Título: Tiempo de pleno verano en Caliban Street ( I ) Autor: Miguel Ángel Barral Portada: Publicado en: Marzo 2003 |
Soy el que sale de entre las sombras, con gabardina, cigarrillos y arrogancia, preparado para tratar con la locura. Lo tengo todo bien atado. Puedo salvarte. Aunque te cueste hasta la última gota de tu sangre te sacaré los demonios. Les patearé las pelotas y les escupiré cuando caigan y los mandaré de vuelta a la Oscuridad, dejando solo un saludo, un guiño y un chiste. Sigo mi camino solo... ¿Quien querría andar conmigo?
John Constantine creado por Alan Moorey Steve Bissette
Pensando en Antonia R., por los tiempos de Tenebrae."(Miguel Ángel Barral)
“ - Su buen corazón y sus conocimientos de ocultismo...
- ¡Oh no, por favor, otra vez esa horrible palabra!”
Algernon Blackwood)
Por fin amanecía. Pero poco y mal.
- Vamos a por otro café bien cargado, puesto que... ¿cómo lo dijiste, Embauca?... tengo que quedarme a vigilar el fuerte...¿Otra taza para ti, John?
- No, gracias.
- Echo de menos la cerveza, pero un día es un día. Por lo menos el hígado me lo agradecerá.
De la calle comenzaba a llegarnos una luz anémica y sin alma, hecha para subrayar el lado miserable de las cosas. El estampado de las cortinas sobre el fregadero ( molinos holandeses. Dios,¿quién fabrica cosas así?¿Y de dónde salió, Rich?), la grasa de los platos sucios, la taza Darth Vader propiedad de Syder con el asa rota, la suciedad de las greñas de Rich y el nerviosismo en su mirada y movimientos...Esto último poniendo en evidencia lo que un rato antes, en la oscuridad, sólo había sido una vaga sensación...
- Rich...
- ¿Si, John? Bueno, el café ...ah... casi a punto...
- Creo que tienes que decirme algo...
La cafetera tembló contra el borde de la taza, al tiempo que los ojos de Rich parecían de pronto muy interesados en las manchas de humedad del techo.
- Joder, joder...No se te escapa una, Embauca. Vaaale, mira...- terminando de llenar la taza- Pues, John...los polis-ocupando su sitio en la mesa- mientras estabas en la comisaría...-se mordisqueó el labio inferior, se rascó la frente- Claro que la policía es así ,disfrutan asustando, los muy cerdos...
- Suéltalo ya, Rich, por el amor de Dios. ¿Qué os explicó la policía?
- No hablaron claro, John, se limitaron a...insinuar...cosas, ciertas cosas...Y, la verdad, nos hicieron una clase de preguntas bastante raras y que no nos esperábamos. Atajo de marranos...Nos pillaron del todo por sorpresa, John. Yo pensaba que igual venían por el truco con los cajeros automáticos o por algo relacionado con ese tal Pearly Grey al que antes frecuentabas...Pero no me esperaba lo que dijeron...aunque fueron bastante retorcidos y no lo...soltaron...a las claras...
Un hilo de café avanzaba por un lado de la taza. Se me moría el cigarrillo. Ladró un perro, muy a lo lejos. Se escuchó el motor de un coche, pero su tubo de escape no tosía como el del auto de Straff. Miré el reloj. Quince minutos de retraso ya. Bien, era de esperar, tratándose de Straff.
- ¿Mencionaste a Dani?
- Yo no...
- ¿Michelle les habló de Dani?
- John, John...aguarda un momento. Sabes que Michelle te aprecia y desde luego no és de las que colaboran con la pasma a la primera de cambio, pero...!Bueno, John lo que dij...lo que daban a entender, coño...era de verdad...insólito! Asustaba, si te he de ser sincero ...y algunas cosas si eres mujer pues...pues...ostia , amigo...¡asustan más todavía! Los tíos no acostumbramos a hacernos cargo...Ojo, no quiere decir que yo piense... Pero...vale...es sólo que a los tíos...
Remojó en café los puntos suspensivos. Se acercaba otro coche, el escape sonando como una ametralladora en plena batalla. Me levanté e hice ademán de lanzar la colilla hacia el fregadero con un golpe de pulgar, pero me contuve. En aquella atmósfera tan cargada no habría volado.
- ¿Os enseñaron alguna fotografía?
- Pues...sí. Oye, pienso que puede que fuese la foto...justo la foto...lo que afectó tanto a Michelle. El poli del demonio largaba todas aquellas cosas tan...tan...retorcidas y sucias...y de pronto sacó la foto...bueno, las dos fotos...y se las pasó a Michelle...Fíjate que detalle, primero a Michelle, aunque para la mentalidad de estos cabrones yo soy el cabeza de familia...Pero se las enseñaron primero a Michelle, Embauca, fijo que funciona así, porque conocen la mentalidad de las mujeres...aunque ya sabes que Michelle no tiene nada de blandorra, tú mismo la has visto repartir leña...
Oí como el coche se detenía, como se abría y cerraba la puerta. Pensé:”¿Y si son otra vez el Poli Bueno y el Poli Malo?”. Pensé:”¿Y si repiten el número?”. Pero los Demonios no faltan a su palabra cuando hacen un trato, y Mr.Jinx ( tengo un nombre nuevo) había dicho que no más celdas ni esposas ni golpes. También dijo que no encontrarían ese material que nunca tuve, ni esos rastros de sangre que nunca derramé. Al menos hasta después de la entrevista en Caliban Street...
- Guapa la chica de la foto, por cierto...
- Se llama Gemma...
- Nos lo dijeron, por supuesto. Y también nos dijeron quién es...
Sonó el timbre.
- Llega Straff.
- Vale...John, no recuerdo que nos hablaras de ella...
Me encogí de hombros. Se repitió el timbrazo.
- No me trato con la familia, Rich.
Un crujido de maderas anunció que mi chófer acababa de descubrir que la puerta estaba rota y la empujaba para entrar. Me levanté, tomando la gabardina del respaldo de la silla. Rich continuó en su sitio, con la taza entre las manos.
- Después tendré una conversación con Michelle-dije.
- Estaría bien, se asustó bastante...
- Buenos días, amigos-saludó Straff, entrando-¿Qué le ha pasado a la puerta? Una fiesta salvaje quizás y vosotros sin invitarme.
- Scotland Yard, que no no sabe para que sirven los timbres.
- Joder...
Se hace tarde, vámonos...
Lo aparté con un suave empujón, saliendo al pasillo. Pese a que había dejado la puerta abierta de par en par, la luz no tenía aquí más intensidad que en la cocina. Pisé crristales rotos. Me pareció escuchar a Rich diciendo algo sobre un lío de lo más chungo.
Caminé pasillo adelante, salí...
Me golpeó el frió y descubrí que lloviznaba. La camioneta del lechero hacia acto de presencia por un extremo de la calle. El barrio se veía más sucio que nunca. Las fachadas más ceñudas, los jardines más descuidados. Pasó, en silencio, un grupo de hombres vestidos con mono de mecánico. Brillaban ya algunas luces en las ventanas vecinas. Las farolas aún estaban en funcionamiento.
- Eh, eh, John-bufó Straff, situándose a mi lado-perdona el retraso, amigo y...!Bendito sea Dios , qué le ha pasado a tu cara!
- Más o menos lo mismo que a la puerta.
- Espera, déjame ver...
- No tiene importancia.
- Podría ser malo, John. Con los golpes nunca se sabe...
- Escucha, sólo se trata de una ceja y un labio partidos. No me moriré.
-Y la nariz...
- Vale, añado la nariz a la cuenta.¿Nos vamos ya?
- Pero...¿te lo hizo la policía, John?
- Me caí por las escaleras.
- ¿Te lo hizo la pasma, John?
Rich se rió, detrás.
- Es que podrías denunciarles, amigo. No, estás en tu derecho de hacerlo. Y creo que incluso puede decirse que es tu deber de ciudadano.
- Joder, Perry Mason en acción-silbó Rich.
- ¡No bromees, Rich! Esto se llama abuso de autoridad, más tortura.
- ¡Anda y que te follen!
- Rich, John... que no vivimos en la Alemania Nazi ni en un país comunista...
- De lo último ya casi no queda, imbécil.
- La obligación de John, como ciudadano responsable, consiste en denunciar barbaridades así . Hay organismos especiales para ello, por ejemplo la oficina del concejal del distrito...
Me alejé hacia el coche.
La discusión entre Straff y Rich , ganando decibélios por momentos, tenía la virtud de poner una pequeña nota de calidez y familiaridad en un día que presentaba la cara más hostil y el rótulo de Terra Incognita. Joder, habría sido el mayor de los placeres dejar que continuasen hasta hartarse, el corpulento Straff la conciencia cívica y Rich el marginal descreído. Apoyarse en el coche, encender un cigarrillo y contemplar los aspavientos con que Straff subrayaba sus palabras y el corte de mangas que Rich acababa de dedicarle-de hecho, el primer corte de mangas de Rich en el nuevo día, menos elaborado que de costumbre pues al parecer se había desprendido una bisagra de la puerta y tenía que sujetarla combinando hombros y pierna. Fumar y escuchar las bobadas de uno y otro, que podían prolongarse horas y horas, hasta que dejasen de hacerme gracia. Para entonces, el sol ya estaría alto y el resto de la familia despierto. E iría hacia ellos con mis andares más chuletas para recordarles que The Green Man ya estaba abierto y era el momento adecuado para una primera copa o una partida de billar...
Pero no. No. No podía ser.
No...
Hoy...no.
El frío me taladraba hasta los huesos, la llovizna ganando en intensidad y el mundo entre las manos de aquella luz enferma...
- Eres gilipollas Straff. Del todo, completamente gilipollas. Has cagado el cerebro, tío.
- Espera, espera, espera...¿confiar en la justicia es de gilipollas? ¿Qué demonios eres Rich¿ Un anarquista de mierda?
- La pregunta sobra, colega...
- Cualquier día de estos empezarás a poner bombas por ahí...
- Pues mira...
No obstante , les dejé jugar un poco más, para qué no se diga...
Exactamente, el tiempo que se tarda en encender un cigarrillo y darle dos caladas de media intensidad, descubriendo que hasta el tabaco sabía mal aquella mañana. Áspero. Después, alargué el brazo, metí la mano por la ventanilla del auto e hice sonar la bocina.
Cuarenta y ocho horas antes, solamente cuarenta y ocho horas antes...dos mil ochocientos ochenta minutos, ciento setenta y dos mil ochocientos segundos antes...el planeta giraba, haciendo aoooom, aoooom. La ley de la gravedad tiraba de las cosas de arriba hacia abajo, la luz corría a trescientos mil kilómetros por segundo, gozando de buena salud pese a vestir ropas de invierno...
...y el pie de Dani, enfundado en lycra apenas un poco más oscura que su piel, buscaba mi entrepierna por debajo de la mesa. Restaurante Yming,en Greek Street. La ocasión lo merecía. Aguardábamos la entrada en escena del pato laqueado. Los labios húmedos de vino. Manteniendo, valientes, el mutuo acuerdo de no fumar durante las comidas...
- Emily Dickinson en Australia, qué locura –dije.
- Si se me permite un tópico, John Constantine, espero que me eches de menos.
Y cerré las piernas, atrapando el pie contra mi miembro.
- ¡Que se habrá creído el punk del demonio! Hazme caso John, que yo sé de que hablo. ¡Tienes que denunciar!
El interior del coche apestaba a sudor y a comida rancia. Añoré el pino sintético del mini taxi de Chas. Gran parte del asiento trasero se encontraba lleno de porquería. Latas de cerveza aplastadas, cartones de pizza, pañuelos arrugados, revistas pornográficas, ejemplares de The Sun y algunos libros en edición de bolsillo.
- ¿Cómo llevas lo de tu madre, Straff?
- Mejor. Pero todavía tengo sueños. Con menos frecuencia, eso sí, pero igual de desagradables.
Me habían contado que Straff visitaba a un terapeuta en Hampstead. Me habían dicho que, para cansarse y combatir las pesadillas, a veces conducía sin rumbo durante buena parte de la noche. Conducía, me dijeron, hasta que se le caían los párpados y entonces aparcaba a la buena de Dios y dormía en el mismo coche. Y, si el sueño no venía, si el miedo podía más que el esfuerzo físico, se limitaba a aparcar y a aguardar el amanecer comiendo o bebiendo o leyendo o haciéndose alguna paja. Sobre todo lo último, a juzgar por una parte muy significativa del olor.
- Se te pasará, Straff-dije-Esto se llama periodo de luto..
- Algo he leído. Oye, John, puesto que has sacado el tema...¿Es cierto que lo del luto se termina cuando sueñas que el muerto viene a decirte adiós?
- A veces sí, a veces no. Anda, arranca.
Cuarenta y ocho horas antes...nos besamos, Dani y yo, en el andén de la estación de Leicester. Continuamos dentro del vagón y en las escaleras que conducían al apartamento, y en el recibidor...
- John, todavía disponemos de tres horas-ronroneó Dani, sus dedos jugando con los botones de mi camisa-Vamos a aprovecharlas bien...
El juego de maletas ya estaba a punto, en una esquina del cuarto.
- No quiero que me hagas el amor, John-dijo- No, no se trata de eso, cielo. Lo que quiero es que... me folles.¿Lo entiendes, amor? Quiero que follemos...
- Menudo lenguaje...
- Estilo gueto de Chicago, pequeña escoria blanca.
- ¿Escoria blanca? Me pone...
Cumplí. Al menos, su orgasmo tuvo la espectacularidad acostumbrada. Después, mientras le daba la espalda para buscar un cigarrillo, se deslizó hacia el sueño. Miré el reloj. Podía dejarla dormir media hora. O aprovecharme de la narcolepsia para hacerla perder el avión. Al carajo con la convención de profesores universitarios con chaqueta de pana y coderas, bibliotecarias de agujas en el moño y solteronas hipersensibles, Dani. Al diablo con tu reportaje, querida. Al infierno con Emily Dickinson, el amor emplumado y Australia. Quédate, quédate...
Para seguir queriéndonos.
Para seguir...curándome.
Fuí buen chico y la desperté.
-Mierda-gimió-mierda...
-No te marches.
-John...
Seguí en cama mientras se duchaba y vestía.
Por fin, tocó acompañarla hasta la puerta.
-Más tópicos, amor.¿ Serás tan amable de regarme las plantas y atender el correo?
Otro beso, profundo, largo, el tacto de su lengua y el olor del cabello húmedo...
...y ya estaba solo.
Pesqué un cigarrillo, fuí a la cocina y me serví un whisky doble. Deambulé por el salón, abriendo y cerrando cajones. Revolví en el estudio y descubrí una foto enmarcada de Greg. Resistí el impulso de romperla y echar los trozos a la basura. Pensé en buscar su número de teléfono y obsequiarle con una llamada venenosa. ¿Qué tal estamos,Greg? ¿Sigues manchando los calzoncillos cada mes?¿Te suena la palabra dismenorrea? Entré en el dormitorio y encendí la televisión. Nada. Reposición de Colombo,un concurso absurdo pero muy metafórico para recién casados, un documental sobre agujeros negros y mundos paralelos con la participación de Reed Richards y su desabrido compinche color naranja, una tertulia con el Sonriente prometiendo lo que jamás había pensando prometer ni, mucho menos, cumplir...Apagué. Cogí un libro. Shanna, por Kathleen Woodiwiss. Shanna apoyó una mano en el vientre y sintió la vida que florecía en ella... Olvídalo.
Me vestí y salí a la calle.
- John, ¿ dónde vamos?
- No lo sé.
- ¿Tiene relación con tus problemas con la policía?
- Sí.
- Oye, por si hay lío, que sepas que llevo un bate debajo del asiento y en la guantera encontrarás unas nudilleras...
- Espero no necesitarlas, Straff.
- Hombre precavido...También tengo una navaja en el bolsillo.
- Tu no bajarás del coche, Straff. Me esperas con el motor en marcha, y punto.
- Ah, entonces soy el conductor. Como Ryan O´Neill. ¿Has visto esa película, John?
- No.
Ahora diluviaba. Por las ventanillas el agua convertía el paisaje urbano en ejercicio impresionista. Deformaba a los transeúntes, reducía los edificios a manchas de geometría incierta y el tráfico al destello casi fosfénico de los faros. Avanzábamos lentamente, a sacudidas y entre bocinazos. Se escuchó un trueno.
Cuarenta y ocho horas antes...mientras Dani volaba hacia el lugar donde una vez probé algo llamado el Tiempo del Sueño...vagabundeé por el Soho. Llegaba la hora de conocer gente. Gastar suela y conocer gente, las ocupaciones favoritas de Mr. John Constantine. Aunque lo primero era procurarse fondos. Localicé un panoli de mediana edad uniformado de ejecutivo que examinaba el programa de una sex shop con expresión de falsa indiferencia. Fuí a por él con mi mejor sonrisa y la influenza a punto en la mirada. Me entregó la billetera e incluso se ofreció a ir hasta un cajero, a por más. Tomé el dinero, le devolví la billetera ( piel de cococodrilo auténtica )y me largué sin desearle buenas noches. Él, en cambio, me despidió sacudiendo la mano en el aire, de repente muy feliz. Encantos del capitalismo y de sus hijos.
Entré en el Black Lion, donde un borracho me endosó la clase de melodramas que los borrachos siempre cuentan a cambio de un trago. Había servido en la R.A.F y complementaba el discurso con una vieja canción de aviadores con problemas...
“ Tengo rotos el sextante y la brújula
El cronómetro y el mapa,
Estoy ciego y sin dedos,
Capi, ¿puedo irme a la cama”
Después, de nuevo en la calle, dediqué un par de minutos a un pintor de los de tiza en ristre y adoquín por lienzo y a un chaval que vendía poemas impresos sobre cartulinas de colores. Vistos de lejos recordaban a e.e.cummings, pero de cerca se notaba que era un problema de impresión defectuosa. Me acordé de mi mismo, voceando el International Times a principios de los setenta. El chico me pidió un cigarrillo y le invité. Yo prendí fuego a otro. Me desplacé hasta el Spanish Lady y, con otras dos pintas en el cuerpo, caminé rumbo al White Rabbit. El sitio había cambiado de onda pero el sinvergüenza de Hugo Belfounder continuaba detrás de la barra, con su ostentosa cojera y su ojo derecho de cristal. Arreglaban el patio, cosa frecuente en esta ciudad, pero no las malas hierbas.El cronómetro y el mapa,
Estoy ciego y sin dedos,
Capi, ¿puedo irme a la cama”
- Constantine-ladró- no puedo decir que me alegre el verte. A no ser- probó de sonreír- que hayas venido a saldar deudas..
- Otro día. Ahora mismo los impuestos me tienen frito. La bolsa está por los suelos. Maldita Unión Europea.
- Menudo hijo de puta estás hecho...
- Que servicio tan amable.¿Tienes libro de reclamaciones?
- No para tipos como tú.
Su prótesis despedía más calor humano que el ojo de verdad.
- ¿Qué le hiciste al pobre Frank, si puede saberse?
- ¿Quién es el pobre Frank?
- Maldito seas, Constantine, maldito seas...
- Me parece que estás sudando, amigo.¿Te encuentras bien? Venga, sírveme una pinta y déjame en paz.
Descargó un puño sobre la barra. Le soplé una nube de Silk Cut. Se largó a por la cerveza.
- Eh-le grité mientras se ponía en marcha-pórtate bien y no escupas en el vaso.
Parece que alguna vez Hugo pretendió labrarse un porvenir como prestamista o algo semejante. Mucha serie negra han visto algunos. El problema estriba en que Hugo es necio y mentiroso por naturaleza, cosas incompatibles con el gremio. La gente no lo cree, pero al final resulta importante lo del honor entre bandidos.
- ¡Su cerveza, señor!
- Cuidado, no la derrames. Es sagrada. Hay quien ha perdido el alma por ella.
El pobre Frank ejercía de cobrador. El pobre Frank, cien kilos de músculo, cinco gramos de cerebro. Con la biografía escrita en cada cicatriz de la jeta. De los maltratos de papá a la reconversión minera, pasando por el fracaso escolar y la propensión a la conducta violenta . Bueno, sin ponerme medallas, no resultó complicado deshacerse de un sujeto así. Tampoco necesité emplearme a fondo. Charlamos, rebajé agresividad y escarbé allí donde más dolía. Al final, lo deposité hecho un flan en la estación de Moorgate , para que tomase el tren de regreso a las cenizas del hogar agrio hogar. O practicase el salto del ángel de cabeza a las vías. Ignoro que opción escogió. Aunque por cuestiones de higiene pública confiaba en que no fuese la segunda.
Vale, la siguiente cerveza preferí no pedírsela a Hugo.
El local estaba ya a rebosar . Música electrónica y monitores de video con la clase de imágenes que parecen mucho pero que, al final, son muy poco. Praderas que verdean en lo que dura un parpadeo, coches estrellándose contra un muro de ladrillo, océanos furiosos y acantilados negros, el Ché dando un discurso, circuitos de ordenador sobrecalentados, la luna cayendo hacia la línea del amanecer, Ayers Rock...
Inevitable pensar en Dani.
Me la imaginé en el avión, charlando con el vecino o la vecina de asiento. O tecleando notas en el portátil. Me había dicho que quería darle un toque personal a su trabajo porque estaba cansada del World Star y a lo mejor intentaba venderlo en otra parte, y no me apetecía imaginarla de palique con otro hombre. Así que acabé por evocarla escribiendo. Dani está muy bonita cuando escribe. La cabeza inclinada sobre la pantalla, los dedos moviéndose sobre el teclado, puede que redactando pestes respecto a la ínfima calidad de las bebidas que sirve British Airways o sobre la dureza de los asientos o...
Y entonces el...
...pinchazo...
...aquí, en la base de la nuca...
... cortó el hilo de las fantasías.
De raíz, de cuajo...
Pero cesó tan deprisa, que pensé que se trataba de una falsa impresión...
Hasta que.
...volvió...
Y más intenso.
Más profundo y sólido...
Más duradero...
Más...inequívoco...
Primero busqué a Hugo , naturalmente. Se encontraba al otro extremo de la barra, sacando brillo a los vasos de whisky. Se le veía muy tranquilo y con todas las neuronas puestas en la labor, así que no podía tratarse de él o de un sucesor del pobre Frank , a quien hubiese llamado para insistir en el tema.
El pinchazo...
Alcé la vista hacia el espejo situado sobre la botellería.
Comprobé que no tenía a nadie sospechoso a mis espaldas y me pusé a explorar más allá. Vi un bosque de cabezas mecido al son de la música y, detrás, una docena de mesas en las que se servía comida basura. Hamburguesas sobresaturadas de grasa, pollo frito...
El pinchazo...
A continuación venían un par de columnas forradas de terciopelo rojo, una tierra de nadie hecha de baldosas blancas, las gradas...
“Bingo”, me felicité.
El pinchazo...
Al parecer, alguien se interesaba mucho por servidor desde lo alto de las gradas. Con las luces estroboscópicas combinadas con el humo era difícil verle, así que me concentré a fondo.
El pinchazo...
Y por fin...
... lo situé entre una tercera columna ( hierro pintado) y una mesa ocupada por un grupo de adolescentes con pinta de estrenar noche y alcohol. A su espalda, el parpadeo de una hilera de monitores ( hongo nuclear, gaviota cubierta de basura química, nudo de autopistas) por poco no diluía del todo su figura.
Buena posición para un observador discreto, pero...
El pinchazo...
Entre parpadeos, conseguí que fuese tomando forma.
Corpulenta... mediana estatura ( estaba de pie )... femenina( vaya)...
A continuación ,y aprovechando que la luz de los monitores menguaba ( imágenes de penumbra submarina), me las apañé para darle un poco de color y detalle. Algo así como... chaqueta blanca sobre vestido a cuadros escoceses, bolso talla Mary Poppins en bandolera...Y una melena negra y reluciente que enmarcaba una amplia frente blanca y una ancha...
Cesó el pinchazo...
...sonrisa...
Cesó el pinchazo...
...con tanta brusquedad, tan de repente... que me estremecí y retiré la mirada del espejo.
No, corrijo...
Se me...cayó...la mirada. Mi voluntad no intervino para nada. O al menos no fui consciente de ello.
En un momento dado estaba intentando fijar esa sonrisa y...
...al siguiente, me encontré con la vista clavada en el cinc de la barra, el vaso de cerveza medio vacío y el cenicero rebosante de colillas.
Al mismo tiempo, me pareció que el taburete perdía equilibrio...y cuando alargué la pierna en busca de estabilidad noté la rodilla floja.
- ¡Eh, cuidado tío!
Acababa de pisar al bebedor de al lado.
Descendí del taburete, sacudí la cabeza, inspiré a fondo, apoyé un codo en la barra...
- Perdona, hombre-murmuré.
Me sentía como cuando te despiertas de golpe, sin fases intermedias entre el sueño y la vigilia y sin entender qué te ha despertado...
Desconcierto, un asomo de vértigo...
- No pasa nada. Pero puede que hayas alcanzado tu límite, compa.
Volví a alzar la cabeza hacia el espejo...
Y ella ya no estaba.
Los chavales de la mesa intercambiaban puñetazos amistosos, los monitores seguían su recorrido por el fondo del mar sorprendiendo a peces de aspecto poco amigable...
Y ella se había ido.
“Natural”, pensé.
Me volví hacia la entrada, pero solamente distinguí un montón de espaldas en movimiento, más dos gorilas velando por eso llamado seguridad. A continuación, busqué las puertas de los servicios. Unas mujeres de mediana edad con sobredosis de maquillaje charlaban frente a la de damas. Era de suponer que esperaban a que alguna compañera se acabase de retocar la máscara de combate. La puerta de caballeros se abrió para dejar paso a un armario pelirrojo vestido con téjanos y camiseta con el logo de Kiss.
“Parece que te has perdido una admiradora, John” pensé, pasándome una mano por la nuca.
Pero...el pinchazo.
la manera como se ...
...retiró...
“Joder , puede que la marcha de Dani te esté afectando más de lo normal, amigo. No te pongas paranoico”.
Sin embargo...
“No te pongas paranoico”-insistí-“Nada ni nadie te añora en Ravenscar”.
Era la primera vez que Dani y yo nos separábamos desde hacia dos meses, Hugo me había bombardeado con su mal rollo, me sentía solitario, había bebido bastante como dijo el tipo...
Bien, motivos de sobra para estar alterado y equivocarse, la verdad.
En fin...
-Oye, ¿te encuentras mejor?-se interesó el vecino de barra, con marcado acento irlandés.
-Sí, gracias.
-Bueno, hombre.
Recuperé el taburete, recuperé la cerveza.
-Y te aviso que me falta mucho para llegar al límite.
-Entonces será que no te sienta bien beber solo. Por cierto, me llamo Cassady, y tú eres...
Rayo, trueno, rayo trueno...
Dos guardabarros se dieron un beso intenso y no desdeado. El asfalto se decoró con un puñado de cristales. A lo lejos se alzó el ulular de una sirena. Un toldo se hizo jirones mientras un peatón tropezaba, dándose de bruces en los adoquines empapados.
Strff maldijo, pisando el freno. Quedamos encajados entre un camión y un Ferrari rojo sangre conducido por un calvorota con gafas de espejo.
Rayo, trueno...
-Infección-murmuré.
Veinticuatro horas antes.
No, menos...
-Hay un coche de la pasma ahí fuera- avisó Syder, desde la ventana.
-Olvídalo-dije-Habrán adelantado la ronda.Venga, ¿valor de la bola azul?
Hora de la merienda en la mansión punk.
-Cinco puntos- respondió el aspirante a buscavidas. Mérito relativo. Hasta ahora Syder dominaba la teoría, pero era un verdadero peligro con el taco entre las manos.
-Bien, ahora toca...bola rosa...
En la tele los Osos Amorosos bailaban claqué. Michelle estaba en la cocina, preparando un biberón. Rich, en el pasillo, intentaba hacer negocios vía teléfono. Habíamos pasado la mañana vaciando la casa de la difunta Mrs. Demelza Marley, en Bath. Ochenta y nueve años de edad. Viuda del coronel Ross Marley. La anciana expiró mientras dormía, cuatro días antes. Fue el asistente social quien encontró el cuerpo. Aseguraba que tenía una sonrisa en los labios. Aseguraba que la mujer se lo veía venir y se encontraba preparada. La semana anterior al tránsito, por ejemplo, le había encargado que cuidase de Féliz , un gato blanco y negro de seis kilos de peso, cuando ella no estuviese. ( Por cierto, ¿queríamos nosotros el animal? No, bueno, en cierta forma mejor. Le he cogido cariño al bicho ) También había escrito una larga carta a una hermana, afincada en Mallorca y que no se presentó al funeral. Los muebles no tenían demasiado valor, pero uno de los cajones del armario del dormitorio albergaba tres años completos de Puck. Rich aseguró conocer a un tal Mr. Moore que pagaría bien por ellos. Al hojearlos, un pétalo de rosa se desprendió de entre las páginas correspondientes a las aventuras de los Huérfanos del Mar. También encontramos varias colecciones de fotos, un fajo de cartas, un diario personal con tapas de cuero y una edición de Cumbres Borrascosas encuadernada en tafilete. Le entregué el diario y las cartas al asistente social.
-Están parados ahí fuera, tío John.
-No te distraigas. Bola rosa.
Cerveza, cortezas de cerdo, cigarrillos. El merecido descanso después de un día de trabajo más o menos honrado, y el inevitable paréntesis hogareño antes de salir hacia el pub. Los muebles ya se encontraban en el circuito de Mr. Lovejoy. Tenía un Puck abierto en el regazo y dividía la atención entre Syder y un aventurero colonial, feliz tripulante de un submarino llamado Pez Volador. La añoranza de Dani se mantenía dentro de los límites de lo razonable y había olvidado casi del todo el incidente del White Rabbit.
- Son dos y han salido del coche...
- Venga , déjalo ya, Syder.
- Pero es que vienen hacia aquí...
- Joder, Syder.
Entonces, el Poli Malo reventó la puerta.
- Infección...
- Hum, ¿qué dices, John?
El techo del vehículo resonaba con la fuerza de un tambor en una fiesta vudú Los limpiaparabrisas chirriaban. Puede que la lluvia cayese mezclada con barro.
- Nada, Straff, pensaba en voz alta.
- Vale. Paciencia, John...
“Anticuerpos”, pensé, viendo el agua correr por las ventanillas.”Anticuerpos luchando contra un tejido invasor”.
- Está dura la vida, ¿verdad, Mr. Constantine? Escasean los buenos trabajos, apenas si queda bondad y desde luego nada de educación. Nos volvemos recelosos, se nos agría el carácter...
- ¿Puede quitarme las esposas?
- Lo lamento, pero no. Aquí mismo tiene un ejemplo de lo que estaba diciendo. Le aseguro que hace unos años ya tendría las manos libres. ¿Duelen las muñecas? Un fastidio, lo sé. Pero...Quizás incluso ni hubiese llegado a ponérselas. Reconozco que usted no parece del tipo pendenciero. Habría bastado con decirle que me acompañase y habríamos venido charlando tranquilamente. Ahora, cualquiera se fía. Ahora, todo se ha vuelto tan, tan desagradable...
Las líneas de la cara del Poli Bueno se curvaban hacia abajo. Tenía los ojos pequeños y tristes, la piel de un color poco saludable ( hígado enfermo) y manchas de sudor en el cuello de su camisa. Percibía un poso de verdad en su ejercicio de retórica. Me daba la impresión de que ni él mismo estaba muy seguro de dónde concluía el obligado sermón del Poli Bueno y comenzaba la realidad.
- Uno se vuelve irascible, intolerante- suspiró- Cada mañana, al desayunar, me digo que estoy haciendo cosas que jamás habría querido hacer. Porque tiene que saber que yo no me hice policía para salvar al mundo ni para tener una licencia que me permita romperle la cabeza al prójimo como hacen esos justicieros yankis ahora tan de moda. No. Verá, Mr. Constantine, desde que era así de pequeño me sentía intrigado por el comportamiento de las personas que me rodeaban.. Era un chaval muy observador, y leía bastante por encima de la media. Había una buena biblioteca en casa. Estoy seguro que habría estudiado psicología si mis padres hubieran podido costearme la carrera, pero...En fin, ¿por dónde ibamos, Mr. Constantine? Ah, sí , claro, la intolerancia y la mala educación generalizadas...
Las paredes de la habitación estaban pintadas de verde oscuro. Las sillas y la mesa eran de metal gris. Luz de fluorescente.
- Detesto los malos modales y la agresividad, AR. Constantine, se lo digo de veras, con la mano en el corazón. Pero cada día que pasa me resulta más difícil guardar la compostura. Alguna vez...yo tuve un código de conducta, regido por la sensatez y la lógica. O al menos así lo creo, tampoco quiero pecar de vanidoso. Ahora, en cambio, de un tiempo a esta parte- sacudió la cabeza con pesar- no consigo mantenerlo. No, no hay manera. Por norma general, no hay manera. Por norma general, repito. Porque siempre espero que hayan excepciones...Oiga, Mr. Constantine, ¿me echará una mano?¿Será razonable y me ayudará a hacer las cosas bien?¿Sí?¿No?
Me encogí de hombros.
- ¿Pero qué contestación es esta?¿Qué quiere decir este gesto? ¿No tiene lengua acaso, Mr. Constantine?¿No puede responder como una persona civilizada? ¿Sí?¿No?
- Sí- suspiré-puede contar conmigo. Aunque avanzaríamos mucho más rápido si me dice por qué estoy aquí.
- Por qué está usted aquí, pregunta...
Asentí.
Cerró los ojos, dejó escapar una pequeña serie de jadeos. A continuación, se levantó y salió, dando un portazo. Me pareció oír que hablaba con alguien afuera.
Sacudí las manos esposadas. Las sentía frías y entumecidas.
Pasaron diez minutos. Lo sé con exactitud porque miré dos veces el reloj.
Volvió el Poli Bueno. No se molestó en sentarse y habló con menos amabilidad.
- Constantine-me espetó desde la puerta-¡cuénteme usted por qué piensa que esta aquí! Venga, suéltelo, hombre de Dios, y no nos haga perder más tiempo.
-¿Le sirve si le digo que se trata de un malentendido?.
Me sentí estúpido apenas la última palabra hubo salido de mi boca. El nuevo portazo multiplicó por tres la sensación.
Transcurrió media hora antes de que la puerta volviera a abrirse. Maté el tiempo silbando, frotándome las manos para aliviar la falta de riego sanguíneo y pensando en lo que podía pasar si empleaba alguno de mis truquitos en una comisaría.
Entraron los dos. El Bueno, el Malo.
- Mi compañero tiene ganas de pegarle-dijo el primero.
- ¿No va siendo hora de que cuente con un abogado?
- ¿Y qué dirá el abogado, Mr, Constantine? La orden de detención está en regla, y disponemos de testimonios. Creo que es usted un tipo inteligente, pero también pienso que se sobrevalora. Compró dos paquetes de tabaco en el estanco de Lime y encima tuvo el valor de telefonearla desde aquel bar de la calle Doe.
- ¿La calle Doe?
- Más tarde le vieron en el parque frente al Museo Marítimo.
- ¿Me vieron en...Liverpool?
- ¡Oh, por los clavos de Cristo, qué perdida de tiempo! Es tuyo, Norton, pero haz el favor de esperar a que salga.
Se fue.
El Poli Malo entró en acción. Me cogió de un brazo y me obligó a ponerme de pie.
- Joder, no me gusta tu cara-dijo- No me gusta lo más mínimo.¿Vas de guapo, verdad?¿Vas de distinguido y señorón, eh?
Me preparé para un puñetazo, pero lo que recibí fue su rodilla en plena ingle. El cabronazo sabía sorprender. El dolor me cortó el aliento y no caí gracias a la mesa.
- Así te lo pensaras dos veces antes de meterla donde no debes.
Lo siguiente consistió en una patada en las rodillas y ahora sí que me encontré rodando por el suelo. Dolía más el primer golpe que el segundo. Sentía el estómago lleno de nudos.
- Soy padre, ¿sabes? Dos niñas. Y pienso ampliar la familia antes que termine el año. Eres un tipo asqueroso...
Se agachó sobre mi, me clavó las manos en las axilas y tiró hasta levantarme.
- ¡No sabes lo asqueroso que eres!
Me empujó hasta la silla.
Me dejó solo durante un tiempo indeterminado...
Y volvió justo cuando el dolor empezaba a pasar.
- Hola de nuevo-saludó.
Y esta vez sí que recurrió a los puños.
Me dió en la cabeza y en la cara. Torcí el cuello para esquivar los golpes. Me derribó de la silla. Esta no cayó. Pensé que estaría atornillada al suelo. Así se construyen las salas de tortura.
- ¡Levántate, cabrón!
No le hice caso. De repente se estaba muy bien en aquel suelo, pese a las manchas de sangre que habían aparecido sobre las baldosas.
- Levántate...-repitió.
Y como no obedecía me clavó un puntapié en las costillas.
Grité. Un chillido vergonzoso, lo admito. Inevitable, también.
Se rió.
-De pie, como los hombres-siseó-Aunque tú no eres un hombre, sino un mariconazo. O algo peor que un mariconazo. ¡Ponte de pie de una puta vez!
Obedecí. Me levanté. Fue complicado pero lo conseguí. Constantine el fajador, vale.
- ¡Oh, bien!!Que gusto me da poder hacerte esto!
Me tiró contra la pared.
Me hundió el puño en plena cara, y en el estómago, y en la cara otra vez...
- ¡Por mis hijas, mamonazo!-gruñía-¡Enfermo, puerco!!Degenerado de mierda!
Descubrí que cuando te pegan tan seguido casi no sientes dolor. Es humillante y se te llenan los ojos de lágrimas y ansías perder el conocimiento y a lo mejor hasta morirte, pero por lo menos no duele. También piensas en responder. Revolverte. Pero no lo haces, claro, porque el sentido común sigue en funcionamiento...
Tocaba concertrarse en pectorales y estómago. Puede que ya estuviese cansado de sangre.
Terminó la sesión cuando comencé a vomitar.
Retrocedió para evitar salpicaduras. Me dejó hacer y cuando acabé de vaciar el estómago me cogió de los brazos y me devolvió al asiento.
- Ponte cómodo, rata de mierda. No vaya a cansarse el señorito.
Me desplomé sobre la mesa. Descubrí que el metal resultaba incluso más acogedor que las baldosas.
Oí que se abría la puerta, oí que el Poli Bueno y el Poli Malo hablaban en voz baja...
- Qué desastre, Mr. Constantine.- dijo el Bueno, ocupando su sitio- ¿Ve?, estas son las cosas de las que luego me avergüenzo. Las cosas que no quería hacer cuando entré en el oficio. Yo solamente deseaba saber. Saciar mi curiosidad sobre la naturaleza humana y sus abismos. Pero reconocerá, hombre de Dios, que hacerse el listo con todo en contra resulta insultante. Además, no conviene jugar con la paciencia ajena...¿Puede levantar la cabeza o necesita ayuda?
Lo hice, aunque los músculos del cuello parecían petrificados.
El Poli Bueno estaba ahora en mangas de camisa, llevaba un cigarrillo en la boca y una carpeta entre manos. Envidié el cigarrillo.
- Bueeeno, bueeeno...-suspiró, mientras abría la carpeta-Supongo que comienza a hacerse cargo de la situación en que se encuentra. Mire, Mr. Constantine, resulta usted un tipo bastante...llamativo, reconozcámoslo. Es raro que consiga pasar desapercibido. De hecho, la agente Straub , a quien forzosamente tuvo que ver al entrar, asegura que es casi, casi el doble de no sé que cantante. Así que aquí tengo las declaraciones de toda la gente que le vio -dió unos golpecitos sobre la carpeta-aunque le hago saber que el error... definitivo... fué telefonear a casa de la chica. Una equivocación colosal, tremenda, Mr. Constantine. Porque, por fortuna, todavía quedan padres preocupados por saber en qué andan metidos sus hijos, y en cualquier hogar hay por lo menos un teléfono supletorio...
Revolvió entre los papeles hasta encontrar una fotografía. La giró de cara a mi y con un dedo la deslizó por la superficie de la mesa.
- ¿Quién és, Mr. Constantine?
Conocía a la chica que sonreía en la foto. Conocía la historia de la foto. Conocía a la mujer que había tomado la foto. “Sonrie más, Gemma, y mira hacia aquí”, había dicho Kit. Navidad. En el jardín de la casa de Cheryl.
- Gemma...mi sobrina Gemma...
- Con quien usted, Mr. Constantine, se citó ayer por la mañana en las cercanías del Museo Marítimo, en Liverpool. Después cogieron el tren de las catorce treinta horas, dirección Londres y...A usted le corresponde explicar el resto. Aunque las sospechas de los padres de la chica apuntan en una dirección muy...comprometida...siendo suaves.
- Ayer estaba en Londres. Comí en el Yming, previa reserva. Con una simple llamada podrá comprobarlo.
- Haremos esa llamada, Mr. Constantine, descuide. Pero sabemos que tiene usted muy buenos y leales amigos dispuestos a jurar cualquier cosa que les pida, así que permítame dudar de cualquier testimonio en su favor. En cambio, los de Liverpool dieron una descripción bastante exacta, irrebatible diría, y la familia de la chica se extendió en ciertos incidentes del pasado que...que...qu...
El sollozo que salió de su garganta queda más allá de cualquier descripción.
Al igual que la voz que resonó detrás de mi...
- ¡Habeas corpus!!Habeas corpus! Detengan de inmediato esta burla...
Auxiliaban a un motorista accidentado. Las ventanas de algunas mansiones habían estallado. En más de un jardín se veían árboles recién caídos.
- Menuda tormenta-silbó Straff.
“¿Tormenta?”, pensé.
- ¡Cuanta incompetencia!-prosiguió el invasor- No hay nada en el presente interrogatorio que atienda a las normas...
Reptó pared arriba y, después, fluyó del techo a la mesa, estalactita de pura iniquitad. La matería no conseguía asimilarlo. El metal de la mesa se puso a burbujear.
- ¡Quítele las esposas a mi cliente, pedazo de asno!
El cuerpo del Poli Bueno estaba tetanizado. Se movía como una marioneta. Apretaba con fuerza los párpados, negándose a mirar. Hacía bien. Guardaba la llave en el bolsillo trasero de sus pantalones. La sacó mientras yo levantaba los brazos para facilitarle el trabajo. Me pareció que murmuraba un padrenuestro. Giró la llave, se abrieron las esposas, cayeron...
- Y ahora...!haznos el favor de bailar un rato!
- ¿Es necesario?-pregunté.
- Nos sentará bien un poco de diversión. Venga...
De los movimientos de muñeco pasó al frenesí de un derviche loco. Y la cosa duró y duró. No pudo aguantar los párpados cerrados. Observé que tenía el blanco de los ojos inundado en sangre. Pensé que le iba a estallar el corazón por la violencia de la danza , pero el recién llegado se conformó con abrirle los esfínteres. En el momento que la orina y la mierda le hubieron mojado la ropa y empapado los zapatos lo despachó hacia una esquina del cuarto con un gesto de algo que pretendía ser un brazo...
- Genial...-gruñí.
- John Constantine, ¿no me recuerdas?
- Lo siento, pero no vi The Blob.
- Sentido del humor en los momentos difíciles, la más fascinante de las cualidades humanas.
Tampoco era una broma gratuita. Lo que se inclinaba hacia mi desde lo alto de la mesa tenía graves problemas con la forma. Quería adoptar un envoltorio humano, pero las costuras del disfraz le llevaban la contraria. De lo que, por cierto, se deducía su carácter subalterno.
- Por si te refresca la memoría, Constantine, te diré que la última vez que coincidimos eras tú quién colgaba del techo. Maggie coño de hierro nos pedía el voto por televisión.
- ¿Estabas con Bubos-Ganglia y su pandilla de brookers?
- En efecto. Grandes tiempos aquellos. Un trabajo emocionante y próspero, diversión a granel...¡hasta que apareció cierto metomentodo con ganas de hacerse el héroe!
- Yo lo explicaría de otra forma, pero me vale...
- Y dime, Constantine, entre nosotros y ahora que ya es agua pasada...¿crees que valió la pena lo que hiciste?
- Seguro que sí.
- No mientas...
- Bueno, no lo sé.
- Hay que ver como cambia la perspectiva de las cosas cuando se pasa de los cuarenta, ¿verdad, caza demonios?
Busqué y encontré el paquete de “Silk Cut” y el encendedor. Mientras tanto, murió un fluorescente con una explosión seca. Restos de locura, dolor y vileza se agitaban en la pared, allá por donde aquello había dejado su huella.
- No teníais futuro-expliqué- Más tarde o más temprano la vieja guardia os habría puesto en vereda.
- Desde luego, Blathoxi se despachó a gusto.
- Los veteranos son los veteranos. Así en el Infierno como en la Tierra.
-Pero ahora tengo nuevos amos, y un nuevo nombre, Mr. Jinx.¿ Qué te parece? Un nuevo nombre y todo...
Me tendió algo semejante a una mano.
- Oye, eres estúpido si crees que voy a tocarte-le contesté.
Se rió, apartando el miembro. El Poli Bueno se puso a gemir. La risa de Mr. Jinx era más terrible que su voz, cierto. Después, el Poli Bueno se dió puñetazos en la cara y se retorció las orejas. “Estate tranquilo”, pensé, “no oirás algo así muchas veces más en lo que te queda de vida”.
- ¿Y cual és la oferta, Mr. Jinx?
- De cajón, Constantine. Salir ahora mismo de aquí. Marcharte a casa y prepararte para una cita. O continuar con la payasada de polis y ladrones.
- Farol, compañero, farol. Busca algo mejor...
- Espera un momento.
- Tranquilo que no me voy.
-Si escoges lo segundo has de saber que el guión ya ha sido escrito. De la primera a la última línea. Y no te resulta favorable. Lo que ha pasado no es nada comparado con lo que vendrá, y no me refiero únicamente a que habrá más dolor físico. Me refiero por ejemplo a que encontrarán unas cintas de video muy raras en tu casa que en seguida serán relacionadas con un tristemente celebre asunto de rapto y violación de menores en Holanda. Más tarde, pero tampoco mucho, aparecerán unas ropas de chica manchadas de barro y sangre...
- Vale, me creo que puedes falsificar todo lo que dices. Pero no me trago que puedas deshacer ésto-señalé con la cabeza al bulto tembloroso que era el Poli Bueno. Ahora emitía sonidos de masticación. Quizás se comía la lengua.
- Y tanto que puedo. Constantine, mis nuevos amos hacen cosas que no creerías. A su lado Blathoxi, El Rimador y los otros resultan infinitamente más conservadores de lo que ya son. Yo sólo actuó de mensajero y no estoy autorizado a informarte de más, pero te adelanto que hay una verdadera revolución en marcha. Corren tiempos milagrosos, Constantine, tú mismo tendrás ocasión de juzgarlo. Piénsalo. Y considérate un mortal afortunado porque desean verte.
- ¿Quienes son esos genios?
- Actúan como Metafísica Espectacular, pero no dispongo de autorización para decirte más.
- ¿Y ellos tienen a Gemma?
- Sí.
- ¿Qué quieren de mi?
- Esto tendrás que descubrirlo tú solo, Constantine.
- Otra puta guerra contra el cielo, me juego lo que quieras.
- Eh, te aconsejo que contengas la imaginación. Al menos hasta después de la entrevista. Cielo, infierno...historia antigua...
Tiré el cigarrillo. Me levanté.
- ¿Dónde es la cita, Don Gato?
La lluvia arrastraba sangre hacia una boca de alcantarilla medio amordazada por restos varios. La rueda trasera de la motocicleta seguía dando vueltas. Envolvían al herido con una manta gris. Doblamos la esquina de Manresa. Caliban Street se hallaba ya a menos de cincuenta metros.
- Embauca,¿ qué ha pasado?
No contesté. Fuí escaleras arriba, derecho a mi habitación.
Por supuesto, la habían registrado. Por supuesto, no la trataron con delicadeza , aunque al menos no habían hecho trizas el papel pintado, aunque pensándolo bien lo merecía de sobras. Los libros, en cambio, parecían recién salidos de una trituradora.
Salí del cuarto y entré en el lavabo. El espejo me devolvió la imagen de un fantasma ensangrentado. Me desvestí y eché mano al botiquín.
- ¿Necesitas ayuda, John?
- No, Rich, déjame por favor. Quiero estar solo.
Cuando hube terminado con la sangre seca y las hinchazones de la cara, me metí en la ducha. El calentador estaba estropeado. Grité y grité debajo del agua helada. Me sentó bien. Descargué miedo. Descargué furia.
El bebé se sumó al escándalo. Michelle maldijo en el pasillo. Dos golpes en la puerta...
- Estoy bien-jadeé.
- Vale- contestó Syder.
Volví a mi leonera, busqué camisa, ropa interior y pantalones limpios. Me tendí en la cama, fumé...
- John, ¿puedo entrar?
- Pasa, Syder.
- Ah, de coña , ya tienes mejor aspecto...
- Gracias, mocoso.
- ¿Mal rollo, John?
- Malo, pero no te preocupes.
-¿Pensando algún plan?
- Si, uno genial-mentí.
- ¡Syder!-llamó Michelle.
- Mierda...
- Cuando te reclaman las mujeres...
Sonrió y se fué.
Seguí en la cámara durante tres cigarrillos más.
Después, bajé al pasillo y descolgué el teléfono. La casa estaba a oscuras. Nadie dormía pero todos lo fingían. Era casi la una de la madrugada . Marqué el número de Chas. El contestador me informó que estaría fuera de la ciudad hasta el lunes de la semana próxima, lo siento, deje su mensaje y gracias. Llamé al Green Men. Media hora para el cierre...
- Soy John Constantine, necesito hablar con Straff.
- Un momento.
Se trató de un momento más bien largo. Escuché gran parte de una conversación de fútbol superpuesta a Looking For a Kiss de New York Dolls.
- John, ¿qué es de tu vida, hombre?
- Tirando, Straff. Necesito que me hagas un favor.
- Lo que quieras, ya lo sabes.
-¿Puedes venir a recogerme a casa de Rich a primera hora, por ejemplo sobre las seis y media ? Tengo que ir a Caliban Street, en Chelsea, es urgente y me gustaría hacerlo motorizado.
- Cuenta conmigo, claro que sí.
- Gracias.
- Escucha, por cierto, Chelsea no queda un tanto fuera de tus escenarios...
Colgué.
Pensé en telefonear a Liverpool, pero al final decidí dejarlo correr. Algo me decía que no era buena idea.
Volví al cuarto y a la cama.
Me revolví sobre las sábanas durante un buen rato antes de dormirme.
Soñé algo desagradable y desperté bañado en sudor.
Sé que salía Gemma en el sueño. Y Dani. Y había mucho color rojo. Rojo infierno más rojo sangre. Y paredes rojo carne que gritaban no se qué sobre sobre mi edad y mis escalas de valores. Y un puño rojo y de nudillos desollados que me buscaba y me encontraba. Una, dos, tres veces venía el jodido puño. Y el dolor era rojo. Y Gemma nadaba entre olas de rojo... No recordaba nada más. Tampoco quería hacerlo.
Miré el reloj. Las cinco menos cuarto...
Me levanté, me eché un cigarrillo a la boca y la gabardina a los hombros...
Gotas del tamaño de un pulgar se estrellaban contra el rótulo de cerámica...
Caliban Street...
- Menudo viajecito-dijo Straff.
Puso el intermitente, redujo velocidad, giró el volante...
- John, ¿estás seguro de que no necesitarás ningún arma?
Me senté en la oscuridad de la cocina.
Al cabo de un rato apareció Rich...
- Hola, Embauca-saludó-Hay pollo frito en la nevera, por si tienes hambre.
No contesté.
- Oye, si quieres ayuda...
- Gracias, pero no.
- Vale, vale...Muy fuerte, tío...De verdad que sí...
Creo que fue entonces cuando noté que había una conversación pendiente. O creí notarlo.
- Llamaste a Chas...
- No estaba. Vendrá Straff.
- Hablando de llamar...Telefoneó Dani...
- ¿Y?
- Pues nada, John, le solté que habías salido por unos negocios...
- Negocios...
- Sí, los cómics de la vieja,¿vale? Le dije que habías ido al centro, a encontrarte con el comprador y que no sabía a que hora estarías de vuelta...No pasa nada, Embauca, no se lo tomó mal...Dijo que recuerdos para todos y que hoy miraría de volver a llamar, aunque no estaba segura de poder. Nada más.
Una racha de silencio.
- Lo de la ayuda, John...
- Me ayudarás si te quedas aquí, Rich. Digamos que quiero que guardes el fuerte.
-Aha...
Vistazo al reloj. Las cinco treinta.
- ¿Qué tal si nos tomamos un café, Rich?
Se encendieron los intermitentes...
Giraron las ruedas...
Caliban Street...
Y el sol del verano nos golpeó como el fuego de una bomba...
-Residencia Firth. Antonia Firth al aparato, ¿con quién hablo?
- Ms. Firth, soy Aloysius Dryhope,, reportando...
- Ah, el hombrecillo inútil. Dígame...
- Ms. Firth por una vez no me enfadaré porque me llame inútil, puesto que así me siento. La verdad...Perdone, pero...¿le ocurre alguna cosa?
- No. ¿Por qué?
- Me pareció escuchar un grito...Anda, , se repite de nuevo...¿No lo oye usted?
- Sí, es el video. Una criada vestida de cuero acaba de vaciar un frasco de sirope de frambuesa sobre su señora.¿Lo encuentra interesante?
- Ms. Firth, debo confesar que no estoy muy puesto en ciertas materias.
- Pues debería, siendo detective privado.
- Le recuerdo que no acepto trabajar en según que submundos...
- La señora es mi madre. Pero no piense que era una depravada. Considérela una buscadora, convencida que podía encontrar la sabiduría mediante la humillación...
- Me tranquiliza comprobar que hablamos de sentimientos religiosos.
- Sí, Mr.Dryhope, sí. Bien, espere que bajo el volumen porque ahora van a comenzar a golpearse...Ya está. Mr.Dryhope. Llamó para...reportar,¿no es así? Bien...reporte, pues.
- Lamento tener que decirle que no traigo buenas noticias. Por eso comencé por reconocer mi inutilidad, recuérdelo. En pocas palabras, acabo de perder al objetivo...
- ¿Puede ser más explicito, Mr.Dryhope?
- Es que , están ocurriendo cosas muy extrañas, Ms.Firth. Desde mi último informe, el objetivo fue detenido de manera bastante violenta y trasladado a la comisaría del barrio. Allí permaneció hasta bien entrada la madrugada. Salió en un estado deplorable y se dirigió directamente, y por su propio pie, a casa. A las seis un automóvil marca Volvo, por lo menos veinte años de antigüedad, se detuvo delante del hogar del objetivo. Lo conducía un sujeto de aspecto poco recomendable que entró en el edificio y, diez minutos después, salió en compañía del objetivo y de otro tipo de igua, si no peor, catadura. Los dos sujetos, por cierto, se enzarzaron en una discusión de oscuros matices políticos....
- Vayamos, al grano por favor. Compadézcase de mi pobre cabeza, que todavía no son las doce...
- Tenga presente que los detalles pueden ser de importancia...
- No me interesan. Además podré leerlos en el informe escrito. Resuma.
- Bueno, entraron en el coche y se dirigieron hacia Chelsea por Fulham Road primero y, después, por Beaufort. Me costó manterme a su altura a causa del embotellamiento provocado por el temporal , pero salí airoso del empeño. Ya en King´s Road tomaron por Marensa y torcieron por Caliban y allí, Ms.Firth, se esfumaron...
- ¿Es...fu...ma...ron?
- Si, Ms.Firth. He aquí el termino justo. Igual que si se los hubiera tragado la tierra.
- Torcerían por otra esquina, caramba...
- Pero no hay esquinas en Caliban, Ms.Firth. De hecho, es solamente un callejón que conecta Manresa con Dovehouse. Yo me había situado situado unos cinco metros detrás del objetivo, Ms. Firth y cuando entré en Caliban...ya no estaban a la vista...
- ...
- ...
- ...
- ¿Ms.Firth?
- Continuo aquí, sí. Realmente lo de inútil...
- Lo reconozco, en efecto. Admito mi fracaso y estoy dispuesto a no cobrarle esta parte del trabajo.
- ¿Dónde está ahora, Mr.Dryhope?
- En Caliban, Ms.Firth.
- ...
- Aguardo órdenes, Ms.Firth.
- ...
- ...
- Supongo que lo más normal es que regrese al domicilio del objetivo y monte guardia hasta que reaparezca.
- Digo yo que sí. También podría interrogar...
- Rigurosamente prohibido, Mr.Dryhope. Convenimos en operar con total discreción.
- Prodecería con sutileza...
- ¡Por el amor de Dios, Mr. Dryhope!
- De acuerdo, , me limitaré a montar guardia, no se preocupe.
- Pues adelante. Por cierto, ¿qué hay del almacén de muebles?
- Espero la llamada de mi ayudante, Ms.Firth.
- Comuníquemelo cuando sepa algo,¿de acuerdo?
-Así lo haré, Ms. Firth. Y muchas gracias por su talante comprensivo. No entiendo lo que ha pasado. Es casi como de magia...
- De magia, seguro...
- Prácticamente, Ms.Firth.
- Magia...
- Sí, cosa de brujas...
- Que tenga buen día, Mr.Dryhope..
- Lo mismo le deseo, Ms.Firth.
(CONTINUARÁ....)
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