Elseworlds Supergirl nº 02

Titulo: Origen Secreto (II)
Autor: David Guirado
Portada: J.G. Miedes y Soturisi 
Publicado en: Julio 2011

Tras la impactante revelación descubierta en el número anterior, el mundo alrededor de Linda Kent parece desmoronarse bajo sus pies... pero es sólo el principio. Muchás más sopresas la esperan en esta increible historia. ¡No te la pierdas!

Hace 4 años.

Smallville, Kansas.
La figura resplandeciente de color de verde se estaba acercando poco a poco a la ventana del cuarto de Linda Kent.
La chica de 12 años lloraba desconsoladamente. No era para menos. Acababa de escuchar con su superoido que no era hija de los que creía sus padres biológicos, Jonathan y Martha Kent. Peor aún, había escuchado que no era humana. La sola idea le resultaba aterradora. Pese a sus poderes no había sospechado siquiera que no era humana. ¿Entonces qué era? ¿Un ser monstruoso del espacio exterior? No podía ser, no era posible. Eso era lo que se decía a sí misma. Pero se lo había escuchado decir a sus padres, por lo menos, a quien ella creía hasta la fecha que lo eran. Pero ellos nunca la mentirían, ¿no? Aunque si aquello era cierto, eso significaba que la habían estado mintiendo. Toda su vida.
Mientras Linda se repetía esa cantinela, no se daba cuenta de que una luz luminosa, de color verde había entrado en su habitación, a través de su ventana. No obstante, le fue imposible no hacerlo cuando la luz brilló intensamente.
Linda Kent se secó las lágrimas instantáneamente y se quedó anonadada, con los ojos abiertos como platos, ante lo que estaba sucediendo. Veía cómo una figura de tamaño humano, no cesaba de brillar, como si fuese una luz de neón.
Podía haber hecho mil cosas: Podía haber salido corriendo, con su supervelocidad., podía haber pegado un supersoplido, para intentar alejarlo, o en una reacción más común, podía haber gritado, para alertar a sus padres, (aún seguía pensando en los Kent como si fuesen sus padres). Pero no hizo nada de todo eso. De alguna extraña forma, esa presencia, no le transmitía la sensación fuese a hacerle daño.
De sopetón, la luz verde empezó a ser cada vez más tenue, aminorando la potencia e intensidad de su brillo, revelando una especie de humanoide, cuya imagen se diluía perdida en la anterior intensidad de la luz. Era un ser cuyas características eran muy similares, a las humanas. Tenía proporciones humanas e, incluso, extremidades. Lo que le diferenciaba de un ser humano, era el intenso color morado que caracterizaba sus rasgos faciales y el color de su piel.
Linda se percató de que llevaba una especie de anillo luminoso, de donde quizás provenía todo esa misteriosa y resplandeciente luz.
- Linda Kent, de la Tierra- empezó a decir el extraño ser- siento tu dolor.
La chica no daba crédito. La voz del “Extraño” (palabra con la que definiría al humanoide que la visitaría en los años venideros) era más calida de lo que aparentaba en un principio. Su rostro era frío, no mostrando muchas expresiones faciales ni gestos. Pero su voz… era de una gran calidez. Por irónico que fuese, era una voz muy…. Humana.
- Siempre he estado velando por ti. Desde tu llegada. No dudes que eres humana, quizás no lo seas de nacimiento, pero si lo eres de corazón- continuó hablando el “Extraño”.
- ¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?- fueron las preguntas que Linda acertó a articular.
- Soy…. un amigo- respondió el ser.
Acto seguido, levantó su brazo, apuntó a Linda con el anillo luminoso de color verde que portaba en la mano derecha y dejó salir una especie de fina línea, toda ella verde. Esa emisión del anillo, para gran sorpresa de Linda Kent, se fue convirtiendo en imágenes, también por completo de color verde, suyas y de sus padres, los Kent. Ese anillo le mostraba varias imágenes del pasado.
Se vio a ella misma de bebe, mientras Martha Kent, le daba de comer un potito. Se contempló a si misma con cinco años, mientras Jonathan Kent intentó enseñarla a ordenar a una vaca, cuyo resultado fue una Linda con la cara manchada de leche de la tetilla del animal. El anillo fue mostrándole una sucesión de recuerdos: el día que descubrió su supervelocidad, el día que sopló más fuerte que un humano…. Pero sobretodo, le mostraba momentos felices: como un día viendo dibujos animados y riéndose con su amiga Lana o haciendo guerras de bolas de barro con Pete Ross.
- Linda- decía el “Extraño” mientras su anillo iba mostrándole todas esas construcciones - tú eres humana. No lo dudes. No importa tu origen. Los Kent te han cuidado y querido desde el primer momento. Siempre te han dado todo su apoyo y cariño. Eres su hija, te han tratado como tal y nunca has sido considerada menos que eso. Recuerda esto. Estás adquiriendo grandes poderes, pero sea cuál sea tu origen, nunca has de olvidar tu naturaleza y cómo has sido educada. Guarda tus habilidades, y úsalas muy discretamente. Y siempre para el bien.
Linda escuchaba muy atentamente las palabras de este ser que decía ser un amigo, simultáneamente a que veía las imágenes. Sopesaba cada una de ellas como si se tratase de algo muy valioso. De golpe y porrazo, la sucesión de imágenes de color verde cesó. El “Extraño”, la miraba fijamente a los ojos, mientras ella hacía lo propio. Linda reparó en que tenía unos ojos muy intensos.
- Linda Kent, de la Tierra, no olvides que no estás sola. En su momento, volveremos a encontrarnos. Mientras tanto, no olvides tus valores- fueron las últimas palabras que la chica oyó decir a su inesperado visitante.
De sopetón, tras pronunciar esas últimas frases, el “Extraño” volvió a brillar intensamente, como en el momento de su llegada. Y tal como vino, se fue, brillando como un faro de esperanza verde en la noche.
Tras la extraordinaria experiencia vivida, Linda se tumbó en su cama y comenzó a pensar. Tenía razón. Ese ser, estaba en lo cierto. Quizás no fueran sus padres biológicos, pero los Kent siempre la habían querido y tratado como a una hija; la cantidad de momentos felices vividos junto a ellos, era infinita e innumerable. Los quería y pensaba en ellos como sus padres. Su descubrimiento de esta noche, no cambiaría nada.
Además, el somero repaso de escenas de su vida al que había sido sometida, le había convencido de que era humana. Quizás su nacimiento no estuviese ligado a la especie humana, pero los buenos momentos acontecidos en su vida, sí.
Nunca se consideraría menos que humana, no importa su origen, lo importante eran las experiencias que había estado viviendo en Smallville con su gente.
Aquel “Extraño” le había salvado de una vida de sentimientos de soledad, y le había hecho recordar lo afortunada que era. Siempre estaría en deuda con él.
Hace 2 años.
Habían transcurrido dos años desde la vista del “Extraño” y la vida había ido siguiendo su curso.
Las palabras de ese visitante acerca de Linda y de sus grandes habilidades, habían resultado totalmente proféticas.
Nuevas habilidades por encima de lo humano se habían ido desarrollando a lo largo de estos años. Podía saltar a gran altura, como había descubierto cuando tenía 13 años, un día en el que se había puesto a saltar a la comba. Nunca olvidaría la cara que puso su madre al verla sobresalir de un salto, que incluso superaba la altura de la granja de los Kent. Tuvieron mucha suerte de que esa manifestación del poder de Linda aconteciese en un entorno donde nadie ajeno a ellos, pudiese verlo.
Por raro que sonase, se había ido acostumbrando a controlar mejor sus habilidades. Cada vez que una nueva capacidad extraordinaria hacía su aparición, Linda tardaba menos en aprender a tomar las medidas adecuadas, cómo debía controlarse para no hacer gala de un uso desproporcionado.
Era como si a medida que iba creciendo, también lo hacía el dominio de sus poderes y la tenacidad demostrada a la hora de controlarlos.
Esos saltos no serían la única demostración de habilidades por encima del límite de lo humano. En esos momentos, cuando Linda Kent contaba con 14 años de edad, se le cayó debajo de un sofá un lápiz. Realmente lo necesitaba para hacer sus deberes escolares, así que se abalanzó a recogerlo. Lamentablemente, tras arrodillarse para poder recuperarlo se percató de que no le cabía la mano hasta donde se encontraba el lápiz, así que procedió a levantar el sofá.
Ella se encontraba agachada, intentado agarrar su lapicero. Ni se había percatado de que había levantado el sofá por encima de su cabeza, empleando una única mano, cuando ella lo único que había pretendido era levantarlo lo suficiente como para poder desplazar una mano por debajo.
Jonathan Kent estaba leyendo en ese momento el periódico, sentado en un sillón contiguo, y ni qué decir tiene que lo soltó de golpe y porrazo. Conforme iban pasando los años, era cada vez más evidente que ese bebé que encontraron en la nave espacial, se estaba convirtiendo en la muchachita más poderosa del mundo.
Tras este incidente, sus padres fueron poniendo a prueba el recién descubierto poder de Linda. Primero lo intentaron con cajas y cajones de madera, que fueron para la chica como un juego de niños. A continuación, pusieron el límite en rocas de un tamaño considerable. Eso tampoco supuso ningún reto excesivo para su hija, quién en un abrir y cerrar de ojos, había podido levantarlas. Incluso un día, para gran temor de Jonathan, quiso poner a prueba su superfuerza, levantando el tractor que poseían los Kent. Pese a la desaprobación de su padre, Linda en un descuido de sus padres, lo agarró, obteniendo el resultado, que también estaba entre sus habilidades el poder levantarlo.
No era el límite de lo que podía levantar o no, lo único que debía practicar Linda. Tenía por medio la importante tarea de aprender a controlar su fuerza, para no hacer jamás un uso excesivo de ella. No resultaría una tarea ardua, pues parecía tener una capacidad innata para ello. Mediante el uso de frutas y verduras varias los Kent lograron que Linda supiese cuál era la medida exacta en la que debía agarrar las cosas, sin que estas resultasen pulverizadas. Por no mencionar el daño que podría causar a la hora de tener que hacer un simple gesto típico, como dar la mano a cualquier persona.
Mientras seguían practicando, ya no sólo agarrando fruta, sino todo tipo de utensilios, como trozos de hierro, Linda lo pasó un poco mal, al tener que medir todos sus movimientos en su vida diaria. Por ejemplo en clase de gimnasia, pasó un balón con más fuerza de la debida a Pete Ross, provocando que esté acabase de bruces en el suelo, convirtiéndose en escarnio de toda la clase, ya que pudieron ser testigos de cómo una chica había lanzado con más fuerza de la que Pete podía soportar.
Este acontecimiento obtuvo como resultado el que desde ese día Linda entrenase concienzudamente, no sólo cómo agarrar las cosas sin pulverizarlas, si no también la fuerza a la que debía lanzarlas, siendo su objeto de entrenamiento favorito pelotas de béisbol o de baloncesto. Por no mencionar las piedras.
Pero sin duda alguna, del encuentro acontecido dos años antes con el “Extraño”, la parte que siempre recordaría, era la referida a que nunca olvidaría cómo había sido educada. Todo este tiempo, lo único que había recibido de esa familia, había sido amor. Tanto daba que no le uniesen lazos de sangre con los Kent, lo importante era que sí le unían lazos del corazón. Siempre estaban para ella, y el amor que le trasmitían cuando le ayudaban en sus entrenamientos para controlar sus habilidades, o con escenas cotidianas como cuando su madre le preparaba un zumo de naranja, incluso cuando su padre se reía con ella viendo alguna película de humor en la televisión, son lo que habían hecho de Linda lo que era.
Y ser humana, no era cuestión o no de dónde has nacido, si no de lo que has vivido. Y sin duda alguna, el “Extraño” estaba en lo cierto, nunca había sido considerada menos que humana.
Ahora.
Linda Kent había cumplido ya los 16 años de edad, habiéndose convertido en una jovencita muy atractiva. Su melena rubia le llegaba ya casi por la cintura, mientras que sus ojos, eran capaz de enamorar a cualquiera.
Desde el día en que adquirió la capacidad de superfuerza, no había adquirido ningún habilidad especial más…. O eso creía ella.
Su vida había ido transcurriendo con normalidad. Iba al instituto junto con Lana Lang y Pete Ross, formando los tres una piña inseparable. Lana era su amiga, con quién intercambiaba sus confidencias sobre chicos, sobre lo atractivo que le resultaba Kenny Braverman. Pete era un pegamento que les mantenía a los tres unidos, siempre chistoso, y siempre dispuesto a ayudarle. De hecho, no había faltado quién confundía esa servicialidad del chico con algún sentimiento más profundo entre ellos.
Con sus padres las cosas iban bien, como siempre. Se preocupaban mucho por ella, por que accidentalmente, hiciese daño a alguien, o por que la descubriesen empleando alguna de sus facultades especiales. Por supuesto, Linda sabía que esas preocupaciones, aunque muy lógicas, eran innecesarias. Ella se guardaba mucho en el día a día de emplearlas, salvo en casos extremos. Como el día en que se durmió en ese examen de Historia, y por poco no llega a tiempo de realizarlo. Eso sí que había sido un caso de extrema necesidad.
Por lo demás, las cosas habían estado relativamente tranquilas. Exceptuando quizás, por que de vez en cuando, alguien mencionaba que había visto algún fenómeno extraño, relacionado siempre con una misteriosa luz de color verde.
Eso tranquilizaba a Linda, porque significaba que, aunque no lo había vuelto a ver, seguía velando por ella, y estaría cerca para cuando lo necesitase. En su corazón, presentía que ese día llegaría pronto.
Una cosa que siempre había pensado Linda, que siempre la había rondado por la mente, es el hecho de que a la edad de 16 años, todavía no le hubiesen contado la verdad acerca de sus raíces. Ella, en gran medida gracias a la visita del “Extraño”, había aceptado que los Kent eran realmente sus padres y que la habían querido y cuidado como los que más. Sin embargo, una parte de ella se alegraría si se decidiesen a dar el paso definitivo y sincerarse con la verdad.
Aunque ella tampoco estaba libre de secretos, ya que nunca les contó nada acerca de que ella lo escuchó con una habilidad de la que nunca les había hablado y que recibió una misteriosa visita, esa misma noche, cuando tenía doce años.
Tan distraída iba ese día, que no se percató de los acontecimientos que estaban a punto de iniciarse y que cambiarían su vida para siempre.
Linda estaba llegando a casa tan abstraída con todos estos pensamientos, cuando de pronto notó el impacto de algo que se le venía encima. Ya era demasiado tarde para poder usar su velocidad o incluso para dar un puñetazo, pues notó cómo recibía un choque contra su cuerpo. El golpe en verdad, le provocó más sorpresa y un ligero sobresalto que otra cosa. Su ropa, tampoco quedó dañada, ni ella sufrió el menor daño.
Cuando estaba colisionando, notó cómo se hacía añicos contra lo que había chocado. Ella no pudo ocultar su gesto de sorpresa, así como cierta dosis de susto, al ver como el tractor de su padre, había quedado destrozado, siendo ese vehículo lo que se había abalanzado sobre ella.
Linda rápidamente comprobó preocupadísima que su padre no se encontrase en la cabina del conductor. Afortunadamente, no había nadie, para gran alivio de la chica.
En cambio, contempló a Jonathan Kent corriendo hacía ella, con toda la velocidad que podía.
- ¡¡¡Linda!!!- gritaba con todas sus fuerzas Jonathan Kent- ¡¡¡ Cariño!!!
- ¿Pa-Pa?- acertó a articular Linda, aún muy impactada por lo que había pasado.
- Cariño- decía su padre, muy nervioso- No me di cu-cuenta, me dejé el freno de mano del tractor sin poner, arriba de la colina, y no pude evitar…. Dios, menos mal que no te ha pasado nada. Nunca me lo habría podido perdonar.
- Papá, el tractor… Ha quedado destrozado, al chocar contra mí. Pero, yo no le he golpeado. Simplemente, el tractor ha impactado con mi cuerpo y… - decía Linda muy intranquila.
- No te preocupes, cielo, lo importante es que tú te encuentres bien- le consolaba Jonathan.
- Papá- le dijo Linda- yo… Una cosa es que controle la fuerza de mis puños y pueda levantar mucho peso, golpear fuerte y lanzar las cosas lejos…. Eso lo puedo controlar . Pero si ahora mi cuerpo, siempre… es tan duro… si nada me puede hacer daño… Si no puedo sentir un impacto tan fuerte, ¿podré sentir otras cosas, como un abrazo?
Su padre se acercó a Linda, y la abrazó con todas sus fuerzas. Ella le devolvió el abrazo y rompió a llorar.
Esa noche, durante la cena, reinaba el silencio. Linda se encontraba muy asustada. Pese a que recordaba al “Extraño” y sus palabras acerca de los grandes poderes, había llegado a una especie de colapso emocional. Podía correr a supervelocidad, era capaz de usar una especie de “supersoplido”, saltar grandes distancias y a gran altura, podía escuchar mucho mejor que cualquier persona, poseía superfuerza y ahora acababa de descubrir que era invulnerable. Linda era con toda probabilidad la persona más poderosa de todo el planeta. Un planeta que no era el suyo.
Tenía miedo. Si era capaz de hacer todo eso, ¿dónde estaría el límite? ¿Llegaría un punto en que se convertiría en una especie de diosa, quedando aislada de todos? Ella al fin y al cabo se sentía y pensaba en sí misma como una chica. Había sido dotada de grandes habilidades, y, tal y como le dijo el “Extraño”, siempre había tenido presentes sus valores. Nunca olvidaría todo lo que la habían proporcionado, no soló sus padres, si no su entorno y amigos. El destino la había dado una buena vida, llena de amor, amistad, y siempre se había sentido querida. Sin embargo, ¿Y si llegaba un punto en que debido a sus grandes poderes le impedían interactuar con el resto de la gente?
Por otro lado, estaba todo ese asunto de que en realidad no era hija de sus padres y era una… alienígena. Todo cuadraba con la conversación que había escuchado hacía años. Y pese a que al fin y al cabo, el trato de sus padres no podía haber sido mejor y le habían cuidado y querido como a una autentica hija, se sentía muy dolida. Linda podía entender porque hasta la fecha se lo habían ocultado. En sus pensamientos, siempre le rondaba la idea de que había sido para protegerla, pero una parte de ella, por mucho que tratase de evitar ese pensamiento, sentía que no confiaban en ella, tanto como para confiarle la verdad.
Jonathan y Marta Kent se miraron a los ojos y se cogieron de la mano. Esa tarde, tras el incidente de Linda con el tractor, habían estado hablando larga y tendidamente. Por mucho que lo temiesen, que les doliese saber la reacción de su hija, había llegado el momento que sabían que llegaría desde hacía dieciséis años. El momento de decirle a Linda la verdad.
- Linda- empezó a decirle su padre- tu madre y yo tenemos que hablar contigo.
Los ojos de Linda Kent se abrieron como platos. Había notado un tono inusual de seriedad en el tono de voz de su padre.
- No es fácil para nosotros contarte estó- prosiguió con la charla Martha- pero tenemos que hacerlo. Por mucho que te queramos- continuaba hablando, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas- realmente no eres nuestra hija biológica.
Linda, se quedó por un momento sobresaltada. Desde que ella escuchó por primera vez esas palabras, habían pasado ya cuatro años. Los ojos de Linda también se llenaron de lágrimas.
- Oh, Mamá, Papá- sollozaba la chica- lo sé.
- Pero cariño…- le decía su madre- ¿Desde cuándo…?
- Hace cuatro años- le interrumpió Linda- veréis, no os lo dije en su momento, por que no quería preocuparos con una habilidad más, pero puedo oír, desde hace unos cuatro años, mucho mejor que cualquiera. Y una noche….
- Nos escuchaste- continuó Jonathan la frase por ella- Y ¿todo este tiempo has cargado con ese peso tú sola? Cielo, por mucho que no seas nuestra hija biológica, nunca te hemos considerado menos y para nosotros, sigues siendo y siempre lo has sido, nuestra hija.
- Lo sé- Linda lloraba de alegría- y quería decíroslo. Sois mis padres, los mejores del mundo. ¿Por qué no me lo dijisteis antes?
- Cariño- le decía Martha- no queríamos que te sintieses mal ni pensases que no te queríamos.
- Linda – dijo su padre- ¿escuchaste algo más?
La chica enmudeció unos instantes, pues se encontraba un tanto indecisa, sin saber cómo afrontar del todo la situación.
- Sí-fue la respuesta de Linda- Lo sé todo.
Sus padres se miraron, con cara de circunstancias, no sabían del todo cómo iría o funcionaría esta situación. No esperaban encontrarse con que su hija ya tuviese de antemano todo ese conocimiento.
- Cariño, tenemos tanto que explicarte- le decía Martha, mientras le acariciaba la cara.
En esos momentos le contaron a Linda toda la verdad acerca de la noche en que la encontraron. La misteriosa lluvia de meteoritos, así como la aparición de la nave que la contenía. Cómo la recogieron, falsificaron los documentos... Todo estuvo presente en las revelaciones que sus padres confesaron a Linda. Por fin después de toda una vida en la que la habían estado ocultando la verdad, esta salía a la luz.
Linda les confesó la visita que había recibido la noche en la que apareció el “Extraño”, ofreciéndole una suerte de consuelo. Sus padres se asustaron un poco ante la noticia de tan misteriosa aparición, sin embargo, Linda logró tranquilizarles, aseverándoles que esa visita la proporcionó paz, y que fue una gran ayuda a la hora de saber que pese a su origen de fuera de este planeta, lo importante eran sus valores. Y estos, eran muy humanos.
- Linda- le dijo su madre- es muy importante que sepas que tanto para tu padre como para mí, tú eres la más humana de todas las chicas del mundo. Eres mi niña, y siempre lo serás.
- Tu madre, tiene razón, Linda- añadió su padre- para nosotros, eres nuestra hija, y no pensamos en tí como algo diferente. No te dijimos nada antes, por que no queríamos herirte, y que temieses que te íbamos a querer menos. Te queremos, Linda.
- Papá. Mamá- les contestó una emocionada Linda- os quiero, y siempre lo haré.
Los tres se fundieron en un fraternal abrazo. Por fin, se habían acabado los secretos entre ambas partes. Tanto Linda como sus padres, se habían quitado un gran peso de encima. Los Kent porque así su hija sabía la verdad acerca de su origen, que Linda ya era consciente que no importaba de dónde provenía para ser considerada humana y que comprendía que la seguían queriendo como siempre lo habían hecho. Y Linda por haber comprobado que sus padres confiaban en ella como para confesarle sus orígenes y poder expresarles que les quería, no importaba que no hubiese nacido en la Tierra.
- Hay una cosa que me gustaría saber- dijo Linda- Papá, ¿mencionaste que la nave que encontrasteis, está aquí, escondida en el granero?
Jonathan Kent asintió con la cabeza.
- Me gustaría verla, si es posible- inquirió Linda.
Los tres se dirigieron de camino al granero, el lugar donde Jonathan había escondido la nave espacial durante ya dieciséis años. Había llegado la hora de mostrársela a Linda. Y que su mundo, volviese a ponerse patas arribas de nuevo…

Continuará...






4 comentarios :

  1. parece que ya a descubierto todos sus poderes! haver que nuevas aventuras le esperan tras el descubrimiento!
    y no es por desmerecer a Linda, pero de momento me gusta mas el luz estoy deseando ver como influye en la historia!

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  2. Aún quedan poderes por descubrir jejejejejejeje El show no ha finalizado :)

    Al de la luz, lo seguirás viendo a lo largo de la serie, aunque por ahora en un segundo plano.

    Gracias por comentar.

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  3. me ha gustado el episodio... a ver como continua.

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  4. Nos alegra mucho que te haya gustado Roger. Y el futuro deparará mas sorpresas. Muy pronto en tu pantalla!!! ;-)

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