Título: Lluvia de tristeza Autor: Jose Luis Miranda Portada: Raul Peribañez Publicado en: Noviembre 2005 |
Enviado a la Tierra desde el moribundo planeta Krypton, Kal-El fue criado por los Kent en Smallville. Ahora como un adulto, Clark Kent lucha por la verdad y la justicia como...
Superman creado por Jerry Siegel y Joe Shuster
Prólogo: Mayo 2004.Smallville.
Aquella noche la lluvia era muy intensa en Smallville. Jonathan y Marta Kent estaban en el salón de su casa viendo la televisión. Las noticias contaban cómo Superman había evitado un choque de trenes. Ambos se intercambiaron una mirada cómplice y sonrieron. ¿Quién podría pensar que este matrimonio había criado al más famoso héroe de la Tierra? Las gotas de agua golpeaban insistentemente los cristales. Marta se levantó a la cocina, tenía sed. Miró un segundo por la ventana y le pareció adivinar un rostro tras ella. Un escalofrío de miedo la atenazó. Lanzó un grito llamando a Jonathan.
- ¿Qué sucede?
- No sé,... es que me ha parecido ver a alguien que miraba desde afuera.
- ¿Con esta lluvia? Voy a comprobarlo. Jonathan se colocó un chubasquero y se dirigió a la puerta para salir.
- No..., no salgas. Llueve demasiado. Probablemente me habré confundido.
- No pasará nada. Será un minuto.
Jonathan salió al exterior y rodeó la casa hasta llegar a la ventana donde Marta había visto el rostro. No había nadie. La lluvia descargaba con fuerza y casi no se podía ver alrededor. A pesar de ello, si simplemente Jonathan hubiese alzado la mirada hubiera visto al General Zod apenas a dos metros sobre él. Zod enseñaba una enorme sonrisa sabedor de tener la vida de aquellas dos personas en los límites de su voluntad. Aún no, pero pronto, pensaba mientras se elevaba hacia el espacio.
Capítulo 1: Metrópolis. Distrito Suicida
Tampoco se libraba Metrópolis de la lluvia. Los pronósticos del tiempo anunciaban que no cesaría en al menos dos días. Clark Kent, Lois Lane y Jimmy Olsen estaban en el domicilio de Sara Cruz. Sara tenía un ojo amoratado, la nariz rota y todavía sentía la pérdida de una pieza dental. Ayer había recibido el alta. En los últimos tiempos, la policía comprobaba alarmada como las denuncias por maltrato aumentaban mes tras mes.
Lois entrevistaba a la mujer, Jimmy había hecho un par de fotos. Clark parecía distraído. Repasaba el apartamento con su visión microscópica. Había contado hasta el momento doce mil trescientas siete huellas digitales y veía como trescientos mil ácaros se amontonaban en los pliegues de las sábanas del dormitorio. Pero, sobre todo, se centraba en las gotas de sangre seca que se podían observar en casi todas las habitaciones del modesto apartamento. Pertenecían a diferentes días y meses. Esta mujer ha tenido que soportar un verdadero infierno. ¿Dónde demonios estaría Superman cuando era maltratada?- pensó. Una sirena de ambulancia le devolvió a la realidad. Su visión miró en el interior. Un accidentado leve. Nada de lo que Superman tuviera que preocuparse. Sara proseguía su declaración:
- Cuando estaba bebido era horrible. A veces, según llegaba me ...- Sara rompió a llorar.
Lois intentó consolarla:
- Podemos dejarlo para otro momento...
- No, no. Estoy bien. Es algo que tengo que hacer. Quiero sacarme todo esto de dentro. Necesito contarlo, quiero que la gente sepa, que nadie tenga que pasar por lo que yo he pasado. Tienen que denunciar, no aguantar, no tragar más promesas de cambio, no ser sumisa... Debo hacerlo por mí, por mis tres hijos...
En ese momento se escuchó el sonido de la llave en la puerta. Sara miró horrorizada hacia allí. Enseguida recordó haber olvidado poner la cadena de la puerta al entrar los periodistas. Emilio Estévez estaba en su hogar, el hombre al que más había amado, pero, a la vez, el que había transformado su vida en una tormenta de dolor. Estaba empapado, se advertía que había caminado largo rato bajo la lluvia.
- ¿Qué carajo hacen estos aquí? Sara, diles que se vayan tenemos que hablar.
- No tenemos nada de que hablar, Emilio. La última vez casi acabas con mi vida.
- ¿Estás loca? Yo te quiero. No se volverá a repetir. Anda, dile a estos que se larguen y hablemos tranquilamente.
- Por Dios, es que no lo entiendes. Vete, por favor, vete.
- ¡Esta es mi casa! No sé a dónde quieres que vaya. ¡Maldita sea! Hasta el juez me ha dado un permiso para salir temporalmente.
Sara se aferraba fuertemente al brazo de Lois. Jimmy y Clark permanecían sentados. Cuando Emilio pareció querer acercarse a ella. Jimmy y Lois se pusieron de pie interponiéndose en su camino. Clark no se movió del sofá. Emilio les miró con la mirada encendida en rabia pero no se atrevió a empujarles. Por un momento sopesó sus opciones, estaban en su casa, él era fuerte, no en vano había trabajado duro en los muelles toda su vida. ¿Quiénes tenía delante? Un jovenzuelo pelirrojo, delgado y enclenque, una mujer y un cuatro ojos trajeado que ni siquiera se había atrevido a levantarse. Podría con ellos con una mano. Pero ¿qué conseguiría? ¿Nuevas denuncias? Agravantes para su caso. Seguro que el juez no le permitiría salir si se enteraba de esto. Era muy temprano, daría una vuelta por la ciudad, tenía unos dólares en el bolsillo. Ya volvería por la noche.
- Tú ganas cariño. Ya nos veremos.
Diciendo esto dio media vuelta y salió dando un portazo. La mujer se abrazó a Lois y volvió a llorar. Jimmy cogió un bolígrafo y un papel que estaba en la mesa y anotó su número de móvil:
- Sé que tiene una orden de alejamiento y que va a estar custodiada por las noches por un policía, pero si necesita algo aquí le dejo apuntado mi teléfono. Vivo aquí cerca y llegaría en unos quince minutos.
Sara alzó la cabeza, sonrió y pronunció un escueto gracias.
Cuando acabaron el reportaje los tres amigos salían protegidos por el mismo paraguas que portaba Lois. Clark se dirigía a Jimmy:
- Qué escena más horrible, ¿qué hubiera pasado de no estar nosotros?
Jimmy lanzó una mirada de recriminación a Clark. Éste lo notó. No se había movido del sofá. Evidentemente, Clark no quería que le vieran y se quedó detrás. Su cerebro había procesado unas ciento ochenta maneras diferentes de tumbar al asaltante sin delatar su identidad. Una leve visión calorífica, un soplido ...
- ¿Nosotros? Señor Kent, a veces hay que implicarse en las cosas, tomar partido. No se puede ser siempre objetivo, ecuánime. Tampoco debe uno amedrentarse ante las injusticias.
Lois, se dio cuenta del cariz que tomaba la conversación:
- Jimmy no estás siendo justo, creo que Clark opina lo mismo que tú. Sus columnas de opinión sirven como forma de concienciar a la sociedad.
- Seguro que sí, señorita Lane, pero eso son palabras. A veces hay que refrendar las palabras con actos.
Clark se sintió atacado. Tenía ganas de demostrarle porque no había intervenido. En ese instante, irrumpió una persecución en las calles. Dos coches de policía perseguían a un tercero. En su interior viajaban dos hombres armados, en el asiento de atrás un bebé lloraba por el ruido y la velocidad. Su oído escuchó a la emisora de la policía relatar como dos encapuchados habían robado un automóvil en un supermercado que tenía un bebé en su interior. Clark miró a Lois. Ésta se dio cuenta de lo que aquella mirada significaba. Era un claro, debo irme.
- Bueno, Clark, recuerda que tienes que ir a recoger a tus padres a la estación.– dijo, con naturalidad, Lois.
- Sí, es cierto. Y ya llego tarde.- habló Clark señalando su reloj. Seguiremos hablando en el Planet. Hasta luego.
Clark se percató a la perfección de que Jimmy ni siquiera le había despedido. Fastidiado apresuró el paso entrando en un callejón cercano. Nunca hay una cabina de teléfonos cerca cuando la necesitas.- se dijo. Giró sobre sí mismo, a una velocidad inhumana. Pronto su traje azul, rojo y amarillo relucía.
Un anciano borracho dormitaba en la esquina. Tres gatos empezaron a maullar despertándole de su letargo. Asombrado vio como el caballero de la ese se perdía en el firmamento. Un minuto después, encendió la sucia radio que tenía. Casi no se oía. Veré si en el comedor puede darme alguien un par de pilas- pensó. Quería oír a Ray Charles. El viejo Ray era su preferido. Sabía que hoy programaban un especial radiofónico. Los acordes de Georgia on my mind se vieron interrumpidos por la voz del presentador. Interrumpimos un instante nuestro programa para dar una noticia de última hora. Al parecer Superman acaba de detener a los dos hombres que habían robado un coche con un bebé dentro. El bebe raptado se encuentra en perfecto estado de salud. Una vez más debemos agradecer que este auténtico ángel de la guarda se encuentre en Metrópolis. Proseguimos con el especial Ray Charles.
- Pues vaya noticia para interrumpir a Ray. Superman siempre gana, eso no es noticia. – murmuró quejoso.
Capítulo 2: Metrópolis.
Metallo, recién reconstruido se sentía orgulloso de su nuevo cuerpo metálico. De nuevo, alojaba en su corazón un minúsculo pedazo de kryptonita. No sabía quién había sido el benefactor que le había reparado y le había proporcionado esa nueva fuente de energía. Delante de él, estaba el señor Angle, impecablemente vestido, elegante, fuerte, seguro de sí mismo. Escondida en su chaqueta una cámara y un micrófono permitían al presidente Luthor ver todo lo que sucedía en aquel laboratorio. Angle empezó a hablar:
- Como verá, Señor Corben, es...
- No me llame Corben, dejé de serlo cuando perdí mi humanidad. Soy una masa metálica. Soy Metallo.
- Bien, como usted quiera... Metallo. Le decía que este cuerpo no tiene nada que ver con los anteriores que ha poseído. Es más duro, más recio, más rápido. Capaz de extender los brazos el triple de su longitud. Tiene una mirada láser y posee diez misiles capaces de desintegrar cada uno un portaaviones. Pero, sobre todo, la aleación con la que ha sido construida es más dura que el diamante. Incluso a Superman le costaría trabajo romperla. Además, le hemos añadido un pequeño fragmento de kryptonita en el pecho. Es diminuto, puede que no cause la muerte inmediata de Superman, pero, sin duda, según se alargue el combate, causará su derrota.
- Todo esto me parece muy bien, ¿pero a cambio de qué?
- ¿No lo adivina? Queremos que mate a Superman.
- ¿Y si me niego?
- No lo hará. No somos tontos. No puedo decirle quién financia esto pero, sin duda, es usted lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que si por un momento incumple los deseos de mi, llamémosle, cliente lo pasará mal. Hay un dispositivo en su cuerpo que se activaría volándole en pedazos. Además, tenemos otra oferta irrechazable. Si triunfa, le procuraremos un nuevo cuerpo humano. Tenemos la tecnología necesaria para clonar un cuerpo que alojaría su conciencia.
La frase disipó las dudas de Corben. Volvería a poder sentir el viento en la cara, a disfrutar del sabor de la comida, a tocar el cuerpo de una mujer...
- ¿Qué debo hacer?
- Nada que le resulte nuevo. Plantarse en mitad de Metrópolis y destruir un par de barrios hasta que el chico de la capa roja aparezca. Una capa de plomo le impedirá ver de qué está hecha la aleación y que la kryptonita está en su interior. Cuando comience la batalla el plomo caerá y estará perdido.
- Si por un momento cree que va a ser tan sencillo, es que no tiene ni la más puta idea de quién es Superman. Pero, de acuerdo. Lo haré.
Capítulo 3: Metrópolis.
Esa misma noche Metallo se dispuso a cumplir su parte del trato. Matar a Superman. Había peleado en varias ocasiones contra su enemigo. En todas fue derrotado excepto en la primera de ellas. Aquella vez, la kryptonita de su cuerpo puso a Superman a sus pies. Sólo el orgullo de aquel idiota de Lex Luthor impidió que acabara con su vida. Esta vez sería definitiva. Aún así, Corben tuvo un escalofrío de miedo y duda. Superman era duro, lo sabía. No sería fácil vencerle, incluso con kryptonita. Sin embargo, por mal que fueran las cosas Superman nunca mataba. Además, su cuerpo robótico no le transmitiría sensaciones de dolor. No podía sentir nada. Siempre habría una nueva oportunidad para vencerle.
Estaba en pleno centro de la ciudad. Empezaron a caer de nuevo las primeras gotas de lluvia de la noche. Casi no había gente en las calles, era tarde. Pronto se llenarían de sirenas de policía y coches de bomberos. La kryptonita del pecho, aunque en un fragmento minúsculo le hacía sentirse poderoso. En cuanto su enemigo sintiera las radiaciones, su fuerza iría minando hasta que quedaría reducido a cenizas. Se quitó la gabardina que cubría su metálico cuerpo. Levantó un coche con una mano y lo arrojó con fuerza contra un camión. Una ligera ráfaga de láser hizo explotar ambos vehículos. Empieza el espectáculo- se dijo a si mismo.
En breve la zona se llenó de coches de policía, bomberos ambulancias. Los agentes disparaban, pero las balas rebotaban en el ser de metal. Destruía coches, escaparates, bocas de riego, comercios. Superman no aparecía. La policía pedía refuerzos. Todas las unidades de Metrópolis se dirigían al centro. La lluvia aumentaba su intensidad.
Capítulo 4: Distrito Suicida. Metrópolis.
Emilio Estévez estaba en la puerta de su apartamento. Completamente borracho. Le habían echado del último bar. Llevaba allí cerca de dos horas pero el coche de policía que estaba en la calle le hizo desistir de entrar. Sin embargo, no sabía la razón, encendió la sirena y arrancó bruscamente. Pensó en Sara y se encaminó hacia el portal. Llevaba un arma en el bolsillo, pero no le haría falta utilizarla. Seguro que ella le estaría esperando ansiosa de verle. Y si no era así, -pensaba- puede irse preparando porque voy a enseñarle por las buenas o por las malas lo que significa el verdadero amor.
Epílogo: Daily Planet. Metrópolis.
Perry White solía subir a la azotea del Planet un par de veces al día. Siempre que tenía tiempo suficiente. La primera vez era por la mañana, nada más llegar al periódico. Veía desperezarse a la ciudad. La segunda por la noche, antes de irse a casa. Observaba el contraste de las luces nocturnas. Metrópolis es preciosa, pensó. La mejor ciudad del mundo. Recordó la vieja canción que había hecho famosa Frank Sinatra, Metrópolis, Metrópolis, y tarareó el estribillo. Cuando la lluvia arreció ni el paraguas que sostenía impidió que se mojara. Notó frío y decidió entrar. Se volvió y observó preocupado como en la lluvia que se acumulaba en el suelo se podían observar dos espacios secos con forma de pies humanos. Alguien había estado a sus espaldas hace un segundo. ¿Superman?– murmuró. La lluvia se intensificó y las huellas quedaron ocultas. Zod volaba hacia la nave cráneo de Brainiac. Si en el espacio se pudiera oír algún sonido, escucharíamos una carcajada.
Continuará...
Enero-Febrero de 2005.
José Luis Miranda Martínez.
Reseña del 14 de Noviembre de 2005:
ResponderEliminarA pesar de que las breves apariciones que va realizando Zod desde el primer número de esta nueva etapa que comenzó en el 6 ayudan a crear expectación, aquí también echo en falta que se desarrolle del todo esta trama. La historia principal se centra en un tema de tipo social (al igual que ya se trató el terrorismo hace unos números), y aunque no estoy seguro de que este tipo de argumento sea el más adecuado para llevar el peso de una historia de Superman, es cierto que está bien utilizado. Además se presenta una nueva amenaza, cuyo desenlace no veremos hasta el siguiente número.