Título: El recuerdo de siete vidas (IV) Autor: Gabriel Romero Portada: Overlander Publicado en: Marzo de 2008
Por fin, las respuestas a todas las preguntas sobre la saga "El recuerdo de siete vidas". Cómo sobrevivió Selina a la bomba que casi la mata, qué pasó hace diez años con el plan de Marko Esteven, y qué es lo que ha tramado hoy en día para el futuro de Gotham City... Y no sólo eso. Además, ¡el final definitivo de la relación entre Batman y Catwoman!
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Anteriormente en Catwoman: Selina Kyle ha reaparecido en Gotham City, pero ahora convertida en heroína, dispuesta a proteger su antiguo barrio, el East End. Ya no es la ladrona de antaño, y eso puede costarle caro. Anoche, su antiguo socio, el mafioso Marko Esteven, le tendió una trampa mortal: una bomba, en el viejo almacén abandonado donde se reunieron hace una década, y en el que también se encontraba Susan Rogers, prostituta y drogadicta, amiga del pasado de Selina. La bomba, colocada por la Escuela de ninjas Axura, detona en la cara de ambas mujeres, destrozándolas por completo… matándolas. Batman consigue hallar el cuerpo, y avisa inmediatamente a la JLA y la JSA para que le ayuden a salvarla… aunque sin muchas esperanzas.
Marko Esteven es feliz. Su venganza se está completando. Después de diez largos años en prisión está dispuesto a devolver ojo por ojo todo lo que ha sufrido. A Batman, que le encerró… A Catwoman, que le traicionó y reveló sus secretos… Y a Gotham, por darle la espalda. Ahora es él quien ha inundado la ciudad de droga, el letal éxtasis líquido, que ya se ha cobrado demasiadas vidas en la calle. Y aún hay más: tiene listo un maligno plan que destruirá la ciudad por completo, algo llamado Proyecto Demolición, que los héroes intentan averiguar a toda prisa antes de que se les vaya de las manos.
Batman está dividido, entre su afecto por Selina y su deber como héroe. Catwoman ha caído, destruida por el mismo mal que intentaba combatir. ¿Quién podrá ahora proteger a la indefensa Gotham City…?
Cinco días después: Centro Médico Wayne, en las afueras de Los Ángeles, 09:00 h.
Abrió lentamente los ojos, envuelta en horribles dolores.
El mundo se mostraba a sus ojos como un salvaje infierno de rojo y llamas, poblado de sombras de un tamaño monstruoso, y de recuerdos amargos llenos de dolor.
Dolor… dolor… sólo recordaba dolor, en cada fibra, en cada célula de su cuerpo. Todos los huesos, todas las articulaciones, gemían como si fueran a romperse. Como si estuviera hecha de cristal.
Había pasado por el fuego y la tortura, por la agonía de la muerte y la resurrección, y ahora ya no sabía quién era. ¿Una mujer? ¿Un gato? ¿Bien? ¿Mal?
El fuego había hecho tabla rasa de su vida pasada.
Purificación…
– ¿Me oyes? ¿Puedes oírme, Selina?
La voz llegaba hasta ella como un lejano recuerdo de otra época. Sabía a quién pertenecía, aunque no fuera capaz de adjudicarle un rostro. Ella estaba ahora más allá de todo eso, de los hombres y sus peticiones, del mundo real y sus penurias, del bien y del mal. Del dolor…
– ¿Selina…? ¿Estás ahí, Selina?
Abrió los ojos muy despacio, y un dolor atroz la inundó por completo. Pero no importaba. Eso ya no significaba nada para un ser abstraído del miedo, de la ira, del fuego y la muerte.
– Selina… ¿puedes verme, princesa?
La luz llenó por completo sus ojos renacidos, y sintió cómo su cuerpo regresaba a la vida. No había nada ante ella, más que un inmenso mar blanco y vacío, con una poderosa luz en el centro. Otra persona hubiera creído estar en el Cielo… pero ella nunca había sido demasiado devota. Así que giró torpemente el cuello, de manera automática, y surgió a su vista un grandioso rostro de varón. Duro, férreo, anguloso y viril, pero a la vez tierno y cariñoso, de enormes ojos azules y cuadrado mentón. La mezcla perfecta entre poeta y guerrero, delicado y violento, salvaje y adorable…
Y un nombre surgió en su mente traumatizada: Bruce… el dulce Bruce… el eterno e incansable hombre de su vida.
– Sssh… Tranquila, no intentes moverte – dijo el rostro, con un deje infinitamente tierno –. Han conseguido un milagro, pero eso aún no significa que estés salvada.
– ¿Q… Qu… Qué…? – murmuró su boca tapada por vendas.
– No hables. Yo te lo contaré. Marko Esteven colocó una bomba en el almacén, y usó a tu amiga Susan para atraerte. Por desgracia, os acertó de pleno. La otra chica sufrió heridas demasiado graves, y no pude hacer nada por salvarla. En cuanto a ti… también fue difícil. Estabas… mal, con quemaduras de cuarto grado en casi todo el cuerpo. Nadie hubiera apostado por ti… pero bueno… eché mano de algunos favores que me debían. Entre la Liga y la Sociedad hay unos cuantos de los mejores médicos del mundo. Además, puse en marcha este nuevo centro médico para quemados que la Fundación Wayne pagó hace un año en Los Ángeles. Está pensado para reunir a los más importantes cerebros en el campo de la cirugía plástica, y tú has sido su primera paciente. Y con bastante éxito, según parece… Se llama regeneración tisular por cultivos celulares, un procedimiento experimental que han probado contigo…
– Do… Dolor…
– Sí, ya te están pasando los calmantes. Ha… debido ser duro, Selina.
Miró hacia abajo, y contempló sus piernas y sus pies tapados con vendas, al igual que el resto de su cuerpo. ¿Qué demonios había ocurrido? ¿Por qué clase de horror había atravesado…? El mundo pareció caerse sobre ella. Todo se había hecho añicos.
Había muerto…
En ese instante tuvo claro, de un modo infalible, que había estado muerta, aunque sólo fuera durante un instante.
– Tú… tú me… salvaste…
Wayne sonrió, y caminó hacia la ventana del inmenso cuarto (y entonces fue cuando Selina descubrió por primera vez la hermosa habitación que ocupaba, de blancas paredes y enormes ventanales, y completamente llena de flores).
– No seas tonta – dijo su hombre sin volverse –. Tú hubieras hecho lo mismo por mí… o por cualquiera de los míos…
– Yo… también soy… de los tuyos…
Entonces Wayne se giró, sorprendido por la respuesta, y la observó con ojos tiernos. Y a ella la inundó una sensación reconfortante.
– Ah, Selina, Selina,… ¿qué hemos estado haciendo todos estos años? Jugando al gato y al ratón sobre las azoteas de Gotham, cuando debíamos haber estado en el mismo bando desde el principio…
– Yo… sólo intentaba llamar tu atención…
– Pues lo conseguiste. ¿Recuerdas nuestra pelea en el Banco Central, hace diez años? Aún me duele aquel corte…
– Me sorprendiste… actué por inercia… y tú lanzaste esos malditos batarangs para cortarme el paso… pudiste haberme hecho daño.
– Sabes que no. Sólo eran de aviso, estaba seguro de que no te lesionarían.
– Eres un tramposo. Juegas con que los criminales te teman, y aprovechas ese miedo para esconder que realmente no estás dispuesto a hacerles nada.
– ¿Te refieres a matarlos? Desde luego que no. Es una barrera que nunca cruzaré… pero ellos no lo saben.
– Y yo me pasé una década entera temiendo por mi cuello, a la vez que soñaba contigo cada noche…
– No intentes impresionarme. Ya te he salvado la vida, ¿de acuerdo?
Rieron, y el ambiente empezó a relajarse. De pronto, Wayne volvió a ponerse serio, y las palabras que tanto temía pronunciar terminaron brotando.
– Nunca me has explicado por qué hacías esto… qué te llevó a convertirte en Catwoman.
– ¿Hace falta entrar en eso ahora? Son recuerdos feos, de los que te despiertan por la noche gritando. Ya sabes a lo que me refiero…
Él bajó la mirada, y cuando habló, no era más que un susurro.
– Sí… Por desgracia sé mucho de esas cosas… Pasé años enteros soñando cada noche con el asesinato de mis padres… me despertaba sudando, chillando como un loco… necesité años de terapia para empezar a vivir de una vez… y sólo pude reconciliarme con ellos cuando asumí la identidad de Batman. No es que ya no sueñe… es sólo que al menos ya no duele recordarlos.
– Sí, bueno… yo no tuve la suerte de poder hacer terapia… Hay mucha gente ahí fuera con los mismos dramas que tú, Bruce, pero ellos no tienen la fortuna Wayne para que puedan superarlos.
Y entonces él se puso serio y tieso de repente, asimilando el duro golpe que acababa de recibir, pero no se amilanó. Ella bajó la vista, avergonzada.
– Precisamente por eso existe Batman, Selina,… para que no haya más dramas.
– Pe… Perdona. No debería hablarte así… Tú me salvas la vida y yo te abronco. Sé cuánto vale lo que haces. Eres el único que siempre ha creído en Gotham, y nunca la has abandonado, pase lo que pase. Eres la fe que necesitábamos.
– ¿Tú también?
– Yo sólo creía en mí misma, y en la gente modesta que nadie defendía. El East End siempre fue una jungla, a la que nadie podía traer el orden. La Policía era sólo un hatajo de sucios bastardos corruptos, que no aparecían más que para cobrar sus “impuestos de protección” o aprovecharse de las prostitutas. Si no hacías lo que ellos querían, ibas al calabozo un par de noches. Eran los más degenerados…
– Gordon cambió todo eso.
– Sí, pero no tanto en el East End. Hay cosas que no tienen arreglo. Sigue habiendo prostitutas, Bruce, y bandas de ladrones, y pornografía infantil. ¿Crees que toda la basura se ha esfumado de un día para otro?
– No, pero intento que las cosas mejoren…
– Lo sé, y lo admiro, pero no quiero que te ilusiones demasiado. Gotham es un perro demasiado viejo, y no cambiará nunca. Antes sólo había que sufrir la corrupción policial y el desprecio de los ricos, pero ahora además hay virus mortales y ecoterroristas intentando despoblar el mundo. Sólo han mejorado sus armas, pero seguimos siendo peleles con los que jugar.
– Guardas demasiado rencor. Sé que la vida no te ha sido fácil, pero…
– Y tú eres demasiado utópico. Me sorprende que alguien que ha visto tanto horror como tú siga manteniendo la inocencia.
– No es inocencia, sino esperanza. Y si no la tuviera, no podría salir cada noche a hacer lo que hago. Sólo porque creo que puedo marcar la diferencia.
Ella sonrió, y bajó la cabeza. Esa moral eternamente incansable…
– Tal vez me haya vuelto una cínica… Me gustaría ver el mundo con el optimismo que lo ves tú… Sabes que yo tampoco lo pasé bien… Dicen que una niñez dura curte el carácter de los héroes, pero en la mía se pasaron de curtido. Maldito borracho despreciable… no sabes las cosas que nos obligaba a hacer… a mi madre, a mi hermana y a mí. Sus fantasías más horrendas, con tres juguetitos en su propia casa… mi madre al principio intentó protegernos, pero terminó por desesperarse… y se quitó la vida. Nos escribió una carta, pidiendo perdón por dejarnos solas con ese monstruo… pero lo cierto es que ya no pudo soportarlo… y el valiente hijo de puta nos la hizo tragar, para demostrar que no le asustaba nada. Por suerte no duró mucho…
– ¿Cómo… cómo murió?
– Alcoholizado. Bebió hasta morir… con alguna pequeña ayuda…
De pronto él la miró horrorizado. Empezaba a comprender.
– ¿Tú… Tú lo mataste?
– Oh, no, Bruce, nada tan directo. Pero yo le sostuve la botella cuando ya no podía hacerlo con sus propias manos, y le llevé hasta el sillón donde respiró por última vez. No te diré que lo sentí, pero tampoco eché cicuta en su vaso. No me hizo falta. Con unas pocas gotas de whisky le reventó el hígado.
– Has debido tener una vida horrible, Selina. Nunca podré llegar a hacerme una idea exacta.
– Estoy segura de eso. Tú no fuiste ladrona en una maldita secta que esclavizaba a niños para que robaran para ellos, ni prostituta en el barrio más sórdido de la ciudad más sórdida del mundo, ni trabajaste para la mafia haciendo pequeños trabajitos a domicilio… Créeme cuando te digo que ser Catwoman es lo mejor que me ha pasado en la vida.
– ¿Y lo hiciste sólo por dinero?
– Desde luego. El dinero es lo único importante en el East End. Si tienes dinero puedes comer caliente un día, y permitirte algo de higiene, y mandar a la mierda a los borrachos y salidos que quieren saber lo que les harás por cinco dólares. Con dinero puedes proteger a tus hijos de las mafias de tráfico de órganos, o evitar que salgan desnudos en alguna página web. E incluso, si tienen suerte, podrán aprender a leer y escribir, para que no acaben sus días arreglando coches por una miseria, o trapicheando con drogas y enganchados hasta las cejas. Ése es el mundo real, Bruce, no el del Sombrerero Loco y el Espantapájaros, ni el de la “regeneración tisular por cultivos celulares”. Y ése es un mundo que nadie quiere mejorar…
– No es tan fácil…
– Lo sé, y no espero milagros. Pero mientras tanto, yo sí estaré ahí. Les ayudaré, les protegeré de los abusos de las mafias, y espero que tú lo hagas de la Policía. Antes me dedicaba a robar para que tuvieran algo que llevarse a la boca, y no me avergüenzo. Y si ni tú ni el maravilloso Ayuntamiento hacen nada para remediarlo, volveré a robar. Porque sé que es la única forma de que esa gente pueda tener comida y fármacos, una vida libre, y una oportunidad.
Wayne seguía mortalmente serio. No le gustaba nada lo que oía.
– Sabes que eso nos convertirá en enemigos…
– No, Bruce. Nos convertirá en aliados, pero no de la forma en que a ti te gustaría. Se supone que Batman defiende la justicia, no al Gobierno, y que no te importaba a quién cabrear con tal de que las cosas fueran más honestas. Pero no basta con aporrear a criminales y mandarlos a Arkham. ¿Quién pagará los estudios de los niños del East End? ¿Y las terapias con metadona? ¿Y los medicamentos contra el SIDA? Ellos no habrían sobrevivido a lo que yo he pasado, porque no tienen acceso a la maravillosa tecnología de la Liga de la Justicia. ¿Te imaginas lo que habré de sufrir por eso, sabiendo que yo estoy viva cuando ellos habrían muerto? ¿O acaso alguien va a hacerles el mismo favor a todos? No creo que la Fundación Wayne vaya a meterse en el infierno…
– Si vuelves a infringir la ley, estaré allí para arrestarte – sentenció el héroe.
– Haz lo que quieras, Bruce… Sabes que tengo razón, y algún día estarás dispuesto a romper las reglas de verdad, sin que te asusten las consecuencias.
Wayne asintió, y en silencio atravesó la puerta de salida.
De algún modo, sabía que ella no estaba equivocada, pero rechazaba la idea de enfrentarse tan abiertamente con el poder establecido. Él no era un dios, ni un revolucionario. Él sólo era un luchador por la justicia… aunque a veces la justicia no fuera demasiado justa.
Hace diez años: París, 22:30 h.
El tiempo se había terminado.
La siniestra figura con aspecto de murciélago se balanceó ágilmente por encima del tejado del apartamento de Jennifer Lawson. La tapadera de Catwoman en Europa.
Sacó del cinturón un diminuto visor térmico, y observó la estancia: no quedaba nadie. Obviamente, la Gata había empleado las veinticuatro horas que tenía para marcharse del país, tal y como le había confirmado un rápido vistazo a las listas de pasajeros de todos los vuelos del día. “Esta mujer es demasiado confiada. ¿Aún cree que no conozco su identidad de Audrie Megniot?”
Había dado aviso a la Policía de Gotham City, que la estaría esperando con los brazos abiertos. Pero él prefirió quedarse a investigar. Revisar el apartamento, buscar pruebas que le sirvieran de ayuda.
Forzó la ventana sin romperla, de manera que nadie que no fuera un auténtico experto podría detectarlo. Catwoman no era la única especialista en allanamientos de morada… Recorrió el apartamento en dos zancadas, y sus ojos comprobaron que todo estaba en su sitio, tal y como correspondía al plano mental que se había hecho el día anterior… excepto una cosa.
Sobre una mesita baja junto a la entrada había un ordenador portátil.
Estaba seguro de que la Gata no lo habría olvidado al marcharse, así que debía estar allí por alguna razón. Lo escaneó con su detector de explosivos antes de abrirlo, y luego rebuscó en la memoria. Sí… ahí estaba…
Documentos, notas, archivos,… pruebas. Todo el organigrama de Marko Esteven, los nombres de sus contactos, sus redes, las fechas en que había negociado con los grandes mafiosos de la Costa Oeste, sus números… Más que suficiente para meterle entre rejas durante muchos años. Batman estaba satisfecho.
Catwoman era una mujer de palabra. Ella nunca traicionaría a un socio, al menos oficialmente, pero Marko la había abandonado frente a su más poderoso enemigo, y eso la Gata no podía perdonárselo. Y ésta era la forma de devolverlo. Según su estricto código de ladrona, ella jamás le entregó nada al Murciélago, sino que él halló la forma de interceptar sus archivos y robárselos.
Un bonito eufemismo que a él le servía.
Batman salió por la ventana con el ordenador bajo el brazo. En cuanto llegara a su hotel, llamaría a Gordon por la frecuencia segura, y le mandaría los documentos por e-mail. Esto valdría por una larga estancia en prisión para Marko Esteven, y una rebaja en la condena para la ladrona.
Por primera vez en mucho tiempo, sonrió.
La Justicia estaba servida…
Hoy Ayuntamiento de Gotham City, 20:30 h.
¿Cómo podía estar sudando de esa forma? ¡Él era el Alcalde, por amor de Dios!
El insigne David Hull, Alcalde de Gotham City… ¿Por qué demonios le asustaba tanto ese hombre?
No era sólo por él (ese condenado Marko Esteven, que ha vuelto de prisión convertido en un maníaco homicida sin escrúpulos, decidido a acabar con todo y con todos los que se crucen en su camino, incluida esta bendita ciudad…), ni por los siniestros asesinos que le acompañaban (ese japonés, que pondría los pelos de punta a cualquiera, con esa mirada fría llena de muerte…), sino por lo que tenía detrás, el plan con el que le estaba amenazando.
¡A él! ¡Al mismísimo Alcalde!
Y lo peor es que seguramente iba a salirse con la suya…
Ese macabro Proyecto Demolición, esa matanza descontrolada, con la que ya había advertido a su antecesor hace diez años (aunque era bien sabido que Marko entonces no había conseguido los planos del Edificio Siracusa, imprescindibles para llevarlo a cabo, y por eso no le hicieron mucho caso… pero esta vez sí que los tiene, gracias a esos malditos asesinos japoneses, silenciosos como sombras…).
¿Qué podría hacer él para detenerlo?
Marko lo tenía en su poder, y lo sabía. Tarde o temprano echaría mano de esa ventaja, y entonces el pobre Ayuntamiento no podría más que ceder en cualquier ridícula pretensión que tuviera…
Esta noche, David Hull se vistió de gala, y marchó de cena con su nuevo dueño.
Un mes después. Centro Médico Wayne, en las afueras de Los Ángeles, 09:30 h.
– La recuperación ha sido asombrosa, señor Wayne. La paciente ya es capaz de andar por sí misma, aunque todavía precisa la ayuda de muletas. Sus músculos están débiles, y llevará mucho tiempo que recupere un tono normal. Pero desde luego, es todo un milagro que siga viva.
– No es un milagro, doctor Martínez. Es la prueba de su éxito. Muchísimas gracias. Iré a hablar con ella.
Bruce Wayne se alejó del pequeño cirujano, y sonrió al acercarse a la mujer. La hermosa Selina… aún le sorprendía lo bella y radiante que se mostraba ahora… en comparación con aquella horrible visión que tuvo hace un mes, con su cuerpo abrasado y reducido a una cosa diminuta y negruzca. Seguía tratando de olvidarlo…
Selina Kyle estaba sola, en medio del gigantesco jardín plagado de flores. Vestida con el clásico camisón azul del hospital, y apoyada en sus largas muletas, sonrió también al contemplar a su héroe… su salvador… su amor.
– Hola, Bruce. Últimamente vienes mucho a verme. ¿No dejarás desatendido tu… trabajo?
– No te preocupes, tengo un poco de ayuda. Dick ocupa el puesto de… presidente de la empresa… cuando yo no estoy en Gotham.
– Me alegro. El chico se ha convertido en hombre muy deprisa.
– Sí. Ha pasado por muchas cosas, buenas y malas, algunas incluso peores que las mías… y ha sabido encontrar su propio camino. Estoy orgulloso de él.
– Pero nunca se lo dirás.
– No quiero echarlo a perder… ¿Y tú? ¿Cómo estás?
– Mucho mejor. Cada vez me cuesta menos andar. Estoy ganando músculo en los brazos, y eso me sirve para controlar mejor las muletas. Aún así, será una recuperación larga.
– Eso no es posible, Selina. Tenemos que volver a Gotham, y en las mejores condiciones posibles. Aquí eres blanco fácil para los asesinos de Marko. Si averiguaran dónde estás, vendrían enseguida a matarte. No puedo poner más protección en este sitio sin llamar la atención sobre ti, y no puedo estar aquí más tiempo sin hacer caso a lo que Marko está moviendo en Gotham. Te necesito en plena forma ya.
– Pero eso es imposible, Bruce. Apenas consigo caminar, incluso con muletas. ¿Esperas que empiece a trepar a los tejados?
– Justamente. Sólo es una cuestión de voluntad, Selina.
– Estás soñando. No puedo hacer eso.
– Sí que puedes. Sólo te hace falta el incentivo adecuado.
– ¿De qué estás habl…?
Y la voz se congeló en su garganta.
Porque justo entonces, por detrás de la enorme y fornida figura del hombre, surgió una estilizada silueta femenina. No muy alta ni musculosa, pero con la tranquila presencia de quien se sabe un arma letal en sí misma. Morena, de cabello lacio y corto, con rasgos orientales y completamente vestida de negro, sus movimientos eran fluidos y lentos, como los de un auténtico depredador.
Lady Shiva.
– Hola, gatita. ¿Estás preparada para el castigo…?
– ¿Qu… qué pretendes, Bruce? ¡Esto es una locura!
– No, Selina, es exactamente lo que te hace falta. Shiva me ayudó cuando yo estaba en las mismas condiciones deplorables en que estás tú ahora. Encontró el espíritu del guerrero que aún vivía en mí, y lo desarrolló hasta devolverme a mi estado actual. Y espero que ahora lo haga contigo…
– Bruce… por amor de Dios… no puedes dejarme en manos de esta psicópata… estoy herida…
– No, princesa, ahora lo único que tienes son bloqueos mentales, y Shiva es la indicada para romperlos. Sé perfectamente quién es, y por eso te dejo en sus manos. A veces, Selina, hay que saber caminar entre tinieblas, para luego elegir voluntariamente el camino de vuelta hacia la luz.
Shiva corrió hacia la mujer como un rayo, y le arrancó de una patada las muletas. Selina Kyle se derrumbó como un castillo de naipes, y su cuerpo rodó por los suelos.
– Empieza la clase… – dijo la asesina.
Y con todo el dolor de su corazón, y sin decir palabra, Bruce Wayne abandonó el Centro Médico para siempre… preguntándose si habría hecho bien… pero consciente de que tanto él como la Gata eran soldados de una guerra demasiado cruel, que no permitía errores ni sentimientos.
Epílogo.En una elegante mansión a las afueras de Gotham, 20:30 h.
– Ha llegado la hora, Diablo – dijo la voz turbia de whisky del anciano Marko Esteven –. No estoy dispuesto a aguardar más tiempo. Quiero la ciudad convertida en ruinas, destruida como yo fui destruido por su desidia. Hace una década me encerraron como a un animal, me dieron la espalda como si apestara… me olvidaron. Muy bien… Ahora estoy libre de nuevo, y devolveré cada gesto, cada maldad de esta gente ruin y despreciable. Mi venganza será la más cruel de la Historia…
A la espalda del gran jefe del crimen, el flaco y espigado asesino ninja resoplaba nervioso. Él no estaba tan convencido de aniquilar Gotham, por mucho que su patrón se lo pidiera.
– Señor Esteven… aún puede recapacitar… ¿está seguro de lo que planea?
Marko se giró como un león acorralado, con una inmensa cólera brotando de sus ojos enrojecidos.
– ¿Dudas? ¿Tú, que matas por dinero? ¿Acabo de descubrir al primer mercenario con escrúpulos? ¡Ja, ja, ja! ¡Esto nunca lo hubiera imaginado!
– No son escrúpulos, señor Esteven… Es honor. Yo mato por dinero, sí, pero lo hago siempre de manera honorable, cara a cara, y dando a mi enemigo una oportunidad de defenderse. Incluso, si lucha dignamente por su vida y me impresiona su valor, he llegado a perdonarle en ocasiones, aun poniéndome en contra de aquéllos que me pagaban.
– Oh, qué inspirador… ¿Y esto te parece distinto, mercenario?
– Por completo. Usted habla de una matanza indiscriminada, de matar por rencor, pero de matar a quien no tiene culpa de su destino. Yo acabé con la Gata, y mañana segaré la vida del Murciélago. Ellos son los culpables de su encierro. Si quiere, también le traeré la cabeza de James Gordon. Pero deje en paz a Gotham, que bastante mal le van las cosas ya…
– Eres un iluso, y un confiado. Gotham es la responsable última de todo cuanto ocurre. Batman y Catwoman debían ser los primeros en sufrir mi venganza, pero no los últimos. Hay muchas cuentas más que saldar, y no estoy más que empezando. ¿Crees que sólo ellos son los causantes de los males de este mundo? ¿Crees que a esta ciudad no le hace falta un cambio? Cuando yo mandaba sobre todos, en los viejos tiempos, las cosas funcionaban mucho mejor… No había droga en las calles, ni deshechos humanos tirados en las esquinas… No había criminales modestos, ni gentuza que mata a ancianas por cuatro dólares… Yo traje el orden a Gotham, y ellos me rechazaron. Yo les di seguridad y protección, y ellos me enviaron a la cárcel. ¿No crees que lo mínimo que puedo hacer es devolverles la gentileza?
– No. Éste no es mi trabajo. Yo no me dedico a las masacres.
– ¡Pues vas a empezar ahora! No toleraré disensiones ni dudas entre los míos.
– ¿Cómo puede guardar tanto rencor a esta ciudad? ¿Qué demonios le hicieron en esa cárcel para volverle así?
– ¡Je, je, je! ¿Quieres saberlo, mercenario? ¿De verdad quieres saberlo? La cárcel es un sitio duro y cruel, y a los ricos como yo nos tratan con especial cariño. Había muchos tipos conocidos allí dentro, gentuza que antes trabajaba para mí, pero que en prisión se atrevían a considerarse mis iguales. ¿Puedes imaginártelo? ¡Iguales que Marko Esteven! Ilusos… Por desgracia, en esa época había perdido mi grandioso poder, y me veía reducido a un guiñapo sin voz ni voto, por cortesía del maldito Batman y la traición de esa apestosa Mujer Gato. Desgraciados…
– Y jugaron con usted allí dentro…
– Desde el mismo día en que entré había más de un centenar de presos deseando convertirme en su esclavo. El resto sólo quería torturarme. Tuve que elegir amigos… sabiendo que eso marcaría el resto de mi tiempo en prisión… y elegí mal.
– La Hermandad Aria…
– ¿Cómo lo has adivinado?
– No creo que le aceptaran los psicópatas del Black Power. Al menos entre los blancos despreciativos como usted tendría alguna posibilidad.
– Creí que me protegerían, aunque luego me lo cobraran de más en la calle. Pero estaba dispuesto a acordarme de quien me ayudara en esos malos momentos.
– Y fueron aún más terribles que los demás, ¿no?
– Son degenerados, terroristas y mercenarios internacionales, sin ningún respeto por la vida ni la integridad humana. No tienen una orientación sexual definida, sino la que más les conviene en cada momento, y disfrutan igual con el dolor ajeno que el propio. Son animales… Se torturan cada día para volverse inmunes al suplicio, y lo mismo hicieron conmigo. Fui su juguete, su mascota, su criado en todas las barbaridades que imaginaban… Orgías monstruosas, salvajismo, crueldad… Nada les importaba más que su propia diversión… Y siempre reían a carcajadas, incluso ante sus propias mutilaciones… Esa risa… Nunca he podido librarme de sus risas, ni siquiera ahora…
– Pero eso tampoco es motivo. ¿Va a destruir Gotham porque a usted le pillaron y lo pasó mal en prisión? No sea niño…
– Tú no lo entiendes… No se contentaron con usarme, con mutilarme, con destrozar mi cuerpo y mi alma… También envenenaron mi sangre. Probaban en mí las drogas que les mandaban de contrabando, por si no estaban bien cortadas y corrían peligro de morir. No puedes imaginar lo que pasé. Ahora sé bien lo que significa la abstinencia, y la sobredosis. He vivido demasiadas pesadillas para una sola vida…
» Pero todo eso cambió un día, el maldito día en que me destrozaron para siempre, y nunca más volvieron a inyectarme ninguna cosa. Porque ese día probaron en mí la sustancia definitiva, la más terrible y mortal que ha existido nunca en la Historia: la droga Veneno.
Por un segundo, Diablo se estremeció en su rincón. Él también la conocía, y sabía el peligro que representaba.
– Haces bien en temblar, mercenario. La droga Veneno… la misma que hizo a Bane lo que es hoy, que le dio fuerza para romper la voluntad del Murciélago,… y luego su espalda. El tóxico más letal del planeta, creado para convertir en monstruos a los hombres, y aniquilar su cordura. Eso fue lo que jugaron a inyectarme, y lo que me ha transformado en el demente para el que trabajas.
Marko paseó las manos sobre la mesa, y extrajo de un cajón una larga jeringuilla de cristal, con un turbio contenido nacarado.
– Ahora, mercenario, me veo obligado a consumir esta basura cada día, bajo la amenaza de una horrible muerte entre espasmos si no accedo. Es como ácido que recorre mis venas, como una tupida cortina de niebla en mi conciencia… me estoy volviendo loco… pero antes me llevaré Gotham conmigo.
– Eres un enfermo, y la ciudad no tiene por qué sufrir tu mal.
– Oh, sí que tiene… Yo les di cobijo y protección, les libré de la pesadilla de las drogas en unos años en que pude hacerme tremendamente rico vendiéndolas en mi territorio… ¿Y qué me dan a cambio? Una condena de por vida, una adicción letal que me está destrozando por dentro… La misma droga que yo no quería en Gotham, ahora le llevo en mis venas, minuto a minuto, abrasándome desde el interior. Ésa fue su gratitud, por años de servicio y protección. Muy bien… Pues ahora voy a devolvérselo todo… El Proyecto Demolición es mi gran sueño para esta ciudad. Les llevaré de nuevo a la Edad de Piedra. Les robaré la confianza y seguridad que antes les prometí, y mientras, yo huiré de este antro con las riquezas que merezco. ¿Te parece bien, Diablo, o aún no estás de acuerdo?
El ninja tembló en su puesto. Ahora sabía que su jefe era un loco peligroso, y no estaba dispuesto a enfrentarlo directamente. Ese plan era una monstruosidad, pero él tenía una misión que cumplir. Luego… ya vería cómo escapar de él.
– Te serviré fielmente. Tú me contrataste. Es mi deber.
– Perfecto. Entonces ve a prepararlo todo. Mañana yo estaré en el Dirigible Finger con el Alcalde, mientras tú y tus hombres hacéis el trabajo. Así nadie podrá dudar de mí…
Marko sonrió, y miró a través de la ventana, hacia la lejana Gotham que yacía a sus pies.
– Mañana, maldita perra del infierno… mañana quedarás aniquilada para siempre, como hiciste conmigo…
Segundo epílogo. La Batcueva, debajo de la Mansión Wayne, 08:30 h.
Nada.
Después de tantas noches, de tantos esfuerzos sin respuesta, aún no tenía nada. Amanecía sobre Gotham, pero los rayos del sol no llegaban nunca hasta aquí abajo. La cueva era un lugar oscuro y tenebroso, el hogar de un ser tan terrible y fanático como aquéllos que perseguía…
Pero hoy este ser notaba una furia imposible de aplacar.
Habían pasado ya dos meses de la explosión que casi terminó con la vida de Catwoman, y ni los esfuerzos de Nightwing ni los suyos propios habían logrado todavía conectar a Marko Esteven con ese hecho. Y no estaba dispuesto a permitirlo…
Además, y por si fuera poco, ese maldito informe de la Policía sobre el robo en el Banco Central. Alguien consiguió eludir los impresionantes sistemas de vigilancia, robar el contenido de una cámara acorazada en concreto y desaparecer. Y no era una cámara cualquiera… Marko se había apoderado al fin de los planos del Edificio Siracusa. Los mismos que ordenó a Catwoman que robara para él, hace diez años, y que empezaron todo el asunto.
Ahora estaban por fin en sus manos…
¿Qué demonios había en esos planos para hacerlos tan valiosos?
De pronto, llegó un aviso especial: llamada por la frecuencia secreta.
El número personal de Lady Shiva.
– Sí.
– Hola, querido. ¿Llamo en mal momento?
– ¿Qué quieres, Shiva?
– Informarte de los progresos. Mi trabajo ha terminado. Y tu gatita ha sobrevivido, lo cual me sorprende…
– Sabes las órdenes que te di. Si le hubiera ocurrido algo…
– Sí, sí, ya lo sé. No te preocupes, la mercancía no ha sufrido ningún daño irreparable. La encontrarás muy de tu gusto…
– Eso ya lo juzgaré personalmente.
– Me parece bien. Ahora espero que me pagues. ¿Recuerdas el trato?
– Sí, lo recuerdo, pero seré yo quien decida que has cumplido tu parte, y sólo entonces recibirás lo acordado.
– Sé que eres un tipo de palabra, Batman, así que no desconfiaré de ti. Pero sabes lo que prometiste: tus archivos sobre la Hermandad Aria, a cambio de que yo entrenara a Catwoman. Como intentes engañarme…
– ¿Tienes algo más que decirme o ya has acabado?
– Oh, no, por ahora es suficiente. Pero no dudes que estaremos en contacto…
– Espero que valiera la pena – dijo de pronto una voz a la espalda del Murciélago.
Batman se giró como un resorte, inundado de sorpresa, sólo para descubrir a Catwoman sentado junto a él.
Risueña, pizpireta, con su viejo traje negro de cuero y sus gafas de visión nocturna. Y por supuesto, su látigo de nueve colas en la mano derecha.
– ¡Selina! ¿Qué haces aquí?
– Vine de visita. ¿Molesto?
El héroe se levantó de su silla con una enorme sonrisa pintada en el rostro, e intentó abrazarla. Pero ella se apartó rápidamente… y ya no sonreía.
– ¡Ah, no, chico! Las manos quietas…
– ¿Qué dices, Selina? ¡Me alegro tanto de ver que estás bien!
– Sí, bueno… No será gracias a ti… Me salvaste de una explosión, pero luego me lanzaste a las garras de una asesina y terrorista sin escrúpulos. ¿Crees que ésa es forma de tratar a una chica?
Entonces fue cuando Batman se puso serio, y comprendió el cariz del asunto.
– Sabes que lo que hice fue por tu bien. Si no, a estas horas aún seguirías caminando con muletas. En lugar de eso, has sido capaz de entrar en la Batcueva por tus propios medios, sorteando el mejor sistema de seguridad del planeta,… lo cual no creas que me agrada mucho.
– Sí, el buen superhéroe pensando en el bien común… aunque para conseguirlo haya que destrozar la vida de sus amigos. Si tanto te asustaba que volviera a robar, no tenías que castigarme por ello.
– Selina, no creerás que…
– Aunque también he oído que te interesas por esa Silver St. Cloud. ¿Estoy en lo cierto? ¿Tal vez lo que pretendías era quitarme de en medio para que no estorbara en tu prometedor futuro con la señorita del pelo blanco?
– Estás diciendo estupideces, Selina – cortó el Murciélago.
– Es posible. Tal vez sea a causa del trauma de estar un mes encerrada en un sótano sin ventilación, y pasando por las mayores torturas que se puedan imaginar. ¿Y aun tuviste que pagar por eso?
– Selina, yo no pensé…
– La Hermandad Aria… ¿Realmente estabas dispuesto a sacrificar tus archivos sobre esos malditos terroristas a cambio de que yo pudiera andar?
– Y el mundo entero si fuera preciso…
Catwoman se quedó pensativa un momento, después de la tajante respuesta, y al fin sonrió.
– Aaaah… Guardas copias de seguridad, ¿a que sí?
– No me hacen falta. Tengo esos archivos memorizados. Podría reproducirlos por entero aunque los borrara. Por eso no me importó sacrificarlos ante Shiva.
– ¿Y qué gana ella?
– Está trabajando ocasionalmente para la Hermandad Aria. El enfrentamiento entre ellos y Marko data de los tiempos de la cárcel. Marko los quiere ver muertos, y a ellos les entretiene la persecución. Entrenándote, Shiva les hace un doble favor: consigue mi promesa de que borraré los archivos que tengo sobre sus actividades,… y a la vez recupera a la peor enemiga de Marko.
– Voy a matarlo. Me da igual lo que pienses, o tus absurdos principios: mañana mismo acabaré con su vida.
El Murciélago respiró hondo, y la miró a los ojos.
– Yo tengo que estar en el Dirigible Finger. El Alcalde ha invitado a los hombres más ricos y poderosos de Gotham a su inauguración. Marko incluido. Temo que prepare algo contra el Alcalde.
– No. Su plan es otro… Ya sé lo que pretende del Edificio Siracusa.
– ¿Lo sabes? ¿Cómo demonios lo has averiguado?
– Es bastante obvio, héroe… ¿Tú aún no lo has conseguido?
– He… estado investigando las últimas exposiciones de joyería, y han pasado por sus salas auténticas fortunas,… pero son piezas demasiado famosas, y no podrían venderlas sin llamar la atención. Además, no creo que Marko tenga el perfil de un ladrón común…
– ¿Eso es lo más inteligente que se te ha ocurrido? ¡Y yo que creía que eras el mejor detective del mundo! De acuerdo… tendré que abrirte los ojos: a Marko realmente no le interesa el edificio en sí mismo, ni lo que hay dentro,… sino debajo. ¿Has comprobado eso?
– ¿Debajo? ¿De qué estás hablando?
– ¡Oh, vamos, Murciélago, despierta! Por debajo del Edificio Siracusa pasan las principales canalizaciones de gas de todo Gotham. Marko quiere volarlas en pedazos,… devolver la ciudad a la Edad de Piedra. Quería los planos para saber exactamente dónde colocar la bomba…
Continuará...
Marko Esteven es feliz. Su venganza se está completando. Después de diez largos años en prisión está dispuesto a devolver ojo por ojo todo lo que ha sufrido. A Batman, que le encerró… A Catwoman, que le traicionó y reveló sus secretos… Y a Gotham, por darle la espalda. Ahora es él quien ha inundado la ciudad de droga, el letal éxtasis líquido, que ya se ha cobrado demasiadas vidas en la calle. Y aún hay más: tiene listo un maligno plan que destruirá la ciudad por completo, algo llamado Proyecto Demolición, que los héroes intentan averiguar a toda prisa antes de que se les vaya de las manos.
Batman está dividido, entre su afecto por Selina y su deber como héroe. Catwoman ha caído, destruida por el mismo mal que intentaba combatir. ¿Quién podrá ahora proteger a la indefensa Gotham City…?
Cinco días después: Centro Médico Wayne, en las afueras de Los Ángeles, 09:00 h.
Abrió lentamente los ojos, envuelta en horribles dolores.
El mundo se mostraba a sus ojos como un salvaje infierno de rojo y llamas, poblado de sombras de un tamaño monstruoso, y de recuerdos amargos llenos de dolor.
Dolor… dolor… sólo recordaba dolor, en cada fibra, en cada célula de su cuerpo. Todos los huesos, todas las articulaciones, gemían como si fueran a romperse. Como si estuviera hecha de cristal.
Había pasado por el fuego y la tortura, por la agonía de la muerte y la resurrección, y ahora ya no sabía quién era. ¿Una mujer? ¿Un gato? ¿Bien? ¿Mal?
El fuego había hecho tabla rasa de su vida pasada.
Purificación…
– ¿Me oyes? ¿Puedes oírme, Selina?
La voz llegaba hasta ella como un lejano recuerdo de otra época. Sabía a quién pertenecía, aunque no fuera capaz de adjudicarle un rostro. Ella estaba ahora más allá de todo eso, de los hombres y sus peticiones, del mundo real y sus penurias, del bien y del mal. Del dolor…
– ¿Selina…? ¿Estás ahí, Selina?
Abrió los ojos muy despacio, y un dolor atroz la inundó por completo. Pero no importaba. Eso ya no significaba nada para un ser abstraído del miedo, de la ira, del fuego y la muerte.
– Selina… ¿puedes verme, princesa?
La luz llenó por completo sus ojos renacidos, y sintió cómo su cuerpo regresaba a la vida. No había nada ante ella, más que un inmenso mar blanco y vacío, con una poderosa luz en el centro. Otra persona hubiera creído estar en el Cielo… pero ella nunca había sido demasiado devota. Así que giró torpemente el cuello, de manera automática, y surgió a su vista un grandioso rostro de varón. Duro, férreo, anguloso y viril, pero a la vez tierno y cariñoso, de enormes ojos azules y cuadrado mentón. La mezcla perfecta entre poeta y guerrero, delicado y violento, salvaje y adorable…
Y un nombre surgió en su mente traumatizada: Bruce… el dulce Bruce… el eterno e incansable hombre de su vida.
– Sssh… Tranquila, no intentes moverte – dijo el rostro, con un deje infinitamente tierno –. Han conseguido un milagro, pero eso aún no significa que estés salvada.
– ¿Q… Qu… Qué…? – murmuró su boca tapada por vendas.
– No hables. Yo te lo contaré. Marko Esteven colocó una bomba en el almacén, y usó a tu amiga Susan para atraerte. Por desgracia, os acertó de pleno. La otra chica sufrió heridas demasiado graves, y no pude hacer nada por salvarla. En cuanto a ti… también fue difícil. Estabas… mal, con quemaduras de cuarto grado en casi todo el cuerpo. Nadie hubiera apostado por ti… pero bueno… eché mano de algunos favores que me debían. Entre la Liga y la Sociedad hay unos cuantos de los mejores médicos del mundo. Además, puse en marcha este nuevo centro médico para quemados que la Fundación Wayne pagó hace un año en Los Ángeles. Está pensado para reunir a los más importantes cerebros en el campo de la cirugía plástica, y tú has sido su primera paciente. Y con bastante éxito, según parece… Se llama regeneración tisular por cultivos celulares, un procedimiento experimental que han probado contigo…
– Do… Dolor…
– Sí, ya te están pasando los calmantes. Ha… debido ser duro, Selina.
Miró hacia abajo, y contempló sus piernas y sus pies tapados con vendas, al igual que el resto de su cuerpo. ¿Qué demonios había ocurrido? ¿Por qué clase de horror había atravesado…? El mundo pareció caerse sobre ella. Todo se había hecho añicos.
Había muerto…
En ese instante tuvo claro, de un modo infalible, que había estado muerta, aunque sólo fuera durante un instante.
– Tú… tú me… salvaste…
Wayne sonrió, y caminó hacia la ventana del inmenso cuarto (y entonces fue cuando Selina descubrió por primera vez la hermosa habitación que ocupaba, de blancas paredes y enormes ventanales, y completamente llena de flores).
– No seas tonta – dijo su hombre sin volverse –. Tú hubieras hecho lo mismo por mí… o por cualquiera de los míos…
– Yo… también soy… de los tuyos…
Entonces Wayne se giró, sorprendido por la respuesta, y la observó con ojos tiernos. Y a ella la inundó una sensación reconfortante.
– Ah, Selina, Selina,… ¿qué hemos estado haciendo todos estos años? Jugando al gato y al ratón sobre las azoteas de Gotham, cuando debíamos haber estado en el mismo bando desde el principio…
– Yo… sólo intentaba llamar tu atención…
– Pues lo conseguiste. ¿Recuerdas nuestra pelea en el Banco Central, hace diez años? Aún me duele aquel corte…
– Me sorprendiste… actué por inercia… y tú lanzaste esos malditos batarangs para cortarme el paso… pudiste haberme hecho daño.
– Sabes que no. Sólo eran de aviso, estaba seguro de que no te lesionarían.
– Eres un tramposo. Juegas con que los criminales te teman, y aprovechas ese miedo para esconder que realmente no estás dispuesto a hacerles nada.
– ¿Te refieres a matarlos? Desde luego que no. Es una barrera que nunca cruzaré… pero ellos no lo saben.
– Y yo me pasé una década entera temiendo por mi cuello, a la vez que soñaba contigo cada noche…
– No intentes impresionarme. Ya te he salvado la vida, ¿de acuerdo?
Rieron, y el ambiente empezó a relajarse. De pronto, Wayne volvió a ponerse serio, y las palabras que tanto temía pronunciar terminaron brotando.
– Nunca me has explicado por qué hacías esto… qué te llevó a convertirte en Catwoman.
– ¿Hace falta entrar en eso ahora? Son recuerdos feos, de los que te despiertan por la noche gritando. Ya sabes a lo que me refiero…
Él bajó la mirada, y cuando habló, no era más que un susurro.
– Sí… Por desgracia sé mucho de esas cosas… Pasé años enteros soñando cada noche con el asesinato de mis padres… me despertaba sudando, chillando como un loco… necesité años de terapia para empezar a vivir de una vez… y sólo pude reconciliarme con ellos cuando asumí la identidad de Batman. No es que ya no sueñe… es sólo que al menos ya no duele recordarlos.
– Sí, bueno… yo no tuve la suerte de poder hacer terapia… Hay mucha gente ahí fuera con los mismos dramas que tú, Bruce, pero ellos no tienen la fortuna Wayne para que puedan superarlos.
Y entonces él se puso serio y tieso de repente, asimilando el duro golpe que acababa de recibir, pero no se amilanó. Ella bajó la vista, avergonzada.
– Precisamente por eso existe Batman, Selina,… para que no haya más dramas.
– Pe… Perdona. No debería hablarte así… Tú me salvas la vida y yo te abronco. Sé cuánto vale lo que haces. Eres el único que siempre ha creído en Gotham, y nunca la has abandonado, pase lo que pase. Eres la fe que necesitábamos.
– ¿Tú también?
– Yo sólo creía en mí misma, y en la gente modesta que nadie defendía. El East End siempre fue una jungla, a la que nadie podía traer el orden. La Policía era sólo un hatajo de sucios bastardos corruptos, que no aparecían más que para cobrar sus “impuestos de protección” o aprovecharse de las prostitutas. Si no hacías lo que ellos querían, ibas al calabozo un par de noches. Eran los más degenerados…
– Gordon cambió todo eso.
– Sí, pero no tanto en el East End. Hay cosas que no tienen arreglo. Sigue habiendo prostitutas, Bruce, y bandas de ladrones, y pornografía infantil. ¿Crees que toda la basura se ha esfumado de un día para otro?
– No, pero intento que las cosas mejoren…
– Lo sé, y lo admiro, pero no quiero que te ilusiones demasiado. Gotham es un perro demasiado viejo, y no cambiará nunca. Antes sólo había que sufrir la corrupción policial y el desprecio de los ricos, pero ahora además hay virus mortales y ecoterroristas intentando despoblar el mundo. Sólo han mejorado sus armas, pero seguimos siendo peleles con los que jugar.
– Guardas demasiado rencor. Sé que la vida no te ha sido fácil, pero…
– Y tú eres demasiado utópico. Me sorprende que alguien que ha visto tanto horror como tú siga manteniendo la inocencia.
– No es inocencia, sino esperanza. Y si no la tuviera, no podría salir cada noche a hacer lo que hago. Sólo porque creo que puedo marcar la diferencia.
Ella sonrió, y bajó la cabeza. Esa moral eternamente incansable…
– Tal vez me haya vuelto una cínica… Me gustaría ver el mundo con el optimismo que lo ves tú… Sabes que yo tampoco lo pasé bien… Dicen que una niñez dura curte el carácter de los héroes, pero en la mía se pasaron de curtido. Maldito borracho despreciable… no sabes las cosas que nos obligaba a hacer… a mi madre, a mi hermana y a mí. Sus fantasías más horrendas, con tres juguetitos en su propia casa… mi madre al principio intentó protegernos, pero terminó por desesperarse… y se quitó la vida. Nos escribió una carta, pidiendo perdón por dejarnos solas con ese monstruo… pero lo cierto es que ya no pudo soportarlo… y el valiente hijo de puta nos la hizo tragar, para demostrar que no le asustaba nada. Por suerte no duró mucho…
– ¿Cómo… cómo murió?
– Alcoholizado. Bebió hasta morir… con alguna pequeña ayuda…
De pronto él la miró horrorizado. Empezaba a comprender.
– ¿Tú… Tú lo mataste?
– Oh, no, Bruce, nada tan directo. Pero yo le sostuve la botella cuando ya no podía hacerlo con sus propias manos, y le llevé hasta el sillón donde respiró por última vez. No te diré que lo sentí, pero tampoco eché cicuta en su vaso. No me hizo falta. Con unas pocas gotas de whisky le reventó el hígado.
– Has debido tener una vida horrible, Selina. Nunca podré llegar a hacerme una idea exacta.
– Estoy segura de eso. Tú no fuiste ladrona en una maldita secta que esclavizaba a niños para que robaran para ellos, ni prostituta en el barrio más sórdido de la ciudad más sórdida del mundo, ni trabajaste para la mafia haciendo pequeños trabajitos a domicilio… Créeme cuando te digo que ser Catwoman es lo mejor que me ha pasado en la vida.
– ¿Y lo hiciste sólo por dinero?
– Desde luego. El dinero es lo único importante en el East End. Si tienes dinero puedes comer caliente un día, y permitirte algo de higiene, y mandar a la mierda a los borrachos y salidos que quieren saber lo que les harás por cinco dólares. Con dinero puedes proteger a tus hijos de las mafias de tráfico de órganos, o evitar que salgan desnudos en alguna página web. E incluso, si tienen suerte, podrán aprender a leer y escribir, para que no acaben sus días arreglando coches por una miseria, o trapicheando con drogas y enganchados hasta las cejas. Ése es el mundo real, Bruce, no el del Sombrerero Loco y el Espantapájaros, ni el de la “regeneración tisular por cultivos celulares”. Y ése es un mundo que nadie quiere mejorar…
– No es tan fácil…
– Lo sé, y no espero milagros. Pero mientras tanto, yo sí estaré ahí. Les ayudaré, les protegeré de los abusos de las mafias, y espero que tú lo hagas de la Policía. Antes me dedicaba a robar para que tuvieran algo que llevarse a la boca, y no me avergüenzo. Y si ni tú ni el maravilloso Ayuntamiento hacen nada para remediarlo, volveré a robar. Porque sé que es la única forma de que esa gente pueda tener comida y fármacos, una vida libre, y una oportunidad.
Wayne seguía mortalmente serio. No le gustaba nada lo que oía.
– Sabes que eso nos convertirá en enemigos…
– No, Bruce. Nos convertirá en aliados, pero no de la forma en que a ti te gustaría. Se supone que Batman defiende la justicia, no al Gobierno, y que no te importaba a quién cabrear con tal de que las cosas fueran más honestas. Pero no basta con aporrear a criminales y mandarlos a Arkham. ¿Quién pagará los estudios de los niños del East End? ¿Y las terapias con metadona? ¿Y los medicamentos contra el SIDA? Ellos no habrían sobrevivido a lo que yo he pasado, porque no tienen acceso a la maravillosa tecnología de la Liga de la Justicia. ¿Te imaginas lo que habré de sufrir por eso, sabiendo que yo estoy viva cuando ellos habrían muerto? ¿O acaso alguien va a hacerles el mismo favor a todos? No creo que la Fundación Wayne vaya a meterse en el infierno…
– Si vuelves a infringir la ley, estaré allí para arrestarte – sentenció el héroe.
– Haz lo que quieras, Bruce… Sabes que tengo razón, y algún día estarás dispuesto a romper las reglas de verdad, sin que te asusten las consecuencias.
Wayne asintió, y en silencio atravesó la puerta de salida.
De algún modo, sabía que ella no estaba equivocada, pero rechazaba la idea de enfrentarse tan abiertamente con el poder establecido. Él no era un dios, ni un revolucionario. Él sólo era un luchador por la justicia… aunque a veces la justicia no fuera demasiado justa.
Hace diez años: París, 22:30 h.
El tiempo se había terminado.
La siniestra figura con aspecto de murciélago se balanceó ágilmente por encima del tejado del apartamento de Jennifer Lawson. La tapadera de Catwoman en Europa.
Sacó del cinturón un diminuto visor térmico, y observó la estancia: no quedaba nadie. Obviamente, la Gata había empleado las veinticuatro horas que tenía para marcharse del país, tal y como le había confirmado un rápido vistazo a las listas de pasajeros de todos los vuelos del día. “Esta mujer es demasiado confiada. ¿Aún cree que no conozco su identidad de Audrie Megniot?”
Había dado aviso a la Policía de Gotham City, que la estaría esperando con los brazos abiertos. Pero él prefirió quedarse a investigar. Revisar el apartamento, buscar pruebas que le sirvieran de ayuda.
Forzó la ventana sin romperla, de manera que nadie que no fuera un auténtico experto podría detectarlo. Catwoman no era la única especialista en allanamientos de morada… Recorrió el apartamento en dos zancadas, y sus ojos comprobaron que todo estaba en su sitio, tal y como correspondía al plano mental que se había hecho el día anterior… excepto una cosa.
Sobre una mesita baja junto a la entrada había un ordenador portátil.
Estaba seguro de que la Gata no lo habría olvidado al marcharse, así que debía estar allí por alguna razón. Lo escaneó con su detector de explosivos antes de abrirlo, y luego rebuscó en la memoria. Sí… ahí estaba…
Documentos, notas, archivos,… pruebas. Todo el organigrama de Marko Esteven, los nombres de sus contactos, sus redes, las fechas en que había negociado con los grandes mafiosos de la Costa Oeste, sus números… Más que suficiente para meterle entre rejas durante muchos años. Batman estaba satisfecho.
Catwoman era una mujer de palabra. Ella nunca traicionaría a un socio, al menos oficialmente, pero Marko la había abandonado frente a su más poderoso enemigo, y eso la Gata no podía perdonárselo. Y ésta era la forma de devolverlo. Según su estricto código de ladrona, ella jamás le entregó nada al Murciélago, sino que él halló la forma de interceptar sus archivos y robárselos.
Un bonito eufemismo que a él le servía.
Batman salió por la ventana con el ordenador bajo el brazo. En cuanto llegara a su hotel, llamaría a Gordon por la frecuencia segura, y le mandaría los documentos por e-mail. Esto valdría por una larga estancia en prisión para Marko Esteven, y una rebaja en la condena para la ladrona.
Por primera vez en mucho tiempo, sonrió.
La Justicia estaba servida…
Hoy Ayuntamiento de Gotham City, 20:30 h.
¿Cómo podía estar sudando de esa forma? ¡Él era el Alcalde, por amor de Dios!
El insigne David Hull, Alcalde de Gotham City… ¿Por qué demonios le asustaba tanto ese hombre?
No era sólo por él (ese condenado Marko Esteven, que ha vuelto de prisión convertido en un maníaco homicida sin escrúpulos, decidido a acabar con todo y con todos los que se crucen en su camino, incluida esta bendita ciudad…), ni por los siniestros asesinos que le acompañaban (ese japonés, que pondría los pelos de punta a cualquiera, con esa mirada fría llena de muerte…), sino por lo que tenía detrás, el plan con el que le estaba amenazando.
¡A él! ¡Al mismísimo Alcalde!
Y lo peor es que seguramente iba a salirse con la suya…
Ese macabro Proyecto Demolición, esa matanza descontrolada, con la que ya había advertido a su antecesor hace diez años (aunque era bien sabido que Marko entonces no había conseguido los planos del Edificio Siracusa, imprescindibles para llevarlo a cabo, y por eso no le hicieron mucho caso… pero esta vez sí que los tiene, gracias a esos malditos asesinos japoneses, silenciosos como sombras…).
¿Qué podría hacer él para detenerlo?
Marko lo tenía en su poder, y lo sabía. Tarde o temprano echaría mano de esa ventaja, y entonces el pobre Ayuntamiento no podría más que ceder en cualquier ridícula pretensión que tuviera…
Esta noche, David Hull se vistió de gala, y marchó de cena con su nuevo dueño.
Un mes después. Centro Médico Wayne, en las afueras de Los Ángeles, 09:30 h.
– La recuperación ha sido asombrosa, señor Wayne. La paciente ya es capaz de andar por sí misma, aunque todavía precisa la ayuda de muletas. Sus músculos están débiles, y llevará mucho tiempo que recupere un tono normal. Pero desde luego, es todo un milagro que siga viva.
– No es un milagro, doctor Martínez. Es la prueba de su éxito. Muchísimas gracias. Iré a hablar con ella.
Bruce Wayne se alejó del pequeño cirujano, y sonrió al acercarse a la mujer. La hermosa Selina… aún le sorprendía lo bella y radiante que se mostraba ahora… en comparación con aquella horrible visión que tuvo hace un mes, con su cuerpo abrasado y reducido a una cosa diminuta y negruzca. Seguía tratando de olvidarlo…
Selina Kyle estaba sola, en medio del gigantesco jardín plagado de flores. Vestida con el clásico camisón azul del hospital, y apoyada en sus largas muletas, sonrió también al contemplar a su héroe… su salvador… su amor.
– No te preocupes, tengo un poco de ayuda. Dick ocupa el puesto de… presidente de la empresa… cuando yo no estoy en Gotham.
– Me alegro. El chico se ha convertido en hombre muy deprisa.
– Sí. Ha pasado por muchas cosas, buenas y malas, algunas incluso peores que las mías… y ha sabido encontrar su propio camino. Estoy orgulloso de él.
– Pero nunca se lo dirás.
– No quiero echarlo a perder… ¿Y tú? ¿Cómo estás?
– Mucho mejor. Cada vez me cuesta menos andar. Estoy ganando músculo en los brazos, y eso me sirve para controlar mejor las muletas. Aún así, será una recuperación larga.
– Eso no es posible, Selina. Tenemos que volver a Gotham, y en las mejores condiciones posibles. Aquí eres blanco fácil para los asesinos de Marko. Si averiguaran dónde estás, vendrían enseguida a matarte. No puedo poner más protección en este sitio sin llamar la atención sobre ti, y no puedo estar aquí más tiempo sin hacer caso a lo que Marko está moviendo en Gotham. Te necesito en plena forma ya.
– Pero eso es imposible, Bruce. Apenas consigo caminar, incluso con muletas. ¿Esperas que empiece a trepar a los tejados?
– Justamente. Sólo es una cuestión de voluntad, Selina.
– Estás soñando. No puedo hacer eso.
– Sí que puedes. Sólo te hace falta el incentivo adecuado.
– ¿De qué estás habl…?
Y la voz se congeló en su garganta.
Porque justo entonces, por detrás de la enorme y fornida figura del hombre, surgió una estilizada silueta femenina. No muy alta ni musculosa, pero con la tranquila presencia de quien se sabe un arma letal en sí misma. Morena, de cabello lacio y corto, con rasgos orientales y completamente vestida de negro, sus movimientos eran fluidos y lentos, como los de un auténtico depredador.
Lady Shiva.
– Hola, gatita. ¿Estás preparada para el castigo…?
– ¿Qu… qué pretendes, Bruce? ¡Esto es una locura!
– No, Selina, es exactamente lo que te hace falta. Shiva me ayudó cuando yo estaba en las mismas condiciones deplorables en que estás tú ahora. Encontró el espíritu del guerrero que aún vivía en mí, y lo desarrolló hasta devolverme a mi estado actual. Y espero que ahora lo haga contigo…
– Bruce… por amor de Dios… no puedes dejarme en manos de esta psicópata… estoy herida…
– No, princesa, ahora lo único que tienes son bloqueos mentales, y Shiva es la indicada para romperlos. Sé perfectamente quién es, y por eso te dejo en sus manos. A veces, Selina, hay que saber caminar entre tinieblas, para luego elegir voluntariamente el camino de vuelta hacia la luz.
Shiva corrió hacia la mujer como un rayo, y le arrancó de una patada las muletas. Selina Kyle se derrumbó como un castillo de naipes, y su cuerpo rodó por los suelos.
– Empieza la clase… – dijo la asesina.
Y con todo el dolor de su corazón, y sin decir palabra, Bruce Wayne abandonó el Centro Médico para siempre… preguntándose si habría hecho bien… pero consciente de que tanto él como la Gata eran soldados de una guerra demasiado cruel, que no permitía errores ni sentimientos.
Epílogo.En una elegante mansión a las afueras de Gotham, 20:30 h.
– Ha llegado la hora, Diablo – dijo la voz turbia de whisky del anciano Marko Esteven –. No estoy dispuesto a aguardar más tiempo. Quiero la ciudad convertida en ruinas, destruida como yo fui destruido por su desidia. Hace una década me encerraron como a un animal, me dieron la espalda como si apestara… me olvidaron. Muy bien… Ahora estoy libre de nuevo, y devolveré cada gesto, cada maldad de esta gente ruin y despreciable. Mi venganza será la más cruel de la Historia…
A la espalda del gran jefe del crimen, el flaco y espigado asesino ninja resoplaba nervioso. Él no estaba tan convencido de aniquilar Gotham, por mucho que su patrón se lo pidiera.
– Señor Esteven… aún puede recapacitar… ¿está seguro de lo que planea?
Marko se giró como un león acorralado, con una inmensa cólera brotando de sus ojos enrojecidos.
– ¿Dudas? ¿Tú, que matas por dinero? ¿Acabo de descubrir al primer mercenario con escrúpulos? ¡Ja, ja, ja! ¡Esto nunca lo hubiera imaginado!
– No son escrúpulos, señor Esteven… Es honor. Yo mato por dinero, sí, pero lo hago siempre de manera honorable, cara a cara, y dando a mi enemigo una oportunidad de defenderse. Incluso, si lucha dignamente por su vida y me impresiona su valor, he llegado a perdonarle en ocasiones, aun poniéndome en contra de aquéllos que me pagaban.
– Oh, qué inspirador… ¿Y esto te parece distinto, mercenario?
– Por completo. Usted habla de una matanza indiscriminada, de matar por rencor, pero de matar a quien no tiene culpa de su destino. Yo acabé con la Gata, y mañana segaré la vida del Murciélago. Ellos son los culpables de su encierro. Si quiere, también le traeré la cabeza de James Gordon. Pero deje en paz a Gotham, que bastante mal le van las cosas ya…
– Eres un iluso, y un confiado. Gotham es la responsable última de todo cuanto ocurre. Batman y Catwoman debían ser los primeros en sufrir mi venganza, pero no los últimos. Hay muchas cuentas más que saldar, y no estoy más que empezando. ¿Crees que sólo ellos son los causantes de los males de este mundo? ¿Crees que a esta ciudad no le hace falta un cambio? Cuando yo mandaba sobre todos, en los viejos tiempos, las cosas funcionaban mucho mejor… No había droga en las calles, ni deshechos humanos tirados en las esquinas… No había criminales modestos, ni gentuza que mata a ancianas por cuatro dólares… Yo traje el orden a Gotham, y ellos me rechazaron. Yo les di seguridad y protección, y ellos me enviaron a la cárcel. ¿No crees que lo mínimo que puedo hacer es devolverles la gentileza?
– No. Éste no es mi trabajo. Yo no me dedico a las masacres.
– ¡Pues vas a empezar ahora! No toleraré disensiones ni dudas entre los míos.
– ¿Cómo puede guardar tanto rencor a esta ciudad? ¿Qué demonios le hicieron en esa cárcel para volverle así?
– ¡Je, je, je! ¿Quieres saberlo, mercenario? ¿De verdad quieres saberlo? La cárcel es un sitio duro y cruel, y a los ricos como yo nos tratan con especial cariño. Había muchos tipos conocidos allí dentro, gentuza que antes trabajaba para mí, pero que en prisión se atrevían a considerarse mis iguales. ¿Puedes imaginártelo? ¡Iguales que Marko Esteven! Ilusos… Por desgracia, en esa época había perdido mi grandioso poder, y me veía reducido a un guiñapo sin voz ni voto, por cortesía del maldito Batman y la traición de esa apestosa Mujer Gato. Desgraciados…
– Y jugaron con usted allí dentro…
– Desde el mismo día en que entré había más de un centenar de presos deseando convertirme en su esclavo. El resto sólo quería torturarme. Tuve que elegir amigos… sabiendo que eso marcaría el resto de mi tiempo en prisión… y elegí mal.
– La Hermandad Aria…
– ¿Cómo lo has adivinado?
– No creo que le aceptaran los psicópatas del Black Power. Al menos entre los blancos despreciativos como usted tendría alguna posibilidad.
– Creí que me protegerían, aunque luego me lo cobraran de más en la calle. Pero estaba dispuesto a acordarme de quien me ayudara en esos malos momentos.
– Y fueron aún más terribles que los demás, ¿no?
– Son degenerados, terroristas y mercenarios internacionales, sin ningún respeto por la vida ni la integridad humana. No tienen una orientación sexual definida, sino la que más les conviene en cada momento, y disfrutan igual con el dolor ajeno que el propio. Son animales… Se torturan cada día para volverse inmunes al suplicio, y lo mismo hicieron conmigo. Fui su juguete, su mascota, su criado en todas las barbaridades que imaginaban… Orgías monstruosas, salvajismo, crueldad… Nada les importaba más que su propia diversión… Y siempre reían a carcajadas, incluso ante sus propias mutilaciones… Esa risa… Nunca he podido librarme de sus risas, ni siquiera ahora…
– Pero eso tampoco es motivo. ¿Va a destruir Gotham porque a usted le pillaron y lo pasó mal en prisión? No sea niño…
– Tú no lo entiendes… No se contentaron con usarme, con mutilarme, con destrozar mi cuerpo y mi alma… También envenenaron mi sangre. Probaban en mí las drogas que les mandaban de contrabando, por si no estaban bien cortadas y corrían peligro de morir. No puedes imaginar lo que pasé. Ahora sé bien lo que significa la abstinencia, y la sobredosis. He vivido demasiadas pesadillas para una sola vida…
» Pero todo eso cambió un día, el maldito día en que me destrozaron para siempre, y nunca más volvieron a inyectarme ninguna cosa. Porque ese día probaron en mí la sustancia definitiva, la más terrible y mortal que ha existido nunca en la Historia: la droga Veneno.
Por un segundo, Diablo se estremeció en su rincón. Él también la conocía, y sabía el peligro que representaba.
– Haces bien en temblar, mercenario. La droga Veneno… la misma que hizo a Bane lo que es hoy, que le dio fuerza para romper la voluntad del Murciélago,… y luego su espalda. El tóxico más letal del planeta, creado para convertir en monstruos a los hombres, y aniquilar su cordura. Eso fue lo que jugaron a inyectarme, y lo que me ha transformado en el demente para el que trabajas.
Marko paseó las manos sobre la mesa, y extrajo de un cajón una larga jeringuilla de cristal, con un turbio contenido nacarado.
– Ahora, mercenario, me veo obligado a consumir esta basura cada día, bajo la amenaza de una horrible muerte entre espasmos si no accedo. Es como ácido que recorre mis venas, como una tupida cortina de niebla en mi conciencia… me estoy volviendo loco… pero antes me llevaré Gotham conmigo.
– Eres un enfermo, y la ciudad no tiene por qué sufrir tu mal.
– Oh, sí que tiene… Yo les di cobijo y protección, les libré de la pesadilla de las drogas en unos años en que pude hacerme tremendamente rico vendiéndolas en mi territorio… ¿Y qué me dan a cambio? Una condena de por vida, una adicción letal que me está destrozando por dentro… La misma droga que yo no quería en Gotham, ahora le llevo en mis venas, minuto a minuto, abrasándome desde el interior. Ésa fue su gratitud, por años de servicio y protección. Muy bien… Pues ahora voy a devolvérselo todo… El Proyecto Demolición es mi gran sueño para esta ciudad. Les llevaré de nuevo a la Edad de Piedra. Les robaré la confianza y seguridad que antes les prometí, y mientras, yo huiré de este antro con las riquezas que merezco. ¿Te parece bien, Diablo, o aún no estás de acuerdo?
El ninja tembló en su puesto. Ahora sabía que su jefe era un loco peligroso, y no estaba dispuesto a enfrentarlo directamente. Ese plan era una monstruosidad, pero él tenía una misión que cumplir. Luego… ya vería cómo escapar de él.
– Te serviré fielmente. Tú me contrataste. Es mi deber.
– Perfecto. Entonces ve a prepararlo todo. Mañana yo estaré en el Dirigible Finger con el Alcalde, mientras tú y tus hombres hacéis el trabajo. Así nadie podrá dudar de mí…
Marko sonrió, y miró a través de la ventana, hacia la lejana Gotham que yacía a sus pies.
– Mañana, maldita perra del infierno… mañana quedarás aniquilada para siempre, como hiciste conmigo…
Segundo epílogo. La Batcueva, debajo de la Mansión Wayne, 08:30 h.
Nada.
Después de tantas noches, de tantos esfuerzos sin respuesta, aún no tenía nada. Amanecía sobre Gotham, pero los rayos del sol no llegaban nunca hasta aquí abajo. La cueva era un lugar oscuro y tenebroso, el hogar de un ser tan terrible y fanático como aquéllos que perseguía…
Pero hoy este ser notaba una furia imposible de aplacar.
Habían pasado ya dos meses de la explosión que casi terminó con la vida de Catwoman, y ni los esfuerzos de Nightwing ni los suyos propios habían logrado todavía conectar a Marko Esteven con ese hecho. Y no estaba dispuesto a permitirlo…
Además, y por si fuera poco, ese maldito informe de la Policía sobre el robo en el Banco Central. Alguien consiguió eludir los impresionantes sistemas de vigilancia, robar el contenido de una cámara acorazada en concreto y desaparecer. Y no era una cámara cualquiera… Marko se había apoderado al fin de los planos del Edificio Siracusa. Los mismos que ordenó a Catwoman que robara para él, hace diez años, y que empezaron todo el asunto.
Ahora estaban por fin en sus manos…
¿Qué demonios había en esos planos para hacerlos tan valiosos?
De pronto, llegó un aviso especial: llamada por la frecuencia secreta.
El número personal de Lady Shiva.
– Sí.
– Hola, querido. ¿Llamo en mal momento?
– ¿Qué quieres, Shiva?
– Informarte de los progresos. Mi trabajo ha terminado. Y tu gatita ha sobrevivido, lo cual me sorprende…
– Sabes las órdenes que te di. Si le hubiera ocurrido algo…
– Sí, sí, ya lo sé. No te preocupes, la mercancía no ha sufrido ningún daño irreparable. La encontrarás muy de tu gusto…
– Eso ya lo juzgaré personalmente.
– Me parece bien. Ahora espero que me pagues. ¿Recuerdas el trato?
– Sí, lo recuerdo, pero seré yo quien decida que has cumplido tu parte, y sólo entonces recibirás lo acordado.
– Sé que eres un tipo de palabra, Batman, así que no desconfiaré de ti. Pero sabes lo que prometiste: tus archivos sobre la Hermandad Aria, a cambio de que yo entrenara a Catwoman. Como intentes engañarme…
– ¿Tienes algo más que decirme o ya has acabado?
– Oh, no, por ahora es suficiente. Pero no dudes que estaremos en contacto…
– Espero que valiera la pena – dijo de pronto una voz a la espalda del Murciélago.
Batman se giró como un resorte, inundado de sorpresa, sólo para descubrir a Catwoman sentado junto a él.
Risueña, pizpireta, con su viejo traje negro de cuero y sus gafas de visión nocturna. Y por supuesto, su látigo de nueve colas en la mano derecha.
– ¡Selina! ¿Qué haces aquí?
– Vine de visita. ¿Molesto?
El héroe se levantó de su silla con una enorme sonrisa pintada en el rostro, e intentó abrazarla. Pero ella se apartó rápidamente… y ya no sonreía.
– ¡Ah, no, chico! Las manos quietas…
– ¿Qué dices, Selina? ¡Me alegro tanto de ver que estás bien!
– Sí, bueno… No será gracias a ti… Me salvaste de una explosión, pero luego me lanzaste a las garras de una asesina y terrorista sin escrúpulos. ¿Crees que ésa es forma de tratar a una chica?
Entonces fue cuando Batman se puso serio, y comprendió el cariz del asunto.
– Sabes que lo que hice fue por tu bien. Si no, a estas horas aún seguirías caminando con muletas. En lugar de eso, has sido capaz de entrar en la Batcueva por tus propios medios, sorteando el mejor sistema de seguridad del planeta,… lo cual no creas que me agrada mucho.
– Sí, el buen superhéroe pensando en el bien común… aunque para conseguirlo haya que destrozar la vida de sus amigos. Si tanto te asustaba que volviera a robar, no tenías que castigarme por ello.
– Selina, no creerás que…
– Aunque también he oído que te interesas por esa Silver St. Cloud. ¿Estoy en lo cierto? ¿Tal vez lo que pretendías era quitarme de en medio para que no estorbara en tu prometedor futuro con la señorita del pelo blanco?
– Estás diciendo estupideces, Selina – cortó el Murciélago.
– Es posible. Tal vez sea a causa del trauma de estar un mes encerrada en un sótano sin ventilación, y pasando por las mayores torturas que se puedan imaginar. ¿Y aun tuviste que pagar por eso?
– Selina, yo no pensé…
– La Hermandad Aria… ¿Realmente estabas dispuesto a sacrificar tus archivos sobre esos malditos terroristas a cambio de que yo pudiera andar?
– Y el mundo entero si fuera preciso…
Catwoman se quedó pensativa un momento, después de la tajante respuesta, y al fin sonrió.
– Aaaah… Guardas copias de seguridad, ¿a que sí?
– No me hacen falta. Tengo esos archivos memorizados. Podría reproducirlos por entero aunque los borrara. Por eso no me importó sacrificarlos ante Shiva.
– ¿Y qué gana ella?
– Está trabajando ocasionalmente para la Hermandad Aria. El enfrentamiento entre ellos y Marko data de los tiempos de la cárcel. Marko los quiere ver muertos, y a ellos les entretiene la persecución. Entrenándote, Shiva les hace un doble favor: consigue mi promesa de que borraré los archivos que tengo sobre sus actividades,… y a la vez recupera a la peor enemiga de Marko.
– Voy a matarlo. Me da igual lo que pienses, o tus absurdos principios: mañana mismo acabaré con su vida.
El Murciélago respiró hondo, y la miró a los ojos.
– Yo tengo que estar en el Dirigible Finger. El Alcalde ha invitado a los hombres más ricos y poderosos de Gotham a su inauguración. Marko incluido. Temo que prepare algo contra el Alcalde.
– No. Su plan es otro… Ya sé lo que pretende del Edificio Siracusa.
– ¿Lo sabes? ¿Cómo demonios lo has averiguado?
– Es bastante obvio, héroe… ¿Tú aún no lo has conseguido?
– He… estado investigando las últimas exposiciones de joyería, y han pasado por sus salas auténticas fortunas,… pero son piezas demasiado famosas, y no podrían venderlas sin llamar la atención. Además, no creo que Marko tenga el perfil de un ladrón común…
– ¿Eso es lo más inteligente que se te ha ocurrido? ¡Y yo que creía que eras el mejor detective del mundo! De acuerdo… tendré que abrirte los ojos: a Marko realmente no le interesa el edificio en sí mismo, ni lo que hay dentro,… sino debajo. ¿Has comprobado eso?
– ¿Debajo? ¿De qué estás hablando?
– ¡Oh, vamos, Murciélago, despierta! Por debajo del Edificio Siracusa pasan las principales canalizaciones de gas de todo Gotham. Marko quiere volarlas en pedazos,… devolver la ciudad a la Edad de Piedra. Quería los planos para saber exactamente dónde colocar la bomba…
Continuará...
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