Green Lantern nº 14

Titulo: El ataque de los Hombres Halcón (II)
Autor: Jerónimo Thompson
Portada: Roberto Cruz
Publicado en: Julio 2009

En este capítulo desvelamos toda la verdad sobre la invasión a Oa, y además... ¿qué pinta Adam Strange y el planeta Rann en todo esto?
Él es el Elegido, el Portador de la Antorcha que evitará que el Cuerpo y su Luz se extingan en sus horas más bajas.
És una carga muy grande pero él la llevará porque nadie más va a hacerlo, porque nadie más puede hacerlo. Pues él ha nacido para esto. Él es un héroe. Él es...
Kyle Rayner creado por Ron Marz, Bill Willingham y Darryl Banks

En el episodio anterior… La Ciudadela de los Guardianes del Universo sufre el ataque de un escuadrón de thanagarianos comandado por la capitana Merkan Rad. Como resultado, todos los miembros del Rectorado Prima son hechos prisioneros junto a los Guardianes infantiles y Ganthet, tras una dura batalla en la que este último resulta herido. Poco después, surge alrededor del planeta una numerosa flota de naves procedentes de Thanagar, que destruye la estación espacial en la que se encontraba Kyle Rayner con una científica llegada de Talkor.


Kyle Rayner y la doctora K’mele permanecían ocultos entre los restos llameantes de la estación espacial que había orbitado Oa hasta sólo unos segundos antes. La energía esmeralda proyectada por el anillo de Kyle les protegía a ambos de las inclemencias del vacío del espacio.
-¿Esos thanagarianos han intentado matarnos? –susurró la doctora con los ojos desorbitados.
Kyle asintió con la cabeza: -Y lo hubieran conseguido de no haberme avisado el anillo con tiempo suficiente-.
-Vaya... Qué emocionante –repuso la anciana nacida en Talkor con entusiasmo reprimido.
-¿Cómo...?-.
-No me mire así, joven. Si algún día alcanza mi edad, se sorprenderá de las cosas que estaría dispuesto a sacrificar con tal de sentirse vivo, aunque sólo sea por una última vez-.
Kyle la observó brevemente con gesto de incomprensión antes de añadir: -Creo que la esperanza de vida de un Green Lantern no da para tanto... Y de todas formas, hoy bien podría ser nuestra “última vez”: los thanagarianos siguen ahí fuera, y es cuestión de tiempo que...-.
-Atención, Kyle –le interrumpió una voz impersonal surgida de su anillo de poder. –Se aproximan doce cazas procedentes de la nave agresora. Tiempo estimado para su llegada: 28,2 segundos-.
-¡Oh! –exclamó la talkoriana con furor casi juvenil. -¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Enfrentarnos a ellos?-.
Kyle ignoró sus palabras mientras pensaba con detenida rapidez cuáles eran sus opciones.
-¿Joven?-.
-No, no vamos a enfrentarnos a ellos, Sundance(1) –respondió el Green Lantern. –Nos superan ampliamente en número, y en cualquier caso no puedo enfrentarme a toda una flota estelar thanagariana poniendo su vida en peligro... Por poco valor que pueda tener para usted, doctora –concluyó anticipándose al gesto de protesta que había iniciado su compañera.
-Quince segundos, Kyle –intervino de nuevo el anillo de poder.
-De acuerdo. Lo mejor que podemos hacer ahora es volver a la Ciudadela de los Guardianes, con Ganthet: él sabrá qué hacer, y a lo mejor hasta nos puede decir de qué va todo esto-.
Mientras el Green Lantern pronunciaba esta última frase, la burbuja de energía que les rodeaba comenzó a emitir una intensa ráfaga de luz esmeralda, que terminó cegando los sensores de todos los cazas thanagarianos que casi habían alcanzado ya su posición. Cuando el fogonazo perdió intensidad, los pilotos de las pequeñas naves descubrieron con sorpresa que donde antes estaban los restos de la estación espacial destruida, se encontraban ahora cerca de un centenar de esferas de energía verdosa, que repentinamente, salieron disparadas en todas direcciones. Conforme se alejaban de su punto de partida, las esferas se iban duplicando sucesivamente, incrementando su número de forma exponencial.
Sin capacidad para distinguir a la esfera que guardaba a sus presas de las demás, los ocupantes de los cazas mantuvieron su posición pidiendo instrucciones a la nave nodriza; mientras tanto, Kyle y la doctora caían hacia Oa encubiertos por aquella particular lluvia esmeralda.

La cápsula se desplazaba con rapidez, a tres mil setecientos metros bajo la superficie del océano que cubría cuatro quintas partes del planeta Thanagar. La oscuridad a su alrededor era total; sin el menor atisbo de la luz polariana(2) que tan intensamente había hecho brillar sus piezas metálicas sólo unos minutos antes.
Guiada por su sofisticado sistema de navegación, la cápsula continuó su descenso hacia el borde de una fosa que se abría imponente en el lecho marino; se adentró en la vastedad de sus aguas inmóviles, y prosiguió su trayecto hacia la profundidad abisal.
Al alcanzar los cinco mil metros de profundidad, se hizo visible un pequeño punto de luz en el fondo del abismo, que fue aumentando de tamaño a medida que el vehículo submarino acortaba la distancia. Finalmente, a los siete mil quinientos metros, la cápsula se detuvo frente a una gigantesca estructura globular, de casi un kilómetro de diámetro, que se mantenía suspendida sobre el lecho de la fosa iluminando toda la zona circundante.
Reaccionando a la proximidad del vehículo submarino, la enorme estación subacuática abrió frente a él una compuerta rectangular, a través de la cual se introdujo la cápsula sin más dilación. Al otro lado, se encontraba una pequeña sala que pronto quedó clausurada, y drenada del agua marina que retenía.
Posteriormente, se hizo a un lado una sección de la pared frontal del hangar, permitiendo la entrada de un escuadrón de militares thanagarianos, seguido por un par de hombres vestidos con trajes amarillo limón de una sola pieza. Su apariencia resultaba cómicamente dispar: mientras que el primero de ellos era menudo y presentaba cierto problema de sobrepeso, su compañero casi alcanzaba los dos metros, con una figura marcadamente huesuda.
Los soldados tomaron posición por todo el perímetro, al tiempo que los ocupantes de la cápsula desembarcaban por la puerta posterior del vehículo: dos guardias thanagarianos, que permanecieron junto a la rampa de bajada, seguidos por un hombre y una mujer con sendos uniformes de alta graduación, que avanzaron varios pasos hasta reunirse con el reducido comité de recepción.
-Bienvenida al Rectorado XII, general Godan –saludó el más orondo de sus anfitriones con deliberada frialdad. –Soy el Rector Karon Tev-.
La mujer halcón recibió sus palabras con un breve asentimiento:
-Rector Tev, sé que mi presencia aquí no debe de resultarle grata, pero confío en que...-.
-Estoy seguro de ello general, pero dejemos las formalidades para otra ocasión: el Rectorado es suyo a partir de este momento. El Decano de Seguridad Lídor le informará de todo lo necesario –concluyó Karon Tev presentando a la figura esquelética que le acompañaba con un rápido movimiento de mano, para seguidamente girarse con decisión y abandonar el hangar con paso bamboleante.
-General Godan... –intervino el Decano de Seguridad, pronunciando cuidadosamente cada una de las sílabas. –¿Desea instalarse ya en sus dependencias privadas o...?-.
-No –contestó ella tajante. –La situación no admite demora: debo ocupar mi nuevo puesto cuanto antes-.
-Como desee, general –repuso el Decano mientras dirigía una breve mirada interrogante al sujeto que la acompañaba.
-Decano Lídor, le presento a mi segundo, el coronel Med Dekar –añadió la general Godan al captar el significado de su gesto.
-Excelente, sí... –dijo la alta figura esquelética. –Si no tienen inconveniente, pueden acompañarme hasta el Centro de Operaciones-.
-Desde luego –concluyó la mujer halcón siguiendo a Lídor fuera del hangar.
Los recién llegados, Godan y Dekar, fueron tras el Decano de Seguridad flanqueados por cuatro de los soldados thanagarianos que habían rodeado la cápsula. En su compañía, recorrieron todo un laberinto de pasillos de homogéneo color amarillo, hasta llegar a una amplia sala de techo elevado. En el centro de aquella estancia, se alzaba una estructura piramidal de unos ocho metros de altura, cubierta por placas metálicas que desprendían un potente brillo esmeralda. A su alrededor, correteaban frenéticamente una treintena de científicos, vestidos con el reglamentario uniforme amarillo limón del Rectorado XII.
-Así que esta es la famosa Puerta... –comentó la mujer halcón.
-Efectivamente, general –silabeó el Decano. –El fruto de una década de trabajo: el proyecto que hará posible el renacimiento de Thanagar-.
-Un proyecto del que usted es máximo responsable, y que le ha valido el puesto de Decano de Seguridad, si no me equivoco. Y según tengo entendido, es probable que también el de Rector cuando se haya resuelto este conflicto-.
-Bueno, eso es algo que todavía... –repuso Lídor con orgullo mal disimulado.
-Pero cuénteme, Decano: ¿cómo se inició todo? Los informes son muy vagos a este respecto, y parece que el Alto Mor(3) tiene especial interés en guardarse los detalles-.
El Decano de Seguridad Lídor sonrió con discreción, disfrutando de aquel momento, con certeza largamente esperado.
-No hay mucho que contar. Como ya sabe... saben... –rectificó al reparar de nuevo en la figura del coronel, que permanecía inmóvil y callado junto a la general, -el Consejo siempre ha mostrado un especial interés en el Rayo Zeta desarrollado por Rann, y no han sido pocas las veces que ha tratado de hacerse con él(4)-.
-Estoy al tanto –asintió la general Godan.
-Pues bien, tras la disolución de los Green Lantern Corps y el consecuente cambio de dirección en el Rectorado XII, que pasó a estar controlado por el Alto Mor de Thanagar, fue aprobada mi propuesta para desarrollar una tecnología de teletransporte similar al Rayo Zeta ranniano. Y debo decir que durante los dos primeros años de trabajo hicimos grandes progresos en este sentido; sin embargo, llegó un punto en que no fuimos capaces de seguir adelante-.
-¿Cuál era el problema?-.
-La energía de activación-.
-Ah...-.
-Verá –siguió explicando el Decano Lídor, cada vez más entusiasmado con aquella conversación. –La tecnología que desarrollamos en este Rectorado permitía trasladar materia de un punto a otro del espacio de forma inmediata, tal y como hace el Rayo Zeta. Sin embargo, el fundamento teórico de nuestra maquinaria no tenía nada en común con el ideado por Sardath(5), y no conseguimos superar un obstáculo casi insalvable: la enorme cantidad de energía que necesitábamos para realizar el más simple de los saltos-.
-¿Y cómo lo solucionaron?-.
-Bueno... Lo cierto es que no lo solucionamos-.
Godan alzó una ceja en señal interrogativa.
-No –confirmó Lídor. –Por supuesto, tratamos de evitar el problema con diferentes aproximaciones experimentales, pero al final quedó claro que este requerimiento energético era una característica intrínseca de la técnica, y que no podíamos obviarlo-.
-Debió de ser un duro golpe para usted-.
-En efecto, lo fue. Y estuvo muy cerca de clausurar todo el proyecto. Pero cuando menos lo esperábamos, nos llegó la solución desde el exterior: desde el Sistema Solar, para ser más exacto-.
-¿El Sistema Solar? –preguntó la general con renovado interés.
-Sí. Como usted bien sabe, el Alto Mor mantiene unas redes de información muy activas por toda la galaxia, introduciendo agentes de Thanagar en todos aquellos lugares que puedan resultar provechosos para nuestros intereses. Y uno de estos lugares resultó ser el Rectorado Delta del Sistema Solar-.
-¿El Rectorado Delta? ¿El que fue destruido hace unos meses(6)?-.
-El mismo, pero no adelantemos acontecimientos-.
El Decano se sumió en un breve silencio casi teatral, mientras indicaba con un gesto a sus dos acompañantes que le siguieran al nivel superior del Centro de Operaciones. Los cuatro soldados thanagarianos que les habían escoltado hasta allí, permanecieron al pie de las estrechas escaleras por las que ellos subieron.
A unos ocho metros sobre el nivel inferior, llegaron a una sala de control vacía que permitía observar todo el laboratorio a través de un amplio cristal de doble cara: transparente desde el interior; opaco desde el exterior. Tras deleitarse unos segundos con el zumbido sordo que emitía la maquinaria de la Puerta, el Decano Lídor retomó la conversación en el punto exacto donde la había interrumpido:
-El hecho es que nuestros agentes en Calisto informaron de que el Rectorado Delta estaba trabajando en la biosíntesis de un nuevo tipo de sustancia, capaz de producir energía en cantidades casi ilimitadas(7). Y fue entonces cuando vi la solución al problema: ¡el organismo productor de esa sustancia nos proporcionaría las enormes cantidades de energía que necesitábamos para que nuestra tecnología de teletransporte fuera una realidad!-.
-¿Y entonces? –volvió a intervenir la general Godan.
-Bueno, entonces ocurrió algo en Calisto que provocó el crecimiento descontrolado de la bacteria, y terminó destruyendo todo el complejo científico-.
-En ese caso, no entiendo cómo...-.
-Sigue usted adelantándose a los acontecimientos, general –sonrió el Decano. –Poco antes de su destrucción, el personal del Rectorado Delta fue evacuado y enviado a Oa por ese Green Lantern terrestre que aún conserva un anillo de poder. Y aunque la mayor parte de los refugiados decidieron establecerse allí, nuestros agentes volvieron a Thanagar para informar de todo lo ocurrido, y proporcionarme de paso la clave de nuestro éxito-.
-¿Consiguieron hacerse con una muestra de ese organismo?-.
-No, pero la información que trajeron con ellos resultó ser aún más valiosa: nosotros sabíamos desde hacía ya un tiempo que el planeta Oa había sido recreado(8), pero no que la Batería Central de los Guardianes del Universo volvía a estar activa(9). ¡Una fuente inagotable de poder que debía ser nuestra!-.
-Y con ella, y la tecnología de teletransporte proporcionada por la Puerta, el nacimiento de un nuevo imperio thanagariano...-.
-¡Exacto! –exclamó el Decano fuera de sí.
La mujer halcón reflexionó unos instantes antes de preguntar:
-Pero, ¿cómo obtuvieron la energía necesaria para dar el primer salto hasta Oa? ¿El que transportó al escuadrón de la capitana Rad(10)?-.
-Redirigiendo todo el suministro energético de Thanagar, a nivel planetario, hacia la célula acumuladora de la Puerta. Un derroche inadmisible en cualquier otra circunstancia, pero necesario para iniciar nuestra campaña de conquista-.
-Entiendo... –murmuró la general.
Pasado ya su arrebato de entusiasmo, el Decano Lídor recuperó la compostura inicial:
-Por lo demás, puesto que ahora ocupa usted el cargo de Rector...-.
-...desea saber cuáles son mis instrucciones para mantener la operatividad de estas instalaciones, ¿verdad?-.
Lídor asintió con solemnidad.
La general Godan se volvió entonces hacia su silencioso acompañante, y habló en un idioma muy diferente al thanagariano común que habían estado empleando hasta ese momento: –Cuando quieras, “coronel”-.
-¿Cómo...? –preguntó el Decano sin entender.
El hombre halcón respondió a la pregunta lanzando una fuerte patada sobre su abdomen, acompañada de un puñetazo en pleno rostro que dejó al Decano de Seguridad tirado sobre el suelo sin sentido.
-¿Y ahora qué, Shayera(11)? –dijo el supuesto coronel mientras se incorporaba con agilidad.
-¿Ahora? –contestó la mujer halcón. –Ahora vamos a acabar con esta guerra absurda, Carter(12)-.


La capitana Merkan Rad se encontraba frente a la Batería Central de Oa, perdida en sus pensamientos. Desde la base de la Linterna Verde, podía observar con detalle el enjambre de pequeños dispositivos autopropulsados que revoloteaban alrededor de la fuente de energía más poderosa de este universo, redirigiendo su emisión esmeralda hacia la Puerta del Rectorado XII de Thanagar.
-¿Capitana? –dijo el sargento del escuadrón de asalto, saliendo de entre los árboles alienígenas que crecían a su espalda.
-Informe, sargento –contestó ella sin volverse.
-Kyle Rayner ha escapado-.
-Vaya… –murmuró la capitana Rad con una voz desprovista de emoción.
-Y el comandante de la flota piensa que debe haber huido del Sistema Sto-Oa. Quizá para traer consigo a ese grupo de metahumanos terrestres al que está afiliado-.
-El comandante de la flota debería leer con mayor atención el perfil psicológico del Green Lantern. Kyle Rayner sigue en este planeta; estoy segura de ello-.
El sargento retiró el casco alado de su cabeza mientras se situaba frente a la mujer halcón:
-El Alto Mor no está dispuesto a arriesgarse con este asunto, capitana. Temen que el Green Lantern frustre nuestra campaña de expansión antes de haberla empezado siquiera: van a iniciar la fase cuatro-.
Merkan Rad torció el gesto sin poder disimular su desagrado:
-El Alto Mor actúa con precipitación... ¿Han aceptado al menos el envío de más soldados para asegurar nuestra posición aquí, en la Ciudadela?-.
-No. Consideran que la flota estelar está capacitada para repeler cualquier ataque que puedan organizar nuestros enemigos-.
-Siempre que venga desde el exterior…-.
La capitana Rad permaneció en silencio durante unos instantes, antes de añadir:
-¿Y la fase cuatro? ¿Cuándo comenzará la ofensiva contra Rann?-.
-Ya ha comenzado –concluyó el sargento.

John Stewart se reunió con la pareja en sus dependencias del nivel centésimo quincuagésimo tercero.
-¡John! –exclamó la mujer de pelo largo y moreno, levantándose de la mesa donde había sido servido el desayuno para saludar al recién llegado. -¿Cómo te encuentras?-.
-Perfectamente, Alanna –contestó el Green Lantern. –De hecho, hacía años que no me sentía tan bien-.
-Te lo dije –intervino Adam Strange, sentado sobre una de las sillas flotantes. –Esa cámara de aislamiento sensorial era justo lo que necesitabas-.
Alanna se volvió rápidamente hacia su marido mostrando cierto aire de reproche en su mirada:
-El Tanque es mucho más que una simple “cámara de aislamiento sensorial”, Adam: forma parte de uno de los ritos iniciáticos más antiguos de Rann-
-¿Te había comentado ya lo susceptibles que se vuelven los rannianos cuando se bromea con sus avances tecnológicos? –dijo Adam dirigiéndose al Green Lantern con tono burlón.
-Bueno, si preferís discutir esto a solas... –contestó John en el mismo tono.
-¡Ni hablar! –exclamó ella. –Siéntate, John. Tienes mucho que contarnos-.
-Sí, por favor –añadió su marido. –Siéntate, que podamos empezar el desayuno-.
Poco después, los tres se encontraban ya alrededor de aquella mesa con excelentes vistas a la ciudad-estado de Rannagar(13).
-Entonces, ¿has encontrado lo que buscabas?-.
-Sí, Alanna. Aunque suene a libro de autoayuda barato, puedo decir que “me he encontrado a mí mismo”-.
-Te lo dije –repitió Adam.
-Es cierto, me lo dijiste. ¿No vas a parar de decir eso hasta que lo reconozca?-.
-Por supuesto que no-.
-Está bien. Sin embargo, estos dos meses en el interior del Tanque han sido mucho más… reveladores de lo que me habías contado. Quiero decir: allí dentro no llegas a perder completamente la conciencia del tiempo, pero lo percibes todo de una forma muy diferente: más distante, y sin embargo, más real-.
-Como si pudieras observar tu vida a través de los ojos de otra persona, y todo cobrara mayor sentido, ¿verdad? –apuntó Alanna.
-¡Exacto!-.
-Bueno, ésa es precisamente la función del Tanque. Al llegar a la madurez, todos los jóvenes de Rann se introducen en su interior durante un año entero, y allí, deciden por sí mismos el camino que deben seguir el resto de sus vidas-.
-Por eso –siguió Adam, -cuando aceptaste mi invitación para venir a Rann, con la idea de olvidar aquí tus problemas en la Tierra(14), pensé que éste sería el remedio perfecto-.
-Pues acertaste de pleno, Adam –concluyó el Green Lantern.
-¿Y sabes ya lo que vas a hacer a continuación? –preguntó Alanna.
John Stewart sonrió con satisfacción antes de responder.
Una respuesta que, sin embargo, no llegó a salir de su boca, puesto que en ese mismo instante se vio interrumpido por el aullido oscilante de una alarma.
-¿Qué es eso? –gritó Adam Strange para hacerse escuchar por encima de aquel sonido estridente. –Es la primera vez que oigo algo parecido desde que estoy aquí-.
Alanna se levantó titubeante, como si no terminara de creer lo que estaba escuchando:
-No puede ser... –acertó a decir.
En ese momento, irrumpió Sardath en la estancia, presa de la agitación:
-¡Alejaos del ventanal! –exclamó el padre de Alanna. -¡Rápido!-.
John y Adam le observaron con ojos bovinos, sin comprender qué estaba pasando.
-¡Rápido! –repitió Sardath, agarrando a su hija fuertemente del brazo para tirar de ella hacia fuera.
Entonces, sintieron una repentina presión sobre el cristal que se encontraba a sus espaldas; la primera de una serie de breves, pero intensas, ondas expansivas que fueron sucediéndose sin pausa.
Al volverse hacia atrás, quedaron sobrecogidos por el espectáculo que ofrecía el cielo de Rannagar, donde una flota de innumerables naves de origen thanagariano surgía por encima de las altas torres de la ciudad-estado, ocultando casi por completo la luz matinal de Alfa Centauri (15). Unas naves que, tan pronto aparecían de la nada, descargaban de sus vientres miles de cazas que caían sobre Rannagar como una lluvia de muerte y destrucción.
-¡Seguidme! –gritó Sardath. –Debemos bajar hasta los niveles inferiores antes de que...-.
El estruendo provocado por las primeras explosiones impidió que las palabras del científico llegaran a oídos de los otros tres, que por otra parte, palidecieron al ver la ráfaga de mortales descargas energéticas que lanzaba entonces sobre ellos una de las naves thanagarianas más cercanas.
-Joder… –susurró John Stewart en los breves momentos que precedieron al impacto.

Continuará...

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Referencias:
(1) Sundance Kid... Butch Cassidy... “Dos Hombres y un Destino”... ¡Has tenido que ver esa película alguna vez!
(2) Thanagar orbita alrededor de la estrella Polaris.
(3) Órgano de gobierno de Thanagar.
(4) Por ejemplo, en Swamp Thing v2 #57-58 USA; números publicados por Norma en el tomo Swamp Thing: Reencuentro.
(5) Científico de Rann (y suegro de Adam Strange), inventor del Rayo Zeta.
(6) En Green Lantern #3, aquí mismo, en Action Tales.
(7) Green Lantern #1-3.
(8) En la novela gráfica “Green Lantern: Legacy - The Last Will and Testament of Hal Jordan” USA.
(9) Desde Green Lantern v3 #150 USA.
(10) En Showcase #01
(11) Shayera Hol, alias Hawkwoman.
(12) Carter Hall, alias Hawkman.
(13) La más importante del planeta Rann.
(14) Como ya se contó en Green Lantern #8, John dejó la Liga de la Justicia al verse abandonado por su novia Merayn.
(15) Rann orbita alrededor de la estrella Alfa Centauri

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