Autor: David Guirado
Portada: Santiago Ramos
Publicado en: Agosto 2011
Ha llegado el día. Hoy Linda descubrirá todos los secretos que envuelven su origen. Descubrirá su pasado y decidirá cual será su futuro. ¡Hoy nace una leyenda! Acompañanos y no te pierdas el final de la saga "Origen Secreto"
Smallville, Kansas.
Los Kent se encontraban en el granero de su granja. Hacía dieciséis años que un secreto habitaba en ella. Y había llegado la hora que dejase de serlo.
Jonathan le pidió a Linda que empleando la fuerza sobrehumana que había demostrado poseer, levantase unas tablas clavadas en el suelo. La chica accedió y en un instante realizó esa acción.
Al hacerlo, vio algo insólito, algo que medio se esperaba, pero no es lo mismo esperarse algo que verlo con sus propios ojos. Era una nave de color plateado, exceptuando unas alas rojas situadas en la parte trasera.
Después de tantos años sin volverla a ver, guardada y escondida en su granero, los Kent contemplaban la nave donde habían encontrado a Linda.
Linda la miraba con los ojos abiertos como platos. Cuanto más cerca estaba de ella, mejor se sentía, invadiéndole un sentimiento de calidez. Era como si la proximidad de la nave espacial, fuese para Linda como una fuente de energía.
La chica cogió la nave, y levantándola la sacó de su escondite, con la intención de poder verla mejor. Y fue entonces cuando ocurrió algo que ninguno de los presentes podía haber previsto.
La nave empezó a brillar muy intensamente, de un color azul intenso. Eso provocó que Jonathan y Martha tuviesen que taparse la cara con sus manos por unos instantes. Sin embargo, Linda no podía apartar su vista de esa luz.
Del techo de la nave, salió una proyección holográfica. Era la cabeza de un hombre que estaba ataviado con una cinta en su frente, con símbolos ciertamente insólitos. Linda se preguntó si tendría alguna relación con esas figuras de su pasado que le mostró hace años el “Extraño”, pese a que no coincidiese el color de las mismas. Pronto comprobó que no, puesto que la cabeza empezó a hablar.
- Soy Zor-El, de Krypton- empezó a decir el holograma- Si se ha activado esta grabación, realizada en el idioma nativo del destino de mi hija. es por que mi misión ha tenido éxito.
La familia Kent no pudo ocultar una expresión de asombro, exceptuando Linda, que no apartaba la vista del holograma.
- He enviado a mi única hija al tercer planeta del Sistema Solar- continuó diciendo la imagen- conocido por vosotros como la Tierra. Si estás escuchando esta grabación es por que la has activado con tu contacto. La nave estaba programada para reproducir esto al contacto con las células de mi hija, una vez estuviesen recargadas de energía solar.-Y tras unos instantes- Repito, mi nombre es Zor-El. El nombre de mi esposa, tu madre, es Alura. Tú nombre de nacimiento es Kara, adoptando como apellido, mi nombre. Eres Kara Zor-El, del planeta Krypton.
Linda pegó un respingo al escuchar su verdadero nombre.
- Eres Kara, mi única hija; Kara, la última hija de Krypton. Tu mundo de origen es Krypton, un planeta que se encuentra avocado a la destrucción. Mientras realizó esta grabación, el planeta está llegando a su fin. Mi hermano Jor- El, del gremio científico de Krypton, predijo el desastre. Son los últimos días de este mundo.
La joven Linda Kent recibió un shock emocional. Por si fuera poco enterarse de que “Linda” no era su nombre, pertenecía a un mundo que ya no existía.
- Una reacción en cadena dentro del corazón de nuestro mundo ha provocado un incremento de presión en la corteza del planeta, que está fundiendo los elementos nativos transformándolos en un metal radioactivo. Esa radiación está matando a la gente de nuestro planeta. Y eso no es todo. Esa misma presión que crece y crece, será pronto demasiada para contener el manto rocoso. En un plazo cercano de tiempo, Krypton habrá explotado.
La familia Kent escuchaba atónita las palabras de Zor-El.
- Mi esposa Alura, tu madre, y yo no podíamos soportar la idea de que perecieses junto al planeta. Nosotros ya estamos condenados, por que estamos afectados por la radiación verde que está aniquilando a los Kryptonianos. Vamos a morir, víctimas de la “Muerte Verde”, nombre por el que conocemos a la enfermedad radioactiva. Sin embargo, tú estabas completamente sana. La única forma de salvarte, era mandarte a otro mundo, lejos de Krypton.
Le habían salvado la vida, pensaba Linda. Su mundo natal pereció, pero ella no. Fue enviada lejos y salvada.
- El mundo al que elegimos enviarte es la Tierra, concretamente a una nación llamada América. Exactamente a una subsección llamada Kansas. El Planeta orbita en torno a una estrella amarilla llamada Sol. Expuesta a la radiación solar, tus células Kryptonianas se sobrecargarán, convirtiéndote en un ser muy poderoso. Tendrás habilidades como correr a supervelocidad, poseerás una fortaleza superior a la de los nativos terrestres, tu cuerpo será prácticamente indestructible, tus ojos emitirán energía solar y tendrás capacidad a ver a través de los objetos, tu aliento podrá provocar un viento ártico, podrás escuchar más allá del oído humano y serás capaz de volar y elevarte por encima del cielo.
Linda no daba crédito a lo que estaba escuchando. Poseía o poseería aún más habilidades de las que ya tenía. De momento no había notado nada raro en sus ojos, salvo que parecía ver a más distancia que cualquier persona. Pero, ¿volar? Que ella pudiese hacer eso era algo que ni tan siquiera era capaz de concebir.
- Te convertirás en un ser superior del Planeta. Has de usar siempre tus habilidades especiales sabiamente, Kara. Tu destino es ser especial. No obstante, has de tener cuidado con la “Muerte Verde”. Krypton está cediendo a la presión interna, y se está fragmentando antes de explotar. Y varios fragmentos en forma de roca del metal radioactivo, acompañarán en su viaje a la nave que te llevará a la Tierra. Ten mucho cuidado de no exponerte a su contacto de forma prolongada o fallecerás. Además, podría producir el metal radioactivo efectos desconocidos por la ciencia de Krypton a los humanos.
Realmente, ésto no cogió a nadie por sorpresa, por que recordaban la experiencia de Linda que tuvo con un trozo de roca verde cuando era una niña pequeña. Sin embargo, lo de que podría producir efectos en los humanos era algo nuevo para ellos.
- Kara, hija mía, recuerda lo que te he dicho: usa tus poderes sabiamente, como te he dicho antes. Es importante que lo hagas. Y ten presente que los últimos pensamientos de tu madre y los míos, son hacia ti. Hasta siempre, Kara.
Una vez el holograma de la cabeza de Zor-El dijo estas palabras, desapareció.
Linda salió un momento fuera del granero. Quería comprobar algo. Pegó un enorme brinco y se elevó por encima del tejado. Permaneció por unos instantes en el aire, como si de un ángel moderno se tratase.
Sus padres la contemplaron con la boca abierta, viendo cómo Linda lograba un amago de vuelo.
Sin embargo, la joven todavía no tenía muy desarrollada esa habilidad y al no dominarla demasiado, tras unos breves instantes, descendió.
- Me siento superada- confesó Linda a sus padres- Tengo demasiado en que pensar, sobretodo en lo referente a mis poderes. Lo he demorado demasiado, pero con habilidades como las mías, se deben de tomar decisiones.
Una vez dicho eso, Linda desapareció a supervelocidad, sin mediar palabra, dejando tras de si a unos preocupados Jonathan y Martha Kent, que no sabían que decisión iba a tomar su hija.
Linda Kent necesitaba dar un paseo, alejarse un poco de casa y desconectar de todo. Con su supervelocidad, y ahora con su recién adquirida capacidad de vuelo, podría ir a cualquier parte del mundo en un instante. Pero era una opción que ni siquiera se la había pasado a la chica por la cabeza, puesto que le encantaba recorrer, caminando, las calles de Smallville.
A Linda le fascinaba el pueblo donde se había criado. Para ella suponía un placer pasear por él, pero, en el presente día, no se encontraba especialmente feliz, pese a realizar una actividad que era de su agrado.
La cabeza le daba vueltas acerca de muchos temas. Linda tenía asumido desde hacía años su condición de alienígena, en gran parte gracias al “Extraño”, pero los acontecimientos acontecidos en el día de hoy habían sido demasiado para su pobre cabecita. Decir a sus padres que sabía que no era su hija biológica, que era una alienígena, Krypton, enterarse de que con casi toda probabilidad era la única superviviente de su raza, contemplar, aunque fuese en una proyección a Zor- El (su padre biológico), saber que poseía una nueva capacidad tan increíble como volar, obtener el conocimiento de que esos meteoritos verdes podrían ser capaces incluso de poder matarla… Linda necesitaba un respiro para poder procesar toda esa información.
Por una parte se sentía muy desolada al conocer la tragedia que había sufrido Krypton, y por otro lado, se sentía bendecida y agradecida. Le debía la vida a Zor-El por haberla salvado de perecer en la destrucción de Krypton, aumentándose la deuda hacia él, al haber tenido la inmensa fortuna de haber aterrizado su nave en un pueblo como Smallville, pudiendo ser acogida por una familia tan bondadosa como los Kent.
Si de ellos, había aprendido la calidez y los sentimientos humanos, de su parte Kryptoniana, le habían sido legados unos poderes con los que podría marcar la diferencia.
Pero, ¿debía hacerlo? Es decir, ¿qué pasaría si la descubrían? Linda recordaba que “el Extraño” le había advertido acerca de la necesidad de emplear sus habilidades en secreto, probablemente porque era consciente de lo que ocurriría y de lo que la gente le haría si la descubrían. Existían muchas posibilidades de que la separasen de sus padres y la alejasen de aquellos a los que más quería en el mundo. Desde luego, querrían experimentar con ella, incluso quizás intentasen abrirla para ver cómo era por dentro, o por lo menos intentarlo. Por no mencionar que la gente la dejaría de lado, y que sus amigos Pete y Lana, no la volverían a mirar con los mismos ojos. Y eso para ella era peor incluso que el gobierno quisiera experimentar con ella.
Así que, por mucho que quisiera marcar la diferencia, ¿merecía la pena el riesgo que tenía que correr?
De pronto, Linda vió como un niño pequeño estaba jugando al pilla pilla con otro en medio de la calle. La chica los reconoció inmediatamente, se trataban de los pequeños hermanos Smith. Esos chicos eran realmente traviesos, con apenas 5 y 7 años . Cada vez que había acompañado a su madre a llevarle a la Sra Smith alguna de las míticas tartas de manzana de Martha Kent, Linda había podido comprobar como siempre la pareja de hermanos, ponían patas arriba todo con sus juegos. Ahora Linda, los contemplaba jugar despreocupadamente en la calle, y deseó ser cómo ellos. Sin preocupaciones y sin problemas, tan solo dedicando su tiempo a ser niños y a poder jugar libremente sin temores.
Mientras Linda Kent se encontraba ensimismada en sus pensamientos, un gran camión se dirigía a toda velocidad por las calles de Smallville, conducido por alguien que prefería el placer de experimentar el sabor en su boca de un buen de trago de Whisky antes que la seguridad al volante.
El camión recorría el interior del pueblo superando ampliamente la velocidad permitida por las normas de tráfico, y solo era cuestión de tiempo que se produjese algún tipo de incidente.
Cuando el descontrolado vehículo se encontraba por la calle en la que jugaban los niños, no aminoró su velocidad. Es más, el ebrio conductor ni tan siquiera los había visto en la distancia. Sólo cuando los tenía casi encima, se percató de su presencia. Usó la bocina, haciendo que todo el mundo, incluída la madre de los niños fijaran la vista en lo que parecía que iba a ser un atropello.
Afortunadamente, Linda sí había sido testigo de toda la escena. Usando su supervelocidad, y sin ningún tipo de duda, agarró a los dos niños, dejándolos a salvo en la acera. Se había desplazado a tal velocidad, que había sido imperceptible al ojo humano, distinguiéndose en un caso extremo como un borrón en movimiento si hubiese sido captada por alguna cámara.
El camión pegó un frenazo, pero de no haber intervenido Linda, hubiese sido demasiado tarde. Ese fue el día en que cierto conductor de vehículos dejó la bebida para siempre, pues le pareció ver cómo delante suya había dos niños… que luego habían desaparecido del frente.
Linda contempló cómo los dos niños, corrieron hacia su madre, quien los abrazaba llorando. Habían vivido una especie de milagro, pues se habían trasladado misteriosamente de lugar, salvándose de morir arrollados. Los hermanos Smith, creerían, engañándose incluso a ellos mismos, que todo esto había sido parte de un misterioso sueño; mientras que la Sra. Smith, siempre daría gracias a Dios, por haber realizado ese milagro, salvando la vida de sus hijos.
Linda Kent se detuvo a contemplar esa escena feliz. Ella había sido la causante de que no se perdieran dos jóvenes vidas. Pese a sus dudas, cuando llegó la hora de actuar, no lo dudó ni un solo instante. Sólo pudo ir en una dirección. Y mereció la pena. En ese momento decisivo, Linda comprendió que su corazón le pesaba más que cualquier miedo. Sólo por ver la cara que pone una madre al ver a sus hijos sanos y salvo, cualquier riesgo que pudiese padecer, era asumible. Linda había tomado su decisión.
Jonathan y Martha Kent se encontraban en su granja. Estaban preocupados por Linda. Hacía ya un rato que se había marchado a dar una vuelta por el pueblo, y todavía no tenían noticias suyas.
Mientras tanto, habían ocupado escondido la nave en su sitio, como si nada hubiese pasado. Pero si había ocurrido. Habían averiguado que Linda sabía de hace tiempo que no era su hija, cuál era su planeta de procedencia, que era la última superviviente de Krypton y la habían visto elevarse por el cielo, como si fuese una especia de diosa o de ángel. Pero una cosa que les había dolido, más de lo que ellos mismos quisieran admitir, fue ver la imagen del padre biológico de Linda, puesto que eso, les había recordado, una vez más, que ellos no eran sus padres naturales.
Aún más, les preocupaba saber como Linda había encajado toda esa información que había recibido.
De golpe y porrazo, notaron una ráfaga de viento a su alrededor. Su hija había vuelto a casa.
- ¿Linda? Cielo, has vuelto- dijo Martha Kent.
- Si, mamá- contestó la joven. Y tengo cosas que contaros.
Los Kent se quedaron mirando a Linda. Todos estaban anonadados por lo que había ocurrido.
- Mamá, Papá, no debéis preocuparos- dijo Linda, siendo ella la primera en hablar- como os he dicho hace poco, para mi vosotros sois mis verdaderos padres. Y mi nombre va a seguir siendo Linda.
- Cariño, no sabemos que decir, tan solo que te queremos- fue la respuesta de su madre.
La chica les contó a sus padres lo que había acontecido en el pueblo, y como había salvado a esos niños de morir atropellados.
- Mamá, Papá- empezó a decir Linda- ha pasado ya tiempo desde que manifesté mi primera “habilidad especial”. Desde entonces, me he concentrado en mantenerlos ocultos a la gente.
- Es lo mejor que podías hacer, hija, para que nadie te apartase de nuestro lado, ni te hiciese daño- se justificó Jonathan.
- Lo sé – contestó Linda- Sé que ambos os preocupáis por mí, pero he tomado una decisión.
- ¿Cuál es? Sea cual sea, la apoyaremos. - aseveró Martha Kent.
- Gracias.- sonrió Linda- Mis habilidades, las que me han sido concedidas, son demasiado especiales. No deseo que el mundo sepa que Linda Kent es alguien tan especial, y quiero pasar inadvertida. Pero no me quedaré de brazos cruzados. Si sucede cualquier cosa en la que se requieran mis poderes, no dudaré en usarlos.
- Linda, es demasiado peligroso- le recriminó Jonathan.
- Papá, dime que tú si te hubieses quedado de brazos, dejando que esos niños muriesen atropellados y entonces te llamaré mentiroso- aseguró Linda.
- Nuestra hija tiene razón- decía Martha a su marido- y lo sabes.
- Supongo que es cierto- se resignó Jonathan, mientras se encogía de hombros.
- Además- le tranquilizó Linda—insisto en que deseo pasar lo más inadvertida posible. Solo actuaré cuando sea necesario, y seré cuidadosa. Actuare como una especie de “arma secreta”.
Los Kent se acercaron a Linda y la abrazaron. Esa era la hija que habían criado. Los valores que la habían trasmitido a lo largo de los años, estaban grabados a fuego en el corazón de la joven. Puede que fuese Kryptoniana, perteneciente a un mundo que ya no existía, pero a sus padres no les cabía duda de que Linda era su hija.
Linda se encontraba en una colina cercana a la granja de los Kent. Estaba sentada, reflexionando. Si, ella poseía habilidades extraordinarias. Por dentro no cabe duda de que se sentía como una chica normal, pero en el fondo siempre sabría la verdad: que no lo era. Lo importante, como le dijo ese “Extraño” hacía unos pocos años, era su naturaleza, la forma en la que había sido criada y educada.
Linda Kent, se incorporó poco a poco hasta ponerse en pie. Había crecido siendo humana y sintiéndose como tal. Pero eso solo era una de sus mitades. Le faltaba otra parte: la mitad que ahora sabía que era Kryptoniana, siendo esta última la que le daba sus habilidades.
La chica empezó a correr, por el prado, usando poco a poco su supervelocidad. Con sus extraordinarias capacidades, tenía potencial para hacer muchas cosas, lo importante es que haría con ellas. Y su elección era que los usaría. Ese visitante que brillaba con luz verde, le había dicho que usara sus habilidades muy discretamente y siempre para el bien. Zor- El (se resistía a pensar en él como en su padre) le había transmitido su deseo de que las utilizara sabiamente. Los Kent, sus padres, le habían criado bajo la máxima de que hiciese siempre lo correcto.
Linda pegó un salto, muy fuerte, que la elevó muy alto. Si, usaría todas sus enseñanzas para forjar su naturaleza. Y ésta sería que haría lo que le pidiese su corazón. Y éste le pedía que empleara sus poderes para salvar vidas. Puede que sus extraordinarias capacidades fuesen el de una extraterrestre Kryptoniana, pero su corazón era muy humano. Obedecería los dictámenes del mismo.
La joven, levantando el vuelo, con los brazos estirados y abiertos hacía adelante y con los puños cerrados, sonreía plácidamente y esto se destacaba en su rostro. Siempre sería una herramienta para hacer el bien, luchando por la verdad y la justicia.
Linda volaba a toda velocidad por encima de la granja de los Kent, mientras la pareja miraba orgullosa a su hija. Su vuelo era todavía un poco torpe pero al matrimonio no le cabía duda de que su Linda acabaría dominando también esa habilidad. Después de todo, ese bebé que encontraron hacía 16 años, había resultado ser más que una chica. No cabía duda de que se trataba de una autentica superchica.
FIN
(¡LINDA VOLVERÁ MUY PRONTO CON UNA NUEVA AVENTURA:
SUPERGIRL: FREAKS!)
Lo he dicho mil veces y lo repito, vaya pedazo de portada :)
ResponderEliminarAmen!
ResponderEliminarGran portada y gran relato!!!
ResponderEliminarya se van despejando algunas incógnitas!