Showcase nº21: Campeones de la Justicia

Título: Limpieza de sangre
Autor: Juan B. Cantó
Portada: Juan B. Cantó
Publicado en: Abril 2015

En la mejor tradición DC de acción, aventura y BWA-HA-HA llegan... Los Campeones de la Justicia! Y es si pensabas que sólo había superhéroes en las américas estás muy equivocado...
Jaén, España. La luna llena iluminaba las calles desiertas. Un jadeo desesperado y el ruido de pasos apresurados rompieron el silencio. Una mujer joven corría como alma que llevaba el diablo. En su rostro estaba grabado el más profundo de los terrores. Dos fantoches enmascarados vestidos de rojo la perseguían cual perros de presa, guiados por quien sabe qué depravadas intenciones. Sus vestimentas tenían algo de monje y mucho de soldado. Una especie de templarios rojos enmascarados, con toques futuristas.

La persecución terminó en el inevitable callejón sin salida.

-¿¡Qué queréis de mí!? ¡¡¡Yo no he hecho nada!!! ¿¡Por qué me hacéis esto!?

-¡Porque eres una pecadora! ¡Una sucia puta!

-¡Vas a pagar por tus pecados, puerca! -Añadió el segundo perseguidor.

La joven se derrumbó sobre sí misma, llorando y gimiendo, cubriéndose la cabeza con sus brazos.

-¡Dejadme, por favor! ¡Yo no he hecho nada! ¡Por favor! ¡Yo solo quiero irme a casa, de verdad! ¡Por favor dejadme! ¡Por favor...!

Los enmascarados comenzaron a reír cruelmente, mientras al acercarse, sus sombras se cernían sobre la muchacha hasta cubrirla de oscuridad.

-¡¡¡DEJADLA!!! -La orden cortó las risas de cuajo.

La voz venía de lo alto de uno de los edificios que formaban los lados del callejón. Los asaltantes vestidos de rojo alzaron la vista para ver a otro enmascarado que los contemplaba desafiante desde las alturas. Sus pintorescos ropajes lo asemejaban a una especie de pirata enmascarado.

-¡¡¡Apartaos de ella!!!

Mediante una serie de movimientos acrobáticos propios de un gimnasta olímpico, el desconocido descendió desde el tejado en el que se encontraba hasta el nivel del suelo.

-Ha picado -dijo uno de los acosadores disfrazados, acercándose algún tipo de comunicador de pulsera a la boca-. Iniciad purga.

En los tejados, recortadas sobre el cielo nocturno, aparecieron las siluetas de al menos una docena más de personajes enmascarados similares a los otros dos vestidos de rojo.

-¿¡Quién demonios sois, fantoches!?

Sin mediar palabra se abalanzaron sobre él. No eran aficionados, eso desde luego. Los asaltantes tenían entrenamiento de combate. Tampoco es que fueran especialmente buenos, pero sabían lo que hacían y eran muchos... Tal vez demasiados para él solo. El combate fue rápido y brutal. El desconocido que había salido en auxilio de la joven se movía con agilidad felina y sus golpes eran certeros. Sus enemigos caían uno tras otro. Pero desgraciadamente, el resultado de la batalla no iba a dirimirse a ras de calle, sino desde las alturas. En un tejado, otro de los uniformados apuntaba con un rifle. Sin pestañear, apretó el gatillo.

Una red se le vino encima. No pudo esquivarla y los intentos de librarse de ella solo hicieron que perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Desde allí, impotente, vio como los enmascarados se arremolinaban a su alrededor, como una macabra bandada de buitres rojos.

-¿¡Quiénes sois!? -Les gritó con airada desesperación.

-El Inquisidor estará complacido... -Afirmó uno de los hombres de rojo mientras se le aproximaba-. ¡Somos el Santo Oficio, pagano!- Y acto seguido le golpeó en el rostro con la culata de un rifle, dejándolo inconsciente.

-¿Qué hacemos con la fornicadora?

-Ignem Purificat.

-Amén, hermano.

Mientras se alejaban de allí con su presa, los gritos desgarradores de la joven llenaron el aire nocturno de Jaén con un horror tan profundo que nadie más tuvo el valor de salir en su ayuda. Y aún más, cuando esos gritos se apagaron, con el hedor de la carne humana calcinada.


La Sagrada Familia, la Catedral de Barcelona ideada por el genio de Antonio Gaudí. Dos siluetas embozadas en sendas capas se recortaban sobre el cielo nocturno de la Ciudad Condal, ambas encapuchadas. Un relámpago surcó el cielo iluminándolas: una roja, la otra blanca.

-¡Debes parar! -Dijo la figura blanca-. Es una locura...

-¿Parar? ¿Locura? No seas ridículo, por favor... tengo una misión que cumplir.

-¿Misión? ¡El asesinato en masa y la propagación de la locura no son ninguna misión!

-¡Es la voluntad de Dios!

-¿¡LA VOLUNTAD DE DIOS!? ¿¡PERO DE QUÉ DEMONIOS ESTÁS HABLANDO!? ¡Dios no tiene nada que ver en todo lo que has hecho, ni en nada de lo que pretendes hacer!

-¡Él me ha hablado! ¡Me ha escogido!

-Estás muy enfermo, compañero... -Había auténtica tristeza en la voz del encapuchado de blanco, como si su interlocutor realmente hubiera sido alguna vez un buen amigo-. Si fue la mano de Dios la que nos devolvió a este mundo, no creo que lo hiciese para que lo mandáramos al infierno.

-El Infierno ya está aquí, mi viejo amigo. Este mundo rebosa de pecadores, su ponzoña contamina hasta el mismo aire, una infección que corrompe todo aquello que toca. El Señor me trajo de vuelta para que limpiara su obra de esta inmundicia. Para que los enviara a todos de regreso a los pozos del Averno a donde pertenecen.

-Dios mío... Estás completamente demente... Alguien tiene que detenerte...

-¿Y quién va a hacerlo? ¿Acaso piensas hacerlo tú? ¿Te volverás contra mí, contra tu hermano de sangre y espíritu? ¿Me traicionarías después de lo que pasamos?

La silueta blanca vaciló...

-Ella lo hará. Siempre lo ha hecho. Y lo volverá a hacer.

-¡MUA-JA-JA-JA-JA-JA! ¿¡ELLA!? ¿Te refieres a esa zorra endemoniada? ¿A la pequeña bruja pelirroja? No me hagas reír, por favor. Esta vez, amigo mío, ni siquiera ella será capaz de resistir el poder del Santo Oficio. Esta vez mi ejército de devotos será demasiado grande y poderoso, incluso para esa puta infernal.

-Hay otros que se te opondrán...

-Vamos, Pedro... Sabes que el Santo Oficio lleva décadas encargándose de limpiar tu patria de aberraciones y monstruosidades. ¿Quién nos plantará cara, eh? ¿El negro, ese... reptil? ¿O te refieres acaso a ese imbécil disfrazado de pirata? ¿Sabes quién es? Otro falso ídolo... un actor... ¡UN MENTIROSO! Precisamente en este momento mis hermanos están dando buena cuenta de él. Ese vanidoso será “la estrella” del servicio de la próxima noche. Estás invitado a venir, desde luego. El olor a carne de pecador carbonizada me resulta tan... reconfortante...

La silueta blanca contuvo una arcada. Parecía enfermo, trastornado por las palabras de la silueta roja.

-Dios mío... Tengo que... ¡Tengo que salir de aquí!

-Si... ¡Márchate! ¡Corre a Oblivion a emborracharte y a seguir lamentándote! Pero será mejor que no te entrometas, viejo amigo... O te arrepentirás.


Fundación M.A.G.A.(1) (Movimiento de Acción Global Altruista), Madrid, capital del Reino de España. Primera hora de la mañana. Despacho de Esteban Sánchez, administrador. El papeleo, la burocracia. Ese peaje ingrato que deben pagar tanto las buenas como las más dudosas obras. Esteban se llevó la mano a su afeitada cabeza y cerró los ojos tomándose unos segundos para descansar la vista. Últimamente su labor en la fundación era frenética. Sobre todo desde que habían empezado a desarrollar el nuevo... “Programa Especial”. En realidad no era nada nuevo. El programa llevaba muchos años en desarrollo, pero en aquellos momentos, se encontraba en su fase final. Pronto iba a salir a la luz, y claro, todo debía estar a punto.

De repente, algo se agitó en la sala. Una especie de zumbido, algo casi imperceptible. Una forma vaporosa comenzó a formarse en mitad de la estancia...

-¿¡Pedro!? -Exclamó Esteban incorporándose.

-¡Esteban! ¡Tienes que ayudarme! ¡Su locura es mayor que nunca! ¡Ha reunido un ejército de fanáticos y... !

-¡Espera! ¡Cálmate, Pedro! -Esteban se acercó a él y le puso la mano en el hombro tratando de hacer hincapié en sus palabras con este gesto, pero el tal Pedro le apartó con brusquedad.

-¡No me pidas que me calme, Esteban! ¡Tenemos que detenerlo! ¿¡Qué hay de tus campeones!?

-Tranquilízate, Pedro, por favor... Es pronto aún para ellos. El programa aún no está operativo -la mirada de Pedro destilaba desesperación a raudales-... Pero si tú me dices que es el momento, entonces tendrá que ser ahora. ¿Crees que los cinco seréis suficientes?

-No lo sé, Esteban... De verdad que no lo sé... Ni siquiera sé si yo seré capaz de... -Pedro agachó su rostro ensombrecido por la duda y el pesar-. Tengo que irme ya. Hay otros con los que debo hablar. Quizás tengamos suerte... -Pedro comenzó a desvanecerse tal y como había aparecido en primer lugar.

-¡Espera! ¿¡A dónde deben ir!?

-¡Poblenou, a las afueras de Barcelona! ¡La zona de las naves industriales! ¡Avísales de que tienen al menos un rehén! ¡Tengo que irme ya!

Y desapareció.

Esteban se quedó inmóvil, allí de pie unos segundos, como sopesando la importancia de todo cuanto estaba próximo a ocurrir. Después se acercó a su mesa y pulsó un botón del teléfono.

-¿Si? ¿En qué puedo ayudarle?

-Señorita Núñez, cancele todos los compromisos para hoy y avise a los chicos del Nivel 7. Voy a bajar.

-¿Ha ocurrido algo, señor?

-Esto se mueve, Mariluz. Esto se mueve.


De nuevo en la Ciudad Condal. Esta vez estamos en el Puerto de Barcelona. La ampliación había terminado hacía ya muchos años con el barrio marginal de Can Tunis, pero ni mucho menos la droga había desaparecido de aquellas calles. Había sucedido lo que suele pasar en estos casos. Se había cambiado la marginalidad por el modelo organizado y eficiente de los grandes cárteles. Negocio puro y simple. Sin piedad, sin humanidad. Sin escrúpulos.

Trajes de Armani y Ray Ban por doquier. Coches de alta gama. Yates de lujo. Acentos del este y de más al este aún. Toda la “transacción” tenía el aire del cierre de algún importante acuerdo comercial entre grandes corporaciones... Grandes corporaciones del crimen organizado en este caso.

“Chinos y rusos trabajando juntos... ¡Qué bonito todo!” Pensó ella. El chivatazo la había puesto sobre la pista de una importante operación de tráfico de droga que iba a tener lugar en la zona del puerto, pero jamás se hubiera esperado ver a los herméticos orientales trabajando codo con codo junto a los mucho más temperamentales e impredecibles rusos. “La codicia no entiende de pasaportes”, supuso.

-Mercasia ser de masima cuaridá. Espero tu famiria y famiria yo haser negosio en futuro. ¿Sí? -Dijo uno de los orientales que parecía ser el líder de su partida, un tipo pequeño y nervudo con tatuajes que asomaban por las mangas de la chaqueta y el cuello.

-Da... Sssí, ess una buena materrial. Mi familia estarra incantada de seguirr trratando con los tuyas, siemprre que el prresio si mantenga ishtable.

-¡Ah, mi amigo rusa! ¡Mercado! Toro depender de mercado -replicó el oriental sonriendo afablemente mientras le daba palmaditas en la espalda a su contrapartida rusa, un gigante de metro noventa, corte de pelo militar y grandes cicatrices en el rostro.

-¡YO SÍ QUE OS VOY A DAR MERCADO A LOS DOS! -Una figura había aparecido tras el grupo de traficantes sin que ninguno de ellos supiera muy bien de dónde, ni mucho menos cuándo o por qué. Se trataba de una jovencita cubierta con una capa de color rojo intenso y oscuro como la sangre, con los rasgos medio ocultos tras una caperuza del mismo color. De la sombra que proyectaba su capucha escapaban apenas algunos mechones de pelo anaranjado, un remolino de hebras de azafrán

-Сука, что родила меня! ¡Es eia! ¡Disparrad! ¡Todos a porr eia!

Y dispararon, claro que lo hicieron. Pero la joven parecía un torbellino rojo que arrasaba con todo. Su velocidad y reflejos la hacían inalcanzable para los traficantes, que estaban recibiendo un correctivo sin paliativos. Pero ni eran todos los que estaban, ni estaban todos los que eran, pues el escurridizo líder de los chinos había conseguido escabullirse con un maletín lleno de dinero y un par de guardaespaldas. Los tres corrian sin mirar atras, pero el final de su escapada se encontraba mas cerca de lo que ellos podían llegar a pensar.

-¡Rápido! ¡Rápido! ¡Si nos coge esa puta, yo os manda a Beijing de vuerta con pies por derante! ¿¡EH!? -El capo se giró para ver donde estaban sus silenciosos esbirros, pero se encontró corriendo solo. Cuando volvió a mirar hacia delante un par de fardos humanos le cayeron encima, derribandolo. Eran sus secuaces, inconscientes. Cuando logró medio quitarselos de encima se encontró con un joven, más veinteañero que adolescente, de piel oscura pero no negra. Probablemente, árabe o hindú. Sonreía. Ese era su rasgo mas característico, una sonrisa blanca y perfecta. Eso, pese a que su vestimenta consistía en un mono ajustado, muy parecido a esa ropa que usan los deportistas modernos, verde y negro y rematado con una especie de casco de alta tecnología, a juego con los guanteletes de sus antebrazos. El extravagante desconocido le hizo un gesto con el brazo a modo de saludo.

-¿Qué pasa. chiquitín? Te llueven amigos de todas partes, ¿eh? Seguro que llevas el maletín lleno de donetes, ¿a que sí? Anda, déjame que te lo lleve un ratito -le dijo el desconocido mientras le conectaba un directo a la mandibula que lo dejó inconsciente.

El verdinegro uniformado comprobó que el maletín estaba lleno de «binladens», billetes de 500 euros. A unos metros de allí la pelea -si es que había habido tal cosa realmente- entre la muchacha y los traficantes ya había concluido y la joven se afanaba en dejar bien atados a los delincuentes usando bridas de plastico.

-A este paso vas a tener que sacarte la tarjeta VIP de la ferretería, corazón.

-JA-JA. Creo que me he hecho pis en las bragas de la risa, lagartija. ¿Cuánto había en el maletín?

-Unos cien mil machacantes... esto se está poniendo serio.

-Ya ves... Los maleteros están llenos de mierda de la buena. Al comisario Cervantes le van a hacer palmas las orejas.

-Sí, bueno... Escucha, tengo que irme ya. Este semestre ya he perdido demasiadas clases -se dio la vuelta para marcharse, pero...

-¡Eh, espabilao!

-¿Qué?

-¿No te parece que se te olvida algo? -Dijo la muchacha señalándole el maletín.

El joven de las mallas verdes y negras se sonrió.

-Vaya despiste, ¿eh? ¿Seguro que no puedo quedarme un fajito o dos?

La doncella se puso en jarras e hizo un mohín de enfado.

-En casa somos familia numerosa y...

Ella frunció aún más el ceño.

-Vaaaaale... aquí tienes. El maletín. Ains... os echaré de menos, chiquitines. ¡Snif! ¡Snif!

-¿No llegabas tarde a clase? Largo de aquí, lagartija -dijo la joven guiñándole un ojo.

-¡Nos vemos luego, virgencita! -Dijo el joven mientras daba un salto impresionante, más bien sobrehumano. Mientras estaba en el aire, usando un gadget de su uniforme, lanzó una especie de cable que se fijó en uno de los edificios cercanos. Y así, balanceándose de un edificio a otro desapareció de la vista.

-Odio cuando me llama “eso”... -pensó la joven en voz alta.

-Por eso lo hace...

-¿¡Quién narices...!? -Allí estaba. Materializándose poco a poco. Pedro... - Oh... eres tú, Pedro. Cuánto tiempo. ¿Qué te trae por aquí? Llegas un poquito tarde, ¿no? Se nos han acabado los traficantes esta mañana...

-No he venido por las drogas. Aunque parece que tu nuevo amigo y tú habéis hecho un buen trabajo aquí.

-GRA-CIAS -Le dijo la jovencita haciendo una reverencia-. Si no has venido por los pringaos estos entonces... Tú dirás.

-Verás... Él... Él ha vuelto. Otra vez.


NIVEL 7. Bajo el subsuelo de la fundación M.A.G.A. habían sido construidas una serie de instalaciones, en su mayor parte dedicadas a la investigación científica. El número 7 era el más profundo y secreto de los niveles de la Fundación. Para acceder a él era necesaria una llave especial.
El ascensor se detuvo en el nivel 6, como era la costumbre. Esteban Sánchez se sacó una cadena de la parte interior de la camisa. De la cadena colgaba una especie de tarjeta de plástico translúcido. Pasó la cadena por encima de su cabeza para tener más libertad de movimiento e introdujo la tarjeta en una ranura que había bajo el tablero de control del ascensor. En un instante, había descendido hasta el nivel 7 y una voz grabada le comunicó “está usted entrando en el nivel 7, por favor, no olvide desconectar su teléfono móvil o cualquier otro aparato electrónico”. Un estrecho y sobre-iluminado pasillo de unos 50 metros de largo se extendía desde la salida del ascensor hasta una puerta en el otro extremo. A ambos lados del mismo, más puertas. Sánchez recorrió los 50 metros de rigor con paso decidido, marcó un código en el panel adjunto a la puerta y esta se abrió deslizándose hacia el interior de la pared.

Esteban cruzó el umbral y se adentró en la inmensa habitación de paredes metálicas.

-Es hora de entrar en acción, gente.


Medianoche en Poblenou. En una de las muchas naves industriales abandonadas, ajena a la vista de la gente común, una extraña actividad estaba teniendo lugar. En los últimos meses, los inmigrantes ilegales -fundamentalmente subsaharianos- que subsistían a duras penas cobijándose en dicho lugar, habían desaparecido misteriosamente sin dejar rastro. Pero con los tiempos que corrían, la inestabilidad y la falta de empleo, nadie había hecho preguntas. Algunos pensaron que habían vuelto a sus países de origen, o que habían marchado a otros lugares de Europa en busca de “pastos más verdes”, hartos de tanta miseria. Otros simplemente se alegraron de que se hubieran ido, de no tener que volver a verlos más.

Pero la horrible verdad, lo que verdaderamente había sucedido con ellos, era un secreto que guardaban celosamente los nuevos “inquilinos” de aquella mole de cemento, acero y ladrillo. Aquella noche habían vuelto a reunirse. Las últimas semanas lo habían hecho cada vez con mayor asiduidad. Su líder se dirigía a ellos en aquel momento:

-Sí, mis amados hermanos -la imponente figura, completamente ataviada de rojo, pronunciaba un sermón cuyas palabras resonaban en la enorme estancia como si fueran cañonazos. Había algo en él, la vehemencia de sus gestos, la contundencia de su voz, que recordaba poderosamente a otro orador tristemente célebre, que había dejado tras de sí las cenizas de millares de seres humanos-. ¡La corrupción! ¡La degeneración vive entre nosotros! ¡Aberraciones inmundas que se han apartado del orden natural de las cosas, que se han desviado del camino del Señor, nuestro Dios! -¿Mil? ¿Dos mil? ¿Tres mil quizás? Un ejército embozado en rojas vestiduras, monjes guerreros de una orden fanática, que escuchaban a su líder, enfervorecidos, llenando aquel lugar tan parecido a una enorme catacumba-. Se han erigido a sí mismos dioses. Se han atrevido a usurpar el trono reservado al Cordero del Hombre... Pero yo os digo, que la voluntad de Nuestro Señor es TODOPODEROSA. ¡Mirad! ¡Contemplad el rostro de la inmundicia! -En la tarima que le servía de púlpito, el líder del culto dio un tirón a una sábana roja que cubría un bulto que había tras de él. Una figura enmascarada, cubierta de cadenas y amordazada quedó al descubierto. Se trataba del mismo hombre misterioso que la noche anterior había caído presa de la secta en una emboscada. Se notaba que le habían estado golpeando previamente, pues tenía hematomas y magulladuras que asomaban por las partes que no le cubría el antifaz y su vestimenta estaba ajada y rota por muchas partes, pero aún seguía con vida, ya que se agitaba y revolvía cuanto le permitían las cadenas-. ¡He aquí la mala semilla! ¡He aquí Sodoma y Gomorra! ¡Estas son las bestias farisaicas que han provocado la justa ira de Nuestro Señor!

Mientras hablaba, agazapadas en el techo, dos familiares figuras escuchaban silenciosas, expectantes. Una de las figuras le dijo algo en voz baja a la otra, refiriéndose al cautivo recién descubierto:

-¿Le conoces? -La voz que preguntaba parecía pertenecer a una niña o a una mujer muy joven.

-No, pero he oído hablar de él. Es un tipo nuevo, una especie de chalado que se dedica a detener criminales de poca monta disfrazado de pirata... -Esta segunda voz era masculina, pero también joven, aunque no tanto como la de su compañera.

-¿En serio?

-Cosas más raras se han visto, supongo...

-Qué me vas a contar... Parece que no le van muy bien los negocios...

-Ya ves... Oye, gracias por avisarme de la movida esta.

-No me des las gracias tan rápido, lagartija. ¿Tú te has fijado la cantidad de piraos que hay ahí abajo?

-¡Bah! ¡Pero si son cuatro gatos, virgencita!

-No me llames así, COÑO. Y calla un poquito, hijo, que quiero enterarme de que leches dice mi amigo, el “obispo”.

Abajo, el líder del culto continuaba su perorata extremista:

-ÉL me ha hablado, ha bendecido mis sueños con su palabra y me ha dado la buena nueva, hermanos. ¡Regocijaos porque su reino pronto ha de venir! ¡Y nosotros seremos la mano que sostenga su espada! -Alzó el báculo con forma de cruz que portaba, lo sujetó con ambas manos y al otro extremo de la cruz, una cuchilla surgió de golpe, efectuando un sonido metálico que resonó a lo largo y ancho del lugar.

Arriba, la figura masculina comentó a su partenaire:

-¿Le echamos una manita?

-Espera un segundo... -Le respondió la voz aniñada.

La cuchilla del líder de los fanáticos bajó rápidamente, pero se detuvo a la altura del cuello del desconocido cautivo.

-Nosotros seremos el fuego que purificará la tierra de esta inmundicia que...

-¡Corta ya el rollo, “Adolf”! ¿Quieres? -Lo interpeló inesperadamente una voz masculina que procedía del techo.

La multitud levantó sus cabezas. Sobre ellos colgaban los dos “invitados no deseados”. Uno de ellos era, efectivamente, la pelirroja que se había enfrentado a los traficantes en el puerto aquella misma mañana. Allí estaba, embozada en su capa roja, cual si se tratase de una heroína de cuento, vencedora de lobos feroces u otras alimañas. En cuanto a su compañero, era claro está, el veinteañero hindú del uniforme verdinegro, el joven temerario que sonreía al peligro indolentemente.

-¡BLASFEMIA! -Chilló alguien de entre la multitud de cultistas.

-¡INFIELES! -Se oyó gritar desde otro punto de la sala y tras esto la multitud se convirtió en un rugido.

-¡Ay que ver, qué público más difícil! -Dijo el veinteañero con un buen humor inquebrantable.

-¡Ya te digo! -Le respondió el cruce entre caperucita roja y Buffy caza-vampiros que colgaba del techo junto a él.

Mientras, abajo, la masa de adeptos seguía gritando e insultando, amenazando puño en alto y desgañitándose. No tardaron en aparecer las primeras armas. Pero no se trataba de armas convencionales, a juzgar por su aspecto. Los rifles y pistolas que comenzaban a erguirse contra el techo, parecían algo más futurista o directamente, de otro mundo.

-No me gusta el aspecto que tienen esos... esas cosas... -Le dijo el verdinegro a “caperucita roja”.

-Seh, a mí tampoco... Será mejor que nos vayamos moviendo, antes de que nos frían a tiros como a dos patos de feria, o lo que sea que hagan esos cacharros...

El joven soltó una de las manos con las que se agarraba al techo y sonriendo aún más, le hizo la señal de OK a su socia. Luego estiró ese mismo brazo en dirección al suelo y después de un gesto apenas perceptible, algo salió disparado de su guantelete, una cápsula, que al llegar abajo, comenzó a producir un humo denso y oliváceo. La joven de la capucha escarlata miro a su colega y asintió con la cabeza, entre solemne y divertida:

-¡Nos vemos abajo!

A continuación se dejó caer sobre la nube de humo verde, pero en lugar de precipitarse como un ladrillo, aquello podría haberse descrito mejor como “la caída de las hojas en otoño” o un “pétalo de rosa al viento”. Poesía en movimiento.

Por su parte, el joven de sonrisa perenne y extraños ropajes, apuntó de nuevo con su brazo libre, pero en esta ocasión en el sentido contrario, sobre su propia cabeza y activó otro de los dispositivos de su guantelete, esta vez, un cable de acero con punta perforante, que se incrustó en la techumbre del lugar. Después de un par de tirones para comprobar si el cable estaba bien fijado, se soltó, balanceándose durante unos instantes. A continuación el guantelete empezó a soltar más cable y el joven comenzó a descender poco a poco.

Abajo reinaba el caos y el desconcierto entre los miembros de la secta, que disparaban a ciegas. La doncella escarlata se movía con gracilidad por entre el humo, derribando enemigos uno tras otro y esquivando las ráfagas que otros lanzaban con sus armas. De repente, algo le rozó el hombro. Notó como se le erizaba toda la piel por la sorpresa, y la descarga de adrenalina hizo que se girase casi instantáneamente, con su mano convertida en una garra mortal, lista para desgarrar la yugular de aquel desgraciado que había tenido la desfachatez de pillarla desprevenida. Milagrosamente, el supuesto atacante logró esquivar el letal zarpazo de la encapuchada. Y fue una suerte, ya que se trataba de su compañero enmascarado, que la espetó de la siguiente manera:

-¡EH, EH, EH! ¡Cuidado con esas garras, colega! ¡Que soy yo! ¡BUFF! -Le dijo llevándose la mano al cuello, por suerte intacto, mientras tragaba saliva ostensiblemente.

-¿¡TU ESTÁS TONTO O QUE MIERDAS TE PASA, CHAVAL!? -Parecía realmente enfadada- ¿¡A quien se le ocurre acercarse de esa manera en mitad de una pelea!? ¡¡¡PODRÍA HABERTE MATADO, SO IMBÉCIL!!!

-Eh-estoy b-bien, gr-gracias... Yo también te quiero, Sangre -ese era el nom du guerre de la doncella encapotada: Sangre, o La Sangre(2), Protectora de Barcelona, La Verge de la Nit (La Virgen de la Noche). Aunque este último apodo no le gustaba demasiado. Más bien lo odiaba.

-NO VUEL-VAS A A-CER-CAR-TE ASÍ. ¿ENTENDIDO, ESLIZÓN(3)? -Eslizón, el vecino más escurridizo de la Ciudad Condal. Eslizón y Sangre, una extraña pareja...

-¡Oído cocina, virgencita! -le respondió guasón.

-¡PERO SERÁS... ! -Según decía esto, un cultista se le echó encima por la espalda. Sangre dio una voltereta hacia atrás sobre la cabeza de su atacante y según caía le golpeó a la altura de la espalda. El golpe proyectó al desdichado hacia adelante. Era un proyectil humano que llevaba rumbo de colisión con Eslizón, pero este giró sobre sí mismo y golpeó de tacón al malogrado miembro de la secta, despejándolo con fuerza hacia su derecha.

-¡REMATA y GOL! -Dijo mientras imitaba a un futbolista cualquiera celebrando un tanto.

-Muy bien, “Messi”... ¡Pero hay más! -Una marea humana de color escarlata se les echó encima. Aparecían desde todas las direcciones, por entre los jirones de humo verde, que ya comenzaba a disiparse.

-¡Ve tú a liberar a nuestro “prisionero de Zenda”, que yo me quedo haciendo compañía a los “chicos EVAX”! -Dijo Eslizón mientras propinaba un gancho a un acólito.

-¡No tienes remedio, culebrilla! -le contestó Sangre sonriendo mientras lanzaba por los aires a otro de los fanáticos. Y tras hacerlo, se marchó en dirección al púlpito donde se encontraban el encadenado y el líder de la secta, que había permanecido impasible observando el transcurso de la reyerta.

-¡INQUISIDOR! -Gritó Sangre.

-¡SANGRE! ¡Puta de Satanás! ¡Cuánto tiempo!(4)

-¡Eres la menstruación que no tengo, cabeza de pimiento!

Y tras tan afectuoso saludo, comenzaron un intercambio de golpes que parecía estar completamente igualado. Cada golpe era detenido y contrarrestado, en una especie de coreografía marcial, hermosa pero carente de fin, absurda. El Inquisidor portaba un cetro con forma de cruz dorada, de unos dos metros, aproximadamente. Pese a las referencias religiosas y sacerdotales de toda su parafernalia, el fanático luchaba excepcionalmente bien. De hecho, debía haber algo en él más allá de lo que la vista alcanza a ver, pues Sangre era en realidad una vampiresa (o una dhampiresa para ser más correctos) y tanto su fuerza, como su velocidad, eran muy superiores a las de cualquier humano normal, por diestro o bien estrenado que estuviese. No obstante, en un lance Sangre logró conectar un golpe y el Inquisidor salió despedido fuera de la tarima.

-¡Uno a cero! -Dijo chulesca y se dirigió nuevamente en dirección al prisionero-. ¿Estás bien? -Le interrogó mientras le quitaba la mordaza y rompía sus cadenas, aparentemente sin mayor esfuerzo del que representa para un mortal cualquiera romper un precinto.

-¡WAH! Había oído hablar mucho de ti... ¡Eres mítica!

-Sí, sí , sí... Luego te firmo un autógrafo, majo. Ahora lo mejor sería que sacáramos nuestros culos de aquí. ¿Puedes caminar?

-¡EH! ¡No te preocupes por mí, chica! ¡Si yo esto lo tengo controlao! Los tenía justo donde quería. Estaba a punto de liberarme yo solo, ¿sabes?

-Claro, claro... Perdona por estropearte el numerito, Houdini, pero tu público no parecía muy amistoso...

-¿Quién? ¿Los cofrades estos? Nah, mujer, estos son pan comio – le dijo sonriendo despreocupadamente mientras le tendía una mano- Por cierto, a mí me llaman el Caballeroooooo...(5) -Un grupo se le echó encima. Sangre resopló, “¡AFÚ!” y se encaminó a sacarle los esbirros de encima. Pero en cuanto dio el primer paso, algo puntiagudo la atravesó por debajo de la clavícula desde atrás. Metal, metal dorado. La sangre, espesa y oscura, manó profundamente cuando el enemigo desconocido retiró su afilada hoja. El Inquisidor, claro. Debió haberse asegurado de que estaba fuera de combate. Era una buena herida, aún con su capacidad de regeneración acelerada.

-¡ZORRA DEL INFIERNO! Parece que eres mi corona de espino, mi cruz, mi lanza en el costado, mi...

-MIERDA. Oye, ¿tienes que hablar tanto SIEMPRE? De verdad, chico, eres AGOTADOR. Mira, llevamos años jugando al juego este y al final siempre soy yo la que acaba contigo. Eres el puto Coyote, colega, a ver si te vas enterando. Haznos un favor y ahórrate el rollo, antes de que me harte de ti y te convierta en un polo de sandía... no sé si captas lo que te quiero decir, ZUMBAO.

-¡MUA-JA-JA-JA-JA! -El Inquisidor rió enloquecidamente-. Desafiante hasta el final, ¿eh, puerca? Voy a disfrutar empalándote...

-¡Eso quisieras tú, majara! -le cortó la postrada heroína, antes de que un golpe de la parte roma del báculo del Inquisidor en plena cara la hiciera callar de nuevo.

-Como iba diciendo, voy a disfrutar empalándote, ¡ENGENDRO de SATANAS! -Gritó mientras alzaba nuevamente su arma, dispuesto a asestarle el golpe de gracia.

Pero antes de que pudiera descargar su furia mortal contra la dhampiresa, algo voló zumbando en el aire y golpeó la mano del Inquisidor, haciendo que soltase el mortal instrumento al instante. Un látigo. Sangre se volvió y allí estaba el Caballero, sonriendo con su látigo en la mano y el grupo de fanáticos que lo había atacado yaciendo inconscientes a sus pies.

-Perdón por el retraso. Me enganché con unos amigotes y soy del tipo al que le cuesta despedirse.

-¡TUUUUUUUUUUUU! -Gritó el Inquisidor lleno de ira-. ¡Voy a enviar tu sucia alma de regreso a los pozos del infierno, maldito blasfemo!

-¡Calla, coño! -Dijo Sangre volviéndolo a lanzar por los aires de un golpetazo. El esfuerzo la hizo volver a caer de rodillas.

-Tienes razón, ¡qué brasas es este tío! ¿Es siempre así? -Preguntó el Caballero mientras se inclinaba para comprobar el estado de la herida de la doncella.

-¡BUF! Hoy está comedido... -Respondió ella.

-Lamadrelcordero... ¿Cómo estás?

-Psché... No te preocupes, enseguida estaré bien. Me curo bastante rápido. Deberías echarle una mano a él, -dijo señalando a Eslizón, que luchaba solo contra todo el ejercito de sicarios del Inquisidor- ya me ocupo yo de... -Cuando volvió a mirar donde se suponía que estaba su mortal enemigo ¡PUF! Había desaparecido-... De nadie. Prefería cuando se moría. ¡Ve, ayuda a Eslizón, corre! Yo estoy bien. Me reuniré con vosotros enseguida. ¡TIRA!

El Caballero se precipitó al fragor de la batalla, recorriendo el espacio que le separaba de Eslizón entre cabriolas y acrobacias, repartiendo “caricias” y puntapiés por doquier y haciendo silbar y restallar su látigo. “Ay”, suspiró Sangre. Se levantó despacio y desató su caperuza, que cayó deslizándose lentamente por su cuerpo. Después corrió al encuentro de sus camaradas. Parecía un cuchillo cortando las líneas enemigas. Los adversarios volaban a un lado y otro a su paso. Al fin se reunieron los tres. Parecían encontrarse en el mismísimo ojo de la tormenta.

-¡Son demasiados! -Dijo Eslizón apretando los dientes.

-¿Qué te pasa, chaval, ya estás cansado? -Le respondió Sangre.

-¡Tiene razón, Sangre! -Chilló el Caballero.

Espalda contra espalda aguantaban las acometidas una tras otra, pero las oleadas humanas eran incesantes y tarde o temprano acabarían por superarlos.

-¡Sangre, si no salgo de esta, dile a mi familia que les quiero! -Dijo Eslizón.

-¡Pero serás idiota! ¿¡Es que piensas que al “Pirata Roberts” y a mí nos van a dejar que nos vayamos tranquilamente a casa!? ¡¡¡DEJATE DE COÑAS Y SIGUE LUCHANDO, COI!!!

-¡Siento interrumpir una conversación de amigos! -intervino el Caballero- Pero... ¿Alguno de los dos tiene idea de que es eso? -Preguntó señalando a un punto por encima de ellos, muy cerca del lugar por donde habían descendido antes.

-Parecen... -dijo Eslizón, ajustando el visor de su casco para visión telescópica- Son tres tipos flotando en el aire...

Efectivamente, a unas pocas decenas de metros sobre sus cabezas, cerca del techo flotaban tres personajes: Uno de ellos era imponente, una figura colosal, tocado con una especie de casco y el cuerpo cubierto con una coraza, todo plateado. Sus atavíos poseían, paradójicamente, una cualidad antigua y moderna a la vez; Otro de ellos portaba también un yelmo, pero este parecía tener un solo ojo, una especie de prisma en mitad de la parte frontal del mismo, que centelleaba cambiando de color. Su cuerpo estaba recubierto por un aura de luz que, al igual que la joya en su frente, cambiaba de tonalidad constante y aleatoriamente; El aura del “cíclope” se extendía al siguiente hombre misterioso, un arquero vestido de azul y encapuchado.

-¡Ya está aquí la caballería! -Gritó Sangre- ¡No aflojéis ahora! ¡Seguid luchando!

La doncella roja tenía toda la razón, en la situación en la que se encontraban no era muy recomendable quedarse ensimismado mirando a las alturas.

Los tres siguieron luchando, pero entonces, sin previo aviso, se oyó un estruendo enorme, y otra figura, esta vez femenina, atravesó el techo volando desde fuera y fue a parar donde se encontraban los otros desconocidos. A estas alturas, tanto los fanáticos como los tres héroes que resistían sus embates, se encontraban ya mirando hacia arriba, cual pasmarotes, como la belleza voladora hablaba algo con los otros tres desconocidos. Sin más, los nuevos visitantes comenzaron a moverse:

La mujer volvió a separarse del grupo, voló a una de las esquinas de la enorme estancia y comenzó a descender. Lo mismo hizo el gigante acorazado, solo que en la dirección contraria. El cíclope y el arquero azul, por el contrario permanecieron juntos, de lo que se deducía que era el aura del primero lo que los mantenía a ambos en el aire y mientras estuvieran en dicho elemento, donde fuera uno, allí iría también el otro. Comenzaron a bajar también. Mientras lo hacían, el aura iba adquiriendo tonalidades mucho más próximas al rojo, de manera que cuando al fin alcanzaron el suelo, la tonalidad de la misma era por completo de dicho color y brillaba con toda la furia de un infierno desatado. El cíclope comenzó entonces a lanzar poderosas descargas de energía desde la joya de su frente, desde su “ojo”, sembrando el miedo y el desconcierto entre los esbirros de la secta por las explosiones que provocaban dichas descargas. Las armas u otros ataques de los sectarios eran inútiles ante las capacidades defensivas del aura, así que la mayor parte de los que se hallaban ante él comenzaron a correr, tratando de huir. Su socio, el arquero enmascarado, ya fuera de la influencia del aura, comenzó a lanzar flechas y golpes a discreción, mientras iba al encuentro de sus improvisados compañeros.

Casi al mismo tiempo, la mujer y el Goliat de armadura plateada, habían completado también sus respectivos descensos y cada uno por su lado, habían tomado el camino en dirección al lugar donde se encontraban los tres sitiados héroes. La mujer, muy hermosa por cierto, se limitaba a caminar con paso firme, pero con la mirada perdida, como si mientras avanzaba su mente estuviera en otro lugar mucho más estimulante para ella. Era intocable e imparable. Un aura (si, otra más) la rodeaba y hacía que todo aquel que se interponía en su camino saliera despedido irremediablemente. De igual modo, las armas disparadas contra ella no producían el efecto deseado, al rebotar sus descargas contra él, aparentemente impenetrable, escudo de fuerza que la protegía.

El más grande de los cuatro fantásticos visitantes se había dejado caer en la esquina opuesta y solo con eso y con su peso, ya había derribado a un grupo considerable de enemigos. Parecía un auténtico tanque humano y sus brazos eran dos aspas de molino que apartaban a los secuaces del Inquisidor a un lado y otro como si fueran simples peleles de trapo. En un momento dado comenzaron a lanzarse sobre él a montones, hasta que lo cubrieron por completo. Hubo unos instantes de tensión, de forcejeo aparente, como si en verdad los fanáticos lo tuvieran contra las cuerdas. Nada más lejos de la realidad. De un solo impulso, el titán se alzó y el “manto humano” que lo cubría voló por los aires. Los esbirros del Inquisidor tenían suerte de que no hubiese ningún ornitólogo en la sala porque, de lo contrario, con tanto vuelo indiscriminado, alguno los hubiera catalogado ya a esas alturas como una nueva especie de pájaros. Seguramente una subespecie del pájaro bobo... En pocos minutos, entre los desconocidos y el trío formado por Sangre, el Caballero y Eslizón, ya no quedaba ni un solo esbirro en pie.

Los primeros en llegar a donde se encontraban Sangre y compañía, fueron el cíclope y el arquero, precisamente por haber descendido mucho más cerca de dicho lugar.

-¿Quién demonios sois? -Preguntó el Caballero.

-Un “gracias” habría estado bien -contestó el cíclope con desdén.

-¡Ey! ¡A mí ya me está bien quienes sean o dejen de ser! ¡Gracias gente! -Dijo Eslizón recuperando la sonrisa que le era tan característica.

-¿Necesitabais ayuda, hermosa doncella? - añadió el arquero encapuchado realizando un reverencia de lo más pomposa.

-¡Gracias! -Interpuso Sangre- Habéis llegado justo a tiempo. Un poco más y...

-¿¡Se puede o no se puede saber quién puñetas sois!? -Insistió el Caballero, visiblemente contrariado porque nadie contestase a su pregunta.

-¡OH! ¡Excusadme, mi buen corsario! A veces, con la emoción de una entrada realmente triunfal (modestia aparte), uno olvida sus modales. Hemos sido muy descorteses, tenéis toda la razón, al no habernos presentado. Con la venia de vuesa merced -se inclinó ante Sangre, que le devolvió el gesto- y sin más dilación, procederé a presentar a la troupe, que humildemente capitaneo. Este, mes amis -dijo señalando al caballero del ciclópeo yelmo-, no es otro que el sin par Profesor Ojo...

-¿No había un supervillano de tercera división que se llamaba así? -Dijo el Eslizón.

-Seeeeeh... yo he oído hablar de ese tío... ¿No le venció un karateca sin poderes o algo así? Y... -El Caballero fue cortado antes de poder continuar.

-Richard Dragón, Maestro supremo de las Artes Marciales... Y el Tigre de Bronce, el Arma Viviente. Los dos. Dos contra uno. Por cierto, podéis llamarme Ojo(6) -zanjó el cíclope.

-¡Caballeros, caballeros! -Se interpuso el arquero azul- ¡Todas esas historias son de los tiempos del mismísimo Matusalén! Sosegad los ánimos y... ¡Ah! ¿Pero que ven mis ojos? -Se les habían unido ya el gigante acorazado y la doncella intocable-. ¡Al fin estamos todos reunidos! ¡Dejad pues que os presente, mis audaces compinches! Este hombretón de fuerza sin igual y parco en palabras es Conquistador(7) -Conquistador alzó una de sus enormes manos tímidamente y asintió con la cabeza- y la dama de inconmensurable hermosura, mejorando lo presente, claro está -dijo guiñándole un ojo a Sangre-, responde al nombre de Pulsión(8). Saluda a nuestros nuevos amigos, Carlotta.

-Un placer -dijo la mujer con una sonrisa forzada y sin acercarse apenas al grupo.

-Carlotta, Carlotta... ¿¡Tu eres Carlotta Rivero, no!? -Preguntó el Caballero.

-¡Oh, ya empezamos! -Dijo la mujer con gran agobio-. Desde que volví del espacio es siempre lo mismo. SIEMPRE LO MISMO...

-¡Bueno, bueno! Tengamos la fiesta en paz, mon chere -la cortó el arquero parlanchín-. Ese es el precio de la fama, me temo... Por supuesto que sí, mi observador amigo, la bella Pulsión no es sino la mismísima Carlotta Rivero, top model internacional, superheroina, ex-miembro de los Blasters y ex-aventurera espacial.

-¿Y tú eres... ? -Preguntó Sangre.

-Yo soy, nada más y nada menos que, el escurridizo, el endiablado, el magnífico...

-¡Ajem... el cansino! -Tosió el Ojo, llevándose el puño a la boca.

-¡Sí, sí, sí! Ya termino, profesor... ¡El inigualable Trovador! Miembro de la Sociedad Mundial de Arqueros Vengadores(9) y líder de los flamantes, aunque no suficientemente publicitados... Redoble de tambores, por favor: ¡CAMPEONES DE LA JUSTICIA!

-¿Campeones de la Justicia? -Dijeron a coro Eslizón y el Caballero.

-¡Ay! -Suspiró Trovador- ¿Veis lo que os decía? MUY MAL publicitados.

Durante unos segundos permanecieron todos en un incómodo silencio. Eslizón y el Caballero mirándose entre ellos con cara de incredulidad, el Ojo tapándose la cara con una mano por vergüenza propia y ajena, Sangre tapándose la boca para no dejar escapar una soberbia risotada y Conquistador y Pulsión como si la cosa no fuera con ellos.

Trovador permanecía inmóvil, casi congelado, como aquel que espera unos aplausos que no terminan de arrancar.

-¡Ah, pero que leches, venga esa mano! -Soltó de sopetón el Caballero mientras extendía su brazo en señal de gratitud y amistad. Y enseguida se encontraron todos estrechándose las manos amigablemente, incluidos el hosco Conquistador y la tímida Pulsión.

Una voz que no parecía provenir de ningún lugar en concreto comenzó a hablar:

-Disculpad...

-¿Quién? ¿Qué... ? -Articuló a decir Trovador mientras todos se miraban desconcertados.

-Claro... Disculpadme, a veces se me olvida que... -Una figura vaporosa comenzó a formarse ante el grupo. Lentamente, la imagen neblinosa adquirió forma y materia, adoptando el aspecto de un hombre vestido con una especie de uniforme, cubierto con una capa blanca y encapuchado. En su pecho se entre-veía un símbolo: Un círculo rojo con una calavera y dos tibias cruzadas en color negro, engastadas en él-. Así está mejor, ¿verdad?

-Es... ¿Es amigo vuestro? -Preguntó el Caballero al Ojo.

-No le había visto en mi vida...

-Ah...

-¡Pedro(10)! -Dijo Sangre- ¡Al fin apareces, fantasmón! ¿Dónde te habías metido? Entre esto y lo de esta mañana estoy empezando a pensar que te estas volviendo una nenaza.

El desconocido de la capa blanca dio un paso adelante y habló:

-Hola Sangre. Te pido perdón por no haber intervenido, créeme que hubiera querido hacerlo, pero... En fin. Me imagino por vuestras caras que la mayoría de vosotros os estaréis preguntando quién soy yo...

-¡Ya te digo, Rodrigo! -Comentó Eslizón con tono sarcástico.

-Veréis... Mi nombre es Pedro. Pero algunos me conocen por ser miembro de la Patrulla Fantasma... -Volvieron a repetirse los instantes de silencio incomodo y miradas de desconocimiento varias-. ¿No? ¿A ninguno le suena? -Ahora la incredulidad era la del tal Pedro.

-Seguramente tienen el mismo relaciones públicas que nosotros -le dijo Trovador a Conquistador, que se encogió de hombros como si todo aquello fuera demasiado para él.

-En fin... -Continuó el encapuchado-. El caso es que yo también andaba detrás de estos energúmenos y fui yo quien aviso a Sangre y a Esteban Sánchez...

-¡Para los caballos, forastero! -Dijo el Caballero- ¿Esteban qué... ?

-Esteban Sánchez(11) -respondió el Trovador-. Ese sí que se quién es. Ese es el nombre de nuestro patrón en la Fundación M.A.G.A.

-He oído hablar de esa fundación -señaló Eslizón-. Es una organización no gubernamental que se ocupa de multitud de facetas todas ellas dirigidas a la mejora de la vida y de la sociedad.

-Gallifante para el caballero de verde y negro -le apuntó con el dedo el Trovador.

-Así que vosotros sois los cuatro de Esteban. Ha sido una suerte que pudierais acudir. Todos vosotros en realidad. No sé cómo me las hubiera apañado si no hubierais acudido ninguno...

-¿¡Y DE VERDAD PIENSAS QUE AHORA SOIS SUFICIENTES!? -El Inquisidor había regresado acompañado por una veintena de sus seguidores, equipados con exoesqueletos de combate. No hacía falta ser un experto en tecnología o en armamento para darse cuenta de que lo que vestían los sectarios eran viejas armaduras Rocket Red soviéticas(12) repintadas de rojo y con el emblema del Santo Oficio sustituyendo los símbolos de la antigua U.R.R.S.S.. Se vendían muy bien en el mercado negro.

-Esto... Esto es demasiado Monthy Python para mí... -Dijo el Caballero, alucinando.

-¡Ríndete, Inquisidor! -Gritó Sangre.

-¿Rendirme? -Respondió divertido el líder de la secta-. ¡MUA-JA-JA-JA-JA-JA-JA!

-Esa risa... -Dijo el Ojo-. Creo que tengo un deja vu...

-Es tan tópico -se soltó Pulsión, que hasta entonces había permanecido ajena.

-Demasiado sobreactuado, diría yo -añadió el Eslizón.

-Pues yo creo que está en su papel... Muy a lo Nicholson -concluyó Trovador.

Todos asintieron con la cabeza, ante la perplejidad y la ira crecientes del Inquisidor, quien al final estalló:

-¡BASTA! ¡No toleraré más insolencias! ¡SANTO OFICIO, traedme las cabezas de estos blasfemos!

-En serio, tío. ¿No te parece que ese gag es demasiado viejo? Nadie lo va a pill... ¡EY! -Uno de los acólitos acorazados del Inquisidor le disparó una descarga de energía al Caballero desde el guantelete de su armadura. El Caballero logró esquivarlo, pero solo por escasos milímetros.

-¡Camaradas! -Aulló el Trovador luciendo capacidad pulmonar-. ¡Todos a una, como Fuente-ovejuna!

-Ay, Dios mío... -Susurro Sangre antes de lanzarse al ataque.

-Cuando acabemos con esto -le dijo el Caballero a Trovador-, puedo pasaros el teléfono de un publicista que conozco...

-¡No os durmáis en los laureles! -Les gritó Ojo mientras los protegía de una ráfaga de energía con su campo de fuerza.

Sin más preámbulos ya, todos se lanzaron al ataque contra El Inquisidor y su fuerza acorazada. Conquistador y Pulsión luchaban compenetrados a la perfección, él pura fuerza bruta, un titán inamovible. Ella, intocable tras su aura impenetrable, ligera pero letal gracias a sus poderes de campo magnético. Sangre volvía a ser un torbellino de garras afiladas, que esta vez cortaban el metal como si de mantequilla se tratase. Caballero y Trovador parecía como si hubieran luchado juntos toda la vida, tal vez porque sus estilos de lucha eran similares en lo circense. Cabriola tras cabriola, finta tras finta, las flechas explosivas volaban como una lluvia que parecía no tener fin, mientras que el látigo de su improvisado compañero, ahora electrificado, zumbaba por todas partes sembrando el caos en los sistemas eléctricos de los exoesqueletos de sus enemigos. Eslizón se movía de un lado a otro, saltando de enemigo en enemigo, golpeando y escurriéndose antes de que su ataque pudiera ser devuelto o contrarrestado. Siempre sonriendo, temerario. Ojo, parapetado tras su campo de fuerza, generaba pulsos de energía que descargaba contra las armaduras de los cultistas o bien proveía de protección a cualquiera de sus compañeros, improvisados o habituales. Formaban una fuerza realmente impresionante.

Pero, ¿y Pedro? ¿Es que acaso había vuelto a desaparecer sin dejar rastro?

No, esta vez no. Esta vez Pedro, el fantasmal Pedro, lleno de resolución se había aproximado a El Inquisidor atravesando a sus guardias blindados gracias a su intangibilidad y se enfrentaba a él, cara a cara. Lleno de rabia gritó:

-¡Es hora de terminar esto! ¡Vamoooos! ¡Acabemos ya! ¡Pelea!

-Así que has redescubierto tu valor, viejo amigo... Bien... Bien. Si eso es lo que deseas... ¡Prepárate a morir!

El báculo del Inquisidor rasgo el aire, pero Pedro consiguió esquivar este primer golpe y a continuación ambos se enzarzaron en una lucha que poco a poco se fue volviendo más cruenta, más salvaje. Los golpes y esquivas bien ejecutados fueron dando paso a una “melé para dos”. Tras muchos zarandeos, acabaron rodando el uno encima del otro metiéndose los dedos en los ojos, retorciéndose la nariz o asiéndose por las orejas.

-¡Te mataré! -Le chilló El Inquisidor- ¡Y luego a esa purria con la que has venido!

-¡Eso será si no te mato yo antes, maldito loco bastardo! -Respondió Pedro, con el rostro contraído por la rabia.

-¿¡Pero... que nueva blasfemia es esta!? -Exclamó El Inquisidor al verse alzado y separado de su presa súbitamente.

Y lo que había sucedido, pasando totalmente inadvertido para ellos en su furor fratricida, no había sido otra cosa sino que el grupo de Sangre y los cuatro de Trovador, los Campeones de la Justicia, habían acabado ya con la guardia pretoriana de El Inquisidor y “eso” que los había elevado del suelo y separado a uno de otro, no era sino Conquistador, esa mole humana, que sostenía a uno con cada mano mientras miraba a Trovador esperando quizás que él le dijera que hacer con ellos. A todo esto, ambos seguían tratando de alcanzarse el uno al otro y solamente el tamaño de los brazos de Conquistador impedía que siguieran apaleándose entre sí. Aunque de hecho ellos seguían intentándolo pese a todo.

-Señores, señores... Que ya son ustedes bastante mayorcitos, ¿no les parece, caray? -Les interpeló Trovador, no sin cierta guasa.

-¡Suéltame mastuerzo del infierno! -Berreó Inquisidor.

Conquistador respondió a la orden arrimándoselo a la cara para mirarlo con más detenimiento, hecho este que pareció desconcertar y hasta cierto punto causar un cierto respeto al inquisidor. Después de todo, Conquistador había demostrado ser alguien con quien era mejor no andarse con tonterías, si lo que uno pretendía era seguir conservando sus funciones motoras intactas.

-Déjalos en el suelo, amigo -volvió a intervenir Trovador-. No creo que nos den más guerra... ¿Pedro?

-No sé qué me ha pasado... Es... Este animal. Todo lo malo se pega... Perdonadme.

El Inquisidor calló y Conquistador los dejó por fin en el suelo a ambos.

-Gracias, amigo -le dijo Pedro al grandullón-. Perdóname tú también.

Conquistador asintió con la cabeza e hizo un gesto con la mano como para quitarle importancia al asunto. Realmente era un hombre de pocas palabras este gigante de brillante armadura. El Inquisidor por su lado se recomponía la vestimenta con airados movimientos, lleno de indignación.

-¿Y bien? -Fue Sangre quien preguntó.

-¿”Y bien”... ? -Contestó Trovador ante la perplejidad de todos los presentes.

-¿Y ahora qué, figura? -Volvió a preguntar Sangre-. ¿Que se supone que tenemos que hacer con “tomatito” y su panda?

-Zorra infernal... -Farfulló el inquisidor entre dientes.

-¿Decías algo, “mercromino”? -Repuso Sangre mientras Conquistador se encaraba de nuevo con El Inquisidor frunciendo el ceño.

-Grrrmpfff... -Refunfuñó el líder de la secta cruzándose de brazos.

-Si me permitís... -Un nuevo personaje entró en escena- Hola, hola a todos -se trataba de Esteban Sánchez-. Chicos -dijo refiriéndose a los Campeones de la Justicia-. Bueno... Sangre, es un placer conocerte al fin -dijo mientras le alargaba la mano.

-Encantada de conocerle... Esteban.

-Tutéame, por favor... Por edad debería ser yo quién... -Sangre no le dejó terminar la frase.

-¿¡Cómo demonios sabe eso!?

Pese a tener la apariencia de poco más que una adolescente, gracias a su condición de dhampira hacía ya más de medio siglo que había superado el centenar de cumpleaños.

-Bueno... Tampoco es que te escondas mucho, la verdad -cuando Sangre se ponía colorada, se notaba aún más que en el caso de un ser humano normal, a causa de su tono de piel cadavéricamente pálido.

-Esto... pues... ¡Apuf! -Suspiró mientras se apartaba el pelo del rostro compulsivamente.

-Tranquila mujer -Esteban le sonrió amablemente.

-Y el increíble Eslizón, el vecino más escurridizo de la Ciudad Condal -Esteban estiró la mano, esta vez en dirección a Eslizón, quien le devolvió el gesto, dándose ambos un franco y amistoso apretón de manos-. Hace tiempo que en la fundación M.A.G.A. seguimos con interés tus progresos. Pensamos que tienes un futuro de lo más prometedor.

-Conozco la labor que realiza su fundación, señor Sánchez. Es un honor estrecharle la mano.
-Vale, pero haz el favor de tutearme tú también, ¿eh?

-Como quieras... Esteban.

-Mucho mejor así, chaval -Dijo soltándole la mano y guiñándole un ojo-. Pedro... ¿Cómo estás?

-Bien, Esteban. Mejor ahora...

-¿Seguro? -Volvió a preguntar el señor Sánchez, a lo que Pedro respondió asintiendo con la cabeza, lacónicamente-. Bueno está. Pues nada, ahora que todos nos conocemos...

Una fuerte explosión interrumpió al administrador de la fundación M.A.G.A.. Conquistador yacía en el suelo con la cara humeante y a su lado, El Inquisidor blandiendo el arma con la que acababa de disparar al gigante. Con un rápido movimiento que pilló a todos en fuera de juego nuevamente, el extremista religioso se abalanzó sobre el señor Sánchez, le hizo una llave inmovilizadora y lo encañonó con su arma.

-Podéis seguir dándoos palmaditas en la espalda mientras nosotros nos vamos, impíos. Pedro, me ha encantado que vinieras a visitarme -sonrió malévolamente El Inquisidor-. Espero volver a verte... Pronto. A todos vosotros... Vigilad vuestras espaldas, pecadores... ¡Vuestro Juicio Final se acerca!

Mientras les largaba su perorata, se iba alejando poco a poco, sin soltar a Esteban Sánchez ni dejar de mirarlos fijamente, lleno de odio. Cada pocos pasos se veía obligado a apartar con el pie el cuerpo de alguno de sus seguidores caídos, que sembraban todo el suelo de la nave industrial. En una de esas, tropezó con uno al que no pudo mover con facilidad:

-¡Maldito hereje! ¡Te voy a...!

-Manolo... Si me haces el favor -mientras pronunciaba estas palabras, Esteban Sánchez giró levemente su cuerpo y golpeó con el codo en el plexo solar de El Inquisidor, que se encogió dolorido y sin resuello.

-A la orden jefe -respondió la voz de Ojo, que era, obviamente el “Manolo” al que se refería Sánchez. Inmediatamente después de contestar, un rayo de fuerza lanzado desde su yelmo desarmó al extremista religioso.

-¡Es mío! -Gritó un restablecido Conquistador, lanzando a un lado su estropeado casco. Con velocidad inusitada para un individuo de sus dimensiones, el titán plateado cargó contra un cariacontecido Inquisidor, que vio como aquel “tren de mercancías” descarrilaba sobre él.

-¡ARF! ¡Animal de bellota! ¡Bestia parda! ¡UNG! ¡Quítate de encima mío! ¡BUF!

-¡Buen placaje, camarada! -Le felicitó el Caballero alzando el puño victorioso.

-Se la debía -respondió Conquistador a su compañero, sonriendo.

-Un disparo perfecto, Manu -Trovador le puso la mano en el hombro a Ojo en señal de aprecio.

-Bueno... Ya sabes que aunque tú eres el arquero del equipo, no eres el único que donde pone el ojo...

-No lo digas... -Le cortó Sangre-. Hazte ese favor, colega -y le guiñó un ojo, sonriendo pizpireta.

Esteban Sánchez se colocó la corbata y se dio unos toquecitos en el traje, como quitándose el polvo.
-Bueeeeno, creo que ahora sí... -Pero una vez más, una nueva interrupción inesperada.

-¡MUA-JA-JA-JA-JA! -El Inquisidor reía enloquecido... por enésima vez. Al parecer, ni el hecho de estar debajo del corpachón de Conquistador le quitaba su “diabólico” buen humor.

-¿¡EN SERIO!? ¿¡Es que no te cansas nunca de hacer el fantasmón, moñas!? -Sangre estaba indignada. Los demás trataban de adivinar si lo que estaban viendo era real o una alucinación. Porque lo de El Inquisidor, como se suele decir vulgarmente, “tenía tela marinera”.

Había conseguido sacar una de sus manos de debajo del cuerpo de Conquistador y en ella sostenía un aparatito, parecido a un joystick de color plateado y con un botón rojo en su extremo superior.

-¡MUA-JA-JA-JAH... ARF! -Dio otra risotada, aunque ahogada por la pesada carga que tenía encima-. ¡No me cogeréis! ¡UNG! ¡Voy a mandaros a todos al infierno, blasfemos!

-¡Va a apretar el botón! ¡Manuel! ¡ESCUDOOOO...! -El grito de Trovador fue acallado por el rugir de la deflagración.

La explosión derrumbó la cochambrosa estructura de la nave industrial y formó una columna de humo fácilmente visible a muchos kilómetros de distancia. Durante unos minutos, después de que el polvo volviera a asentarse, el mundo pareció detenerse. Ningún sonido ni movimiento perturbó aquella apocalíptica instantánea. Pero después, lentamente, algo fue agitándose bajo la montaña de escombros que antes había sido una imponente nave industrial.

-¡Menudo pepinazo! -La voz salía del túmulo de hierros retorcidos y fragmentos de uralita y otros materiales. ¡Había supervivientes!

Hubo un fogonazo anaranjado y los deshechos saltaron por los aires, dejando al descubierto una burbuja de luz sólida que brillaba con un fulgor cambiante suspendida en el aire. Dentro del campo de fuerza (generado por Ojo) se encontraban, sanos y salvos, Trovador, Caballero, Sangre, Eslizón y Esteban Sánchez.

-Y... ¿Y los demás? -Fue Eslizón quien dejó caer la pregunta.

-Yo no me preocuparía demasiado por ellos -fue Sánchez quien le contestó-. Saben cuidarse perfectamente... ¿No es así, Pedro?

La espectral figura de Pedro, el Fantasma, atravesó flotando la burbuja de energía, rematerializándose dentro de ella.

-¡UF! Ha faltado poco, chico...

-Perdona... Pedro -dijo Ojo- He extendido mi campo de fuerza lo más rápido que he podido...

-No lo bastante rápido, profesor -Añadió una voz desde una posición aún más elevada. Era Pulsión, la hermosa Carlotta Rivero, que bajaba flotando, protegida por su propio campo de fuerza electromagnético-. Menos mal que una sabe cuidar de sí misma, que si no...

-Bueno, bueno... No es para tanto, mujer -Sánchez trató de quitarle hierro al asunto-. No hace falta que le eches la bronca al pobre Manolo... A fin de cuentas, estamos todos de una pieza, ¿o no?

-Ammm... ¿No os falta el grandote? -Preguntó Sangre-. Ya sabes, emmm... ¿Fundador?

-Conquistador -repuso Pulsión algo mosqueada todavía.

-¡Eeeeso, coño! -Apuntillo Sangre.

-Tranquila, doncella -Esteban Sánchez señaló a un punto entre los cascotes-. ¡Mira!

Algo se removió en el punto señalado. Poco a poco, el temblor fue aumentando en intensidad, hasta que se transformó en un estruendo de piedra y metal doblegándose ante la fuerza imparable del coloso plateado. Cuando se hubo liberado por completo saludó a los ocupantes de la burbuja alzando un brazo y sonriendo tímidamente.

-¿Has visto? -Esteban señaló nuevamente a Conquistador, mientras le guiñaba un ojo a Sangre-. Nuestro Jaime es un individuo de lo más resistente.

-¡Increíble! -Exclamó Eslizón.

-Bueno, gente -Trovador se dirigió a sus compañeros-. Parece que no volveremos a oír a hablar de El Inquisidor y su Santo Oficio...

-Nada más lejos de la realidad, arquero -le corrigió Pedro, el Fantasma.

-¿Cómo? -respondió él.

-Así es, Trovador -Fue Esteban quien hablo esta vez-. ¿Verdad, Sangre?

-¡PUF! ¡Si yo os contara... ! Llevo dándome de tortas con estos payasos de rojo desde antes que a Franco lo hicieran cabo... Y El Inquisidor siempre acaba por volver...

-Eso no me lo habías contado, virgencita... -Repuso Eslizón.

-No quería acojonarte, lagartija.

-Muy considerado de tu parte -dijo Eslizón mientras le hacía una ostentosa reverencia-. Gracias, mi señora.

-No hay nada que hacer... Está completamente desequilibrado -murmuró un cabizbajo Pedro-. No queda nada del hombre que conocí...

-Lo siento, amigo... -Esteban trató de reconfortarle apoyándole la mano en el hombro.

-Bueno... Pues si se supone que va a volver... -A Trovador se le acababa de ocurrir algo-. ¿No sería mejor que siguiéramos todos juntos? Por hacer un frente común, cubrirnos las espaldas unos a otros y todo eso...

-Te refieres a... -Ojo señaló a Sangre, Eslizón y el Caballero.

-Claro, desde luego -Esteban Sánchez estaba de acuerdo-. ¿Queréis uniros al equipo?

-¿Quien? -Los tres, respondieron al unísono-. ¿Nosotros?

-¡Claro! -Añadió un animado Trovador-. ¿Por qué no? ¡Cuántos más seamos, más nos reiremos!

Conquistador asintió en silencio y Pulsión, que estaba a su lado, añadió sin demasiada emoción:

-No me importaría dejar de ser la única mujer de este circo, la verdad.

-¿Qué decís? -Volvió a preguntar Sánchez- Contareis con todo el apoyo de la fundación M.A.G.A.. Tenemos los mejores equipos e instalaciones...

-¡Y el personal tampoco es moco de pavo! -Bromeó Trovador-. ¡Jajajajajaja! -Ojo le dio un codazo-. ¿¡Queeeee!?

-El caso es que... Hace mucho tiempo que no voy a Madrid... -Dejo caer Sangre.

-Yo me apunto.

-Muy bien, ya tenemos a uno -dijo Trovador mientras le daba la mano a su nuevo camarada-. Bienvenido al equipo, Caballero.

-Venga, -Esteban parecía decidido a convencerlos a los tres- ¡animaos!

-¡Ah, venga! ¡Qué leches! ¡Contad conmigo!

-Muy bien, Sangre. Bienvenida. ¡No te arrepentirás! ¿Y bien, mi escurridizo amigo?

-Lo siento, pero tengo mi vida en Barna... La familia, los estudios... No puedo dejar esas cosas así como así...

-Podrías seguir estudiando lo que sea que estudies en Madrid y en cuanto a tu familia, no sé si...

-Por favor, Esteban... No insistas. Más adelante quizás.

-Está bien, no insistiré más. Pero quiero que sepas que tienes abiertas las puertas de este equipo y de la fundación siempre que quieras.

-Muy agradecido, de verdad -Eslizón y Esteban Sánchez se dieron la mano cordialmente-. Y ahora, sintiéndolo mucho, tengo que irme ya. Los exámenes no van a aprobarse solos. Avisadme siempre que vengáis a Barna, ¿eh? La virgencita tiene mi número -dijo mientras echaba a correr- ¡Adiós, virgencita! -Gritó mientras daba un salto sobrehumano-. ¡Hasta la próxima, Campeones!

Desde su guantelete disparó un cable de acero que se fijó a una farola cercana y aprovechando el impulso que llevaba, salió despedido.

-Jodío bichejo -susurro Sangre y sonrió mientras lo veía desaparecer.

-Ea... -Suspiró Trovador-. Pues ya está todo, ¿no?

-Todavía no. Aún falta algo... -Todos se sorprendieron por la afirmación de Esteban Sánchez, ¿qué podía faltar?-. Pedro, amigo... ¿Querrías unirte al equipo? Sé que tienes tus reservas en cuanto a lo de pertenecer a un grupo... Y por esa razón no te lo había pedido antes. Pero eres un buen hombre, y tus habilidades fantasmales serían muy valiosas para el equipo...

-Yo... -titubeó Pedro-. De acuerdo, Esteban. Es hora de volver a empezar.

-¡Así me gusta, viejo amigo! -Esteban Sánchez le estrechó la mano mientras le daba palmaditas en el hombro-. ¡Bienvenido al fin!

Comenzaron a escucharse las primeras sirenas.

-Los mozos de escuadra ya vienen... -Apuntó Sangre-. Las cámaras de televisión estarán al caer...

-Preparad todos vuestra mejor sonrisa -dijo el Caballero.

-¡Exacto, mi fiel corsario! -Trovador volvía a entrar en acción... “poética”-. ¡Temblad villanos! ¡Desesperad corruptos! ¡Huid...!

-¡Collons con el nene, menuda labia tiene! -se mofó Sangre.

-Con el tiempo -era Conquistador, que se había inclinado y le susurraba al oído- le coges cariño... Después se miraron y él le guiñó un ojo a ella.

-¡Dejadme terminar, copón! ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! ¡Desesperad corruptos! ¡Huid malvados! ¡Ya llega! ¡Ya vienen...!

-Suéltalo de una puñetera vez -le espetó Ojo-, “Flechita”...

-¡¡¡LOS CAMPEONES DE LA JUSTICIA!!!

-Ains... -Suspiró resignada la bella Pulsión.

--FIN--

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SHOWCASE te permitirá jugar con personajes “cogidos” por otros autores y que tienen serie propia en Action Tales. Tan sólo tienes que seguir unas sencillas reglas:
1. HISTORIAS QUE NO REQUIERAN CONTINUIDAD.: Historias icónicas, que el lector no tenga que leerse nada de antemano para entenderla. Tu historia debe de respetar la continuidad del universo DC y de Action Tales. Esto no es un “What if?” o un “Otros Mundos”, las historias deben de estar integradas en el Universo DC y deben de poder leerse por separado.
2. DIFERENTES PERSONAJES EN DIFERENTES EPOCAS: Pues eso, se puede escribir historias ambientadas en cualquier época del universo DC sobre cualquier personaje o grupo (héroes, secundarios o villanos). Puedes escribir historias ambientadas en la actualidad o en la época en la que Supermán no estaba casado, Barry Allen era Flash, Batman lideraba a los Outsiders, la Liga de la Justicia tenía su base en un satélite… Tú imaginación pone el límite. Sólo recuerda, las historias deben de ser icónicas, sin continuidad por lo que recomendaría encarecidamente que no estuvieran ligadas a “eventos” concretos.
3. NÚMEROS AUTOCONCLUSIVOS: Para favorecer la variedad de la serie, las historias deberán de ser autoconclusivas o como mucho, arcos arguméntales de DOS números. Si tu historia requiere más espacio, lo mejor es que le dediques una miniserie fuera de esta serie.

Referencias:
1 .- El nombre esta organización es un evidente homenaje a la Editorial Maga que fue una editorial española, ubicada en Valencia, que perduró desde 1951 a 1986 y cuyo nombre es un acrónimo de Manuel Gago, su fundador. Hasta 1966 se dedicó fundamentalmente a la producción de tebeos, convirtiéndose en uno de los puntales de la denominada Escuela Valenciana.
2 .- La Sangre es un personaje creado por James Robinson y Renato Guedes para el comic Superman #689. Posee poderes y habilidades propias de los vampiros.
3 .- Eslizón (originalmente Montpellier por el símbolo que porta en su pecho) es un personaje creado por James Robinson y Javier Pulido para la serie Shade vol. 2 para su número #06. Posee agilidad y fuerza sobrehumanas y va equipado con guanteletes que lanzan descargas de “veneno artificial”.
4 .- El Inquisidor es otro personaje creado por James Robinson y es que en su serie Shade hizo que el personaje visitase nuestro país. En dicha aventura ya se hacía patente la rivalidad existente entre La Sangre y éste villano, algo que Juan claramente ha aprovechado.
5 .- Este personaje está basado en el Pirata Enmascarado, un viejo villano del Manhunter original (Donald Richards) aparecido en Police Comics #55 en 1942.

6 .- El Profesor Ojo (así tal cual, en español) fue creado por Dennis O’Neil y Ric Estrada para Richard Dragon, Master of Kung-Fu #16 (1977). Fue rival de los citados Richard Dragon y Tigre de Bronce además de luchar contra Green Arrow. No posee habilidades especiales más allá de su gran inteligencia y su capacidad técnica.
7 .- El Conquistador es Jaime Sanchez, un lugarteniente de Ponce de León que ha sobrevivido hasta hoy gracias a los poderes de la Fuente de la Eterna Juventud. Creado por Denis O’Neil y Don Heck para el Green Lantern vol.2 #120 (1979) ha luchado contra Green Lantern y Green Arrow.
8 .- Pulsión (Jolt en el original) es un personaje creado por Robert Loren Flemming y James Fry para el comic Invasion #01 (1989) como miembro del grupo Blasters, los únicos supervivientes de los primeros experimentos con el metagen por parte de los Dominadores. Poseía el poder de generar un campo de fuerza gravimétrico capaz de repelear cualquier cosa.
9 .- La Delegación Internacional de Arqueros Enmascarados (o Arqueros Vengadores, como los ha llamado aquí Juan) fueron creados en 1958 por Bill Finger y Jack Kirby para la historia "Green Arrows of the World" publicada en Adventure Comics #250 como respuesta a la exitosa "Batmen of All Nation"s publicada unos años antes. Al igual que en la original, la existencia de Green Arrow habría inspirado a otros arqueros a luchar contra el crimen. Entre sus miembros se encontraría el Troubador (el Trovador) como representante español. La historia original (Batmen of All Nations) quedó apócrifa en el universo Post-Crisis, estando el Club de los Héroes ahora influenciado por la SJA en vez de por Batman y convirtiéndose en la base de lo que sería después el grupo los Guardianes Globales. Cómo ha afectado esto a la historia "Green Arrows of the World" aún no ha sido determinada. (Creo que Juan ha sido el único que se ha acordado de ella…)
10 .- Pedro (o el Fantasma) fue miembro de la Patrulla Fantasma, un grupo de antiguos legionarios que, una vez muertos, decidieron permanecer en este plano luchando contra la injusticia. Fueron creados por Ted Udall y Frank Harry para el Flash Comics #29 en 1942. Posee todas las habilidades tradicionalmente relacionadas con los fantasmas.
11 .- Esteban Sánchez tuvo una aparición fugaz en el JLI Annual #03 (1989) como miembro de personal de la Embajada inglesa. Fue creado por Keith Giffen, J.M. DeMatteis y Mike McKone
12 .- Las Brigadas de los Rocket Red fueron la respuesta soviética a la ingente cantidad de superhéroes americanos que existían. Creadas con base de tecnología extraterrestre (el Green Lantern Kilowog ayudó a construirlas) las armaduras de los Rocket Red daban a cada portador habilidades de combate y capacidad de fuego que rivalizan con la de cualquier superhéroe. La caída de Rusia y del Telón de Acero fue un duro golpe para ellos, llevando a sus miembros hasta casi la extinción. La corrupción cada vez más influyente en el país hizo que su tecnología terminase en el mercado negro, pudiendo estar así disponible para aquél que pueda pagar por ella. Aún quedan algunos Rocket Reds que mantienen sus ideales (como Dimitri, el Rocket Red que luchó como miembro de la LJI) pero sus recursos e influencia son ahora mucho menores que antaño.

2 comentarios :

  1. Fan, fan, fan, fan de póster.

    *aplausos*

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  2. Leído por fin este fic tan esperado, me ha gustado mucho la interacción de los personajes y la forma irreverente y envolvente de narrar de Juan. Creo que es una gran historia, Durante algunos momentos pensé que iba a terminar mal, con todos muertos, por eso me mantuvo en vilo durante un buen rato. Al final, me ha encantado, me parece una gran adición a nuestro universo (¡Chanfle! ¡Que igualado soy!) Es una historia que vale la pena, ojala se repita. :D en cuanto a la portada, ha quedado genial.

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