Batman nº25

Título: El fin de un sueño
Escritor: Carlos Fortuny
Portada: Alberto Ramos y Roberto Cruz
Fecha de publicación: Diciembre 2014

Las aventuras del joven Bruce Wayne en Japón continúan. Pensaba que al fin había dejado todo el dolor detrás, que la vida le permitiria ser feliz... pero su destino está marcado y puede ser muy cruel. ¿Como afectará esta historia su futuro? ¡Las nuevas aventuras de Batman en Tierra-53 sólo acaban de comenzar!
Hice una promesa ante la tumba de mis padres: librar a esta ciudad de la maldad que les quitó la vida. Soy Bruce Wayne, filántropo multimillonario. De noche, los criminales, esos cobardes y supersticiosos, me llaman...
Batman creado por Bob Kane


Anteriormente en Batman: Batman, sentado en su Batcueva, hace memoria de sus años jóvenes, exactamente del tiempo que pasó en Japón junto a la familia Musukouri, amigos de sus padres, y que estuvo a punto de provocar un profundo cambio en lo que ha sido su vida...

Heladería Takami, Shibuya, Tokyo. Hace muchos años…

Habían pasado dos meses desde que Bruce y Aiko empezaron a salir. Para el gothamita aquello era una situación totalmente nueva. Si, durante su viaje había tonteado con algunas chicas, pero jamás había mantenido algo tan sólido como aquello. Fue por eso por lo que Bruce quiso celebrar su segundo mes juntos de una forma especial. Consiguió tener el día entero libre y llevó a Aiko a uno de los mejores restaurantes de Japón, y ahora, disfrutaban de un helado entre risas.

-Hay otra cosa.- dijo Bruce ligeramente sonrojado.

Aiko lo miró con extrañeza. Nno estaba segura de que le hablaba el muchacho. Hasta hace escasos segundos habían estado bromeando sobre el parecido de Tadashi con un cómico japonés al que habían visto el día anterior en el cine.

-Te he comprado algo…- dijo por fin el chico cuando sacó fuerzas de flaqueza.- Cierra… cierra los ojos.

La chica sonrió y asintió. Cuando cerró los ojos no tardó en sentir las fuertes manos de Bruce cerca de su cuello, colocándole algo. Instantes después notó el roce de un frío metal en su pecho.

-Ya está.- susurró Bruce a su oído.

Aiko enseguida abrió los ojos y los llevó abajo, donde vio sobre su pecho el colgante que le había regalado Bruce.

-Es el símbolo de infinito.- Dijo Bruce dándole la vuelta al colgante, al otro lado se podían ver las iniciales “B” y “A”.

-Me encanta…- Fue lo único que consiguió decir Aiko anonadada.

Entonces la feliz pareja se fundió en un cálido y profundo beso.


Dojo Yoshin, Tokyo.

Desde hacía unos días el sensei había estado obligando a Bruce a dar el cien por cien. Seguía siendo un alumno sobresaliente pero había notado que la cabeza de su alumno volaba y se alejaba de allí. En ocasiones incluso parecía que su determinación perdía fuerza pero Bruce siempre acababa cualquier tarea que le fuera encomendada. Por todo aquello, el sensei se había mentalizado en despertar a Bruce, y en aquella ocasión su tarea sería la de derrotar en combate a seis expertos guerreros. Cada uno de una disciplina y escuela diferente.

-Si eso es lo que quiere, sensei.- fue lo único que respondió Bruce inclinándose con educación y mirando a sus oponentes.

No estaba seguro de que disciplinas usarían tres de sus atacantes pero otros tres de ellos iban armados con un bastón Bo, unos nunchakos y una espada de kendo, por lo que no dejaban duda: debería deshacerse de ellos en primer lugar.

El primero en atacar fue el joven de los nunchakos: era increíblemente rápido, pero Bruce conseguía anticiparse a sus movimientos y esquivarlos. Enseguida vio una oportunidad de deshacerse de él. Lanzó un puñetazo a su cara que sin duda lo noquearía pero tuvo que cancelar su movimiento y retroceder para esquivar al hombre del bastón. En cuanto dio un paso atrás, se encontró con dos de los hombres desarmados que le empezaron a atracar por los flancos sin descanso. Bruce conseguía parar casi todos los golpes, pero se llevó alguno que otro en la espalda, los hombros y los muslos. Se limitaba a proteger sus puntos más vulnerables.

Cuando tenía ocasión de golpear a alguno, enseguida tenía que deshacer su propio ataque para cubrirse de alguno de los otros oponentes, sin duda el sensei no había buscado a unos cualquiera. A pesar de su juventud, Bruce ya era un versado combatiente. Dejó que los seis atacaran, que golpearan sus puntos menos vulnerables mientras protegía los verdaderamente peligrosos. Se limitó a estudiarlos. Y no tardó en ver sus grandes carencias. Eran grandes guerreros individualmente, ¿Pero como grupo?, seguramente sería la primera vez que luchaban juntos.

Bruce consiguió que el hombre del bastón se quedara frente a él, mientras el de la espada se quedaba a su espalda. Recibió un duro golpe por detrás, pero valió la pena. Al esquivar un bastonazo el tipo de la espada de kendo lo recibió en su lugar en pleno rostro, dejándolo fuera de juego. El gothamita recogió la espada del suelo y desvió el bastón de su contrincante para bloquear su flanco izquierdo mientras lanzaba una patada por su flanco derecho con lo que noqueó al tipo de los nunchakos.El del bastón, totalmente a la merced de Wayne, no tardó en caer. Después los tres tipos desarmados fueron coser y cantar.

Cuando acabó el combate el sensei no lo felicitó. Simplemente negó con la cabeza y se fue. Bruce sabía el porqué: había tardado demasiado, había recibido demasiados golpes y, si aquella espada hubiera sido de metal… Bueno, entonces Bruce habría muerto. El joven no le dio demasiadas vueltas a aquello, se metió en la ducha y se cambió. Había quedado con Tadashi en la puerta del dojo para dar una vuelta.

-Vaya, te he estado viendo, ya te lo he dicho alguna vez pero…. ¡¡Eres increíble!!- gritó Tadashi emocionado mientras lanzaba golpes a adversarios imaginarios.

Bruce sonrió sin muchas energías. No estaba tan convencido como el joven nipón. Sabía por qué el sensei estaba enfadado con él.Se estaba planteando cosas, cosas que no deberían pasar por su mente.

Los dos jóvenes avanzaron un rato en silencio, aunque Tadashi no dejaba de lanzar miradas furtivas a Bruce.

-¿Qué te pasa?- preguntó el tokiota preocupado.

Habían llegado a un río, y Bruce apoyó sus manos en la baranda que lo separaba de una caída al agua de unos cinco metros. La mirada del gothamita se clavaba en el horizonte, allá donde se perdía el rastro del riachuelo por mitad de la ciudad.

-Yo… No lo sé…- dijo Bruce.- Supongo… Que soy feliz.- Concluyó con la mirada triste.

-¡Pero eso es bueno!- exclamó Tadashi con una gran sonrisa.

Bruce dudó unos instantes, pero finalmente también sonrió.

-Sí, supongo que eso es bueno.


Despacho del director, Musukouri Tecnologics, Tokyo.

El doctor Musukouri le había pedido que se reuniera en su despacho con él. A pesar de las veces que había entrado en aquel despacho a lo largo de los meses que había pasado en Japón, Bruce seguía sintiéndose incómodo y raro en esa extraña estancia. Demasiado frío, demasiado ostentoso, como una gran y cara pecera.

-Buce, me alegro de verte. Te estaba esperando.- saludó el doctor al notar la presencia del joven.

-¿Qué quería?- preguntó el joven con curiosidad mientras se sentaba.- Iba a ponerme con el motor del Honda.

El doctor sonrió al escuchar las palabras de su pupilo. Hacía pocos días le había mandado reformar un coche por completo, y la verdad es que había logrado muchos avances en pocos días.

-Verás, te considero uno más de la familia. Te has ganado un hueco en mi corazón, por no hablar del de Aiko y Tadashi. Además, guardo muy buen recuerdo de tus padres.

-Yo también los considero mi familia…- se apresuró a decir Bruce.

El doctor cortó a Bruce antes de que dijera nada más. Aún no había terminado su discurso y no necesitaba que el joven le regalara el oído. Tenía que comunicarle algo importante.

-Eres como un hijo para mí y, como tal, me duele ver como desperdicias tu potencial. Quiero que llegues a lo más alto. Quiero lo mejor para ti.- dijo el doctor.
-Yo, se lo agradezco, pero no sé qué quiere decir…- contestó Bruce dubitativo.

El doctor asintió y sonrió.

-Pronto lo entenderás Bruce. Quiero que me acompañes a cerrar un negocio esta noche. Entonces lo comprenderás todo.


Nave 27, Puerto de Tokyo, Tokyo.

Bruce no estaba nada convencido de aquello. Por muchas vueltas que le diera, no veía un motivo lógico para estar cerca de la madrugada en la puerta de una gran nave del puerto. Algo le olía mal. Confiaba plenamente en aquel hombre, el doctor Musukouri, pero no conseguía alejar la sensación de que algo malo ocurría. Como si fuera una espina clavada en lo más profundo de su ser y que por mucho que dijese que eran imaginaciones suyas, consigue extirpar.*Bruce se limitó a esperar pacientemente y confiar en el doctor, pues el asunto se revelaría por sí mismo en breve.

El puerto de Tokyo era uno de los más grandes de Japón y de la cuenca del Océano Pacífico, con una capacidad de tráfico anual de alrededor de 100 millones de toneladas de carga. En gran medida por ello también era una fuente constante de nuevos puestos de trabajo. Con tanto tráfico de gente y mercancías, no era desde luego raro que no todo lo que se moviese allí fuera legal.

Minutos después, cuatro coches nada modestos irrumpieron en el lugar, aparcando muy cerca del coche del doctor. Ya de por si los coches no le dieron muy buena impresión, posiblemente por el mismo hecho de que le parecía imposible una reunión legal de negocios a aquellas horas y en aquel lugar, pero cuando los ocupantes de los vehículos bajaron de ellos, no le cupo ninguna duda. Japoneses trajeados, la mayoría más por aparentar con sus trajes baratos, que porque de verdad tuviesen dinero. Muchos de ellos engominados, y prácticamente todos con un fondo de ira en los ojos que solo podía traer problemas.

Aun así Bruce no reaccionó. Cada vez se temía más lo que allí ocurría pero toda su confianza seguía depositada en aquel hombre que consideraba un familiar. Tampoco pudo reaccionar cuando el doctor Musukouri abrió el maletero de su coche y sacó algún tipo de nuevo y sofisticado rifle que pasó a uno de aquellos hombres que lo examinó con mucho interés.

Para Bruce todo aquello no era más que un sueño; no, una pesadilla, una de la que no lograba despertar. Por primera vez en mucho tiempo se volvía a sentir impotente, no sabía qué hacer. No habría dudado de no ser porque el causante de todo aquello era su mentor, pero allí estaba, negociando con aquellos mafiosos, vendiendo armas como la que podría haber comprado el asesino de sus padres años atrás, propiciando que más situaciones como la que le habían llevado a ser huérfano se dieran.


Residencia de los Musukouri, Tokyo.

El regreso a casa fue tremendamente silencioso. El doctor Musukouri intentó hablar con Bruce, estudiar sus reacciones, pero este seguía en un estado como catatónico, por lo que decidió darle algo de tiempo. No fue hasta que el doctor aparcó el coche en su garaje que Bruce por fin abrió la boca.

-¿Cómo has podido?
-¿Qué?- preguntó el doctor a quien la pregunta le había pillado desprevenido.

Hacía rato que se había olvidado de Bruce, pues sabía que la reacción podía tardar en llegar. Entonces los ojos de ambos se encontraron y el doctor supo que había cometido un error. Los ojos de Bruce estaban llenos de miedo, odio, ira y sobretodo pena.

-Bruce, en un negocio como el nuestro hay que saber navegar por los grises.- argumentó, aunque estaba convencido de que nada que dijera haría cambiar de opinión a Bruce Wayne.

-¿Grises? ¡Estás vendiendo armas a mafiosos!- exclamó el gothamita, que no se creía lo que oía.

-¿Crees que no iban a conseguir las armas en otro lado? Al menos yo podré destinar ese dinero a hacer el bien. Además, nos asegura cierta protección.- Intentó explicar el doctor.

-¿Te estás escuchando? ¿De verdad crees que eso te exonera de tus actos?- preguntó Bruce entre desconcertado y furioso.

-Bruce, el mundo de los negocios es complicado, incluso tu padre sabía eso. A veces te ves obligado a mezclarte…

-¡No te atrevas a nombrar a mis padres!- gritó Bruce furioso.- ¡Mis padres murieron por culpa de hombres como tú! Que no tienen ningún reparo en poner armas en las calles…

Bruce apretaba con fuerza su puño. En cualquier momento este empezaría a sangrar por la simple fuerza con la que se estaba clavando sus propias uñas.

-No te vas a salir con la tuya…- dijo Bruce casi en un susurro.

-Bruce, no puedes hacer nada.- concluyó el doctor.- Nos pondrías en peligro, nos pondrías en peligro a todos.

-Debería haberlo pensado antes.- sentenció Bruce bajando del coche.

Bruce no entró en la casa. A pesar de los gritos del doctor, el joven gothamita puso rumbo a otro lugar. Su opinión sobre el doctor Musukouri había cambiado drásticamente. “Nos pondrías en peligro” había dicho, pero Bruce estaba seguro de que lo que el doctor había querido decir era “No quiero ir a la cárcel”, pero no le habían dejado opción. Bruce Wayne nunca se convertiría en un ser ávido de dinero que trata con mafiosos y pone en el mercado armas. Lo sentía mucho por Aiko y Tadashi, pero debía hacer lo que tenía que hacer.


Comisaría, Tokyo.

Bruce sabía que aquello sería lento de explicar, que no sería algo que se hiciera de un momento para otro, pero llevaba horas en aquella comisaría. Su acusación había levantado al mismísimo comisario de la cama, quien ahora se apresuraba a acudir a su lugar de trabajo. Mientras, el resto de policías no hacían nada pues el comisario había dicho que se encargaría en persona. De ser aquel día un día cualquiera, Bruce habría pensado que era un buen hombre deseoso de acabar con las mafias, pero volvía a tener un mal presentimiento, si bien nada lo apoyaba. Era raro que el mismo comisario acudiera a una llamada como aquella raudo y en persona pero, en realidad, se trataba de algo bueno y que realmente no tenía por qué ser extraño. Era bien sabido por todos que las mafias eran un problema grande y real en Japón.

En cuanto llegó el comisario Nashiko, no hizo esperar más a Bruce. Era un hombre de rostro severo de unos cincuenta años, serio como pocos. No era especialmente alto pero sí muy ancho de espaldas, por lo que daba la sensación de armario empotrado. El comisario le pidió a Bruce que le repitiera la historia con todo lujo de detalles, una y otra vez, y solo a la cuarta se dio por satisfecho.

-Señor Wayne, como ya debe saber, no es fácil para nosotros lidiar con tantas mafias. Sin duda, si hubiera más gente como usted podríamos capturarlos con mucha más facilidad. Es usted un héroe.- dijo el comisario, que empezaba a resultar un tanto embaucador.

Bruce solo asintió. No estaba orgulloso de lo que ocurriría, ni de lo que había hecho; solo quería que aquella pesadilla acabara lo antes posible y con los menos malos tragos para los hermanos.

-Por si necesitáramos algo más de usted. ¿Dónde se va a alojar?- preguntó el comisario con un ligero brillo en los ojos.

Nuevamente, Bruce tenía un mal presentimiento pero tenía cosas más importantes en las que pensar en aquel momento.

-Voy a volver a casa de los Musukouri. Tengo que estar allí cuando…- El joven gothamita no consiguió concluir la frase.

-Entiendo, entiendo.- Dijo el comisario complacido.- Su apoyo será sin duda importante.

Era raro que le permitieran ir a la casa del doctor Musukouri, teniendo en cuenta que iban a detenerlo, y también le extrañaba que no fueran ipso facto a ello pero Bruce no se quejó. Eso le daría algo de tiempo para preparar a los hermanos.


Residencia de los Musukouri, Tokyo.

La vuelta a casa se le había hecho muy rara a Bruce. Horas atrás aquel había sido su hogar, un refugio en el que era feliz, donde quizás podría olvidarse de todo y comenzar una nueva vida. Pero aquel sueño había sido destruido por completo, y ahora aquel edificio le parecía más frío que nunca.
Nada más regresar fue directamente a por Aiko, sabía que ella le seguiría sin preguntar, así que la despertó con suavidad y le pidió que le siguiera. Como había esperado, Aiko le acompañó hasta la planta de Tadashi. La chica estaba muy confusa, pero confiaba plenamente en Bruce. Si bien la confianza de Tadashi en el gothamita era plena, Bruce sabía que habría sido incapaz de permanecer callado sin preguntar una y otra vez. Este era el motivo por el que se había decidido a ir antes a por Aiko. Así podría hablar con los dos a la vez.

Contarles la verdad sobre su padre fue, posiblemente, el momento más duro que había tenido que afrontar Bruce desde aquel fatídico día en el callejón del crimen. Mucho más duro que cualquier aprendizaje físico o mental que hubiera realizado. Bien era cierto que los hermanos nunca habrían creído aquello de su padre, era Bruce el que se lo decía. Él era la única persona que podía conseguir que pusieran en duda todo en lo que habían creído. No obstante, no hubo tiempo para discusiones ni preguntas pues el doctor Musukouri irrumpió en la sala poco después de que Bruce hubiera revelado sus tratos con la mafia.

-¿Qué has hecho Bruce?- preguntó Musukouri. Su rostro reflejaba un profundo agotamiento.

-Lo que debía hacer.- dijo Bruce seguro de sí mismo, colocándose entre el padre y sus hijos.

-¿Es verdad, papá?- preguntó Tadashi con los ojos llorosos desde la espalda de Bruce.

-No lo entiendes. Aún eres demasiado joven.- dijo el doctor.

-¿Y yo, padre? ¿También lo soy?- preguntó Aiko enfadada.

-Ninguno, ninguno lo entendéis… Pero eso ya no importa. Tenemos que salir de aquí.- dijo el doctor claramente asustado.

-No papá…- se negó Aiko con un ligero temblor en la voz.- No vamos a ir a ningún lado…

-Tendrás que enfrentarte a la justicia.- sentenció Bruce.

El doctor negó con una ligera sonrisa llena de amargura.

-Seguís sin entender. No temo a la cárcel. Lo que intento decir es que nos matarán. La policía no va a venir. – contestó él.- Solo nos queda una salida. Hablaré con la Sociedad. Huiremos del país. Estaremos bien.

Bruce pensó que el doctor estaba enloqueciendo por momentos y ninguno de los tres chicos se movió del lugar.

La cara del doctor reflejaba la más pura impotencia. Necesitaba sacarlos de allí a todos pero no sabía cómo. Sus rodillas flaquearon y finalmente cedieron. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.

-Escuchadme.Aún no es demasiado tarde…- Suplicó.

-Me temo que sí que lo es.- dijo una voz de ultra tumba desde las sombras del pasillo.

El doctor se llevó un buen sobresalto y enseguida retrocedió interponiéndose entre el asesino y su familia.

-¡Ha sido un error, un error de un niño! Déjame hablar con el señor Yamamoto. Yo le explicaré...- Empezó a decir el doctor, pero era inútil.

-Tsk tsk.- negó el Ronin chasqueando.- Mi buen doctor, ya sabe que la Yakuza no me manda para negociar. Ahora podemos hacer esto indoloro o...

El doctor le lanzó lo primero que tenía a mano: una figura de algún manga de moda que adornaba la mesa. El Ronin la apartó de un manotazo al vuelo.

-¡¡Corred!!- gritó Musukuori asustado.

-La opción B entonces...

Los hermanos Musukouri estaban paralizados por el miedo y la sorpresa. No sabían que hacer. Su padre intentaba empujarlos para que se movieran, pero era inútil. Bruce, por su parte, no dudó en salir al paso de asesino. El Ronin miró asombrado al chico pues no esperaba que este fuera a intentar hacerle frente.

Ninguno de los oponentes medió palabra. El Ronin podía haber echado mano a su katana pero parecía divertido por el valor del joven, así que prefirió luchar en igualdad de condiciones. El asesino lanzó un par de golpes simples que Bruce bloqueo sin problemas. Estaba simplemente midiendo a su oponente y el gothamita lo sabía. Bruce intentó zancadillearlo pero el asesino lo evitó fácilmente. Apenas habían intercambiado unos pocos golpes pero Bruce supo enseguida que aquel no era un tipo normal: estaba perfectamente entrenado. Si le daba la más mínima oportunidad sería letal.

El doctor Musukouri gritó el nombre de Aiko instándole a que se moviera, y aquello despistó a Bruce. Apenas giró un poco la cara para ver a la chica pero el asesino aprovechó esa pequeña distracción para golpearlo en pleno plexo solar, dejando a Bruce sin aire por unos momentos, llevándose las manos a la zona afectada mientras se inclinaba por el golpe. Acto seguido, le dio una patada en la cara a la media vuelta que hizo que el joven Wayne volara para caer sobre una mesa de cristal que destrozó en la caída.

El chico le había dado poca diversión pero bueno, mucha más de la que habría imaginado. Como si se tratara de un exquisito postre decidió dejarlo para el final. El Ronin desenfundó su katana y se acercó a la familia, que ahora lo miraba aterrorizado. Aiko había intentado correr hacia Bruce pero su padre la sujetaba con fuerza.

-Por favor, te pagaré, pero a ellos no, no mates a mis hi...- El doctor no pudo acabar la frase pues borbotones de sangre empezaron a brotar de su boca. El Ronin había atravesado sin piedad al doctor justo en el corazón. Aiko se arrodilló descompuesta sobre su padre, intentando inútilmente auxiliarlo.

Por el contrario, la reacción de Tadashi fue muy diferente. Enrrabietado, empezó a lanzar golpes contra el asesino pero eran golpes sin técnica alguna y no demasiada fuerza, nacidos solo de la furia. El asesino se quitó de en medio a Tadashi con un tortazo, con tan mala suerte que el joven tropezó con el cadáver de su padre y se golpeó duramente en la cabeza al caer.

Aiko alzó la mirada. Allí estaba el asesino, con mirada fría pero la joven no le dijo nada, solo cerró los ojos aceptado su destino. No había motivo para hacerla sufrir así que, al igual que había hecho con su padre, clavó su katana en el corazón de la joven.

Bruce se acababa de incorporar y miraba impotente la escena. “Otra vez no... Otra vez no, por favor...” repetía su mente una y otra vez. Había vuelto a fallar. Creía haber encontrado una nueva familia y ahora la escena se repetía ante sus ojos.

El asesino se acercó a Tadashi. Por el charco de sangre que se formaba en su cabeza posiblemente estaría muerto pero era un profesional, y siempre se aseguraba. Pero, ¿para que agacharte y tomar el pulso si puedes atravesar el corazón de tu víctima?

El Ronin alzó su espada. Los puños de Bruce se cerraron llenos de rabia y el joven se lanzó al ataque, no sabía si luchaba por su familia caída o por la supervivencia de su hermano. Pero en aquel momento no importaba.Al escuchar al joven acercarse, el Ronin dejó a Tadashi para después y afrontó la amenaza inminente. Bloqueó una patada de Bruce, después un puñetazo, otro, una patada baja. El joven parecía moverse el doble de rápido que hacía un momento.

El asesino usó la katana. Le habría gustado jugar con el chico pero nunca arriesgaría una operación por su divertimento. No sin esfuerzo, Bruce logró atrapar la espada entre las palmas de sus manos y se la arrancó para lanzarla lejos. Seguidamente, el joven Wayne conectó una patada en el estómago del asesino y después un puñetazo en su rostro.

El Ronin retrocedió asustado, pero se encontró con la pared. Los ojos de Bruce irradiaban odio, una rabia visceral. Sus puñetazos y patadas volaron golpeando una y otra vez al asesino que apenas conseguía bloquear los golpes. Tenía que salir de allí, pero no sabía cómo. Entonces se presentó su gran oportunidad, un pequeño gemido que detuvo el puño de Bruce. Un sonido que venía desde su espalda ¡¡Tadashi!! El Ronin aprovechó la ocasión. Lanzó una bomba de humo al suelo y corrió hacia la ventana más próxima, saltando y atravesándola en el acto, para seguidamente lanzar un garfio a un edificio cercano.

Bruce se maldijo por su estupidez, pero enseguida pensó en otra cosa. La venganza no era tan importante como la vida del menor de los Musukouri.

El gothamita se acercó corriendo al que para él era como su hermano y comprobó su estado. Seguía vivo pero estaba muy débil. No había ninguna certeza de que fuera a sobrevivir pero sin duda su vida estaba ahora en sus manos. Bruce no dudó ni un momento.Enrrolló una toalla alrededor de la herida de la cabeza de Tadashi y enseguida corrió hasta uno de los coches del doctor Musukouri.


Recepción, Nacional Hospital Tokyo Medical Center, Tokyo.

Bruce Wayne había perdido por completo la cuenta de las horas que llevaba en aquel hospital. Sin duda, si Tadashi tenía alguna opción, sería allí. Aunque no era un experto, Bruce observó que el lugar contaba con todos los avances médicos conocidos y por conocer, situando dicho hospital en la cumbre del sistema médico mundial. Si a aquello se le sumaba la cantidad de dinero que ahora poseía Tadashi, sin duda harían todo lo que estuviese en su mano para salvarlo. Aquello trajo a Bruce recuerdos tristes, recuerdos de su padre. Si él hubiera estado allí sin lugar a duda habría salvado al joven. No había mejor doctor en el mundo, o mejor dicho, no lo había habido.

Las horas siguieron pasando y nadie salía a informar a Bruce sobre el estado del paciente y, cuando el joven preguntaba, siempre se le respondía con evasivas. ¿Cuántas horas podía pasar en el quirófano?

Bruce pudo ver todo tipo de gente entrar y salir: unos felices al ver que un apreciado miembro de su familia sobrevivía a una difícil operación, otros tristes por la pérdida de un ser querido por el que nada se podía haber hecho. Tanta alegría y tristeza concentrada en unos pocos metros cuadrados, el frágil hilo que separaba la vida y la muerte casi podía vislumbrarse en aquel lugar.

Una amable enfermera instó a Bruce para que fuera a la cafetería a comer algo. Ella misma le avisaría en cuanto hubiese novedades pero el chico se negó, no se movería de allí hasta que pudiera ver a su amigo. Al ver que era del todo imposible convencer al joven, la enfermera acabó por llevarle un sandwich y un vaso de leche. Aunque Bruce se lo agradeció con una sonrisa cansada, nunca llegó a probar bocado.

Finalmente, el doctor salió; un hombre de unos cincuenta años, bastante menudo y con paso firme y decidido. A pesar de lo cansado que estaba, Bruce había pasado demasiado tiempo estudiando el comportamiento humano como para necesitar que el doctor abriera la boca. Sus grandes ojos evitaban mirarlo directamente, y tosió un par de veces para aclarar su voz antes de hablar. Además de esto, Bruce detectó un sutil tic que causaba que el médico se rascara la mano derecha.

-Lo siento mucho, señor Wayne. Hemos hecho lo que hemos podido.- dijo el doctor. Realmente no estaba afectado. Se notaba que lo que más le preocupaba era lo incomodo de la situación.

Bruce no dijo nada. Simplemente asintió y se sentó. Había vuelto a pasar. Había creído que podía vivir una vida normal, se había confiado, y estas habían sido las consecuencias. Hacía mucho que había decidido cuál sería su destino y nunca debería haber dudado de aquel momento. Seguiría con su entrenamiento, se prepararía. El fin de su vida no era el ser feliz, era el evitar que aquel tipo de tragedias se repitieran...


Batcueva, Gotham City. Ahora

Por primera vez en mucho rato, Bruce se paró unos instantes simplemente a contemplar su obra. Estaba satisfecho. Aún quedaba mucho trabajo por hacer pero tenía a muchos buenos candidatos. Batman iba a dejar de ser simplemente un hombre para ser mucho más, para llegar a muchos más lados; para que nunca más se repitiera la tragedia ocurrida con sus padres, ni con los de Dick o Tim, ni con Aiko... No, él siempre mantendría su promesa, pero ahora empezaría a contar con más ayuda,y enseguida supo que sus padres, Aiko y Tadashi se habrían sentido orgullosos de él.

-¿Está bien señor?- preguntó Alfred desde su espalda.

El fiel mayordomo del hombre murciélago, que era lo más parecido a un padre que Bruce había tenido, bajaba en aquellos momentos con un sandwich y una taza de café. Él no necesitaba ser un gran detective para adivinar que algo le pasaba a quien quería como un hijo. Bruce era capaz de engañar a muchos, pero no a Alfred, lo conocía demasiado bien.

-Ahora sí, Alfred.- dijo Bruce en un tono bajo para enseguida subirlo.- Ahora sí.

Aunque llena de nostalgia y melancolía, una cansada sonrisa se dibujó en el rostro del multimillonario.


FIN

3 comentarios :

  1. Segundo episodio de la nueva etapa del Hombre Murciélago que escribe Carlos Fortuny en el que continúa la historia protagonizada por un joven Bruce Wayne en Japón, mientras aún se está formando el héroe que después todos conoceremos.

    Episodio intenso en el que, tras la presentación de la situación y personajes que acompañan a nuestro protagonista en esta aventura japonesa a la que asistimos en el número anterior, el drama se desata con funestos resultados para el joven Bruce. Y es que el autor sabe captar muy bien la personalidad aún sin formar de este héroe todavía un poco "verde" que acierta tantas veces como se equivoca, y que no es capaz de manejar las situaciones conflictivas con la misma seguridad a la que nos tiene acostumbrados de adulto.

    Por lo demás, el número se lee muy bien, los personajes están bien perfilados y las escenas de acción correctamente presentadas. El único defecto que le he encontrado a este episodio ha sido la actitud del doctor Musukouri, que no parece muy hábil a la hora de tratar de "captar" a Bruce: primero, metiéndolo de "sopetón" en unos asuntos que bien podían provocar el rechazo del joven (como de hecho ocurre) sin estar preparado para lidiar con él si éste no aceptaba participar en sus negocios; y segundo, y más grave, al no reaccionar cuando Bruce huye y dejarlo solo durante tanto tiempo sin hacer nada para evitar lo que a continuación va a ocurrir (y que de hecho, el propio doctor sabía que podía ocurrir). ¿Qué ha hecho durante todo el tiempo que Bruce está en la comisaria para evitar su previsible destino? No sé, pero la actitud del doctor durante toda esta introducción de Bruce a sus negocios me ha parecido poco lógica.

    Por otra parte, el epílogo situado en el presente me ha parecido de lo más sugerente, y augura que tras el final de este visita al pasado de Batman, la serie puede tomar derroteros muy interesantes una vez volvamos al presente.

    Habrá que seguir leyendo :)

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  2. Bueno, si que es cierto que puede haber quedado regular. Teóricamente Bruce lleva ya meses con ellos, e intentaba reflejar una confianza bastante grande del doctor, quien lo habría acogido como a un hijo más, hacia Bruce. No quise meter más escenas ñoñas porque me parecía que iban a relentizar los números, aunque quizás eran necesarias.
    Por otro lado tampoco quería hacer al doctor como un villano, sino un hombre un poco torpe que hace lo que cree que debe.
    Respecto a que hacer cuando Bruce huye, mi intención es que se viese como que el doctor confía en él y en lo que le ha dicho, y que finalmente Bruce no traicionará al doctor destruyendo toda su familia. No obstante Bruce fue a la comisaría, poco más podía hacer el buen doctor.

    No se, yo sobretodo partía del punto de que el doctor desconocía todo lo recto que puede llegar a ser Bruce, quien puede anteponer la justicia a cualquier otra cosa.

    Cambiando de tema en el próximo número volvemos al presente ^^

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  3. No puedo estar más que de acuerdo con Jerónimo a la hora de reseñar esta historia. Carlos se ha “alejado” de los personajes y situaciones habituales como recurso para “ir calentando” y darnos su propia visión del personaje, plantando (quizás) las semillas para futuros desarrollos en la serie. En si, los personajes están bien construidos y los diálogos y relaciones muy bien definidos, con la salvedad quizás del punto que destaca Jerónimo. El tema de la “falta de sensación de tiempo” ¿no podría haberse solucionado incluyendo más explícitamente alguna referencia temporal? Por lo demás, bastante satisfecho con el resultado y con el regreso de Batman a AT53.

    ¿Le ponemos alguna pega más? Desde mi punto de vista, el regreso de Batman a AT53 ha quedado un tanto deslucido por… su ausencia, precisamente. En su primera aventura (oficial) en 3 años, el personaje (como tal) no ha tenido más que una presencia “testimonial”. Yo hubiese optado por un concepto “menos líneal” para la historia, convertirla en “pequeños flashbacks” encajados en una historia situada en el presente del personaje que tuviese cierto paralelismo con las vivencias de Bruce en el pasado, dando asi la ocasión a mostrar a Batman tal y como todos los conocemos. Pero vamos, que es simplemente una apreciación personal…

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