Título: El nacimiento de Hiroshima Autor: Jose Luis Miranda Portada: Jose Angel Pater Publicado en: Agosto 2005 |
Enviado a la Tierra desde el moribundo planeta Krypton, Kal-El fue criado por los Kent en Smallville. Ahora como un adulto, Clark Kent lucha por la verdad y la justicia como...
Superman creado por Jerry Siegel y Joe Shuster
Prólogo.
Desnudo sobre una camilla, el General Zod se sentía débil y enfermo. Se miraba las manos, las mismas que habían doblegado la resistencia de un mundo entero, y que ahora no podían dejar de temblar. Lo último que recordaba era la aniquilación de 5.000 millones de seres. En realidad, el recuerdo final era estar agonizando por la kryptonita que portaba Superman. Aquel día, el Hombre de Acero se convirtió en juez, jurado y ejecutor. Su cerebro no cesaba de plantear interrogantes: ¿Cuántos años habían pasado? ¿Cómo es que seguía vivo? ¿Y Quex-Ul y Zaora?
- Tendrás multitud de respuestas que hacerme- dijo una robótica presencia de color verde. Mi nombre es Brainiac. Poco importa que sepas más sobre mí salvo que odio y quiero destruir a tu asesino. Puedes formular tus cuestiones.
- ¿Qué me ha sucedido?
- Superman te expuso a la kryptonita, a ti y a tus dos compañeros. La radiación parecía haberos matado, sin embargo, no fue así en tu caso. No sé cómo, pero en lugar de la muerte caíste en un profundo coma. La luz de un sol amarillo unida a mis medicamentos han hecho posible que salgas de él. Estás muy debilitado, pero en poco tiempo recobrarás todo tu poder.
- ¿Cómo me has encontrado?
- Bueno, en estos años he penetrado en la mente de nuestro común enemigo en varias ocasiones, y en uno de esos rincones, oculto bajo una capa de pena y dolor, estabais vosotros. Realmente no esperaba que estuvierais vivos. Pensé en recoger muestras para ver si podía clonaros.
- Ahora recuerdo... Quex-Ul se lanzó a estrangularme mientras la radiación nos mataba. Eso debió salvarme, al echarse encima de mí debió absorber la mayor parte de la kryptonita. ¿Queda alguien vivo de este mundo?
- Nadie. Sólo tú. Todo esto fue creado por el Señor del Tiempo como un pálido reflejo del universo real. Nada queda vivo aquí, recuerda que tú te encargaste de ello hasta que el kryptoniano te detuvo. La venganza será tuya, pero debes tener paciencia. Debes recuperar tu poder. Eres más fuerte, más rápido y más poderoso que él. Tu cuerpo procesa la energía solar mejor que el suyo. Podrás destruirle cuando llegue el momento. Espero que sigas mis instrucciones.
- Mi destino es gobernar no obedecer. Sin embargo, te debo la vida, te seguiré hasta que Kal-El esté muerto. Antes le haré sufrir, mataré a sus amigos, violaré a su pareja, destruiré lo que más ame. Después gobernaré su ciudad, su mundo. Pisaré su tumba y mi risa se oirá hasta el último rincón del universo.
- Paciencia, General, paciencia.
Capítulo 1: Metrópolis
Acababan de hacer el amor. Por un momento Lois llegó a pensar que aquel hombre era todo suyo. Se sentía querida, colmada de placer. La ilusión se le fue en segundos. No recordaba las palabras, no sabía si había dicho un choque de trenes, un avión en problemas, un disparo o un gato en un árbol... El caso es que las sábanas se arremolinaron, la capa roja le acarició los brazos, notó un beso en la mejilla y escuchó un cálido te quiero. Pero ya estaba sola. En aquel momento le importaba un bledo que el mismísimo Darkseid con todas sus legiones de para-demonios se encontrara en la avenida principal de Metrópolis. Sólo sentía que esa noche volvería a ser más fría de lo deseado. De nuevo la pasaría con la almohada entre los brazos. Maldita sea, murmuró.
Él la escuchó. ¿Cómo no iba a hacerlo? Volaba ya a kilómetros de allí pero había concentrado su visión y su oído al menos siete veces en su apartamento. Ella, Lois, era lo que más quería y sin embargo ¿qué podía hacer? ¿Dejar que el suicida se estrellara contra el suelo? Con una mano le sostuvo. Vio en sus ojos un suspiro de alivio.
- ¿Por qué?- preguntó Superman al chico de color de dieciséis años que sostenía a dos metros del suelo.
- Por una mujer – dijo asustadizo-.
- Ah, bueno. Al menos te ibas a matar por una razón que merecía la pena. Pensé que era por algo sin importancia. Si hay que perder la vida, al menos que sea por amor. Aunque, sin ánimo de quitar importancia a tus sentimientos, me gustaría que vinieras conmigo esta noche.
El héroe se elevó sujetando fuertemente al chico. Esa noche hizo su ronda con él. Primero evitaron que un borracho propinara una paliza a su mujer. Después llevaron a la señora con su hermana y al marido a una comisaría. Evitaron un atraco, tres asaltos a tiendas, dos tiroteos, e, incluso, derrotaron a un tal Electro-Man, que juraba venganza contra la humanidad. Pero, sobre todo, sobrevolaron Metrópolis. El chico, Jerry, no cabía en sí de asombro. Aquella visión de la ciudad le llenaba los sentidos. El viento, la sensación de velocidad, la dicha de sentirse vivo.
- ¿Dónde vive ella?- preguntó Superman.
Cuando Superman se alejaba, ante la mirada de los dos jóvenes, pensó en Lois y se dirigió sin pausa hacia casa. La chica sostuvo la vista hasta que el héroe de Krypton desapareció en el cielo. Después miró a Jerry y le preguntó:
- ¿De veras, has volado con él?
- Bueno, a veces necesita el consejo de un hermano. Ya sabes, se trata de tener perspectiva.
Capítulo 2: Laboratorios Star. Metrópolis.
Steve Garney ya no podía acercarse a su novia Susan, las manos le ardían y la energía que emanaban podía destrozarla con solo rozarla. Aquella noche había intentado escribirle una carta de amor, de despedida, pero tampoco había sido capaz de sujetar un bolígrafo sin que se derritiera. Lo que más le dolía era que le había prometido esa carta.
El prototipo de la armadura que contendría su radiación podía no estar probado, pero, estaba allí, en el edificio de Star Labs que tenía delante. Las cosas se habían complicado, iba a ser un simple robo. ¿Quién iba a suponer que los vigilantes intentarían tocarle? Los cuatro yacían muertos a sus pies. Sus manos permanecían humeantes. Todo lo que tocaba se marchitaba y destruía. Steve empezó a llorar. Calma, calma, se dijo así mismo, de nada va a servir que me pongas histérico. He venido a por la armadura. Debo encontrarla. Steve recorrió el laboratorio hasta que la vio. Tocó la caja metálica que la contenía y la deshizo como mantequilla con calor.
Ante él estaba la armadura. Su padre le había dicho que esperara unos días hasta que las pruebas se hubieran completado, pero la energía se le escapaba. No podía controlarla. La necesitaba ya. Sostuvo con fuerza la armadura y aumentó el poder de sus manos. Nada, ni un rasguño. Era cierto, aquella mezcla de aleaciones era inmune a su poder. Se la puso. Plateada y ceñida al cuerpo. El metal contenía su radiación. Pero, si lo deseaba, la armadura le permitía expulsar energía al exterior. Sin que la aleación sufriera el menor daño.
De repente, el dolor se hizo insoportable y una aura destructiva comenzó a emanar desde cada poro de su cuerpo. La armadura permitía el paso de toda aquella fuerza que iba destruyendo por completo la sala en donde se encontraba. Al terminar, Steve, se puso de rodillas y llorando golpeó el suelo:
- ¡Dios Mío! ¿Cuándo cesará esta tortura? ¿Cuándo...?
Superman estaba a punto de llegar a su apartamento, ya olía el perfume de Lois, cuando escuchó la terrible explosión. Los laboratorios estaban al otro lado de la ciudad, pero no dudó que se había producido en Star. Suspiró y aceleró el vuelo todo lo que pudo.
Llegó tarde. De los cuatro cadáveres de los guardias apenas quedaban restos. El laboratorio principal estaba destruido. Su visión buscó aceleradamente al responsable. Lo halló a tres kilómetros en dirección norte. Era un joven de unos veinte años con una armadura plateada. Al principió creyó que volaba gracias a la propulsión de las botas. Pero luego, al prestar más atención, descubrió que volaba gracias a su energía. De sus pies emanaba el chorro propulsor, las botas sólo lo canalizaban.
El Plateado volaba en dirección a los muelles, quería descender en el puerto. A esta hora no habría nadie. Se quitaría el casco y dormiría con la armadura puesta. Se lo contaría a su padre y éste sabría qué hacer. De repente, una ese roja y amarilla se situó frente a él.
- Has matado a cuatro hombres. Desciende y ven conmigo.
- ¡No!- instintivamente el Plateado lanzó toda su energía contra el kryptoniano.
Superman recibió el impacto y aturdido cayó al suelo.
- Ok, por las malas – dijo levantándose de nuevo y ascendiendo hacia su enemigo.
De nuevo, la energía le inundó. Esta vez el dolor fue mayor. Se dio cuenta de que los límites de su enemigo aún estaban por ver. Evitó con un giro sus rayos y propinó un puñetazo lo suficientemente fuerte para dejar sin sentido a una persona normal. Pero su sorpresa fue mayúscula. Su enemigo no había sufrido el menor daño.
El Plateado lanzó nuevos rayos, tres al superhéroe y dos a los edificios de abajo. Superman esquivó los que se dirigían al cielo pero interceptó los restantes. Cada vez eran más fuertes. Se sentía mareado. Lanzó su visión calorífica con cierta intensidad, pero no hizo mella en la armadura. Así que comenzó a girar a toda velocidad en torno a su enemigo, soplando a la vez con su aliento gélido. Pronto, Steve, se vio inmerso en un bloque de hielo. Aunque intentaba concentrarse para lanzar su poder y hacer estallar la capa helada, no lo conseguía. Había gastado demasiada energía y sus fuerzas estaban al límite. Empezó a notar la falta de aire y una sensación de caída y olvido se fue apoderando de su mente.
Capítulo 3: Laboratorios Star. Metrópolis.
Cuando despertó se encontró rodeado de científicos de Star Labs. Le tenían conectado a un maquinaria que absorbía su energía. Seguía portando la armadura. Superman hablaba con uno de los científicos. Su preocupación era evidente. El científico le explicaba:
- Se llama Steve Garney es hijo de uno de nuestros ingenieros. Le hemos avisado, viene de camino. La situación es crítica. Su poder aumenta por momentos. Su cuerpo se recarga de una energía extraña e inmensa. Se está convirtiendo en una bomba atómica andante. Pronto no podrá controlar su fuerza. Le superará y estallará llevándose a media ciudad con él
- ¿Cómo ha obtenido esta maldición? ¿Es un mutante?
- El chico repite que le dieron dinero a cambio de someterse a ciertos experimentos. Al parecer le bombardeaban con radiaciones. No hemos podido corroborar su historia. Los laboratorios donde dice que acudía no son más que almacenes vacíos. El chaval tiene poco tiempo por delante.
- ¿No hay ninguna otra solución?
- Llevamos dos meses tratándole. Es lo que conocemos como el Proyecto Hiroshima. Ahora le absorbemos su poder con estas máquinas. Pero no es suficiente, cuanto más le quitamos, más fuerte se regenera en su interior. Calculo que tenemos unos días nada más. Cuando llegue el momento deberemos llevarle a un lugar solitario para que explote sin hacer daño.
- ¿De qué cojones estáis hablando?- gritó Jack Garney, el padre del chico, que irrumpió en la estancia con violencia. Ya sabíamos lo que teníamos entre manos. Podemos encontrar la cura. Ya tenemos la aleación que impide que destroce lo de alrededor. Cuando gasta su energía se agota y se relaja.
El científico le enseñó unos papeles llenos de gráficas, mientras le decía:
- Ya no. Puedes ver las lecturas, mira lo que pasará. En el plazo de una semana se habrá convertido en una explosión capaz de arrasar media Metrópolis.
- Vete al cuerno, metete tus conclusiones dónde te quepan- volvió a gritar Garney dándole un manotazo al informe. Se situó al lado de su hijo, aunque no se atrevía a tocarle hizo ademán de hacerlo. -Todo irá bien Steve. Seguiremos intentándolo. No te dejaré sólo. Recuerda, aunque no pudiera hacer nada estaría contigo. Esa es ...
- Lo sé, papá, lo sé. Esa es la máxima expresión de la amistad. Me lo has repetido mil veces.
Superman pulsó su cinturón y envió a la Atalaya, sede de la Liga de la Justicia, una señal. Instantáneamente el ordenador la transmitió al comunicador del miembro a quien iba dirigida.
- ¿Si?
- ¿Ray Palmer?, soy Clark. Necesito ayuda.
Epílogo.
La nave de Brainiac estaba en órbita alrededor de Marte. Zod había sido sometido durante el viaje a un proceso de recuperación celular. Además el sol amarillo le inundaba haciéndole sentir de nuevo poderoso e invencible. Sus harapos grises habían sido sustituidos por un traje negro, brillante e indestructible. Brainiac le había transmitido mentalmente los acontecimientos más importantes en la vida de su enemigo. Después eligió diez artes marciales cuyos conocimientos también introdujo en el cerebro del general.
La rutina diaria que comenzó aquel día era un entrenamiento salvaje que potenciaba las habilidades de Zod. Aprendió a utilizar sus poderes de vista y oído, a afinarlos, su terrible visión calorífica, su destreza en la lucha. Aumentaba su fuerza y velocidad. El resto del tiempo lo pasaba estudiando grabaciones de su enemigo, veía sus movimientos, sus tácticas, sus victorias.
Todos los días se acercaba a la órbita del planeta Tierra y se situaba en un punto donde su visión telescópica le permitiera observar in situ a su presa. La primera sorpresa vino cuando se dio cuenta de que se disfrazaba de simple terrestre. - Con unas ridículas gafas. No quiere que sepan que es él. Estúpido.
Continuara...
Diciembre 2004-Enero 2005.
José Luis Miranda Martínez.
Reseña del 30 de Agosto de 2005 (Superman #6-7):
ResponderEliminarAquí comienza la nueva etapa de Jose Luis Miranda en Superman con una primera historia autoconclusiva, con un prológo y un epílogo que sienta las bases de lo que será el hilo conductor de esta etapa, y que sigue desarrollándose con subtrama en el número siguiente. Aunque las historias principales de los dos números son entretenidas por sí mismas, encuentro que el hecho de que lo que se cuenta en el prólogo y epílogo sea más interesante, no las favorece mucho. Como lector, uno quiere saber más sobre ese retorno de un antiguo villano, y no sigue el resto de la historia con la misma atención.
En cualquier caso, es pronto para juzgar esta nueva etapa, y habrá que ver cómo se va desarrollando en los siguientes números.