientemente me propusieron colaborar cada sábado con este museo sobre la ciudad por haber tenido tanto que ver en la historia de Metropolis en los últimos diez años. Pero tampoco se quería convertir mi presencia aquí en un circo ambulante que atrajera a periodistas y gente odiosa. Si al menos mi primera visita podía ser lo más tranquila posible, mejor. Aunque mucho me temo que la voz correrá después de hoy.
-Por mí no será, Superman.
-Me alegra saberlo. Y ahora asegúrese de que no se escapen esos dos otra vez o tendré que volver con mi visión de rayos x para encontrarlos.
Con tranquilidad, el héroe de la ciudad sale del Museo del Tiempo mientras el agente de seguridad se queda perplejo al ver a un hombre vestido de azul y rojo. En un abrir y cerrar de ojos, Superman comienza a levitar y sale disparado hacia el cielo. Decían que el hombre no podía volar. ¡Qué se lo digan a él!
A pesar de su herencia kryptoniana, él siempre ha afirmado considerarse terrestre. Pero más que en tierra, donde verdaderamente se siente a gusto es en el cielo, con esa gran visión del mundo que tiene desde allí, rompiendo las nubes y siendo libre. Es, además, la luz del sol la fuente de sus poderes, la que le proporciona toda su vitalidad y cuando llega a estas alturas y puede ver a la estrella como nadie la ve desde tierra, es cuando Superman se siente con más fuerza que nunca. No fuerza física, fuerza psicológica, de saber que lo que está haciendo es lo correcto y que todo su esfuerzo sirve de algo.
A gran velocidad, Superman llega a las oficinas del Daily Planet. Su traje azul y rojo queda escondido tras el de Clark Kent, reputado periodista y escritor.
Clark entra en una enorme habitación que tiene al fondo el despacho de Perry White, editor del periódico, y muy cerca la mesa de Lois Lane, su esposa. Por los pasillos que se forman entre las meses los periodistas van de un lado a otro, llevando hojas y hojas de manera desesperada, llamándose de unos a otros. El ambiente típico en un diario, y también, cómo no, en éste.
-¡Clark! ¿Dónde diablos te habías metido? –dice Lois sin dejar de mirar la pantalla de su ordenador.
-Hola, Lois. Estaba en el Museo del Tiempo.
-Oh, sí. No recordaba que ahora te dedicabas a explicarle a niños de catorce años la historia de Metropolis. ¡Oh, estoy harta de este maldito ordenador!
-Habla con Todd, el informático. ¿Cómo va ese artículo? Venía a preguntarte si querías bajar al Ruben’s a tomar un café.
-Oh, mejor no, cariño. Quiero acabar esto antes de nada. Es una pesadilla de noticia, pero me queda poco.
-¿Dónde está Perry, por cierto? No le veo en su oficina.
-Ni idea. Creo que había quedado con Bruce Wayne para hablar sobre datos económicos del periódico.
-¿Bruce está en Metropolis?
-Ya sabes. Avión personal. Reunión de treinta minutos. Avión personal. A casa. O en su caso, a una mansión.
-Ojalá sea así.
-¿Lo dices porque cada vez que nos visita acabáis enfrentados?
-No suelen ser encuentros agradables, precisamente.
-Dios…el ordenador… Oye... hmm... me he replanteado lo del Ruben’s…
A escasos veinte metros desde la puerta de entrada del Daily Planet se encuentra la pequeña cafetería Ruben’s, donde Clark y Lois acostumbran a bajar cuando por su trabajo tienen los nervios a flor de piel, degustan el café y recuerdan lo bueno que puede ser el café y lo malo que es el de máquina del Planet. Suele ser un tema típico de todos sus periodistas cuando vienen aquí.
-Cómo pasa el tiempo…- dice Clark mientras ve su rostro reflejado en el cristal de la ventana.
-¿A qué te refieres? Aún te quedan diez minutos para ir al museo…
-No lo decía por eso. Cuando estaba en el Museo del Tiempo he visto fotos de mis primeras apariciones públicas. No puedo creerme que hayan pasado tantos años desde entonces. Parece como si hubiera sido ayer cuando llegué aquí.
-No te quejes. Al menos tu aún mantienes tu tipo. Tantas horas de gimnasio y cada día voy a menos.
-Yo te veo tan bien como el primer día.
-Mejor que digas eso si no quieres acabar bajo tierra,.
-Je, je. Al menos tu sentido del humor no cambia con los años.
-¡Oh! ¡Espero que tengas una bonita lápida, Kent!
-Lois... será mejor que me vaya ya. No quiero hacer esperar a esos chicos.
Lois se queda mirando a través del cristal cómo su marido sale de la cafetería y entra en un callejón cercano. Si no supiera su secreto, se extrañaría de que hiciera algo así. En escasos segundos, los ciudadanos de Metropolis levantan sus miradas hacia Superman.
Cruzando de nuevo los cielos, el Hombre de Acero llega al Museo del Tiempo. Entra por la puerta principal, dejando de nuevo sorprendido al agente de seguridad, que no puede evitar quedarse mirándole mientras pasa a su lado con la boca semiabierta. Superman se dispone a entrar en la sala donde los jóvenes turistas deben llegar después de un largo recorrido por toda la historia de Metropolis, expresada en fotografías, cuadros, etc. Superman abre la puerta. Y sus ojos palpitan de sorpresa…
-¡Mirad, chicos, aquí tenéis a Superman!
Superman se queda paralizado, viendo al numeroso grupo de escolares de Curt Swam, el profesor Benas, Ann Nelson y en la palestra, dónde él debería estar, Lex Luthor. Luthor, el presidente de los Estados Unidos. Luthor, un despiadado hombre de negocios con quien tiene una singular relación.
-Por favor, Superman, suba donde está el señor Luthor –le dice Ann Nelson.
Superman intenta comportarse con normalidad, pero sigue con la sorpresa en el cuerpo. No esperaba verle a él allí. A medida que avanza también ve a algunos periodistas fotografiando y filmando todo aquello.
-Superman –dice Luthor mientras le estrecha la mano-, es un verdadero honor tenerte aquí. Como todos sabrán, ambos hemos sido importantísimos para la seguridad y el bienestar de nuestra querida ciudad de Metropolis. De todo corazón, me enorgullezco de poder presumir de mi amistad con alguien como es Superman.
El tiempo pasa. La conferencia acaba y cientos de preguntas inocentes son respondidas.
-Luthor… Quiero hablar contigo –dice Superman coge del brazo a Luthor que se disponía a marcharse.
-Por favor, suelte al señor presidente. Ahora.
-Tranquilo, Sarge, tranquilo –dice Luthor.
-Luthor, ¿qué diablos haces aquí?
-Noto un tono agresivo en tus palabras, Superman, ¿puede ser? Además de en tu apretón de manos o en el brazo… Hmm… Pero si tanto te interesa saberlo, soy propietario del Museo del Tiempo desde hace varios años. En el departamento de marketing de LexCorp consideraron que sería oportuno financiar este antro que intenta dignificar la historia de la ciudad. A la gente le gusta este tipo de cosas, ¿sabes?. Pero desde que llegué a la presidencia de los Estados Unidos que no he podido pasar a hacer una visita y puesto que hoy es tan buen día como cualquier otro…
-Casualmente el mismo día en que venía yo.
-Admito que los chicos de inteligencia me proporcionaron esa información y que pensé que podía ser interesante venir aprovechando tu presencia.
-Y posar con niños y conmigo delante de las cámaras…
-Je,je, Superman, debes hacerte a la idea de que siempre es positivo para la imagen de uno el tener como aliado a alguien como tú. Los ciudadanos de este país se alegran de saber que das tu fiel apoyo a este gobierno que yo presido. Y yo también.
-No te doy mi apoyo, Luthor. Apoyo la decisión democrática de la población que te permitió estar donde estás, pero como persona eres un ser detestable.
-Gracias por las adulaciones, “hombre de acero”. Ahora debo marcharme. Tengo una reunión importante con representantes del sector agrícola en Keystone City. Espero que te vaya bien en tu nueva faceta como guía turístico.
Superman se queda cabizbajo, mirando a tierra, como si hubiera perdido una batalla, mientras Luthor sale sonriente de la sala. Pero, de repente…
¡¡SHOOOOOOOSHHHH!!
¡¡TRIUNMMMMMMMMMM!!
Superman abre sus ojos, como si hubiese pasado toda una vida durmiendo, y lo único que ve son cientos de aviones, cientos de explosiones, hombres corriendo de un lado a otro, hombres muertos, por tierra, cayendo al mar… Él no lo sabe, pero está en el año 1942.
Continuará...
Notas del autor: Hola y bienvenidos al primer número de la serie de Superman en Action Tales. Como aficionado al personaje me parecía una verdadera pena que en este universo de fan-fics de DC nadie escribiera una serie del personaje, así que decidí escribir yo mismo este título. La primera historia se extenderá durante los primeros episodios de la serie y es un claro homenaje a la historia publicada en el especial número 4 de Superman de Bruguera, sólo que modificándola para adaptarla a la continuidad y a las ideas que tengo en mente. Incluso este primer número es un homenaje al primer album del personaje de dicha editorial española, en el sentido de que aparece un museo en el que se hace un recorrido en la historia de Metropolis, si bien en la historia original es a la vida de Superman. En fin, que disfrutéis de la lectura. Podéis mandar vuestros comentarios, dudas, sugerencias, etc a raulgperibanez@hotmail.com y os serán contestadas en el correo de esta misma serie de fan-fic. Hasta el próximo número.
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