Green Lantern nº 27

Titulo: El Juicio de Hal Jordan (V): Mal
Autor: Gabriel Romero
Portada: Ruben Davila
Publicado en: mayo 2011
Hal Jordan y Carol Ferris se enfrentan solos a la terrible amenaza de Qward, el Dios Maligno del Universo de Antimateria. Y a la guerra se suman los nuevos Green Lantern Corps y los renacidos Manhunters. Pero, ¿en qué bando lo hará cada uno? Invitados especiales: Lord Volt y la Princesa Fern de Tierra–6, el Sindicato del Crimen de Tierra–3, la Supergirl de Argo City y… ¡Barry Allen!! ¡Las víctimas de la “Crisis en Tierras Infinitas”, contra Green Lantern!!!!!
Nacido sin miedo y honrado a carta cabal. Dos requisitos indispensables para convertirse en el mayor defensor
de la verdad y la justicia por todo el Universo. Para vestir los colores y el anillo de poder de…

Hal Jordan creado por John Broome y Gil Kane

Resumen de lo publicado: Hal Jordan ha vuelto a ser Green Lantern, y se convierte en la Voz del Guardián del Universo ahora que llega la hora más terrible: el Dios Maligno Qward, a quien los humanos conocen como el Anti–Monitor, ha iniciado una Guerra de la Luz y la Oscuridad que ya se extiende hasta el Universo Eternidad y sus defensores, los Cuatro Fantásticos. Del lado del Bien están Carol Ferris, que ha vuelto a erigirse en Zafiro Estelar, y la viejísima Alia, por desgracia la Última Zamaron del Cosmos. Pero ni todos sus poderes bastan en la batalla más crucial de la historia, y finalmente el planeta Oa resulta aniquilado y el Bien partido en dos por la siniestra antimateria. El valor de Hal Jordan va a ser puesto a prueba como nunca antes en su vida.

Ocaso.
La noche cae sobre el Universo, y una espesa nube de perversión y maldad se derrama sobre todos los mortales, y todos los mortales podemos sentirlo. Es un aura de crueldad infinita, y ya nada puede detenerla. Viaja a través del tiempo y el espacio como una plaga de terribles miasmas, de igual forma que invadió todas las épocas hace unos años y casi destruye el Multiverso, pero esta vez no va a rendirse fácilmente. A su paso, el interior de cada hombre se llena de una oscuridad atroz, de un infierno de muerte y asesinatos que lo corrompe hasta sus mismas entrañas, y grita con una rabia negra que necesita ser alimentada. Mujeres que agarran tijeras y se las clavan en los ojos a sus maridos. Niños quemados hasta los huesos como castigo por no hacer los deberes. Perros que degüellan a sus amos. Tiburones en las costas. Muerte. Muerte absoluta.
Un cohete espacial aterriza en Kansas trayendo en su seno al último hijo de Krypton, y lo encuentra un sabio científico con peligrosas ideas alienófobas. En los próximos años le servirá para cientos de macabros experimentos, vendiéndole sus tejidos a laboratorios de investigación de todo el país, hasta el punto de convertirlo en un mito a la altura del propio Muro de Berlín. Pronto cualquiera podrá tener un dedo o una oreja kryptoniana como talismán para llevar colgado, y los más ricos de la nación se repartirán sus huesos. Reliquias de un mundo que a nadie le importa.
Un niño pasea una noche con sus padres por las calles más elegantes de Gotham City. Millonarios, decidieron caminar bajo las farolas después de una apasionante velada de cine de aventuras, palomitas y risas de padres e hijos. Por desgracia, las avenidas más anchas siempre están al lado de las zonas más turbias, y no tardan demasiado en adentrarse en lo que llaman El Callejón del Crimen. Por algo será. Un hombre sale a su encuentro empuñando una pistola, pero el atraco ya no es su única intención. Dispara tres veces, seis, el cargador entero, y la familia queda tirada en su propia sangre como náufragos que nunca llegarán a tierra. Como piezas de un puzzle que ya no van a encajar.
El Mal se extiende. Los dioses griegos pierden la guerra que les enfrenta a sus propios padres, y ya no podrá haber ninguna Edad del Heroísmo. Grecia se hunde en su propia inhumanidad, consumidos en orgías de hombres y esclavos que no tienen nada de filosóficas. No despuntará ningún sabio, no inventarán la Democracia, y en adelante la Historia será tan solo una lucha de los débiles contra los fuertes, un intento de sobrevivir contra la Ley del Talión.
Y tampoco habrá diosas benévolas, ni una raza de mujeres ejemplares obtenidas de las almas torturadas de la injusticia, ni una Princesa que represente lo mejor del alma humana. Y Ares castigará a los mortales con una guerra atómica.
Atlantis se perderá en su propia barbarie, y no se conocerán más que reyes guerreros que gobiernen por el filo de su hacha. No se producirá contacto alguno con la superficie, y terminarán muriendo en sus continuas batallas sin que nadie más conozca de ellos.
Ningún rayo cargado de poder va a caer nunca en un laboratorio de Central City, ni un científico de Ivy Town encontrará aplicaciones superheroicas para sus investigaciones, y al único marciano que sobreviva a la extinción lo matará en segundos el que podría haberle sido como un padre.
El Mal se extiende. Estamos todos condenados.
En el área de Coast City, un gallardo piloto de nombre Martin Jordan acepta la propuesta de Carl Ferris y se convierte en piloto de pruebas antes que su hijo. La ambición puede más que el heroísmo, y abandona el Ejército por un puesto mucho más seguro en California. Nunca desaparecerá en acción de combate, ni creará en su hijo pequeño el sentido del deber, ni su esposa tendrá sentimientos de que no existe la Justicia.
Porque realmente no volverá a haber Justicia.
La vida se ha convertido en una guerra continua de hermanos contra hermanos, de seres pretendidamente justos que sólo se preocupan de matarse los unos a los otros. La existencia se ha degradado en pelea, en supervivencia salvaje y cara, en competición. Los humanos ahora son Morlocks que destrozan cualquier clase de valores por sólo un puñado de monedas de plata.
El Mal ha triunfado.
–¿Y qué... Qué podemos hacer nosotros para arreglarlo, Maestro Metrón?
¿Hacer? ¿Es que no te he enseñado nada, Sayid? Lo único que podemos hacer, para lo que fuimos creados, es para observar. Nuestra misión es sólo registrar los hechos, y permitir que transcurran como están destinados. Aunque eso suponga, como parece en este caso, que todo el Cosmos va a venirse abajo en una sucesión de caos y destrucción primaria. Incluso aunque nosotros mismos muramos en el intento. ¿Lo has comprendido ahora?
–Su... Supongo, Maestro Metrón. Supongo.

Estamos perdidos. El Bien está perdido, y vamos a morir sin más remedio.
El Mal venció sobre nosotros, y no queda más que resignarse. Oa está muerto, y sus fragmentos vuelan por el espacio como restos informes de nuestros sueños. Hay rocas tan pequeñas como granos de arena, y otras que parecen continentes a la deriva. El fuego que latía en su centro se ha apagado, y con él todas las esperanzas de que podamos triunfar en esta guerra. La Guerra de la Luz y la Oscuridad. Nuestra condena.
La última de las Zamaron, Carol y yo flotamos sin rumbo entre piedras que antaño fueron gloriosas, que guardaron en su seno poderes tan formidables que sólo los dioses los conocían, y que ahora ya no son más que basura. ¿Qué podemos hacer? Convencí a Alia para que luchara por el Bien cuando ya nadie se lo creía, y ha sido para nada. Para observar el fin del mundo y la condena del Universo.

Al otro lado, la nube donde habita el Mal crece sobre el cuerpo destrozado de Oa, y empieza a abrir su seno, por donde brota una poderosísima luz roja que sólo anuncia el desastre. Volamos hacia ella, como moscas que rodean una bombilla, y entonces veo algo que me estremece en la profundidad de mi alma: Qward. El planeta negro se está materializando, invadiendo el Universo Positivo con su aura infecta. Es un cuerpo gigantesco, una sólida piedra de una oscuridad temible por cuyos poros exuda un vapor maligno y sucio cargado de nefastas intenciones. Sólo con mirarlo puedo darme cuenta de que es la representación absoluta del Mal, el centro vivo del Universo de Anti–Materia, y que ahora viene a cobrarse nuestra piel y nuestras almas. Y no parece que vaya a costarle demasiado. En el mismo instante en que termine de aparecer entre nosotros, el Universo Positivo se resquebrajará como si fuera un vidrio golpeado con una pelota, y los humanos seremos los cristales arrojados por todas partes, hechos añicos, muertos, y lo único que restará será coger el botín. En unos momentos su victoria será un hecho completo, y los agentes de la Oscuridad podrán moverse por el Cosmos hechos señores y dueños absolutos de todo.
Y en el pecho no puedo evitar sentir cómo el Mal se desarrolla y crece, cómo se expande lo más terrible del ser humano y todos nos volvemos un poco más siniestros. Es como si una mano invisible te agarrara el corazón y lo estrujase, arrancándote el alma. Somos sólo juguetes en sus manos, y los sentimientos más benévolos le asquean. No hay nada humano en este ser, ni compasión, ni amor, ni un solo gramo de piedad en su nube oscura y homicida, y eso lo transmite con sólo mirarte. Le observo, y al instante empieza a crecer en mi interior una furia tan inmensa como nunca he tenido, un deseo de romper cabezas y violar a niños inocentes, de jugar con los intestinos de los perros y los ojos de mis antiguos amigos. Y además tengo el poder para hacerlo.
El alma humana es un complejo de luces y sombras entremezcladas, y hoy de pronto la oscuridad se extiende como un maligno cáncer transmitido por el Universo. De una galaxia a otra los mortales sienten cómo su interior se enturbia de pronto y aparecen deseos viles y excepcionalmente crueles. Un tritón asesina a su esposa en Atlantis y muere peleando con soldados. Los habitantes microscópicos de una ciudad del Amazonas vuelan a otros países dispuestos a conquistar a sus hermanos gigantes. El último de los Marcianos Verdes se plantea si tiene sentido defender a los terráqueos o más bien podría obtener ventaja conquistándolos. El Mal encuentra su ruta a través del alma humana.
En la Tierra, Lex Luthor se convierte en Presidente de los Estados Unidos, y su Gobierno se caracterizará por los actos más viles, las torturas más horrendas y los enfrentamientos más letales con otros países. Cuando Qrac obtenga armamento nuclear y pretenda amenazar al Primer Mundo, Luthor ordenará su extinción completa de un día para otro. Millones de inocentes morirán en bombardeos sistemáticos de sus ciudades más pobladas, en mercados destruidos por los Harrier y los F–16, o quemados con napalm. El Ejército Americano mostrará armas nunca vistas en otras guerras, como misiles dotados de personalidad propia gracias a la implantación de responsómetros copiados de aquéllos de los Metal Men, y que tienen como única función calcular los asentamientos civiles donde sacrificarse. Habrá cuarteles flotantes que vuelan hasta las ciudades que pretenden aniquilar, y luego simplemente les caen encima y los mandan al olvido, o portales dimensionales que envían a sus enemigos a alguna Tierra paralela, o ruedas de la muerte como las que inventaron los nazis. Los grandes genios científicos como Will Magnus, T.O. Morrow o Rip Hunter serán fichados por el Ministerio de Defensa bajo amenazas, y sus inventos no tendrán más que usos destructivos en el extranjero. Los Metal Men se fusionarán en un inmenso robot asesino llamado Aleación, cuyos pasos dejarán tras de sí regueros de caos en aldeas que una vez fueron hermosas. Amazo y Tornado Rojo se convertirán en Ejércitos de un Solo Hombre, igual que el tímido Buddy Blank transformado por la ciencia, y la Esfera del Tiempo servirá para hacer pedazos al enemigo antes incluso de que nazca. El mundo se hará un poco más frío y deshumanizado, un lugar donde la muerte será algo tan normal como antes lo eran la piedad y el cariño.
Un lugar donde sólo los villanos encuentran su sitio.
Los dientes rechinan, los nudillos se vuelven blancos de tanta presión como soporto, y estoy a punto de chillar frenético... Pero entonces Carol pone una mano sobre mi hombro, y sus palabras me llenan de la luz violeta del Amor.
–Hal... ¿Estás bien? Piensa... Piensa... Tu anillo aún funciona. No te rindas mientras te quede energía con que luchar.
–Sí... Sí, claro... ¿A ti... no te afecta?
–Ni a ti, ni a nadie. El Amor o la Compasión no están en nuestras joyas... sino en la voluntad con que vivimos el día a día. Busca en ti mismo, y ese maldito demonio no podrá hacerte nada aunque quiera.
Aparto la mirada de la maligna silueta de Qward, y sólo me fijo en lo más profundo de mí, donde aún nada el alma inocente de un hombre, y en la energía de mi anillo. El Verde. La Esperanza. La Compasión por todos los seres humanos. El Anti–Monitor es sólo un aura de maldad que viaja a través del tiempo y del espacio... pero que no puede marcar nuestros actos más que el viento que sopla o los rayos del sol. Mi alma es pura, a pesar de las cosas horribles que he hecho y que me han sucedido. No importa lo que Parallax pretendiera haber corrompido en mí, o los sueños de masacre que me inventen. No importan los innumerables enemigos con los que me haya enfrentado, o las crueldades que cometan en el Universo. El futuro es mío, y el poder late en mi mano para usarlo con nobleza.
Y cuando vuelo, dejo otra vez una estela verde a mi paso, para demostrarles a todos que soy de nuevo Green Lantern.
–¡Apártate de Oa, asesino! –grito mientras avanzo hacia lo más hondo de la nube, y mi anillo se convierte en un faro esmeralda en su interior. Brilla, como un símbolo de aquello que represento, y aprieto otra vez los dientes con la misma furia, pero esta vez no por odio sino por la necesidad de justicia.
Y del corazón de las tinieblas surge una Voz monstruosa que destroza mis oídos como ácido, un sonido irrepetible que no se transmite por el aire, sino directamente a lo más tenebroso de mi alma.
–¿Dónde vas, Hal Jordan? Acepta mi regalo sangriento y hallarás la paz. No debes enfrentarte a lo que es inevitable.
–Eso ya lo veremos, amigo. Me he enfrentado a seres mucho peores que tú, y sigo aquí dando guerra.
–¿De verdad crees eso? Apártate ahora, Hal Jordan, y tendré piedad. Créeme cuando te digo... ¡que no hay nadie peor que yo!
–¿Ah, no? Tú no has visto a Carol enfadada.
Aterrizo en su oscura superficie, y al instante me invade un temblor gélido que viene desde mis pies y avanza hasta el pecho, paralizándome. De cada grieta nace una columna de vapor nauseabundo, de su suelo emergen olores insufribles, y no hay forma humana de describir la repugnancia que transmite. Sólo con pisar este suelo puedo percibir el infinito Mal que encierra. No hay nada parecido en el Universo de los Hombres.
–Aléjate, humano, ahora que aún tienes tiempo. ¿O quieres probar la auténtica furia de Qward? Yo existo en todas las épocas y todas las galaxias a la vez. Puedo convertir a tu padre en pederasta, o en un maltratador que haga imposible tu vida. Puedo matar a tu madre cien veces y evitar que tú nazcas. Hasta ahora he sido muy benévolo contigo y los otros héroes, pero puedo dejar de serlo en cualquier momento.
–¿De verdad? Pues mira que yo pensaba que habías sido todo lo malévolo que podías. Verás, resulta que yo también entiendo un poco de asuntos cósmicos, y sé que hay ciertos patrones que hasta tú tienes que respetar. Puedes hacer que yo no nazca, o que mi vida sea una mierda de principio a fin... pero siempre habrá un Green Lantern, porque ésa es una de las pocas Constantes Inmutables del Universo. Superman es otra. Y el heroísmo de los hombres también es otra. Así que haz conmigo lo que quieras, Anti–Monitor, que algún otro vendrá a sustituirme con un anillo similar a éste.
–¡Ja, ja, ja! Veo que los Guardianes te enseñaron bien. ¿Pero sabes el problema de esa teoría? ¡Que yo también soy una Constante del Universo!
Y de su suelo brotan columnas de fuego negro y lava ardiente. Parece que al fin he conseguido que se enfade.

Las ciudades se rompen como troncos astillados, los barrios se convierten en junglas sin piedad. A diferencia de la luminosa Metrópolis, que sin un héroe que la guíe cae sin remedio en manos de Lex Luthor, la oscura Gotham es torturada por la guerra de bandas, y cada jefe criminal reclama su zona. Scarface hace suyo el Barrio Chino, el Pingüino se queda con el puerto, Dos Caras se apropia del río y transforma cada una de sus orillas en una macabra parodia de sí mismo. El bueno y el malo. La verdad y la mentira. Los pocos inconscientes que se atreven a oponerse mueren deprisa y sin hacer mucho ruido.
Jason Woodrue es un hombre–planta que se automutila para ver cómo sus brotes crecen y le regeneran. Hiedra Venenosa prefiere ahogar humanos en sus frondosos bosques. El Joker es el único que no encaja en este Nuevo Universo del Mal. Si todo el mundo es perverso y temible, ¿dónde está la gracia en actuar como un psicópata?
Y el pobre Payaso del Crimen vaga sin rumbo por las calles enfangadas de sangre, matando sólo para sobrevivir y no aburrirse demasiado. Mira a Gotham, y se pregunta qué le falta a esta ciudad de negrura infinita. Si tuviera al menos alguien a quien enfrentarse... un tipo que creyera en la Justicia de la que él se ríe... Un hombre serio, un vengador... Pero luego desecha la idea, por considerarla estúpida, y sigue matando sin tener rumbo alguno.
Esto es Gotham. Es el Mal.

A mi alrededor no hay nada, absolutamente nada.
O al menos no puedo ver nada rodeado como estoy por el más impenetrable muro de oscuridad que ha habido nunca. A mis pies late maligno el planeta más horrendo del Cosmos, el todopoderoso Qward, que hoy he descubierto que además es un ser vivo, el Dios de cuanta Maldad hay en el Universo, y del que por cada uno de sus poros brota un humo espesísimo y nocivo, un aura que intoxica mi alma en lugar de mi cuerpo. Estoy en el Universo de Anti–Materia, solo, peleando contra mis propios terribles deseos, intentando vencer una batalla que es más interior que exterior. Una batalla del corazón.
¿Crees que sabes algo de mí, Hal Jordan? ¿Que te basta con tu anillo para detenerme? ¡Eso es porque aún no has visto nada!
Y grita, atronando mi conciencia con toda su vileza. Un escalofrío recorre mi cuerpo como si todo lo bueno que hay en él me estuviera abandonando, y contemplo en su pared imágenes de lo que fue, y de lo que pudo haber sido. Abin Sur muere frente a mí porque se dejó llevar por el miedo, y mi amigo Barry Allen muere en este mismo planeta donde ahora estoy yo. Mi padre es abatido y se carboniza dentro de su avión, mi madre muere de cáncer entre dolores insoportables. Mis hermanos me ignoran. Lucho por afrontar estos hechos que sí son reales, pero ni todo el poder de Green Lantern puede hacer nada por evitarlo.
El sudor cae por mi rostro, y empiezo a temblar, sabiendo que no podré hacer nada hoy tampoco.
–¿Aún sigues queriendo enfrentarte a mí, Hal Jordan? ¿Quieres morir otra vez, igual que todos tus amigos? ¿Igual que Barry Allen, Tomar–Re o el pequeño Green Lantern Xax? ¿Te crees mejor que ellos, o piensas que volverán a resucitarte? Ah, no, de eso nada. ¡Si mueres, ten por seguro que esta vez será definitivo!
Y el recuerdo de los que cayeron a sus manos me inunda, su agonía, sus lamentos. Fantasmas atrapados en la red oscura que teje... Una red de mentiras asquerosas.
–¿Esto es todo lo que tienes contra mí, demonio?
Y siento cómo mi confianza vuelve, muy despacio al principio.
–No debiste mostrarme esas imágenes, porque lo único que has conseguido es insuflarme el mismo valor que tuvo esa gente. Abin Sur, Barry, Tomar... Fueron héroes increíbles, y yo sólo espero estar a su altura. Pensabas que así podrías hacer que te tema, pero... ¿sabes qué? Yo nací sin miedo, Qward. Es absolutamente imposible que te tema.
Y mi luz vuelve a brillar orgullosa. Mi mano es un faro en mitad de la noche, la esperanza a la que nunca puede vencer la maldad. Para este momento es para el que me dio poder Ganthet, por el que elegí llevar el anillo, para lo que he nacido. Todo se resume en esto: el Bien siempre se resiste a ser arrinconado. El Mal sólo es una tentación, y como tal se le puede derrotar sin problemas. Los Hombres no pueden ser sometidos.
–Amigo, mientras quede energía en mi anillo no te va a servir de nada. Y después te tiraré piedras, o lucharé con mis propias manos. ¿Crees que me conoces, Qward? ¡Tampoco existe nadie como Hal Jordan!
Y grita, pero esta vez de puro dolor, cuando la Luz Esmeralda se clava en su pecho y lo fragmenta, rompiendo la oscuridad en mil pedazos sufridos y abandonados. Cuando el poder de Ganthet palpita en el Universo de Anti–Materia, alejando las sombras que no pueden dañarlo. Sonrío, con una nueva confianza que llena mi corazón, como un calor que me sube por la garganta, vivificador, desde el centro tremendamente poderoso de mi alma. No es el anillo el que me hace grande. Soy yo quien hago que la luz brille cada día.
Y al romperse el muro de oscuridad que me encierra, veo algo sorprendente a lo lejos, un eco perdido que ya no creí volver a escuchar nunca: una joya de escasa luminosidad verde que va creciendo a cada segundo que pasa, invadiendo el espacio sin materia que es Qward. Y de ella nace una Voz que no es humana, y que penetra en lo más hondo de mí llenándome de alegría. Reconfortándome.
–¡Ya es suficiente, hermano! Es tiempo que por una vez en la Historia del Universo seamos tú y yo quienes nos veamos las caras directamente, y no a través de mortales que hablen por nosotros.
–¿Estás loco? –grita Qward, retumbando en la oscuridad que se fragmenta–. ¡Conoces las normas! ¡Sabes que esto es una locura que nos destruirá a los dos!
–¿Locura? Ese hombre ha demostrado un valor increíble, enfrentándose solo a ti cuando el resto ya había caído. Y a través de él puede marchar mi ataque hasta el mismo corazón de tu imperio.
La Voz se desvanece tibiamente, dejando a su alrededor un delicado olor a flores y hierba cortada. Y tras ella aparecen dos fogonazos de poder infinito, uno verde y otro violeta, que recorren el Universo cogidos de la mano, liderando una guerra que hacía mucho que nadie imaginaba. Ganthet y Alia. Han llegado los refuerzos.
–¡Tu reinado oscuro termina aquí, monstruo! –grita el temible enano azul, mi amigo–. ¡La Esperanza no muere nunca, mientras haya un solo mortal que la defienda!
La energía se arremolina como una tormenta cósmica que ataca viva al manto oscuro, y los torrentes de color verde y añil golpean como tornados que son conscientes de lo que se juegan, y buscan la muerte de Qward después de milenios de guerra atroz. Es el momento de saldar viejas deudas, de arreglar aquello que quedó pendiente. Ganthet y Alia juegan con las fuerzas del universo, desatando los mismos horrores con los que intentó destruirnos el enemigo, con los que nos torturaron y mataron a nuestros compañeros. Utilizan el fuego cósmico, la atracción gravitacional, el poder de los neutrinos y las dimensiones paralelas, y Qward grita una vez más entre los dedos todopoderosos de una pareja de inmortales. De unos desconocidos que se buscaban desde siempre.
Parece que ahora sí que tendremos una auténtica oportunidad de que esto funcione.

Nueva York se encabrita como un corcel salvaje sometido por primera vez al bocado. Las calles se pueblan de ratas ansiosas por saciar su rabia homicida, ratas de dos piernas armadas con bates de béisbol y espadas, con pistolas viejas que hace años que no sirven. La furia puebla el asfalto como si fuera uno más de sus habitantes, y no estará saciada hasta que pruebe la sangre. Sangre humana. Sangre de hermanos. Si ellos pudieran ver el mundo como lo veo yo, los lazos que comparten, la cuna de la que provienen todos. Pero el ser humano es egoísta por naturaleza, y no le preocupa su gente, ni los lazos, ni la maldita cuna en la que fuera creado. Al ser humano sólo le importa él mismo, y mientras sus propias ansias se vean satisfechas, del resto piensa lo mismo que del viento que pasa. Y así matan con libertad, y destrozan los sueños de la gente igual que sus cabezas y sus tripas, y ríen con las maldades más primarias y los actos más simples que pueda haber.
Kyle Rayner era un miserable enmedio de tanta desgracia. Había nacido pobre, y encima honrado, así que nunca cosechó sino infortunios en esta cultura de la vileza y el daño gratuito. Se hizo dibujante de cómics, una manera de exteriorizar ese ansia que llevaba en su pecho de crear un mundo diferente, y vivió bien para lo que son los humanos, aunque siempre con la intranquilidad en su alma de saber que algo le faltaba. No era feliz. No era un hombre, siquiera. Era un trozo de carne que vegetaba su existencia efímera porque tenía que existir, porque le habían ordenado que viviera, pero sin la más remota idea de para qué.
Hasta la noche en que se le apareció un Guardián del Universo.
Era a la salida de una discoteca, cuando pretendía matar esa ansia infame de una vida mejor a base de silenciarla con vodka, pero sin más resultado que una vomitona. A su lado estaba la que entonces era su novia, la bellísima Alexandra DeWitt, que le sostenía la cabeza y le abrazaba amorosamente. Hasta que del cielo bajó un pequeño hombrecito de piel azul y túnica ceremoniosa de color escarlata. Sus manos eran pura energía, y en sus ojos podía adivinarse una bondad interior mil veces más poderosa.
–Kyle Rayner de la Tierra, has sido elegido. Mi nombre es Ganthet, y soy el Último Guardián del Universo, una orgullosa raza de hombres–dioses que representamos el Bien y la Justicia en todos los rincones de la Creación. ¿Deseas unirte a mí y ser el segundo de mis hijos predilectos?
El muchacho levantó la vista enturbiada por las copas más baratas de la Quinta Avenida, y se rió en su cara.
–Alex, ¿qué es esto? ¿Me has preparado una broma? No me hace ninguna gracia, sabes que ahora mismo no estoy en condiciones de...
–Te juro que yo no tengo nada que ver, cariño. ¿No habrán sido los de la editorial? Tú estabas preparando un cómic que iba de esas historias espaciales, ¿no?
Pero Ganthet no dejó que el diálogo prosiguiera, y a solo gesto de su mano Kyle Rayner fue envuelto en la energía esmeralda, que entró en su cerebro igual que en su cuerpo.
–No tengo tiempo que malgastar, humano. En otro rincón de este Universo se libra una guerra que puede poner en peligro todo lo que defiendo, y que es la causante de que ahora no puedas recordarme. En otra versión del tiempo tú y yo fuimos amigos, Kyle, y luchamos juntos un sinfín de batallas. Ahora te necesito otra vez a mi lado, pero para que puedas elegir libremente tienes que saber lo que te pido... para bien y para mal.
Y en la mente del chico se sucedieron miles de imágenes confusas, sentimientos de otra época y de otro lugar donde él era un gran guerrero cósmico, pero sufría terribles pérdidas. Se vio a sí mismo aceptando un anillo de poder a la salida de una discoteca como aquélla, convirtiéndose en Green Lantern, el defensor de las causas imposibles... y el hombre más desdichado del mundo. Vio morir a su novia, a la que aún tenía a su lado, a su madre, a una tal Jade a la que recordó que amaba. Vio caer el planeta Oa en poder de los crueles thanagarianos, y cómo John Stewart y él luchaban hasta la tragedia para salvar vidas inocentes, sin que pudieran evitar la extinción de los Guardianes Infantiles (1). Rememoró sus épocas felices junto a la Liga de la Justicia y los Titanes, las reuniones de bar con Wally West y Connor Hawke, posiblemente los dos héroes menos estirados y más cercanos a su situación de novato... y los momentos duros, enfrentado a un Hal Jordan transformado en Parallax que le repudiaba como sucesor, igual que el resto de superhéroes profesionales. Nadie creía en él, pero es que él tampoco creyó nunca en sí mismo. Y ahora tenía que elegir si de verdad quería esa vida de nuevo.
Y de pronto ya no quedaba ni una gota de alcohol en su sangre.
–No tienes vergüenza. ¿Cómo puedes pedirme eso? Ahora vivo feliz con Alex, lo que siempre quise, y no puedes aparecer de la nada y preguntarme si quiero dejar que la maten. ¿Qué esperas que elija?
–Podría decirte que es por el bien del Cosmos, Kyle, y que el bienestar de un hombre siempre debe estar por detrás del de todos los hombres, pero no lo haré. Ésos eran los modos de los antiguos Guardianes, y por eso ya no están aquí. No, Kyle, lo cierto es que sabes que ésta es la elección correcta, que llevas años buscando algo que llene tu alma y no sabes el qué. Hay un vacío en tu interior que exige que lo llenes, y sólo puede llenarse con sacrificio.
–Pero... mi vida... esta vida...
–Es falsa, y lo sabes tan bien como yo. Es un espejismo creado por el Anti–Monitor para confundirte. Es una desviación de la corriente temporal en la que son los villanos los que triunfan, como él desea. Por eso debemos repararla y devolver el tiempo a su línea adecuada... aunque nos duela.
–Pero... ¿por qué yo, Ganthet? Nunca pude entenderlo. Yo no soy honrado a carta cabal, ni nací sin miedo. Soy un hombre normal, puedo cometer mis pequeñas maldades y aterrorizarme. ¿Por qué me elegiste para ser Green Lantern?
–Porque eres noble, y sientes el miedo, pero también tienes el coraje para superarlo. Como te dije, ésas eran las maneras de los antiguos Guardianes, y únicamente les sirvieron para estar ahora enterrados en Maltus. El Universo ya no es puro y primigenio, como en la época de Hal Jordan, cuando bastaba con una luz muy brillante y una sonrisa para vencer al Mal. Tú eres un héroe de otro tiempo, uno más oscuro y terrible. Uno en el que hay que conocer el Mal de primera mano... y tener un corazón capaz de superarlo. ¿Qué me dices, Kyle Rayner, te unirás a mí de nuevo? ¿Serás... mi Heraldo de la Imaginación?
El anillo flotaba frente a sus ojos, con un aura de tonos verdosos que era más una interrogación.
Se volvió hacia la chica, y la abrazó con fuerza.
–Alex... cariño... Nunca te olvidaré. Tú has sido la mujer más importante de mi vida, no lo dudes nunca... pero no puedo quedarme aquí, porque si lo hiciera morirían millones de personas sólo por mi egoísmo. Y yo no soy así. Nunca seré un héroe de la clase de Hal Jordan. Soy diferente... pero soy Green Lantern.
La mujer sonrió, y asintiendo le besó en los labios una última vez. Kyle Rayner extendió la mano, y el anillo se colocó en su dedo automáticamente. Y el círculo se cerró para siempre en su pecho, devolviéndole la vida que se había ganado a pulso todos estos años.
El Universo volvió a ser el suyo, el Mal fue arrinconado en el Universo de Antimateria, Superman y Batman crearon la Liga de la Justicia, y Lex Luthor dejó de ser Presidente de los Estados Unidos en una batalla grandiosa (2). Los héroes tomaron de nuevo el poder y equilibraron la lucha... y Alexandra DeWitt fue asesinada por Mayor Force y encerrada en un frigorífico. Todo era de nuevo como debía, aunque doliese.
John Stewart fue reclutado en las calles más pobres de Chicago, donde ayudaba a construir casas económicas para las clases más bajas de su ciudad natal, y el dios cósmico que una vez fue el Doctor Spectrum derrotó a puñetazos al maligno Thanos, protegiendo al Universo–616 de la extensión del Mal.
La batalla empezaba de nuevo, y esta vez iba a ser diferente.
El puerto de Coast City es desde hace décadas uno de los más frecuentados del mundo, no sólo por el dinero que mueve en transporte de mercancías, sino más que nada por la presencia de la Marina de los Estados Unidos. Inmensos portaaviones paran durante semanas frente a la ciudad, y sus marineros recorren las calles ansiosos del alcohol y las mujeres que llevan meses privándose. Gigantes de caras hoscas bajan de sus camarotes con una rabia infinita de agotar todos sus vicios, hasta el punto que Coast City parece arder en su asfalto plagado de uniformes, en las esquinas recónditas donde se hace el amor cada noche, y en las barras de bar donde vomitan los soldados. Esto, como es lógico, supone que haya broncas mortales a diario, y que los bolsillos del puerto se llenen en esos días como tardarán bastante tiempo en volver a estar. Es una gran riqueza para las zonas más turbias de la noche, y todos los saben. En el área del puerto se acumulan los pubs más sórdidos y los negocios menos publicitados del país, pero que miles conocen y frecuentan sin necesidad de que nadie los anuncie. Hay salas de streaptease, y comercio de drogas de diseño, y habitaciones reservadas donde quitarse las ganas de sexo, o de cualquier otra cosa.
Pero además en los últimos años ha nacido un nuevo tipo de servicio exclusivo, que tiene mucho que ver con la unión de culturas extraterrestres que se está llevando a cabo en las partes altas de la ciudad, pero que aquí tiene un componente mucho más suburbial y oscuro: los clubes alienígenas. En este tiempo han nacido locales llevados por Dominadores exiliados, espectáculos de lucha con salvajes Khunds que se matan en la arena, y prostitutas durlanianas capaces de todo. Se habla de un prostíbulo de mujeres sadomasoquistas de Braal que hacen muchas cosas divertidas con juguetes metálicos, y también se cuenta que hay lista de espera para el revolucionario “sexo volador” de las thanagarianas. Los marineros ahora tienen mucha variedad donde elegir.
Pero sin duda uno de los bares más revolucionarios y famosos de Coast City es el Warrior´s, el local que compró hace años el antiguo Green Lantern Guy Gardner, y que desde entonces se ha convertido en pionero en los espectáculos extraterrestres en Coast City. Sus actores y actrices contratados dramatizan cada noche las batallas de los Omega Men contra el Enjambre Araña, o los torneos futuristas–medievales de Orando, y sus clientes disfrutan, además, de camareras vestidas como las sensuales videntes de Naltor, o como las bellísimas indias con alas que habitan en el paraíso de Starhaven. No hay prostitución en Warrior´s, pero sí juego legal y apuestas deportivas, y también borrachos como en todos los locales. Y un dueño capaz de cualquier cosa por defender a los suyos.
–Héctor, hay que pedir más suministros de alas artificiales, que Marion se está quedando sin ellas. Y avisa a los de mantenimiento, que el holograma de Nimbus empieza a apagarse otra vez.
–Esos tipos son unos cabrones, jefe. Como son los únicos que hacen efectos especiales de ese tipo, nos clavan unas facturas tremendas.
–¿Y qué quieres? ¿Tú sabes hacer hologramas de rebeldes de Vega? Si tuviera mi antiguo anillo de poder, ibas a flipar de los efectos especiales que tendríamos en el bar, pero mientras tanto hay que seguir negociando con los técnicos.
–¿Y crees que alguna vez te volverán a dar un anillo, jefe?
-Pues claro, Jimmy. Van a venir a buscarme cuando las cosas estén realmente feas, y me suplicarán que les salve cuando nadie más pueda hacerlo, como ocurre siempre. ¡Y ya verás cómo voy a dejar este condenado Universo! ¿Me estás escuchando, Jimmy? ¿Qué es lo que...?
Pero el joven camarero ya no le prestaba atención, porque a su espalda se abrió una grieta cósmica de color esmeralda, por donde apareció volando un diminuto hombrecillo vestido de rojo, de cuyas manos brotaba una poderosa luz primordial.
–¡Guy Gardner de la Tierra, eres convocado a Oa!
–¿Qué te dije, Jimmy? ¿Y ahora qué, Maltusiano? ¿Ya os ha fallado vuestro niño bonito?
–Terráqueo, se te ha concedido uno de los mayores honores del Cosmos. He venido para…
–Que sí, que sí, que ya me sé esa historia. ¿Es que no te acuerdas de quién soy yo? ¡Soy el verdadero Green Lantern! ¡Os saqué las castañas del fuego en la Crisis y me lo pagasteis regalándole a él la Tierra en bandeja de plata y expulsándome a mí del Cuerpo! ¿Y ahora tienes la desfachatez de venir a aquí a pedirme que vuelva así como si nada? ¿Sabes lo que debería hacer? Cogerte a ti y a ese estúpido anillo y metértelo por el…
–¡Guy Gardner! Sé que éste es el máximo deseo que albergas en tu corazón… Y yo deseo que sirvas en el bando de los Corps… Hay una guerra debatiéndose ahora mismo en Oa. ¿Podemos evitar la natural pretensión de los terráqueos y reunirnos con los otros Green Lanterns?
–Muy bien, muy bien. Ya hablaremos de esto un día que tengamos más tiempo. ¡Es hora de enseñaros de qué madera está hecho un verdadero GL! ¡Entre mis nuevos poderes vuldarianos y el anillo verde, esta galaxia se va a enterar de lo que tiene!
–¡No, humano! Tú has sido elegido para vestir los nobles colores de Oa, pero no así la infección vuldariana que portas. Debes venir conmigo tú solo, y purificado.
Y de los dedos del Guardián brotó una poderosa descarga de luz verde que arrasó la carne de su nuevo soldado. Aún les quedaba mucho trabajo por hacer, a los dos

El Universo tiembla, se sacude por entero como los potros en los rodeos a los que me llevaba mi padre cuando era niño. La guerra ha llegado a un plano espiritual, demasiado profundo para mí, y no es mi campo. Yo estoy acostumbrado a chillar bravatas y hacer que mi anillo luzca más brillante, pero no a moverme en la delicada línea entre el Bien y el Mal y hacer que la balanza se decante. Eso sólo puede significar una cosa: Kyle también ha regresado.
De modo que ésta era el arma secreta de Ganthet. Rayner es un hombre normal con la capacidad de derrotar sus propios miedos, y por eso Qward creyó que podría corromperlo introduciéndolo en su fantasía de villanos tomando el poder en la Tierra. Nada más lejos de la verdad. Esto lo único que ha conseguido es reforzar su elección personal de ser Green Lantern, llevándose consigo toda la mentira que el Mal creó.
Y al sentirlo grita con un chillido atroz que es como galaxias que se resquebrajan. El Universo vuelve a ser el que era, sucio, imperfecto y polarizado, y el mejor lugar que puede haber.
A mi alrededor se levantan torres oscuras y palacios hechos de pura maldad, ciudades corruptas que el Anti–Monitor creó en nuestra primera batalla. Cuando aún era un ente físico con capacidad para manipularnos por él mismo, y no un concepto. Veo pozos infinitos y armas del tamaño de continentes, veo cañones de antimateria como el que destruyó Barry a costa de su vida, y un ejército de Armeros de Qward que me rodea.
Y la Voz sigue riéndose a mi costa.
–¿Éste es el Universo que querías, Hal Jordan? Muy bien, veamos si puedes sobrevivir a tus deseos. La primera vez no estuviste aquí con tus amigos... ¡Ahora serás presa de las fauces de Qward!
Un millón de guerreros silenciosos vuela a mi encuentro, los más peligrosos que ha habido en la Historia, los seres más temibles nacidos en el mismo corazón del Universo de Antimateria. Ni siquiera los Green Lanterns teníamos el poco juicio de enfrentarnos a ellos jamás, menos aún con una desventaja numérica como ésta, así que ahora sí que puedo decir que estoy muerto. No son como los Darkstars, humanos hipnotizados a los que pueda engañar con algún truco. Son asesinos natos, poderes innombrables a los que nada asusta, y que están acostumbrados a adornarse con la piel de los Green Lanterns caídos.
Me yergo, y espero a la muerte con la cabeza bien alta. Con una sonrisa burlona en la cara.
–¡Ey, Jordan! ¿Por qué has empezado la fiesta sin mí?
Me vuelvo, y la sorpresa casi me mata. Guy Gardner. El Green Lantern salvaje y desmedido, un torrente de furia que no sabe defender el Bien más que a través de la violencia. Y tras él avanza una nube de miles de robots Manhunters de ojos esmeralda, armados con pistolas de luz verde y sus clásicas baterías de poder.
–¿Guy? ¿Qué... Qué significa esto?
–Bueno... digamos que a todos se nos ha concedido un perdón. Ahora que están libres de la corrupción de Parallax, los Cabezas de Lata han vuelto a jurar fidelidad a Ganthet, y yo... por fin estoy curado de la infección de Vuldar. ¿No te alegras de que envíen a alguien para que te enseñe a usasr ese anillo? ¡Vamos a patear esos culos de antimateria!
Y a mi espalda, una luz brillantísima me devuelve la fe en la razón por la que estamos luchando: el corazón de Oa se enciende como un gigantesco faro del Bien a través del Universo, y su cuerpo se reforma a base de unir otra vez sus viejas rocas. La voluntad de los hombres es el motor que fusiona las antiquísimas piedras que fueron el centro del Cosmos, y el poder unido de Ganthet y Alia inunda lo que constituyó el Sector Cero. El pasado vuelve a ser presente, y se convierte en futuro. El planeta Oa está vivo de nuevo, y con él la auténtica Guerra de la Luz y la Oscuridad. Hemos dejado de estar contra las cuerdas, y por fin es el tiempo de devolver todo lo que nos ha hecho el enemigo, las batallas perdidas, los amigos muertos. El Guardián del Universo y su Zamaron refulgen como núcleos verdaderos de la bondad que hay en todos los seres humanos, y a sus pies flota el Heraldo de la Imaginación, mi buen amigo Kyle Rayner, envuelto en nubes de poder esmeralda que fluyen con la rapidez de su pensamiento creador. Hay delfines espaciales que flotan en torno a su cuerpo, y cadenas hechas de piedra, y muros de fuego verde envueltos en hielo. Su mente es un arma increíblemente dotada para la que todo es posible, lo mismo la luz que la oscuridad, lo real que lo soñado. En Kyle es en el que realmente se hace efectivo eso de que “el único límite es su imaginación”. Y eso es poner el límite muy, muy lejos.
–¡Tu juego acaba ahora, Anti–Monitor! –grita con la saña de quien lo ha perdido todo en un solo día, de quien en verdad es un héroe a través del sacrificio–. Nos has hecho daño, eso te lo admito, pero no volverás a hacer nada más. Ahora es nuestro turno, y no estamos solos. Nos acompaña lo mejor de este Universo, los hombres y mujeres más valientes que hay. Contempla... ¡a los nuevos Green Lantern Corps!
Y me llena de asombro, pues tras él vuela un enjambre de moscas verdes dotadas de anillos nuevos de Oa, un auténtico batallón de soldados dispuestos a entregar sus vidas por el Bien. Y al fijarme en sus rostros me doy cuenta de que son los mismos Darkstars a los que yo derroté con un pulso electromagnético, hace ya por lo menos cien años. Kyle sonríe, y entiendo que a los que yo combato como enemigos, él es capaz de convertir en aliados. Son aproximaciones distintas. Me alegro de tenerlo en mi bando.
A su lado vuela una bellísima mujer morena vestida con una toga negra de estrellas, y en cuya mano derecha luce un fastuoso anillo de poder recién estrenado. Su nombre es Donna Troy, pero hoy, como todos, se hace llamar Green Lantern.
Un nombre que yo hice maldito, pero que con la ayuda de Kyle he devuelto al honor que se merece.
Sin embargo los Armeros de Qward son una fuerza indescriptiblemente poderosa, y la batalla no es tan fácil de librar. Su energía negra es contraria a la luz verde que emiten los anillos, pues proviene del Mal igual que nosotros servimos al Bien con todas nuestras fuerzas, y evaporan las creaciones de color esmeralda como si fueran humo que se disipa. Los rayos de fuerza nos golpean, arrasando las débiles protecciones y los escudos. Sus bombas detonan a nuestro paso sacudiéndonos las tripas. Las llamas queman el uniforme y los cabellos, como si fuéramos hombres indefensos y no auténticos guerreros, y poco a poco nos damos cuenta de que aún estamos en minoría.
Ellos son entes inmortales a la misma altura de poder que Ganthet, son los que corrompieron a los Controladores y a Siniestro, y los que fabricaron el anillo dorado mezclando un poco de su propia aura maligna para atraerlos al Mal. Son despiadados, y están haciendo añicos a los Manhunters en tan solo segundos. Pronto Guy y yo seremos presa fácil.
De pronto un chillido salvaje inunda la superficie de Qward, y al mirar hacia el frente contemplo el horror: el cañón de antimateria está funcionando. Su amplia boca se abre despiadada mirando hacia Oa, y toda la urbe que lo rodea brilla intensamente cediéndole energía. El arma definitiva de Qward está viva otra vez, y no puedo permitir que ahora sí devore mi universo.
–¡Guy, cúbreme!
Y vuelo casi a la velocidad de la luz encarando la monstruosidad. No puedo dejar que dispare, el rayo de pura antimateria será imparable, ni mi anillo ni ninguna otra arma de la Realidad Positiva podría hacerle daño, y Oa se resquebrajaría por entero, esta vez creo que sin resurrección. Pero si pudiera saturarlo... que explote aquí con toda su carga maligna y disipe la Luz Negra por el único mundo que puede soportarla. Canalizo la energía verde a través de sus conductos de alimentación secundarios, vacío el refrigerante y lo sustituyo por metal fundido al rojo, y destrozo la cubierta isotérmica para que sepa lo que es arder. “Rápido, Hal... Rápido, rápido, Hal…”
Ahora sé lo que sentía el pobre Tomar–Re cuando trató sin éxito de salvar el recordado planeta Krypton, en el Sector Espacial 2815. Si tan solo hubiera tenido unos segundos más, estoy convencido de que lo habría hecho. Yo no tendré esos segundos tampoco.
–¡Jordan, no podré contenerlos mucho más! –protesta mi compañero, mientras le rodea un centenar de Armeros deseosos de probar su sangre–. ¡Así que lo que quiera que vayas a hacer, más te vale que sea pronto!
Levanta paredes de roca en torno suyo de un grosor de metros, pero son como cristal para los arietes y proyectiles que le impactan. La Luz Negra fluye a su alrededor despidiendo el fuego y la peste nauseabunda del alquitrán, buscando sus puntos débiles, mordiéndole en los costados, las piernas, los brazos. Mordeduras infectas que terminarán gangrenándole. Kyle se une a la batalla desde el sur al mando de la comitiva de los Green Lantern Corps, y aunque al principio llega como un tornado arrasando Armeros por cientos, la situación se estabiliza en un minuto, y no tardarán mucho más en derrotarnos.
Al final todo va a depender de mí, como pensé al principio.
–¡Hal, no creo que ni siquiera con los Corps a mi lado vaya a poder asegurar la zona mucho tiempo! ¡Vas a tener segundos, y apenas unos pocos!
–¡Jordan, maldita sea tu madre! ¡Vuela en pedazos ese condenado cañón, o se van a hacer colgantes con nuestros huesos!
Como si fuera tan fácil. La última vez que se intentó algo como esto hizo falta liberar encima todo el poder de la Fuerza de la Velocidad, y aún así le costó la vida a Barry. No me gusta la idea de morir otra vez, pero estoy dispuesto si consigo deshacerme de esta cosa.
La frente me suda, y las manos tiemblan. El fuego que brota del anillo es pura voluntad concentrada, arremolinándose en torno al cañón como un tornado o una lluvia demoníaca. La superficie de Qward es arrancada y hecha pedazos, la terrible ciudadela oscura se apaga consumida por la furia de mi ataque. Y el cañón resiste, apenas con daños mínimos.
Es hora de probar otra solución, algo desesperado que no hice nunca.
Aterrizo en la boca gigantesca que apunta a Oa, consciente de que este plan seguramente acabe conmigo.
–Anillo, Orden 666. Protocolo de autodestrucción inmediata. Plazo: diez segundos.
“Entendido. Diez segundos y contando... Nueve... Ocho... Siete... Seis...”
Y lo arrojo a lo más profundo del cañón, saltando al vacío lejos de su onda expansiva.
Y explota.
La violencia es tan terrible que Qward se abre como una fruta madura, partido en dos por un fogonazo esmeralda más potente que cualquier arma imaginada. La energía cósmica en bruto consume las rocas malignas que lo conforman, y de su interior se liberan torrentes de antimateria que fluyen libres como si se hubiera roto una presa. La mutua repulsión entre verde y negro causa oleadas incontrolables que destruyen todo a su paso, abrasando por igual el Universo Negativo y el mío, eliminando de la existencia cualquier resto de materia.
Ahora sí que estamos en peligro. La realidad se desmorona en nanosegundos, conforme la onda de choque avanza sin orden alguno.
Y justamente cuando me golpea, pierdo el sentido.
–¡Despierta, Hal Jordan! –grita aquella Voz maligna que quemaba como ácido–. ¡Es hora de que sufras por tu papel en esta batalla!
Me incorporo, y todo a mi alrededor es un vacío absoluto y oscuro. La Voz parece salir de todas partes, y a la vez incluso de mi cabeza. No hay nada más que yo. Visto las ropas antiguas de piloto, y ya no hay más anillo de poder en mi mano. Lo he destruido para salvar el Universo, y nunca me arrepentiré por hacerlo.
–¿Dónde estoy? ¿A qué lugar me has traído, demonio?
Se llama El Limbo Negro, un espacio entre la Vida y la Muerte donde residen las almas de aquéllos que han muerto por mis acciones, y que no hallarán descanso mientras yo no lo decrete. ¿Pensabas que mi nube de antimateria sólo se tragaba los universos paralelos? Oh, no, Hal Jordan... ¡Además los ata a mí para siempre!
Y entonces veo que un sinfín de monstruos me rodean, versiones oscuras de antiguos héroes olvidados: Lord Volt y la Princesa Fern de Tierra–6, el Sindicato del Crimen de Tierra–3, Psycho Kid de la Legión de Súper–Héroes, una Supergirl que nunca había conocido... ¡y mi amigo Barry Allen!
Y tras ellos avanza una colosal figura metalizada, de cuya máscara nace ahora la Voz, nítida y amenazante.
–Contempla el rostro de Qward, humano, la forma que he asumido de entre los seres que han perecido por mis actos... ¡ahora el Mal Encarnado toma la figura de... El Doctor Muerte!
REFERENCIAS
1. Ver episodios previos de “Green Lantern” en DC–AT.
2. Ver la saga “Imperio”, también en DC–AT.

Gracias especiales a Roberto Cruz por su ayuda con el personaje de Guy Gardner.

REFLEXIONES CÓSMICAS Por Gabriel Romero de Ávila
Pues esto se está acabando.
El próximo capítulo es el último de esta saga, y tendremos al fin la mitología espacial de DC–AT nuevamente asentada, con un futuro prometedor por delante. Vale, vale, yo había dicho que éste iba a ser el desenlace final de la historia, pero realmente he preferido dejarlo en un número más, por varias razones:
• Últimamente no me gusta hacer números demasiado largos para Action Tales, porque creo que realmente es muy cansado de leer y sobrecarga a los pocos incautos que se atreven a seguir estas cosas que escribimos. Aún recuerdo los fiascos que solté hace tiempo en esta misma página, como “Green Arrow”, o “1938” (esta última de momento inconclusa…).
• Pero es que además Kyle Rayner y Guy Gardner se merecían su espacio en esta saga, tenían que demostrar por qué son personajes tan grandes y cuál es su puesto en el conjunto de los Green Lantern Corps. No es sólo coger a alguien y darle un anillo de poder y un traje verde y negro. Gente como ellos demuestran que hay que ser especial para convertirse en Green Lantern, y que como personajes han sido muy trabajados por sus respectivos guionistas para dotarlos de una personalidad propia y distintiva. Aunque a mí personalmente no me entusiasme demasiado Kyle (nunca me parece que termine de funcionar, la verdad), y aunque considere a Hal el protagonista principal de esta serie, había que justificar el regreso de los Corps y de estas dos figuras en concreto, que terminarán por convertirse en sus líderes. Guy sí que me encanta, para qué negarlo.
En cuanto al resto del capítulo, hay un poquito de todo: el porqué del Mal y cómo funciona, la mayor batalla de Hal Jordan, el retorno de Oa y su Poder Esmeralda, los Manhunters y los Green Lantern Corps reconstruidos, los Armeros de Qward, el Cañón de Antimateria… y unos invitados realmente especiales: ¡las víctimas de la “Crisis en Tierras Infinitas”!
Lo siento, pero habiendo resucitado a Hal, la tentación de meter a Barry Allen en la historia era irresistible. Yo crecí con esos dos compartiendo páginas de cómic, y también debo admitir que Wally West nunca ha llegado a convencerme en el papel de Flash. Que sí, que sí, que todas sus aventuras alrededor de la Fuerza de la Velocidad son fabulosas, pero vamos… ¡que es Barry Allen! ¡El tipo que reconstruyó el género de superhéroes él solito!
Y aún nos quedan unos pocos interrogantes que salvar, y ahora sí que prometo que acabaré en el siguiente. Aunque desde luego, no os extrañe encontraros con más sorpresas y giros argumentales de los que habríais esperado.
¡¡“El juicio de Hal Jordan” se va a convertir en la saga más impresionante de todas!!

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