Green Lantern nº 13

Titulo: El ataque de los Hombres Halcón (I)
Autor: Jerónimo Thompson
Portada: Roberto Cruz
Publicado en: Junio 2009

Aquí comienza la saga que marcará definitivamente el destino de Oa y los Guardianes del Universo. No te pierdas... ¡El Ataque de los Hombres Halcón!
Él es el Elegido, el Portador de la Antorcha que evitará que el Cuerpo y su Luz se extingan en sus horas más bajas.
És una carga muy grande pero él la llevará porque nadie más va a hacerlo, porque nadie más puede hacerlo. Pues él ha nacido para esto. Pues él es un héroe. Él es...
Kyle Rayner creado por Ron Marz, Bill Willingham y Darryl Banks

Caléanor y Not observaban con curiosidad la imponente estatua de color esmeralda situada en mitad de la Plaza Central. A su alrededor, los altos edificios que poblaban la Ciudadela de los Guardianes del Universo se alzaban como agujas de metal contra el cielo azul de Oa.
Not, el más alto de los dos, era un insectoide extremadamente delgado procedente del sector 41. Por su parte, Caléanor era nativo del sector 799, mucho más pequeño que su compañero, y tenía el cuerpo cubierto por un pelo grueso y oscuro.
-“La luz nunca muere” –leyó Not en la base de la estatua sin pronunciar ninguna de estas palabras, pues carecía de los órganos adecuados para su articulación. Sin embargo, la mezcla de elementos volátiles que expulsó a través de unos pequeños orificios de su cabeza alcanzó las fosas nasales de Caléanor, provocando que la frase resonara en la mente del pequeño alienígena como si su compañero hubiese hecho uso de unas cuerdas vocales.
-¿Por qué crees que la habrán puesto aquí? –preguntó Caléanor.
-Tengo entendido que fue cosa del humano que reconstruyó este planeta. Según parece era su amigo (1) –respondió el insectoide señalando hacia la estatua, mientras reanudaban su paseo a través de la plaza.
-Esto no hace sino confirmar el viejo tópico de que no hay quien entienda a los humanos... Ni a los Guardianes, ya que nos ponemos: ¿cómo habrá permitido Ganthet que permanezca en el mismo centro de la Ciudadela una estatua dedicada a Hal Jordan?-.
-Bueno, el Green Lantern murió salvando a su sistema solar (2) –comentó Not. –Supongo que el terrestre sólo quiso rendir tributo a su amigo, recordando todo lo bueno que había hecho. Y respecto a Ganthet... Tú mismo lo has dicho: ¿quién entiende a los Guardianes del Universo?-.
-Ya... –replicó Caléanor moviendo expresivamente sus pequeñas manos de tres dedos. –Y como Hal Jordan murió como un héroe, olvidemos que fue él quien acabó con los Green Lantern Corps, matando a todos los Guardianes salvo Ganthet (3), ¿no?-.
-Bueno... –dijo Not mientras se aproximaban al límite de la plaza, donde crecían diferentes especies de vegetales alienígenas de gran altura.
-Y de paso –continuó exaltado el nativo del sector 799, -coloquemos una enorme estatua en la Plaza Central de la Ciudadela honrando su memoria: un minuto de silencio por Hal Jordan, el asesino de Green Lanterns... ¿No crees que es algo incomprensible?-.
Not emitió una exigua bocanada gaseosa, no traducible en palabras concretas, pero que venía a ser el equivalente de una sonrisa en su rostro sin boca. Seguidamente, modificó la composición y cantidad de estos vapores marcando el inicio de una frase:
-Lo único que creo, amigo Caléanor, es que lo que a ti te parece “incomprensible” es el aviso que acabamos de recibir del Rectorado anulando nuestros días de permiso-.
-Oh, por favor... ¿En qué te basas para decir eso? –exclamó el pequeño alienígena peludo sin poder evitar, sin embargo, que sus labios se curvaran casi imperceptiblemente.
-No sé, supongo que en el hecho de que hemos cruzado esta plaza todos los días durante los últimos seis meses para ir a trabajar, y es la primera vez que te oigo mencionar a Hal Jordan y su estatua –respondió el insectoide mientras avanzaban por la ancha escalinata que subía hasta la entrada del Rectorado Prima (4).
-Um... Bueno, es que una cosa no quita la otra...-.
-Estoy seguro de ello –concluyó Not colocándose frente a una placa metálica situada junto a la puerta de acceso.
Tras superar el correspondiente escaneo a nivel molecular, la puerta se hizo a un lado permitiendo el paso de los dos científicos a la Sala de Ingreso 1.
-Pero ahora que lo mencionas... ¡No entiendo cómo han podido anularnos nuestros días de permiso! –dijo Caléanor mientras los sensores internos de la estancia confirmaban la identidad de sus dos ocupantes, registrando toda una serie de datos fisiológicos. –Hemos estado trabajando sin descanso durante cinco semanas seguidas, y cuando por fin podemos tomarnos un par de días para hacer un poco de turismo en los Bosques Flotantes del hemisferio sur de Oa, tienen que llamarnos a primera hora de la mañana para fastidiarlo todo-.
La puerta posterior de la estancia se abrió entonces dejándoles pasar a la Sala de Ingreso 2. Una vez allí, se despojaron de los trajes color verde que vestían habitualmente en el exterior, y los depositaron en una abertura ovalada de la pared izquierda.
Mientras tanto, la luz blanca que había iluminado la sala a su entrada, se tornó azul por unos instantes, indicando el proceso de esterilización; cuando éste concluyó, recibieron a través de un mecanismo automatizado dos de los trajes blancos reglamentarios en el Rectorado Prima, adaptados a sus diferentes morfologías.
-Hemos de suponer –respondió Not finalmente mientras se colocaba su uniforme, -que nuestro Director de Investigación habrá tenido una buena razón para cancelar nuestras pequeñas vacaciones, y hacernos volver aquí con la urgencia que lo ha hecho-.
Caléanor emitió un breve gruñido por toda respuesta, y comprobando que ambos estaban listos, pulsó el botón de apertura de la última puerta de acceso.
Sólo un par de segundos después de que la puerta se desplazara hacia la derecha, Caléanor y Not recibieron la descarga de varios rayos aturdidores que les hicieron caer inconscientes en el suelo.
Los tres soldados thanagarianos que les habían disparado entraron a continuación en la Sala de Ingreso 2, inclinándose sobre sus cuerpos para asegurarse de que ya no representaban una amenaza. Seguidamente, uno de los soldados activó el comunicador que llevaba incorporado en su casco con forma de cabeza de halcón:
-Capitana Rad: tenemos a los dos últimos-.
-Excelente, soldado –contestó una voz femenina. –Enciérrelos con los demás, y reúnanse inmediatamente con el equipo de asalto. Pasamos a la segunda fase-.
John Stewart parpadeó varias veces tratando de enfocar la vista. La desorientación asociada al despertar después de un largo período de inmersión, apenas le permitía identificar las imágenes que recibía de forma inconexa su cerebro; por otra parte, el fluido que envolvía todo su cuerpo, incluida la cabeza, le provocaba un ligero escozor en los ojos, que sin duda, no resultaba de gran ayuda para centrarse.
El tanque comenzó entonces a vaciarse por un sumidero situado bajo sus pies, generando un pequeño remolino en la base del ancho tubo de cristal que atrapó su atención como si se tratase de la espiral de un hipnotizador. El nivel de fluido disminuyó de esta forma con rapidez hasta desaparecer por completo.
John permaneció en el interior del tubo, desnudo y sujeto por unas fuertes bandas de material flexible que lo mantenían en posición vertical a pesar de la debilidad de sus músculos.
-Bienvenido al mundo de los vivos, John –le saludó una familiar voz masculina desde un pequeño altavoz colocado a la altura de su cabeza. –Sé que ahora te sientes un poco desorientado, pero tómatelo con calma: en un momento estarás como nuevo-.
Mientras tanto, el tubo se inclinó hacia atrás dejándolo tendido sobre su espalda, al tiempo que se soltaban las bandas de sujeción, y el cristal frontal del tanque se abría lentamente. Unas fuertes manos se acercaron entonces a su rostro, y tiraron con suavidad del artefacto de consistencia gelatinosa que, introducido por su boca, le llegaba hasta la tráquea.
-Tranquilo John –le calmó la voz que estaba empezando a reconocer. –Ya no necesitas esto para respirar-.
Cuando el artefacto fue retirado finalmente, John se vio acometido por un repentino ataque de tos que le hizo escupir los restos de un espeso fluido amarillento. En respuesta, un humano de piel clara y pelo rubio se asomó al interior de la cápsula que había guardado el cuerpo de John Stewart durante los últimos dos meses, y le ofreció un trozo de tela con el que limpiarse.
-Muy bien, amigo –añadió a continuación. -¿Te ves capaz de decirme quién soy yo y dónde nos encontramos?-.
-T-tú... –titubeó John tratando de recuperar la sensibilidad de su lengua. –Tú eres Adam. Adam Strange. Y estamos en Rann-.
Ganthet flotaba en el centro de una enorme sala esférica, con todos los Guardianes infantiles suspendidos en el aire a su alrededor. Mientras hablaba, se iban proyectando imágenes de gran tamaño sobre las paredes cóncavas de la esfera, ilustrando sus palabras:
-Entonces Krona, obsesionado por su búsqueda de conocimiento, quiso contemplar el principio del tiempo y el universo; y lo consiguió, en efecto, pero en el proceso creó por accidente el universo de antimateria y Qward, la réplica invertida de Oa, que posteriormente… Medes, ¿te estoy aburriendo? –se interrumpió Ganthet.
El pequeño Guardián amonestado giró la cabeza hacia su profesor, mostrando cierta vergüenza en su rostro azul.
-Perdóname, Ganthet. Es que me había parecido sentir...-.
En ese instante, sus palabras se vieron ahogadas por el bramido de una tremenda explosión localizada por encima de sus cabezas, que arrojó sobre el grupo de Guardianes una lluvia mortal de metal y cristal fragmentado. Toda la parte superior de la sala esférica, conocida simplemente como el Aula, se desmoronó de esta forma sobre ellos abriéndose al cielo sin nubes de Oa.
A continuación, fue lanzado desde el exterior un pequeño objeto metálico que brilló a la luz matinal de Sto-Oa (5) mientras caía. El artefacto se activó poco antes de tocar el suelo, emitiendo una potente descarga antisináptica que consiguió arrancar gritos de dolor a todos los Guardianes supervivientes que aún permanecían conscientes bajo los escombros, haciéndoles perder el sentido al instante.
A todos menos a uno.
Sangrando abundantemente por nariz y oídos, Ganthet se levantó rodeado por un halo de color esmeralda. Su mirada mostraba incomprensión, mientras observaba aturdido los cuerpos inertes de sus compañeros Guardianes. De un rápido vistazo, llegó a contar hasta cuatro muertos aplastados por los grandes trozos de metal deformado.
Sin embargo, antes de que tuviera la oportunidad de preguntarse por lo que estaba ocurriendo, un escuadrón de thanagarianos entró volando a través del amplio agujero abierto en el techo del Aula, lanzándose con determinación sobre el maltrecho Ganthet.
Mientras se dirigían hacia el Guardián del Universo, el grupo de asalto vació el contenido de las numerosas armas que llevaban, hasta crear un llameante capullo de destrucción a su alrededor que llegó a ocultar su figura menuda. Cuando el fuego y el humo terminaron por despejarse, los doce guerreros alados que volaban en círculo sobre él pudieron comprobar con cierta sorpresa que Ganthet había conseguido salir indemne del ataque al levantar un escudo de pura energía.
-¡Replegaos! –exclamó el sargento thanagariano que comandaba el escuadrón, guiando a sus soldados hacia el exterior.
-¿¡Por qué!? –gritó el Guardián elevándose tras ellos con los puños crispados por la ira.
Al salir fuera, sin embargo, se encontró rodeado de nuevo por sus atacantes, que inmediatamente volvieron a disparar sus armas contra él. Ganthet se protegió encerrándose en el interior de una burbuja de energía, y asumiendo una actitud más ofensiva, se lanzó velozmente sobre los dos thanagarianos que se encontraban más cerca. El primero de ellos murió al instante, con el tórax destrozado por un rayo surgido de su mano izquierda. El segundo era una mujer halcón, que arrastrada por Ganthet, recorrió cerca de quinientos metros por encima de la Ciudadela hasta que ambos impactaron contra uno de los edificios más altos, atravesando sus gruesas cristaleras. Ya en el interior, cayeron en lo que parecía ser una gran piscina cubierta.
Ganthet forcejéo con ella bajo el agua, tratando de someterla mientras se hundían lentamente hacia el fondo. En un momento dado, y aprovechando la limitada habilidad que demostraba la thanagariana para maniobrar en el medio acuático, el Guardián sujetó férreamente su cabeza con ambas manos, y la hizo desaparecer con una potente descarga que vaporizó también parte del agua que les rodeaba.
Tras echar su cuerpo a un lado, Ganthet subió hacia la superficie de la piscina para tomar aire. Sin embargo, cuando se encontraba a sólo medio metro de ésta, un nuevo atacante lanzó sobre él otro explosivo que detonó impulsándolo hacia el fondo con la mitad del rostro quemado.
Ganthet apenas podía soportar el intenso dolor que recorría su cabeza, mientras observaba con su único ojo sano a los cuatro thanagarianos que sobrevolaban la superficie del agua esperando a que emergiera; se sentía agotado, y con cierto pesar, recordó toda la energía que había tenido que emplear seis meses atrás para curar las graves heridas sufridas por Kyle (6), y que todavía no había recuperado.
En cualquier caso, no podía permanecer bajo el agua por más tiempo, así que se rodeó de nuevo por su halo de energía esmeralda, y camuflado por la espesa columna de vapor generada en la ebullición del agua que le cubría, se dirigió otra vez hacia la superficie. Los thanagarianos que aguardaban allí su salida, incapaces de ver nada en el interior de la densa nube, fueron cayendo uno a uno destrozados por la ira desatada de Ganthet.
Cuando por fin se disiparon los vapores de agua, sólo quedó el pequeño cuerpo jadeante del Guardián levitando sobre la piscina.
Y fue entonces, comprobando que no venían más guerreros alados en su busca, que surgió en su mente la terrible imagen de los Guardianes infantiles malheridos, que había abandonado en el Aula a merced de los thanagarianos.
-¡No! –gritó mientras atravesaba las cristaleras destrozadas de aquella piscina cubierta, volando en línea recta hacia el edificio medio derruido y humeante donde se encontraba el Aula.
Al entrar por la abertura superior de la esfera apenas dos segundos después, Ganthet se vio interceptado por el fuego cruzado de tres thanagarianos ocultos, que le hicieron caer descontrolado sobre el suelo cubierto de escombros.
Cuando el Guardián logró incorporarse, no encontró a ninguno de los niños azules que había dejado allí antes. En cambio, vio a una mujer thanagariana, no muy alta pero de cuerpo bien formado, que le observaba inmóvil a unos pocos metros de donde había caído. A su lado se encontraba tumbado uno de los Guardianes infantiles, inconsciente y con una fina diadema plateada alrededor de su cabeza.
-¿¡Qué les habéis hecho!?- exclamó el Guardián preparado para lanzarse sobre ella, aunque mostró cierta indecisión al ver al niño que la acompañaba.
-No tienes buen aspecto, Ganthet –dijo la mujer halcón. –Entrégate, por favor-.
-¿Entregarme…? ¿Pero quién eres? ¿Por qué nos habéis atacado?-.
-Soy la capitana Merkan Rad, responsable de esta operación. La Ciudadela ya es nuestra. Oa pertenece ahora a Thanagar-.
-¿Cómo te atreves…? –empezó a decir el Guardián avanzando unos pasos hacia ella, con la energía esmeralda recorriendo todo su cuerpo.
La thanagariana alzó inmediatamente un aparato gris metalizado que llevaba en su mano derecha, mostrándoselo con gesto amenazante.
-Detente Ganthet o los niños morirán-.
-¿Qué...?-.
-Mientras mis soldados te mantenían alejado de aquí, hemos inyectado a todos los Guardianes una disolución de nanopartículas de antimateria, recubiertas por pequeños campos de éstasis. Si anulo esos campos con esto, la antimateria entrará en contacto con la materia de sus cuerpos, desintegrándolos en el acto-.
-Pero no entiendo nada... –musitó Ganthet impotente. -¿Por qué…?-.
-Haz desaparecer tu halo de energía, Ganthet. Ríndete o morirán –sentenció la mujer halcón clavando en él sus perturbadores ojos verdes.
El Guardián asintió lentamente, eliminando su única protección. Seguidamente, uno de los tres thanagarianos que le habían interceptado a su llegada, le disparó un rayo antisináptico desde el aire que le hizo caer sin sentido sobre el suelo.
A una orden de su capitana, otro de los guerreros bajó velozmente hasta Ganthet, colocándole una diadema idéntica a la que llevaba el Guardián infantil.
-Muy bien. Eso debería mantenerlo inconsciente durante todo el tiempo que sea necesario. Ahora lleváoslo con los demás, y no os olvidéis de ése –concluyó señalando al niño azul que le había servido como rehén.
Mientras los soldados se retiraban con los prisioneros, un segundo thanagariano bajó volando.
-Informe, sargento –le ordenó la mujer halcón, dejando caer sobre sus hombros una melena lisa de color azabache al quitarse el casco alado que cubría su cabeza.
-Hemos perdido a seis soldados en el enfrentamiento contra el Guardián, capitana Rad-.
-Cumplieron con su misión y serán honrados como héroes cuando volvamos a Thanagar. ¿Y los prisioneros del Rectorado?-.
-Bajo control, pero… Tenemos un problema, capitana-.
-¿Qué ocurre?-.
-Kyle Rayner está en Oa-.
-¿Cómo? –dijo Merkan Rad con incredulidad.
-Según indican los registros del Rectorado llegó al planeta hace dos días, y actualmente se encuentra en órbita alrededor de Oa, en una estación espacial-.
-Ya veo… -susurró la thanagariana con aire ausente. –Está bien, sargento. No creo que se haya enterado todavía de nuestro ataque. Pasemos inmediatamente a la tercera fase-.
Kyle Rayner estaba tendido sobre una camilla, con el brazo derecho introducido en el interior de un aparato de forma tubular.
-Me abuuurro –canturreó el Green Lantern.
-Créame, joven –dijo la talkoriana de avanzada edad que se encontraba sentada al otro extremo del aparato. –Soportar sus continuos lamentos infantiles tampoco resulta divertido para mí-.
-No se lo tome a mal, doctora K’Mele, pero llevamos más de un día aquí encerrados –replicó el Green Lantern agitándose impaciente sobre la camilla. –¿Queda mucho?-.
La anciana ignoró las quejas de Kyle, mientras tecleaba absorta con una vitalidad que parecía desmentir los muchos años que señalaban las arrugas alrededor de su boca.
-¿Doctora?-.
-Joven –respondió al fin despegando sus ojos de la pantalla. –Soy consciente de que las aptitudes intelectuales no deben de ser un requisito indispensable para ingresar en los Green Lantern Corps, pero confío en que a pesar de ello...-.
-¡Eh! –se quejó Kyle.
-A pesar de ello, entienda que la investigación científica no tiene nada que ver con la magia, y sí mucho con el esfuerzo y el trabajo perseverante-.
El Green Lantern miró a la talkoriana con auténtico terror reflejado en el rostro:
-¿Significa eso que voy a tener que estar aquí tendido durante varios días más?-.
-Me veo obligada a recordarle un par de detalles que parece estar olvidando –siguió la doctora mientras centraba de nuevo su atención en el monitor. –En primer lugar, que fue usted quien vino a buscarme a Talkor para que le ayudara con este proyecto suyo de rastreo hiperespacial. Y en segundo, que fue también usted quien aceptó permanecer en esa camilla, manteniendo su anillo de poder activo, mientras durase la calibración del aparato-.
-Sí, de acuerdo, tiene razón pero...-.
-Por supuesto que tengo razón. Siempre tengo razón-.
Kyle masculló una serie de palabras ininteligibles antes de continuar:
-Nunca pensé que esto tardaría tanto, ¿vale? Además, ¿está segura de que su instrumento será capaz de captar la energía del anillo de Kilowog?-.
-Yo misma diseñé el aparato, y aunque es cierto que no fue creado con este propósito, estoy segura de que funcionará. Es simplemente una cuestión de tiempo-.
-Está bien, ¿pero cuánto tiempo más?-.
-Si le soy sincera, terminé la calibración hace más de veinte minutos –contestó la doctora ofreciéndole al Green Lantern una sonrisa traviesa.
-¿Y por qué no...?-.
-Vamos, levántese de ahí y venga a ver esto –le apremió con un rápido movimiento de mano.
Kyle rodeó impaciente el aparato tubular, sentándose junto a ella en otro sillón.
-Muy bien –empezó a decir la talkoriana. –Como ya le expliqué allí en mi planeta, la tecnología utilizada para saltar al hiperespacio se basa en...-.
-No, por favor –le interrumpió Kyle. –Vamos a olvidarnos por un momento de todo ese rollo científico, ¿vale? (7) Sólo quiero saber si este cacharro puede decirnos dónde está Kilowog (8)-.
-¿Sabía usted que es un impertinente, joven? –inquirió la doctora con tono ofendido.
-Por favor...-.
-Um... Como intentaba explicarle, el rastro de materia que dejó su compañero al saltar al hiperespacio se dispersó hace ya meses, y no es detectable por medios convencionales. Sin embargo, gracias a mi instrumento, sí que podemos rastrear la energía emitida por su anillo de poder-.
-¿Y entonces...?-.
-He podido localizar las coordenadas exactas de su punto de partida. Las de llegada, en cambio... Acérquese, joven: ¿ve este gráfico? –preguntó señalando a la pantalla.
-Sí, claro, pero no sé lo que significan esas líneas, doctora-.
-Ah, bien. Pues lo que significan es que su amigo ya no se encuentra en este universo-.
-¿Cómo?-.
-Que su amigo ya no se enc...-.
-La he escuchado la primera vez. Quiero decir que cómo es posible. ¿Adónde ha ido?-.
La anciana nacida en Talkor levantó los hombros con gesto interrogante.
-Su Kilowog saltó al vacío entre universos... y desapareció. Es todo lo que puedo decirle-.
El Green Lantern se echó hacia atrás en el sillón resoplando con frustración.
La doctora hizo el amago de añadir algo más, pero entonces, el instrumento comenzó a emitir breves pitidos agudos que resonaron durante unos segundos en el interior de aquella pequeña estación espacial.
-¿Qué ha sido eso? –preguntó Kyle.
-No lo sé... –murmuró la doctora K’Mele observando perpleja los datos que aparecían en el monitor. –Pero es muy curioso-.
-¿El qué?-.
-El aparato acaba de detectar la aparición de ciento treinta y ocho naves estelares alrededor de Oa-.
-¿Ciento treinta y ocho naves? ¿Y han saltado todas al mismo tiempo desde el hiperespacio?-.
-Joven, eso es físicamente imposible. Y sin embargo... ahí están; como si hubieran surgido de la nada-.
Reaccionando con rapidez, Kyle acercó su puño derecho a los labios:
-Anillo: identificación de las naves que rodean Oa-.
-Iniciando escaneo –contestó el objeto esmeralda de su dedo.
-¿Esa cosa habla?-.
-Y canta... –se burló el Green Lantern sin poder ocultar su nerviosismo.
-Identificación completada. Origen de la flota estelar: Thanagar-.
Momentos después, la nave más cercana a la estación espacial descargó sobre ellos una ráfaga de rayos de plasma, que hizo estallar en llamas el satélite artificial.

Continuará...

 Referencias:
(1) Se refiere a Tom Kalmaku, que recreó Oa con la ayuda del anillo de poder de Hal Jordan en la novela gráfica “Green Lantern: Legacy - The Last Will and Testament of Hal Jordan” USA, publicada por Planeta dentro del tomo “Green Lantern: Amanecer y Ocaso”.
(2) En Final Night #4 USA.
(3) En Green Lantern v3 #50 USA, publicado por Planeta dentro del tomo “Green Lantern: Amanecer y Ocaso”.
(4) El Rectorado Prima es un complejo científico recientemente reactivado, como se contó en Green Lantern #8.
(5) El sol que ilumina el planeta Oa.
(6) En Green Lantern #8.
(7) Más información sobre el fundamento del salto al hiperespacio en Green Lantern #5.
(8) La última vez que se vio a Kilowog en este universo fue en Green Lantern #5.

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