Hellblazer: Hotel Pandemonium nº02

Título: Tiempo de pleno verano en Caliban Street (... 2)
Autor: Miguel Angel Barral
Portada:
Publicado en: Junio 2003

El pasado regresa para cobrarle viejas deudas a nuestro cazador de demonios favorito. ¿Podrá Constantine ganar de nuevo la partida y escapar cuando las apuestas son tal altas??
Soy el que sale de entre las sombras, con gabardina, cigarrillos y arrogancia, preparado para tratar con la locura. Lo tengo todo bien atado. Puedo salvarte. Aunque te cueste hasta la última gota de tu sangre te sacaré los demonios. Les patearé las pelotas y les escupiré cuando caigan y los mandaré de vuelta a la Oscuridad, dejando solo un saludo, un guiño y un chiste. Sigo mi camino solo... ¿Quien querría andar conmigo?
John Constantine creado por Alan Moorey Steve Bissette

Resumen de lo publicado:Gemma, sobrina de John Constantine, ha desaparecido del hogar, en Liverpool. Constantine es sometido a interrogatorio, y un demonio llamado Mr.Jinx acude en su ayuda. Mr.Jinx le aconseja visitar un lugar llamado Caliban Street, donde brilla el sol incluso en lo peor de la tempestad.

“Ay, qué insensato, extraño y divertido resultaba-ahora que

 pienso en ello- seguir la pista de la sombra”

 (Virginia Woolf)

“¡No toquen el tiempo!”

(“Sanatorium pod klepsydra”, Wojciech J. Has)

- Le supongo impresionado, Mr. Constantine.-dijo el hombre.
- Todos sabemos que Londres tiene lugares ocultos, pero esto resulta excesivo.
Si la casa  ostentaba  el sello neogótico de Horace Walpole, aquella habitación y quienes la ocupaban  eran como un sueño húmedo de la Victorian Society hecho realidad. Las paredes aparecían empapeladas de un amarillo suave y tanto en el cielo raso como  en el techo proliferaban  molduras con motivo  floral. Los pesados muebles típicos del periodo empequeñecían el lugar, cuyas dimensiones reales no debían  ser precisamente pequeñas. Abundaban los cuadros con marcos lacados  y las porcelanas de  toque oriental. Al fondo, bostezaba  una chimenea con pantalla de hierro colado, mientras que  casi en el centro de la estancia, se desplegaba un biombo en cuyas tres hojas se reproducían momentos del nacimiento de la diosa Minerva. No tenías porque ser un experto en mitología para saber que era ella. ¿Cuántas bellezas conocéis que salgan de la cabeza de un gigante barbudo, llevando una lechuza al hombro y una rama de olivo en la diestra?  
 
 - Pero tome asiento y charlemos.-dijo, medio poniéndose en pie y señalando hacia una butaca -Puedo pedir que nos traigan algo de beber.¿Qué le apetece, Mr. Constantine?¿Algún vino en especial? Nuestra bodega está muy bien surtida.
  Arrugaba mucho el ceño al hablar. Deduje que era culpa del glaucoma que le  atacaba el ojo izquierdo, y que no había notado hasta que reparé en lo anterior. Si prescindimos de dicho  defecto, el rostro del hombre me recordaba al actor que interpretaba a  Lord Henry en la película sobre Dorian Gray de los cuarenta.
-         Quiero ver a la chica.-dije.
- ¿Tan pronto? Pienso que sería mejor algunas explicaciones previas. Por ejemplo, deseo  transmitirle nuestras disculpas por las anomalías que hemos producido en su continuum...
  
- Escriba una carta al Times. Exijo ver a la chica...

Asintió e inclinó la cabeza en dirección al segundo ocupante de la estancia, que era una mujer rubia de facciones en extremo alargadas y pálidas. Vestía un traje de una sola pieza que no estaba  pensado para realzar la figura femenina sino para negarla. La cubría desde el cuello hasta los píes y parecía confeccionado en terciopelo. Calzaba  zapatos de cuero negro sin tacón. Le calculé más edad que al hombre.
Había permanecido quieta  y callada  hasta el momento, a  medias  tendida en una chaise longue, en una  postura de brazo y pierna colgantes que algunos habrían calificado de artificiosamente languida.
Y  no daba  muestras de que desease abandonar dicho estado.
  
- Ejem.-tosió el hombre. Y añadió casi a media voz:-Por favor, querida...
Sus ojos, marrones,  fueron de su compañero hacia mí,  y de vuelta  al hombre. Se  dilataron en el trayecto. De pronto, un temblor  le sacudió  hombros y espalda,  y  una  mano comenzó  a retorcérsele sobre el regazo. Era tan delgada y sin color como la cara. O puede que incluso más. Las articulaciones del hueso parecían a punto de cortar la carne.
  
- Querida, querida.- dijo el hombre, abandonando el asiento - no corres  ningún peligro. De verdad que no- se arrodillo junto a la chaise longue  y acarició el cuello y la barbilla  de la mujer, tal y como se le hace a un niño triste- No debes temer nada. Mr. Constantine ha venido en son de paz. Colaborará, querida, ya verás como sí. Anda, acompáñale. Anda, ve con él...
   La ayudó a levantarse.
   Ella lo  hizo con movimientos desmanejados. Me acordé de Mr. Jinx y sus dificultades a la hora de estabilizarse. Pero no transmitía las vibraciones propias de un demonio- y a todo esto, el hombre tampoco. Pensé en drogas. 

- Vaya con ella, Mr. Constantine.

Caminaba con extrema lentitud. Al pasar por mi lado,  volvió a temblar y abrió la boca como  en trance de sofocarse. Sin embargo  aspiró  un par de sonoras  bocanadas de aire y continuó el trayecto hacia la puerta.
 
- Vaya, vaya...-me instó Lord Henry, a la expectativa. .
 
El pasillo (paneles de madera blanca, alfombra verde, más molduras) me pareció infinito, y no únicamente  a causa del desmayado ritmo de mi guía. Me puse a contar pasos y abandoné, llegado a los trescientos . La ausencia de puertas y  mobiliario desorientaba. Era obvio  que las dimensiones del interior de Metafísica Espectacular  no guardaban relación con sus medidas exteriores. Otra peculiaridad más de Caliban Street. Muy poca cosa, por cierto, si se compara con mantener la luz y la temperatura de un día de junio en el corazón del invierno londinense. O con  materializarse de la noche a la mañana en el corazón de una capital de millones de habitantes...
Por fin , llegamos a un recodo y, después,  al pie de una escalera con barandilla de metal y  peldaños de mármol. La anchura de estos últimos y la pronunciada curva ascendente de la escalera tampoco mantenía  proporción con las medidas del pasillo. Venía a ser como si un arquitecto loco hubiese encajado  allí un pedazo de Versalles, y la materia fuese tan dócil que lo aceptara.
Aquí, la mujer se detuvo a recuperar el aliento. Su pecho subía y bajaba igual que si acabase de hacer un considerable esfuerzo. Boqueaba otra vez  y necesitó extender los brazos para sostenerse en la pared. Al hacerlo,  me rozó...
 ...y recibí una corta  pero dolorosa descarga eléctrica.
  
- Joder.-gruñí.
  
Ella cerró los ojos y tragó saliva.
- Lo...lo siento... mucho...-murmuró.
  
Era un fleco del traje el que me había tocado, y de allí saltó la descarga. Pese a las apariencias aquello era algo muy distinto al terciopelo.

- Peculiar vestuario el suyo-dije.
- Es...es...mi equipo de soporte ... vital-dijo-Un...sim..simbionte...
  
- ¿Está enferma, pues?-y al momento me pareció una pregunta tonta.
  
- Mi...mi sangre...
  
- ¿Leucemia?
  
Negó con la  cabeza.
Esperé que continuase, pero no parecía tener ganas de seguir hablando. O quizás no podía. O no debía. Había cerrado los ojos, respirando  de forma entrecortada. Tenía las orejas y las mejillas encendidas.
Curioso, acerqué  una mano al vestido. Me pareció que algunas fibras se movían, aunque era difícil asegurarlo debido al carácter compacto del material. Igual se trataba de sugestión...Pero ella había empleado el  termino  simbionte, que alude a algo vivo...Y a una relación de intercambio.
 Tardó un rato en recuperar fuerzas y presencia de animo para afrontar la escalera.
 Mientras, me senté en el primer peldaño.
¿Habría alguien más en la casa? El silencio era total, aunque de vez en cuando se  percibía un zumbido muy débil y muy de fondo, como de generadores o de aire acondicionado.
 Miré de  poner la mente en blanco. Sabía que por ahora  era cuestión de encajar  las cosas tal como viniesen. Demostrar la mínima sorpresa, que bien podía confundirse por debilidad. Ya llegaría la hora de las preguntas y, confiaba, de las respuestas. No era precisamente una gran estrategia, pero yo tampoco soy Loa TSE, que coño.
La ascensión le supuso un calvario, aunque rechazó cualquier ayuda. Se pegó a la barandilla e hizo un alto cada cuatro o cinco escalones .Un par de veces creí ver una breve chispa azulada, cuando el vuelo del vestido  tocaba  el metal de la barandilla. La frente se le cubrió de sudor y se intensificó el rojo de las facciones. Apretaba los dientes cada vez que tenía que levantar una pierna e incluso llegó a soltar algunos quejidos, entre el dolor y la rabia.
Sin embargo,  por suerte,  la escalera no resultó demasiado  larga y no tardamos en dar con un rellano.
 Segundo  tiempo muerto.
Vi dos pasillos frente a nosotros. En el espacio de pared que los separaba,  se abría un nicho ocupado por una escultura de aspecto llamativo. Me aproximé a verla de cerca. La protegía a una campana de cristal,  estaba iluminada desde la base por una fosforescencia amarillenta  y representaba  las ramas de un olivo pobladas por lechuzas de diferentes tamaños. Los pájaros tenían   colores impropios de la especie y sus ojos eran descomunales y negros, como si fuesen obra de un ferviente  seguidor de Margaret Keane.
 Al fin repuesta, la mujer tomó el pasillo de la izquierda.
  Las paredes estaban pintadas de azul y había puertas a ambos lados. Eran todas idénticas, madera oscura y pomos de metal blanco. De haber estado numeradas habría pensado en un hotel o en un balneario.
Silencio. Sin embargo, el lugar no transmitía sensación de soledad.
La mujer se detuvo frente a la que hacia siete. Me fijé en que cosa de dos metros más allá el pasillo torcía hacia la derecha. Había una ventana de marco oval y persiana de madera. Detrás, relucía el anómalo sol de Caliban Street...
Con un gesto, la mujer me invitó a abrir la puerta...
      Lo hice...
      Straff ya no tenía miedo...
      Al principio si que lo tuvo, vale, claro que si, naturalmente que sí...
      Coño,  ¿qué cara pondrías tú, listillo bocazas,  si en un momento dado...  estás en una calle golpeada  por la peor tormenta que te puedas imaginar y al siguiente, catacrac, en lo que dura un parpadeo, sin previo aviso...te encuentras bajo un cielo tan azul que parece esmaltado y con los ojos prácticamente  ciegos por culpa de una luz que tiene  toda la fuerza y todos los dorados de todas las luces de todas las tardes de agosto de toda  tu puta y mísera  vida?
      Una cosa así da miedo, caramba. Por muy valiente que seas. Por muchas armas que lleves encima.
      Sí, entonces  estuvo en un trís de soltar el volante...
    (También, aunque nunca lo reconocerá, de ensuciarse los pantalones)
      Sí, entonces  gritó alguna barbaridad .O quizás sólo gritó y las barbaridades fueran producto  del pensamiento.
      Si, de acuerdo, el compañero John tuvo que tirar del freno de mano porque Straff  ya no sujetaba el volante.
      Y después, con el coche ya parado, le preguntó  varias veces si se encontraba
bien...
      Y Straff que no sabía  que contestarle...
      Y después, cuando John se marchó , también  pasó su rato de apuro...
      Pero un rato nada más...
      Relacionado sobre todo  con el silencio que reinaba en  Caliban Street y con el hecho de que  no se veía un alma en ninguna parte. Ni en las aceras, inmaculadamente limpias, ni en el asfalto, reluciente y en perfecto estado de conservación...
      Pero aquello  duró  un rato  muy corto...
     Y  ya había pasado..
     Ya había pasado....
     Ahora Straff  no tenía miedo...
     Había parado el motor, para demostrar que no le incomodaba el silencio...
     Y bajó el cristal de la ventanilla...
     Y tuvo mucho menos miedo todavía cuando aspiró el aire de Caliban Street...
      Porque...Dios, qué aire.
     Dios, qué puro. Dios, qué dulce.
      Se llenó a fondo los pulmones...
      Sonrió de oreja a oreja...
      “John, ¿dónde me has traído?”,llegó a  pensar.
      Y le entraron unas ganas enormes de reírse.
      Y lo hizo...
     Primero una risa breve, después una gran carcajada...
     El aire, la luz...
     El aire, el aire...
     Inspira, expira, inspira, expira...
    Glotón...
    Así, casi sin darse cuenta, Sfratt abría la portezueladel automóvil...
    Así, casi sin darse cuenta, Straff pisaba Caliban Street...
    Ah, no, de pronto  ni siquiera sabía lo que era el miedo...
    -Fíjese en nuestro Marat, Ms. Firth. Todavía arrastra ciertas carencias psicomotrices, pero cuando nos lo trajeron se encontraba en un estado rayano a la catatonia profunda.
-Me aburren esta clase de anécdotas, Dr.Bhatvadekar.
- Acaso encuentre algo más...pintoresco...a nuestro escenógrafo. Es aquel de allí...Martin Fowler. ¿Le suena el nombre? Hay quienes aseguran que su historia sirvió de inspiración para crear el personaje de Hannibal Lecter. Tenía un brillante porvenir en los escenarios del West End , hasta que asesinó a su amante e ingirió partes muy significativas de su anatomia. Se permitió el capricho de registrar toda la operación en video, pasarla por una mesa de montaje y enviar una copia a la policía. Sonorizó la carnicería con el “Pierrot Lunaire”. De ello hará pronto ...tres años y medio. Ahora mismo estoy en disposición de asegurarle que ya no dañaría  ni a una mosca. Como ve, estamos obteniendo algunos logros notables y espero que pronto Ravenscraft  dejará  de ser visto como el Arkham Asylum inglés...Y naturalmente, tales éxitos habrían sido mucho más difíciles sin las generosas aportaciones de la Fundación Firth...
  - Le aseguro que mi añorado padre agradece enormente sus palabras, esté donde esté. Por mi parte, Dr.Bhatvadekar , me trae sin cuidado en que invierte la asignación, aunque tengo que reconocer que parece usted un hombre mucho más honesto y entregado  que su antecesor. Confió, no obstante, en que esa honestidad no será obstáculo para que pueda echarle un vistazo al dossier...
 - El dossier Constantine. Aquí lo tiene, Ms. Firth. Aunque le advierto que es decepcionante...
 -...
 -...
- ¿Qué clase de porquería me ha dado, Dr.Bhatvadekar?
- No dirá que no la avisé.
 -Me refiero a esto...
 -Déjeme ver. Elerctroshocks...Dalton-Brewer tenía unos métodos muy discutibles...
 -¿Dónde puedo encontrarle?
 -Lo ignoro. Sé que se marchó de Inglaterra al poco de jubilarse. Ha, conociéndole yo apostaría por algún lugar estilo Transilvania. Cielos, creo que salta a la vista que no tuvimos una relación muy...digamos, fluida...
 -Dr.xxx,¿estaba usted aquí cuando Dalton-Brewer  trató a Mr. Constantine?
 -Oh, no, gracias a Dios.
- ¿Le habló alguna vez  del caso Constantine?
- Muy poco, y siempre de forma algo elíptica. No le gustaba el tema, , creame. Algunas veces sospeché que veía el caso Constantine como el gran fracaso de su carrera. Otras, bueno, me pareció que le tenia...miedo.
 -¿Miedo?
- Un miedo profundo, visceral Ms. Firth. Y...¿sabe que Constantine intentó entrevistarse con xxxx mucho después de abandonarnos? No recuerdo la fecha exacta, yo no estaba presente. Los celadores hablaron durante mucho tiempo del asunto. Constantine se presentó en plena noche exigiendo ser recibido por Dalton-Brewer. Él  no le dejó entrar en la finca, pero  charlaron durante un rato en el portón de entrada. Por desgracia, Dalton-.Brewer despachó al guarda y este no pudo oír la conversación. Ahora, lo que si parece cierto es que Constantine estaba muy alterado, y después del encuentro Dalton-Brewer  necesitó más de una copa para tranquilizarse. En mi opinión, puede que Constantine amenazase con demandarlo o algo por el estilo. Dios, toda esa electricidad...Es casi un milagro que no muriese. A propósito, Ms. Firth, ¿puedo hacerle una pregunta?
 - Usted dirá...
- ¿A qué viene tanto interés por el caso Constantine?
- Oh, por que soy...una fan...del buen y viejo movimiento punk. Ya sabe...”¿Por qué no lloramos por la Venus de la dureza?”
- Ha, ha...miente usted fatal, Ms. Firth.
- Pero pago muy bien,¿o no, Dr. Bhatvakedar?
   Empujé la puerta, abriéndola...
   Vi el póster de los Duran Duran. Vi la ventana con vistas al Mersy. Vi la cama con el edredón rosa...
   Vi a Gemma.
 Giré la cabeza buscando a la mujer y fue como enfrentarse a una foto con doble exposición . Seguía ahí detrás, y el pasillo azul también. Pero habían perdido solidez y a través suyo se veía otro pasillo y otras paredes.
Mareaba, así que me volví hacia Gemma.
Estaba sentada en el borde de la cama, mirando hacia mi con expresión ensimismada...
  - Gemma, amor-saludé . Mis palabras sonaron como pronunciadas debajo del agua.
 Ella continuó igual.
  No podía verme. Ni oírme.
  Avancé  un par de pasos...
  ...y el cuarto y su ocupante se... alejaron... de mi.
 Segunda ración de mareo.
  Me quedé quieto.
  Y como si se tratase de una imagen en una pantalla montada sobre rieles, la habitación... volvió.
   Entonces, probé de mover solamente la cabeza.
   Bien, muy bien, no pasó nada.
   Tracé  una panorámica de derecha a  izquierda. Perfecto. Miré al suelo, a la punta de mis zapatos y a las baldosas.
   Vale...
   El mensaje parecía   claro. Ver pero no tocar. ¿Me había convertido en algo así como un fantasma?
    Descubrí que sí por la vía directa...
    De repente, Gemma se levantó, yendo  derecha  hacia la puerta. La abrió con furia y la cerró igual. Tardé un par de segundos en darme cuenta de lo que acababa de ocurrir. !Dios del cielo, me había atravesado de parte a parte sin inmutarse si quiera! Y yo tampoco había sentido nada.
Escuché rumor de conversación. Pensé en Cheryl. Gemma y Cheryl en otro cuarto. En la habitación matrimonial . O en el baño. Gemma y Cheryl. O Gemma y Tony.
¿Podía seguirla, si me lo proponía ? De alguna manera supe que la respuesta era negativa. Algo me proporcionaba la certeza de que si abría aquella puerta,  me encontraría con el pasillo azul y con la mujer enferma. También volvería el mareo y, de obstinarme  en seguir  adelante,  acabaría otra vez  en Caliban Street. Fin de la visita. Pase otra vez por taquilla.
     Lo más sensato (si el término sensatez significaba algo en aquel lugar) era aguardar a que Gemma regresara...
     Me entretuve examinando la habitación...
     El mobiliario no había cambiado desde mi última visita y soportaba  regular el paso del tiempo. El ropero, por ejemplo,  tenía un pomo roto y al escritorio desplegable le faltaba una de las bisagras. Los corazones del papel pintado estaban descoloridos. Un cristal roto en la ventana había sido remendado  con una burda tira  de cinta adhesiva. La bombilla del techo era de baja potencia, desprendiendo  una claridad  amarillenta y pobre. En conjunto, el lugar transmitía un aura de tristeza e incluso de sordidez. Las únicas notas de color procedían del  par de pósters y de un tablero con fotografías,  sobre  la cabecera de la cama.
     Me pregunté si abría alguna copia de la foto que me mostrara  el Poli Bueno.
     Era difícil asegurarlo sin acercarse al tablero, máxime con aquella luz, pero me pareció que no. Deduje que la mayoría eran  de grupos escolares, y en las restantes Gemma estaba o bien sola o bien con sus padres.
     Entre las fotos se encontraban también  un par de programas  de discotecas locales, entradas de espectáculos  y dos postales de con el trébol irlandés. Dublín, la primera, y un collage de paisajes la segunda.
     Se me hizo un nudo en la garganta.
     Dublín, puede que  Irlanda del Norte.
     Kit...
     Escuché como se abría la puerta y Gemma entró en cuadro por la  derecha. Traía consigo un tazón de cacao humeante y un ejemplar de The Sun bastante arrugado. Dejó el tazón en el suelo, encendió la luz de la mesilla, se tendió sobre el cobertor  y se puso a ojear el tabloide, pasando páginas hasta la parte de  horóscopos, pasatiempos y programación televisiva. Gemma aburrida en un día monótono,  en el hogar de los aburridos Masters. Caramba, ¿qué había hecho al final Cheryl con la vida de Gemma? Lo triste es que aunque desaprobara los resultados podía  comprender los motivos. E incluso llegar a simpatizar con ellos, sobre todo ahora que yo también me encontraba inmerso en un cierto cambio de perspectivas ...
   Pero...
   Pero era obvio que aquella Gemma no era la Gemma que había conocido y en la que solía pensar cuando las copas me tocaban fibras melancólicas  y me daba por acordarme de  que, después de todo, John Constantine también tenía familia. Tampoco era la Gemma que Cheryl había presentado a la policía ( al menos, no la que el jodido bruto  me mostró a mi) y en un ramalazo de humor negro me planteé si de verla ahora habrían puesto tanto celo en la faena. Había cambiado   a peor en lo físico, acumulando grasa en caderas y cuello, y su pelo  necesitaba un buen corte y un lavado. Aunque  esto, al final, no resultara tan descorazonador como el gesto de su boca,  entre lo vulgar y lo amargo, o viceversa. Un rictus bastante común entre chicas de sala de baile de provincias, almas perdidas en gasolineras después de la medianoche y asiduas a confesionarios televisivos de media tarde...y que habla de aspiraciones  bien  muertas y mejor enterradas. O de sueños tan rotos como los muñecos de la primera infancia el día que tus mayores deciden darlos a las Clarisas Pobres .O  de una existencia  que ha ido más allá incluso de la resignación a fuerza de girar y girar en círculos sobre si misma, como un animal en su jaula.
   Recordé la caligrafía apretada y menuda de Cheryl sobre un papel de carta violeta. La envió certificada para que no pudiese hacerme el ignorante.
   “...y pese al dolor del corazón, creo necesario que te mantengas alejado, pues nuestras vidas son  incompatibles...”
   Había estado a punto de romperla nada más leer las líneas anteriores. Pero proseguí hasta el final. E incluso repetí la experiencia en la barra de un bar.
   “Por más que tu intelecto se esfuerce en darle la vuelta  a las creencias que Tony y yo abrazamos , yo no creo en el peso de la sangre ni en la predestinación. Los sueños, sueños son, que dicen, querido hermano. El peso de la sangre es siempre relativo. Por otra parte, el  pasado es cosa muerta y enterrada Y si no lo es, resulta del todo lícito esforzarse en tal dirección. Al final ésta y no otra es la vida que quiero para nosotros y por supuesto para  Gemma...”
    Mierda...Aunque , pensándolo bien, tampoco tenía demasiado derecho al enfado.
    Después de todo, había secundado la voluntad de Cheryl, apartando a Gemma de aquel tal Roobie(¡Jesús!John Constantine en mi casa)Brooks, que, cierto, parecía un verdadero gilipollas, pero que acaso fuese un mojón crucial en el camino que Gemma tenía que  hacia la independencia. ¿Y qué consecuencias habría tenido mi brillante bromita?¿Qué habían dicho los compañeros de clase? ¿Qué tipo de rumores se extendieron  por Liverpool? Ahí, ahí va la chica Masters. Ojo  con ella. Tiene un tío que puede convertirte en rana si intentas tocarle las tetas...
    Gemma dobló el The Sun y  bostezó. Apagó la luz de la mesilla y levantó el tazón. Bebió a sorbos.
    También había aceptado mantenerme al margen, que cojones. Nunca escribí, nunca llame por teléfono ni me presenté de improviso. Nunca intenté limar asperezas.
    Otra culpa más en la lista de John Constantine. Coño, ¿qué derecho tenías, Cheryl?¿Y qué derecho tenía yo? Otra incertidumbre para la lista de John Constantine.¿Y por qué seguí el juego de Cheryl?¿Por pereza?¿Por comodidad? ¿Y como estaba tan seguro que el juego fuese de Cheryl?¿Por qué no culpaba abiertamente a Tony?
    “...y si la amas de verdad, comprenderás...”
    El  periódico se deslizó hasta  el suelo. Gemma puso el tazón junto al The Sun y se tendió en la cama. Se hurgó los dientes con un dedo, sacó alguna cosa y se la acercó primero a la nariz y después a los ojos. Se secó los dedos con la falda. Se puso de costado , encogió las rodillas, cerró los ojos...
    La jaula, el animal. Se ha cansado de correr en la rueda. Hora de dormir. Dejar que pase otro día más.
    Me giré hacia la puerta...
   ¿Por incapacidad para comprometerme?¿Por qué estaba demasiado absorto primero en Kit y después en mi dolor?
    Inmerso en tales pensamientos...
   ....  el mareo solamente pareció una molestia menor.
-Antonia Firth al aparato,¿con quien hablo?
-Buenos días, Antonia...
-¡Ah, la Gran Prostituta! Me preguntaba cuando tardaría en llamar para deleitarme con su número de plañidera.
-Estamos muy preocupados por ti, hija. Me encuentro  en Londres y me gustaría...
-¿Está  en Londres? Oh, que generosa en venir desde Grecia. Ha, ha...Olvídese de mi, Reverenda, y haga el favor de no volverme a llamar. Y por supuesto olvídese también  de mi dinero...
 -Hija, te equivocas. Estás tomando un camino...
 -¡Adiós!!Adiós! Hasta nunca...
    
  
    
      -¿Satisfecho de la visita familiar, Mr. Constantine?
      El cielo era de un azul inmaculado y el aire olía a glicinas. Los setos limitaban la visión, pero era harto probable  de que detrás se extendiese por lo menos una pradera interminable o puede que incluso el más frondoso de los bosques.  Aposté doble contra sencillo a que los muros de Metafísica Espectacular y Londres se habrían esfumado junto con la pared de la habitación amarilla .A mi guía, por supuesto, el cambio no le sorprendió en lo más mínimo, limitándose  a caminar (de acuerdo , renquear) directamente hacia el camino de grava, con tanta tranquilidad como si siempre hubiese estado allí. Yo me detuve para quitarme la gabardina y aflojar  el nudo de la corbata. La temperatura había subido por lo menos dos grados.
     - Habrá visto que la chica se encuentra en perfecto estado de salud, Mr. Constantine. Ahora llega el momento de relajarse y conversar como  gente educada que somos...
     Señaló a una silla de lona plegable. Había también una mesa de picnic provista de un juego de té, una jarra de limonada y varias bandejas con tostadas, bocadillos  y galletas. De alguna parte salía salía un rumor de agua corriente que hacia pensar en un estanque o una fuente. La mujer del vestido maravilloso se escabulló entre dos setos. ¿Había terminado su papel en el juego?
 Me senté y saqué el tabaco. Necesitaba un cigarrillo. Lo encendí y tragué el mejor humo que había probado en toda mi vida.
  - Bueno.-dije-lo del tabaco  es un buen truco, y tanto que sí . Amplía de manera notable el alcance del concepto de transfiguración. Me pregunto qué se sentirá el echar un polvo por aquí.
  - Ajá, veo que ha estado haciendo deducciones sobre dónde se encuentra y cómo funcionamos...
  - Soy de cabeza inquieta. A ver-levanté la mano y enumeré con los dedos-No son demonios, pero tratan  con ellos. La casa tiene dimensiones...anómalas. Su compañera viste con algo que parece llovido  del espacio exterior. Y Gemma se encuentra en un lugar donde está anocheciendo y el puto The Sun publica en portada  que John Lennon va a divorciarse de Yoko Ono-bajé la mano, di otra calada, retuve el humo el máximo tiempo posible y lo expulsé poco a poco-¿De qué siglo vienen ustedes? ¿Del veintitrés?
 - No, no...de  mucho más cerca, Mr.Constantine. De la vuelta de la esquina, como quién dice. En realidad , me complace anunciarle que el proceso que acabará poniendo en marcha todo lo que ve, ya hace mucho que funciona en su tiempo. Y usted  y toda la gente como usted, han intervenido en ello.
-         ¿Toda la gente como yo? ¿De qué me habla?
- Disidentes, visionarios, magos...
 - Entiendo, vagos y maleantes. La magia de hoy es la ciencia del mañana...

 -Correcto, dado lo cual Metafísica Espectacular es un producto de síntesis...
  
- No estoy de acuerdo-le interrumpí-Metafísica Espectacular, tal y como yo lo veo, es una gran cagada...que no sólo actúa como un grupo de matones de barrio sino que, además, juega con fuego. Hablemos de Mr. Jinx, por ejemplo. Tratar con escoria de tal calibre  es bastante fácil, sobre todo cuando han sido defenestrados y se arrastran por ahí dejando un rio de babas. Pero...¿han probado con los grandes Duques? Algo me dice que no. El dulce gatito habló de  nuevos amos... y de  nuevos nombres, refiriéndose a ustedes. Y hay que ver lo  orgulloso y lo puesto que  estaba, el muy mierda.!Amos! Compañero,¿ pero acaso creen que en el Infierno el personal está en venta?
 
 - Mr. Constantine, saca conclusiones apresuradas. No sea tan...impetuoso. Hay mucho de nosotros y de nuestro funcionamiento que desconoce. Y que... no sabrá hasta que nuestra asociación no haya llegado a buen puerto.
 
- ¿Cuál  asociación?.-me deshice de la colilla- No he hecho ningún trato, que yo sepa.
 - Presumo que no dejará a Gemma donde está, Mr. Constantine. Y tampoco querrá  volver  a casa para ir de cabeza a la cárcel. Nuestra conducta...de matones, dijo...ha sido calculada en base a sus parámetros psicológicos. Piense en ello, Mr. Constantine. No nos place  emplear tales métodos, además del engorro que comporta una operación a tal escala. Pero, dígame,  ¿cómo acercarse a alguien con su talante?
-         ¿Han probado a llamar a la puerta y preguntar?
- Habríamos perdido el tiempo. Usted no trabaja gratis.
Una estruendosa risa precedió a la llegada de un tercer personaje. Me sobresaltó, pero me recuperé en seguida.
- ¡Jesús!-silbé, nada más verlo- El Conejo Blanco...
- Me chifla  su sentido del humor, Constantine-dijo el recién llegado-así que olvidaré  la grosería.
 
Era el personaje más sorprendente de los vistos hasta el momento. O cuanto menos  el más pintoresco. ¿En qué feria reclutaba Metafísica Espectacular? No llegaba  al metro cincuenta de altura y casi puede decirse que  era macrocéfalo. Vestía chaqueta y pantalones a rayas azul marino y blancas, botines con hebillas  y sombrero de anchas alas blancas con cinta negra. Para rematar la excentricidad, un monóculo duplicaba las dimensiones de su ojo derecho.

- Le presento a nuestro asesor en materia de adquisiciones, Mr. Constatine...

- Director en funciones, si no le importa. ¿No se habrá enfriado el té, con tanta cháchara?

- ¿Se llama  Miguelito Loveless, por un casual?

- Sin nombres, Mr. Constantine. No crea...

- Déjelo-le cortó el recién llegado-¿no se da cuenta que es  otra de sus tonterías?
  Dió un salto y aterrizó de pie sobre una silla. A continuación,  se inclinó hacia  la mesa y, apoyando las rodillas en el borde de la misma, alargó sus cortos brazos hasta coger  la tetera. La levanto, la destapó y olisqueó el contenido. Movió la cabeza, en gesto de contrariedad.
  
- Lo dicho, frió. Un crimen, Constantine, desperdiciar té de Fearie...
 
- ¿Fearie?
 
- Fearie...
 
- Así que juegan con el Infierno y con Fearie a la vez...
 
- Esto se llama  negociar a gran escala, Constantine. Y con una visión global que un ladronzuelo como usted jamás poseerá. A mi compañero le encanta confraternizar. A mi en cambio me aburre a muerte. Por lo tanto no  discutiré ni responderé  a ninguna posible pregunta por su parte. Le expondré los hechos y dejaré que decida. Nada más...
  Se apartó  de la mesa, derrumbándose en el asiento. Los pies le quedaron colgando  casi a un palmo del suelo. Se echó  el sombrero hacia  la nuca, buscó en los bolsillos y localizó un pañuelo. Procedió a limpiarse el monóculo mientras le daba a la sinhueso.
  - Constantine, el segmento de multiverso donde se encuentra su sobrina está  condenado a medio, corto plazo. Muy medio, muy corto plazo. Extremadamente medio, corto plazo.  Digamos que ha acumulado demasiada entropía y que se aproxima a  un estadio de masa crítico. Si la chica permanece allí , experimentará el Apocalipsis y, por lo que hasta el momento  sabemos del fenómeno, no será precisamente una cosa rápida modelo fuego que cae del cielo, tierra que se abre y adiós muy buenas.  No acabará con un estallido, Constantine,  sino con algo parecido a una lentísima e irreversible, y muy desagradable e indigna corrupción. Su muerte en tales circunstancias, habrá de pesar  sobre su conciencia, mientras da vueltas en una celda rodeado de sodomitas.
 
- Estoy en sus manos, pues.
 
- Por otra parte, me hallo  en condiciones de prometerle que, de ayudarnos, recibirá algunos beneficios extras, además de la vida de su querida Gemma.
   Jugué con el paquete de Silk Cut y el encendedor.
 
- El servicio que pretendemos  que nos preste, Constantine, tiene relación  con cierto “objeto de poder” bautizado como   Libro de Darkhold, Libro de los Pecados, Libro de las Mentiras e incluso Libro de las Lágrimas. Alguien lo llamó una vez Libro del Propatôr, pero no es un título exacto. Supongo que le será familiar...
 
- Me hablaron de él una vez , pero no quedé convencido.
 
- ¿Duda de su existencia? Puedo mostrárselo si lo desea , Constanine, y si me apetece hacerlo, que ahora mismo no. La leyenda asegura que daña solamente con ojearlo, y no dudo que alguna vez así era. Ahora mismo, no obstante, si le entrego el Darkhold puede hacer con él lo que le venga en gana, Constantine. Distraerse con la grafía preatlante si siente vocacación de filólogo o arrancar las páginas para envolver el bocadillo de la mañana. Puede dárselo a un niño para que se entretenga camino de la escuela o leerlo en el lavabo y limpiarse con él. Y aquí le permito hablar...
 
- Bien-me encogí de hombros- parece que al final  los objetos de poder no son otra cosa que  receptáculos. Pienso  que pretende  decirme que su precioso libro ha sido...descargado.
 
- Exacto. Y una situación así plantea un buen número de interrogantes, en especial si tenemos en cuenta el volumen de poder que se concentraba en el objeto. ¿Quién lo descargó?¿Cómo pudo hacerlo?¿Cuándo y por qué? Y, naturalmente, ¿a dónde se transfirió dicho  poder? He aquí  su trabajo, Constantine, a no ser que le tienten más unas cuantas décadas de vida carcelaria.
  Me tomé un rato en contestar. El suficiente para repasar lo poco que sabía del libro más unos segundos para fastidiarle. Recordé algunas alusiones al volumen en Isis sin velo y hasta una presunta cita salida de la boca de una criatura angélica en Monas hierogliphica de John Dee. Pensé en el tipo que me había hablado de él. Por desgracia, no conseguía situarlo, aunque tenía la impresión de que el escenario fue  un club de Harlem, que  el hombre era un gigante de color y  que  no se  había referido al libro con mucha simpatía, antes  todo lo contrario. Me constaba que la conversación no había sido muy larga y supuse que la laguna en la memoria se debería a una  sobrecarga de alcohol o algo por el estilo...
 Mientras tanto, el enano  guardó el pañuelo, se puso el monóculo y por gestos le pidió a su compañero que le acercase la bandeja de las  galletas. El otro cumplió con solicitud de sirviente. El enano masticó con ruidosa fruicción.
 - ¿El Darkhold-pregunté, por fin-no fue cedido por la familia Montesi  a Stephen Strange?
 Movió la cabezota de arriba abajo, apresurándose a tragar.

- El Darkhold ha pasado por muchas manos, Constantine, algunas francamente insólitas. Incluso tiene varios cultos de adoradores. Pero ahora mismo...o mejor dicho...en su tiempo está bajo la custodia del Dr.Extraño.

-  Quien tiene fama de ...impredecible. Puede que él lo haya descargado entre numerito y numerito de levitación.

- Que nosotros sepamos, no. Aunque igual lo hace más adelante...Ahora mismo y en su segmento del continuum, el Darkhold todavía conserva intactos sus poderes. Y seguirá activo hasta aproximadamente dentro de dos semanas. Entonces ocurrirá algo, una singularidad le llamamos, y el libro quedará en el estado en que lo obtuvimos...

 - Un momento, usted juega con ventaja, amiguito del futuro próximo. No me engañe. ¿Qué va a...pasar?¿Qué quiere decir con singularidad?

 - Una singularidad, Constantine, es un suceso único e irrepetible donde finales y principios se confunden o intercambian propiedades. Desafía a la lógica y sin embargo es en gran medida su fruto más extremo.
 
- Bonita explicación. Un poco imprecisa, eso sí...

-  Sobre los acontecimientos que la rodearán, sabemos tan poco como usted. Verá, por desgracia- se sacudió migas de la camisa-el tiempo no es materia uniforme. Hay partes muy fáciles de explorar, otras verdaderamente complejas y algunas nos están del todo vedadas. Las llamamos segmentos opacos, porque rechazan tanto la observación  como la exploración directa. Hemos probado a penetrarlas y hemos tenido bajas.  Ahora mismo, gran parte del continente americano es  una de tales zonas. Si no fuese así, si pudiésemos intervenir por nuestra cuenta en el asunto, no le necesitaríamos, Constantine. Nuestra política es interferir lo menos posible en los segmentos del continuum, dado lo cual no acostumbramos a reclutar agentes.  Somos exploradores, científicos y estudiosos. También, no lo negaré, coleccionistas. Un...bárbaro como usted...no entraba en nuestros planes hasta que no nos quedó otro remedio...
 Encendí un cigarrillo. Sabía mucho mejor que antes. ¿Bárbaro? Recordé el miedo de la mujer. Bárbaro, no me sonaba mal. Saquear, robar...y follar, y no siempre en dicho orden.  Que gracia....
  
- Me queda una pregunta-dije-¿Por qué yo?
 Se hizo con otra galleta y hubo un rápido intercambio de miradas con su compañero. Deduje que había tocado un punto importante y me preparé para cualquier cosa.
- Me temo que  la respuesta, Constantine-dijo, apuntándome con la galleta, que tenía forma de corazón-sea  parte de los extras que mencioné al comienzo.
  
- Ha, ¿quién dijo aquello de enigmas envueltos en misterios dentro de jeroglíficos? Seguro que les conocía a ustedes.
 
 - O a usted, Constantine-mordisqueó la galleta.-¿No me diga que la frase no sienta como anillo al dedo, aunque le guste jugar al transparente chico de los suburbios?
  “No lloraré.
   Me dijiste que no llorase y no lloré. Tu Euridice cumple sus promesas.
   No lloré entonces, no lloraré ahora.
   No lloraré nunca...
   No lloraré nunca...
   No lloraré nunca...”
  - Vale, John, respecto al sitio...
  - ¿Qué sitio?
- Caliban Street...
- Puede que la calle más fea de todo Londres, Straff.
 -Venga, John...
  La ciudad se reponía a duras penas del temporal, aunque el cielo continuaba tan gris como el culo de una olla vieja. Straff pidió el menú Gran Indico, que era lo mismo que el menú Atlántico aunque con salsa rosa en lugar de curri. Yo me conformé con cerveza en un vaso de plástico.

- ¿Qué pasó en Caliban Street después de todo, Straff?

- Se nota que para  ti la magia tiene que ser algo muy normal...

- ¿Magia, Straff?
 - John-se rió-que todo el mundo sabe a qué te dedicas...

- Me sorprende que tú, un amigo, hagas caso de habladurías.
- Pero, hombre, no tendrás la cara de negar lo que vi con mis propios ojos.
  A aquellas horas el  Allan Collin´s Fish&Chips se encontraba  lleno de ejecutivos de mediana edad luciendo trajes conservadores y de sus descendientes, más informales y dedicados mayoritariamente  a la informática. Se veía también un cierto número de turistas orientales, aferrados a cámaras de video, mapas y guías. Venían  con expresión compungida por culpa del tiempo. Se percibía un fondo de música de ascensor por debajo del rumor de conversaciones y la voz de la chica de los pedidos, transmitiéndolos a cocina por megafonía. Un buen sistema para que todo el mundo sepa que consume la misma bazofia, y no se desate ninguna lucha de clases.

- ¿Qué viste en Caliban, Straff?
 - John, por el amor de Dios, puedes confiar en mi. Sé guardar un secreto.
 Por los ventanales se divisaba el trabajo de una brigada municipal, intentando levantar  un árbol caído sobre el techo  de un Austin Princess. A un lado, entre los hombres vestidos con impermeables  amarillos, su propietaria gastaba  una expresión semejante a la que se aprecia  en algunas fotos de los supervivientes del Andrea Doria. Llevaba  un conjunto de Versace. La escoltaba  un mastín napolitano  que disfrutaba  de lo lindo enseñando  la dentadura a trabajadores y curiosos.

- Además, ha sido magia blanca, John. Así que no tienes de que avergonzarte.
- ¿Magia blanca?
 
- John, es que  creo que...Caliban Street me ha hecho algo...positivo. Coño, no sé muy bien como explicarlo...
 
- Comenzando por el principio, Straff.
 
- Probaré. A ver...Oye, ¿tu crees que existen recuerdos tan...buenos...que parecen hechos exprofeso para ayudarte a sobrellevar los malos momentos?

- Puede...
- Y...¿y crees que, por el motivo que sea, uno puede...perder, olvidar... dichos  recuerdos, de tal manera que cuando llegan los momentos jodidos te encuentres  indefenso y solo...y no puedas combatirlos?
 Ni la cerveza ni el Silk Cut tenían gusto. La comida en la bandeja de Straff  me parecía simple materia muerta. Sin duda estos eran los efectos colaterales de una exposición a Caliban Street. Suponía que no tardarían en pasar, aunque empezaba a estar seriamente preocupado por la forma en que afectaban a Straff.
- Eh, John, dime...¿crees que puede pasar algo así?
- Ni idea.
   
- Pues, no te rías, porque  a mi me ha pasado, John. ¡A mi!!A mi!-alzó la voz, atrayendo las miradas del dúo de ejecutivos de la mesa vecina- ¡A mi, John! Caramba, como pudo...
    
- Straff, no grites, por favor-le reñí.
 
- Bueno, disculpa John, pero es que parece algo así como un  milagro. Creo, creo que ahora mismo soy un hombre nuevo. Puede que se haya acabado el luto, John. E incluso...presiento...noto... que tengo fuerzas para darle otro rumbo a mi vida...
   
 - Pues felicidades, Straff. Hay que celebrarlo  por ti-sacudí el vaso de cerveza- Ahora, ¿ qué tiene que ver un callejón de Chelsea con este repentino cambio de humor?
    
- Y venga  insistir con lo del callejón.-se rió.
    - Habrás soñado, Straff. Caliban es una calle vacía que los urbanistas se olvidaron al trazar Manresa. Me esperaste en el coche mientras estaba en un almacén fuera de servicio, conversando con un par de tipos con los que tengo unas deudas...
  
-No, no...
   
 - Straff...
- Te desobedecí, John. Perdóname. Salí del coche...
    
- Ah...
    
- Te prometo que estaba dispuesto a seguir tus instrucciones al pie de la letra, pero...Después de que te metieras en la casa...
   
 - ¿Qué casa? Si era  un almacén...
  
- Calla, John. Cierra la boca  y escúchame, aunque sea por una vez en tu vida...Cuando te metiste en aquella  casa  del año de la Maricastaña,  y con esa placa tan rara  del pajarraco...yo me quedé  muy asustado y dispuesto a no moverme ni aunque me reventase de  ganas de mear. Pero, claro,  pasaba el tiempo... y no ocurría nada,  y tampoco había nada de aspecto  preocupante a la vista... El caso es que...sin proponérmelo... apagué el motor... y al cabo de un rato bajé la ventanilla. No me esperaba que el aire fuese de aquella manera, John, tan bueno y agradable...y...y...
 
- Di balsámico, Straff.
 
-Justo, John, justo.
 
Uno de los ejecutivos nos controlaba . Straff no era bueno bajando el volumen. Miembros  del gremio del chip, a juzgar por los téjanos y las Kelme.

- Mi amigo es publicista-le solté .Y a Straff:-Con un par de decibelios menos todo irá mejor, colega.
 
- Oh, vale, que bruto soy.
 
- No, eres el viejo, no muy despierto y entrañable Straff , que ha tenido una alucinación.
 
- Aquel aire me...me limpiaba...John...y aunque parezca tonto me puse a hacer como en el gimnasio, respirando profunda y acompasadamente. Y, tío, cada vez era...mejor. Más...eso que dijiste. ¿Relajante era, no? Tanto  que creí que me iba a quedar dormido  y pensé que para no hacerlo lo mejor sería estirar un poco las piernas. Entonces fue cuando bajé del coche. Estaba algo entumecido, estiré los miembros  y caminé un poco...Nada, John, unos pasos nada más, sin perder de vista el coche y la casa. Y, ostras, fue precisamente la forma como el sol brillaba en las ventanas...arriba, donde  las buardillas...la que me hizo...me hizo recordar...
  Apartó la bandeja y cruzó los brazos sobre la mesa.
 
- Porque...porque aquel...reflejo...no me resultaba  desconocido,¿sabes John? Lo había visto antes en alguna parte y me encontré preguntándome...y preguntándomelo muy en serio...dónde, dónde...Y de pronto, ¡Jesús!, lo supe.  Brigthon, John, a mediados de los sesenta. Allí había visto yo  un reflejo igual, al medio día, en la torre de un lugar que se llama Ironmaster House y que es celebre porque albergó a varios cuerpos de la defensa costera durante la guerra. Papá sirvió allí y por eso lo sé...
  Calló en plan pausa dramática. Igual que si esperase ver qué efectos me producía la revelación. No dije ni hice nada. Los ejecutivos parecían decididos a olvidarse de nosotros. En la calle, una grúa se ponía en marcha y ladraba el mastín. La chica de los pedidos solicitó a cocina un menú Mediterráneo Infantil, superponiendo su voz a una especie de sampleado de Jobin.
   
- Es la única vez que papá y mamá decidieron llevarme de veraneo-prosiguió.- Unos   cinco o seis años antes que el viejo enfermara...No estoy seguro pero creo que el pobre había cambiado de curro y pillado  una buena indemnización, eso podía hacerse en los sesenta. O quizás eran ahorros, no lo sé. Tampoco viene a cuento.  El caso es que decidió que estaría bien  salir de Londres por unos días. Nos metimos en el tren y llegamos hasta Brighton. Nos instalamos en un hotel a primera línea de mar y...vale , ellos dos iban a lo suyo, aunque también organizaban excursiones como la visita a Irnomaster...Así que yo  tenía, por lo general,  todo el santo día para rondarla, John. No creo que padeciese  ataques por aquella época, o al menos eran muy esporádicos. Me pasaba la mañana en la playa, John, o en los coches de choque. Había un teatrillo de marionetas y allí vi Mr. Punch por primera vez. Jamás he vuelto a sentirme tan...libre.  También conocí a otro chico que venía de la ciudad. No de Londres, sino de Manchester o de Coventry. Ahora mismo  no sé su nombre, aunque puede que no me lo dijese porque  quería que lo llamase Huck .A  mi me rebautizó como Yañez. Al principio,  a las ocho de la noche ya estaba en mi cuarto del hotel, esperando para cenar y oyendo la música de la orquesta del patio o leyendo tebeos.  Pero gracias a Huck el horario se hizo más flexible...los viejos iban a lo suyo, ya te lo dije-me guiño un ojo, cómplice- Y comenzamos  a recorrer la playa de noche,  buscando objetos perdidos por los bañistas , espiando a parejas de enamorados, nadando cuando nos atrevíamos o recogiendo conchas y piedras de  formas curiosas. Recuerdo con total claridad que una vez Huck encontró una parecida a  un feto humano y yo varias con forma de botella, que mi compañero  aseguraba  eran almas de marineros borrachos. En suma...un verano de inmensa felicidad , John. Que nunca debí olvidar. Nunca. ¡Nunca!
   Descargó un puñetazo en la mesa, derramando su cerveza sobre la comida. La mía se salvó de milagro. Los ejecutivos murmuraron algo en voz baja y, después,  rieron con mucha menos discreción. Pese a la fuerza de los cables el árbol se negaba a separase del coche. En la megafonía se juntaba un descomunal pedido de helados con La chica de Ipanema.
 
 - Straff...
  
- Tranquilo, John, aguarda. Me parece normal que esté cabreado. Tengo derecho... Joder-se golpeó la frente con la palma de la mano-¿cómo coño me las arreglé para olvidar algo tan hermoso? Mierda, que jodido inútil que soy...A ver, pero no es de las vacaciones de lo que quería hablarte, John, sino de  mamá. Oye, John, la...la mujer que tú conociste...-se echó hacia atrás en el asiento-Bueno, mamá no siempre fue ese tipo de bruja, ¿sabes, amigo? Ahora me he dado cuenta de que empezó a cambiar después de la muerte del viejo, porque a la fuerza  tenía que quererlo tanto que no pudo encajar la pérdida. Cuando estaban juntos, allá en Brigthon...dios mío, no te puedes imaginar cómo era entonces...
   De reojo vi que uno de los ejecutivos se llevaba un dedo a la sien y lo hacía girar en el signo universal de la chaladura. Su compañero asintió.
 
 - Bonita, alegre...John, se reía, puedes creerlo.  Se reía mucho y de todo... y a todas horas. Creo que nunca he conocido a una mujer más viva y feliz.
   “Lo siento, Straff”, pensé.”Pero ya va siendo hora de poner punto y final”
  
- Y justo a esa mujer es a la que de ahora en adelante voy a recordar..y honrar...en lugar de a la arpía que nos complicaba la vida y...
 
 - Straff, desengáñate.-dije- Tu madre era una puta fea y sucia que se ganaba unos peniques  haciendo mamadas en los cines del Soho.
  
- ¿Qué, John?
 
- Lo que has oído, Straff.
 - No puedo creerlo...
 
- Puta, fea y mamona, Straff. Digiérelo.
   Vi como apretaba los dientes y cerraba los puños.
    Lo bueno es que había puesto unos ojos como platos y me aguantaba la mirada...
  
- Además, tengo pruebas, Straff.
 
 - No puedes decirme eso, John.
  
- Que no...
 
 - No hay cojones...
  
- Pero mira, Straff. Mira...
    Levanté la mano derecha. Vacía, por supuesto.
    Y sus mirada siguió el movimiento. Era un comienzo de ilusionista de feria, pero serviría.
     “Ay, Straff, es por tu bien. Espero...”
 
   Una parte considerable de su atención se centró en mi mano. El no ver nada le desconcertó, con lo cual bajó algunas defensas. Entonces...empujé. Suave, pero a fondo. Sin maldad, pero con decisión. Como un cirujano acomete con el bisturí.
  
 - John...qué...
  
 Acusaba el golpe. Se le desencajaban las facciones.
   
- Aha...el mago...
    No era una revancha, no era cuestión de maldad.
   
- Escucha, Straff, es por tu seguridad. Dentro de un momento olvidarás todo lo que me has dicho.
   
- Y tú que te lo crees, cabrón.
    Presentaba una voluntad firme, pero yo sabía que años de dolor y enfermedad equivalían a cimientos muy endebles.
    La forma más gráfica de explicar lo que estaba haciendo es decir que comencé a...borrar.
   
- ¡John, por lo que más quieras, no me hagas esto!.-gritó, angustiado.
  
 No era la primera vez que le hacía una jugarreta semejante. Pero hasta ahora nunca había operado sobre un material de tanta importancia. Tan querido.
   
- No te estoy haciendo nada, Straff. Mírame, estoy aquí, quieto...
  
 - Brujo-resopló, lanzando una nubecilla de saliva.

 - Llovía en Caliban, Straff. No saliste del coche.
  
 - La risa de mamá. No me la toques, brujo...
    
- Entré en el almacén, conversé con unos tipos, salí...
   
- El chico me llamaba...me llamaba...
- Tú estabas en el coche con cara de aburrido y me ofrecí a invitarte a comer. Sugeriste venir aquí porque te entusiasma el Menú Indico. Nada más, Straff.
   
- Nnnn...no...nnnnn...
 
- Así hemos pasado la mañana, Straff.

- Maldito seas, John Constantine...
-Y así...
   
- ...or favor...favor...
 
- ... la recordarás.
   
Di un chasquido con los dedos. Tenía que funcionar. Siempre funciona.
 Straff se abalanzó sobre mi, gritando como una fiera.
 Derrumbó  la mesa y conseguí evitarlo por milímetros echándome a  un lado. Di contra uno  de los ejecutivos que me gritaron algo indeterminado.
 Straff intentaba venir hacia mí. Se hizo un lío con las piernas y  cayó.
 El borde la mesa volcada fue a hundírsele en el plexo solar, cortándole la respiración y haciéndole, supongo, bastante daño.
Los ejecutivos se estaban  levantado con expresión feroz.
    - No pasa nada, amigos. De verdad que no. Mi compañero es epiléptico. Ayúdenme a levantarlo, que pesa lo suyo, ¿ok?
    Pero, al volverme,  descubrí que  Straff ya casi se las había arreglado solito  en lo tocante a recuperar la vertical.
    Y lo habría conseguido del todo de no ser porque metió un pie en el Menú Indico y la mezcla de pescado, patatas y salsa combinada con la bandeja  le hizo resbalar.
    Soltó un rugido , medio corriendo medio brincando en dirección a ninguna parte.
    Algunos turistas habían puesto en marcha los vídeos. En Internet van buscadas las imágenes de esta clase. Se puntúan en los grupos de alt. binaries por los litros de sangre derramada. Que nadie me pregunte cómo lo sé.
    El ejecutivo me adelantó, yendo a  pillar  a Straff de la chaqueta. El tirón puso en peligro la integridad de la prenda, pero impidió  que Straff fuese de cabeza  contra el ventanal.
    Straff no estaba como para dar las gracias. Intentó propinarle  un puñetazo al informático quien, asustado, evitó el golpe con un ágil  movimiento de cintura, que me hizo sospechar que no desaprovechaba las horas de gimnasio. Después, empleando los dos brazos, empujó a Straff hacia mi. Era una pelea penosa.
   
- Coño, Straff-jadeé, interceptándolo y cerrando mis brazos alrededor de sus hombros,
igual que si fuese a besarle o a bailar con él. Tarea complicada, dado el perímetro del amigo. Llevaba bastante inercia y tuve que asentar bien los pies para que no nos la pegásemos juntos.
    Viéndose atrapado en mi abrazo modelo oso, Straff torció el cuello hacia atrás y me olí que pretendía darme un cabezazo, para acabar de hacerme polvo la cara y  soltarse de la presa...
    Pero no fue así, después de todo.
    Una suerte porque los  cabezazos de Straff gozan de fama entre los hinchas del Palace. Mala o buena fama, según el bando en que se esté. Todos coinciden, no obstante, en la  espectacularidad de los mismos.
    Bien, quizás  sí que el golpe con la cabeza fuera su  intención inicial...
    Pero dejó de serlo en algún instante a mitad del movimiento.
    Así, cuando la cabeza descendió ... fue para posarse en mi hombro y deshacerse en lágrimas.
   
- Joder con el publicista-silbó el ejecutivo-Menudo pirado.
 
- La discusión viene de antiguo, ¿eh?-dijo su compañero, señalando hacia las marcas de mi cara.
- Muy gracioso, de verdad. Tiene una barbaridad de  gracia, sí. Venga, Straff, nos vamos a tomar el aire...
   
- Mire esta mancha. Tengo derecho a que me pague...
 
- Envíeme la factura al número veinte de Caliban Street -solté- A nombre de Loveless.
    Cuando llegamos a la puerta se disparó la salva de  aplausos. No se me ocurrió otra cosa que  levantar  la mano con los dedos índice y medio abiertos en el gesto que el viejo Crowley le enseñó a Sir Winston para ganar batallas.
   - Atenta al charco, Ms. Firth.
   - No le temo al barro, Mr.Dryhope. He caminado por lugares peores.
    -...
   - Aunque este sitio es bastante repulsivo...
    -Quizás no debería intervenir, pero...¿no estuvo un poco cruel con Mr.Chandler, Ms. Firth?
   - ¿Habla del saco de enfermedades venéreas que me mendigó diez libras más de lo convenido  por la llave del almacén? No estoy del todo segura de que se le pueda incluir en la categoría de seres humanos...Rayos, Mr.Dryhope, su educación católica le fuerza a un exceso de indulgencia.
    -No me formé en el catolicismo, Ms. Firth.
   -¿Converso, pues?
   -En efecto.
   -Mr.Dryhope  es usted una sorpresa continua. Curiosa moda la de las conversiones, por cierto.
   -Ah, aquí es. Confiemos en que el óxido no haya echado a perder la cerradura.
   - Un segundo, Mr.Dryhope. Tenga, cuélguese esto del cuello...
  - Caramba, ¿y qué es, Ms.Firth?
  - Llámelo escapulario, para no desentonar con sus creencias. Está confeccionado con una mezcla de hierbas, aunque contiene albahaca y ruda, principalmente. Su función es protegernos, por  si Mr. Constantine ha dejado algún guardián custodiando sus posesiones.
  - No tema, Ms.Firth. Llevo pistola y tengo la licencia en regla.
  - No estoy pensando en ningún matón con boina y jersey a rayas.. Póngaselo y abra la puerta, que no disponemos de  toda la tarde...
   - ...
    -...
    -Abierta...Y diría que no hay enemigos a la vista, Ms. Firth.
    -Busque un interruptor...
   - Aquí esta. Pero no funciona...
   - ...
   - Que olor más tremendo...
   - Tenga mi linterna, Mr.Dryhope.
   - Aha, ¿qué es lo que no llevará en ese bolso, Ms.Firth?
   - Su cerebro, amigo mío. Busque alguna ventana y ábrala...
   - En eso estoy. Ms. Firth, ¿oye lo mismo que yo?
   - Ratas....
   - Que criaturas más odiosas. Bien, di con la ventana...A ver...
   -Bueno, así está mejor. Ahora solo me resta confiar que las ratas no hayan reducido a polvo las posesiones de Mr.Constantine.
   -¡Desintégrate, maldito Skrull!-aulló Syder. No le vi venir, ocupado en ajustar la maltrecha puerta de la Mansión Punkarra. ¿Nadie pensaba llamar a un carpintero?
 
- Chico-me volví y puse voz como de John Wayne.-¿no deberías estar en la escuela?
 
- Como que tú fuiste a muchas clases, tio John-se rió-Ahora mismo estoy de servicio. Vigilo la puerta.
   Alzó la pistola futurista, apuntándome al pecho. Llevaba puesto el uniforme de Flash. Se lo había regalado en navidades y Rich gruñó algo sobre lo indigno que resultaba darle pasta a los fachas de la JLA.
  
-¡Skrull de la hemorroide  infectada del culo del demonio!-insistió, sorprendiéndome con el arrebato lírico.
  
-¿Qué sabes tú de los Skrull, pulga?-me reí, poniendo las manos en alto.
 
 -Son muy feos, muy peligrosos y le lavan el cerebro a los humanos.
   -
Lo admito, soy un Skrull...
  
-¿Lo reconoces?¿Eres un agente Skrull?
  
- Lavo el cerebro a la gente, sí. Y ahora mismo no estoy de muy buen ver.
  Apretó el gatillo de lata y el cañón de la pistola brilló en rojo, amarillo y verde.
  Me llevé las manos al pecho y fingí palmarla. Completé  la interpretación con un buen surtido  de gritos. Al principio Syder pareció divertido, pero después puso cara de palo.
  
- ¿Qué pasa, Syder? ¿No te gusta como morimos los Skrull? Nunca apuntes a un hombre si no estas dispuesto a verlo morir.
 
- Acabo de acordarme que Michelle  quiere verte, tío John. Está en la cocina...
  
- Perfecto. Gracias por el recado.
   Eran casi las siete de la tarde. El día continuaba reñido con el sol. El arrebato  de Straff no se prolongó demasiado, una vez nos encontramos  fuera del fish and chips.. Desorientado y temeroso,  me preguntó si se trataba de una crisis y le dije que no, aunque le aconsejé tener bien a mano sus pastillas. También, le recomendé irse a casa, y descansar. Le expliqué  que caminaría porque tenía cosas en que pensar.
   Hice mucho de lo primero y muy poco de lo segundo, aunque me dejé caer por Atlantis. Un cartel anunciaba un futuro encuentro entre Michael Moorcock y un tal Warren Ellis. Un tratado sobre el Tarot de Marsella ocupaba el primer puesto de la lista de los libros más vendidos del mes. Encontré tres obras de Strange, colocadas entre Rampa (Lobsang )y Taylor (W.C). Para ser el mejor mago del mundo no frecuentaba compañías muy impresionantes. Y tampoco escribía nada del otro jueves. Los dos primeros volúmenes versaban  sobre diferentes ramas del budismo  y el tercero era una colección de aforismos místicos de todas las culturas, anotados. Busqué algo sobre el Darkhold y localicé una falsa edición del mismo vinculada al mundo del rol, así como un par de referencias, muy escuetas, en un catálogo de rarezas bibliográficas editado por Oxford Press. Al final me acerqué a la dependienta y le mostré cierto carnet que sólo poseen medio centenar de personas en todo Londres. Aunque no pareció muy impresionada, dejó colgados a una pareja de melenudos que consultaban sobre manuales para el cultivo de hongos alucinógenos  y me escoltó hasta el sótano del lugar. Empleó una tarjeta magnética para abrir la puerta acorazada  y antes de retirarse me recordó que, cuando terminase, tenía que pulsar el timbre rojo de la derecha del marco para que viniera alguien a  dejarme salir.
   -¿Y si mientras tanto estalla la guerra nuclear y se muere todo Londres?.-bromeé.
  
- Al menos tendrá algo que leer.
  
- Preferiría reproducir la especie.
  
- No falla,  el vacilón del día.
  
Habían informatizado el catálogo y se podían hacer búsquedas cruzadas. Me salieron unas quinientas referencias, que abarcaban desde Crowley a una biografía sobre el super grupo Los Vengadores pasando por videos de Buffy. Me centré en lo conservado en el sótano. El volumen disminuía de forma radical.  El Libro de los Pecados aparecía en un tratado del alegre  Tomás Torquemada  dedicado a herejes y  herejía  lo largo del tiempo (no disponible), en los diarios del barón Gregor Russolf (disponibles) y en el Fidelitas  de Paolo Montesi (disponible). También en un poema incompleto presuntamente atribuido a Lord Byron y editado en edición limitada por Alphonsus Joseph-Mary Augustus Montague Summers. Busqué en las estanterías. Encontré los diarios de Russolf precintados, dado lo cual quedaban fuera de mi alcance. Su precio, por cierto,  equivalía al sueldo de un año de un trabajador medio y cualificado. El libro de Summers llevaba un breve prólogo remitiendo al lector a The Vampire: his kith and kin y los fragmentos del poema reproducido contaban las andanzas de un tal Vernae que, viendo cercana la muerte, recurría a los encantamientos de un pergamino mágico para salvarse. El pergamino, apenas descrito, convertía al anciano en un ser abyecto y sediento de sangre y jugos sexuales. Leyéndolo me pareció recordar que el negro que me habló del Darkhold en aquel olvidado lugar de Harlem, había dicho alguna cosa acerca de vampiros. ¿Que los...cazaba...podía ser?
   Fidelitas valía  al menos el doble que los diarios del barón, podía hojearse, pero estaba impreso en latín. Tengo motivos de sobras  para desconfiar de mis dotes con las lenguas muertas, e incluso admito tenerles aversión, pero me esforcé y conseguí descifrar algunas partes. Podría haber sido un novelón de aventuras, si el autor no lo hubiese planificado como un canto y una justificación  al deber cumplido para con Adriano y Alejandro, cuarto y tercero respectivamente. El libro infernal no aparecía en escena  hasta casi el final del volumen, dándose a entender que la andanzas de Paolo Montesi al servicio de Roma habían entrado en una fase sedentaria cuando éste cayó en sus manos. En esencia , Paolo había pasado de agente de campo a carcelero, dedicando el resto de sus días a la última actividad. Montesi se mostraba esquivo sobre el origen del libro, aunque citaba las guerras entre la Atlántida y Valusia, a Morgana le Fey y a un fraile español, Aelfric, quien al parecer había dado forma definitiva a la abominación. Tampoco profundizaba en materia de contenido, subrayando así la simple función de guardián, y en cambio se perdía en una larga serie de disquisiciones acerca de la dispensa papal que le permitiría engendrar un descendiente para continuar con la tarea, si bien en su concepción el placer tenía que ocupar un puesto secundario. El libro concluía poco después del nacimiento de un tal Giacomo y dejaba en el aire una serie de veladas amenazas contra la Santa Sede que, sin duda, Dios, el  Hijo Amadísimo y la Virgen se encargarían de evitar a cambio de oración y fe.
   Devolví el Montesi a su sitio y me entretuve a curiosear un rato más en los ficheros. Después , le saqué la lengua a la cámara de seguridad, apreté el timbre (no volvió la chica, sino un chaval con la cara marcada de viruela) y me largué  al encuentro de Flash...
   - Bonito estuche, Ms. Firth...
   - Más bonita tenía que ser la daga ritual que contenía. Oh, mierda...
   -¿Qué hay ahí, Ms.Firth?
   -Présteme el revolver, Mr. Dryhope, que voy a liquidar a unas cuantas ratas...
   -Pero...¿qué tiene ahí, Ms, Firth?
   -Era una pieza única...
   -¿Preparando biberones, Michelle?
   -Bah, no soporto a las pijas de la liga por la lactancia natural. Además, así no me mirarás las tetas de reojo.
   Me senté. Michelle hizo lo mismo.
  
- Creo que tengo que pedirte perdón, John.
  
- No pasa nada.
  
- Me asusté...
  
- Es comprensible, mujer. ¿Dónde está Rich?
  
- Salió, por lo de las revistas de historietas. Hay que ver lo bien que pagan...Oye, John, de verdad...
  
- Tranquila.
 
 - ¿De verdad?
   Asentí. Me abrazó y me besó en la mejilla.
  
- Tengo buenas noticias para ti.-dijo, después-Llamaron de comisaría. La chica ha aparecido y los padres han retirado la denuncia. Y...telefonearon de Liverpool.
- ¿Cheryl?

 - Dejó su número, porque me dijo que quería hablar contigo. Está en una tarjeta junto al teléfono.
  
- Bien...
 
 - ¿Sólo...bien?
 
   Syder se había instalado en el salón y le disparaba al informativo de la tele. Buen chico, prometedor. Emitían imágenes de la tormenta y después pasaron a algo de un atentado terrorista en Estados Unidos. Se vio un edificio que parecía una granja envuelta en humo, agentes de policía, mangueras  y a un grupo de mujeres que corría de un lado a otro. Me pareció que vestían algo así como túnicas blancas pero Syder cambió de canal y no pude confirmarlo. Tiroteó entonces a Angela Channing.
   Tony atendió al teléfono...
  
- Tony, soy John. John Constantine...
 
 - Ah...y...¿cómo estás John?
  
- Bien, pese a las circunstancias...
 

- Entiendo...Nosotros...Un segundo, mejor que hables con Cheryl...
  
 No resultó un segundo breve. Syder se cansó de la tele y se desplazó hasta la cocina.
   
- Hola, John.¿Estás bien?
   
- Un poco desfigurado pero sobreviviré. Hay quien piensa que debería hablar de los polis de Londres con los de Ammistia Internacional...
  
 - No teníamos otra opción, John, compréndelo...
  
 - Cheryl, Gemma no es una cría. Podíais haber esperado...O haberos puesto en contacto conmigo.
    
Silencio. Pensé en el papel pintado sin color, en la cinta adhesiva de la ventana. Pensé en la expresión de Gemma.
   
- Me gustaría verte, Cheryl. Para conversar...
 
 - ¡No quiero hablar de Gemma contigo!
   
- Cheryl...
 
  - Es...inapelable...John. Tú no estuviste junto a papá y no viste lo que yo...
   
- Hablé con papá, Cheryl.
 
  - ¿Qué has dicho?
   
- En cierta manera, puede decirse que hicimos las paces.
 
- No te rías de mí...
   
- Es difícil de explicar, así por teléfono, Cheryl. Tenemos que vernos...
   
- John, no insistas.
 
- Además, papá es ya un pretexto muy gastado, Cheryl.
   
- Voy a colgar, John...
 
 - Vendré a Liverpool y hablaremos, Cheryl.
   
- Adiós, John...
 
 - Un momento...
   
- Esta conversación es una pérdida de tiempo, John. Mira, nos alegramos de que todo haya terminado, y ya está. No voy a pedirte más disculpas ni a ceder...
    Tragué saliva.
  
 - Por lo menos, déjame saludar a Gemma.
   
- ...
  
 - Sólo saludar, Cheryl. ¿Qué mal puedo hacerle?
   
- No me fio de tí...
  
 - Cielos, Cheryl...
  
 - Vale, un momento...
  
 Escuché el sonido del auricular golpeando la mesa y algo que parecían pasos, alejándose.
  Transcurrió un cuarto de minuto.
   Veinte segundos, veinticinco...
  
  - Hola, tío John...
   
 La respuesta se me petrificó en la garganta. Noté que se me erizaba el vello de los brazos. Tenía que haberlo imaginado.
   
 - Bonito cuerpo.-dijo Mr. Jinx-y preciosa familia.

Y con una explosión de estática se cortó la comunicación.
 -  Mr. Dryhop, no me diga que nunca había visto una...
     
- ...
    
  -No se apure, que se cortó mucho después que su propietario natural muriese. Y seguramente el tipo había acabado  sus días en la horca. Se llama Mano de Gloria, Mr. Dryhope...
                               
                                                                                                     (CONTINUARÁ...)
     Miguel Angel Barral
     Igualada,junio,  2003
     (Víspera de San Juan , cuarenta grados a la sombra y un montón de huesos...)
  

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