Título: Ojos sucios (y IV) Autor: Jeronimo Thompson Portada: Julio Nieto Publicado en: Mayo 2006
Descubre la verdad oculsta tras las desapariciones de Gotham en el último capítulo de esta fenomenal saga.
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Hice una promesa ante la tumba de mis padres: librar a esta ciudad de la maldad que les quitó la vida. Soy Bruce Wayne, filántropo multimillonario. De noche, los criminales, esos cobardes y supersticiosos, me llaman...
Batman creado por Bob Kane
Anteriormente en Batman: Tina Rosberg, la última víctima del secuestrador que está aterrorizando la ciudad, es llevada a la comisaría de Gotham, donde informa sobre todos los detalles de su secuestro. Mientras tanto, Tim Drake le cuenta a Batman que pudo ver el rostro del culpable cuando se enfrentó a él, y logra identificarlo con la ayuda de la base de datos de la Batcueva. Sólo unos instantes después, Batman recibe una llamada del comisario Akins: el secuestrador ha vuelto, y se ha llevado de nuevo a Tina.
Comisaría de Gotham, 7:55h de la mañana. Veintiún días después de la primera desaparición.
El detective Crispus Allen saluda brevemente al par de policías que vigilan la entrada de la comisaría, mientras pliega un pequeño paraguas de color negro. Sus movimientos son torpes, y transmiten una indefinible imagen de fragilidad.
Disculpándose varias veces, atraviesa el grupo de técnicos de mantenimiento que está despejando la puerta de escombros y metal retorcido, y se dirige en línea recta hacia el ascensor situado a la derecha del recibidor.
El sargento de policía que hasta este momento ha estado supervisando con mirada ausente las labores de limpieza, muestra su sorpresa al reparar en él:
-Detective Allen, me alegro de verle otra vez por aquí. ¿Se encuentra ya mejor...?.
Sin llegar a detenerse, el recién llegado murmura un fugaz “sí, gracias”, y entra en el ascensor pulsando con precipitación uno de los botones del panel interno.
Mientras se eleva hacia la última planta del edificio, el detective trata de sobreponerse al doloroso palpitar de su corazón, resintiéndose del esfuerzo realizado durante la última hora.
Cuando finalmente se apartan las planchas metálicas de la puerta, sale disparado hacia fuera, tropezando entonces con la desprevenida Renee Montoya que se disponía a entrar en ese momento
.
-¡Cris! –exclama ella con incredulidad, mientras se duele del brazo derecho que lleva sujeto en cabestrillo. -¿Qué estás haciendo aquí?.
-¡Renee! –exclama él a su vez, observando con preocupación el brazo vendado y la cara cubierta de pequeñas tiritas que presenta su compañera. –Acabo de ver el ataque de anoche en las noticias de las 7. ¿Estás bien?.
-Yo sí –contesta la detective algo consternada. -¿Y tú? ¿Cómo ha permitido Dore que te levantes de la cama?.
-No lo ha permitido –responde Allen frunciendo el ceño. -Pero no se te ocurra sermonearme: llevo un mes entero encerrado en mi casa, y estoy ya casi recuperado.
-Cris... –empieza a decir ella con tono conciliador. –Sabes mejor que yo que la mononucleosis que pillaste no ha sido una broma. Tienes el hígado muy tocado, y cualquier esfuerzo excesivo podría...
-Estoy bien, Renee. Venga, cuéntame ya qué es lo que ha pasado.
La detective Montoya le mira con resignación, aceptando que no va a conseguir que vuelva a su casa.
-De acuerdo, pero sígueme –dice Renee mientras se da la vuelta y se dirige hacia las mesas que ambos ocupan al fondo de la sala. –Al menos podrás descansar un rato en tu sillón mientras te pongo al día.
El detective camina tras ella, observando en silencio el estado de agitación que se vive a su alrededor: el ataque sufrido durante la noche ha provocado la movilización de todo el personal disponible en ambos turnos.
-Eh, mirad quién ha vuelto –grita el detective Burke cuando pasan por su lado. -¿Le has contado ya a tu mujercita cómo pillaste la enfermedad del beso, Allen? Si es que hay que vigilar dónde se mete la lengua...
La detective Montoya reacciona antes de que Allen llegue siquiera a abrir la boca:
-¿Por qué no te metes tú la lengua en el culo, Tommy? Seguro que lo disfrutas.
Burke ríe con desprecio, murmurando “puta bollera” a volumen casi inaudible.
-Está bien –dice Renee dirigiéndose a su compañero cuando finalmente llegan a su mesa. –Siéntate.
-Sí, señora- obedece Allen con media sonrisa en sus labios.
La detective Montoya se coloca entonces frente a él, descargando su peso sobre el lateral de la mesa.
-Esta es la situación, Cris: anoche fuimos atacados por el mismo tipo que ha estado secuestrando chavales durante las últimas tres semanas. Destrozó la entrada de la comisaría con algún tipo de lanzaproyectiles ligero y se llevó a Tina Rosberg, la niña que había conseguido escapar de él sólo unas horas antes... Y yo no pude hacer nada para evitarlo- concluye en un susurro.
-Renee, acabo de ver cómo ha quedado todo ahí abajo. Y sé por las noticias que ese malnacido mató a tres de los nuestros... –Allen se detiene un momento, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que siente. –En fin... Me alegro de que estés bien.
La detective Montoya desvía la mirada hacia la ventana de su derecha, evitando el rostro preocupado de su compañero.
-También mató a los padres de la niña, pero entonces me encontraba ya inconsciente en el suelo...
-¿Tenemos alguna pista sobre su identidad?.
-Tenemos más que una pista. Batman nos ha proporcionado su ficha completa: se llama Ricky Bronk, alias “El Mudo”.
El detective Allen tuerce el gesto cuando Renee menciona al murciélago.
-Y no es lo único que sabemos- continúa ella.
-¿Gracias también a Batman?.
La detective sacude negativamente la cabeza.
-No vas a creerlo, pero el tipo se dejó su móvil entre los escombros.
-….
-Sí, y justo después de encontrarlo comenzó a sonar, mostrando un nombre en la pantalla: “Pelussi”.
El detective Allen no da crédito a lo que está escuchando.
-¿Qué hicisteis entonces?.
-Bueno, Batman era el que lo tenía en sus manos, así que contestó a la llamada. Sabiendo que el tal Ricky es mudo, respondió con una especie de gruñido, esperando que el supuesto Pelussi dijera algo, pero no debió de resultar muy convincente porque colgaron inmediatamente sin llegar a abrir la boca.
Allen se echa hacia atrás en su asiento, pasándose la mano lentamente por su cabeza afeitada.
-¿Me estás diciendo que ese tío incluyó el número de su jefe en la agenda de su móvil, con el nombre y todo, y después se lo dejó en la escena del crimen?.
-¿Qué quieres que te diga? Es lo que ocurrió.
-Increíble… ¿Y habéis comprobado ya la identidad del titular de ese número de teléfono?.
-Claro, fue lo primero que hicimos, pero no aparece nadie registrado. Es uno de esos números fantasmas que puedes conseguir en el mercado negro por sólo unos cientos de dólares.
-¿Entonces?.
-Sacamos a Pelussi de su cama hace un par de horas, y lo trajimos aquí para interrogarlo. Ese móvil nunca será aceptado como prueba ante un tribunal, pero….
-¿Habéis conseguido que diga algo?.
-No. Se limita a negarlo todo y amenazarnos con denunciar al cuerpo de policía al completo por arresto indebido. Hacemos lo posible para mantenerlo en la sala de interrogatorios, pero sus abogados nos están poniendo las cosas realmente difíciles. No creo que podamos retenerlo durante mucho más tiempo….
-¿Y El Mudo?.
-Batman se marchó justo después de que le colgaran el móvil para seguir su rastro, pero con esta maldita lluvia… Antes de que ese cerdo se la llevara de nuevo, Tina Rosberg nos contó que el almacén del que había escapado, y donde aún seguían los demás niños desaparecidos, se encontraba en el polígono industrial del centro, así que tenemos a todos los agentes disponibles peinando esa zona.
-En ese polígono puede haber más de trescientos almacenes...
-Supongo que eso explicaría que no lo hayamos encontrado todavía, Cris.
Los dos permanecen callados por unos segundos; el detective Allen, analizando con detalle la información que le está proporcionando su compañera.
-¿Y el comisario Akins?.
-En el ayuntamiento. Tratando de convencer al alcalde de que el ataque a nuestra comisaría no está relacionado con lo ocurrido en Keystone City (1).
-Sí, ya lo he visto en la televisión: los periodistas están elaborando todo tipo de teorías al respecto... Bueno, ¿adónde ibas cuando tropecé contigo en el ascensor?.
-A la sala de interrogatorios. Pelussi es lo único que tenemos por el momento.
-Está bien. Vamos para allá- dice el detective levantándose con rapidez.
-Cris...
-Ni una palabra, Renee. Voy contigo.
Batcueva, 8:15h de la mañana, ese mismo día.
Batman se deja caer sobre el sillón colocado frente al amplio monitor que cubre una de las paredes de la cueva. La noche ha sido tan larga como poco fructífera, y por supuesto, pasada por agua. Con gesto cansado, echa hacia atrás la máscara empapada descubriendo su rostro ojeroso.
Sólo unos segundos después de que se haya sentado, Alfred aparece por unas de las escaleras que permiten el acceso a esta plataforma de la Batcueva.
-Buenos días, señor. ¿Qué va a ser? ¿Sueño reparador, café cargado, anfetaminas...?
-Café cargado, Alfred- responde Bruce Wayne con aire ausente, ignorando la ironía que destilan las palabras de su mayordomo.
-Por supuesto, señor.
Mientras Alfred se retira dejando tras de sí una humeante taza de café sobre la consola, Bruce activa el monitor, que inmediatamente se subdivide en pequeños recuadros que salpican la pantalla con todos los noticiarios de la mañana.
Atraído por uno de estos informativos, amplía la imagen hasta que ocupa dos tercios de la pantalla, mientras aumenta el volumen de la señal.
-... centro de Metrópolis, Superman evitó lo que podría haber sido una catástrofe al derrotar a Metallo, después de una encarnizada pelea que...(2)
Bruce no puede evitar que aparezca una breve sonrisa en su cara al observar esta nueva hazaña del Hombre de Acero.
BEEP BOOP BEEP BOOP
Alertado por el familiar pitido, apura de un solo trago el café que apenas había empezado a saborear, silenciando al mismo tiempo el informativo.
-Dime Oráculo.
-##Bruce, Marko Esteven quiere hablar contigo.##
-¿Qué...? ¿Cómo ha contactado?.
-##Utilizando el transmisor de Selina(3).##
Batman aprieta los labios con rabia contenida al escuchar estas palabras.
-¿Cuándo?.
-##Ahora mismo. Lo tengo en espera.##
-Está bien, pero asegúrate de que ese transmisor queda inutilizado cuando termine nuestra conversación.
-##Por supuesto, Bruce.##
-Pásame la llamada.
Aunque la comunicación no incluye señal de imagen, Batman se coloca de nuevo la máscara sobre su rostro.
-##Hola##- se escucha al otro lado de la línea. –##¿Eres...?.##
-¿Cómo has conseguido ese transmisor, Marko?.
-##Sí, eres tú, no cabe duda## –añade el otro con tono arrogante. -##El chisme me lo dio ella misma hace un par de días y... Bueno, seré directo: creo que Catwoman puede estar metida en problemas.##
-¿Cómo lo sabes?.
-##Porque yo la metí en esos problemas.##
-¿Se supone que estás siendo directo?.
-##No tengo por qué aguantar tus vaciladas, Murciélago. ¿No fuiste tú el que la envió para preguntarme si alguno de esos chavales desaparecidos tenía relación con mi gente?(4) Creo que incluso podría decirse que has sido tú el responsable de todo esto….##
-Me aburres, Marko. Cuéntame algo que no sepa.
-##Jodido Murciélago… Le dije que sí, que entre los desaparecidos estaba el hijo de uno de mis asociados. Y no sólo eso: también le conté que no me había quedado sentado a esperar que la poli o cualquiera de vosotros, payasos disfrazados, encontrarais al culpable. Durante varios días mantuve todo el East End bajo vigilancia, y bueno, mi trabajo… dió sus frutos.##
-¿Qué has averiguado, Marko?.
-##Vaya, parece que por fin he logrado captar tu atención. Pues bien, el hecho es que cuando ese tipejo volvió a mi barrio para llevarse a otro chaval, uno de mis hombres se encontraba allí, y le siguió hasta su escondrijo.##
-¿Sabes dónde se encuentra?.
-##Sí, y allí fue donde envié a tu amiga, la gatita. Entiéndeme: no podía arriesgarme a que el cabrón que ha organizado todo esto me relacionase con una misión de rescate.##
-Incluso los payasos disfrazados pueden llegar a ser útiles, ¿verdad? –replica Batman con una voz fría como el hielo. -¿Cuándo la enviaste allí?.
-##Hace dos noches, y desde entonces no he vuelto a saber nada. Sé que desprecias a los tipos como yo, murciélago, pero créeme: me preocupo por ella.##
- No lo suficiente, según parece.
-##Te repito que hay demasiado en juego. Si me relacionaran con todo este asunto podría estallar una guerra de bandas que no resultaría beneficiosa para nadie, y mucho menos para mi negocio. Me preocupo, sí, pero no soy un irresponsable. Esa es la razón por la que te he llamado.##
-Dame la dirección, Marko. Pero te juro que si es una trampa lo pagarás.
Centro de Gotham, 9:35h de la mañana, ese mismo día.
Cristales rotos junto a la ventana. Sus pasos han quedado marcados en el suelo por un reguero de agua que va desde la ventana abierta, pero cubierta de nuevo por una gruesa cortina, hasta la puerta del despacho.
Muy lentamente, hace avanzar por debajo de la puerta una minicámara acoplada al extremo de un fino cable negro, que le ofrecerá una panorámica del almacén que se encuentra tras ella.
Sin embargo, antes de que llegue a enfocar la imagen siquiera, cae sobre el artefacto una pesada bota de piel curtida que lo hace pedazos. La puerta recibe entonces un enérgico empujón desde el otro lado, arrojándola con fuerza contra Batman.
Como un animal rabioso, el Mudo se adentra en la oscuridad del despacho acertando a golpear al murciélago, que se había incorporado con rapidez tras echar a un lado la puerta astillada.
Ocultos en las sombras de la habitación se entregan a una lucha despiadada, sólo percibida en el exterior por el sonido que producen sus puños al impactar en el cuerpo del adversario.
A una orden de su jefe, los cinco matones que han permanecido fuera expectantes, se acercan hasta la puerta tratando de distinguir los movimientos que realizan Batman y el Mudo mientras pelean en la oscuridad.
Uno de los matones acciona el interruptor que debería iluminar el interior del despacho, pero la bombilla que colgaba solitaria del techo ya no se encuentra en su sitio. Sin saber muy bien qué hacer, otro de ellos se vuelve hacia su jefe con mirada interrogante, preguntándole sin palabras si deben entrar en el despacho, o por el contrario, esperar a que salgan aquellos dos de allí. Sin embargo, antes de que pueda recibir su respuesta, el estrépito de la pelea cesa de forma repentina.
Como si de una coreografía previamente ensayada se tratase, los cinco matones levantan sus armas al unísono apuntando hacia el interior. Tres segundos después, el enorme cuerpo del Mudo es lanzado hacia ellos con precisión, sin que se les ofrezca la oportunidad de esquivarlo.
Mientras tres de los matones caen duramente al suelo barridos por esta mole humana, Batman salta fuera de la habitación con la capa desplegada; propina un fuerte rodillazo en la cara del cuarto y se arroja sobre el quinto, que logra disparar un par de veces antes de recibir todo el peso del Murciélago sobre él.
Batman se vuelve entonces hacia los tres que acaban de quitarse de encima el cuerpo inconsciente del Mudo. Sin detenerse un instante, lanza un par de batarangs que se clavan certeramente en las dos manos que ya le apuntaban con sus pistolas, y arremete con contundencia contra el tercero, que aún está buscando la suya.
En el transcurso del siguiente medio minuto, Batman concluye la pelea dejando a los cinco matones sin sentido sobre el suelo aceitoso del almacén. Y sólo entonces, se detiene a observar con calma la escena que se representa frente a él.
A su izquierda, se encuentran las jaulas apiñadas que encierran a los siete adolescentes que ha estado buscando durante las últimas tres semanas -¿siete?, falta uno-. Los chavales le miran con ojos asustados y enrojecidos por las horas de llanto.
Apenas a un par de metros de las jaulas, puede ver a un anciano muy delgado, vestido con una bata y un gorro de cirujano, que trata de ocultarse tras una camilla hospitalaria rodeada por dos mesillas metálicas repletas de material quirúrgico. Su rostro está desencajado por el terror al murciélago.
Por último, concentra su atención en el hombre de traje oscuro situado justo enfrente, que le apunta con una magnum del 44 en cuyo cañón puede leerse “El Negro”.
-Suelta el arma, Callahan –ordena Batman.
Chuck “El Negro” Callahan sostiene la dura mirada del murciélago sin mover un músculo de la cara:
-Ha sido por la Gatita, ¿verdad? –dice el Negro ignorando sus palabras. –Sabía que esa puta nos traería problemas, pero no he podido sacar de aquí a los mocosos sin levantar más sospechas. Si al menos estos inútiles hubieran hecho bien su trabajo... –añade lanzando una breve mirada de desprecio a los cuerpos esparcidos por el suelo.
-Explícame de qué va todo esto.
-Ni pensarlo, capullo. ¿Con quién te crees que estás hablando? ¿Con uno de esos estúpidos fantoches a los que te enfrentas todos los días? No voy a contarte nada- concluye, manteniendo la pistola en alto.
-¿Vas a dispararme?.
-¿Para qué? ¿Serviría de algo?.
-¿Entonces por qué sigues apuntándome con eso?.
-Me ayuda a pensar...
Batman avanza dos pasos hacia el mafioso, extendiendo su mano derecha hacia él:
-Dame la pistola.
El Negro le muestra una sonrisa cínica, desprovista de humor, mientras arroja su magnum del 44 al suelo.
-No soy idiota, Murciélago. Sé cuándo he perdido... y cuándo llega el momento de negociar con los Azules. ¿De verdad crees que has ganado, capullo?
Batman recorre lentamente la distancia que los separa hasta situar su rostro a escasos centímetros del suyo:
-¿Dónde la tienes escondida?.
-¡Jódete, cabrón.!
Batman le propina a Callahan un fuerte puñetazo en la boca del estómago, haciéndole caer sobre sus rodillas mientras trata desesperadamente de respirar otra vez con normalidad.
-Hijo de... –susurra entrecortadamente, doblado sobre sí mismo en el suelo.
-Tú –señala el Murciélago al anciano que no se ha movido de su sitio en todo este tiempo. -Dónde- afirma más que pregunta.
Sin llegar a separar sus labios, el hombre vestido de cirujano levanta un dedo dubitativo indicando una de las puertas del otro lado del almacén.
Al darle la espalda, Batman pone en funcionamiento un pequeño transmisor que guardaba en su cinturón:
-Todo despejado, Montoya. Ya podéis entrar.
Acto seguido, hacen su aparición una treintena de policías a las órdenes de los detectives Montoya y Allen, que ocupan hasta el último rincón del almacén, mientras Batman avanza con rapidez hacia la puerta señalada por el anciano; sólo gira un segundo su cabeza al pasar frente a las jaulas, mostrando una breve sonrisa de ánimo a los chavales encerrados. Al llegar a ella, lanza una patada a la puerta que hace saltar su cerradura.
La pequeña habitación está débilmente iluminada por la escasa luz que llega desde un ventanuco situado casi a la altura del techo, y se encuentra impregnada por un fuerte olor a excrementos que logra levantarle el estómago. En una de las esquinas del fondo, descubre el cuerpo desnudo y encogido de Selina Kyle.
Batman se acerca a ella con suavidad, aturdido por el estado en que se encuentra Catwoman.
-Selina... –susurra al fin.
Ella alza la cabeza al escuchar su nombre, dejando ver un rostro hinchado por los golpes. Su mirada, sin embargo, aparenta firmeza.
-Hola Bruce. Sabía que vendrías a por mí.
Cuando Batman se inclina sobre ella, rozando levemente sus hombros con los dedos, Selina trata de ofrecerle una sonrisa despreocupada, pero al observar los ojos del murciélago, siente cómo se viene a bajo toda su entereza: sus ojos se humedecen mientras se refugia temblorosa en los brazos de Batman.
-Oh, Bruce... –solloza ahogada por las lágrimas.
Comisaría de Gotham, 9:21h de la noche, ese mismo día.
Cuando Batman aparece en la azotea de la comisaría, la lluvia ha perdido ya buena parte de su intensidad, convirtiéndose en una fina aspersión de agua:
-Buenas noches.
-Hola, Batman- saluda el comisario Akins bajo su paraguas empapado.
-¿Cómo te encuentras, Allen? –pregunta el murciélago al ver al detective resguardado junto a la puerta de la azotea, al lado de su compañera Renee.
-Mejor, gracias –contesta el otro con cierta reserva.
-¿Y Catwoman? –repone el comisario.
-Está bien... Es una mujer fuerte.
El comisario asiente pensativo.
-Bueno, supongo que estarás interesado en saber lo que nos ha contado Callahan –sigue Akins. –Lo cierto es que hoy ha sido un día de locos, y todavía...
-¿Y bien?- pregunta Batman con cierta impaciencia.
-Vale, te explico... Según la declaración del Negro, todo esto ha sido un asunto de tráfico de órganos. ¿Recuerdas al tipo vestido de cirujano en el almacén?, pues si hubieras llegado sólo un par de horas más tarde, en vez de en las jaulas, habrías encontrado a tres de los niños repartidos en neveras.
-No es el tipo de negocio en el que suele estar implicado Callahan.
-Cierto. Pero no debía ganar suficiente dinero con la prostitución y las drogas, porque decidió ampliar sus actividades contactando con un grupo de traficantes de órganos de ámbito internacional.
-Ahora ya sabemos la razón por la que el Negro ha estado tan tranquilo estos últimos meses, sin llamar apenas la atención(5) –interviene Renee.
-La cuestión –siguió Akins-, es que este grupo con sede en Londres le hizo a Callahan su primer encargo hace dos meses, y para obtener los órganos que necesitaba, untó a varios enfermeros repartidos por los cuatro hospitales de Gotham. En apenas una semana, el Negro había conseguido una lista que incluía a todos los indigentes cuyos análisis sanguíneos confirmaban su compatibilidad con los órganos solicitados.
-¿Y los niños?- interrumpe el Murciélago.
-Esa fue la parte más complicada –contesta el comisario. –Los adultos eran pordioseros que nadie echó en falta; pero no es tan sencillo hacer desaparecer a un chaval sin llamar la atención: están mucho más controlados, tanto por sus familias como por las instituciones sociales.
-Entiendo- dice Batman. –Fue entonces cuando organizó el montaje.
-Así es. Aunque afirma que todo empezó con la llegada a Gotham de Pelussi .
-El muy cerdo ha dicho que tuvo algo parecido a una revelación –vuelve a intervenir la detective Montoya. –La desaparición de los ocho adolescentes era la solución perfecta para los dos problemas que se le habían presentado: tres de los chavales eran los donantes de órganos que necesitaba, y los otros cinco, una tapadera que no sólo ocultaría la realidad de su negocio, sino que además eliminaría la amenaza de Pelussi al señalarlo como principal sospechoso de los secuestros.
-Al elegir a los hijos de diferentes miembros de las mafias de Gotham como tapadera, se aseguró que cuando todo terminara, Pelussi sería eliminado por cualquiera de ellas –aclara el comisario.
-Y además, para no levantar sospechas de su participación en los raptos, tuvo el cuidado de incluir al hijo de uno de los suyos entre los desaparecidos, sólo que ese chico no acabó en una de las jaulas del almacén, sino en Europa, de vacaciones pagadas –concluye Renee.
Batman permanece inmóvil sobre la cornisa de la azotea al hablar de nuevo:
-Por eso se trajo al Mudo desde Chicago, la ciudad de Pelussi, para que le hiciera el trabajo sucio; y después se aseguró de que dejara el móvil que incriminaba al Trébol (6) en la comisaría, al llevarse a la última de su lista.
-Exacto –asiente el comisario Akins. -Callahan sabía que esa prueba no serviría frente a un juez, pero confiaba en que los demás capos se acabaran enterando de lo ocurrido.
-Respecto a Tina Rosberg... –comienza a decir Renee.
-Catwoman me ha contado esa parte de la historia –la interrumpe Batman: –Siguió a Tina hasta el almacén cuando el Mudo la secuestró por primera vez, e incluso llegó a soltar las cuerdas que la ataban cuando la niña estaba inconsciente. Sin embargo, fue descubierta por uno de los hombres de Callahan mientras trataba de liberar a los demás chavales, aprovechando que el Mudo había salido a buscar a Tina.
-Y la pilló ese salvaje antes de pudiera salir de allí, ¿verdad?.
-Sí... No tuvo problemas para librarse del hombre que la había descubierto, pero no antes de que éste avisara que ella estaba allí: el Mudo volvió antes de que pudiera sacar a todos los niños de sus jaulas.
-¿Y Bronk(7) fue capaz de reducir a Catwoman?- pregunta Renee.
-Jugó sucio –dice Batman. –Utilizó a los niños para someterla.
-Ya veo...
-¿Qué va a pasar con Callahan? –pregunta Batman al comisario.
-Bueno... Tenemos bien cogidos al Mudo, al cirujano que iba a realizar las operaciones y a los enfermeros que proporcionaron los nombres...
-Creo que no has respondido a mi pregunta, Akins.
-Ese bastardo ha hecho un trato con los federales –escupe la detective Montoya. –Les ha entregado todos los nombres de sus contactos en Londres, y de la gente implicada en Gotham, a cambio del perdón y una nueva identidad.
-¿¡Cómo!?.
-No hay nada que nosotros podamos hacer al respecto –trata de justificarse el comisario. –El FBI se lo llevó hace un par de horas.
Batman aprieta los puños con fuerza al recordar impotente las últimas palabras que le dirigió Callahan en el almacén.
Todos permanecen en silencio en la azotea.
Entonces, de forma inesperada, el detective Allen, que se ha mantenido al margen de la conversación hasta el momento, aparta a un lado su paraguas y observa el cielo con incredulidad:
-Ha dejado de llover- señala con tono inexpresivo.
El comisario Akins, la detective Montoya y Batman levantan sus cabezas al mismo tiempo, fijándose en las nubes oscuras que se van dispersando lentamente, arrastradas por el viento.
Después de treinta y seis días de lluvia ininterrumpida, el agua deja de caer sobre Gotham.
-¿Alguno de vosotros cree en los buenos presagios?- murmura Allen.
Fin
Referencias
(1) ¿Todavía no has leído Flash #3?
(2) En el estupendo Superman #10
(3) El cuál recibió en Catwoman #1
(4) En Batman #6
(5) Como ya se dijo en Batman #6
(6) El alias de Pelussi
(7) Ya sabes, el Mudo
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