Elseworlds Man of Steel nº 14

Título: La mente del Mal (y IV): el enemigo número uno
Autor: Federico Hernan Bravo
Portada: Jose Baixailu
Publicado en: Septiembre 2013

¡Ultra ha secuestrado a Lois! El villano se ha revela como una amenaza tan peligrosa que ni el Hombre de Acero sólo podrá derrotarla. ¿Cúal es el objetivo detrás de sus planes? ¿Qué es lo que pretende y por qué? ¡Descubre éstas y muchas más respuestas en el emocionante final de "La mente del Mal"!!!
Un planeta condenado. Unos científicos desesperados. Su última esperanza. Una agradable pareja. Esta es la historia del hombre destinado a convertirse en el héroe más importante de todos los tiempos. Esta es la historia de...
Creado por Jerry Siegle y Joe Shuster

En capítulos anteriores: Mientras Ultra utilizaba a Metallo para distraer al Hombre de Acero sus planes continuaban a buen ritmo, planes que llegaban a inquietar al propio Lex Luthor. ¿Qué pretendía? Y mientras sus adversarios permanecían desconcertados, Ultra hace un último movimiento: Metallo secuestra a Lois Lane.

Superman volaba sobre Metrópolis cuando un fuerte pitido sonó. Al principio, pensó que se trataba de una broma, porque el sonido parecía provenir de la torre de LexCorp. Pronto se dio cuenta de que no se trataba de ningún chiste. Era un zumbido sub-sónico, dirigido solamente para sus oídos y ciertamente venía de LexCorp.

Acudió al lugar, hallando a Luthor en persona dentro de su vieja oficina, esperándolo. Estaba sentado delante de su escritorio y tenía las manos entrelazadas. Lo miró, no sin cierto gelides y habló:

-Muy bien. Tú ganas… solo por ésta vez. Hay que detener a Ultra.

-¿Puedo preguntar qué te decidió a hacerme caso?

Luthor tomó un control remoto. Encendió una televisión y en ella aparecieron las imágenes de Metallo en Cadmus.

-En las últimas horas, Corben ha atacado unas instalaciones secretas del Gobierno destinadas a la investigación genética. Se ha llevado de ese lugar material muy importante. En el proceso, y como puedes ver, ha cometido una masacre.

Superman contempló mudo el terrible hecho. Cuando las imágenes acabaron, Lex siguió hablando.

-Es obvio que Corben, a quien tú como yo creíamos muerto, no actúa solo. Alguien dirige sus pasos, desde las sombras. Alguien interesado en eliminarnos a ambos. Y ese alguien no es otro que una sola persona…

-Ultra – dijo Superman. Luthor asintió.

-Él mismo. Sin duda, fue él quien estaba también detrás del falso cyborg con el que peleaste hace poco, una evidente estrategia de despiste preparada para ti… y quien sin que lo supiéramos, se escondía bajo mis propias narices. Hasta ahora.

-¿Qué quieres decir?

-Hace tiempo, una corporación compró a LexCorp un laboratorio muy importante, enclavado en las Montañas Rocosas. Se llamaba Simtech. Se supone que se trataba de una firma independiente de ingeniería avanzada. Hasta ahí, nada sospechoso, pero entonces cuando comencé a mover mis contactos para investigar sobre Corben y Ultra, saltaron varias cosas raras. La primera era que Karl Hoffman, uno de mis mejores científicos de confianza, trabajaba allí. Ni yo ni nadie de LexCorp firmó su pase a ese lugar. Lo segundo raro fue que hubo inusuales desvíos de material técnico de LexCorp a ese laboratorio sin que nadie del Directorio de la empresa lo aprobara. Ni siquiera yo lo hice. De más está decir que apretando un poco a cierta gente, averigüé que el material técnico que fue enviado al centro científico en las Rocosas resultó ser el cuerpo desactivado de Corben. Si sabes sumar dos más dos, te darás cuenta de que se esconde un patrón muy singular tras esta seria cadena de hechos…

-Ultra se esconde allí – concluyó Superman. Lex asintió y encendió un habano.

-No eres tan tonto como creía – comentó, fumándoselo.

-Pero si sabes donde se esconde Ultra, ¿por qué no has enviado a tu gente a ese sitio? ¡Eres el Presidente!

-Justamente, porque soy el Presidente tengo que medir mis acciones. Hay muchas cosas en este asunto que involucran a LexCorp indirectamente. E indirectamente, a mí. Corben es una de ellas.

-Lo recuerdo bien. Por eso es lo mandaste a matar la primera vez.

Lex asintió.

-Si Corben habla y las cosas que sabe sobre mí salen a la luz, mi gestión presidencial corre serio peligro. No puedo arriesgarme. Por eso es que recurro a ti.

-¿A mí?

-Sí. Veras, Superman… como bien sabes, públicamente no apoyo ni apoyare nunca tus acciones en este país. Para mí siempre serás un alien, un payaso disfrazado y extraterrestre que desaprovecha sus poderes haciendo obras caritativas. Pero en este caso, haré una excepción y te daré carta blanca para que detengas a Ultra y destruyas a Corben. Considera la información que acabo de darte como la única ayuda que recibirás de mí en éste caso.

-Gracias, Lex.

Superman se disponía a irse. Luthor lo detuvo.

-Una última cosa, Superman: si alguna vez mencionas ésta charla, simplemente la negaré. Para fines prácticos, lo mejor será asumir que esto nunca pasó. ¿Está claro?

-Como el agua.

Superman se marchó volando. Luthor siguió fumando tranquilamente su habano.


Lois Lane no podía creer lo que veían sus ojos.

A su alrededor, un montón de hombres enfundados en trajes aislantes trabajaban incansablemente en aquel laboratorio donde la habían llevado. Tenían algo gestándose en un tanque de vidrio enorme que desde su posición, no podía ver.

Se encontraba atada con cadenas y sentada en una silla, en un rincón. A su lado, Metallo montaba guardia sin quitarle sus ojos de encima. Pese a lo increíble de la escena lo más bizarro de todo aquello era el contenido de un recipiente lleno de líquido y conectado a unas maquinas: un cerebro humano vivo y palpitante.

-¡Bienvenida, señorita Lane! – dijo el cerebro, alegre – Bienvenida al portal de una nueva era… ¡La Era de Ultra!

-¿Ultra? ¿Usted es Ultra? – Lois se sintió estúpida. ¡Le estaba hablando a un cerebro, por Dios! Aun así, el órgano le respondió. Lo hacía mediante unos aparatos vocales adosados a su recipiente.

-Efectivamente. Lamento no estar presentable, pero es algo que vamos a remediar aquí, en este impresionante laboratorio, el más avanzado del mundo. Pero antes, lo esencial: usted es periodista y muy famosa… como testigo privilegiada de mi renacimiento, no puede quedar ajena a mi historia personal. Muchos querrán oír esta historia cuando lo que aquí hacemos sea masivamente conocido. Preste atención, Lois. ¡Ésta es la historia del origen del Ultra-Humanita!

El cerebro hizo una pausa dramática. Lois pensó si gritar serviría de algo. Probablemente a estas alturas, no.

-Mi nombre real es Gerard Shugel – empezó el relato – Fui el científico más brillante del mundo. Tanto, que fui contratado por LexCorp para presidir su división científica. Como ya sabrá su dueño, Lex Luthor, tiene una fijación con Superman: ansia destruirlo. Yo fui comisionado para hallar la forma de hacerlo. Tristemente, durante la prueba de un arma de mi invención sufrí un grave accidente y quedé paralítico. Luthor usó aquello como excusa para deshacerse de mí, alegando incompetencia. Pero la realidad era bien distinta; él estaba celoso de mi genio. El accidente y mi invalidez le dieron la excusa perfecta para echarme a la calle como a un perro sarnoso… Lo que él no sabía era si bien Gerard Shugel estaba terminado, el Ultra-Humanita acababa de nacer.-Se detuvo un instante como si buscase las palabras.-Donde otros se verían en aprietos y varados, yo halle fortaleza y poder. Mi intelecto era tan superior que decidí que lo usaría para vengarme de Luthor y lo haría humillándolo de la peor manera: destruyendo al Hombre de Acero.-El tono de su relato cambió, lleno ahora de vivazidad.-Pero sucedió que comprendí que si bien mi mente era la más grande de la Tierra, mi físico no era el apropiado para albergarla. Por eso, gracias a la ayuda de Metallo, aquí presente, descubrí cómo mantener vivo un cerebro sin cuerpo y luego, le envié a robar ciertos componente genéticos, los cuales mi gente ha usado para crearme un cuerpo nuevo. Un organismo avanzado y altamente evolucionado al cual solo le falta mi cerebro para funcionar… ¡Planeo que ese sea el momento culmine de mi existencia! ¡Mi consagración máxima como el ser más poderoso del mundo! Y quien a partir de ese momento regirá este planeta y el destino de sus habitantes.

-¡Eso nunca va a pasar! ¡Superman lo va…!

-…A detenerme. Cuento con ello, señorita Lane – dijo el cerebro – Pero me reservo varias piezas ocultas. Tengo algunos ases bajo la manga. Su presencia aquí es uno de ellos.

Hoffman, enfundado en un traje presurizado, se acercó al cerebro.

-Ultra, todo listo. Ha llegado la hora. Tu cuerpo biológico espera. Debemos trasladar tu cerebro.

-¡Magnífica noticia, Karl! Bueno, señorita Lane, nos veremos tal vez más tarde. Metallo, llévala adonde acordamos. Hoffman, iniciemos el proceso cuanto antes…


Superman atravesó el cielo volando velozmente hacia las Montañas Rocosas. Ya podía divisar el inmenso laboratorio donde Ultra se escondía. Un poco más y ya estaría allí…

Para su sorpresa, parecía que lo estaban esperando. Hombres armados salieron a recibirle, disparándole apenas descendió en la terraza del complejo.

Sintiéndolo más una molestia que una amenaza seria, el Hombre de Acero se movió a supervelocidad y se los sacó de encima, desarmándolos. Penetró entonces en el edificio y una andanada de nuevos disparos lo recibió, rebotando todas y cada una de las balas en su poderoso cuerpo.

-¡Déjenmelo a mí! – ordenó Metallo, apareciendo en escena. Llevaba encima una inmensa ametralladora de aspecto futurístico, la cual no dudó en utilizar sobre Superman, fustigándolo con otra lluvia de plomo caliente- ¡Muere! ¡Muere!

Prácticamente, vació el cargador de su arma en pocos segundos. Apenas la nube de humo que lo envolvía desapareció, un ileso Superman fijó su visión calorífica en el brazo izquierdo del cyborg y se lo destruyó, fundiéndoselo.

-¡¿Qué estas haciendo?! – gritó Metallo, sorprendido.

-¡No vale la pena luchar contigo! Prefiero dejarte inmóvil. Así no amenazaras a nadie.

El rayo de calor se centró en el otro brazo del cyborg y luego en sus piernas. Reducido a un torso sin extremidades, se desplomó inutilizado en el piso.

Superman se le acercó y lo alzó con su mano en el aire. Corben lo insultó, enfurecido.

-¿Dónde está Ultra? – le preguntó.

-¡Vete al diablo!

-¿Con que sí, eh?

El superhéroe amagó con retirarle la batería del pecho, como ocurriera en su primer encuentro.

-¡Adelante! – lo desafió Metallo - ¡Igual, no moriré!

-¿Adonde está tu jefe? ¡Respondeme!

Con la cabeza, Corben señaló en una dirección.

-¡No te va a gustar lo que encontraras! – dijo y se rió.

Superman lo arrojó al suelo y velozmente se dirigió al laboratorio principal. Llegó justo cuando Hoffman acababa la operación de Ultra y energizaba su nuevo cuerpo.

-¡Está vivo! ¡¡Vivo!! – gritó, excitado.

Algo surgió de un inmenso tanque contenedor en mitad del despliegue eléctrico. Una figura inmensa que se irguió sin temor.

-¿Ultra? – Superman no lo podía creer.

Una especie de antropoide peludo y albino, de ojos enrojecidos y enorme cabeza le sonrió desde un rostro muy parecido al de alguna clase de simio. Extendió sus musculosos brazos y admiró sus gruesos dedos. Acto seguido, se maravilló con las fuertes piernas que lo sostenían y le permitían caminar.

-Perfecto – dijo, con una voz grave pero distinguible – Es perfecto. Es la forma de vida más avanzada de toda la Tierra. La humanidad solo podrá llegar a ella después de millones de años de evolucionar. Yo tan solo he tardado unas horas – se fijó en el Hombre de Acero – Oh, perdona mi desnudes, Superman. No siempre se encuentra ropa adecuada para recibir al huésped esperado. Ya remediaremos eso… Ahora, déjame decirte que he renacido. ¡Más fuerte y poderoso que nunca! Ahora, soy superior a ti… ¡Soy el Ultra-Humanita!

Superman había visto suficiente. ¡Tenia que detener a ese loco! Pero cuando lo fue a hacer, Ultra dio rienda suelta a sus nuevos poderes.

Una potente onda mental surgió como un rayo psionico de su voluminosa cabeza, chocando contra el cerebro del kryptoniano. En un instante, Superman sintió como si le echaran lava volcánica en el interior. Gritó y se derrumbó en el piso, jadeando.

-¡Experimenta mis nuevos poderes telepáticos! – proclamó Ultra, extasiado – Ahora soy capaz de penetrar en tu mente, en lo más profundo de ella. ¡Conquistare tu psique y aplastare tu cerebro, de adentro hacia fuera!

-¡No… no… no! – Superman se retorció. Ultra estaba en su interior, podía sentirlo. Con sus dedos gruesos le apretaba el cráneo, le sofocaba los pensamientos, lo embotaba cada vez más y más.

-Sí, Superman. ¡Sí! Es justo que caigas ante mi poder. Soy el organismo más avanzado que existe. El ultimo eslabón en la cadena evolutiva del hombre. ¡Soy el Homo Ultra-Sapiens!

-¡AARGH! No… ¡No importa el dolor que me inflinjas! ¡No sucumbiré ante ti! – haciendo un esfuerzo titánico, el Hombre de Acero se puso de pie y enfrentó al villano.

-¿Así que te resistes? Vaya. Es bueno. Solo incitas mi curiosidad para comprobar a cuanto soy capaz de llegar para matarte. Pero te diré qué… Seré benevolente está vez y pospondré lo inevitable hasta el siguiente round. Después de todo, deseo que tu muerte sea a la vista de todos los habitantes de éste mundo y no solo para unos pocos.

El puño de Ultra se estrelló en la cara del superhéroe. Lo hizo volar contra el otro extremo de la habitación. El villano se volvió hacia Hoffman.

-Karl, muchísimas gracias. Te lo debo todo, a ti y a toda la linda gente de éste laboratorio. Pero me temo que ahora voy a prescindir de tus servicios…

-¿Ultra? ¿De que…?

Hoffman nunca terminó de hablar. Su energía mental le fue robada y cayó muerto, fulminado en el acto. Pasó lo mismo con todos los miembros del personal del laboratorio, Metallo incluido. Solo Lois quedó exenta del hecho y fue porque Ultra la tenía reservada para un plan de contingencia que se aprestaba a ejecutar.



Cuando Superman recobró la conciencia unos momentos después, Ultra había desaparecido y se encontró de cara con un mar de cadáveres. Todos yacían ahí donde les sobrevino la muerte.

Un ruido en alguna parte llamó su atención. Moviéndose a supervelocidad buscó el origen del sonido y lo halló en una cámara acorazada donde Lois lo esperaba, atada con un ingenioso mecanismo de tecnología avanzada en el cuerpo.

-¿Lois? ¿Qué…?

-¡Clark, cuidado! ¡Ese loco colocó unas especies de bombas en el aparato que me retiene! ¡Si me sacudes, explotaran!

-¡Maldito seas, Ultra! ¡Te juro que te haré pagar por esto! – gritó Superman, furioso.

“Cuento con ello”, la voz le llegó telepáticamente desde la distancia a su cerebro. Era Ultra. “Por lo pronto, tienes tan solo unos minutos hasta que el mecanismo automático se active y detone. ¡Date prisa para salvar a Lois, Clark!”

Superman no sabia si preocuparse por el hecho de que ahora Ultra conocía su doble identidad o no. Tenía un problema más acuciante por delante.

-Lois, escúchame: no puedo desactivar las bombas – le dijo – pero sí puedo quitártelas a supervelocidad. Voy a necesitar que te quedes quieta.

-¡Es fácil para ti decirlo! ¡Prueba tú a quedarte quietecito con esto encima!

-¡Lois, estoy hablando en serio! ¡Necesito que te quedes quieta como una estatua, pase lo que pase! ¿Ok?

-¿Tengo otra opción, acaso?

Superman se convirtió en un borrón de viento rojo y azul. A una velocidad increíble le fue sacando los explosivos uno a uno. Cuando los tuvo todos juntos, corrió hacia el exterior y tiró las bombas bien lejos.

Explotaron con fuerza al instante.

Ultra sonrió. Desde algún lugar contempló todo lo que pasó con el poder de su mente. Secretamente, estaba complacido de que Superman todavía no hubiera muerto. Ya habría tiempo de sobra para asestarle el golpe final. Eso lo decidiría él cuando así lo quisiese.

En tanto, todavía necesitaba saber el alcance de sus poderes y de su nuevo cuerpo. Empezaba una etapa nueva más que interesante para él.

Siempre con una sonrisa en su ahora blanco y simiesco rostro, Ultra se volvió hacia el sol poniente. Antes de seguir su camino con destino desconocido, le envió a su enemigo numero uno un mensaje telepático a modo de despedida…


Superman ayudaba a Lois a salir del laboratorio y contemplar el panorama desolador de todos los muertos, cuando el mensaje de Ultra le llegó fuerte y claro a su mente:

“¿Superman? Una ultima cosita y te dejo tranquilo por un tiempo: me ha gustado nuestro combate. Un montón. Me temo que no ha terminado. Volveré… lo prometo. Dale cariños a Lex.”

El Hombre de Acero miró hacia el sol que iba muriendo en el horizonte, con el rostro serio.

-Te estaré esperando, Ultra – dijo - ¡Puedes apostar por ello!


FIN

1 comentario :

  1. Otra aventura más que termina... y muchas más que empiezan. ;)

    Desde ya, quiero felicitar al dibujante de la Portada. ¡Ultra se ve terriblemente amenazante! ¡Muy, muy bien logrado el dibujo!

    ¡Un saludo a todos!

    FEDERICO H. BRAVO

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