Superman nº 16: La Muerte de Superman


Título: La muerte de Superman
Escritor: Jose Luis Miranda
Portada: -
Fecha de publicación: Febrero de 2007




Superman acababa de dejar a Lois en el hospital. Estaba en la entrada. Todos sus miedos se habían cumplido. Zod había golpeado donde más le podía hacer daño: en sus seres queridos. Una sensación de impotencia le dominaba. Sentimientos contradictorios. Rabia, dolor, frustración, odio. ¿Dónde estaría Zod? ¿A cuál de las personas a las que conocía estaría haciendo daño? ¿Lana Lang, Pete Ross, algún miembro de la Liga? ¿Dónde ir…? Mil preguntas bailaban en su cerebro. De repente, una voz a su espalda rasgó como un cuchillo todo pensamiento:

- Estoy aquí, hijo de Jor-El. Se acabó el esconderme.

Superman se giró muy despacio. Le miró de arriba abajo. Su visión de rayos equís penetró hasta en el más mínimo rincón de su enemigo.

- Analízame lo que quieras. No soy un androide, ni un clon, ni un fantasma. Soy el General Zod, Kal- El. Se nota que no estabas acostumbrado a matar. ¿Vas a intentarlo de nuevo?

Superman no hablaba. Seguía observándole. Concentraba sus supersentidos en él. No existía nada más en ese momento que Zod. La rabia, el odio le inundaban por dentro. Sin embargo, el héroe de Krypton no mostraba un solo sentimiento.

- ¿No tienes nada que decir? He matado a ese anciano al que llamabas padre, a tu perro, a tus amigos, he violado a tu mujer, he destruido tu periódico, he arrasado tus hogares y sobre todo… he matado a ese híbrido de kryptoniano y terrícola que pretendías criar. ¿Sabías que era una niña? Algún insulto merezco…

Superman le miraba con desprecio, con tensión, pero sin pronunciar una sílaba.

-¿No vas a decir nada? Eres más patético de lo que creía. Que te quede claro que esto no es sólo por venganza. ¿Quieres saber el verdadero por qué? Porque yo he nacido para gobernar. Para dirigir los destinos del resto. Para la gloria. No soy un ser vulgar. En el otro mundo no aceptaron mi gobierno. Se unieron contra mí. Les exterminé. Tardamos años pero lo hicimos. Esta vez será diferente. Gobernaré el planeta Tierra.

El silencio de Superman irritaba a Zod.

- Tu sangre y la mía son superiores al del resto de los que nos rodean. Somos kryptonianos, no terrestres. Nuestro destino es guiarlos, dirigirlos. No son nada a nuestro lado. Simples hormigas. Y tú, te mezclas con ellos. Te haces pasar por un simple humano. Procreas, manchas la sangre kryptoniana. Nuestra raza es superior. Nuestro nacimiento nos marca. Pero, aún con todo el odio que te tengo, te voy a dar una oportunidad. Arrodíllate ante mí. Ríndeme pleitesía. Te dejaré vivir y me ayudarás a conquistar este planeta. Retorna a la grandeza kryptoniana. ¡Arrodíllate ante Zod o muere!

Superman cerró los puños y habló:

- General, no habrá fuerza en el universo que me impida hacerte pagar todo lo que has hecho.

 
Prólogo.

La imagen de Brainiac era amenazadora. Estaba constituido por un poderoso cuerpo metálico, que terminaba en una cabeza semejante a un robótico cráneo. Todo de un verde oscuro intenso. Su gigantesca nave, igualmente con forma de cráneo, era en realidad una extensión del cuerpo que obedecía cualquiera de sus órdenes mentales. Estaba repleta de armas destructivas con poder para destruir planetas. Todo ello, construido en Krypton [1] con una aleación de metales casi indestructibles. Este nuevo Brainiac sólo tenía dos cosas en mente: recopilar en sus bases de datos todos los saberes del universo y destruir a quienes pudieran impedirlo.

En la segunda directriz, Superman era el principal obstáculo. En otras encarnaciones, con otras pretensiones más mundanas y egoístas, Brainiac siempre había sido derrotado por el héroe kryptoniano. Por ello, le veía como un enemigo a destruir. Su programación no contemplaba la posibilidad de iniciar esta nueva singladura sin que dicho obstáculo desapareciese. Esta fue la razón de intentar clonar a Zod, aunque, al descubrir que seguía vivo, prefirió revivirle.

Brainiac sabía que Zod se le había escapado de las manos. Su primigenio plan, matar a Superman, se le quedaba corto. Zod planeaba conquistar el planeta Tierra. De cualquier forma, una vez muerto el kryptoniano Zod habría pagado su deuda con Brainiac y los destinos de ambos se separarían para siempre. Eso sí, en cuanto el conocimiento de toda cultura residiese en los bancos de datos de la nave.

Desde el sillón de mando de su nave ordenó a diferentes aparatos que analizaran los trozos de kryptonita que Zod acababa de traer de la Fortaleza de la Soledad. Aunque el cuerpo de Brainiac no se moviera del sillón de mando su mente era la que gobernaba y dirigía los análisis con precisión. Todo en la nave era como una extensión de su cuerpo. Dicha kryptonita era originaria del mundo de Zod y se suponía que su exposición le resultaba mortal. Sin embargo, no le había causado el menor daño. El análisis confirmó que era la misma con la que Superman había creído matarle en el pasado. ¿Qué cambio se había producido en ella para que esto sucediera? Pronto obtuvo la respuesta al enigma. Descubrió porque su radiación no produjo en Zod el menor efecto. Aunque, de momento, decidió que no compartiría con Zod el secreto.

Capítulo 1.

Los puños de los dos kryptonianos cerrados apretaban tan fuerte que casi hacían sangrar las palmas de sus manos. Superman no perdía la calma. Intentaba alejar de su mente el daño sufrido por sus seres queridos. No podía distraerse. Necesitaba toda su concentración para derrotar a Zod.

Superman sabía que no podía pelear en medio de Metrópolis, el daño sería terrible. Sin ir más lejos, a sus espaldas se encontraba un hospital repleto de enfermos. Debía llevar la lucha a un lugar en el que no hubiese gente alrededor. Zod estaba deseando empezar el combate, pero tampoco quería luchar en público. No quería llamar la atención de la Liga de la Justicia y dividir su atención entre varios superhéroes. Zod le habló:

- No se te ocurra llamar a tu preciada Liga. En primer lugar, morirían casi todos, y, en segundo, la batalla sería terrible para tu ciudad. Estoy convencido que tú tampoco quieres pelear en medio de la ciudad. Dime dónde.

- Desierto del Sahara. 5 grados de longitud oeste y 20 grados de latitud norte. Sólo habrá arena.

- Partamos. Si avisas a tus amigos superhéroes lo lamentarás. Brainiac está sobre la ciudad. Compruébalo con tu visión telescópica. Tiene órdenes de lanzar unas cuantas bombas atómicas sobre diferentes puntos de los EE.UU. si se entromete alguien. ¿Lo has entendido?

Superman comprobó que allí estaba Brainiac. ¿Por qué no atacaban al unísono? Estaba claro. Zod quería derrotarle en solitario. Héroe y villano salieron volando en dirección a la zona desértica.

Capítulo 2.

Perry White miraba las ruinas del Planet. Era como mirar el cadáver de un viejo amigo. La policía había acordonado la zona y evacuado los edificios colindantes. White traspasó la línea policial sin hacer el menor caso a los gritos que le profería un agente indicándole que se retirará. Perry se situó entre las ruinas del edificio. Allí, apreció los restos del globo que tan sólo ayer coronaba el Planet. Todavía permanecían ancladas algunas letras. El policía se acercaba. Llegó hasta Perry y le habló:

- Señor, por favor. No se puede pasar. Es una zona peligrosa. Debe abandonarla.

Perry alzó la mirada y el policía pudo observar que los ojos del periodista estaban llenos de lágrimas. No supo que decirle. Perry volvió a mirar el globo y contestó:

- Hijo, ¿cuántos años tienes?

- Perdone…

- ¿Cuántos?

- Veintisiete, ¿por…?

- Yo llevo más años trabajando aquí. No hay nadie en este planeta con más derecho que yo a estar en este lugar.

- Señor… le comprendo… pero tengo órdenes…

- ¿Cree usted en Dios?

- Señor, tenemos que abandonar la zona…

- Te he hecho una pregunta, hijo. ¿Quieres contestarme?

- Pues, la verdad no soy muy religioso…

- Yo también tengo dudas, pero ahora deseo que exista. Porque le juro por él que levantaré hasta la última piedra de este edificio. Aunque sea la última cosa que haga en mi vida.

Perry dio media vuelta y cruzó de nuevo la línea seguido por el policía. Jimmy le esperaba. A su lado, muchos trabajadores se agolpaban para ver cual iba a ser la reacción de su jefe. Su fuente de ingresos había desaparecido. Sus salarios no se cobrarían el mes que viene. ¿Qué iba a pasar? Todos confiaban en Perry. Sabían que era justo y que en los peores momentos en la historia del diario siempre había conseguido levantar la moral y el ánimo de todos. Pero, ahora… ni siquiera había diario.

- ¿Y ahora qué, jefe…? Ese bastardo lo ha destruido todo. Y aún no sabemos nada de Clark y Lois. No contestan a los móviles.

- Tienen que estar bien. No estaban en el periódico, estoy seguro. ¡Escuchadme todos! Sé que estáis preocupados. Sé que muchos piensan que este es el fin del Planet. Nada más lejos de la realidad. Necesito que depositéis vuestra fe en mí. Necesito vuestro apoyo y ayuda. Viviremos unos meses difíciles pero saldremos adelante. Necesito que permanezcamos unidos.

- Pero, ¿qué ingresos tendremos el mes que viene?

- Tenemos unos beneficios invertidos en depósitos y valores del estado. Hay un fondo de previsión. Sacaremos todo eso y crearemos una bolsa de salarios. Quizá no podremos llegar al sueldo de antes, pero servirá para que todos cobremos los próximos dos o tres meses.

- ¿De qué servirá eso? Pronto se acabará y nos quedaremos sin nada.

- El Planet es más grande que esto. Hoy sacaremos una edición.

- ¿Cómo… va a ser posible… el edificio está destruido… las imprentas…?

- ¡¡El Planet es algo más que un periódico!! Y hoy lo voy a demostrar. Este edificio estará levantado en menos de un año. Creedme. Y hasta entonces os necesito, necesito vuestra colaboración. Necesito que creáis en mí y que apostéis por el Planet.

Capítulo 3.

Sahara.

En pleno desierto un sol terrible elevaba la temperatura hasta los cincuenta grados. Antes de aterrizar, Superman analizó, con su mirada de rayos equis y microscópica, varios kilómetros cuadrados a la redonda y eligió aterrizar donde menos vegetación y animales contó. Causaremos daño de todas formas- se dijo. Zod había aterrizado a cien metros de él. Y se acercaba lento pero sonriente. Si va a ser mi último combate, debo estar a la altura. Superman cerró los ojos, inhaló fuertemente, soltó el aire y se preparó para la lucha.

Zod se movió a la mayor velocidad que poseía. Recorrió los últimos cincuenta metros en menos de una décima de segundo. Su puño salió disparado como un relámpago. Superman lo esperaba. Consiguió esquivarle y sosteniendo el brazo continuó empujándolo en la dirección que llevaba. Zod se desequilibró y Superman le clavó el codo en la espalda.

Zod se revolvió en segundos, haciendo un trompo su brazo izquierdo impactó a Superman en las costillas y le lanzó al suelo. Zod se arrojó sobre él y se produjo un intercambio de golpes brutales. Se movían a tal velocidad que posiblemente sólo Flash podría haber seguido dicha guerra con nitidez. El resto, no hubiese apreciado más que un puñado de borrones azules, rojos y negros entremezclarse una y otra vez.

Superman notaba como la fuerza y la velocidad de Zod eran superiores a las suyas. Aunque ambos eran kryptonianos, al provenir Zod de otra dimensión, su cuerpo procesaba la radiación solar mejor. Poco a poco estaba imponiéndose. Sin embargo, ninguno cesaba de golpear. Zod empleó el aliento gélido y las piernas de Superman quedaron atrapadas por el hielo. Acto seguido, irradió la visión calorífica que dañó de forma terrible a Superman en el cuello. Zod estaba desatado. En una milésima, empezó a utilizar los conocimientos de artes marciales que había aprendido con Brainiac. Al estar Superman atrapado, no pudo evitar una lluvia de puñetazos y patadas, que pretendían ser mortales, de al menos diez técnicas diferentes. Superman se impulsó hacia el suelo y clavando sus rodillas en la arena destrozó el hielo. Zod no esperaba este movimiento. Desde el suelo lanzó su visión calorífica a plena potencia, casi consiguiendo partir la rodilla de Zod. Pero, éste propinó una espectacular patada que por poco secciona la cabeza al héroe.



Capítulo 4.

En el hospital de Smallville el doctor confirmaba a Martha Kent la muerte de su esposo Jonathan. Marta se alejó de los doctores. No podía creerlo. Toda una vida juntos. No volvería a oírle reír. Su mente se llenó de recuerdos. Recordó lo duro que habían sido los principios. Sacar adelante la granja. Cuando encontraron a Clark. Sin duda, ese día cambió sus vidas. Sintió el amor presente. Y ahora se había ido. No, se lo habían arrebatado. Le habían asesinado. Deseó con todas sus fuerzas la muerte de Zod. Una de las enfermeras, amiga desde hace años de Martha, corría por el pasillo.

- Martha, Dios mío, no lo vas a creer. Tu hijo… tu hijo… ¿no trabajaba en el Planet? Acaban de decir en el informativo que… Dios Mío… que el edificio acaba de derrumbarse…

Capítulo 5.

Superman se estrelló contra unas rocas. Sangraba por la nariz y los oídos. Necesitaba un segundo. Zod voló hacia él. Superman sopló generando un muro de hielo contra el que Zod se estrelló. Su mente se desconectó por un segundo y de su supermemoria extrajo una arte marcial kryptoniana desconocida en la Tierra. Dicha forma de combate era muy avanzada y aunaba casi todos los movimientos de las ideadas en el planeta Tierra. Se concentró y asimiló la técnica en segundos. La vieja forma de combate de Krypton se adueñó de sus movimientos. Zod volvió a situarse frente a él, intentó una nueva patada que Superman detuvo golpeándole hasta tres veces en pleno rostro. Zod salió despedido varios metros atrás.

Capítulo 6.

Lois se debatía entre la vida y la muerte. Una terrible hemorragia interna amenazaba con llevársela al otro mundo. Los médicos estaban operándola a vida o muerte. El feto había muerto. Sólo un milagro podía salvarla. El cerebro de Lois desconectado por la anestesia se empecinaba en una sola idea. Júrame que lo matarás.

Capítulo 7.

Zod sopló a la arena levantando una gigantesca tormenta. Superman también hizo surgir un huracán de sus labios y ambas tormentas se anularon. Zod, de nuevo, se abalanzó volando hacia el héroe. Superman sostuvo su mano derecha. Zod intentó conectar un golpe con la izquierda, pero Superman también la detuvo. Ambos contendientes sujetos por las manos planeaban sobre el suelo. Si sus músculos hubiesen empujado hacia el suelo en la misma dirección quizá el planeta Tierra se hubiese visto desplazado de su órbita. La tensión era terrible. Aquí, Zod se reveló como el más fuerte. Lentamente, el héroe de Krypton empezó a ceder ante su rival. Los dos lo notaron. Zod habló:

- Aún sigue en pie mi oferta. Arrodíllate ante mí y serás perdonado.

- Jamás.

- Gobernaremos el mundo. Somos kryptonianos. Somos una raza superior. Tu padre lo sabía también por eso te envió a este planeta de seres inferiores. Para gobernarlos.

- Eso no es cierto.

- ¡¡Arrodíllate ante mí o muere!!

La presión de Zod estrelló a Superman de espaldas contra el desierto. Allí, levantó el puño derecho y fracturó de un terrible impacto la nariz de Superman. La sangre saltó hasta sus ojos, pero se evaporó en instantes al irrumpir dos rayos de visión calorífica que inundaron de pleno los ojos de Zod. Superman ignoró el dolor y castigó con cientos de puñetazos dados a supervelocidad el cuerpo de su enemigo. Zod sintió el lacerante dolor y notó como se habían partido varios huesos, pero se rehizo golpeando con toda su fuerza…

- ¿No te hubiera gustado ver a tu hija alguna vez, jugar con ella?

- Cállate, hijo de puta.

Superman perdió la calma y la concentración. Ese fue su error. Sus dos últimos golpes fueron esquivados por el villano con facilidad.

- Lo que no entiendo es que eligieras a esa hembra. No es gran cosa en la cama, aunque cuando le metí mi polla creo que disfrutó…

- Maldito…

Zod volvió a esquivar la acometida irracional del héroe y le impactó en el estómago un formidable puñetazo partiéndole una costilla. De nuevo, inició una lluvia de golpes a la que Superman intentó sobreponerse sin resultado.

- Vamos saca tu odio, héroe. Conviértete en un asesino. Mátame si puedes- decía un Zod triunfante.

Capítulo 8.

Perry había escrito un titular en el que se podía leer: Solidaridad. Con el Planet. Era una hoja tan solo, con un editorial que explicaba la destrucción del periódico. En la hoja mecanografiada escribió: la voluntad. Fueron a la imprenta que trabajaba para la competencia. Allí, le esperaba Bill Tyron. Colega de profesión, de la misma quinta que Perry. Tyron hablaba:

- Perry joder. No puedo imprimirte este panfleto. ¿De dónde vas a sacar dinero para pagarme?

- De su venta.

- ¿Y si no te lo compra nadie?

- Bill, me debes más de una. Juro por el altísimo que jamás he hecho un favor con la intención de que me lo devuelvan, pero ¿tengo que recordarte quien te acompañó a recoger a tu hijo drogadicto de aquella estación de metro abandonada? ¿Recuerdas quién pagó la clínica para su desintoxicación? Joder, Bill…

- Está bien. Te lo imprimo hoy y mañana. Si no sacas dinero olvídalo. ¿Cuántos ejemplares quieres que haga, cien, doscientos?

- Tantos como ejemplares imprimíamos del Planet.

- ¿Estás loco? ¿Pretendes que la gente pague por esta hoja lo mismo que pagaba por el periódico íntegro?

- Bill, para hacer cien copias me voy a la fotocopiadora de la esquina. No solo quiero hacer la tirada del Planet, sino que quiero distribuirlo a los mismos puntos de venta que antaño.

- Eso es imposible… Sólo en Metrópolis tendrías que ir a miles de kioscos, grandes almacenes, papelerías… La distribución no puedo costearla. Perry… tienes que aceptar la realidad. Quizá el Planet esté muerto.

- El día que acepte eso será el día en que descanse bajo tierra. Lo repartirán mis trabajadores. En sus coches. Cada uno irá a una zona diferente de la ciudad. Quizá no pueda cubrirla toda pero te aseguro que lo voy a intentar.

Capítulo 9

Zod era el amo. Superman no podía ya oponérsele. Recibía golpe tras golpe a toda velocidad y con un salvajismo terrible. La furia de Zod conseguía nuevas heridas con cada ataque. Al perder Superman la concentración y sucumbir al odio, sólo era cuestión de minutos que Zod se erigiera en ganador. Su tímida respuesta era, a todas luces, insuficiente.

Superman recibía los impactos. Su mente parecía desconectada, como si no fuera consciente de la paliza que estaba recibiendo. No podía vencer. Entonces, en su cabeza, empezó a sonar la conversación que había mantenido con el Alto Padre.

Del pasado llegará la muerte para el Hijo de las Estrellas. Zod será su mortaja, a menos que el hombre del mañana sepa aceptar la muerte con antelación. Eres una fuerza inmensa del bien… el campeón de la justicia más importante del universo… una luz para la humanidad…

Superman contestaba en su delirio.

Mírame Alto Padre me está destrozando… me está matando… esta vez no he podido… mi vida termina, fracasada y sin esperanza… Zod reinará este planeta… Sólo soy un hombre. No soy campeón de nada. Me llaman Superman, pero puedo fallar como cualquier mortal. No he pedido que me reverencien ni que me sigan. No puedo cargar con tales responsabilidades.

La muerte es la única respuesta a Zod. Sólo a través de ella lograrás la salvación. No intentes resistir a su abrazo. No cedas al odio o a la venganza. Aunque el sufrimiento afecte a los que te rodean. Nunca cedas al mal. No te conviertas en él.

¡¡¡Basta!!!

Las palabras del Señor de Nueva Génesis cesaron. Un silencio se adueñó de la mente de Kal-El.

He fracasado. Mi misión era imposible. No puedo salvar a toda la humanidad. ¡¡Me estás oyendo Jor El!! Te hablo a ti, a mi verdadero padre. ¡¡Jor-El contéstame!! ¡¡PADREE!! ¿Por qué me has abandonado?

Tras un par de segundos de silencio, otra voz parecía surgir de la nada. Era la voz de Jor –El.

Hijo mío… cuando escuches estas palabras yo estaré muerto hace muchas décadas… No pretendas dirigir el futuro de los seres humanos y mucho menos cambiar su historia. Otorga sólo libertad, nunca pidas obediencia. Ayúdales, Kal El, son un gran pueblo… por su capacidad para hacer el bien es por lo que les he enviado a ti… mi único hijo…

Padre, no me escuchas… he fallado… ¿por qué me has abandonado…? No he servido… he sido derrotado… nunca debí tener esta responsabilidad… nunca debí ser yo… por qué no pudo ser otro…

Otra voz tomó el relevo. Era la de Jonathan Kent:

Escucha Clark, hablamos hace mucho tiempo de lo que ibas a hacer con tu vida. Estás aquí para algo más que ganar al fútbol. Y lo has conseguido. Has ayudado a la gente. Siempre has hecho lo que considerabas correcto. No te arrepientas de nada. Ten fe en ti. Sé que cuando Zod te ataque sabrás hacerle frente. No se trata de ser más fuerte. No se trata de tener más poder. Se trata de defender lo correcto, lo que es justo. Aunque alguien pueda sufrir.

Pero… no lo he podido hacer… ¿no lo ves, papá? Tú y mamá no podéis entenderlo. No lo he podido lograr… he perdido…. Te he fallado a ti y a mamá, a Lois… a… Perry, a Jimmy… a la Tierra… a Bruce…, a todos. Zod ha ganado.

Todo quedó en silencio. Las voces cesaron. Los moribundos labios de Superman repitieron: Zod ha ganado.



¡NO!

¿Quién eres, ahora?

Lo sabes

Pero… estás muerta… ni siquiera has nacido…

Quizá sea tu subconsciente… padre

Hay muchas formas de vivir y de morir

Estoy derrotado

¿Cuándo te has rendido?

Esta vez es diferente…

¡NO!

¿Hija?

Es el momento… algún día nos veremos

Hasta que ese momento llegue…

Sé lo que siempre has sido

¿Qué puedo hacer?

Ganar.

Eres Superman, no tengo que decirte cómo

Adiós, padre…

Y por fin lo comprendió.

Supo lo que debía hacer.

Aceptando la muerte podía vencer. Zod golpeaba con la máxima furia. Superman detuvo su mínima resistencia y cayó sin vida al suelo. Zod lo sintió, bajo aquel estruendo, la respiración del héroe se había detenido. Superman cayó como un boxeador noqueado. Zod concentró su visión y su superoído. El corazón del héroe había dejado de latir. Zod murmuró:

- Mi venganza se ha cumplido. Este es el primer paso para la conquista de este planeta. Por fin, el hijo de Jor-El ha caído a mis pies.

Zod excavó en segundos una fosa y arrojó el inerte cuerpo de Superman dentro. La tapó con la arena. Se sentía agotado. Se miró y descubrió que tenía varias costillas fracturadas, el pómulo, un brazo, una pierna y varios dedos. Aún, con todo, volvió a reír:

- Pudiste unirte a mí. Debiste hacerlo. Éramos kryptonianos. Así acabarán todos los que no acepten mi reinado. Conquistaré este planeta y reinaré en él.

Capítulo 10.

Zod retornó a la nave de Brainiac. El ordenador viviente había tenido que alejarse cuando comenzó la pelea para no ser detectado. Zod le miró y habló:

- Está hecho. Ha muerto.

- Pero, ¿y su cadáver?

- Lo he enterrado en el desierto.

- ¿Por qué no lo has traído?

- ¿Qué problema hay? Me aseguré de que sus constantes vitales se hubieran detenido. ¿Me estás cuestionando?

- General… su cuerpo… quiero ver y analizar su cuerpo. Supongo que no habrá ningún inconveniente en que pueda ir a recogerlo.

- Ninguno. Yo te lo traeré. Prepara tus instrumentos médicos. Estoy herido. Tendrás su maldito cadáver en un minuto.

Acto seguido, Zod salía volando algo molesto. Realmente sabía que le debía a Brainiac la vida, pero entendía que el ordenador humano tenía miras diferentes a las suyas. Sin duda, era el momento de separarse. Brainiac quería la muerte de Superman y ya la tenía. El universo entero estaba esperando a que Brainiac fuese a explorarlo. El sólo quería gobernar la Tierra… de momento.

Zod volvió al Sahara. Una extraña gana de reír le invadió. Volaba haciendo eses. Por fin, tuvo la tumba de Superman a la vista. La risa se cortó de golpe. El miedo más intenso se adueñó de su cuerpo por un minuto. El escalofrío fue tal, que tuvo que descender. Rápido se plantó delante de la tumba y un auténtico terror le dominó de nuevo. Logró calmarse y el miedo se convirtió en asombro. No daba crédito.

La tumba estaba vacía, no había cadáver.

Su visión de rayos equis le buscó sin éxito. Han robado el cuerpo, debe ser eso. Lo han robado. Pero, allí no había la más mínima huella de otro ser. Escudriñó con su visión microscópica el entorno. Veía restos de ADN, suyos y de Superman, pero de nadie más. Además, la tierra estaba removida desde dentro. Zod miró a su alrededor hasta donde alcanzaba su visión telescópica. No puede ser, algún mago, eso es algún mago amigo ha hecho desaparecer el cadáver. No hay otra explicación. No la hay.

Epílogo.

A muchos kilómetros de allí. Superman acababa de salir del interior de la Tierra. Comprendió que no iba a poder derrotar a Zod cayendo en el odio y la irracionalidad. Las palabras de su subconsciente, si es que se trataba del subconsciente, le habían hecho reaccionar desvelándole el sentido de la profecía de Nueva Génesis: aceptar la muerte. En ese momento, decidió utilizar todos sus poderes. Detuvo voluntariamente sus latidos y su respiración. Podía mantener sin perder la consciencia ese estado al menos un par de horas. Cuando estuvo solo, volvió a poner sus funciones vitales en marcha. Había engañado a Zod, había conseguido que pensara que estaba muerto.

Miró desde lejos la ciudad. Una brisa le envolvía, una fina lluvia empezó a caer. Se sentó en una roca. Se sentía dolorido y cansado. Se quitó la capa de los hombros y murmuró:

- ¿Y ahora? Ahora es tiempo de planear, de pensar, de prepararse… Bueno, Zod, tuviste tu momento. Ahora me toca a mí.

Continuará…




Dedicado a mis amigos Vicente, Soraya y Ángel Algaba, Por no rendirse jamás.

José Luís Miranda Martínez
jlmirandamartinez@hotmail.com
Mayo- noviembre de 2006.
 

Otros trabajos en Action Tales hasta noviembre de 2006: Superman 6 a 16, Superman Anual 1 y 2, Wonder Woman 1 a 6, JSA 1, Leyenda de Superman 1 

Referencias:
[
1] Vimos en el número anterior como tras la batalla contra Imperiex, en Nuestros Mundos en Guerra, Brainiac fue destruido y viajó en el tiempo llegando a Krypton antes de su explosión. Allí, absorbió parte de su ciencia y construyó este nuevo cuerpo. Al ser descubierto, fue atacado por los kryptonianos. Destruyó la ciudad de Kandor y huyó retornando a su presente.


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