Elseworlds Archivos A.L.S.T.R. nº05

Título: El último sacrificio.
Autor: Roberto Barreiro
Portada: Roberto Cruz
Publicado en: Abril 2015

Con las fuerzas del Eje pisándoles los talones, los héroes del All-Star Squadron tienen muy pocas posibilidades de escapar. ¿Conseguirán todos salir de allí y regresar a América?
Fue en la hora más oscura del Hombre cuando surgieron los primeros super-héroes, patriotas disfrazados que simbolizaban nuestro ideal heroico y nos protegieron de los enemigos de la Nación. Estas son las historias de...
Creado por Roberto Barreiro

Resumen de lo publicado: el All-Star Squadron lanza un arriesgado ataque contra tras líneas enemigas buscando rescatar a otros superhumanos que están bajo el poder del Eje. Ahora les queda la peor parte: salir de allí con vida.


Jurgen Wunsradt había crecido con las historias de sus héroes, recortando lo que veía de ellos en los diarios y leyendo esas historias en las novelitas populares que tanto se vendían en su Münich natal. Las aventuras del capitán Mors, el pirata del aire(1), el joven capitán Jörn Farrow(2) en su submarino; el trampero Alaska Jim(3) e incontables hombres más lo entusiasmaban desde pequeño. Soñaba con ser como esos hombres, capaces de hacer el bien e impartir justicia en esa Alemania del Weimar que había sido traicionada en la gran Guerra por los comunistas y sus aliados judíos.

A Alemania le faltaban héroes para cambiar las cosas. Y el Führer pedía héroes para Alemania. Por eso en cuanto pudo se afilió al partido. Quería convertir a Alemania en una nación heroica, superior, que brillara sobre las demás.

Y cuando vió aparecer a Sun Koh(4), el príncipe perdido de Atlantis en los mítines, dispuesto a ayudar en este objetivo supo que quería ser poderoso como él y su ayudantes.

Por un compañero del Partido conoció el Programa Nietzche y se ofreció voluntario. Fue algo arduo y le avisaron que era potencialmente peligroso. Pero Jurgen perseveró hasta ser seleccionado. Los procedimientos fueron duros pero al final consiguió poder sr parte de algo especial, la elite caballeresca de Reich, listos para atacar como semidioses a todos los subhumanos que amenazaban Alemania. Desarrolló la capacidad de generar cargas eléctricas con sus manos y de resistir sin inconveniente el fuego de un lanzallamas por unos segundos. Así que, en la ceremonia en que los reclutas se convertían en miembros de la Fuerza Especial Nietzche de las SS , al pedirle el nombre que elegiría para ser conocido, respondió “Das reinigende Feuer” (El Fuego Purificador) como sinónimo de lo que quería simbolizar como héroe: alguien que trajera un nuevo mundo. Un mundo perfectamente ario.

Justo dos semanas después, el campamento era atacado por unos cerdos americanos con poderes que destrozaron todo. Jurgen se encontró con uno de ellos, vestido con la bandera americana y un escudo redondo. Intentó lanzarle una descarga, pero el maldito la esquivó con gracia para, acto seguido, derribarlo de un puñetazo que lo noqueó. Al despertar vió el desastre que había ocurrido. Esto no podía quedar impune.

Así que cuando el Baron Blitzkreig pidió voluntarios para perseguir a los atacantes, se ofreció gustoso.

Ahora, Das reinigende Feuer seguía el rastro enemigo por el bosque, esperando encontrarlos y traer sus cadáveres para depositarlos a los pies del Fuhrer, como una demostración de heroísmo


Hop Harrigan(5) estaba nervioso. El punto de recepción del grupo estaba cerca, pero tenía esa maldita sensación cuando sentía que todo iba a ponerse peliagudo. Era una sensación indefinida que le recorría le cuerpo como un presagio de mal agüero que, no sabía porque, muchas veces le avisaba correctamente que algo pasaría.

No le gustaba estar ahí, volando sobre Alemania, en silencio de radio absoluto. Tenía una sensación que algo pasaría y habría un problema gordo, muy gordo. Sabía en lo que se metía: le habían explicado los problemas de ser capturado y tenía claro que no iba a dejar que la Gestapo lo metiera en sus cárceles. Así que estaba cruzando los dedos para que todo fuera más o menos bien en esa operación. Pero su sensación le decía que no.

Estaba buscando el lugar donde debía bajar. Estaba cerca pero todavía no lo hallaba. Por suerte tampoco veía ningún avión alemán buscándolo. Solo se había un ave solitaria volando en la noche. Un ave particularmente grande.

El ave enfiló hacia su avión como una saeta. Era muy grande para ser un animal normal. Hop se acordó de esos cóndores que vivían en Mongolia o en Sudamérica (era lo que recordaba de lo que le enseñaron en la escuela: nunca había sido bueno en zoología), de alas enormes y una figura sospechosamente… ¿humana?

Tras salir de la sorpresa, Hop quiso apuntar con sus armas a esa criatura volante que se le venía encima, pero con una maniobra muy ágil (que ningún avión hubiera podido imitar) quedó fuera del campo de visión. Estaba a punto de hacer un “loop” para ver si lo veía cuando vio que la puerta de atrás del avión se abría… desde afuera.

El que entró parecía un hombre halcón. Hop se dio vuelta y empezó a sacar su revólver, dispuesto a vender cara su vida, cuando el otro se dirigió a él en perfecto inglés:

- Tranquilo. Estamos en el mismo bando. De hecho so y uno de los que vienes a rescatar – lo tranquilizó Hawkman – Apurémonos a bajar que en cualquier momento esto puede convertirse en un caos.



Lo vieron descender casi en picada, casi como si fuera a caer para, un momento antes de resultar inevitable el choque, enderezarse y aterrizar suavemente como si lo hiciera sobre una pista de aeropuerto en vez de un llano casi sin iluminar en medio del bosque. Del avión bajaron el Hombre Halcón y el piloto.

- ¿Quién quiere un viaje hasta Washington sin escalas? – dijo el piloto, risueñamente.

- Bien – dijo la Mujer Maravilla. – Todos arriba: no podemos perder tiempo. ¿Alguien ha visto a Flash?

- Todavía no ha vuelto del reconocimiento, mayor – indicó el Capitán América.

- Pues sería mal momento para que no fuera el más veloz. Superman: ¡lo necesito vigilando mientras subimos a los escapados!

- No se preocupe – respondió Kent – Suban todos que estaré atentos

- Bien… los demás vayan ayudando a subir. ¡Deprisa!

Antes que nadie subiera, el piloto se plantó ante la amazona.

- Un momento: teóricamente venía a llevarme a siete personas... y veo a varios más.

- Los liberamos. ¿Algún problema con eso?

- Yo particularmente no – repuso Hop Harrigan – Quién podría quejarse es la ley de gravedad: este avión es veloz y ágil pero no puede llevar mucho peso. NO sé cómo podremos elevarnos y esquivar a los aviones si nos descubren.

- ¿No pretenderá que se queden aquí? – dijo Kent rápidamente.

Batman se acercó a Harrigan, lo miró con sus ojos fríos, con esas miradas heladas que aterraban a los criminales cuando los tenía a mano y dijo:

- Nos vamos todos o no se va nadie. ¿entendido?

Harrigan tragó saliva y respondió:

- Si, claro… Nunca fue mi idea dejarlos aquí. Solo que vamos a tener que pedir mucha suerte para despegar de esta pista si vamos sobrecargados. Nos falta impulso y pista.

La respuesta de Batman nunca llegó. El que llegó fue Flash… corriendo a toda velocidad, enfrascado en una pelea con Zyklon el velocipedista nazi, dos figuras borrosas peleando mano a mano… hasta que Flash cayó derribado por un golpe del rival. El impulso lo tiró por varias decenas de metros hasta que un árbol lo detuvo dolorosamente.

Zyklon se detuvo, sacó una pistola de señales y la disparó, antes de salir a toda velocidad de ahí.

- Nos descubrieron. ¡Todos al avión, ya mismo! – gritó la mayor Bassilissa.


La señal iluminó el cielo y el Baron Blitzkrieg sonrió dentro de su máscara. Al fin era hora de vengarse de esos Amerikanen que habían destruido el campamento y retrasado fatalmente el proyecto Nietzche. NO iba a dejar que se escaparan así como así. Si podía capturarlos, entregarlos al Fuhrer para que este mostrara públicamente la doblez de los supuestamente neutrales Estados Unidos, mejor. Si solo entregaba algunos cadáveres, tanto le daba. Ahora mismo lo único que quería era hacerles pagar la ofensa de haber entrado como quisieron.

Levantó su mano y la movió hacia adelante. Los subordinados más cercanos hicieron lo mismo. Poco a poco el grupo de superhombres que llevaba comenzaron a avanzar a toda velocidad. El mismo empezó a avanzar en esa dirección… hasta que un relumbrón azul se paró enfrente a él.

- Mein Hauptmann (capitán), ubiqué al enemigo – dijo entre jadeos muy profundos. Efectivamente el esfuerzo lo había agotado sobremanera. Había arrugas donde antes no había en su rostro y algunos pelos blancos. Blitzkrieg no podía sino admirar a Zyklon, que sabía que tarde o temprano el uso de su poder lo mataría… y era un hombre que no se resignaba a dar menos de sí.

- Muy bien Leutanent (alférez) – le respondió. – descanse. Se lo ha ganado y todavía lo prefiero con vida. No somos soldados desechables: perder uno tan eficiente como usted es algo que prefiero evitar

- Gracias, Herr Hauptmann. Solo cumplo con mi deber con el Reich.

Blitzkrieg lo dejó recuperándose. Y se concentró en lo que venía adelante. Su equipo era básicamente un grupo de novatos y era evidente que frente a ellos había gente con mucha experiencia. Especialmente el americano de azul con la S roja en el pecho. Había tumbado al Kapitan Nazi con mucha facilidad. NO iba a ser fácil detenerlo. Pero tenía claro que la clave para detenerlos a todos era la velocidad en que los hallara, evitando su huida: si lograba eso lo demás serían fácil de lidiar.

Avanzó velozmente, con una carga digna de los ulanos prusianos, liderando a sus hombres, gritando “!Heil Hitler¡” a todo trapo. Los americanos los esperaban a pie firme…


Para Leo Saint-Claire, el viaje había sido una odisea. El dolor en sus ojos creció en forma exponencial mientras avanzaba y su corazón artificial estaba trabajando de manera agobiante, a punto de sobrecargarse. Pese a todas las bondades y cuidados que les habían proporcionado, había sido muy duro. El joven prisionero de acento español lo había acompañado en cada momento, ayudándolo cuando había algún lugar difícil de pasar, hablándole en francés para darle una idea de lo que pasaba.

Estaban por subir al avión cuando los nazis aparecieron. Saint Claire oyó que Jaime Rey soltaba por lo bajo un “¡coño!” antes de dirigirse a él:

- Han llegado los nazis. Quédese cerca mío y lo protegeré lo mejor que pueda

Se sintió indefenso, víctima, necesitado de alguien que lo ayudara. Una sensación que detestaba. Siempre había sido él el proveedor de ayuda no el receptor. Eran demasiados años para cambiar sus costumbres. Y estaba plenamente consciente que, si volvía, lo que le harían sería insoportable.

No volvería a caer en manos de los nazis. No importaba lo que pasara. Eso seguro.

Los ruidos de pelea comenzaron.

- ¿Cuántos son, Jaime? – preguntó

- Muchos, Monsieur

- Dame un arma. Voy a defenderme también

- No sé si podamos… ¡cuidado!

Jaime Rey lo vió venir, alto rubio y con ánimos letales. Sus reflejos de combatiente no fallaron. Apuntó con su mano y descargó un rayo que pegó en el pecho del otro. El fascista se contorsionó como una marioneta a la que de repente le cortan los hilos por unos segundos, antes de derrumbarse en el piso. Jaime no sabía si había muerto o no. Ni le importaba en realidad.

Pero el esfuerzo lo detuvo, casi derrumbándolo de cansancio. Se sostuvo como pudo. Vió venir a otro alemán como una locomotora imparable, su brazo una fila de navajas enfilando como bayoneta hacia él. Sabía que no lo podía detener. Se resignó al fin.

Un balazo le abrió el pecho al alemán, deteniendo su carrera loca a pasos de Jaime. Este giró y vió al anciano Nyctalope con un arma humeante.

- ¿Le dí? – preguntó el anciano. – Mi puntería no es tan buena solo usando mis oídos.


Jurgen Wunsradt observó al Barón Blitzkrieg peleando duramente con el americano poderoso. Los golpes eran devastadores en ambos lados. Verdaderamente era una lucha épica. Estaba claro que el americano era el que hacía todo el gasto de contención para que los demás pudieran subir al avión. Detenerlo parecía imperativo y a eso se dedicaba el barón. Peor era un rival muy duro. Ni él ni los demás soldados que intentaban apoyar a su jefe lograban nada. Jurgen lo intentó con una descarga eléctrica. No fue a toda potencia por temor de afectar a sus compatriotas, pero la verdad es que no pareció afectarlo mucho. Pero el avión no partía. Era evidente que tenían problemas. Quizás las cosas saldrían bien después de todo…


Para Leo Saint Claire las cosas iban mal. Todos hablaban de que no había espacio para que el avión saliera. Y el único que podía darles el impulso necesario estaba peleando contra la mitad de los nazis. Sin ese Superman, estaban condenados. Condenados a morir o a ser de nuevo prisioneros. Condenados a pasar lo que ya le habían hecho.

Se acercó al que llamaban Batman.

- Tienen que sacar a su compañero de ahí – le dijo

- Lo sabemos… pero no sabemos cómo. – fue la única respuesta

- Yo les proporciono la distracción… mejor dicho mi corazón artificial.

La voz de Batman se detuvo un instante antes de preguntar

- Explíquese

- La potencia que lo mueve es muy fuerte. Es solo cambiar unos cables y convertirlo en una bomba muy potente.

Silencio.

- Ud sabe lo que está diciendo..

- Por supuesto. Hacer un sacrificio por le bien común. Para eso hacemos esto ¿no?

Silencio. Después:

- Gracias. ¿debo decirle a alguien?

- Solo liberen a mi país de estas bestias…. Y hagan una distracción para que pueda acercarme.


El anciano ciego casi pasó sin verse mientras los demás salían a pelear, intentando lo que parecía ser una maniobra diversiva para rescatar a Superman. Apenas le llamó la atención a Jurgen, que estaba viendo a quien de los demás atacar… hasta que empezó a sentir la pulsación.

Así le decía, la pulsación. Uno de los poderes que había adquirido en el desarrollo del Programa Nietzche había sido poder darse cuenta como la energía eléctrica se iba acumulando en algún lado, como reconociendo corrientes invisibles. No era algo fácil de sentir: realmente tenía que conseguir una acumulación masiva para sentirla claramente en su orgaComo la generación de una batería eléctrica a punto de descargarse de manera brutal. Solo cosas asi eran notorias para Jurgen.

El viejo ciego tenía esa energía acumulándose a raudales. Y se dirigía hacia el Baron Blitzkrieg


Leo Saint Claire estaba completamente calmado. NO había miedo, sino una suerte de calmada resignación llevándolo a su destino.

Comenzó a cantar por lo bajo “La Marsellesa”. Y recordó a su país, a esa Francia que había defendido por décadas de enemigos. Mas allá de los errores que pudo cometer, siempre había querido defender a los ciudadanos de la tiranía, como decía el himno.

Cuando supo que era el momento y las energías se habían acumulado en su corazón artificial, lo detuvo. Y el Nyctalope estalló


Das reinigende Feuer supo lo que le pedía el Destino. Supo que era para ese momento que se había preparado, para salvar a un camarada que al que el Reich necesitaba más. Para ser un héroe.

Se tiró frente al Baron Blitzkrieg, cubriéndolo de lo peor de la explosión, cuando el ciego francés estallaba.



El impacto fue terrible. Kent sintió la explosión destrozándole la ropa. Cualquier otro hubiera muerto. Se levantó en el momento en que unas manos lo alzaban

- ¿Estás bien? Le preguntó la Mujer maravilla.

- Si.. ¿Que ha…?

- El anciano francés… el Nyctalope… nos ha dado tiempo – dijo Batman, a un lado. Kent detectó un tono menos duro del de siempre, con una emoción agazapada dentro de éste. -Así que hay que salir de aquí… y necesitamos tu ayuda para empujar el avión…

No perdieron tiempo. Corrieron hacia el avión, mientras los alemanes recién salían de su aturdimiento. El avión comenzó a carretear por el prado. Kent se aferró de su fuselaje al lado de la puerta y empezó a empujarlo , a darle lentamente más impulso del necesario.

Vió chispazos disparándole, bolas de fuego, flechas heladas, de todo tipo de cosas. Se la arrojaban pero nada que pudiera detenerlo. Lo único que podía detenerlo era no alcanzar el impulso suficiente

La pista se acortaba… y en el ultimo instante, cuando parecía que se estrellarían contra los arboles del bosque, el avión se elevó. De un salto, Kent alcanzó la puerta del fuselaje y entró. Estaban todos allí.

El avión rozó las copas de los árboles… y subió hacia la libertad.


Herr Schmidt, Die Rothscädel(6), no estaba conforme. Para nada. El proyecto Nietzche había sufrido un golpe terrible. Varios muertos, el profesor Zola inconsciente, los archivos destrozados, los prisioneros metahumanos fugados, ninguna prueba para implicar al gobierno estadounidense. Adolf estaba furioso. Y Himmler, Hess y sus hechiceros iban a cebarse en ello. Le iban a sacar presupuesto para fomentar sus trucos místicos. Y eso no le gustaba para nada.

Y el responsable de ese desastre estaba frente a él. Krieger se removía nervioso en su silla, debidamente aterrado ante su superior. Cosa que complacía a Rothscadel internamente: ese tipo de miedo eral o que quería de sus subalternos. La responsabilidad y sus privilegios vienen de la mano del miedo a arruinarla con malas decisiones.

- Explíquese – le dijo, aplicando lo que le llamaba su voz helada. Casi se rió viéndolo a punto de cagarse en los pantalones.

Escucho varios minutos de letanías justificadoras. En lo único que concordó fue en lo impensable que los sirvientes de Franklin Delano Rosenfeld(7) fueran tan atrevidos para atacar un campo en medio del Reich y de la devastadora potencia de sus operativos ultrahumanos. Estaba claro que el Reich se iba a meter en graves problemas si ellos entraban en acción. Incluso con el Proyecto Nietzche funcionando a pleno (algo que quedaba en dudas después del ataque), iba a ser complicado enfrentarlos. Lo demás, excusas indefendibles.

- Basta – lo interrumpió bruscamente. – Kapitan Krieger, debería fusilarlo por incompetente. Queda relevado de su cargo y bajo el mando del Baron Blitzkrieg. Se le asignarán tareas de combate donde creo que su habilidad servirá mas…

Se detuvo un segundo antes de continuar:

- Y si le pasa algo así de nuevo, ahórrenos el juicio sumario por incompetencia y péguese un tiro. ¿entendido?

Krieger asintió mudamente, saludó marcialmente y se retiró. Al salir se topó en la puerta con Blitzkrieg. La mirada de odio que se cruzaron fue registrada por Schmidt. La archivó para futuro uso. Hizo pasar al Barón.

- ¡Heil Hitler! – saludó éste al entrar

- ¡Heil! – respondió debidamente Schmidt – Siéntese, barón. Tenemos mucho que hablar…

- Mein Herr Schmidt – respondió Blitzkrieg – le agradezco de entrada esta responsabilidad que me impone. No le fallaré como han hecho otros…

- Eso espero… Vamos a tener que empezar de cero el Programa Nietzche y mientras manejarnos con la poca gente disponible. Los americanos nos han hecho un daño poderoso… sin contar que los místicos de Himmler están que bailan de alegría con nuestro desastre.

- Dichoso monje ruso – fue el único comentario de Blitzkrieg… (8)

- Pero bueno esta es la situación. Espero su total cooperación – dijo mientras revolvía sus papeles – Me indican que ha solicitado una condecoración para uno de sus muertos.

- Sí... el joven cadete Wunsradt murió sacrificándose interponiéndose frente a mí al estallar el prisionero. Creo que corresponde la medalla de héroe del Reich.

- Concedida. Nunca viene de más tener un héroe… Ahora, vayamos a cosas prácticas. Quiero que investiguen el informe de un niño judío que se escapó del traslado de su ghetto. Los guardias comentaron que abrió las rejas metálicas como si fueran de papel, sin tocarlas, solo usando su mente o algo así. Le propondría que enviara algunos operativos a ver qué ha pasado: necesitamos nuevos sujetos de experimentación

- Así se hará – dijo Blitzkrieg - ¿Algo más?

- No, puede retirarse por ahora.

Mientras el barón se retiraba, Schmidt pensaba en el desafío que se venía encima. Los americanos querían pelear mano a mano con el Reich. Sonrió ferozmente: le gustaba la idea.


Don Winslow leyó el informe con satisfacción. Lo dejó sobre la mesa y sonrió a la mayor Bassilissa.

- Bueno, mayor, podemos decir que la misión fue un éxito total. Más allá del pobre prisionero francés volvieron todos sanos y salvos. E incluso esa muerte es una gran propaganda. Felicitaciones.

- Muchas gracias. Espero que esto haya alejado las dudas de la superioridad

- Definitivamente. Trevor Buttenholm(9) se ha comunicado para ofrecer toda la cooperación interdepartamental que desee, Bill Donovan(10) se ha tranquilizado de sus dudas y hasta Hoover(11) ha tenido que aceptar a regañadientes que podíamos funcionar fuera de su supervisión y ser efectivos, cosa casi tan difícil como conseguir que Charles Lindberg(12) hable bien del presidente.

Cerró el archivo de un carpetazo y lo guardó en un cajón.

- ¿Y ahora? – preguntó la mayor

- Ahora, vamos a por otros planes, otros equipos, otras misiones. América está al borde de una guerra y nos toca a nuestros agentes especiales tener un papel esencial. En este mundo de gente especial, una misión puede hacer la diferencia. Y este equipo estará listo para contribuir de manera sustancial a la derrota de los enemigos de la libertad – dijo Winslow. Y tas una larga calada a su pipa, continuó. – Pero no perdamos el tiempo: hay mucho trabajo por hacer.

Fin


Si te ha gustado la historia, ¡coméntala y compártela! ;)

Referencias:
1 .- El capitán Mors, pirata del aire, fue uno de los héroes de las novelas populares alemanas aparecido en 1908.
2 .- Jorn Farrow, el capitán de un submarino avanzado , fue otro héroe de novelas de vneturas alemanas entre 1932 y 1937 y luego entre 1951 y 1960.
3 .- Alaska JIm, trampero y cazador en el norte americano fue otro personaje de novelas alemán publicaod entre 1935 y 1939
4 .- Sun Koh, el Doc Savage alemán, fue otro héroe de novelas alemanas. Todos ellos pueden aparecer o no en esta serie en el futuro.
5 .- Hop Harrigan era un aviador publicado originalmente desde le primer número de la revista Sensation Comics de la DC.
6 .- Mas conocido por nosotros como Cráneo Rojo
7 .- Franklin Delano Rosenfeld era un insulto muy común en la Alemania nazi para deifnir así al presidente Roosevelt como mascota del poder judío.
8 .- Otro día les explico =)
9 .- Trevor Buttenholm es (como sabe todo lector de Hellboy) el jefe original del BPRD
10 .- Wild Bill Donovan fue el organizador de la OSS, el antecesor de la CIA
11 .- Hervert Hoover fue el celoso y manipiulador jefe del FBI durante las primeras décadas de su existencia.
12 .- Charles Lindbergh fue el primer hombre en cruzar el Atlántico en avión sin parar en 1927, lo que lo convirtió en un héroe del público americano en esos años. Sus políticas aislacionistas, xenófobas y anti New Deal fueron muy notorias durante los años previos a la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.

2 comentarios :

  1. Leído este episodio, de verdad valio la pena. Roberto demuestra su genialidad y su capacidad para el pastiche, además de que muestra también hasta donde puede llegar un autor cuando se documenta bien. En fin, una historia movida y emocionante que nos ha mostrado a los super desde otro angulo, uno muy emocionante.
    en cuanto al trabajo de Roberto Cruz, como siempre implecable, se supera a si mismo cada vez que le dedica tiempo a esta ardua labor.

    ResponderEliminar
  2. Concluye la primera misión de este singular grupo de superhombres con este número a la altura de los anteriores, en el que Roberto combina el saber enciclopédico y la documentación más exhaustiva con la aventura y acción más genuina de manera ejemplar.

    Personajes interesantes y bien caracterizados procedentes de los rincones más interesantes del cómic y la literatura (predominando los Universos Marvel y DC, claro) tensión y unos villanos que brillan con luz propia al ser retratados como personas reales y no como malvados de opereta que son malos porque les ha tocado ser los malos de la historia.

    En definitiva, un número que me ha recordado porque me gustaron tanto los cuatro anteriores, y que sin duda me anima a seguir leyendo la próxima aventura de esta serie.

    ¡Imprescindible! :D

    ¿Y qué decir de la portada de Roberto Cruz? Una ilustración que nos muestra la escena clave de este episodio, resuelta de la manera más espectacular y efectiva. Genial, también Roberto ;)

    ResponderEliminar