La Cosa del Pantano nº 01

Título: La vida de un jersey
Autor: Alex Ogalla
Portada: David Enebral
Publicado en: Enero 2013

¡La Cosa del Pantano consigue su propia serie dentro de Tierra-53!! Alex Ogalla nos invita a acompañar a este personaje y vivir sus terroríficas aventuas. ¡No te lo pierdas!
Una vez creyó ser un hombre. Pensó que era Alec Holland quien, trágicamente, había terminado convertido en un monstruo. Pero ahora conoce la verdad. Él es un ser Elemental, conectado con toda la vida vegetal de este planeta Él es…
Creado por Len Wein y Berni Wrightson
Ya no escuchaba el croar de las ranas como música de fondo del pantano. Los árboles habían tornando sus hojas a color ocre y reparé en que mi cuerpo se había endurecido ligeramente. El otoño había llegado de golpe sorprendiéndome.
Últimamente apenas he tenido tiempo para descansar en paz. Demasiada lucha, demasiados males. Sentado en esta piedra gris frente a la charca del pantano reflexiono en silencio sobre el paso del tiempo y como ello afectará mi relación con Abby.
“Una lágrima cae en un pequeño jersey azul y antes de que la tela la absorba cae otra en un botón.
Una madre agarra un jersey azul, se lo lleva junto a su pecho y lo abraza con fuerza.
Un jersey azul es doblado con mucho cariño y metido en una caja de cartón que alberga dolorosos recuerdos.
¿Acaso sabe el jersey lo que ocurre? ¿Acaso cree que ese amor es para él? ¿Acaso sabe que nunca volverá a ser útil?”
Me llega un olor conocido de fósforo y madera quemándose. Él sabe perfectamente que no me gusta pero aun así se ha puesto a favor del viento para que sepa de su llegada. El aroma de las cerillas desaparece dando paso al de las hojas de tabaco quemadas, nicotina y alquitrán. Creo que lo hace para fastidiarme.

-Hola John. - Saluda La Cosa aun de espaldas al recién llegado.
-Hola.
-Algún día deberías plantearte dejar de fumar.
-Sí, claro. Algún día.
-¿Qué te trae por aquí esta vez? - Pregunta La Cosa volviéndose para hablar con su interlocutor.
-Algo pasa en el inframundo. Parece un avispero recién golpeado.
“Una lágrima cae sobre un metal plateado y brillante. Otra cae sobre un nombre grabado en el metal: Smith & Wesson.
Un padre sentado en su cama, a solas en el dormitorio, se introduce un revolver en la boca.
Un padre no se perdona el descuido que le ha costado la vida a su pequeño.
Una madre vaga, con una caja de cartón rebosante de dolor, por el pasillo entre dormitorios y contempla durante unos segundos la escena desde la puerta. Tampoco lo perdona y pasa de largo sin intentar evitarlo.
Un padre aprieta un gatillo y una madre escucha el sonido atronador sin pestañear. Aun no se ha dado cuenta pero el otoño a llegado de golpe a su corazón tornándolo ocre.”
-¿Sabes que ocurre?- Pregunta La Cosa mientras observa cómo Constantine apura su cigarrillo.
-Aun no. Es el tipo de revuelo que se arma cuando los demonios tienen oportunidades de salir. Muy parecido a esas noches al año en que ambos planos de existencia se superponen haciendo más fácil su estrada a este mundo. - Concreta John antes de exhalar la última bocanada de humo del pitillo acabado.
-¿Y bien? ¿Por dónde empezamos?- Pregunta La Cosa mirando con recelo la colilla en las manos de Constantine.
-Hay un condado en Alabama llamado Andalusia. Allí hay un triángulo del que emana mucha energía negativa cuyos vértices son el hospital regional, el Country Club y el cementerio Magnolia. Habrá que ir a investigar. - Comenta John mientras mete, para sorpresa de La Cosa, la colilla dentro del paquete de tabaco.
-Sabes que mi apariencia no es la ideal para ir investigando por ahí...
-Nos vemos allí mañana, Alec. - Interrumpe Constantine a La Cosa mientras se da la vuelta y vuelve por donde a venido.

La Cosa se queda mirando sin replicar pues sabe que sería inútil. Resuena en su cabeza el nombre de “Alec”. John nunca lo llamaba así y nada hace sin intención. ¿Porqué lo habría hecho?
Volvía a renacer en él esa pequeña necesidad de recuperar un poco de la humanidad perdida mientras el viento le traía una nueva fragancia a fósforo y madera quemada.
“Una madre recoge un certificado en el hospital regional y parte desde allí hasta el cementerio Magnolia en coche trazando una línea recta entre dos vértices. Apenas hay cinco minutos por carretera, pero a ella siempre se le hace eterno ese camino. Mientras está detenida por un semáforo en rojo, quizás un rojo más intenso de lo normal, observa a una joven pareja que cruza por el paso de cebra. Ríen y se besan. Son felices. Ella los observa y algo es su interior se retuerce y reacciona pisando el acelerador a fondo mientras mantiene los dientes apretados. El chirriar de los neumáticos provoca que sólo unos centímetros hayan separado a la pareja del atropello. La conductora sigue adelante, sin arrepentimiento, aunque las piernas le tiemblan. Una madre mudaba la piel ocre de su corazón para abrir paso una nueva piel gris, seca y rugosa.”
Abigail avanza con decisión a través de los matorrales e insectos que pueblan el pantano. Una libélula se cruza en su camino y ella se detiene cortésmente para cederle el paso. Se agacha, toma una flor del suelo y observa que una pequeña larva permanece impasible en uno de los pétalos. Con mucho cuidado toma al animal y lo deposita en otra flor. Y pensar que no hace mucho tiempo atrás hubiese saltado histérica por el contacto de cualquier insecto. Recoge su pelo blanco e introduce la flor entre los cabellos de la sien. Todos sus movimientos delatan su estado de ánimo. Parece una adolescente enamorada que sabe que unos metros más adelante ya le espera su pareja.

La Cosa la observa venir y, apenas quedan unos metros para el encuentro, él avanza hacia ella. No hacen falta saludos, no hacen falta gestos, sólo la mirada mutua acompañada de una sonrisa sincera.
Ambos se funden en un intenso beso con sabor a lima y se tumban a contemplar el firmamento. Llega a la cabeza de Abby la cita de Margaret Lee: “Los silencios entre amigos constituyen auténticas conversaciones. Lo importante no es lo que se dice, si no lo que no resulta preciso decir.”
Minutos más tarde La Cosa entabla una conversación.

-Abby, Constantine ha estado aquí.
-Umm. Eso quiere decir que te vas pronto a luchar otra vez. ¿Qué te ha prometido en esta ocasión?
-Nada. He asumido lo que soy y para lo que se me necesita. Existen algunos males para los que los super héroes no están preparados.
-Yo también te necesito.
-Y yo a ti, pero no puedo dejar que mueran personas sabiendo que puedo evitarlo.
-Nunca te pediría eso y lo sabes. Es sólo que...

La Cosa se vuelve hacia ella y le acaricia la mejilla. Ella vuelve su rostro hacia él y fuerza una sonrisa pero sus ojos llorosos la delatan.

-Te prometo que siempre que no tenga que estar salvando vidas estaré contigo dedicándote cada segundo.
-Lo sé. ¿Dónde irás? - Dice Abby mientras se incorpora.
-Al condado de Andalusia, en Alabama.
-Avísame cuando regreses. - Termina diciendo Abigail levantándose y sacudiéndose la tierra de la ropa. Ella emprende el camino de vuelta sin mirar atrás, sin despedirse cariñosamente de La Cosa. La cita de hoy ha sido un fracaso.
“Una madre con la mirada ida se arrodilla delante de una pequeña lápida. De una caja de cartón que filtra dolor y soledad, saca un jersey azul y unos cuantos juguetes infantiles y los coloca de manera caótica por encima de la tumba. Él era así de desordenado con sus juguetes, piensa ella.
A unos metros a su izquierda un viudo entrado en años habla con los restos de lo que una vez fue su esposa. Le comenta animado graciosas anécdotas de su nieta.
Un viudo demostraba haber superado la pérdida de un ser amado y a una madre se le hacía insoportable darse cuenta de ello.
Una madre comienza a vomitar por la boca, nariz y orejas un humo de color blanquecino que, como si de una tela de araña se tratase, toma consistencia y forma corpórea conforme va saliendo.
El ectoplasma tomó forma de demonio alado con cuernos pequeños y retorcidos. Soltó sus ligaduras con la mujer y se lanzó a estrangular al viudo.
El primer demonio ya ha entrado en este mundo.
El invierno había llegado de golpe al negro corazón de una madre haciendo que estallase en mil pedazos.”
Dejo mi cuerpo morir e introduzco mi consciencia en el verde. Me abro paso a través del musgo del suelo, de las raíces y de los arbustos. El verde me rodea y me abraza ofreciéndome su tranquilidad y seguridad haciéndome sentir como un feto en el gigantesco útero de la madre naturaleza. Por momentos me olvido de de la turbación que me ha provocado la marcha de Abby. Me concentro y localizo unas semillas de césped en el Country Club de Andalusia y renazco allí. Aun no he compuesto mi cuerpo del todo cuando noto que una mano me aferra el brazo y comienza a tirar de mí. Constantine tiene la cara desencajada y me grita.

-¡Maldito zombi vegetal! Llegas tarde, la fiesta ya ha empezado. ¡Vamos!

Apenas tengo tiempo de fortalecer mis extremidades salgo al paso de John.

-He descifrado porqué es tan fuerte la energía en el triángulo que forman el cementerio, el hospital y el Country Club. Un hombre llamado Fred, jardinero del Contry Club, se trajo consigo a su pequeño un día en el que el club estaba cerrado. Lo dejó que corriera por el green, los hoyos y que fuera a buscar pelotas extraviadas mientras él trabajaba. En un descuido el niño cayó al lago y cuando el padre se percató de ello el chico ya no se movía. No pudo reanimarlo. - Contó jadeando Constantine.
-Supongo -Apunta La Cosa – que de ahí fueron al hospital, y que allí no pudieron hacer nada por el pequeño y del hospital al cementerio donde está enterrado el crio. Los tres vértices del triángulo.
-Exacto, Sherlock. Al parecer la madre no para de recorrer ese triángulo con un gran dolor y una pérdida del juicio causada por el odio. Sin saberlo está alterando los planos de existencia dentro del triángulo. Jason Blood ha contactado conmigo para avisarme de la existencia de una brecha entre ambos planos por la que están escapando algunos demonios. Tenemos que ir al cementerio de inmediato y anularla.

Maldigo la torpeza y lentitud de mi cuerpo mientras veo como John me va sacando cada vez más distancia. Por suerte el cementerio Magnolia no está demasiado lejos. Cuando llegamos el espectáculo es abrumador. Dos demonios están asesinando salvajemente a los visitantes del recinto. Disfrutan sacando las vísceras de sus víctimas de un sólo zarpazo mientras los miran a los ojos para contemplar cómo se esfuma la luz de la vida en ellos. La luz que hace milenios que no ven, que no sienten, que no tienen.

Constantine la emprende con uno de los demonios mientras me grita:

-¡Alec! Encárgate de ella.

Otra vez usa mi nombre humano, pero no me permito la distracción.
Miro donde su dedo señala y veo a una mujer de mediana edad con los globos oculares negros en cuyas comisuras de la boca y nariz cuelgan unos pequeños látigos blancos y sé que es ella. Sé que es la madre del niño.
Se percata de mi presencia y nota la amenaza que supongo y su cuerpo se retuerce sacando por sus orificios un denso humo blanco que va dándole cuerpo a una criatura con extremidades tentaculares.

Apenas estoy a unos metros la criatura se despega de ella dejándola tirada exhausta en el suelo, y se lanza contra mí enroscando un tentáculo alrededor de mi cuello apretándolo fuertemente. Mi cuerpo no necesita respirar, haciendo de su maniobra de ahogamiento algo fútil y eso me deja las manos libres para arremeter contra su cuerpo. Meto los dedos en un orificio central que supongo es su boca. La bestia gime y noto cómo tensa más el tentáculo alrededor de mi cuello. Cuando tengo los dedos bien dentro introduzco la otra mano agarrando los lados de su horrible boca y comienzo a abrir y tirar. La criatura vuelve a gemir y convulsiona pero no es suficiente, no desiste. Desde el suelo hago que nuevos brotes nazcan y se conviertan en fuertes lianas que atraviesan los músculos de mis brazos convirtiéndose en gigantes tendones que triplican mi fuerza. Un esfuerzo más y desgarro a la criatura por completo. Sus restos en el suelo se asemejan a leche cortada, tanto por su aspecto como por su olor.

Constantine tiene dificultades con los otros dos demonios, hago brotar de los cipreses unas fuertes ramas que logran atrapar a uno de los demonios dejando a John en una posición más ventajosa. Ello me da libertad para encaminarme hacia la madre a la cual espero llegar antes de que se recupere.
Ella se pone en pie débilmente y comienza a abrir la boca para dejar escapar otro ectoplasma pero antes de que lo haga la agarro del cuello y aprieto. No quiero matarla pero no sé acabar con su mal y no veo otra solución. Aprieto un poco más.

Unos neumáticos chirrían junto a la verja de entrada del cementerio. Una mujer sale corriendo del coche ondeando su pelo blanco. Una voz conocida resuena en los oídos de La Cosa.

-¡Nooo! Alec, no lo hagas.- Grita Abigail a La Cosa mientras corre hacia él.
-¿Qué haces aquí? ¡Vete, es peligroso!
-Mírala Alec, su odio proviene de su dolor. Ella tiene una oportunidad si aparta el dolor de su corazón. Perdió a su hijo, Alec. Es una víctima también.

La mujer se retuerce intentando zafarse de la garra de La Cosa del Pantano sin éxito. Cuando acepta que dicho acto es inútil comienza a arrancar pequeñas ramas, musgo y trozos de hierba del pecho de la Cosa. No se da por vencida.

Llegan unos recuerdos a mi mente. Son antiguos y por tanto no míos si no de Alec Holland. Tiene unos cinco años y juega feliz en una alfombra detrás del sillón orejero que ocupa su padre, el cual lee apaciblemente el periódico frente a la chimenea. La puerta de entrada se abre dejando paso a una ráfaga de viento frío que hace que me estremezca. Seguidamente entra su madre...mi madre, que se arrodilla y me abraza. Su ropa está fría pero el calor de su amor me hace olvidar la sensación. Rozamos las narices y besa mi mejilla con gran delicadeza. Es un momento muy bonito, es un momento muy feliz. El recuerdo me devuelve algo de mi humanidad perdida y entonces comprendo exactamente los sentimientos de esta mujer a la que tengo atrapada. Toda esa felicidad, ese amor que esperaba volcar en su vástago le ha sido arrebatado de golpe. Es injusto, el mundo es injusto.
Abby me saca del trance cuando me toca el brazo con el mantengo atrapada a la mujer. Mira a John y él le devuelve la mirada asintiendo. Ahora comprendo qué hace Abby aquí, John la citó también.

-Señora...Maddie. Esto ha de parar. - Le habla suavemente a la mujer. La mano de Abby va resbalando con lentitud desde el brazo de La Cosa en dirección a Maddie.
-Tú lo amas... - Descubre Maddie.- Tú amas a esta... cosa. - Dice mirando a ambos. - El amor es un mal que hay que erradicar. He aprendido que la verdadera felicidad existe cuando no necesitas a nadie y nadie te necesita a ti.- Termina afirmando con fuerza.
-Eso no es cierto. ¿Qué sentido tendría la vida sin el cariño? - Le pregunta Abigail, mientras continua deslizando su mano por el brazo de La Cosa en dirección a la mujer.
-Mi hijo ya no tendrá cariño...¡y nadie más debe tenerlo! - Grita Maddie provocando que La Cosa aumente la presión de su presa sobre el cuello.
-¿Crees que tu hijo dejará de recibir cariño? Dime ¿Qué ves ahí? - Pregunta Abby deslizando su mano hasta la muñeca de la mano de La cosa y apretando levemente para que él afloje su garra. Abby señala a los demonios que luchan contra Constantine.
-Son ...son demonios. Han venido a hacer mi palabra realidad.
-Son demonios del inframundo y si ellos existen... si existe un infierno, Maddie...
-Ha de existir un cielo... - Termina diciendo Maddie y arranca a llorar desconsoladamente.

Abigail mira a los ojos a La Cosa a la vez que le aprieta un poco en la muñeca. Él entiende el gesto y retira la mano del cuello de Maddie la cual cae inmediatamente de rodillas gimiendo. Abby se arrodilla junto a la mujer y la consuela.
Los demonios que peleaban con John comienzan a gritar y a deshacerse en una nube de humo blanco y todo acaba tan rápido como empezó.
La tranquilad típica de un cementerio vuelve a reinar en el recinto.

-Debemos irnos. -Apunta Constantine a La Cosa. Éste mira a su vez a Abigail que continúa con la mujer la cual le devuelve una mirada de asentimiento.
-Yo me quedaré un rato con ella. - Dice Abigail.

La Cosa atraviesa el cementerio y busca un lugar escondido donde dejar su coraza cuando lleve su esencia de vuelta a Louisiana. Al girarse hacia atrás para conversar con Constantine sobre los recuerdos infantiles de Holland, éste ha desaparecido. Típico de él, le encanta hacerse el Batman, piensa La Cosa.
“Un jersey azul es donado, junto a unos juguetes infantiles, a la beneficencia y volverán a ser útiles.
Un hogar destrozado por la tragedia vuelve a florecer al abrir sus ventanas y dejar entrar el sol. El salón es repoblado por numerosas fotos de un chiquillo feliz con sus padres.
El corazón de una madre, roto en mil pedazos, se va recomponiendo poco a poco y si bien ya no es negro, tampoco volverá a alcanzar su color original.
Al corazón de una madre a llegado lentamente la primavera.”
Días después en el pantano.

-Abby ¿Cómo te convenció Constantine para venir?
-Sólo me dijo que necesitarías mi ayuda, para mí esa razón es suficiente.
-¿Sabes? Lo que sucedió me ha hecho reflexionar y he decidido que quiero conservar esos recuerdos de la infancia de Holland. No son míos pero me enriquecen.
-Me alegro. Luchamos con algo diferente a la fuerza bruta de siempre ¿eh?
-Sí y ha sido gratificante. - Termina diciendo La Cosa mientras él y Abby se recuestan juntos a las orillas de la charca del pantano. Ambos quedan largo rato en silencio observando las estrellas y sienten que vuelve a estar conectados.
En un lugar del inframundo muy poco frecuentado, un demonio de tercer orden se apresura a llevar un mensaje a su amo. En esa zona no hay fuego, no hay lava ni esclavos gritando por toda la eternidad. Es un lugar sombrío y frio, lleno de árboles muertos y ramas secas en el suelo. El demonio de tercer orden aplasta a su paso pequeños seres que parecen vivir mezclados con la hojarasca del suelo. A los que habitan volando en el aire los va apartando a manotazos. A pocos metros ve una gran charca negra con una piedra, roja y mate como la sangre seca, en en centro y sobre ella en la oscuridad está su amo.

-Señor, La Cosa del Pantano ha frustrado nuestra misión.
-Te equivocas, esclavo. - Dice una voz ronca, profunda pero fuerte. - El plan va según lo previsto. Hay que estudiar al enemigo. Ver cómo actúa, de qué recursos dispone y quién le ayuda. Y cuando tengamos toda esa información daremos el golpe final inutilizando cada una de sus opciones antes del ataque final.
-¿Y qué hacemos con la madre del crio? Ya no es útil.
-Nada. Provocamos la muerte de su hijo para un fin y este se ha cumplido. No hay que llamar la atención. Puedes retirarte.

“Un demonio abandona el hogar de su amo contento por haber servido bien.
Contento porque su amo tiene un gran plan que lo incluye.
Contento porque sabe que muy pronto se colará en el mundo de los humanos y podrá ver cómo se apaga la luz de la vida en sus víctimas a su paso. La recreación en su mente hace que se relama.”

Continuará...

8 comentarios :

  1. Leida la primera historia de la Cosa del Pantano para AT, sólo puedo decir que es todo lo que promete y mucho mas: una historia sencilla, autoconclusiva, bien narrada y bien llevada, sin excentricidades (lo que denota que el autor conoce y quiere al personaje)… y que termina prometiendo mucho mas. Me ha gustado mucho como ha explicado el conflicto y como lo ha resuelto, huyendo de la típica pelea de puñetazos. Me intriga mucho porque Constantine se refiere a la Cosa ahora como “Alec” y las implicaciones que eso pueda tener. Vamos, que quiero mas… :-D

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    1. Muchas gracias, Roberto. Ahí estaremos... al pie del cañón.

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  2. Álex Ogalla, otro nuevo autor de Action Tales, se presenta como parte de la "Nextwave" que tantas alegrías nos está dando en este comienzo de año, con una serie inédita hasta ahora en la Línea DC protagonizada por la Cosa del Pantano, personaje de culto que sólo había contado con breves apariciones en otras series, como por ejemplo, en la Wonder Woman de Jose Luis Miranda.

    Y lo que encontramos en este primer número es una historia hasta cierto punto autoconclusiva, que sin entrar en muchos detalles sobre el pasado del personaje, nos lo presenta de forma escueta pero suficiente, pasando rápidamente a lo que se quiere contar. Un número bien escrito, de estilo sencillo en su mayor parte, aunque más "intenso" en los segmentos que describen la desgracia de la madre sobre la que gira la amenaza a la que tendrá que enfrentarse la Cosa del Pantano con la colaboración de John Constantine.

    El final, por otra parte, nos confirma que Álex Ogalla tiene planes muy definidos para el futuro de esta serie, que junto con cierto detalle referente a la identidad de nuestro protagonista que se menciona en diversas ocasiones a lo largo del número, me hace pensar que esta serie puede dar mucho de sí en sus próximos episodios.

    En definitiva, otro éxito de Action Tales que habrá que seguir muy de cerca :)

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    1. Muchas gracias, Jerónimo. Espero estar a la altura de las espectativas.

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  3. Buena historia, me gusto bastante la forma en que Alex nos narra esta aventura de Swamp Thing, la cual me pareció entretenida e ideal para ser el primer número de la serie, aunque creo que falto detallar un poco mas quien es Swamp Thing y sus habilidades.

    Estaremos al pendiente de esta serie que pinta interesante, y bienvenido Alex a Action Tales.

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  4. Comentario de ROGER CORBERA vía Facebook: "He leído el primer número de Cosa del Pantano y debo decir... ¡EXCELSIOR! Realmente muy bueno y muy al estilo de la época AlanMoore.
    Aunque me sorprende ver que laCosa ha ido al logopeda. Antes hablaba así: "soy... la...cosa...del... pantano". ¡Felicito a su señora por sus arduos esfuerzos educativos!"

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    1. Gracias Roberto por colgar el comentario de Roger. Desde aquí le comento que La Cosa no ha ido al logopeda y que su señora Abby ha tenido "mucho gusto" en enseñarle a usar la lengua. jajajaja

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